12 December 2022

El 12 de diciembre Lectura Bíblica Diaria

El Mensaje de la Cruz-capitulo-4


El 12 de diciembre Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 10-12:
10 Tenía Acab en Samaria setenta hijos; y Jehú escribió cartas y las envió a Samaria a los principales de Jezreel, a los ancianos y a los ayos de Acab, diciendo: Inmediatamente que lleguen estas cartas a vosotros los que tenéis a los hijos de vuestro señor, y los que tienen carros y gente de a caballo, la ciudad fortificada, y las armas, escoged al mejor y al más recto de los hijos de vuestro señor, y ponedlo en el trono de su padre, y pelead por la casa de vuestro señor. Pero ellos tuvieron gran temor, y dijeron: He aquí, dos reyes no pudieron resistirle; ¿cómo le resistiremos nosotros? Y el mayordomo, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los ayos enviaron a decir a Jehú: Siervos tuyos somos, y haremos todo lo que nos mandes; no elegiremos por rey a ninguno, haz lo que bien te parezca. El entonces les escribió la segunda vez, diciendo: Si sois míos, y queréis obedecerme, tomad las cabezas de los hijos varones de vuestro señor, y venid a mí mañana a esta hora, a Jezreel. Y los hijos del rey, setenta varones, estaban con los principales de la ciudad, que los criaban. Cuando las cartas llegaron a ellos, tomaron a los hijos del rey, y degollaron a los setenta varones, y pusieron sus cabezas en canastas, y se las enviaron a Jezreel. Y vino un mensajero que le dio las nuevas, diciendo: Han traído las cabezas de los hijos del rey. Y él le dijo: Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta la mañana. Venida la mañana, salió él, y estando en pie dijo a todo el pueblo: Vosotros sois justos; he aquí yo he conspirado contra mi señor, y le he dado muerte; pero ¿quién ha dado muerte a todos éstos? Sabed ahora que de la palabra que Jehová habló sobre la casa de Acab, nada caerá en tierra; y que Jehová ha hecho lo que dijo por su siervo Elías. Mató entonces Jehú a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus príncipes, a todos sus familiares, y a sus sacerdotes, hasta que no quedó ninguno. Luego se levantó de allí para ir a Samaria; y en el camino llegó a una casa de esquileo de pastores. Y halló allí a los hermanos de Ocozías rey de Judá, y les dijo: ¿Quiénes sois vosotros? Y ellos dijeron: Somos hermanos de Ocozías, y hemos venido a saludar a los hijos del rey, y a los hijos de la reina. Entonces él dijo: Prendedlos vivos. Y después que los tomaron vivos, los degollaron junto al pozo de la casa de esquileo, cuarenta y dos varones, sin dejar ninguno de ellos. Yéndose luego de allí, se encontró con Jonadab hijo de Recab; y después que lo hubo saludado, le dijo: ¿Es recto tu corazón, como el mío es recto con el tuyo? Y Jonadab dijo: Lo es. Pues que lo es, dame la mano. Y él le dio la mano. Luego lo hizo subir consigo en el carro, y le dijo: Ven conmigo, y verás mi celo por Jehová. Lo pusieron, pues, en su carro. Y luego que Jehú hubo llegado a Samaria, mató a todos los que habían quedado de Acab en Samaria, hasta exterminarlos, conforme a la palabra de Jehová, que había hablado por Elías. Después reunió Jehú a todo el pueblo, y les dijo: Acab sirvió poco a Baal, mas Jehú lo servirá mucho. Llamadme, pues, luego a todos los profetas de Baal, a todos sus siervos y a todos sus sacerdotes; que no falte uno, porque tengo un gran sacrificio para Baal; cualquiera que faltare no vivirá. Esto hacía Jehú con astucia, para exterminar a los que honraban a Baal. Y dijo Jehú: Santificad un día solemne a Baal. Y ellos convocaron. Y envió Jehú por todo Israel, y vinieron todos los siervos de Baal, de tal manera que no hubo ninguno que no viniese. Y entraron en el templo de Baal, y el templo de Baal se llenó de extremo a extremo. Entonces dijo al que tenía el cargo de las vestiduras: Saca vestiduras para todos los siervos de Baal. Y él les sacó vestiduras. Y entró Jehú con Jonadab hijo de Recab en el templo de Baal, y dijo a los siervos de Baal: Mirad y ved que no haya aquí entre vosotros alguno de los siervos de Jehová, sino sólo los siervos de Baal. Y cuando ellos entraron para hacer sacrificios y