17 December 2022

El 17 de diciembre Lectura Bíblica Diaria

El Mensaje de la Cruz-introducción



El 17 de diciembre Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 25 - I Crónicas 2:

25 Aconteció a los nueve años de su reinado, en el mes décimo, a los diez días del mes, que Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió, y levantó torres contra ella alrededor. Y estuvo la ciudad sitiada hasta el año undécimo del rey Sedequías. A los nueve días del cuarto mes prevaleció el hambre en la ciudad, hasta que no hubo pan para el pueblo de la tierra. Abierta ya una brecha en el muro de la ciudad, huyeron de noche todos los hombres de guerra por el camino de la puerta que estaba entre los dos muros, junto a los huertos del rey, estando los caldeos alrededor de la ciudad; y el rey se fue por el camino del Arabá. Y el ejército de los caldeos siguió al rey, y lo apresó en las llanuras de Jericó, habiendo sido dispersado todo su ejército. Preso, pues, el rey, le trajeron al rey de Babilonia en Ribla, y pronunciaron contra él sentencia. Degollaron a los hijos de Sedequías en presencia suya, y a Sedequías le sacaron los ojos, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia. En el mes quinto, a los siete días del mes, siendo el año diecinueve de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, siervo del rey de Babilonia. Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y todas las casas de los príncipes quemó a fuego. Y todo el ejército de los caldeos que estaba con el capitán de la guardia, derribó los muros alrededor de Jerusalén. Y a los del pueblo que habían quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia, y a los que habían quedado de la gente común, los llevó cautivos Nabuzaradán, capitán de la guardia. Mas de los pobres de la tierra dejó Nabuzaradán, capitán de la guardia, para que labrasen las viñas y la tierra. Y quebraron los caldeos las columnas de bronce que estaban en la casa de Jehová, y las basas, y el mar de bronce que estaba en la casa de Jehová, y llevaron el bronce a Babilonia. Llevaron también los calderos, las paletas, las despabiladeras, los cucharones, y todos los utensilios de bronce con que ministraban; incensarios, cuencos, los que de oro, en oro, y los que de plata, en plata; todo lo llevó el capitán de la guardia. Las dos columnas, un mar, y las basas que Salomón había hecho para la casa de Jehová; no fue posible pesar todo esto. La altura de una columna era de dieciocho codos, y tenía encima un capitel de bronce; la altura del capitel era de tres codos, y sobre el capitel había una red y granadas alrededor, todo de bronce; e igual labor había en la otra columna con su red. Tomó entonces el capitán de la guardia al primer sacerdote Seraías, al segundo sacerdote Sofonías, y tres guardas de la vajilla; y de la ciudad tomó un oficial que tenía a su cargo los hombres de guerra, y cinco varones de los consejeros del rey, que estaban en la ciudad, el principal escriba del ejército, que llevaba el registro de la gente del país, y sesenta varones del pueblo de la tierra, que estaban en la ciudad. Estos tomó Nabuzaradán, capitán de la guardia, y los llevó a Ribla al rey de Babilonia. Y el rey de Babilonia los hirió y mató en Ribla, en tierra de Hamat. Así fue llevado cautivo Judá de sobre su tierra. Y al pueblo que Nabucodonosor rey de Babilonia dejó en tierra de Judá, puso por gobernador a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán. Y oyendo todos los príncipes del ejército, ellos y su gente, que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Gedalías, vinieron a él en Mizpa; Ismael hijo de Netanías, Johanán hijo de Carea, Seraías hijo de Tanhumet netofatita, y Jaazanías hijo de un maacateo, ellos con los suyos. Entonces Gedalías les hizo juramento a ellos y a los suyos, y les dijo: No temáis de ser siervos de los caldeos; habitad en la tierra, y servid al rey de Babilonia, y os irá bien. Mas en el mes séptimo vino Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la estirpe real, y con él diez varones, e hirieron a Gedalías, y murió; y también a los de Judá y a los caldeos que estaban con él en Mizpa. Y levantándose todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, con los capitanes del ejército, se fueron a Egipto, por temor de los caldeos. Aconteció a los treinta y siete años del cautiverio de Joaquín rey de Judá, en el mes duodécimo, a los veintisiete días del mes, que Evil-merodac rey de Babilonia, en el primer año de su reinado, libertó a Joaquín rey de Judá, sacándolo de la cárcel; y le habló con benevolencia, y puso su trono más alto que los tronos de los reyes que estaban con él en Babilonia. Y le cambió los vestidos de prisionero, y comió siempre delante de él todos los días de su vida. Y diariamente le fue dada su comida de parte del rey, de continuo, todos los días de su vida.
