El 6 de noviembre Lectura Bíblica Diaria
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
Sonidos del aire libre4 Después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Y Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Hazor; y el capitán de su ejército se llamaba Sísara, el cual habitaba en Haroset-goim. Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, porque aquél tenía novecientos carros herrados, y había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años. Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio. Y ella envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Vé, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos? Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré. Ella dijo: Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara. Y levantándose Débora, fue con Barac a Cedes. Y juntó Barac a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su mando; y Débora subió con él. Y Heber ceneo, de los hijos de Hobab suegro de Moisés, se había apartado de los ceneos, y había plantado sus tiendas en el valle de Zaanaim, que está junto a Cedes. Vinieron, pues, a Sísara las nuevas de que Barac hijo de Abinoam había subido al monte de Tabor. Y reunió Sísara todos sus carros, novecientos carros herrados, con todo el pueblo que con él estaba, desde Haroset-goim hasta el arroyo de Cisón. Entonces Débora dijo a Barac: Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él. Y Jehová quebrantó a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército, a filo de espada delante de Barac; y Sísara descendió del carro, y huyó a pie. Mas Barac siguió los carros y el ejército hasta Haroset-goim, y todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, hasta no quedar ni uno. Y Sísara huyó a pie a la tienda de Jael mujer de Heber ceneo; porque había paz entre Jabín rey de Hazor y la casa de Heber ceneo. Y saliendo Jael a recibir a Sísara, le dijo: Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor. Y él vino a ella a la tienda, y ella le cubrió con una manta. Y él le dijo: Te ruego me des de beber un poco de agua, pues tengo sed. Y ella abrió un odre de leche y le dio de beber, y le volvió a cubrir. Y él le dijo: Estate a la puerta de la tienda; y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? tú responderás que no. Pero Jael mujer de Heber tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, se le acercó calladamente y le metió la estaca por las sienes, y la enclavó en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así murió. Y siguiendo Barac a Sísara, Jael salió a recibirlo, y le dijo: Ven, y te mostraré al varón que tú buscas. Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca por la sien. Así abatió Dios aquel día a Jabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel. Y la mano de los hijos de Israel fue endureciéndose más y más contra Jabín rey de Canaán, hasta que lo destruyeron. 5 Aquel día cantó Débora con Barac hijo de Abinoam, diciendo: Por haberse puesto al frente los caudillos en Israel,
Por haberse ofrecido voluntariamente el pueblo,
Load a Jehová. Oíd, reyes; escuchad, oh príncipes;
Yo cantaré a Jehová,
Cantaré salmos a Jehová, el Dios de Israel. Cuando saliste de Seir, oh Jehová,
Cuando te marchaste de los campos de Edom,
La tierra tembló, y los cielos destilaron,
Y las nubes gotearon aguas. Los montes temblaron delante de Jehová,
Aquel Sinaí, delante de Jehová Dios de Israel. En los días de Samgar hijo de Anat,
En los días de Jael, quedaron abandonados los caminos,
Y los que andaban por las sendas se apartaban por senderos torcidos. Las aldeas quedaron abandonadas en Israel, habían decaído,
Hasta que yo Débora me levanté,
Me levanté como madre en Israel. Cuando escogían nuevos dioses,
La guerra estaba a las puertas;
¿Se veía escudo o lanza
Entre cuarenta mil en Israel? Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel,
Para los que voluntariamente os ofrecisteis entre el pueblo.
Load a Jehová. Vosotros los que cabalgáis en asnas blancas,
Los que presidís en juicio,
Y vosotros los que viajáis, hablad. Lejos del ruido de los arqueros, en los abrevaderos,
Allí repetirán los triunfos de Jehová,
Los triunfos de sus aldeas en Israel;
Entonces marchará hacia las puertas el pueblo de Jehová. Despierta, despierta, Débora;
Despierta, despierta, entona cántico.
Levántate, Barac, y lleva tus cautivos, hijo de Abinoam. Entonces marchó el resto de los nobles;
El pueblo de Jehová marchó por él en contra de los poderosos. De Efraín vinieron los radicados en Amalec,
En pos de ti, Benjamín, entre tus pueblos;
De Maquir descendieron príncipes,
Y de Zabulón los que tenían vara de mando. Caudillos también de Isacar fueron con Débora;
Y como Barac, también Isacar
Se precipitó a pie en el valle.
