06 March 2022

El 6 de marzo Lectura Bíblica Diaria

Mensaje de la Cruz-capítulo-4

Sonidos del aire libre


El 6 de marzo Lectura Bíblica Diaria:


Jueces 17-19:


Hubo un hombre del monte de Efraín, que se llamaba Micaía, el cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, acerca de los cuales maldijiste, y de los cuales me hablaste, he aquí el dinero está en mi poder; yo lo tomé. Entonces la madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío. Y él devolvió los mil cien siclos de plata a su madre; y su madre dijo: En verdad he dedicado el dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de talla y una de fundición; ahora, pues, yo te lo devuelvo. Mas él devolvió el dinero a su madre, y tomó su madre doscientos siclos de plata y los dio al fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición, la cual fue puesta en la casa de Micaía. Y este hombre Micaía tuvo casa de dioses, e hizo efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. Y había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, el cual era levita, y forastero allí. Este hombre partió de la ciudad de Belén de Judá para ir a vivir donde pudiera encontrar lugar; y llegando en su camino al monte de Efraín, vino a casa de Micaía. Y Micaía le dijo: ¿De dónde vienes? Y el levita le respondió: Soy de Belén de Judá, y voy a vivir donde pueda encontrar lugar. Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida. Y el levita se quedó. Agradó, pues, al levita morar con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos. Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y permaneció en casa de Micaía. Y Micaía dijo: Ahora sé que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote. 18 En aquellos días no había rey en Israel. Y en aquellos días la tribu de Dan buscaba posesión para sí donde habitar, porque hasta entonces no había tenido posesión entre las tribus de Israel. Y los hijos de Dan enviaron de su tribu cinco hombres de entre ellos, hombres valientes, de Zora y Estaol, para que reconociesen y explorasen bien la tierra; y les dijeron: Id y reconoced la tierra. Estos vinieron al monte de Efraín, hasta la casa de Micaía, y allí posaron. Cuando estaban cerca de la casa de Micaía, reconocieron la voz del joven levita; y llegando allá, le dijeron: ¿Quién te ha traído acá? ¿y qué haces aquí? ¿y qué tienes tú por aquí? El les respondió: De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaía, y me ha tomado para que sea su sacerdote. Y ellos le dijeron: Pregunta, pues, ahora a Dios, para que sepamos si ha de prosperar este viaje que hacemos. Y el sacerdote les respondió: Id en paz; delante de Jehová está vuestro camino en que andáis. Entonces aquellos cinco hombres salieron, y vinieron a Lais; y vieron que el pueblo que habitaba en ella estaba seguro, ocioso y confiado, conforme a la costumbre de los de Sidón, sin que nadie en aquella región les perturbase en cosa alguna, ni había quien poseyese el reino. Y estaban lejos de los sidonios, y no tenían negocios con nadie. Volviendo, pues, ellos a sus hermanos en Zora y Estaol, sus hermanos les dijeron: ¿Qué hay? Y ellos respondieron: Levantaos, subamos contra ellos; porque nosotros hemos explorado la región, y hemos visto que es muy buena; ¿y vosotros no haréis nada? No seáis perezosos en poneros en marcha para ir a tomar posesión de la tierra. Cuando vayáis, llegaréis a un pueblo confiado y a una tierra muy espaciosa, pues Dios la ha entregado en vuestras manos; lugar donde no hay falta de cosa alguna que haya en la tierra. Entonces salieron de allí, de Zora y de Estaol, seiscientos hombres de la familia de Dan, armados de armas de guerra. Fueron y acamparon en Quiriat-jearim en Judá, por lo cual llamaron a aquel lugar el campamento de Dan, hasta hoy; está al occidente de Quiriat-jearim. Y de allí pasaron al monte de Efraín, y vinieron hasta la casa de Micaía. Entonces aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais dijeron a sus hermanos: ¿No sabéis que en estas casas hay efod y terafines, y una imagen de talla y una de fundición? Mirad, por tanto, lo que habéis de hacer. Cuando llegaron allá, vinieron a la casa del joven levita, en casa de Micaía, y le preguntaron cómo estaba. Y los seiscientos hombres, que eran de los hijos de Dan, estaban armados de sus armas de guerra a la entrada de la puerta. Y subiendo los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra, entraron allá y tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres armados de armas de guerra. Entrando, pues, aquéllos en la casa de Micaía, tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición. Y el sacerdote les dijo: ¿Qué hacéis vosotros? Y ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo. Y ellos se volvieron y partieron, y pusieron los niños, el ganado y el bagaje por delante. Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaía, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaía se juntaron y siguieron a los hijos de Dan. Y dando voces a los de Dan, éstos volvieron sus rostros, y dijeron a Micaía: ¿Qué tienes, que has juntado gente? El respondió: Tomasteis mis dioses que yo hice y al sacerdote, y os vais; ¿qué más me queda? ¿Por qué, pues, me decís: ¿Qué tienes? Y los hijos de Dan le dijeron: No des voces tras nosotros, no sea que los de ánimo colérico os acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los tuyos. Y prosiguieron los hijos de Dan su camino, y Micaía, viendo que eran más fuertes que él, volvió y regresó a su casa. Y ellos, llevando las cosas que había hecho Micaía, juntamente con el sacerdote que tenía, llegaron a Lais, al pueblo tranquilo y confiado; y los hirieron a filo de espada, y quemaron la ciudad. Y no hubo quien los defendiese, porque estaban lejos de Sidón, y no tenían negocios con nadie. Y la ciudad estaba en el valle que hay junto a Bet-rehob. Luego reedificaron la ciudad, y habitaron en ella. Y llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, conforme al nombre de Dan su padre, hijo de Israel, bien que antes se llamaba la ciudad Lais. Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla; y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes en la tribu de Dan, hasta el día del cautiverio de la tierra. Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo. 19 En aquellos días, cuando no había rey en Israel, hubo un levita que moraba como forastero en la parte más remota del monte de Efraín, el cual había tomado para sí mujer concubina de Belén de Judá. Y su concubina le fue infiel, y se fue de él a casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allá durante cuatro meses. Y se levantó su marido y la siguió, para hablarle amorosamente y hacerla volver; y llevaba consigo un criado, y un par de asnos; y ella le hizo entrar en la casa de su padre. Y viéndole el padre de la joven, salió a recibirle gozoso; y le detuvo su suegro, el padre de la joven, y quedó en su casa tres días, comiendo y bebiendo y alojándose allí. Al cuarto día, cuando se levantaron de mañana, se levantó también el levita para irse; y el padre de la joven dijo a su yerno: Conforta tu corazón con un bocado de pan, y después os iréis. Y se sentaron ellos dos juntos, y comieron y bebieron. Y el padre de la joven dijo al varón: Yo te ruego que quieras pasar aquí la noche, y se alegrará tu corazón. Y se levantó el varón para irse, pero insistió su suegro, y volvió a pasar allí la noche. Al quinto día, levantándose de mañana para irse, le dijo el padre de la joven: Conforta ahora tu corazón, y aguarda hasta que decline el día. Y comieron ambos juntos. Luego se levantó el varón para irse, él y su concubina y su criado. Entonces su suegro, el padre de la joven, le dijo: He aquí ya el día declina para anochecer, te ruego que paséis aquí la noche; he aquí que el día se acaba, duerme aquí, para que se alegre tu corazón; y mañana os levantaréis temprano a vuestro camino y te irás a tu casa. Mas el hombre no quiso pasar allí la noche, sino que se levantó y se fue, y llegó hasta enfrente de Jebús, que es Jerusalén, con su par de asnos ensillados, y su concubina. Y estando ya junto a Jebús, el día había declinado mucho; y dijo el criado a su señor: Ven ahora, y vámonos a esta ciudad de los jebuseos, para que pasemos en ella la noche. Y su señor le respondió: No iremos a ninguna ciudad de extranjeros, que no sea de los hijos de Israel, sino que pasaremos hasta Gabaa. Y dijo a su criado: Ven, sigamos hasta uno de esos lugares, para pasar la noche en Gabaa o en Ramá. Pasando, pues, caminaron, y se les puso el sol junto a Gabaa que era de Benjamín. Y se apartaron del camino para entrar a pasar allí la noche en Gabaa; y entrando, se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los acogiese en casa para pasar la noche. Y he aquí un hombre viejo que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual era del monte de Efraín, y moraba como forastero en Gabaa; pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín. Y alzando el viejo los ojos, vio a aquel caminante en la plaza de la ciudad, y le dijo: ¿A dónde vas, y de dónde vienes? Y él respondió: Pasamos de Belén de Judá a la parte más remota del monte de Efraín, de donde soy; y había ido a Belén de Judá; mas ahora voy a la casa de Jehová, y no hay quien me reciba en casa. Nosotros tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también tenemos pan y vino para mí y para tu sierva, y para el criado que está con tu siervo; no nos hace falta nada. Y el hombre anciano dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda quede solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en la plaza. Y los trajo a su casa, y dio de comer a sus asnos; y se lavaron los pies, y comieron y bebieron. Pero cuando estaban gozosos, he aquí que los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y hablaron al anciano, dueño de la casa, diciendo: Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos. Y salió a ellos el dueño de la casa y les dijo: No, hermanos míos, os ruego que no cometáis este mal; ya que este hombre ha entrado en mi casa, no hagáis esta maldad. He aquí mi hija virgen, y la concubina de él; yo os las sacaré ahora; humilladlas y haced con ellas como os parezca, y no hagáis a este hombre cosa tan infame. Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre a su concubina, la sacó; y entraron a ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba. Y cuando ya amanecía, vino la mujer, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día. Y se levantó por la mañana su señor, y abrió las puertas de la casa, y salió para seguir su camino; y he aquí la mujer su concubina estaba tendida delante de la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral. El le dijo: Levántate, y vámonos; pero ella no respondió. Entonces la levantó el varón, y echándola sobre su asno, se levantó y se fue a su lugar. Y llegando a su casa, tomó un cuchillo, y echó mano de su concubina, y la partió por sus huesos en doce partes, y la envió por todo el territorio de Israel. Y todo el que veía aquello, decía: Jamás se ha hecho ni visto tal cosa, desde el tiempo en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Considerad esto, tomad consejo, y hablad.


Salmos 84:
¡Cuán hermosas son tus moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida. Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío, aun el gorrión halla casa cerca de tus altares; también la golondrina hace allí su nido, para poner sus polluelos. Dichoso el que habita en tu templo, pues siempre te está alabando. Selah. Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que sólo piensa en recorrer tus sendas. Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle. Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas, y en Sión se presentan ante el Dios de dioses. Oye mi oración, Señor, Dios Todopoderoso; escúchame, Dios de Jacob. Selah. Oh Dios, escudo nuestro, pon sobre tu ungido tus ojos bondadosos. Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos. El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!


Proverbios 18:
El egoísta busca su propio bien; contra todo sano juicio se rebela. Al necio no le complace el discernimiento; tan sólo hace alarde de su propia opinión. Con la maldad, viene el desprecio, y con la vergüenza llega el oprobio. Las palabras del hombre son aguas profundas, arroyo de aguas vivas, fuente de sabiduría. No está bien declarar inocente al malvado y dejar de lado los derechos del justo. Los labios del necio son causa de contienda; su boca incita a la riña. La boca del necio es su perdición; sus labios son para él una trampa mortal. Los chismes son deliciosos manjares; penetran hasta lo más íntimo del ser. El que es negligente en su trabajo confraterniza con el que es destructivo. Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo. Ciudad amurallada es la riqueza para el rico, y éste cree que sus muros son inexpugnables. Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad. Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar. En la enfermedad, el ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar al abatido? El corazón prudente adquiere conocimiento; los oídos de los sabios procuran hallarlo. Con regalos se abren todas las puertas y se llega a la presencia de gente importante. El primero en presentar su caso parece inocente, hasta que llega la otra parte y lo refuta. El echar suertes pone fin a los litigios y decide entre las partes en pugna. Más resiste el hermano ofendido que una ciudad amurallada; los litigios son como cerrojos de ciudadela. Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto. Quien halla esposa halla la felicidad: muestras de su favor le ha dado el Señor. El pobre habla en tono suplicante; el rico responde con aspereza. Hay amigos que llevan a la ruina, y hay amigos más fieles que un hermano. 


El Libro de Los Hechos Capítulo 16 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 16
(53 d.C.)