holocaustos, Jehú puso fuera a ochenta hombres, y les dijo: Cualquiera que dejare vivo a alguno de aquellos hombres que yo he puesto en vuestras manos, su vida será por la del otro. Y después que acabaron ellos de hacer el holocausto, Jehú dijo a los de su guardia y a los capitanes: Entrad, y matadlos; que no escape ninguno. Y los mataron a espada, y los dejaron tendidos los de la guardia y los capitanes. Y fueron hasta el lugar santo del templo de Baal, y sacaron las estatuas del templo de Baal, y las quemaron. Y quebraron la estatua de Baal, y derribaron el templo de Baal, y lo convirtieron en letrinas hasta hoy. Así exterminó Jehú a Baal de Israel. Con todo eso, Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel; y dejó en pie los becerros de oro que estaban en Bet-el y en Dan. Y Jehová dijo a Jehú: Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación. Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel. En aquellos días comenzó Jehová a cercenar el territorio de Israel; y los derrotó Hazael por todas las fronteras, desde el Jordán al nacimiento del sol, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manasés, desde Aroer que está junto al arroyo de Arnón, hasta Galaad y Basán. Los demás hechos de Jehú, y todo lo que hizo, y toda su valentía, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Y durmió Jehú con sus padres, y lo sepultaron en Samaria; y reinó en su lugar Joacaz su hijo. El tiempo que reinó Jehú sobre Israel en Samaria fue de veintiocho años. 11 Cuando Atalía madre de Ocozías vio que su hijo era muerto, se levantó y destruyó toda la descendencia real. Pero Josaba hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías y lo sacó furtivamente de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y lo ocultó de Atalía, a él y a su ama, en la cámara de dormir, y en esta forma no lo mataron. Y estuvo con ella escondido en la casa de Jehová seis años; y Atalía fue reina sobre el país. Mas al séptimo año envió Joiada y tomó jefes de centenas, capitanes, y gente de la guardia, y los metió consigo en la casa de Jehová, e hizo con ellos alianza, juramentándolos en la casa de Jehová; y les mostró el hijo del rey. Y les mandó diciendo: Esto es lo que habéis de hacer: la tercera parte de vosotros tendrá la guardia de la casa del rey el día de reposo. Otra tercera parte estará a la puerta de Shur, y la otra tercera parte a la puerta del postigo de la guardia; así guardaréis la casa, para que no sea allanada. Mas las dos partes de vosotros que salen el día de reposo tendréis la guardia de la casa de Jehová junto al rey. Y estaréis alrededor del rey por todos lados, teniendo cada uno sus armas en las manos; y cualquiera que entrare en las filas, sea muerto. Y estaréis con el rey cuando salga, y cuando entre. Los jefes de centenas, pues, hicieron todo como el sacerdote Joiada les mandó; y tomando cada uno a los suyos, esto es, los que entraban el día de reposo y los que salían el día de reposo, vinieron al sacerdote Joiada. Y el sacerdote dio a los jefes de centenas las lanzas y los escudos que habían sido del rey David, que estaban en la casa de Jehová. Y los de la guardia se pusieron en fila, teniendo cada uno sus armas en sus manos, desde el lado derecho de la casa hasta el lado izquierdo, junto al altar y el templo, en derredor del rey. Sacando luego Joiada al hijo del rey, le puso la corona y el testimonio, y le hicieron rey ungiéndole; y batiendo las manos dijeron: ¡Viva el rey! Oyendo Atalía el estruendo del pueblo que corría, entró al pueblo en el templo de Jehová. Y cuando miró, he aquí que el rey estaba junto a la columna, conforme a la costumbre, y los príncipes y los trompeteros junto al rey; y todo el pueblo del país se regocijaba, y tocaban las trompetas. Entonces Atalía, rasgando sus vestidos, clamó a voz en cuello: ¡Traición, traición! Mas el sacerdote Joiada mandó a los jefes de centenas que gobernaban el ejército, y les dijo: Sacadla fuera del recinto del templo, y al que la siguiere, matadlo a espada. (Porque el sacerdote dijo que no la matasen en el templo de Jehová.) Le abrieron, pues, paso; y en el camino por donde entran los de a caballo a la