18 April 2022

El 18 de abril Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 18 de abril Lectura Bíblica Diaria:


1 Crónicas 19-21:

Después de estas cosas aconteció que murió Nahas rey de los hijos de Amón, y reinó en su lugar su hijo. Y dijo David: Manifestaré misericordia con Hanún hijo de Nahas, porque también su padre me mostró misericordia. Así David envió embajadores que lo consolasen de la muerte de su padre. Pero cuando llegaron los siervos de David a la tierra de los hijos de Amón a Hanún, para consolarle, los príncipes de los hijos de Amón dijeron a Hanún: ¿A tu parecer honra David a tu padre, que te ha enviado consoladores? ¿No vienen más bien sus siervos a ti para espiar, e inquirir, y reconocer la tierra? Entonces Hanún tomó los siervos de David y los rapó, y les cortó los vestidos por la mitad, hasta las nalgas, y los despachó. Se fueron luego, y cuando llegó a David la noticia sobre aquellos varones, él envió a recibirlos, porque estaban muy afrentados. El rey mandó que les dijeran: Estaos en Jericó hasta que os crezca la barba, y entonces volveréis. Y viendo los hijos de Amón que se habían hecho odiosos a David, Hanún y los hijos de Amón enviaron mil talentos de plata para tomar a sueldo carros y gente de a caballo de Mesopotamia, de Siria, de Maaca y de Soba. Y tomaron a sueldo treinta y dos mil carros, y al rey de Maaca y a su ejército, los cuales vinieron y acamparon delante de Medeba. Y se juntaron también los hijos de Amón de sus ciudades, y vinieron a la guerra. Oyéndolo David, envió a Joab con todo el ejército de los hombres valientes. Y los hijos de Amón salieron, y ordenaron la batalla a la entrada de la ciudad; y los reyes que habían venido estaban aparte en el campo. Y viendo Joab que el ataque contra él había sido dispuesto por el frente y por la retaguardia, escogió de los más aventajados que había en Israel, y con ellos ordenó su ejército contra los sirios. Puso luego el resto de la gente en mano de Abisai su hermano, y los ordenó en batalla contra los amonitas. Y dijo: Si los sirios fueren más fuertes que yo, tú me ayudarás; y si los amonitas fueren más fuertes que tú, yo te ayudaré. Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehová lo que bien le parezca. Entonces se acercó Joab y el pueblo que tenía consigo, para pelear contra los sirios; mas ellos huyeron delante de él. Y los hijos de Amón, viendo que los sirios habían huido, huyeron también ellos delante de Abisai su hermano, y entraron en la ciudad. Entonces Joab volvió a Jerusalén. Viendo los sirios que habían caído delante de Israel, enviaron embajadores, y trajeron a los sirios que estaban al otro lado del Eufrates, cuyo capitán era Sofac, general del ejército de Hadad-ezer. Luego que fue dado aviso a David, reunió a todo Israel, y cruzando el Jordán vino a ellos, y ordenó batalla contra ellos. Y cuando David hubo ordenado su tropa contra ellos, pelearon contra él los sirios. Mas el pueblo sirio huyó delante de Israel; y mató David de los sirios a siete mil hombres de los carros, y cuarenta mil hombres de a pie; asimismo mató a Sofac general del ejército. Y viendo los siervos de Hadad-ezer que habían caído delante de Israel, concertaron paz con David, y fueron sus siervos; y el pueblo sirio nunca más quiso ayudar a los hijos de Amón. 20 Aconteció a la vuelta del año, en el tiempo que suelen los reyes salir a la guerra, que Joab sacó las fuerzas del ejército, y destruyó la tierra de los hijos de Amón, y vino y sitió a Rabá. Mas David estaba en Jerusalén; y Joab batió a Rabá, y la destruyó. Y tomó David la corona de encima de la cabeza del rey de Rabá, y la halló de peso de un talento de oro, y había en ella piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David. Además de esto sacó de la ciudad muy grande botín. Sacó también al pueblo que estaba en ella, y lo puso a trabajar con sierras, con trillos de hierro y con hachas. Lo mismo hizo David a todas las ciudades de los hijos de Amón. Y volvió David con todo el pueblo a Jerusalén. Después de esto aconteció que se levantó guerra en Gezer contra los filisteos; y Sibecai husatita mató a Sipai, de los descendientes de los gigantes; y fueron humillados. Volvió a levantarse guerra contra los filisteos; y Elhanán hijo de Jair mató a Lahmi, hermano de Goliat geteo, el asta de cuya lanza era como un rodillo de telar. Y volvió a haber guerra en Gat, donde había un hombre de grande estatura, el cual tenía seis dedos en pies y manos, veinticuatro por todos; y era descendiente de los gigantes. Este hombre injurió a Israel, pero lo mató Jonatán, hijo de Simea hermano de David. Estos eran descendientes de los gigantes en Gat, los cuales cayeron por mano de David y de sus siervos. 