Sonidos del aire libre
El 6 de enero Lectura Bíblica Diaria:
ÉXODO 1 - 3:
CAPÍTULO 1
(1706 a.C.)
ISRAEL EN EGIPTO
     1 ESTOS son los nombres de los Hijos de Israel, que entraron en Egipto con Jacob; cada uno entró con su familia. (La
 familia de Jacob compuesta de 70 personas, que por la Mano del Señor 
fueron traídos de Canaán a Egipto, y se puede decir que traídos allí 
para su resguardo en un lugar seguro. A los ojos del mundo ellos eran 
insignificantes, pero si Dios está en el asunto, nunca debemos 
despreciar el día de las pequeñeces.)
     2 Rubén, Simeón, Leví y Judá,
     3 Isacar, Zabulón y Benjamín,
     4 Dan y Neftalí, Gad y Aser.
     5 Y todas las almas de los que salieron de los lomos de Jacob, fueron setenta. Y José estaba en Egipto. (El
 Libro de Génesis es la historia de la Caída del hombre. El Libro de 
Éxodo es la historia de su Redención. Por consiguiente, la obra de la 
Redención por Cristo se llama Su «Éxodo» [defunción, salir del mundo, 
Luc. 9:31].)
     6 Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación. (Se
 puede notar que este Libro comienza con nombres, por consiguiente la 
Salvación es un asunto personal. José murió casi 80 años antes de que 
naciera Moisés.)
     7 Y
 los Hijos de Israel crecieron, y se multiplicaron, y fueron aumentados y
 se hicieron muy poderosos; y se llenó la tierra de ellos (las Bendiciones del Señor sobre Israel).
LA OPRESIÓN
     8 Se levantó entretanto un nuevo rey sobre Egipto, que no conocía a José (que no tenía respecto alguno por José; este «nuevo rey» era posiblemente Ramesés I, o su hijo, Seti I); el cual dijo a su pueblo:
     9 He aquí, el pueblo de los Hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros (se
 cree que ellos sumaban aproximadamente 2 1/2 millones; algunos han 
dicho que en los registros Egipcios no hay mención de los Hebreos como 
lo afirma la Biblia; sin embargo, se conoce que alrededor de la 
peregrinación Hebrea había en Egipto una raza subyugada, muchas veces 
empleados en labores forzadas, llamada «Aperú» o «Aperiu», y parece 
imposible negar que esta palabra es un justo equivalente Egipcio para 
los «Hebreos» Bíblicos; por tanto, nos hace creer o suponer que había en
 Egipto, durante la misma época, dos razas subyugadas con nombres casi 
idénticos, o admitir la identificación de «Aperú» con los descendientes 
de Jacob).
    10 Ahora,
 pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y 
acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos, y 
pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra. (Faraón
 se dedica a destruir al pueblo de Dios. Para asegurarse, sus planes 
fueron severos en extremo; eso mientras Dios no fuera tomado en cuenta; 
pero al entrar Dios en estos planes convirtió la sabiduría de ellos en 
insensatez. Cualquier maquinación que ignore a Dios es una ilustración 
de eso mismo.)
    11 Entonces
 pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus 
cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y 
Ramsés. (Las
 ruinas de estas dos ciudades existen en la actualidad y, esta última 
era la residencia de la Corte. Hay una buena posibilidad que los 
milagros de Moisés anotados en Éxodo, Capítulo 7 acontecieron en esta 
Corte [Sal. 78:12, 43]. Por lo tanto, los grandes palacios construidos 
por los Hijos de Dios que eran esclavos, presenciarían el gran Poder de 
Dios muy evidente en ellos.)
    12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían; de manera que los egipcios temían a los Hijos de Israel. (Tocante
 a esto, Mackintosh dice: «En referencia al rey de Egipto, se puede 
decir que él ‘erraba enormemente’ no conociendo a Dios ni Sus consejos 
inmutables. Cientos de años atrás, antes de que él recibiera el soplo de
 vida mortal, él no sabía que la Palabra de Dios y el Juramento — ‘dos 
cosas inmutables’ — había asegurado infaliblemente la plena y gloriosa 
liberación de ese mismo pueblo, en verdad, un pueblo que en ese 
entonces, la época del Juramento de Dios, ni siquiera existía, al cual Faraón
 iba, en su sabiduría terrenal, a destruir. Todo esto era desconocido 
para él, por lo tanto, todos sus pensamientos y planes estaban basados 
en la ignorancia de ese gran fundamento — la verdad de todas las 
verdades, es a saber que ‘Dios existe.’ Faraón vanidosamente se imaginó 
que él, por su propio ingenio, podía prevenir el aumento de quienes Dios
 había dicho, ‘serán como las estrellas del Cielo, y como la arena del 
mar que no se puede contar.’ Por lo tanto, sus intentos fueron 
simplemente locura e insensatez».)
