El 5 de noviembre Lectura Bíblica Diaria
Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
El 5 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:
Jueces 1-3:
1 Aconteció después de la muerte de Josué, que los hijos de Israel consultaron a Jehová, diciendo: ¿Quién de nosotros subirá primero a pelear contra los cananeos? Y Jehová respondió: Judá subirá; he aquí que yo he entregado la tierra en sus manos. Y Judá dijo a Simeón su hermano: Sube conmigo al territorio que se me ha adjudicado, y peleemos contra el cananeo, y yo también iré contigo al tuyo. Y Simeón fue con él. Y subió Judá, y Jehová entregó en sus manos al cananeo y al ferezeo; e hirieron de ellos en Bezec a diez mil hombres. Y hallaron a Adoni-bezec en Bezec, y pelearon contra él; y derrotaron al cananeo y al ferezeo. Mas Adoni-bezec huyó; y le siguieron y le prendieron, y le cortaron los pulgares de las manos y de los pies. Entonces dijo Adoni-bezec: Setenta reyes, cortados los pulgares de sus manos y de sus pies, recogían las migajas debajo de mi mesa; como yo hice, así me ha pagado Dios. Y le llevaron a Jerusalén, donde murió. Y combatieron los hijos de Judá a Jerusalén y la tomaron, y pasaron a sus habitantes a filo de espada y pusieron fuego a la ciudad. Después los hijos de Judá descendieron para pelear contra el cananeo que habitaba en las montañas, en el Neguev, y en los llanos. Y marchó Judá contra el cananeo que habitaba en Hebrón, la cual se llamaba antes Quiriat-arba; e hirieron a Sesai, a Ahimán y a Talmai. De allí fue a los que habitaban en Debir, que antes se llamaba Quiriat-sefer. Y dijo Caleb: El que atacare a Quiriat-sefer y la tomare, yo le daré Acsa mi hija por mujer. Y la tomó Otoniel hijo de Cenaz, hermano menor de Caleb; y él le dio Acsa su hija por mujer. Y cuando ella se iba con él, la persuadió que pidiese a su padre un campo. Y ella se bajó del asno, y Caleb le dijo: ¿Qué tienes? Ella entonces le respondió: Concédeme un don; puesto que me has dado tierra del Neguev, dame también fuentes de aguas. Entonces Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo. Y los hijos del ceneo, suegro de Moisés, subieron de la ciudad de las palmeras con los hijos de Judá al desierto de Judá, que está en el Neguev cerca de Arad; y fueron y habitaron con el pueblo. Y fue Judá con su hermano Simeón, y derrotaron al cananeo que habitaba en Sefat, y la asolaron; y pusieron por nombre a la ciudad, Horma. Tomó también Judá a Gaza con su territorio, Ascalón con su territorio y Ecrón con su territorio. Y Jehová estaba con Judá, quien arrojó a los de las montañas; mas no pudo arrojar a los que habitaban en los llanos, los cuales tenían carros herrados. Y dieron Hebrón a Caleb, como Moisés había dicho; y él arrojó de allí a los tres hijos de Anac. Mas al jebuseo que habitaba en Jerusalén no lo arrojaron los hijos de Benjamín, y el jebuseo habitó con los hijos de Benjamín en Jerusalén hasta hoy. También la casa de José subió contra Bet-el; y Jehová estaba con ellos. Y la casa de José puso espías en Bet-el, ciudad que antes se llamaba Luz. Y los que espiaban vieron a un hombre que salía de la ciudad, y le dijeron: Muéstranos ahora la entrada de la ciudad, y haremos contigo misericordia. Y él les mostró la entrada a la ciudad, y la hirieron a filo de espada; pero dejaron ir a aquel hombre con toda su familia. Y se fue el hombre a la tierra de los heteos, y edificó una ciudad a la cual llamó Luz; y este es su nombre hasta hoy. Tampoco Manasés arrojó a los de Bet-seán, ni a los de sus aldeas, ni a los de Taanac y sus aldeas, ni a los de Dor y sus aldeas, ni a los habitantes de Ibleam y sus aldeas, ni a los que habitan en Meguido y en sus aldeas; y el cananeo persistía en habitar en aquella tierra. Pero cuando Israel se sintió fuerte hizo al cananeo tributario, mas no lo arrojó. Tampoco Efraín arrojó al cananeo que habitaba en Gezer, sino que habitó el cananeo en medio de ellos en Gezer. Tampoco Zabulón arrojó a los que habitaban en