21 Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel. Y dijo David a Joab y a los príncipes del pueblo: Id, haced censo de Israel desde Beerseba hasta Dan, e informadme sobre el número de ellos para que yo lo sepa. Y dijo Joab: Añada Jehová a su pueblo cien veces más, rey señor mío; ¿no son todos éstos siervos de mi señor? ¿Para qué procura mi señor esto, que será para pecado a Israel? Mas la orden del rey pudo más que Joab. Salió, por tanto, Joab, y recorrió todo Israel, y volvió a Jerusalén y dio la cuenta del número del pueblo a David. Y había en todo Israel un millón cien mil que sacaban espada, y de Judá cuatrocientos setenta mil hombres que sacaban espada. Entre éstos no fueron contados los levitas, ni los hijos de Benjamín, porque la orden del rey era abominable a Joab. Asimismo esto desagradó a Dios, e hirió a Israel. Entonces dijo David a Dios: He pecado gravemente al hacer esto; te ruego que quites la iniquidad de tu siervo, porque he hecho muy locamente. Y habló Jehová a Gad, vidente de David, diciendo: Vé y habla a David, y dile: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te propongo; escoge de ellas una que yo haga contigo. Y viniendo Gad a David, le dijo: Así ha dicho Jehová: Escoge para ti: o tres años de hambre, o por tres meses ser derrotado delante de tus enemigos con la espada de tus adversarios, o por tres días la espada de Jehová, esto es, la peste en la tierra, y que el ángel de Jehová haga destrucción en todos los términos de Israel. Mira, pues, qué responderé al que me ha enviado. Entonces David dijo a Gad: Estoy en grande angustia. Ruego que yo caiga en la mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas en extremo; pero que no caiga en manos de hombres. Así Jehová envió una peste en Israel, y murieron de Israel setenta mil hombres. Y envió Jehová el ángel a Jerusalén para destruirla; pero cuando él estaba destruyendo, miró Jehová y se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía: Basta ya; detén tu mano. El ángel de Jehová estaba junto a la era de Ornán jebuseo. Y alzando David sus ojos, vio al ángel de Jehová, que estaba entre el cielo y la tierra, con una espada desnuda en su mano, extendida contra Jerusalén. Entonces David y los ancianos se postraron sobre sus rostros, cubiertos de cilicio. Y dijo David a Dios: ¿No soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Jehová Dios mío, sea ahora tu mano contra mi, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste sobre tu pueblo. Y el ángel de Jehová ordenó a Gad que dijese a David que subiese y construyese un altar a Jehová en la era de Ornán jebuseo. Entonces David subió, conforme a la palabra que Gad le había dicho en nombre de Jehová. Y volviéndose Ornán, vio al ángel, por lo que se escondieron cuatro hijos suyos que con él estaban. Y Ornán trillaba el trigo. Y viniendo David a Ornán, miró Ornán, y vio a David; y saliendo de la era, se postró en tierra ante David. Entonces dijo David a Ornán: Dame este lugar de la era, para que edifique un altar a Jehová; dámelo por su cabal precio, para que cese la mortandad en el pueblo. Y Ornán respondió a David: Tómala para ti, y haga mi señor el rey lo que bien le parezca; y aun los bueyes daré para el holocausto, y los trillos para leña, y trigo para la ofrenda; yo lo doy todo. Entonces el rey David dijo a Ornán: No, sino que efectivamente la compraré por su justo precio; porque no tomaré para Jehová lo que es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste. Y dio David a Ornán por aquel lugar el peso de seiscientos siclos de oro. Y edificó allí David un altar a Jehová, en el que ofreció holocaustos y ofrendas de paz, e invocó a Jehová, quien le respondió por fuego desde los cielos en el altar del holocausto. Entonces Jehová habló al ángel, y éste volvió su espada a la vaina. Viendo David que Jehová le había oído en la era de Ornán jebuseo, ofreció sacrificios allí. Y el tabernáculo de Jehová que Moisés había hecho en el desierto, y el altar del holocausto, estaban entonces en el lugar alto de Gabaón; pero David no pudo ir allá a consultar a Dios, porque estaba atemorizado a causa de la espada del ángel de Jehová.