    13 Y los Egipcios hicieron servir a los Hijos de Israel con dureza («dureza» se deriva de una raíz que significa «hacer pedazos, triturar»);
    14 y
 amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y 
en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con
 rigor.
    15 Y habló el rey de Egipto a las parteras de las Hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá, y la otra Fuvá, y les dijo (es
 irónico que los nombres de los poderosos Faraones de esa época están 
casi completamente olvidados de la historia, mientras que los nombres de
 estas dos mujeres que obedecieron a Dios son reconocidos por múltiples 
millones en cada generación; las dos nombradas aquí, por lo visto, 
estaban a cargo de muchas, si no todas, las parteras entre el pueblo de 
Israel):
    16 Cuando asistáis a las Hebreas a dar a luz, y veáis el sexo (cuando el bebé está por nacer), si es hijo, matadlo; y si es hija, dejadla vivir. (Este
 plan asesino ingeniado por Faraón, o alguien de su corte, era para 
debilitar a Israel limitando su crecimiento. Algunos se preguntarán ¿por
 qué permitió el Señor que esto sucediera? ¡La respuesta es muy 
sencilla! Si Israel no hubiera sufrido enormemente, ellos no hubieran 
anhelado salir de Egipto.)
    17 Mas las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños. (Las parteras, también, idearon un plan, sin duda inspirado por el Señor, que produciría los resultados deseados.)
    18 Y el rey de Egipto hizo llamar a las parteras (Sifrá y Fuvá) y les dijo: ¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños?
    19 Y
 las parteras respondieron a Faraón: Porque las mujeres Hebreas no son 
como las Egipcias; porque son robustas, y dan a luz antes que la partera
 venga a ellas. (Este plan requería que las parteras llegaran tarde, y produjo los resultados deseados.)
    20 Y Dios hizo bien a las parteras (significa que es precisamente lo que el Señor les había dicho que hicieran, y Él les bendijo por su obediencia); y el pueblo se multiplicó, y se fortaleció en gran manera (El plan de Faraón fue estropeado).
    21 Y por haber las parteras temido a Dios (temieron a Dios más que a Faraón), Él (Dios) prosperó sus familias (les concedió familias numerosas).
EL MANDATO CRUEL
    22 Entonces Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a todo hijo que nazca, y a toda hija preservad la vida. (Si
 bien Faraón deseó debilitar a los Israelitas al exigir que mataran a 
los niños varones al nacer, el plan de Satanás fue todavía más 
siniestro. Es la enemistad de la serpiente en contra de la Simiente de 
la mujer. Si la destrucción de los niños varones se hubiera llevado a 
cabo, no hubiera existido un David, nada más para hacer mención de un 
ejemplo, y, de no haber un David, no habría un Hijo de David. No hay 
mención de que los Israelitas obedecieron este mandato con respecto al 
río. De hecho, Dios utilizó el río, como luego veremos, para llevar a 
cabo Su Voluntad Divina.)
CAPÍTULO 2
(1571 a.C.)
NACIMIENTO DE MOISÉS
     1 UN varón de la familia de Leví fue, y tomó por mujer una hija de Leví. (Lo
 que significa que Moisés era miembro de la Tribu de Leví, que sería la 
Tribu Sacerdotal. Él era un Tipo de Cristo, nuestro Gran Sumo 
Sacerdote.)
     2 La cual concibió, y dio a luz un hijo; y viéndolo que era hermoso, le tuvo escondido tres meses. (Miriam y Aarón, hermanos de Moisés, ya habían nacido cuando nació Moisés. Jocabed era su madre y Amirán su padre. 
    En
 cuanto a Moisés, Pink dice: «De Adán a Cristo, no existe otro mayor que
 Moisés. Él es uno de los pocos personajes en Las Santas Escrituras del 
cual se traza el curso de su vida desde su infancia hasta su muerte. La 
luz intensa de la crítica se ha enfocado sobre él por generaciones, pero
 todavía es la figura más imponente del mundo antiguo.
    «En
 carácter y fe, en la posición única que le fue asignada como el 
mediador del Antiguo Pacto, y por sus logros se destaca como el primero 
entre los héroes del Antiguo Testamento.
    «Todos
 los primeros tratos de Dios con Israel fueron llevados a cabo a través 
de Moisés. Él mismo era Profeta, Sacerdote y Rey, y así unió todas las 
grandes funciones importantes que más tarde se distribuyeron entre una 
pluralidad de personas. La historia de tal es digna de la más estricta 
atención y su vida notable merece el estudio más concienzudo».)
     3 Pero no pudiendo (la madre de Moisés) ocultarle más tiempo (Faraón había dado órdenes de matar a todo niño varón al instante de nacer),
 tomó una arquilla de juncos, y la calafateó con asfalto y brea, y 
colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río. (Lo que resalta tan vívidamente en este relato es la fe de Jocabed, la madre de Moisés. Sin duda el Señor la guió a hacer esto.)