TIMOTEO


DESPUÉS llegó (Pablo) a Derbe, y a Listra (el segundo Viaje Misionero tendrá un efecto más grande en la civilización que cualquier otra cosa que jamás haya sucedido, además de la Primera Venida de Cristo): y, he aquí, estaba allí un Discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer Judía fiel (habla de Timoteo y de su madre que eran seguidores de Cristo), mas de padre Griego (parece ser que él no era Creyente):
2 De éste daban buen testimonio los Hermanos que estaban en Listra y en Iconio (la consagración de Timoteo es muy obvia aquí).
3 Éste quiso Pablo que fuese con él (lo cual indudablemente era la dirección del Espíritu); y tomándole, le circuncidó por causa de los Judíos que estaban en aquellos lugares (precisamente esto era sabiduría de parte de Pablo, lo cual él se sintió guiado por el Espíritu Santo hacer): porque todos sabían que su padre era Griego (precisamente Pablo haría todo los que podía para apaciguar a la gente, pero no arriesgar su compromiso con el Evangelio).
4 Y como pasaban por las ciudades, les daban que guardasen los decretos que habían sido determinados por los Apóstoles y los Ancianos que estaban en Jerusalén (tiene que ver con las copias concerniente a la disputa sobre la Ley y la Gracia, la cual salió del Concilio en Jerusalén).
5 Así que, las Iglesias eran confirmadas en Fe (Jesucristo y Él Crucificado), y eran aumentadas en número cada día (muchos se estaban salvando).
6 Y pasando a Frigia y la provincia de Galacia (insinúa un período de unos varios meses), les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la Palabra en Asia (se refiere a la región que ahora es conocida como el noroeste de Turquía; aunque el Espíritu Santo quería que el Evangelio se extendiera a esta área, había otro lugar que Él deseaba primero),
7 Y como vinieron a Misia, intentaron de ir a Bitinia (representaba una región al oriente del área de Éfeso): mas el Espíritu no les dejó (¡declara que la puerta estaba cerrada a esta área también!).
8 Y pasando a Misia, descendieron a Troas (esta área también estaría cerrada para mientras).
EL LLAMADO MACEDONIO
9 Y fue mostrada a Pablo de noche una Visión (proclama que el Espíritu Santo está diciéndole al Apóstol exactamente adónde Él quiere que fuera); Un varón Macedonio (la parte norte de la Grecia moderna, del Adriático al Río Hebro) se puso delante, rogándole, y diciendo, Pasa a Macedonia, y ayúdanos (así fue introducido el acontecimiento más monumental en la historia del mundo, los viajes de Pablo para llevar el Evangelio a las naciones del Occidente).
10 Y como vio la Visión, luego nosotros procuramos partir a Macedonia (por el uso del pronombre "nosotros," sabemos que Lucas, el escritor del Libro de los Hechos, se reúne ahora con Pablo aquí en Troas), dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el Evangelio (sabían que ahora tenían la Mente del Señor).
FILIPOS
11 Partidos pues de Troas, vinimos camino derecho a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis (sería la primera presentación del Evangelio en las naciones Europeas, lo cual   tendría tanto que ver con lo que ahora se refiere a la "Civilización Occidental");
12 Y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la parte de Macedonia (la destinación de Pablo), y una colonia (a la colonia de Roma): y estuvimos en aquella ciudad algunos días (representaba enormes dificultades, pero allí se estableció una Iglesia).
EL PRIMER CONVERTIDO
13 Y un día de Sábado salimos de la puerta junto al río, donde solía ser la oración (significaba que no había una Sinagoga en la ciudad; los pocos Judíos que se hallaban allí se reunían a la orilla del Río); y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían juntado (aparentemente indica que no habían hombres presentes excepto Pablo y su grupo).
14 Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciudad de Tiatira (era una mujer de negocios), temerosa de Dios (una Gentil quien probablemente había comenzado a asistir a una Sinagoga Judía en Tiatira), estaba oyendo (era evidente que le pidieron a Pablo que le hablara a estas mujeres y, por lo tanto, proclamar la historia de Jesucristo y Su Redención ofrecida por la Cruz del Calvario): el corazón de la cual abrió el Señor (revela su sed de conocer a Dios) para que estuviese atenta a lo que Pablo decía (ella entregó su corazón a Cristo y, por lo tanto, fue la primera convertida en tierra Europea).