 

Salmo 126:
CUANDO Jehová hizo tornar el cautiverio de Sión, éramos como gente que sueña. Entonces se llenó nuestra boca de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces decían entre las naciones: ¡Grandes cosas ha hecho Jehová por ellos! ¡Sí, Jehová ha hecho grandes cosas por nosotros: de ello nos alegramos! ¡Haz tornar, oh Jehová, nuestros cautivos, como los arroyos en la tierra del Mediodía! Los que siembran con lágrimas, con regocijo segarán. Aunque salga andando y llorando el que lleva la simiente para sembrar, de seguro volverá con regocijo, trayendo sus gavillas. 



Proverbios 30:
¿Quién ha ascendido al cielo y ha descendido? ¿quién ha recogido el viento en sus puños? ¿quién ha atado las aguas en su vestido? ¿quién ha hecho estables todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y cuál el nombre de su hijo, si tú lo sabes? Toda palabra de Dios es acrisolada; Dios es escudo a los que se refugian en él. No añadas nada a sus palabras, no sea que te reprenda, y seas hallado mentiroso. Dos cosas te pido, oh Señor, ¡no me las niegues, antes que muera! ¡Aleja de mí la vanidad y las mentiras; no me des ni pobreza ni riqueza; aliméntame del pan señalado para mi: no sea que me sacie del bien, y reniegue de ti, y diga: ¿Quién es Jehová? o no sea que empobrezca, y hurte, y use profanamente el nombre de mi Dios! No difames al siervo ante su amo, no sea que éste te maldiga, y tú mismo vengas a ser culpado. Linaje de gente hay que maldice a su padre, y a su madre no bendice. Hay linaje que es puro en sus mismos ojos, mas nunca ha sido lavado de su inmundicia. Linaje hay, ¡oh cuán altivos son sus ojos! y sus párpados están levantados en alto. Hay linaje cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos, para consumir a los pobres de sobre la tierra, y a los menesterosos de entre los hombres. La sanguijuela tiene dos hijas, que claman: ¡Dame! dame! Tres cosas hay que nunca se hartan, y cuatro que jamás dicen: ¡Basta! El sepulcro, y la matriz estéril; la tierra no harta de aguas, y el fuego jamás dice: ¡Basta! El ojo que se mofa del padre, y desdeña de obedecer a la madre, ¡sáquenlo los cuervos de la cañada, y cómanselo los polluelos del águila! Tres cosas son demasiado maravillosas para mí, y cuatro hay que no entiendo El camino del águila por los aires, el camino de la culebra sobre la peña, el camino del navío en medio de la mar, y el proceder del hombre con una doncella. Así también es el proceder de la adúltera: ella come, y se limpia la boca, y dice: ¡Ningún mal he hecho! Por tres cosas se alborota la tierra, y por cuatro, que ella no puede sufrir: Por un esclavo cuando se hace rey, por el necio cuando se harta de alimento, por una mujer odiosa cuando se casa, y por una criada cuando hereda a su señora. Cuatro cosas hay muy pequeñas en la tierra y con todo, ellas son las más sabias entre los sabios: Las hormigas son un pueblo no fuerte, mas preparan en el verano su bastimento: los damanes son un pueblo no poderoso, y por eso ponen en el peñasco su casa; las langostas no tienen rey, mas salen todas ellas repartidas en escuadrones; la araña agarra con sus manos, y está en los palacios de los reyes. Tres cosas hay que son majestuosas en su marcha, y cuatro que son de majestuoso andar: El león, que es el más valiente entre las bestias, y no vuelve atrás a causa de nadie; el galgo, ceñido de lomos; también el macho cabrío; y el rey, a quien no se puede resistir. Si te has portado neciamente, ensalzándote, y si has intentado hacer mal, pon la mano sobre tu boca: porque de la manera que forzando la leche, se saca la manteca, y forzando las narices, se saca la sangre, así forzando la ira, se saca la contienda.