     4 Y se paró una hermana suya a lo lejos, para ver lo que le acontecería.
LOS PRIMEROS AÑOS DE MOISÉS
     5 Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río (el Señor tenía en mente algo que Jocabed no podría ni siquiera haber soñado), y paseándose sus doncellas por la ribera del río (el Nilo), vio ella la arquilla entre los juncos, y envió una criada suya a que la tomase (el Espíritu Santo determinó todo justo a tiempo — el lugar, la persona y el progreso).
     6 Y cuando la abrió (la hija del Faraón), vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los Hebreos es éste. (Alguien ha dicho: «En ese memorable día, en las lágrimas de las mejillas de un bebé, Dios puso Su ejército en circulación ».)
     7 Entonces su hermana (Miriam, hermana de Moisés) dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las Hebreas, para que te críe este niño? (Miriam fue dirigida por el Señor a hacer esto.)
     8 Y la hija de Faraón respondió: Vé. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño (sin embargo, la hija de Faraón, al menos en ese momento, no sabía que ésta era la madre de Moisés);
     9 a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño, y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño, y lo crió. (Entonces Jocabed cuidaría al niño Moisés, y el Estado le pagaría por hacerlo. Me pregunto ¿qué pensó Satanás acerca de esto?)
    10 Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó. (En
 un momento dado, la hija de Faraón quería que Moisés fuera a vivir con 
ella en el Palacio. Al hacer de Moisés su hijo proclama o que la madre 
de ella estaba muerta o no podía tener hijos, por lo tanto, Moisés fue 
criado para ser el Faraón de Egipto.) Y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué. (Para
 demostrar cuán poco el Espíritu Santo valoraba el palacio de Faraón, 
Él, en efecto, dedica solamente un Versículo a estos años de la vida de 
Moisés.)
EL EGIPCIO
    11 Y en aquellos días aconteció que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus cargas (del
 lenguaje de Hebreos 11:24, queda claro que el tiempo llegó cuando 
Moisés tenía que escoger entre aceptar o rechazar el trono de Egipto; él
 lo rechazó y se puso al lado de los Hebreos oprimidos); y observó a un Egipcio que hería a uno de los Hebreos, sus hermanos.
    12 Y miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al Egipcio y lo escondió en la arena. (Era una «obra de la carne» de parte de Moisés y, como todas las obras de la carne, sólo tendría consecuencias desastrosas.)
    13 Y al día siguiente salió y vio a dos Hebreos que reñían, entonces dijo al que hacía la injuria: ¿Por qué hieres a tu prójimo?
    14 Y
 él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre 
nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al Egipcio? Entonces Moisés tuvo
 miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.
    15 Y oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés. (Josefo
 dijo que los Egipcios, desde el trono hasta el nivel más bajo, tenían 
envidia de Moisés y en parte estaban temerosos de él. Ellos pensaban, 
debido a su gran éxito en derrotar a los Etíopes [el Tárgum Judío dice 
que Moisés era un General del ejército Egipcio], que él sacaría ventaja 
de su buena fortuna e intentaría derribar el gobierno. Por lo tanto, 
cuando Moisés defendió al Hebreo, matando al Egipcio, fue como la gota 
que rebalsó el vaso.) Pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián. (Haldeman
 dice de Moisés: «La vida de Moisés presenta una serie de sorprendentes 
contrastes. Por ejemplo, él era hijo de una esclava e hijo de una reina.
 Nació en una choza y vivió en un palacio. Él heredó la pobreza y 
disfrutó de riqueza ilimitada. Fue líder de ejércitos y pastor de 
rebaños. Fue el más poderoso de los soldados y el más manso de los 
hombres. Se educó en la corte de Egipto y sin embargo habitó en el 
desierto. Tenía la sabiduría de Egipto y la fe de un niño. Fue equipado 
para la ciudad, y vagó en el desierto. Fue tentado con los placeres del 
pecado y soportó las penurias de la virtud. Fue tardo en su manera de 
hablar y a pesar de eso habló con Dios. Él tenía la vara de un pastor y 
el poder del Infinito. Fue un fugitivo de Faraón y un embajador del 
Cielo. Él fue el dador de la Ley y el precursor de la Gracia».)
    16 Y estando sentado junto al pozo, siete hijas que tenía el sacerdote de Madián (este
 hombre tenía tres nombres: «Reuel», «Jetro» y «Raguel»; el último 
nombre significa «un amigo de Dios»; él era descendiente de Abraham por 
Cetura; y adorador del Verdadero Dios), vinieron a sacar agua para llenar las pilas y dar de beber a las ovejas de su padre.
    17 Pero los pastores vinieron y las echaron; entonces Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas.
    18 Y volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿Por qué habéis venido hoy tan pronto? terminaron temprano de abrevar el rebaño.)