Quitrón, ni a los que habitaban en Naalal, sino que el cananeo habitó en medio de él, y le fue tributario. Tampoco Aser arrojó a los que habitaban en Aco, ni a los que habitaban en Sidón, en Ahlab, en Aczib, en Helba, en Afec y en Rehob. Y moró Aser entre los cananeos que habitaban en la tierra; pues no los arrojó. Tampoco Neftalí arrojó a los que habitaban en Bet-semes, ni a los que habitaban en Bet-anat, sino que moró entre los cananeos que habitaban en la tierra; mas le fueron tributarios los moradores de Bet-semes y los moradores de Bet-anat. Los amorreos acosaron a los hijos de Dan hasta el monte, y no los dejaron descender a los llanos. Y el amorreo persistió en habitar en el monte de Heres, en Ajalón y en Saalbim; pero cuando la casa de José cobró fuerzas, lo hizo tributario. Y el límite del amorreo fue desde la subida de Acrabim, desde Sela hacia arriba. 2 El ángel de Jehová subió de Gilgal a Boquim, y dijo: Yo os saqué de Egipto, y os introduje en la tierra de la cual había jurado a vuestros padres, diciendo: No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero. Cuando el ángel de Jehová habló estas palabras a todos los hijos de Israel, el pueblo alzó su voz y lloró. Y llamaron el nombre de aquel lugar Boquim, y ofrecieron allí sacrificios a Jehová. Porque ya Josué había despedido al pueblo, y los hijos de Israel se habían ido cada uno a su heredad para poseerla. Y el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel. Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot. Y se encendió contra Israel el furor de Jehová, el cual los entregó en manos de robadores que los despojaron, y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor; y no pudieron ya hacer frente a sus enemigos. Por dondequiera que salían, la mano de Jehová estaba contra ellos para mal, como Jehová había dicho, y como Jehová se lo había jurado; y tuvieron gran aflicción. Y Jehová levantó jueces que los librasen de mano de los que les despojaban; pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron; se apartaron pronto del camino en que anduvieron sus padres obedeciendo a los mandamientos de Jehová; ellos no hicieron así. Y cuando Jehová les levantaba jueces, Jehová estaba con el juez, y los libraba de mano de los enemigos todo el tiempo de aquel juez; porque Jehová era movido a misericordia por sus gemidos a causa de los que los oprimían y afligían. Mas acontecía que al morir el juez, ellos volvían atrás, y se corrompían más que sus padres, siguiendo a dioses ajenos para servirles, e inclinándose delante de ellos; y no se apartaban de sus obras, ni de su obstinado camino. Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece a mi voz, tampoco yo volveré más a arrojar de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió; para probar con ellas a Israel, si procurarían o no seguir el camino de Jehová, andando en él, como lo siguieron sus padres. Por esto dejó Jehová a aquellas naciones, sin arrojarlas de una vez, y no las entregó en mano de Josué. 3 Estas, pues, son las naciones que dejó Jehová para probar con ellas a Israel, a todos aquellos que no habían conocido todas las guerras de Canaán; solamente para que el linaje de los hijos de Israel conociese la guerra, para que la enseñasen a los que antes no la habían conocido: los cinco príncipes de los filisteos, todos los cananeos, los sidonios, y los heveos que habitaban en el monte Líbano, desde el monte de Baal-hermón hasta llegar a Hamat. Y fueron para probar con ellos a Israel, para saber si obedecerían a los mandamientos de Jehová, que él había dado a sus padres por mano de Moisés. Así los hijos de Israel habitaban entre los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Y tomaron de sus hijas por mujeres, y dieron sus hijas a los hijos de ellos, y sirvieron a sus dioses. Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes de Asera. Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y los vendió en manos de Cusan-risataim rey de Mesopotamia; y sirvieron los hijos de Israel a Cusan-risataim ocho años. Entonces clamaron los hijos de Israel a Jehová; y Jehová levantó un libertador a los hijos de Israel y los libró; esto es, a Otoniel hijo de Cenaz, hermano menor de Caleb. Y el Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel, y salió a batalla, y Jehová entregó en su mano a Cusan-risataim rey de Siria, y prevaleció su mano contra Cusan-risataim. Y reposó la tierra cuarenta años; y murió Otoniel hijo de Cenaz. Volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová fortaleció a Eglón rey de Moab contra Israel, por cuanto habían hecho lo malo ante los ojos de Jehová. Este juntó consigo a los hijos de Amón y de Amalec, y vino e hirió a Israel, y tomó la ciudad de las palmeras. Y sirvieron los hijos de Israel a Eglón rey de los moabitas dieciocho años. Y clamaron los hijos de Israel a Jehová; y Jehová les levantó un libertador, a Aod hijo de Gera, benjamita, el cual era zurdo. Y los hijos de Israel enviaron con él un presente a Eglón rey de Moab. Y Aod se había hecho un puñal de dos filos, de un codo de largo; y se lo ciñó debajo de sus vestidos a su lado derecho. Y entregó el presente a Eglón rey de Moab; y era Eglón hombre muy grueso. Y luego que hubo entregado el presente, despidió a la gente que lo había traído. Mas él se volvió desde los ídolos que están en Gilgal, y dijo: Rey, una palabra secreta tengo que decirte. El entonces dijo: Calla. Y salieron de delante de él todos los que con él estaban. Y se le acercó Aod, estando él sentado solo en su sala de verano. Y Aod dijo: Tengo palabra de Dios para ti. El entonces se levantó de la silla. Entonces alargó Aod su mano izquierda, y tomó el puñal de su lado derecho, y se lo metió por el vientre, de tal manera que la empuñadura entró también tras la hoja, y la gordura cubrió la hoja, porque no sacó el puñal de su vientre; y salió el estiércol. Y salió Aod al corredor, y cerró tras sí las puertas de la sala y las aseguró con el cerrojo. Cuando él hubo salido, vinieron los siervos del rey, los cuales viendo las puertas de la sala cerradas, dijeron: Sin duda él cubre sus pies en la sala de verano. Y habiendo esperado hasta estar confusos, porque él no abría las puertas de la sala, tomaron la llave y abrieron; y he aquí su señor caído en tierra, muerto. Mas entre tanto que ellos se detuvieron, Aod escapó, y pasando los ídolos, se puso a salvo en Seirat. Y cuando había entrado, tocó el cuerno en el monte de Efraín, y los hijos de Israel descendieron con él del monte, y él iba delante de ellos. Entonces él les dijo: Seguidme, porque Jehová ha entregado a vuestros enemigos los moabitas en vuestras manos. Y descendieron en pos de él, y tomaron los vados del Jordán a Moab, y no dejaron pasar a ninguno. Y en aquel tiempo mataron de los moabitas como diez mil hombres, todos valientes y todos hombres de guerra; no escapó ninguno. Así fue subyugado Moab aquel día bajo la mano de Israel; y reposó la tierra ochenta años. Después de él fue Samgar hijo de Anat, el cual mató a seiscientos hombres de los filisteos con una aguijada de bueyes; y él también salvó a Israel.
Salmo 26:
Hazme justicia, Señor,
pues he llevado una vida intachable; ¡en el Señor confío sin titubear!
Examíname, Señor; ¡ponme a prueba! purifica mis entrañas y mi corazón.
Tu gran amor lo tengo presente, y siempre ando en tu verdad. Yo no
convivo con los mentirosos, ni me junto con los hipócritas; aborrezco la
compañía de los malvados; no cultivo la amistad de los perversos. Con
manos limpias e inocentes camino, Señor, en torno a tu altar,
proclamando en voz alta tu alabanza y contando todas tus maravillas.
Señor, yo amo la casa donde vives, el lugar donde reside tu gloria. En
la muerte, no me incluyas entre pecadores y asesinos, entre gente que
tiene las manos llenas de artimañas y sobornos. Yo, en cambio, llevo una
vida intachable; líbrame y compadécete de mí. Tengo los pies en terreno
firme, y en la gran asamblea bendeciré al Señor.