casa del rey, allí la mataron. Entonces Joiada hizo pacto entre Jehová y el rey y el pueblo, que serían pueblo de Jehová; y asimismo entre el rey y el pueblo. Y todo el pueblo de la tierra entró en el templo de Baal, y lo derribaron; asimismo despedazaron enteramente sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán sacerdote de Baal delante de los altares. Y el sacerdote puso guarnición sobre la casa de Jehová. Después tomó a los jefes de centenas, los capitanes, la guardia y todo el pueblo de la tierra, y llevaron al rey desde la casa de Jehová, y vinieron por el camino de la puerta de la guardia a la casa del rey; y se sentó el rey en el trono de los reyes. Y todo el pueblo de la tierra se regocijó, y la ciudad estuvo en reposo, habiendo sido Atalía muerta a espada junto a la casa del rey. Era Joás de siete años cuando comenzó a reinar. 12 En el séptimo año de Jehú comenzó a reinar Joás, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Sibia, de Beerseba. Y Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehová todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joiada. Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos. Y Joás dijo a los sacerdotes: Todo el dinero consagrado que se suele traer a la casa de Jehová, el dinero del rescate de cada persona según está estipulado, y todo el dinero que cada uno de su propia voluntad trae a la casa de Jehová, recíbanlo los sacerdotes, cada uno de mano de sus familiares, y reparen los portillos del templo dondequiera que se hallen grietas. Pero en el año veintitrés del rey Joás aún no habían reparado los sacerdotes las grietas del templo. Llamó entonces el rey Joás al sumo sacerdote Joiada y a los sacerdotes, y les dijo: ¿Por qué no reparáis las grietas del templo? Ahora, pues, no toméis más el dinero de vuestros familiares, sino dadlo para reparar las grietas del templo. Y los sacerdotes consintieron en no tomar más dinero del pueblo, ni tener el cargo de reparar las grietas del templo. Mas el sumo sacerdote Joiada tomó un arca e hizo en la tapa un agujero, y la puso junto al altar, a la mano derecha así que se entra en el templo de Jehová; y los sacerdotes que guardaban la puerta ponían allí todo el dinero que se traía a la casa de Jehová. Y cuando veían que había mucho dinero en el arca, venía el secretario del rey y el sumo sacerdote, y contaban el dinero que hallaban en el templo de Jehová, y lo guardaban. Y daban el dinero suficiente a los que hacían la obra, y a los que tenían a su cargo la casa de Jehová; y ellos lo gastaban en pagar a los carpinteros y maestros que reparaban la casa de Jehová, y a los albañiles y canteros; y en comprar la madera y piedra de cantería para reparar las grietas de la casa de Jehová, y en todo lo que se gastaba en la casa para repararla. Mas de aquel dinero que se traía a la casa de Jehová, no se hacían tazas de plata, ni despabiladeras, ni jofainas, ni trompetas; ni ningún otro utensilio de oro ni de plata se hacía para el templo de Jehová; porque lo daban a los que hacían la obra, y con él reparaban la casa de Jehová. Y no se tomaba cuenta a los hombres en cuyas manos el dinero era entregado, para que ellos lo diesen a los que hacían la obra; porque lo hacían ellos fielmente. El dinero por el pecado, y el dinero por la culpa, no se llevaba a la casa de Jehová; porque era de los sacerdotes. Entonces subió Hazael rey de Siria, y peleó contra Gat, y la tomó. Y se propuso Hazael subir contra Jerusalén; por lo cual tomó Joás rey de Judá todas las ofrendas que habían dedicado Josafat y Joram y Ocozías sus padres, reyes de Judá, y las que él había dedicado, y todo el oro que se halló en los tesoros de la casa de Jehová y en la casa del rey, y lo envió a Hazael rey de Siria; y él se retiró de Jerusalén. Los demás hechos de Joás, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Y se levantaron sus siervos, y conspiraron en conjuración, y mataron a Joás en la casa de Milo, cuando descendía él a Sila; pues Josacar hijo de Simeat y Jozabad hijo de Somer, sus siervos, le hirieron, y murió. Y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David, y reinó en su lugar Amasías su hijo.