    19 Y
 ellas respondieron: Un varón Egipcio nos defendió de mano de los 
pastores, y también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas. (Moisés no era en realidad Egipcio, pero las jóvenes pensaban que lo era.)
    20 Y dijo a sus hijas: ¿Y dónde está? ¿Por qué habéis dejado ese hombre? Llamadle para que coma.
    21 Y Moisés acordó en morar con aquel varón; y él dio a Moisés a su hija Séfora. (Debemos
 suponer que el Señor dirigió a Moisés a Jetro [Reuel], y que Séfora 
estaba destinada a ser su esposa. Pero aun así, Séfora no era tan unida a
 Moisés como lo debiera.)
    22 La cual le dio a luz un hijo, y le puso por nombre Guersón; porque dijo: Peregrino soy en tierra ajena. (Moisés
 está por comenzar su verdadera educación que duraría 40 años. Algunos 
han dicho que tomó unas 40 horas para sacar a Moisés de Egipto, pero 
unos 40 años para sacar Egipto de Moisés.)
    23 Y aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto (se refiere al Faraón que quiso matar a Moisés),
 y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron: y 
subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. (La
 presión de Egipto sobre los Israelitas ahora es tan dura y tan difícil 
que ellos están listos para salir. Francamente, no hubieran salido de 
Egipto si las bendiciones hubieran continuado, como lo fue durante la 
época de José. A veces, el Señor permite las dificultades para que 
estemos dispuestos a hacer Su Voluntad.)
    24 Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su Pacto con Abraham, Isaac y Jacob. (Aquí
 no es claro cuán consciente estaban los Israelitas de Dios, o si casi 
se habían olvidado de Él. Pero sí sabemos que fue Dios quien tomó la 
iniciativa en la liberación de ellos en vista de Sus Pactos y Promesas 
que había hecho con sus padres. ¡Dios siempre cumple Su Palabra!)
    25 Y miró Dios a los Hijos de Israel, y los reconoció Dios. (El
 glorioso Nombre «Elojím» se halla cinco veces en los Versículos 23-25. 
Hasta este momento, Él no era conocido a Israel como «Jehová». Esto 
ocurriría un poco más tarde. Cinco es el número de la Gracia. No había 
excelencia moral en los Hijos de Israel para atraer el amor de Dios; fue
 su aflicción que atrajo Su Corazón hacia ellos: A. Él «oyó» su gemido; 
B. «Se acordó» de Su Pacto; C. Los «miró»; y D. Los «reconoció».)
CAPÍTULO 3
(1491 a.C.)
LA ZARZA ARDIENDO
     1 APACENTANDO Moisés
 las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a 
través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. (Lo Que Dios haría Moisés no lo aprendió en los palacios de Egipto, sino «en el desierto».)
     2 Y se le apareció el Ángel de Jehová (en realidad, el Señor Mismo) en una llama de fuego en medio de una zarza (tomó
 40 años en el desierto para humillar la fuerza de la «carne» y destruir
 su esperanza; el posible rey de Egipto ahora era un humilde pastor); y él miró y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. (La llama de fuego en una pequeña zarza del desierto —emblema de la Deidad y Humanidad de Cristo — y el gran nombre «Yo Soy»
 emanando del fuego reveló este Poder Omnipotente a Moisés. Si se hace 
en la carne, se consume a la persona, es decir, «la zarza»; sin embargo,
 si se hace en el Poder del Espíritu Santo, la zarza arderá y no se 
consumirá.)
     3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora, y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
     4 Y viendo Jehová que él (Moisés) iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. (La
 Voz que llamó: «Moisés, Moisés», era la misma Voz que dijo: «Marta, 
Marta». No hay nada más interesante o instructivo que la manera en que 
Jehová se complació para revelarse a Moisés.)
     5 Y Él (Dios) dijo: No te acerques aquí; quita tus sandalias de tus pies, porque el lugar donde pisas, Tierra Santa es. (Dondequiera que está Dios, ese lugar es Santo. Y es Santo solamente mientras que Dios esté allí.)
     6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob (el Dios de los Pactos que fueron dados a estos hombres). Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. (Según
 entendemos, esta aparición de Dios a Moisés fue la primera desde que se
 trasladó Jacob a Egipto unos 215 años antes. Además, si se nota, el 
Señor no dijo: «Yo ‘era’ el Dios de Abraham…» etc., sino «Yo ‘soy’...», 
que prueba que estos Patriarcas todavía vivían, aunque físicamente 
habían muerto hacía mucho tiempo.)