Proverbios 14:
La
mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye. El
que va por buen camino teme al Señor; el que va por mal camino lo
desprecia. De la boca del necio brota arrogancia; los labios del sabio
son su propia protección. Donde no hay bueyes el granero está vacío; con
la fuerza del buey aumenta la cosecha. El testigo verdadero jamás
engaña; el testigo falso propaga mentiras. El insolente busca sabiduría y
no la halla; para el entendido, el conocimiento es cosa fácil. Manténte
a distancia del necio, pues en sus labios no hallarás conocimiento. La
sabiduría del prudente es discernir sus caminos, pero al necio lo engaña
su propia necedad. Los necios hacen mofa de sus propias faltas, pero
los íntegros cuentan con el favor de Dios. Cada corazón conoce sus
propias amarguras, y ningún extraño comparte su alegría. La casa del
malvado será destruida, pero la morada del justo prosperará. Hay caminos
que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de
muerte. También de reírse duele el corazón, y hay alegrías que acaban en
tristeza. El inconstante recibirá todo el pago de su inconstancia; el
hombre bueno, el premio de sus acciones. El ingenuo cree todo lo que le
dicen; el prudente se fija por dónde va. El sabio teme al Señor y se
aparta del mal, pero el necio es arrogante y se pasa de confiado. El
iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar. Herencia de los
inexpertos es la necedad; corona de los prudentes, el conocimiento. Los
malvados se postrarán ante los buenos; los impíos, ante el tribunal de
los justos. Al pobre hasta sus amigos lo aborrecen, pero son muchos los
que aman al rico. Es un pecado despreciar al prójimo; ¡dichoso el que se
compadece de los pobres! Pierden el camino los que maquinan el mal,
pero hallan amor y verdad los que hacen el bien. Todo esfuerzo tiene su
recompensa, pero quedarse sólo en palabras lleva a la pobreza. La corona
del sabio es su sabiduría; la de los necios, su necedad. El testigo
veraz libra de la muerte, pero el testigo falso miente. El temor del
Señor es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos. El temor
del Señor es fuente de vida, y aleja al hombre de las redes de la
muerte. Gloria del rey es gobernar a muchos; un príncipe sin súbditos
está arruinado. El que es paciente muestra gran discernimiento; el que
es agresivo muestra mucha insensatez. El corazón tranquilo da vida al
cuerpo, pero la envidia corroe los huesos. El que oprime al pobre ofende
a su Creador, pero honra a Dios quien se apiada del necesitado. El
malvado cae por su propia maldad; el justo halla refugio en su
integridad. En el corazón de los sabios mora la sabiduría, pero los
necios ni siquiera la conocen. La justicia enaltece a una nación, pero
el pecado deshonra a todos los pueblos. El rey favorece al siervo
inteligente, pero descarga su ira sobre el sinvergüenza.
El Libro de Juan Capítulo 21 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚNSAN JUAN
CAPÍTULO 21
(33 d.C.)
JESÚS
DESPUÉS se manifestó Jesús otra vez a Sus Discípulos (Jesús solamente apareció, aparentemente, a los que eran Sus Seguidores; los Creyentes eran los únicos que podían ver Su Cuerpo Espiritual) en el Mar de Tiberias (el Mar de Galilea); y se manifestó de esta manera (la cuarta aparición del Señor, por lo menos en el contexto de Sus grandes victorias sobre varios problemas de la vida).
2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de Sus Discípulos.
3 Les dice Simón, Voy a pescar (aunque Las Escrituras no están claras en esto, parece que esta expedición de ir a pescar no fue por recreación, sino más bien por la necesidad de ganarse la vida para sus familias; sin embargo, un Ministerio que se origina en la energía de la voluntad carnal es infructuosa; pero cuando está bajo el Gobierno de la Cabeza de la Iglesia, producirá fruto abundante). Le dicen, Vamos nosotros también contigo (los otros seis Discípulos presentes; no nos dice dónde estaban los cuatro restantes durante este tiempo). Fueron, y subieron en un barco (probablemente se refirió a uno de los barcos que Pedro y los hijos de Zebedeo usaron antes en su negocio previo de la pesca); y aquella noche no cogieron nada (ellos hacían esto para poder aumentar los ingresos, no por recreación).
EL MILAGRO
4 Y venida la mañana (ellos habían pescado toda la noche, pero sin éxito), Jesús se puso a la ribera (el comienzo de una lección muy útil): mas los Discípulos no entendieron que era Jesús (de nuevo, describe la misma experiencia que los demás tuvieron).
5 Y les dijo, Hijos, ¿tenéis algo de comer? (Esta pregunta tenía la intención de sacarlos de su ensimismamiento, porque su preocupación en ese momento era sólo en ganarse la vida para proveer a sus familias.) Le respondieron, No (fue infructuoso después de una noche entera de trabajo).
6 Y Él les dice, Echad la red a la mano derecha del barco, y hallaréis (¿qué serían sus pensamientos con respecto a la admonición de ese extraño?). Entonces la echaron (parece sugerir que Juan sospechaba que Éste era el Señor), y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de los peces (esta aparición de Cristo se dirige al problema de la vida de la "preocupación").