I Crónicas 1-2:
1 Adán, Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé, Sem, Cam y Jafet. Los hijos de Jafet: Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. Los hijos de Gomer: Askenaz, Rifat y Togarma. Los hijos de Javán: Elisa, Tarsis, Quitim y Dodanim. Los hijos de Cam: Cus, Mizraim, Fut y Canaán. Los hijos de Cus: Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca. Y los hijos de Raama: Seba y Dedán. Cus engendró a Nimrod; éste llegó a ser poderoso en la tierra. Mizraim engendró a Ludim, Anamim, Lehabim, Naftuhim, Patrusim y Casluhim; de éstos salieron los filisteos y los caftoreos. Canaán engendró a Sidón su primogénito, y a Het, al jebuseo, al amorreo, al gergeseo, al heveo, al araceo, al sineo, al arvadeo, al zemareo y al hamateo. Los hijos de Sem: Elam, Asur, Arfaxad, Lud, Aram, Uz, Hul, Geter y Mesec. Arfaxad engendró a Sela, y Sela engendró a Heber. Y a Heber nacieron dos hijos; el nombre del uno fue Peleg, por cuanto en sus días fue dividida la tierra; y el nombre de su hermano fue Joctán. Joctán engendró a Almodad, Selef, Hazar-mavet y Jera. A Adoram también, a Uzal, Dicla, Ebal, Abimael, Seba, Ofir, Havila y Jobab; todos hijos de Joctán. Sem, Arfaxad, Sela, Heber, Peleg, Reu, Serug, Nacor, Taré, y Abram, el cual es Abraham. Los hijos de Abraham: Isaac e Ismael. Y estas son sus descendencias: el primogénito de Ismael, Nebaiot; después Cedar, Adbeel, Mibsam, Misma, Duma, Massa, Hadad, Tema, Jetur, Nafis y Cedema; éstos son los hijos de Ismael. Y Cetura, concubina de Abraham, dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. Los hijos de Jocsán: Seba y Dedán. Los hijos de Madián: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda; todos éstos fueron hijos de Cetura. Abraham engendró a Isaac, y los hijos de Isaac fueron Esaú e Israel. Los hijos de Esaú: Elifaz, Reuel, Jeús, Jaalam y Coré. Los hijos de Elifaz: Temán, Omar, Zefo, Gatam, Cenaz, Timna y Amalec. Los hijos de Reuel: Nahat, Zera, Sama y Miza. Los hijos de Seir: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer y Disán. Los hijos de Lotán: Hori y Homam; y Timna fue hermana de Lotán. Los hijos de Sobal: Alván, Manahat, Ebal, Sefo y Onam. Los hijos de Zibeón: Aja y Aná. Disón fue hijo de Aná; y los hijos de Disón: Amram, Esbán, Itrán y Querán. Los hijos de Ezer: Bilhán, Zaaván y Jaacán. Los hijos de Disán: Uz y Arán. Y estos son los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que reinase rey sobre los hijos de Israel: Bela hijo de Beor; y el nombre de su ciudad fue Dinaba. Muerto Bela, reinó en su lugar Jobab hijo de Zera, de Bosra. Y muerto Jobab, reinó en su lugar Husam, de la tierra de los temanitas. Muerto Husam, reinó en su lugar Hadad hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; y el nombre de su ciudad fue Avit. Muerto Hadad, reinó en su lugar Samla de Masreca. Muerto también Samla, reinó en su lugar Saúl de Rehobot, que está junto al Eufrates. Y muerto Saúl, reinó en su lugar Baal-hanán hijo de Acbor. Muerto Baal-hanán, reinó en su lugar Hadad, el nombre de cuya ciudad fue Pai; y el nombre de su mujer, Mehetabel hija de Matred, hija de Mezaab. Muerto Hadad, sucedieron en Edom los jefes Timna, Alva, Jetet, Aholibama, Ela, Pinón, Cenaz, Temán, Mibzar, Magdiel e Iram. Estos fueron los jefes de Edom. 2 Estos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser. Los hijos de Judá: Er, Onán y Sela. Estos tres le nacieron de la hija de Súa, cananea. Y