     7 Y dijo el Señor:
 Bien he visto la aflicción de Mi Pueblo que está en Egipto, y he oído 
su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias (el Señor ha «visto, ha oído y sabe»);
     8 y he descendido para librarlos de mano de los Egipcios (Egipto
 era un tipo del mundo; «el Señor se entregó por nuestros pecados para 
librarnos de este presente siglo malo»; y lo hace por medio de la Cruz 
[Gál. 1:4]), y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel (el Señor nos libra de algo [pecado], y de este modo nos lleva a algo [Salvación], tipificado por la tierra de Canaán), a los lugares del Cananeo, del Hitita, del Amorreo, del Ferezeo, del Heveo, y del Jebuseo. (Si
 bien Egipto representa el mundo, varias de estas tribus que ocupaban 
entonces la Tierra Prometida tipifican la «carne» que procura estorbar 
al Creyente. La victoria se gana por medio y a través de Cristo y la 
Cruz.)
LA COMISIÓN
     9 El
 clamor, pues, de los Hijos de Israel ha venido delante de Mí, y también
 he visto la opresión con que los Egipcios los oprimen. (Henry
 dice en cuanto a esto: «Los más pobres entre los oprimidos no están 
fuera del conocimiento de Dios, por lo que el más alto y grande de sus 
opresores no está por encima de Su control, pero Él seguramente visitará
 para estas cosas».)
    10 Ven por tanto ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a Mi pueblo, los Hijos de Israel. (Con
 un solo hombre, el Señor libertaría a casi 3 millones de Su pueblo de 
la nación más poderosa de la Tierra, decididos a mantenerlos en 
cautividad. ¡Es lo mismo en la actualidad! Todo lo que necesita el Señor
 es un hombre o mujer, dispuestos a predicar Su Palabra, y se llevará a 
cabo la liberación, incluso los casos más difíciles. ¡Dios es capaz!)
    11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los Hijos de Israel? (La
 mente carnal no está sujeta a la Ley de Dios, ni tampoco puede. El 
propio Moisés que en el Capítulo 2:11-13 con energía salió adelante para
 abogar por su pueblo, es el mismo Moisés, que en el Capítulo 3:11-13 se
 siente incapaz para realizar lo que Dios le dice que haga. La Fe no da 
un paso adelante ni se echa atrás, sino que toma la Mano que dice: 
«Ciertamente Yo estaré contigo.)
    12 Y
 Él le respondió: Vé, porque Yo estaré contigo; y esto te será por señal
 de que Yo te he enviado; cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, 
adoraréis a Dios sobre este monte (el Monte Sinaí, donde fue dada la Ley, y lo que ocurrió tal como lo dijo el Señor).
    13 Y
 dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los Hijos de Israel, y les 
digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me 
preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé? (El corazón humano está lleno de preguntas; por tanto, razona y pregunta cuando
 la obediencia sin vacilación es la que se debe a Dios; e incluso aún 
más maravilloso es la Gracia que tiene todos los razonamientos y 
respuestas a toda pregunta. Para los Israelitas, Dios ha sido conocido 
por los títulos, como «El» o «Elojím», que significa «El Altísimo»; o el
 «Shaddái», que significa «El Poderoso»; o «Yahvé» o «Jehová», «El Que 
Existe». Sin embargo, más que otra cosa, estos Nombres eran 
descripciones.)
    14 Y respondió Dios a Moisés: Yo Soy El Que Soy. Y dijo: Así dirás a los Hijos de Israel: Yo Soy me envió a vosotros. (El Dr. Pentecost tradujo el Nombre, «Yo era, Yo soy, y siempre seré». ¡Yo soy lo que usted necesite!)
    15 Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los Hijos de Israel: Jehová, el
 Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de 
Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es Mi Nombre para siempre, éste es
 Mi Memorial por todas las generaciones. (El Señor recuerda a Moisés decirle a Israel que Él es el Mismo Quien habló con los Patriarcas y, además, que este Nombre, «Yo Soy El Que Soy»
 será Su Nombre para siempre. Él no cambia; es el mismo ayer, y hoy, y 
por los siglos. ¡Su Nombre es Jesús; y es el Nombre más glorioso de 
Dios!)
    16 Vé, y convoca a los Ancianos de Israel, y diles: Jehová, el
 Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, me 
apareció, diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os 
hace en Egipto (Dios ve el trato que se da a Sus hijos, ya sea positivo o negativo);
    17 y
 he dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del 
Cananeo, del Hitita, del Amorreo, del Ferezeo, del Heveo y del Jebuseo, a
 una tierra que fluye leche y miel. (Antes,
 Moisés había hecho los planes [cuando mató al Egipcio], y ellos no 
tuvieron éxito. Ahora Dios hace los planes, y se les garantiza el 
éxito.)
    18 Y oirán tu voz (este
 fue el Mensaje; y la fe de Moisés en entregarla fue intensificada con 
anterioridad por la garantía Divina de que se le iba a creer); e irás tú, y los Ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová, el
 Dios de los Hebreos, nos ha encontrado; por tanto nosotros iremos ahora
 camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a 
Jehová nuestro Dios. (Los tres días de camino no fue una propuesta engañosa de Dios, sino una prueba para Faraón.)