15 Y cuando fue bautizada (claramente esto sucedió unos días más tarde), y su familia (se refiere a que todas las que estaban con ella también aceptaron al Señor, y fueron bautizadas), nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad (además, era probable que su casa fue la primera Iglesia en tierra Europea). Y nos constriñó (quiere decir que ellos no aceptaron al instante, pensando que quizás sería una imposición para ella, sin embargo ella no aceptó una respuesta negativa a su invitación).
LA LIBERACIÓN
16 Y aconteció, que yendo nosotros a la oración (no nos dice exactamente dónde se encontraban, pero nos indica que se hallaban en cierto lugar, lo más seguro en la casa de Lidia), una muchacha que tenía espíritu de adivinación, nos salió al encuentro (habla de la muchacha que estaba poseída por un demonio), la cual daba grande ganancia a sus amos adivinando (daba consejo y dirección que provenía del mundo del espíritu, que produjo una suma de dinero para sus dueños):
17 Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo (insinúa que se llevó a cabo por cierto tiempo, es posible que fue por varios días), Estos hombres son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de Salvación (debiera haberse traducido, "un camino de la Salvación," porque es así como fue descrito en el Texto original).
18 Y esto hacía por muchos días (por alguna razón, el Espíritu Santo no le concedió a Pablo el permiso para orar por esta muchacha hasta ahora). Mas desagradando a Pablo, se volvió y dijo al espíritu (se dirigió al espíritu maligno, y no directamente a la muchacha), Te Mando en el Nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió (el espíritu maligno) en la misma hora (quiere decir que el espíritu salió al instante).
19 Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia (significa que la muchacha no podía funcionar como lo había hecho antes), prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, al Magistrado (era evidente que estos hombres tenían cierta influencia con estos Gobernadores),
20 Y presentándolos a los Magistrados (pertenecía los Romanos comisionados por Roma), dijeron, Estos hombres, siendo Judíos, alborotan nuestra ciudad (la manera como se usa la palabra "Judíos" insinúa desprecio),
21 Y predican ritos, los cuales no nos es lícito recibir ni hacer (¡una falsedad grotesca! En realidad, el Judaísmo era una religión legal en todo el Imperio Romano; aunque Pablo y Silas no enseñaban el Judaísmo, sino que proclamaban a Jesús, de todos modos los Romanos no podían distinguir la diferencia), pues somos Romanos (insinúa superioridad).
22 Y se agolpó el pueblo contra ellos (presenta un gran grupo en contra de Pablo y Silas): y los Magistrados rompiéndoles sus ropas (le quitaron la ropa a Pablo y Silas, por lo menos hasta la cintura), les mandaron azotar con varas (Pablo vuelve a recalcarlo en I Tes. 2:2; los azotes bajo la Ley Romana era el castigo más cruel y brutal).
23 Y después que los hubieron herido de muchos azotes (los flageladores fueron impulsados por la muchedumbre, golpearon a los Apóstoles hasta casi matarlos), los echaron en la cárcel (las cárceles de esa época eran lo peor que se pueda imaginar), mandando al carcelero que los guardase con diligencia (contiene la implicación que Pablo y Silas estaban desesperados):
24 El cual, recibido este mandamiento (quiere decir que podía castigarlos aun más si así lo deseaba, lo cual lo hizo), los metió en la cárcel de más adentro (reservado para los criminales más violentos), y les apretó los pies en el cepo (les separaron las piernas y los tiraron en el suelo de espalda; después de un breve tiempo, los músculos de las piernas comenzaran a encogerse, causando un dolor severo).
LA CONVERSIÓN
25 Mas a medianoche, orando Pablo y Silas (no significa que comenzaron a orar a la medianoche, sino más bien que todavía estaban orando a la medianoche habiendo comenzado mucho antes), cantaban himnos a Dios (el Texto Griego sugiere que rompían a cantar prorrumpiendo de vez en cuando mientras oraban; su canto era probablemente uno de los Salmos): y los que estaban presos los oían (quiere decir que oraban y cantaban tan fuerte que los otros presos los oían).
26 Entonces fue hecho de repente un gran terremoto (no era ningún terremoto ordinario), de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían (presenta al Señor como el Instigador de esta agitación, no una fuerza normal de la naturaleza): y luego todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron (no insinúa un terremoto normal, sino más bien algo sobrenatural).