Er, primogénito de Judá, fue malo delante de Jehová, quien lo mató. Y Tamar su nuera dio a luz a Fares y a Zera. Todos los hijos de Judá fueron cinco. Los hijos de Fares: Hezrón y Hamul. Y los hijos de Zera: Zimri, Etán, Hemán, Calcol y Dara; por todos cinco. Hijo de Carmi fue Acán, el que perturbó a Israel, porque prevaricó en el anatema. Azarías fue hijo de Etán. Los hijos que nacieron a Hezrón: Jerameel, Ram y Quelubai. Ram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naasón, príncipe de los hijos de Judá. Naasón engendró a Salmón, y Salmón engendró a Booz. Booz engendró a Obed, y Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a Eliab su primogénito, el segundo Abinadab, Simea el tercero, el cuarto Natanael, el quinto Radai, el sexto Ozem, el séptimo David, de los cuales Sarvia y Abigail fueron hermanas. Los hijos de Sarvia fueron tres: Abisai, Joab y Asael. Abigail dio a luz a Amasa, cuyo padre fue Jeter ismaelita, Caleb hijo de Hezrón engendró a Jeriot de su mujer Azuba. Y los hijos de ella fueron Jeser, Sobab y Ardón. Muerta Azuba, tomó Caleb por mujer a Efrata, la cual dio a luz a Hur. Y Hur engendró a Uri, y Uri engendró a Bezaleel. Después entró Hezrón a la hija de Maquir padre de Galaad, la cual tomó siendo él de sesenta años, y ella dio a luz a Segub. Y Segub engendró a Jair, el cual tuvo veintitrés ciudades en la tierra de Galaad. Pero Gesur y Aram tomaron de ellos las ciudades de Jair, con Kenat y sus aldeas, sesenta lugares. Todos éstos fueron de los hijos de Maquir padre de Galaad. Muerto Hezrón en Caleb de Efrata, Abías mujer de Hezrón dio a luz a Asur padre de Tecoa. Los hijos de Jerameel primogénito de Hezrón fueron Ram su primogénito, Buna, Orén, Ozem y Ahías. Y tuvo Jerameel otra mujer llamada Atara, que fue madre de Onam. Los hijos de Ram primogénito de Jerameel fueron Maaz, Jamín y Equer. Y los hijos de Onam fueron Samai y Jada. Los hijos de Samai: Nadab y Abisur. Y el nombre de la mujer de Abisur fue Abihail, la cual dio a luz a Ahbán y a Molid. Los hijos de Nadab: Seled y Apaim. Y Seled murió sin hijos. Isi fue hijo de Apaim, y Sesán hijo de Isi, e hijo de Sesán, Ahlai. Los hijos de Jada hermano de Samai: Jeter y Jonatán. Y murió Jeter sin hijos. Los hijos de Jonatán: Pelet y Zaza. Estos fueron los hijos de Jerameel. Y Sesán no tuvo hijos, sino hijas; pero tenía Sesán un siervo egipcio llamado Jarha. A éste Sesán dio su hija por mujer, y ella dio a luz a Atai. Atai engendró a Natán, y Natán engendró a Zabad; Zabad engendró a Eflal, Eflal engendró a Obed; Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías; Azarías engendró a Heles, Heles engendró a Elasa; Elasa engendró a Sismai, Sismai engendró a Salum; Salum engendró a Jecamías, y Jecamías engendró a Elisama. Los hijos de Caleb hermano de Jerameel fueron: Mesa su primogénito, que fue el padre de Zif; y los hijos de Maresa padre de Hebrón. Y los hijos de Hebrón: Coré, Tapúa, Requem y Sema. Sema engendró a Raham padre de Jorcoam, y Requem engendró a Samai. Maón fue hijo de Samai, y Maón padre de Bet-sur. Y Efa concubina de Caleb dio a luz a Harán, a Mosa y a Gazez. Y Harán engendró a Gazez. Los hijos de Jahdai: Regem, Jotam, Gesam, Pelet, Efa y Saaf. Maaca concubina de Caleb dio a luz a Seber y a Tirhana. También dio a luz a Saaf padre de Madmana, y a Seva padre de Macbena y padre de Gibea. Y Acsa fue hija de Caleb. Estos fueron los hijos de Caleb. Los hijos de Hur primogénito de Efrata: Sobal padre de Quiriat-jearim, Salma padre de Belén, y Haref padre de Bet-gader. Y los hijos de Sobal padre de Quiriat-jearim fueron Haroe, la mitad de los manahetitas. Y las familias de Quiriat-jearim fueron los itritas, los futitas, los sumatitas y los misraítas, de los cuales salieron los zoratitas y los estaolitas. Los hijos de Salma: Belén, y los netofatitas, Atrot-bet-joab, y la mitad de los manahetitas, los zoraítas. Y las familias de los escribas que moraban en Jabes fueron los tirateos, los simeateos y los sucateos, los cuales son los ceneos que vinieron de Hamat padre de la casa de Recab.

Salmo 68: 
Que se levante Dios, que sean dispersados sus enemigos, que huyan de su presencia los que le odian. Que desaparezcan del todo, como humo que se disipa con el viento; que perezcan ante Dios los impíos, como cera que se derrite en el fuego. Pero que los justos se alegren y se regocijen; que estén felices y alegres delante de Dios. Canten a Dios, canten salmos a su nombre; aclamen a quien cabalga por las estepas, y regocíjense en su presencia. ¡Su nombre es el Señor! Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa. Dios da un hogar a los desamparados y libertad a los cautivos; los rebeldes habitarán en el desierto. Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través de los páramos marchaste, Selah. la tierra se estremeció, los cielos se vaciaron, delante de Dios, el Dios de Sinaí, delante de Dios, el Dios de Israel. Tú, oh Dios, diste abundantes lluvias; reanimaste a tu extenuada herencia. Tu familia se estableció en la tierra que en tu bondad, oh Dios, preparaste para el pobre. El Señor ha emitido la palabra, y millares de mensajeras la proclaman: "Van huyendo los reyes y sus tropas; en las casas, las mujeres se reparten el botín: alas de paloma cubiertas de plata, con plumas de oro resplandeciente. Tú te quedaste a dormir entre los rebaños." Cuando el Todopoderoso puso en fuga a los reyes de la tierra, parecían copos de nieve cayendo sobre la cumbre del Zalmón. Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de Basán, montañas escarpadas: ¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte donde a Dios le place residir, donde el Señor habitará por siempre? Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para entrar en su santuario. Cuando tú, Dios y Señor, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada. Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas. Selah. Nuestro Dios es un Dios que salva; el Señor Soberano nos libra de la muerte. Dios aplastará la cabeza de sus enemigos, la testa enmarañada de los que viven pecando. El Señor nos dice: "De Basán los regresaré; de las profundidades del mar los haré volver, para que se empapen los pies en la sangre de sus enemigos; para que, al lamerla, los perros tengan también su parte." En el santuario pueden verse las procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y rey. Los cantores van al frente, seguidos de los músicos de cuerda, entre doncellas que tocan panderetas. Bendigan a Dios en la gran congregación; alaben al Señor, descendientes de Israel. Los guía la joven tribu de Benjamín, seguida de los múltiples príncipes de Judá y de los príncipes de Zabulón y Neftalí. Despliega tu poder, oh Dios; haz gala, oh Dios, de tu poder, que has manifestado en favor nuestro. Por causa de tu templo en Jerusalén los reyes te ofrecerán presentes. Reprende a esa bestia de los juncos, a esa manada