Salmo 63:
Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta. Te he visto en el santuario y he contemplado tu poder y tu gloria. Tu amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán. Te bendeciré mientras viva, y alzando mis manos te invocaré. Mi alma quedará satisfecha como de un suculento banquete, y con labios jubilosos te alabará mi boca. En mi lecho me acuerdo de ti; pienso en ti toda la noche. A la sombra de tus alas cantaré, porque tú eres mi ayuda. Mi alma se aferra a ti; tu mano derecha me sostiene. Los que buscan mi muerte serán destruidos; bajarán a las profundidades de la tierra. Serán entregados a la espada y acabarán devorados por los chacales. El rey se regocijará en Dios; todos los que invocan a Dios lo alabarán, pero los mentirosos serán silenciados.




Proverbios 20:
El vino lleva a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente! Rugido de león es la furia del rey; quien provoca su enojo se juega la vida. Honroso es al hombre evitar la contienda, pero no hay necio que no inicie un pleito. El perezoso no labra la tierra en otoño; en tiempo de cosecha buscará y no hallará. Los pensamientos humanos son aguas profundas; el que es inteligente los capta fácilmente. Son muchos los que proclaman su lealtad, ¿pero quién puede hallar a alguien digno de confianza? Justo es quien lleva una vida sin tacha; ¡dichosos los hijos que sigan su ejemplo! Cuando el rey se sienta en el tribunal, con su sola mirada barre toda maldad. ¿Quién puede afirmar: "Tengo puro el corazón; estoy limpio de pecado"? Pesas falsas y medidas engañosas: ¡vaya pareja que el Señor detesta! Por sus hechos el niño deja entrever si su conducta será pura y recta. Los oídos para oír y los ojos para ver: ¡hermosa pareja que el Señor ha creado! No te des al sueño, o te quedarás pobre; manténte despierto y tendrás pan de sobra. "¡No sirve, no sirve!", dice el comprador, pero luego va y se jacta de su compra. Oro hay, y abundan las piedras preciosas, pero aún más valiosos son los labios del saber. Toma la prenda del que salga fiador de un extraño; reténla en garantía si la da en favor de desconocidos. Tal vez sea agradable ganarse el pan con engaños, pero uno acaba con la boca llena de arena. Afirma tus planes con buenos consejos; entabla el combate con buena estrategia. El chismoso traiciona la confianza; no te juntes con la gente que habla de más. Al que maldiga a su padre y a su madre, su lámpara se le apagará en la más densa oscuridad. La herencia de fácil comienzo no tendrá un final feliz. Nunca digas: "¡Me vengaré de ese daño!" Confía en el Señor, y él actuará por ti. El Señor aborrece las pesas falsas y reprueba el uso de medidas engañosas. Los pasos del hombre los dirige el Señor. ¿Cómo puede el hombre entender su propio camino? Trampa es consagrar algo sin pensarlo y más tarde reconsiderar lo prometido. El rey sabio avienta como trigo a los malvados, y los desmenuza con rueda de molino. El espíritu humano es la lámpara del Señor, pues escudriña lo más recóndito del ser. La misericordia y la verdad sostienen al rey; su trono se afirma en la misericordia. La gloria de los jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos, en sus canas. Los golpes y las heridas curan la maldad; los azotes purgan lo más íntimo del ser.

