09 March 2022

El 9 de marzo Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre


El 9 de marzo Lectura Bíblica Diaria:

I Samuel 1 - 3:
Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Vé en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella. Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová. Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre. Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó. Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová. 2 Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová,
Mi poder se exalta en Jehová;
Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,
Por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová;
Porque no hay ninguno fuera de ti,
Y no hay refugio como el Dios nuestro. No multipliquéis palabras de grandeza y altanería;
Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca;
Porque el Dios de todo saber es Jehová,
Y a él toca el pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados,
Y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan,
Y los hambrientos dejaron de tener hambre;
Hasta la estéril ha dado a luz siete,
Y la que tenía muchos hijos languidece. Jehová mata, y él da vida;
El hace descender al Seol, y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece;
Abate, y enaltece. El levanta del polvo al pobre,
Y del muladar exalta al menesteroso,
Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.
Porque de Jehová son las columnas de la tierra,
Y él afirmó sobre ellas el mundo. El guarda los pies de sus santos,
Mas los impíos perecen en tinieblas;
Porque nadie será fuerte por su propia fuerza. Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios,
Y sobre ellos tronará desde los cielos;
Jehová juzgará los confines de la tierra,
Dará poder a su Rey,
Y exaltará el poderío de su Ungido. Y Elcana se volvió a su casa en Ramá; y el niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí. Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová. Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguno ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio de tres dientes, y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo. Asimismo, antes de quemar la grosura, venía el criado del sacerdote, y decía al que sacrificaba: Da carne que asar para el sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda. Y si el hombre le respondía: Quemen la grosura primero, y después toma tanto como quieras; él respondía: No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré por la fuerza. Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová. Y el joven Samuel ministraba en la presencia de Jehová, vestido de un efod de lino. Y le hacía su madre una túnica pequeña y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado. Y Elí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: Jehová te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió a Jehová. Y se volvieron a su casa. Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová. Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir. Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres. Y vino un varón de Dios a Elí, y le dijo: Así ha dicho Jehová: ¿No me manifesté yo claramente a la casa de tu padre, cuando estaban en Egipto en casa de Faraón? Y yo le escogí por mi sacerdote entre todas las tribus de Israel, para que ofreciese sobre mi altar, y quemase incienso, y llevase efod delante de mí; y dí a la casa de tu padre todas las ofrendas de los hijos de Israel. ¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. He aquí, vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya anciano en tu casa. Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel; y en ningún tiempo habrá anciano en tu casa. El varón de los tuyos que yo no corte de mi altar, será para consumir tus ojos y llenar tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa morirán en la edad viril. Y te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán en un día. Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días. Y el que hubiere quedado en tu casa vendrá a postrarse delante de él por una moneda de plata y un bocado de pan, diciéndole: Te ruego que me agregues a alguno de los ministerios, para que pueda comer un bocado de pan. 3 El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia. Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó. Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven. Y dijo Elí a Samuel: Vé y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas. Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí. Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí. Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere. Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová. Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová.

Salmos 88:
Señor, Dios de mi salvación, día y noche clamo en presencia tuya. Que llegue ante ti mi oración; dígnate escuchar mi súplica. Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está al borde del sepulcro. Ya me cuentan entre los que bajan a la fosa; parezco un guerrero desvalido. Me han puesto aparte, entre los muertos; parezco un cadáver que yace en el sepulcro, de esos que tú ya no recuerdas, porque fueron arrebatados de tu mano. Me has echado en el foso más profundo, en el más tenebroso de los abismos. El peso de tu enojo ha recaído sobre mí; me has abrumado con tus olas. Selah. Me has quitado a todos mis amigos y ante ellos me has hecho aborrecible. Estoy aprisionado y no puedo librarme; los ojos se me nublan de tristeza. Yo, Señor, te invoco cada día, y hacia ti extiendo las manos. ¿Acaso entre los muertos realizas maravillas? ¿Pueden los muertos levantarse a darte gracias? Selah. ¿Acaso en el sepulcro se habla de tu amor, y de tu fidelidad en el abismo destructor? ¿Acaso en las tinieblas se conocen tus maravillas, o tu justicia en la tierra del olvido? Yo, Señor, te ruego que me ayudes; por la mañana busco tu presencia en oración. ¿Por qué me rechazas, Señor? ¿Por qué escondes de mí tu rostro? Yo he sufrido desde mi juventud; muy cerca he estado de la muerte. y ya no puedo más. Tu ira se ha descargado sobre mí; tus violentos ataques han acabado conmigo. Todo el día me rodean como un océano; me han cercado por completo. Me has quitado amigos y seres queridos; ahora sólo tengo amistad con las tinieblas.