El Libro de Primera de Corintios Capítulo 16 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
CORINTIOS
CAPÍTULO 16
(59 d.C.)
LA AYUDA FINANCIERA


EN CUANTO a la colecta (la ofrenda) para los Santos (se refiere específicamente a Jerusalén), haced vosotros también de la manera que ordené en las Iglesias de Galacia (se refiere a este asunto que es la responsabilidad de todas las Iglesias).
2 Cada primer día de la semana (Domingo, el cual remplazó el Sábado Judaico del día Sábado) cada uno de vosotros (sin excepción alguna) aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pudiere (dando a la Obra del Señor en este día), para que cuando yo llegare, no se hagan entonces colectas (se refiere a los donativos que ellos practicaban en forma sistemática).
3 Y cuando habré llegado (a la Iglesia en Corinto), los que aprobareis por cartas (la congregación en Corinto seleccionaría una o dos personas para llevar este dinero a Jerusalén), a éstos enviaré que lleven vuestro beneficio a Jerusalén (aquellos escogidos por las Iglesias).
4 Y si fuere digno (indispensable) el negocio de que yo también vaya, irán conmigo. (En este momento, parece que Pablo no está seguro si iría a Jerusalén con esta Ofrenda. Sin embargo, para cuando él escribió II Corintios, decidió ir y, como se dijo, estos hombres le acompañarían [II Cor. 1:16; Rom. 15:25].)
LOS PLANES FUTUROS
DE PABLO
5 Y a vosotros iré, cuando hubiere pasado por Macedonia (el Apóstol visita a las Iglesias de esa región): porque por Macedonia tengo que pasar (sin demora, pasar un poco de tiempo en cada una de las Iglesias).
6 Y podrá ser que me quede con vosotros, o invernaré también (se creía que precisaba pasar más tiempo en Corinto que en otro lugar, por lo menos en ese entonces), para que vosotros me llevéis a donde hubiere de ir. (Los Corintios le ayudarían con las finanzas, etc.)
7 Porque no os quiero ahora ver de paso (él no podía llegar a ellos de inmediato); porque espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permitiere (mas cuando él viniere, se esperaba que se quedara un rato).
8 Empero estaré en Éfeso hasta Pentecostés. (Pablo está escribiendo un poco antes de la Pascua Judaica, y tiene la intención de marcharse de Éfeso después de la Fiesta Judaica de Pentecostés, un período de dos meses.)
9 Porque se me ha abierto puerta grande y eficaz (se refiere a la extensión del Evangelio), y muchos son los adversarios (aquéllos que se opusieron a su Ministerio, parecía haber sido muchos).
TIMOTEO Y APOLOS
10 Y si llegare Timoteo, mirad que esté con vosotros sin temor (debido a su juventud, no permitan que nadie lo intimide): porque la Obra del Señor hace también como yo. (En vista de que Timoteo está con Pablo, él debe ser tratado como corresponde.)