    19 Pero yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. (A través de la omnisciencia, Dios sabía que Faraón no permitiría que los Hijos de Israel se fueran.)
    20 Pero Yo extenderé Mi Mano, y heriré a Egipto con todas Mis Maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir. (El
 Señor usaría el corazón obstinado de Faraón para servir como 
advertencia del Poder y Gloria de Dios a todas las naciones 
circundantes.)
    21 Y Yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los Egipcios; para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías (Dios planeó que Su pueblo recibiera su debido pago por toda su dura labor antes de salir de Egipto, ¡y así fue!);
    22 sino que pedirá cada
 mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de oro, y 
vestidos; los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas, y 
despojaréis a Egipto. (¡Al
 escuchar esto, estoy seguro que los Ancianos de Israel quedaron un poco
 sorprendidos! Ellos no pudieron imaginar que Faraón los dejaría ir, 
mucho menos cargarlos con joyas y vestido, etc.; sin embargo, cualquier 
cosa que Dios dice que Él hará, independientemente de cuán absurda pueda
 parecer, o que poco probable sea, de seguro acontecerá. ¡Porque Dios no
 miente!)
Salmo 88:
Señor,
 Dios de mi salvación, día y noche clamo en presencia tuya. Que llegue 
ante ti mi oración; dígnate escuchar mi súplica. Tan colmado estoy de 
calamidades que mi vida está al borde del sepulcro. Ya me cuentan entre 
los que bajan a la fosa; parezco un guerrero desvalido. Me han puesto 
aparte, entre los muertos; parezco un cadáver que yace en el sepulcro, 
de esos que tú ya no recuerdas, porque fueron arrebatados de tu mano. Me
 has echado en el foso más profundo, en el más tenebroso de los abismos.
 El peso de tu enojo ha recaído sobre mí; me has abrumado con tus olas. 
Selah. Me has quitado a todos mis amigos y ante ellos me has hecho 
aborrecible. Estoy  aprisionado y no puedo librarme; los ojos se me 
nublan de tristeza. Yo, Señor, te invoco cada día, y hacia ti extiendo 
las manos. ¿Acaso entre los muertos realizas maravillas? ¿Pueden los 
muertos levantarse a darte gracias? Selah. ¿Acaso en el sepulcro se 
habla de tu amor, y de tu fidelidad en el abismo destructor? ¿Acaso en 
las tinieblas se conocen tus maravillas, o tu justicia en la tierra del 
olvido? Yo, Señor, te ruego que me ayudes; por la mañana busco tu 
presencia en oración. ¿Por qué me rechazas, Señor? ¿Por qué escondes de 
mí tu rostro? Yo he sufrido desde mi juventud; muy cerca he estado de la
 muerte. Me has enviado terribles sufrimientos y ya no puedo más. Tu ira se ha descargado sobre mí; tus 
violentos ataques han acabado conmigo. Todo el día me rodean como un 
océano; me han cercado por completo. Me has quitado amigos y seres 
queridos; ahora sólo tengo amistad con las tinieblas.
Proverbios 14:
La
 mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye. El 
que va por buen camino teme al Señor; el que va por mal camino lo 
desprecia. De la boca del necio brota arrogancia; los labios del sabio 
son su propia protección. Donde no hay bueyes el granero está vacío; con
 la fuerza del buey aumenta la cosecha. El testigo verdadero jamás 
engaña; el testigo falso propaga mentiras. El insolente busca sabiduría y
 no la halla; para el entendido, el conocimiento es cosa fácil. Manténte
 a distancia del necio, pues en sus labios no hallarás conocimiento. La 
sabiduría del prudente es discernir sus caminos, pero al necio lo engaña
 su propia necedad. Los necios hacen mofa de sus propias faltas, pero 
los íntegros cuentan con el favor de Dios. Cada corazón conoce sus  
propias amarguras, y ningún extraño comparte su alegría. La casa del 
malvado será destruida, pero la morada del justo prosperará. Hay caminos
 que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de 
muerte. También de reírse duele el corazón, y hay alegrías que acaban en
 tristeza. El inconstante recibirá todo el pago de su inconstancia; el 
hombre bueno, el premio de sus acciones. El ingenuo cree todo lo que le 
dicen; el prudente se fija por dónde va. El sabio teme al Señor y se 
aparta del mal, pero el necio es arrogante y se pasa de confiado. El 
iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar. Herencia de los
 inexpertos es la necedad; corona de los prudentes, el conocimiento. Los
 malvados se postrarán ante los buenos; los impíos, ante el tribunal de 
los justos. Al pobre hasta sus amigos lo aborrecen, pero son muchos los 
que aman al rico. Es un pecado despreciar al prójimo; ¡dichoso el que se
 compadece de los pobres! Pierden el camino los que maquinan el mal, 
pero hallan amor y verdad los que hacen el bien. Todo esfuerzo tiene su 
recompensa, pero quedarse sólo en palabras lleva a la pobreza. La corona
 del sabio es su sabiduría; la de los necios, su necedad. El testigo 
veraz libra de la muerte, pero el testigo falso miente. El temor del 
Señor es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos. El temor 
del Señor es fuente de vida, y aleja al hombre de las redes de la 
muerte. Gloria del rey es gobernar a muchos; un príncipe sin súbditos 
está arruinado. El que es paciente muestra gran discernimiento; el que 
es agresivo muestra mucha insensatez. El corazón tranquilo da vida al 
cuerpo, pero la envidia corroe los huesos. El que oprime al pobre ofende
 a su Creador, pero honra a Dios quien se apiada del necesitado. El 
malvado cae por su propia maldad; el justo halla refugio en su 
integridad. En el corazón de los sabios mora la sabiduría, pero los 
necios ni siquiera la conocen. La justicia enaltece a una nación, pero 
el pecado deshonra a todos los pueblos. El rey favorece al siervo 
inteligente, pero descarga su ira sobre el sinvergüenza.