Proverbios 22:
Vale más la buena fama que las muchas riquezas, y más que oro y plata, la buena reputación. El rico y el pobre tienen esto en común: a ambos los ha creado el Señor. El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. Recompensa de la humildad y del temor del Señor son las riquezas, la honra y la vida. Espinas y trampas hay en la senda de los impíos, pero el que cuida su vida se aleja de ellas. Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará. Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de sus acreedores. El que siembra maldad cosecha desgracias; el Señor lo destruirá con el cetro de su ira. El que es generoso será bendecido, pues comparte su comida con los pobres. Despide al insolente, y se irá la discordia y cesarán los pleitos y los insultos. El que ama la pureza de corazón y tiene gracia al hablar tendrá por amigo al rey. Los ojos del Señor protegen el saber, pero desbaratan las palabras del traidor. "¡Hay un león allá afuera! dice el holgazán. ¡En plena calle me va a hacer pedazos!" La boca de la adúltera es una fosa profunda; en ella caerá quien esté bajo la ira del Señor. La necedad es parte del corazón juvenil, pero la vara de la disciplina la corrige. Oprimir al pobre para enriquecerse, y hacerle regalos al rico, ¡buena manera de empobrecerse! Presta atención, escucha mis palabras; aplica tu corazón a mi conocimiento. Grato es retenerlas dentro de ti, y tenerlas todas a flor de labio. A ti te las enseño en este día, para que pongas tu confianza en el Señor. ¿Acaso no te he escrito treinta dichos que contienen sabios consejos? Son para enseñarte palabras ciertas y confiables, para que sepas responder bien a quien te pregunte. No explotes al pobre porque es pobre, ni oprimas en los tribunales a los necesitados; porque el Señor defenderá su causa, y despojará a quienes los despojen. No te hagas amigo de gente violenta, ni te juntes con los iracundos, no sea que aprendas sus malas costumbres y tú mismo caigas en la trampa. No te comprometas por otros ni salgas fiador de deudas ajenas; porque si no tienes con qué pagar, te quitarán hasta la cama en que duermes. No cambies de lugar los linderos antiguos que establecieron tus antepasados. ¿Has visto a alguien diligente en su trabajo? Se codeará con reyes, y nunca será un Don Nadie.