7 Entonces aquel Discípulo, al cual amaba Jesús (Juan), dijo a Pedro, Es El Señor (sin lugar a dudas, sería uno de los mejores momentos en sus vidas). Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, (porque estaba desnudo,) (no se refiere a la falta de ropa, sino más bien que él había puesto a un lado su ropa externa para que no se ensuciara) y se echó al mar (no para atender la red sobrecargada, sino más bien para llegar a Jesús con más rapidez).
8 Y los otros Discípulos vinieron con la barca (diferente que del barco principal) (porque no estaban lejos de tierra sino como doscientos codos,) (aproximadamente 91.5 metros [o sea unas 100 yardas]) trayendo la red de peces (representó una pesca fabulosa la cual sólo requirió unos cuantos minutos, en comparación a sus esfuerzos en toda la noche de lo que resultó solamente en redes vacías; ¡así es el esfuerzo con Cristo, y así es el esfuerzo sin Cristo!).
9 Y como descendieron a tierra, vieron ascuas puestas, y un pez encima de ellas, y pan (¿dónde adquirió Jesús estas provisiones? Personalmente yo creo que Él las proporcionó milagrosamente).
10 Les dice Jesús, Traed de los peces que acabáis de pescar (demuestra el hecho de que los pescados que Jesús había cocinado no llegaron de esta provisión en particular).
11 Subió Simón Pedro, y trajo la red a tierra, llena de grandes peces (insinúando que cada pez era más grande que lo normal), ciento cincuenta y tres (el Espíritu Santo dio el número exacto por un propósito y motivo; los Discípulos serían pescadores de hombres, no de pescados, por así decirlo; en consecuencia, el número dado de los pescados demuestra el hecho de que cada alma es preciosa en los Ojos de Dios, y en consecuencia enumerado): y siendo tantos, la red no se rompió (presenta un contraste de la pesca milagrosa en Lucas 5:6, donde la red se rompió; simbólicamente quiere decir que la red se rompió esa vez porque el Espíritu Santo todavía no había venido; con el Espíritu Santo, la red no se rompería).
12 Les dice Jesús, Venid y comed (como de costumbre Él funcionaba como Siervo, aunque en Su Estado Glorificado). Y ninguno de los Discípulos osaba preguntarle, ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor (desgraciadamente, muchos hoy en día se preguntan, perteneciente a ciertos fenómenos religiosos, "¿quién eres tú?"; que significa que las señales del Verdadero Evangelio están poco presentes).
13 Viene pues Jesús, y toma el pan, y les da, y asimismo del pez (el "pan" era simbólico de Él Mismo, y el pescado, es decir, "la carne," es simbólica de Su Palabra).
14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestó a Sus Discípulos, habiendo resucitado de los muertos (la tercera vez a Sus Discípulos; hay un poco de discrepancia en cuanto a cuántas veces Él se apareció, pero el hecho es que Él se le apareció a muchos después de Su Resurrección, antes de Su Ascensión).
LA COMISIÓN
15 Y cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro, Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas más que estos? (este interrogante se refiere a la jactancia de Pedro inmediatamente antes de la Crucifixión de que él amaba a Jesús más que los demás Discípulos [Mat. 26:31-35; Marc. 14:29]) Le dice, Sí, Señor; Tú sabes que Te amo (Jesús usó el verbo Griego "Agapao" para Amor, lo cual quiere decir "ardiente, supremo y perfecto," mientras que Pedro usó el verbo Griego "Filéo," que quiere decir "sentir cariño, tener amistad con otro"). Le dice, Apacienta Mis Corderos (se refiere a los nuevos convertidos, quienes necesitaban atención especial, y les serían confiados a Pedro).
16 Le vuelve a decir la segunda vez, Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? (El interrogante muestra a Jesús omitiendo las palabras, "más que éstos"; sin embargo, Él sigue usando la palabra Griega fuerte "Agapao" para amor; al omitir estas palabras, Jesús aleja de Pedro su actitud arrogante.) Le responde, Sí, Señor; Tú sabes que Te amo (Pedro continúa usando el mismo verbo Griego "Filéo" para Amor como lo hizo la primera vez; no es negativo, sino más bien positivo; él por fin se da cuenta que no puede confiar en la carne). Le dice, Apacienta Mis Ovejas (Cristo usó la palabra "Ovejas," Él se refiere ahora a los Creyentes fuertes y maduros).