El Libro de Los Romanos Capítulo 9 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS
CAPÍTULO 9
(60 d.C.)
EL RECHAZO
VERDAD digo en Cristo, no miento (Pablo refuta la acusación en la predicación a los Gentiles; él no está animado por la hostilidad contra los Judíos), dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo (su propio espíritu está en completa armonía con el Espíritu Santo),
2 Que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón (se apenaba sobre la grave situación del Israel en esos días; estaban en este estado porque rechazaron a Cristo y la Cruz; desgraciadamente, la Iglesia, con algunas excepciones, hace lo mismo).
3 Porque deseara yo mismo ser apartado de Cristo por mis Hermanos (expresado en un  sentido académico que carece de cumplimiento, ya que tal es imposible), los que son mis parientes según la carne (los Judíos):
4 Que son Israelitas (el Pueblo escogido de Dios, sin embargo, rechazaron al Señor); de los cuales es la Adopción (se refiere a la selección de Israel para ser el Pueblo peculiar de Dios [Éx. 19:5]), y la Gloria (se refiere a la Presencia Divina que estaba siempre con ellos, al menos hasta que ellos rechazaron a Dios [Éx. 16:7, 10; 24:16-17; Lev. 9:6; Núm. 14:10, 21; Deut. 5:24]), y los Pactos (Dios había hecho varios Pactos o sea, Convenios con Israel, como el Abrámico, primero que todo prometiendo la Salvación por Fe [Gén. 15:6]), y la divulgación de la Ley (la Ley Mosaica), y el culto (el Tabernáculo, las ofrendas, el Sacerdocio, etc.), y las Promesas (las Promesas Mesiánicas);
5 Cuyos son los padres (se refiere básicamente a Abraham, a Isaac y a Jacob), y de los cuales es Cristo según la carne (por medio de los Judíos), El Cual es Dios sobre todas las cosas (el mismo propósito de Israel era traer al Redentor en el mundo), bendito por los siglos (Jesús es el Redentor, Quien es Dios). Amén (Verdad).
6 No que la Palabra de Dios haya fallado (aunque Israel fallara, la Palabra de Dios no falló; el Redentor vino). Porque no todos los que son de Israel, son Israelitas (tiene la intención de denunciar la Salvación nacional; en otras palabras, no es salvo sólo porque es un Israelita):
7 Ni, por ser simiente de Abraham, son todos hijos (también desacredita la teoría de la Salvación nacionalista): mas, En Isaac te será llamada simiente (Ismael no fue incluido, aunque era hijo de Abraham; significa que todas las obras de la carne son rechazadas). 


LA DISTINCIÓN

8 Quiere decir, No los que son hijos de la carne, éstos son los Hijos de Dios (no son Hijos de Dios simplemente porque son Judíos): mas los que son Hijos de la Promesa son contados en los descendientes (aquellos que creen en la Promesa, Quien es Cristo).
9 Porque la Palabra de la Promesa es esta (corresponde a la Fe, no a las obras), Como en este tiempo vendré, y tendrá Sara un hijo (Abraham no es la figura principal, en realidad tampoco lo es Sara o Isaac; sólo la Promesa, que al final se cumplirá en Cristo).
10 Y no sólo esto (él dará ahora otro ejemplo); mas también Rebeca concibiendo de uno, de Isaac nuestro padre (Pablo además derriba la idea de la Salvación nacionalista, como veremos);
11 (Porque no siendo aún nacidos, ni habiendo hecho ni bien ni mal (se refiere a Esaú y Jacob, quienes eran gemelos), para que el propósito de Dios conforme a la elección (habla del conocimiento previo de Dios), no por las obras, sino por El Que llama, permaneciese;) (Declara la base entera del trato de Dios con los hombres y Su manera de operación.)