El Libro de Los Hechos Capítulo 20 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 20
(60 d.C.)
MACEDONIA Y GRECIA
Y DESPUÉS que cesó el alboroto (la turba se había dispersado), llamando Pablo a los Discípulos habiéndoles exhortado y abrazado (se refiere a unos Creyentes de la Iglesia en Éfeso), se despidió, y partió para ir a Macedonia (tiene que ver con su cuidado por las Iglesias en aquella región).
2 Y pasando por todos aquellos lugares (sin duda incluía a Filipos, Tesalónica y Berea), y exhortándoles con abundancia de palabra (se refiere a la enseñanza de la Palabra de Dios, como es obvio), vino a Grecia (probablemente tiene que ver con repetida visitas a Atenas, Corinto y Cencrea, así como a otros sitios).
3 Y después de haber estado allí tres meses (probablemente pasó la mayor parte de este tiempo en Corinto [I Cor. 16:6]), y habiendo de navegar a Siria, le fueron puestas asechanzas por los Judíos (es muy probable que eran los Judíos de la Sinagoga en Corinto, que planearon matarlo); y así tomó consejo de volverse por Macedonia (básicamente indica la dirección contraria, en realidad a Filipos, de donde él daría vuelta entonces hacia a Siria).
4 Y le acompañaron hasta Asia Sópater que era de Berea, y los Tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo (algunos expositores creen que se escogieron a ciertos hombres de varias Iglesias para viajar con Pablo, y llevar sus ofrendas para los pobres en Jerusalén [Hch. 19:29; 27:2; Rom. 15:25-28; I Cor. 16:3; II Cor. 8:19-23]).
5 Estos yendo delante, nos esperaron en Troas (por el uso del pronombre "nos," Lucas indica que se volvió a reunir con Pablo y su equipo).
PABLO EN TROAS
6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos (se refiere a la Semana de la Pascua) y vinimos a ellos a Troas en cinco días (claramente demuestra la duración que se requería para echar el viaje en barco); donde estuvimos siete días.
7 Y el día primero de la semana (Domingo), juntos los Discípulos a partir el pan (el Domingo se convirtió en el día principal de la adoración), Pablo les enseñaba, tenía pensado partir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche (expresa que posiblemente predicaba por varias horas).
8 Y había muchas lámparas en el aposento alto (claramente se refirió al tercer piso, que acomodaría a doscientas o trescientas personas sentadas) donde estaban juntos (era el lugar de reunión o Iglesia en Troas).
9 Y un joven llamado Eutico que estaba sentado en la ventana, tomado de un sueño profundo: como Pablo disputaba largamente, se quedó profundamente dormido y cayó del tercer piso abajo, y fue alzado muerto (el Texto Griego declara que era un cuerpo sin vida; la caída lo había matado).
10 Entonces descendió Pablo, y se tendió sobre él, y abrazándole, dijo (indica el ejemplo de Elías en esto, que es probablemente lo que Pablo quiso [I Rey. 17:17-21]), No os alborotéis, que su alma está en él (no significa, como algunos afirman, que el muchacho simplemente había recibido un golpe que lo dejó inconsciente, sino más bien que él estaba muerto, y que el Señor le infundió vida; ¡él fue resucitado de los muertos!).
11 Después subiendo (Pablo), y partiendo el pan, y gustando, habló largamente hasta el alba, y así partió (este Mensaje que duró toda la noche sólo fue interrumpido por la resurrección del muchacho de entre los muertos; él tenía mucho que decirles, y había mucho que ellos tenían que oír).
12 Y llevaron al joven vivo, y todos fueron animados mucho (¡qué noche!).
PABLO
13 Y nosotros subiendo en el barco (se refiere a Lucas y a los hombres de Versículo 4, pero no se refirió a Pablo, al menos en este entonces), navegamos a Asón (una distancia corta de aproximadamente sesenta kilómetros [cuarenta millas] alrededor del Cabo Electum), para recibir de allí a Pablo: pues así había determinado que debía él ir por tierra (por tierra era unos treinta kilómetros [veinte millas]; él caminaría esta distancia solo, sin duda con ganas de estar a solas con el Señor en oración).
14 Y como se juntó con nosotros en Asón, tomándole vinimos a Mitilene (presentaba otros sesenta kilómetros [cuarenta millas] aproximados en barco).
15 Y navegamos de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío (se refiere a otra Isla casi del tamaño de Lesbos; está situada directamente al oeste tanto de Esmirna como de Éfeso, aproximadamente a ciento cincuenta kilómetros [cien millas] de distancia); y al otro día tomamos puerto en Samos: y habiendo reposado en Trogilio; al día siguiente llegamos a Mileto.
16 Porque Pablo se había propuesto pasar adelante de Éfeso (no se paró allí), por no detenerse en Asia (creo que nos dice, que no quiso demorarse, después de resolver este asunto con el Señor con respecto a este viaje memorable): porque se apresuraba por hacer el Día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén (el Espíritu Santo le advirtió que le venía dificultades que tenía que afrontar en este viaje, y como si debía   apresurarse, por temor a retrocer por causa de estas dificultades venideras).
LOS ANCIANOS DE ÉFESO
17 Y enviando desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los Ancianos de la Iglesia (era aproximadamente cuarenta y cinco kilómetros [treinta millas] a Éfeso; quiso que los Ancianos se encontraran con él en Mileto antes que se marchara).
18 Y cuando vinieron a él (probablemente representa dos o tres días a partir del momento que enviaron primeramente al Mensajero), les dijo, Vosotros sabéis cómo, desde el primer día que entré en Asia (los lleva al pasado desde el principio mismo de la Iglesia en Éfeso), he estado con vosotros por todo el tiempo (indica que los educaba con el Evangelio de Jesucristo),
19 Sirviendo al Señor con toda humildad (manifiesta lo que era contrario de los Judaizantes y otros falsos maestros, quienes intentaban atraer a discípulos tras ellos), y con muchas lágrimas (las emociones de Pablo emanaban de lo profundo de su ser), y tentaciones (una provocación para resolver una situación fuera del Camino del Señor) que me han venido por las asechanzas de los Judíos (los complots de los Judíos contra Pablo nunca cesaron):