El Libro de Segunda Corintios Capítulo 2 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA SEGUNDA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
CAPÍTULO 2
(60 d.C.)
ESTO
 pues determiné para conmigo (corresponde a un asunto resuelto), no 
venir otra vez a vosotros con tristeza. (En su segunda visita a Corinto,
 parece que habían pasado ciertas cosas que lastimó al Apóstol. Sucedió 
antes de que se escribiese I Corintios.)
2 Porque si yo os contristo 
(una posición firme que tuvo que tomar en cuanto a alguien  que rehusaba
 arrepentirse, pero realmente se arrepintió luego por la firme posición 
que Pablo tomó), ¿quién será luego el que me alegrará (se refiere a la 
persona que había pecado), sino aquel a quien yo contristare? (El mismo 
hombre, el que entristecía a Pablo, se arrepiente ya, lo cual alegra al 
Apóstol. Algunos afirman que no era el mismo hombre de I Cor., cap. 5. 
Ya sea el mismo o no, el principio es el mismo.)
3 Y esto mismo os 
escribí, para que cuando llegare no tenga tristeza sobre tristeza de los
 que me debiera gozar (si él hubiera ido a Corinto la primera vez que 
había querido ir, es posible que no le hubieran recibido con regocijo 
debido al pecado en la Iglesia; ya aquella situación ha cambiado); 
confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros. (Las 
cosas ya han mejorado.)
4 Porque por la mucha tribulación y angustia 
del corazón os escribí con muchas lágrimas (corresponde a lo que fue 
escrito en I Corintios); no para que fueseis contristados, mas para que 
supieseis cuánto más amor tengo para con vosotros (la mayor prueba de 
todas ― la de lágrimas).
EL PERDÓN
5 Que si alguno me 
contristó, no me contristó a mí, sino en parte (el Apóstol tiene que 
tratar con la persona que probablemente es la incestuosa de I Cor., cap.
 5): por no cargaros, a todos vosotros. (Él no quiso que todos en la 
Iglesia en Corinto pensaran que él estaba poniendo a todos por igual en 
la misma categoría de andar en malos caminos.)
6 Bástale al tal esta 
reprensión (entregándolo a Satanás había logrado el fin deseado [I Cor. 
5:4-5]), hecha por muchos. (La mayoría en la Iglesia obedeció a Pablo al
 entregar al hombre a Satanás para la destrucción de la carne. Unos 
pocos no lo hicieron, o sea que no estaban de acuerdo con lo que Pablo 
había dicho.)
7 Así que, al contrario, vosotros más bien lo perdonéis
 y consoléis (demostrar el amor hacia el hombre que había pecado y ahora
 estaba arrepentido), para que no sea el tal consumido de demasiada 
tristeza (perder la esperanza).
8 Por lo cual os ruego que confirméis
 el amor para con él (hacer más que sólo decirle con palabras que lo 
aman, sino más bien demostrar amor hacia él).
9 Porque también por 
este fin os escribí, para tener experiencia de vosotros si sois 
obedientes en todo. (En I Cor., cap. 5, el hombre fue juzgado. Ahora la 
Iglesia es juzgada.)
10 Y al que vosotros perdonareis (perdonen al 
hombre), yo también (le perdono por haber tomado la dirección equivocada
 al principio): porque también yo lo que he perdonado, si algo he 
perdonado, por vosotros lo he hecho en la Presencia de Cristo (el perdón
 es una gran parte de la Fe Cristiana, y es exigido por Cristo [Mat. 
6:14-15]);
11 Para que no seamos engañados de Satanás (si obedecemos 
la Palabra, Satanás no tendrá ninguna ventaja): pues no ignoramos sus 
maquinaciones (sus artimañas, lo cual se aprovecha cuando el Cristiano 
toma la dirección errada).