12 Le fue dicho a ella (se refiere al Señor que le habla a Rebeca, se encuentra en Génesis 25:23), El Mayor serviría al menor (en el análisis espiritual, la Naturaleza Pecaminosa, que es la más vieja en el Creyente porque el Creyente nace con tal, servirá a la Naturaleza Divina, que es la más joven; es decir, si el Creyente sigue correctamente a Cristo).
13 Como está escrito (Mal. 1:2-3), A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí (no fue hecho de forma caprichosa; Dios no amó indiscriminadamente a Jacob, tampoco Él odió indiscriminadamente a Esaú; las dos pasiones, el amor y el odio, estaban basadas en las actitudes de los dos hombres hacia Dios).
14 ¿Pues qué diremos? (Es la intención de responder a la afirmación que Dios era injusto en Su Disposición hacia Jacob y Esaú.) ¿Que hay injusticia en Dios? ¡Dios no lo quiera! (Allí no hay injusticia para con Dios, Quien, por el conocimiento previo, ve la actitud de los dos jóvenes y juzga como corresponde).
15 Mas a Moisés dice, Tendré Misericordia del que tendré Misericordia, y me Compadeceré del que me Compadeceré ([Éx. 33:19] Dios tiene Misericordia y Compasión de aquellos que cumplen Sus Condiciones).
16 Así que no es del que quiere, ni del que corre (la Misericordia y la Compasión no pueden ser ganadas o merecidas por el pecador; en consecuencia, esto completamente excluye una Salvación de obras), sino de Dios Quien tiene Misericordia (Dios manifiesta su Misericordia a base de la aceptación de Cristo y la Cruz por el hombre; de otro modo, no hay Misericordia alguna).
17 Porque La Escritura dice de Faraón (Éx. 9:16), Que para esto mismo te he levantado (presenta el Señor que utiliza lo que está disponible, pero no obligaba al Faraón mismo a hacerlo; en otras palabras, Dios no predestinó al Faraón para que adoptara una actitud de rebelión, ni lo dejaba para que no tuviera alternativa en el asunto), para mostrar en ti Mi Potencia, y que Mi Nombre sea anunciado por toda la Tierra (como dicho, Dios usó la terquedad de Faraón, que era la propia decisión que eligió Faraón, para glorificar Su Nombre \ el Nombre de Dios).
18 De manera que del que quiere tiene Misericordia (Dios siempre tendrá misericordia de aquellos que llenan Sus Requisitos), y al que quiere, Él endurece (la terquedad hacia Dios será respondida por Dios que obliga que se establezca un escenario que hará que el corazón se ponga aun más duro; en otras palabras, si alguien quiere la dureza, entonces la recibirá). 


LA JUSTICIA Y LA
MISERICORDIA

19 Me dirás pues (Pablo conoce el argumento de los Judíos), ¿Por qué, pues, se culpa Dios? (¿Por qué critica Dios al hombre?) Porque ¿quién resistirá a Su Voluntad? (¡Un número ilimitable de personas han resistido a Su Voluntad, pero nunca con éxito!)
20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú para que alterques con Dios? (¡El hombre critica a Dios!) Dirá el vaso de barro Al Que le labró, ¿por qué me has hecho tal? (¡El hombre quiere culpar a Dios cuando se encuentra en un aprieto!)
21 ¿O no tiene potestad el alfarero (Dios es comparado con un Alfarero) para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para vergüenza? (Él tiene el poder de hacerlo posible para que el hombre elija el honor o la deshonra. La falta nunca proviene de Dios, sino siempre del hombre. ¡Dios no es culpable simplemente porque Él le da al hombre libre albedrío, y el hombre elige el camino de la deshonra!)