17 Le dice la tercera vez, Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? (Jesús emplea ahora la palabra más débil "Filéo" para Amor, como Pedro la usaba.) Se entristeció Pedro de que le dijese la tercera vez, ¿Me amas? (Pedro comprende muy bien que Jesús Mismo ahora estaba usando la palabra menor por Amor, la cual le indica algo al Apóstol.) y Le dice, Señor, Tú sabes todas las cosas (el Apóstol ya se da cuenta que Jesús sabe todo acerca de él — lo que hacía, pensaba y sentía; Pedro también sabía que el Señor había herido Su corazón para poder entrenarle y equiparle para que tuviera el honor supremo de pastorear a las Ovejas, que para Él son las más preciosas, es decir, las Ovejas de Jn., cap. 10); Tú sabes que Te amo (y Jesús, por supuesto, sabía). Le dice Jesús, Apacienta Mis Ovejas (expresa confianza total y completa).
LA PROFECÍA
18 De cierto, de cierto te digo, Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías (se refiere a su flor de vida): mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro (predijo la fidelidad de Pedro hasta la muerte, la cual indudablemente le infundió aliento y fuerza a su corazón traspasado y, también, prohibió a los otros Discípulos de hacerle recordar desdeñosamente su cobardía anterior), y te llevará adonde no quieras (se refiere al tiempo y el día distante cuando moriría).
19 Y esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios (Tertuliano y Eusebio dijeron que el Apóstol al enfrentarse con la muerte, prefirió la crucifixión con la cabeza hacia abajo por la súplica que de ser Crucificado como su Maestro era un honor demasiado grande para alguien que había negado a su Señor). Y dicho esto, le dice (dicho a Pedro), Sígueme (con una sola palabra, el Señor corrige cada una de las faltas de Pedro, y le instituía a Su Misión sublime).
JUAN
20 Volviéndose Pedro, ve a aquel Discípulo al cual amaba Jesús, que seguía (habló de Juan, y una vez más, aun tan pronto, presenta la característica extraordinaria de Pedro de guiar en vez de seguir; ¡es difícil cambiar los viejos hábitos!); el que también se había recostado a su Pecho en la cena, y Le había dicho, Señor, ¿quién es el que Te ha de entregar? (Este interrogante muestra a Juan que se refiere a sí mismo, y nos vuelve la atención a la Última Cena.)
21 Así que Pedro vio a éste, dice a Jesús, Señor, ¿y éste, qué? (Pedro hace una pregunta que provocó su reprensión.)
22 Le dice Jesús, Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti? (En efecto, Jesús declara a Pedro que no es asunto suyo la que es la Voluntad de Dios para Juan.) Sígueme tú (el pronombre "tú" es enfático; la lección que debemos aprender de esto es que no es la gloria de alguna Iglesia, sino para la Gloria Personal del Señor Jesús; tenemos que seguirle a Él, lo cual significa que tenemos que seguir nada más que a Él; esto solo nos guardará y nos ocupará hasta a un extremo que, si lo hacemos debidamente, no nos meteríamos en los asuntos de los demás).
23 Salió entonces este dicho entre los hermanos, que aquel Discípulo no había de morir (la manera en que Las Escrituras pueden ser malinterpretadas): más Jesús no le dijo, No morirá (se refiere a Juan que pone en claro lo que Jesús en efecto le había dicho); sino, Si quiero que él quede hasta que Yo venga ¿qué a ti? (Jesús en las palabras, "Si quiero," es el que dispone la vida humana y, además, revela Su Deidad. Jesús vino a él en la Isla de Patmos y le dio una gran Revelación, lo cual clausuró el Canon de Las Escrituras.)
EL TESTIMONIO
24 Este es aquel Discípulo que da testimonio de estas cosas (presenta a Juan como testigo ocular de todo lo que relata), y escribió estas cosas (verifica a Juan como el autor de este Evangelio): y sabemos que su testimonio es verdadero (verifica la Inspiración del Espíritu Santo sobre estos relatos de los cuales nosotros describimos como "El Evangelio según San Juan").
25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús (habla, sin lugar a dudas, de los muchos Milagros que Él hizo, algunos de los cuales no se registran en ninguno de los cuatro Evangelios), que si se escribiesen cada una por sí (facilita la creencia a la idea que Jesús había realizado muchos más Milagros que no fueron registrados), ni aun en el mundo pienso que cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén (Cristo es infinito, la Tierra finito; por lo tanto, la suposición del Versículo es lo más razonable).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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