27 Y despertado el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel (automáticamente asume que todos los presos se habían escapado), sacando la espada se quería matar, pensando que los presos se habían huido (quiere decir que bajo la pena de muerte, él era responsable de los prisioneros).
28 Mas Pablo clamó a gran voz (Pablo veía lo que el carcelero estaba por hacer), diciendo, No te hagas ningún mal: que todos estamos aquí (nos dice que ningun prisionero, no importa cuántos eran, se aprovechó para escaparse; también nos dice que posiblemente algunos, aunque no todos, entregaron sus corazones al Señor).
29 Él entonces pidiendo luz, corrió adentro, y temblando (algo poderoso le estaba sucediendo a este hombre, además del susto del terremoto y de sus pensamientos de suicidio), se derribó a los pies de Pablo y de Silas (el carcelero trataba a Pablo con gran brutalidad, pero Pablo lo trataba con gran humildad),
30 Y sacándolos fuera (sacó a Pablo y a Silas de la prisión), le dice, Señores, ¿qué es necesario que yo haga para ser salvo? (Presenta la terminología que demuestra algo de   familiaridad con el Evangelio; es muy posible que antes del arresto del Apóstol, el carcelero le había escuchado predicar.)
31 Y ellos dijeron, Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú (presenta la explicación más bella de la Salvación que jamás se podría dar), y tu casa (quiere decir que la Salvación no está limitada solamente al carcelero, sino disponible a toda su familia también, si cumplen los requisitos de la Fe en Cristo que se les exige).
32 Y le hablaron la Palabra del Señor (se refiere a la explicación de la respuesta en el Versículo anterior, que explica lo que significa realmente creer en Cristo), y a todos los que están en su casa (presenta el culto que se celebraba después de la medianoche, lo que resultó que toda su familia entregaron sus corazones a Cristo; ¡Qué noche tan linda resultó!).
33 Y (el carcelero) tomándolos (Pablo y Silas) en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes (habla de la terrible paliza que habían sufrido poco rato antes); y se bautizó luego él, y todos los suyos (de inmediato).
34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa (como es obvio, se preparó una comida para ellos), y se gozó de que con toda su casa había creído a Dios (una noche de miseria se convertió en una noche de gran gozo, y un gozo que duraría para siempre para este carcelero y su familia).
LOS MAGISTRADOS
35 Y cuando se hizo de día, los Magistrados enviaron los alguaciles (es posible que se refiera a los mismos hombres que habían administrado la paliza a Pablo y Silas), diciendo, Deja ir a aquellos hombres (el Códice de Bezae dice que los Magistrados entraron en la Corte esa mañana pensando en su tratamiento hacia Pablo y Silas había provocado el terremoto; ¡ellos tenían razón!).
36 Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo, Los Magistrados han enviado a decir que seas suelto: así que ahora salid, e id en paz.
37 Entonces Pablo les dijo, Azotados públicamente sin ser condenados, siendo hombres Romanos (presenta un escenario que pone una nueva cariz al asunto; era contra la Ley Romana que los Romanos fueran azotados; por lo tanto, los Magistrados habían violado la ley, sin haberse dado cuenta que ellos eran Romanos), nos echaron en la cárcel; y ¿ahora nos echan encubiertamente? (Fueron tratados como criminales comunes.) No, de cierto; sino vengan ellos y sáquennos (de esta manera, la ciudad de Filipos sabría que los cargos eran falsos).
38 Y los alguaciles volvieron a decir a los Magistrados estas palabras: y tuvieron miedo,   oído que eran Romanos (si Pablo y Silas lo hubieran deseado, ellos podían haber traído cargos contra estos individuos, lo que hubiera causado consecuencias severas).
39 Y viniendo, les rogaron, y sacándolos (se refiere a que los "Magistrados" fueron donde Pablo y Silas), les pidieron que se saliesen de la ciudad (tiene referencia al hecho de que le suplicaron a los Apóstoles para que no presentaran cargos contra ellos, sino que se marcharan en paz).
40 Entonces salidos de la cárcel, entraron en casa de Lidia (estaban un poco golpeados y maltratados físicamente, pero enormemente animados espiritualmente): y habiendo visto a los Hermanos, los consolaron, y se salieron (éstos eran los nuevos convertidos en la Iglesia Filipense).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e   incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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