Entre las familias de Rubén
Hubo grandes resoluciones del corazón. ¿Por qué te quedaste entre los rediles,
Para oír los balidos de los rebaños?
Entre las familias de Rubén
Hubo grandes propósitos del corazón. Galaad se quedó al otro lado del Jordán;
Y Dan, ¿por qué se estuvo junto a las naves?
Se mantuvo Aser a la ribera del mar,
Y se quedó en sus puertos. El pueblo de Zabulón expuso su vida a la muerte,
Y Neftalí en las alturas del campo. Vinieron reyes y pelearon;
Entonces pelearon los reyes de Canaán,
En Taanac, junto a las aguas de Meguido,
Mas no llevaron ganancia alguna de dinero. Desde los cielos pelearon las estrellas;
Desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los barrió el torrente de Cisón,
El antiguo torrente, el torrente de Cisón.
Marcha, oh alma mía, con poder. Entonces resonaron los cascos de los caballos
Por el galopar, por el galopar de sus valientes. Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová;
Maldecid severamente a sus moradores,
Porque no vinieron al socorro de Jehová,
Al socorro de Jehová contra los fuertes. Bendita sea entre las mujeres Jael,
Mujer de Heber ceneo;
Sobre las mujeres bendita sea en la tienda. El pidió agua, y ella le dio leche;
En tazón de nobles le presentó crema. Tendió su mano a la estaca,
Y su diestra al mazo de trabajadores,
Y golpeó a Sísara; hirió su cabeza,
Y le horadó, y atravesó sus sienes. Cayó encorvado entre sus pies, quedó tendido;
Entre sus pies cayó encorvado;
Donde se encorvó, allí cayó muerto. La madre de Sísara se asoma a la ventana,
Y por entre las celosías a voces dice:
¿Por qué tarda su carro en venir?
¿Por qué las ruedas de sus carros se detienen? Las más avisadas de sus damas le respondían,
Y aun ella se respondía a sí misma: ¿No han hallado botín, y lo están repartiendo?
A cada uno una doncella, o dos;
Las vestiduras de colores para Sísara,
Las vestiduras bordadas de colores;
La ropa de color bordada de ambos lados, para los jefes de los que tomaron el botín. Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová;
Mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza.
Y la tierra reposó cuarenta años.
6 Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años. Y la mano de Madián prevaleció contra Israel. Y los hijos de Israel, por causa de los madianitas, se hicieron cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados. Pues sucedía que cuando Israel había sembrado, subían los madianitas y amalecitas y los hijos del oriente contra ellos; subían y los atacaban. Y acampando contra ellos destruían los frutos de la tierra, hasta llegar a Gaza; y no dejaban qué comer en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos. Porque subían ellos y sus ganados, y venían con sus tiendas en grande multitud como langostas; ellos y sus camellos eran innumerables; así venían a la tierra para devastarla. De este modo empobrecía Israel en gran manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a Jehová. Y cuando los hijos de Israel clamaron a Jehová, a causa de los madianitas, Jehová envió a los hijos de Israel un varón profeta, el cual les dijo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Yo os hice salir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre. Os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los que os afligieron, a los cuales eché de delante de vosotros, y os di su tierra; y os dije: Yo soy Jehová vuestro Dios; no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis; pero no habéis obedecido a mi voz. Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas. Y mirándole Jehová, le dijo: Vé con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre. Y él respondió: Yo te ruego que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo. Te ruego que no te vayas de aquí hasta que vuelva a ti, y saque mi ofrenda y la ponga delante de ti. Y él respondió: Yo esperaré hasta que vuelvas. Y entrando Gedeón, preparó un cabrito, y panes sin levadura de un efa de harina; y puso la carne en un canastillo, y el caldo en una olla, y sacándolo se lo presentó debajo de aquella encina. Entonces el ángel de Dios le dijo: Toma la carne y los panes sin levadura, y ponlos sobre esta peña, y vierte el caldo. Y él lo hizo así. Y extendiendo el ángel de Jehová el báculo que tenía en su mano, tocó con la punta la carne y los panes sin levadura; y subió fuego de la peña, el cual consumió la carne y los panes sin levadura. Y el ángel de Jehová desapareció de su vista. Viendo entonces Gedeón que era el ángel de Jehová, dijo: Ah, Señor Jehová, que he visto al ángel de Jehová cara a cara. Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás. Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom; el cual permanece hasta hoy en Ofra de los abiezeritas. Aconteció que la misma noche le dijo Jehová: Toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él; y edifica altar a Jehová tu Dios en la cumbre de este peñasco en lugar conveniente; y tomando el segundo toro, sacrifícalo en holocausto con la madera de la imagen de Asera que habrás cortado. Entonces Gedeón tomó diez hombres de sus siervos, e hizo como Jehová le dijo. Mas temiendo hacerlo de día, por la familia de su padre y por los hombres de la ciudad, lo hizo de noche. Por la mañana, cuando los de la ciudad se levantaron, he aquí que el altar de Baal estaba derribado, y cortada la imagen de Asera que estaba junto a él, y el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar edificado. Y se dijeron unos a otros: ¿Quién ha hecho esto? Y buscando e inquiriendo, les dijeron: Gedeón hijo de Joás lo ha hecho. Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Joás: Saca a tu hijo para que muera, porque ha derribado el altar de Baal y ha cortado la imagen de Asera que estaba junto a él. Y Joás respondió a todos los que estaban junto a él: ¿Contenderéis vosotros por Baal? ¿Defenderéis su causa? Cualquiera que contienda por él, que muera esta mañana. Si es un dios, contienda por sí mismo con el que derribó su altar. Aquel día Gedeón fue llamado Jerobaal, esto es: Contienda Baal contra él, por cuanto derribó su altar. Pero todos los madianitas y amalecitas y los del oriente se juntaron a una, y pasando acamparon en el valle de Jezreel. Entonces el Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón, y cuando éste tocó el cuerno, los abiezeritas se reunieron con él. Y envió mensajeros por todo Manasés, y ellos también se juntaron con él; asimismo envió mensajeros a Aser, a Zabulón y a Neftalí, los cuales salieron a encontrarles. Y Gedeón dijo a Dios: Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que salvarás a Israel por mi mano, como lo has dicho. Y aconteció así, pues cuando se levantó de mañana, exprimió el vellón y sacó de él el rocío, un tazón lleno de agua. Mas Gedeón dijo a Dios: No se encienda tu ira contra mí, si aún hablare esta vez; solamente probaré ahora otra vez con el vellón. Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra. Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío.
Salmo 27:
El Señor es mi
luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida;
¿quién podrá amedrentarme? Cuando los malvados avanzan contra mí para
devorar mis carnes, cuando mis enemigos y adversarios me atacan, son
ellos los que tropiezan y caen. Aun cuando un ejército me asedie, no
temerá mi corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré
la confianza. Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que
persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para
contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo. Porque en el
día de la aflicción él me resguardará en su morada; al amparo de su
tabernáculo me protegerá, y me pondrá en alto, sobre una roca. Me hará
prevalecer frente a los enemigos que me rodean; en su templo ofreceré
sacrificios de alabanza y cantaré salmos al Señor. Oye, Señor, mi voz
cuando a ti clamo; compadécete de mí y respóndeme. El corazón me dice:
"¡Busca su rostro!" Y yo, Señor, tu rostro busco. No te escondas de mí;
no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi
ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación. Aunque mi
padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.
Guíame, Señor, por tu camino; dirígeme por la senda de rectitud, por
causa de los que me acechan. No me entregues al capricho de mis
adversarios, pues contra mí se levantan falsos testigos que respiran
violencia. Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor
en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; ten
valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!
Proverbios 15:
La
respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.
La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios
escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a
los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de
vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la
corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa
del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes
problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de
los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los
malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor
aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la
justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece
la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la
muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo
corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se
refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón
entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de
tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es
feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del
Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer
verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El
que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. El
camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es
como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio
menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el
entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan
los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la
respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube
por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor
derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de
las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le
agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia;
el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus
respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se
mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos.
Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan
las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los
sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la
reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y
sabiduría; la humildad precede a la honra.
El Libro de Los Hechos Capítulo 1 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 1
(33 d.C.)