de toros bravos entre naciones que parecen becerros. Haz que, humillada, te lleve barras de plata; dispersa a las naciones belicosas. Egipto enviará embajadores, y Cus se someterá a Dios. Cántenle a Dios, oh reinos de la tierra, cántenle salmos al Señor, Selah. al que cabalga por los cielos, los cielos antiguos, al que hace oír su voz, su voz de trueno. Reconozcan el poder de Dios; su majestad está sobre Israel, su poder está en las alturas. En tu santuario, oh Dios, eres imponente; ¡el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo! ¡Bendito sea Dios!



Proverbios 25:
Éstos son otros proverbios de Salomón, copiados por los escribas de Ezequías, rey de Judá. Gloria de Dios es ocultar un asunto, y gloria de los reyes el investigarlo. Tan impenetrable es el corazón de los reyes como alto es el cielo y profunda la tierra. Quita la escoria de la plata, y de allí saldrá material para el orfebre; quita de la presencia del rey al malvado, y el rey afirmará su trono en la justicia. No te des importancia en presencia del rey, ni reclames un lugar entre los magnates; vale más que el rey te diga: "Sube acá", y no que te humille ante gente importante. Lo que has visto con tus ojos no lo lleves de inmediato al tribunal, pues ¿qué harás si a fin de cuentas tu prójimo te pone en vergüenza? Defiende tu causa contra tu prójimo, pero no traiciones la confianza de nadie, no sea que te avergüence el que te oiga y ya no puedas quitarte la infamia. Como naranjas de oro con incrustaciones de plata son las palabras dichas a tiempo. Como anillo o collar de oro fino son los regaños del sabio en oídos atentos. Como frescura de nieve en día de verano es el mensajero confiable para quien lo envía, pues infunde nuevo ánimo en sus amos. Nubes y viento, y nada de lluvia, es quien presume de dar y nunca da nada. Con paciencia se convence al gobernante. ¡La lengua amable quebranta hasta los huesos! Si encuentras miel, no te empalagues; la mucha miel provoca náuseas. No frecuentes la casa de tu amigo; no sea que lo fastidies y llegue a aborrecerte. Un mazo, una espada, una aguda saeta, ¡eso es el falso testigo contra su amigo! Confiar en gente desleal en momentos de angustia es como tener un diente careado o una pierna quebrada. Dedicarle canciones al corazón afligido es como echarle vinagre a una herida o como andar desabrigado en un día de frío. Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta, y el Señor te lo recompensará. Con el viento del norte vienen las lluvias; con la lengua viperina, las malas caras. Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera. Como el agua fresca a la garganta reseca son las buenas noticias desde lejanas tierras. Manantial turbio, contaminado pozo, es el justo que flaquea ante el impío. No hace bien comer mucha miel, ni es honroso buscar la propia gloria. Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse.



El Libro de Los Romanos Capítulo 14 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS






CAPÍTULO 14
(60 d.C.)
LAS COSAS DUDOSAS 

RECIBID al débil en la Fe (se refiere al Creyente que no entiende la Cruz como se debiera), pero no para contiendas de disputas (está dirigido respecto a los Creyentes fuertes y aquellos “débiles en la Fe”; significa que los fuertes, quienes dan la bienvenida a aquellos de la Fe débil a la comunión de la Iglesia, deben hacerlo sin reserva alguna y no con el propósito de juzgar ni intentar gobernar sus mentes).