12 Cuando vine a Troas para el Evangelio 
de Cristo, aunque me fue abierta puerta en el Señor (tocante a la 
oportunidad de Ministrar en este lugar),
13 No tuve reposo en mi 
espíritu (debido a los problemas en Corinto, que él trató en su Primera 
Epístola, no podía aprovechar de esta oportunidad; estaba demasiado 
preocupado por la Iglesia en Corinto que había posibilidad de perderse, y
 que a la vez otras Iglesias podían seguir por el mismo camino), por no 
haber hallado a Tito mi hermano (evidentemente se refiere a una reunión 
convenida en la cual Tito debía darle cierta información con respecto a 
Corinto; la reunión no se llevó a cabo porque Tito se atrasó en su viaje
 por alguna razón, que causó aún mayor preocupación a Pablo): así, 
despidiéndome de ellos (al irse de Troas), partí para Macedonia. (Sin 
duda, él se encontró con Tito en Filipos, quien luego le dio buenas 
noticias acerca de Corinto.)
TRIUNFANTE EN CRISTO
14 Mas a
 Dios gracias, el cual hace que siempre triunfemos en Cristo Jesús 
(triunfamos sólo cuando estamos constantemente ejerciendo la Fe en la 
Cruz, que da libertad de acción al Espíritu Santo para obrar en nuestras
 vidas y ocasiona la victoria), y manifiesta el olor de Su Conocimiento 
por nosotros en todo lugar (la Predicación de la Cruz [I Cor. 1:23; 
2:2]).
15 Porque para Dios somos buen olor de Cristo (se refiere a lo
 que la Cruz ha hecho en  las vidas) en los que se salvan (al confiar en
 Cristo y la Cruz), y en los que se pierden (aquellos que rechazan la 
Cruz [I Cor. 1:18]):
16 A estos ciertamente olor de muerte para 
muerte (aquellos que rechazan la Cruz); y a aquellos olor de vida para 
vida. (La vida procede del Espíritu, de Cristo y la Cruz [Rom. 8:2].) Y 
para estas cosas ¿quién es suficiente? (Se refiere al Evangelio, que es 
tan poderoso para salvar de la muerte.)
17 Porque no somos como 
muchos, que adulteran la Palabra de Dios (Predican otra cosa que la 
Cruz): antes con sinceridad, como de Dios, delante de Dios, hablamos en 
Cristo. (Dios observa todos nuestros esfuerzos y aceptará sólo lo que 
está “en Cristo,” lo cual se refiere siempre a la Cruz.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si
 hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más 
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don 
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y 
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no 
soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi
 cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano 
con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni 
jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no 
se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la 
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo 
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, 
mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y 
el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de 
manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto 
desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, 
razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de 
niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero 
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero 
entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas
 tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de 
ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la
 confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan
 perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, 
reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que 
ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si 
se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los 
que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y 
preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera,
 la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los 
antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la 
palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por 
la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, 
por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su 
ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por 
la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue 
hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió 
testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible 
agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer 
que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, 
advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó
 un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a
 ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, 
cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como 
herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó 
como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña 
con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque 
esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y
 constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que 
Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque 
consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo 
hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las 
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. 
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas 
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
 extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente 
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
 pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido 
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, 
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser 
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había 
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo 
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se 
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene 
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, 
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
 Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, 
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
 y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de 
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio 
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién 
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron 
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
 fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del 
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
 efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del 
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la 
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle 
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo 
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
 para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
 Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando
 los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las 
murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su 
alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los 
desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a 
decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  
David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, 
hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, 
apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; 
sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y 
pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la 
resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a
 golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los 
pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e 
incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la 
mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para 
allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, 
afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin 
rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos 
obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio 
el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a
 la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por 
tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
 de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del 
pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que 
tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y 
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó
 la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está
 sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel 
que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para 
que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran 
contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su 
sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna 
condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan 
según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de
 él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de
 la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza 
pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en 
condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se 
ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la 
naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se 
cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa 
sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza 
pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, 
los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del 
Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad
 que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es 
enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de 
hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a
 Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino
 según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si 
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo 
está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el 
Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el 
Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en 
ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también 
dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en 
ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de 
vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven 
conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a 
los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados 
por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un 
espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los 
adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu 
mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos 
hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues
 si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. 
De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales 
con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda 
con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a 
la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del 
que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación 
misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así 
alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la 
creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo
 ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del 
Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción 
como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa 
esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es 
esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que 
todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así 
mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos 
qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que
 no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, 
sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por
 los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que 
Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que 
han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios 
conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la
 imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos 
hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, 
también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. 
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede 
estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino 
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos 
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que 
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo 
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e
 intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La 
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
 peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos 
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
 matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio
 de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la 
vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni
 los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la 
creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en 
Cristo Jesús nuestro Señor. 
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