11 Por tanto, nadie le tenga en poco (se refiere a su juventud e inexperiencia): antes, llevadlo en paz, para que venga a mí (no quiero que él venga a mí con un mal informe): porque lo espero con los Hermanos. (Son aquéllos que acompañaron a Timoteo, no se sabe quiénes fueron.)
12 Acerca del hermano Apolos, mucho le he rogado que fuese a vosotros con los Hermanos (una visita anterior): mas en ninguna manera tuvo voluntad de ir por ahora (cualesquiera sean sus motivos); pero irá cuando tuviere oportunidad (cuando una oportunidad buena se le ofrece; la Iglesia en Corinto respetaba sumamente a Apolos).
EXHORTACIONES
13 Velad (una orden militar, sea vigilante), estad firmes en la Fe (no deje que el Diablo cambie su Fe en la Cruz por otras cosas), portaos varonilmente (actúen como hombres maduros), y esforzaos (fuertes en la Fe, que es lo que le da fuerza para estar en contra del Diablo).
14 Todas vuestras cosas sean hechas con caridad (amor).
15 Y os ruego, Hermanos, (ya sabéis que la casa de Estéfanas es las Primicias de Acaya (en toda Grecia, la familia de Estéfanas era la primera en venir a Cristo como consecuencia del Ministerio de Pablo), y que se han dedicado al Ministerio de los Santos,) (¡Usado del Señor, y enormemente!)
16 Que vosotros os sujetéis a los tales (que Estéfanas y aquéllos como él sean los que ustedes siguen, en vez de estos falsos maestros), y a todos los que ayudan y trabajan (porque ellos Predican el mismo Evangelio que Pablo, el Evangelio de la Cruz y la Resurrección).
17 Me regocijo de la venida de Estéfanas y de Fortunato y de Acaico (ellos venían de Corinto para ver a Pablo en Éfeso): porque éstos suplieron lo que a vosotros faltaba. (Probablemente significa que él lamentaba no poder hablarle a la Iglesia entera en Corinto, pero estos Hermanos que representaron aquella Iglesia bastarían por el momento.)
18 Porque recrearon mi espíritu y el vuestro (mitigaba mi espíritu, y como sus representantes, mitigaban también sus espíritus): reconoced pues a los tales. (Se refiere a estos tres hombres, y lo que ellos dirían a la Iglesia en Corinto sería correcto y bueno.)
19 Las Iglesias de Asia os saludan (las Iglesias en aquella región). Os saludan mucho en el Señor, Aquila y Priscila con la Iglesia que está en su casa (marido y esposa, uno de los lugares de reunión para adorar en Éfeso fue en su casa; no había edificios de Iglesias para hacer tales cosas, en esa época, porque Roma no lo pemitía).
20 Os saludan todos los Hermanos. (Pablo no sólo se refiere a aquéllos en Éfeso, sino a todas las Iglesias de Asia, etc., también.) Saludaos los unos a los otros con ósculo santo (la cultura de esa época y de ese período, pero ahora es un apretón de manos o un abrazo).
SALUTACIÓN Y BENDICIÓN FINAL
21 La salutación de mí, Pablo, de mi mano. (Pablo había dictado la carta hasta este punto, un Escribano la redactaba. Sin embargo, el Apóstol ahora toma la pluma y, digamos que, firma la carta.)
22 El que no amare al Señor Jesucristo, sea Anatema (maldito). Maranata (el Señor viene).
23 La Gracia del Señor Jesucristo sea con vosotros. (Se refiere al favor del Señor, que viene como un flujo ininterrumpido a todos quienes tienen a Cristo y la Cruz como el Objeto de su Fe.)
24 Mi amor en Cristo Jesús sea con todos vosotros. Amén. (Pablo incluye esta última declaración porque tuvo que escribir algunas cosas muy fuertes en el cuerpo de esta Carta. Él dice que era el amor por ellos, que ocasionó la necesidad.)

Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.

Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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