22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar la ira y hacer notoria Su potencia (en efecto, dice, en vista de que hay vasos de deshonra; hay una necesidad Divina que Dios debiera demostrar el Poder de Su Ira, así como las riquezas de Su Misericordia), soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para muerte (aquellos que eligen la deshonra serán finalmente destruidos, pero Dios en Su paciencia los soportará por mucho tiempo, aunque Él sepa de antemano su destino):
23 Y para hacer notorias las riquezas de Su Gloria, las mostró para con los Vasos de Misericordia (corresponde a aquellos Judíos o Gentiles que aceptan las riquezas de Su Gloria para la Salvación), que Él ha preparado para Gloria (no significa que Dios predestinó a éstos para Salvación, sino que realmente quiere decir que aquellos que aceptaron Su Misericordia y Gracia estarían listos para la Gloria),
24 Los cuales también ha llamado (Dios inicia el Llamado, pero desgraciadamente muchos, si no la mayoría, niegan a responder), es a saber, a nosotros, no sólo de los Judíos, mas también de los Gentiles? (El Señor siempre quiso que los Gentiles fueran incluidos también.)
25 Como también en Oseas dice (Os. 2:23), Llamaré al que no era Mi pueblo, pueblo Mío; y a la no amada, amada (usado por Pablo en el contexto de los Gentiles, aunque al principio fuera destinado para los Judíos).
26 Y será, que en el lugar donde les fue dicho (Os. 1:9-10), Vosotros no sois pueblo Mío: allí serán llamados Hijos del Dios Viviente (otra vez, el Apóstol toma un Pasaje que le fue dado exclusivamente a Israel, y lo ensancha para que cubriera a los Gentiles).
27 También Isaías clama tocante a Israel (Isa. 10:22), Si fuere el número de los Hijos de Israel como la arena del mar, el remanente será salva (a pesar del gran número de Israelitas a través de muchos siglos, en realidad sólo un pequeño número fue salvo; es lo mismo en la Iglesia moderna):
28 Porque Él cumplirá la obra (Palabra) (lo que Él hizo en la Cruz) con brevedad y ejecutada en Justicia (¡La Justicia de Dios lo exige! sin embargo, lo que es breve para Él no es necesariamente breve para la humanidad): porque una obra (Palabra terminante) hará dentro de poco el Señor sobre la Tierra (en comparación con la Eternidad, los seis mil años que ya hemos visto constituyen un tiempo corto).
29 Y como antes dijo Isaías (Isa. 1:9), Si el Señor de los Ejércitos (en el Hebreo la palabra es el Señor de Sabaot que lleva un significado de las Huestes de Ejércitos en Campaña; Dios es el Señor de todas las Huestes de Ejércitos del Cielo) no nos hubiera dejado simiente (el Remanente), como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra fuéramos semejantes (completamente destruidos).
30 ¿Pues qué diremos? (Pablo quiere decir algo bueno sobre la condición espiritual de los Judíos, pero no encuentra nada digno de bueno para decir.) Que los Gentiles, que no seguían Justicia (tiene referencia al hecho de que estos Paganos no buscaron a Dios ni la Justicia, de la cual su historia está repleta; eran idólatras), han alcanzado la Justicia (porque aceptaron a Cristo), es a saber, la Justicia que es por la Fe (la Fe en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz, que Israel rechazó).
31 Mas Israel, que seguía después de la Ley de Justicia (demuestra a Israel que seguía el camino equivocado, por las obras), no ha llegado a la Ley de Justicia (no podía alcanzar la Justicia por las obras; sólo puede ser alcanzado por medio de confiar en Cristo y la Cruz).
32 ¿Por qué? (¿Por cuál razón?) Porque la seguían no por fe (sólo se puede ejercer la Fe al aceptar a Cristo y la Cruz, que Israel rechazó), mas como fue por las obras de la Ley (nunca puede lograrla por su propio desempeño). Por lo cual tropezaron en la piedra de tropiezo (indica la necesidad de Fe en el Señor Jesucristo, El Único Quien todos los Sacrificios habían simbolizado);
33 Como está escrito (Isa. 8:14), He aquí, pongo en Sión (Israel) piedra de tropiezo, y piedra de caída (se refiere a Jesucristo; Él no era el tipo de Salvador que querían; necesitaron la Salvación del pecado, pero quisieron otra cosa): y aquel que creyere en ella no será avergonzado (demuestra que la Salvación está abierta a todos, no son a unos cuántos escogidos que están predestinados para ella, como muchos enseñan).





Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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