POSRESURRECCIÓN
EN el primer tratado (se refiere al Evangelio de Lucas, que probablemente fue terminado un año y tanto antes de escribir este relato llamado, "Los Hechos de los Apóstoles"), Oh Teófilo (la misma persona al cual Lucas se dirigió en aquel Evangelio), he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar (es el Estándar, el Principal y el Fundamento del Evangelio),
2 Hasta el día en que fue recibido arriba (la Resurrección), habiendo dado Mandamientos por el Espíritu Santo (se refiere a que el Espíritu de Dios es el Orador y el Actor en este Libro) a los Apóstoles que escogió (se refiere al Ministerio de nuestro Señor de aproximadamente tres años y medio, del cual los Apóstoles presenciaron):
3 A los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables (muchas personas Lo vieron después de Su Resurrección, y antes de Su Ascensión), apareciéndoles por cuarenta días (a partir del momento de la Resurrección hasta el momento de Su Ascensión), y hablándoles del Reino de Dios (parece que se incluyó mucha enseñanza durante este período de tiempo):
EL ESPÍRITU SANTO
4 Y estando juntos (se refiere al momento cuando Él subió de regreso al Padre; probablemente era durante el tiempo cuando se le apareció "a más de quinientos" [I Cor. 15:6]), les Mandó (no una sugerencia) que no se fuesen de Jerusalén (el lugar del Templo donde el Espíritu Santo descendería), sino que esperasen la Promesa del Padre (hace referencia al Espíritu Santo que el Padre prometió [Luc. 24:49; Joel, cap. 2]), que oísteis, dijo, de Mí (ustedes también Me oyeron decir estas cosas [Jn. 7:37-39; 14:12-17, 26; 15:26; 16:7-15]).
LA PROFECÍA
5 Porque Juan a la verdad bautizó con agua (simplemente simbolizaba el mejor Bautismo que los Creyentes podían recibir antes del Día de Pentecostés); mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos (se refiere al Día de Pentecostés venidero, aunque Jesús no usó ese término en ese instante).
6 Entonces los que se habían juntado le preguntaron, diciendo (aparentemente da los detalles de la última reunión antes de la Ascensión), Señor, ¿restituirás el Reino a Israel en este tiempo? (Él contestaría más tarde este interrogante por medio del Apóstol Pablo [II Tes., cap. 2].)
7 Y les dijo, No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en Su Sola potestad (el Maestro dice que no es asunto de los seguidores de Cristo ocuparse en saber esta información, sino más bien "Ocupad entre tanto que Yo vengo" [Luc. 19:13]).
EL PODER
8 Mas recibiréis poder (Poder para Obrar Milagros) del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros (expresamente dice que este "Poder" está inherente en el Espíritu Santo, y únicamente en Su Dominio): y Me (sin el Bautismo con el Espíritu Santo, realmente no se puede conocer a Jesús como ha de conocerlo) seréis testigos (no significa testificar a las almas, sino más bien entregarse en toda su capacidad a Cristo, hasta dar su vida por Él) en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la Tierra (hace bien claro que la Obra de Dios tiene alcance mundial).
LA ASCENCIÓN
9 Y habiendo dicho estas cosas (se refiere a Sus últimas instrucciones para Sus seguidores), viéndolo ellos, fue alzado (se refiere a Él que sube delante de su vista); y una nube le recibió y le quitó de sus ojos (representa la Gloria Shekiná de Dios, que envolvió a Cristo cuando Él ascendía).
EL SEGUNDO ADVENIMIENTO
10 Y estando con los ojos puestos en el Cielo, entre tanto que Él iba (estas declaraciones son importantes porque afirman Su Ascensión actual presenciada por testigos oculares), he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos (estos dos "hombres" eran en realidad Ángeles);
11 Los cuales también les dijeron, Varones Galileos, ¿por qué estáis mirando al Cielo? (No significa que solamente varones estaban presentes, sino que era un término común que se usaba tanto para hombres como para mujeres.) Este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el Cielo (se refiere al mismo Cuerpo Humano con las marcas de los clavos en Sus Manos y Pies, etc.), así vendrá como Le habéis visto ir al Cielo (se refiere al mismo lugar, que es el Monte de los Olivos).