2 Porque uno cree que se ha de comer de todas las cosas (corresponde a su propia intensidad de la Fe, basada en un entendimiento correcto de lo que Jesús hizo por nosotros en la Cruz): otro, que es débil, come legumbres (este último grupo no entiende correctamente la Obra Terminada del Calvario, y piensa que comer o no comer ciertas cosas determina su Santificación y Santidad, etc.).
3 El que come, no menosprecie al que no come (describe el espíritu de la superioridad  espiritual); y el que no come, no juzgue al que come (es lo mismo pero al revés; la superioridad espiritual o el orgullo espiritual no hace acepción de personas; puede achacar ya sea a un grupo o el otro con tenacidad similar): porque Dios le ha aceptado (se refiere a los individuos en cualquier caso, en el grupo fuerte o en el débil).
4 ¿Tú quién eres que juzgas al siervo ajeno? (En realidad dice, “en cuanto a usted, ¿quién es usted para juzgar al Siervo de Dios?”) para su señor está en pie o cae (el Señor Solo debe ser el Juez). Mas se afirmará: que poderoso es el Señor para afirmarle (tiene referencia al hecho de que Dios Solo puede sostenernos, y Él es capaz de hacerlo; ¡la idea es que cuando se intimida a alguien, nunca ayudará a esta persona!).
5 Uno hace diferencia entre día y día (realmente se refiere a los Sábados Judíos): otro juzga iguales todos los días (cada día está sujeto al escrutinio; es el curso apropiado). Cada uno esté asegurado en su propia mente (el Apóstol no habla aquí de cosas que moralmente están mal y que la Palabra de Dios ya las ha condenado; habla sólo de Rituales).
6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor (cualquier Ritual que alguien intente guardar, se supone que lo hace para el Señor, y no para satisfacción personal); y el que no hace caso del día, no lo hace para el Señor (los intereses del Señor debiesen estar en mente en todo momento). El que come, come para el Señor, porque da gracias a Dios (su Fe es suficiente y cualquiera sea el alimento no tiene consecuencia alguna); y el que no come, no come para el Señor, y da gracias a Dios (tiene el mismo fin en mente, o al menos debiese de ser así, para agradar al Señor).
7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí (ningún Cristiano es su propio fin en la vida; lo que está siempre presente en su mente como regla general de su conducta es la voluntad y el interés de su Señor).
8 Que si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos (todo lo de nuestra vida debe ser, “para el Señor”): así que, o que vivamos, o que muramos, del Señor somos (refleja al Señor que tiene el control total de nuestra vida y muerte, que debemos desear que Él las use al máximo).
9 Porque (se refiere al hecho de que Cristo tiene posesión absoluta del Creyente, espíritu, alma y cuerpo) Cristo para esto murió, y resucitó, y volvió a vivir (se pagó un precio de tal magnitud por nosotros que es absolutamente imposible describirlo), para ser Señor así de los muertos como de los que viven (se refiere al Señorío de Cristo sobre todos los Santos, ya sean vivos o muertos).
10 Mas tú ¿por qué juzgas a tu hermano? (¿Está capacitado el Creyente para juzgar a otro Creyente? “Su Hermano” es otra razón para no juzgar. Es contradictorio al reconocimiento de la Hermandad de Creyentes.) o tú también ¿por qué menosprecias a tu hermano? (Hay sólo una razón para rechazar el compañerismo, y esa razón es el pecado no confesado, no arrepentido, y habitual en la vida de una persona [I Cor., cap. 5].) porque todos hemos de estar ante el Tribunal de Cristo (seremos juzgados allí, no por nuestros pecados porque ya fueron tratados en la Cruz, sino con respecto a nuestra mayordomía y nuestros motivos, etc.; la ganancia o la pérdida de la recompensa será el resultado).