20 Como nada que fuese útil he rehuido (no permitió que nada lo callara con respecto a la gran Doctrina de Jesucristo y Él Crucificado) de anunciaros (dio explicación de Las   Escrituras) y enseñaros, públicamente y por las casas (la mayoría de las Iglesias se reunían en casas),
21 Testificando a los Judíos y a los Gentiles (el Evangelio es el mismo para todos) arrepentimiento para con Dios, y la Fe en nuestro Señor Jesucristo (expone el Evangelio en pocas palabras; la Fe en Cristo pertenece a la Fe en lo que Él hizo en la Cruz).
22 Y ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén (se refiere al Espíritu Santo, y el deseo del Espíritu para que Pablo echara este viaje, sin importar las dificultades que se aproximaban), sin saber lo que allá me ha de acontecer (el Espíritu Santo le dice que fuera a Jerusalén y que allá se encontraría con grandes problemas, pero no le dice exactamente lo que serían):
23 Mas que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio (nos dice lo que precisamente ocurrió, pero no nos da información alguna de los eventos actuales), diciendo que prisiones y tribulaciones me esperan (el Espíritu Santo no le dijo a Pablo exactamente cómo ocurrirían).
24 Mas de ninguna cosa hago caso (indica que Pablo se colocaba totalmente en las Manos del Señor), ni estimo mi vida preciosa para mí mismo (su vida le pertenecía al Señor, y el Señor podía hacer con ella lo que Él deseaba); solamente que acabe mi carrera con gozo (y esto finalmente hizo), y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del Evangelio de la Gracia de Dios (expresa básicamente lo que esta "carrera" es en realidad; su Mensaje era Jesucristo y Él Crucificado).
25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, por quien he pasado predicando el Reino de Dios (fielmente predicaba el Mensaje a los Efesios), verá más mi rostro (sabía que ésta sería la última oportunidad en que él los vería, y por lo tanto, el motivo por el cual él les pidió que vinieran).
26 Por tanto, yo os protesto el día de hoy (el registro Celestial lo revelará), que yo soy limpio de la sangre de todos (quiere decir que había predicado el Evangelio a todos los que lo escucharon predicar, exactamente como el Señor se lo dio).
27 Porque no he rehuido de anunciaros (se refiere al hecho de que la tentación siempre estaba presente para reducir el Mensaje) todo el Consejo de Dios (toda la Palabra de Dios, sin retener nada).
28 Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño (esta palabra se dirige a los Pastores que habían venido de Éfeso para reunirse con él) en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos (Ancianos, Obispos, Superintendentes, Pastores y Presbíteros; todos estos términos tienen el mismo significado, "Pastor"), para apacentar la Iglesia del Señor (para cuidar como un Pastor), la cual ganó por Su Sangre (Cristo nos compró por un gran precio).
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado (aclara una descripción perfecta de los que negocian el cuerpo de Cristo, y en cualquier otra manera).
30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres (no vendrán de afuera, sino surgirán de adentro) que hablen cosas perversas, para llevar Discípulos tras sí (no a Cristo, sino a ellos mismos).
31 Por tanto, velad (sean vigilantes en cuanto a lo espiritual), acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno (Pablo no sólo predicaba la Verdad de la Palabra, sino que dio advertencias acerca de la falsa doctrina y señaló a los falsos apóstoles).
32 Y ahora, Hermanos, os encomiendo a Dios (había compartido bastante del Evangelio con ellos para que no se apartaran del Señor), y a la Palabra de Su Gracia (esa "Palabra" es "la Cruz"), el cual es poderoso para sobreedificar (el Evangelio de la Gracia por sí sola puede edificar a la persona), y daros heredad con todos los Santificados (el Creyente está Santificado sólo al hacer la Cruz el Objeto de su Fe, lo cual da al Espíritu Santo la libertad de acción para llevar a cabo Su Obra dentro de nuestros corazones y vidas; el Creyente no puede Santificarse por sí solo).
33 La plata, o el oro, o el vestido de nadie he codiciado (no tenía ganas de apoderarse de su dinero como los lobos rapaces del Versículo 29).
34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario, y a los que están conmigo, estas manos me han servido (se refiere a Pablo que reparaba carpas, o sea, tiendas de campaña, para sostenerse [Hch. 18:3]).
35 En todo os he enseñado (quiere decir que este aspecto de desinterés sirve como un ejemplo) que, trabajando así, es necesario sobrellevar a los débiles (todo lo que el Creyente hace es para servir de ejemplo espiritual), y tener presente las Palabras del Señor Jesús, el cual dijo, Más bienaventurada cosa es dar que recibir (esas palabras no se hacen mención en los Evangelios; sin embargo, sabemos que sólo se hace mención una pequeña porción de lo que Él dijo e hizo; Pedro, o uno de los otros Apóstoles que estaban con el Señor Jesús, indudablemente le relató esto a Pablo).
36 Y cuando hubo dicho estas cosas (representaba la última oportunidad en que ya ellos iban a escucharlo), se puso de rodillas, y oró con todos ellos (también, tiene que ver con la última oportunidad que él iba a orar con ellos, aunque él iba a seguir orando por ellos).
37 Entonces hubo un gran lloro de todos (concierne el gran amor que le tenían para el Apóstol), y echándose en el cuello de Pablo, le besaban (su Mensaje los llevaba de la muerte a la vida),
38 Doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, que no habían de ver más su rostro (en cuanto sea posible saber, estos Efesios nunca volvieron a ver al Apóstol más hasta que lo volverían a ver en la Gloria). Y le acompañaron al navío (era el puerto de Mileto).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e   incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Labels: , , , , , , , , , , , , , , ,

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home