EL APOSENTO ALTO
12 Entonces se volvieron a Jerusalén del Monte que se llama de los Olivos (representa, como se dijo, el lugar de Su Ascensión, que también será el lugar de Su Descenso), el cual está cerca de Jerusalén camino de un Sábado (representa un poco menos de un kilómetro [media milla]).
13 Y entrados, subieron al aposento alto (probablemente la misma habitación donde ellos comieron la Pascua con Cristo [Luc. 22:12]), donde moraban Pedro y Santiago, Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón Zelote, y Judas hermano de Jacobo (este Judas también se llama "Lebeo" y "Tadeo" [Mat. 10:3; Marc. 3:18]).
14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego (expone la manera cómo se condujeron estas reuniones), con las mujeres, y con María la Madre de Jesús (tiene que ver con las mujeres que siguieron a Cristo desde Galilea [Mat. 27:55-56]), y con Sus hermanos.
EL SUCESOR DE JUDAS
ISCARIOTE
15 Y en aquellos días, Pedro, levantándose en medio de los Hermanos (representa a Pedro que toma la delantera), dijo (y era el número de los nombres como de ciento y veinte en número) (en esencia es el comienzo de la "Iglesia"),
16 Varones hermanos, convino que se cumpliese La Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús (derivado de Sal. 69:25-28).
17 El cual era contado con nosotros, y recibió parte en este Ministerio (quiere decir que él era uno de los Apóstoles, y escogido por el Señor).
18 Este, pues, adquirió un campo del salario de su iniquidad (se refiere a los Fariseos que tomaron el dinero manchado con la sangre de Judas y compraron su lugar de entierro [Mat. 27:6-8]); y colgándose, reventó por el medio, y todas sus entrañas se derramaron (él se suicidó [Mat. 27:3-8]).
19 Y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén (en realidad quiere decir que "se dio a conocer"); de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que es, Campo de sangre (también conocido como el "Campo del Alfarero").
20 Porque está escrito en el Libro de los Salmos, Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y (indica que el nombre de Judas estaba en el Libro de la Vida, pero fue borrado debido a su pecado), tome otro su obispado (se refiere a su Apostolado).
21 Conviene, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros (probablemente se refiere a los setenta [Luc. 10:17]),
22 Comenzando desde el Bautismo de Juan, hasta el día que fue recibido arriba de entre nosotros (abarca la totalidad de los tres años y medio del Ministerio de Cristo), uno sea hecho testigo con nosotros de Su Resurrección (aprendemos de esto que la Resurrección de Cristo de entre los muertos es una Doctrina Cardinal del Evangelio).
23 Y señalaron a dos, a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías (ellos presentarían a estos dos al Señor para Su selección).
24 Y orando (muestra su dependencia completa en el Señor para recibir dirección y ayuda), dijeron, Tú, Señor, que conoces los corazones de todos (nos dice solamente dónde se puede encontrar la Verdad), muestra cuál escoges de estos dos (expresa su deseo de tener la Selección de Dios y Solo Su Selección),
25 Para que tome el oficio de este Ministerio y Apostolado (el Fundamento de la Iglesia), del cual cayó Judas por transgresión (nos dice claramente que Judas una vez conocía al Señor, pues ¿cómo puede caerse de algo del cual nunca ha alcanzado?), para irse a su lugar (la obstinación le llevará al Infierno eterno, justo como Judas fue llevado).
26 Y les echaron suertes (parecido al Urim y Tumim con que los Discípulos estaban familiarizados y por lo cual el Señor, en tiempos del Antiguo Testamento, dio dirección a Su Gente [Deut. 33:8-10; Núm. 27:21]); y cayó la suerte sobre Matías (probablemente quiere decir que los nombres de los dos hombres fueron colocados en dos piedras, pedazos de pergamino o madera, y luego colocados en una urna, para echar a suertes [Lev. 16:8-9; Jos. 14:2]); y fue contado con los Once Apóstoles (indica que él era la Selección de Dios).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Labels: Biblia, Buenas Nuevas, Creyente, Cristianismo, Cruz, Dios, Fe, Iglesia, Jesucristo, Jesús, Lectura Biblica, Lectura Biblica de hoy, Lectura Biblica Diaria, Lectura del día, Lectura Diaria, Mensaje de la Cruz
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home