11 Porque escrito está (Isa. 45:23), Vivo Yo, dice el Señor (Dios no puede morir), que a Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios (hacer profesión del Honor de Dios, como también, alabarlo).
12 De manera que, cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí (cada uno es responsable, significa que no puede echarle la culpa a otros).
LA RESPONSABILIDAD

13 Así que, no juzguemos más los unos de los otros (puede traducirse, “dejemos ya la costumbre de criticarnos el uno al otro”): antes bien juzgad de no poner tropiezo o escándalo al hermano (nos dice lo que está, de hecho, permitido juzgar; como Creyentes, debemos juzgar a cada Hermano y Hermana y situación que los rodea, sin tener en cuenta cual podría ser el asunto, en cuanto a cómo poder ayudarlos, en vez de dañarlos).
14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús (quiere decir que esta declaración es del Señor, no simplemente del poder de razonamiento de Pablo), que de suyo nada hay inmundo (representa la impureza ceremonial, no de la inmoralidad misma; en la manera en la cual todo fue creado al principio por el Señor y con la intención para ser usado, no hay nada inmundo): mas a aquel que piensa que algunas cosas son inmundas, para él es inmunda (es de esta manera porque se coloca la Fe en cosas además de la Cruz).
15 Empero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme a la caridad (no tome esto como ocasión para ser poco caritativo hacia él). No arruines con tu comida a aquél, por el cual Cristo murió (nuestras acciones siempre deben ser motivadas por el hecho de que Jesús murió por esta persona, y esta persona le pertenece a Cristo; ¡conforme a este enfoque es como debemos tratarlo!).
16 No sea pues blasfemado vuestro bien (nuestro “bien” debe ejercerse con un espíritu cortés, siempre teniendo en cuenta a los demás):
17 Que el Reino de Dios no es comida ni bebida (en efecto se refiere a reglas, regulaciones, ceremonias o rituales, etc.); sino Justicia, y Paz, y Gozo por el Espíritu Santo (un espíritu justo, que se refiere a un espíritu que es controlado por el Espíritu Santo, producirá siempre la Justicia, Paz y Gozo, no el argumento, etc.).
18 Porque el que en esto sirve a Cristo agrada a Dios (la Justicia, la Paz y el Gozo son aceptables al Señor; pero no son aceptables las controversias, las disputas y las contiendas en la Iglesia), y es acepto a los hombres (sólo la Justicia, la Paz y el Gozo reconciliarán a los hombres).
19 Así que, sigamos lo que hace a la Paz (siguiendo lo que es de Dios, y no lo ideado por los hombres), y a la edificación de los unos a los otros (se refiere a lo que produce el Espíritu Santo, y no el hombre).
20 No destruyas la Obra de Dios por causa de la comida (no luchemos por cosas secundarias, que es el problema de la mayor parte de la Iglesia). Todas las cosas a la verdad son limpias (se refiere a lo que es creado por Dios, usado para su propósito intencionado); mas malo es al hombre que come con escándalo (se refiere al hombre que es “débil en la Fe”).
21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o sea debilitado (la idea es que el amor debe ser la guía que rige, no nuestra libertad).
22 ¿Tienes tú Fe? (Está dirigido a los fuertes.) Tenla para contigo delante de Dios (no corra el riesgo de perjudicar la conciencia de un Hermano simplemente por ejercer de modo especial la libertad espiritual que disfrutamos gozosos). Bienaventurado el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba (se refiere a tener suficiente gozo, sin aprovechar nuestra libertad y, por consiguiente, ser un estorbo para un Hermano o una Hermana más débil).
23 Mas el que hace diferencia, si comiere, es condenado, porque no comió por fe (la Fe, que es la Fe apropiada, es el criterio para todas las cosas): y todo lo que no es de fe es pecado (el tipo de Fe del cual habla aquí es la Fe en “Jesucristo y Él Crucificado”; cualquier otro tipo de fe es “pecado”).

Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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