26 November 2021

El 26 de noviembre Lectura Bíblica Diaria

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El 26 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Daniel 8 a 10:


En el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes. Vi en visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai. Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después. Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía. Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder. Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo. Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa. Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó. Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado. Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre. Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a éste la visión. Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin. Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo estar en pie. Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin. En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él. Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos. Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no por mano humana. La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días. Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía. En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos. Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente. Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador. En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión. En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas. Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel. Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días. Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza. ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento. Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido. El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá. Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.


Salmo 47:

Pueblos todos, ¡agiten las manos! ¡Aclamen a Dios con voces de júbilo! El Señor, el Altísimo, es en verdad temible; ¡es el gran Rey de toda la tierra! El Señor humillará bajo nosotros a los pueblos; pondrá a las naciones bajo nuestros pies. Escogió para nosotros la tierra que habitamos; ¡es el orgullo de Jacob, a quien amó! Dios, el Señor, se ha entronizado entre aclamaciones y sonido de trompetas. ¡Cantemos salmos a nuestro Dios! ¡Cantemos salmos a nuestro Rey! ¡Cantémosle un salmo digno de él, porque Dios es el Rey de toda la tierra! ¡Dios reina ya sobre las naciones! ¡Dios ocupa ya su santo trono! Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán.


Proverbios 4: 
Hijos, escuchen las enseñanzas de su padre; presten atención, y adquirirán entendimiento. Yo les doy buenas enseñanzas; no rechacen mis instrucciones. También yo fui hijo, y tuve un padre; era el hijo predilecto de mi madre. Mi padre me enseñaba, y me decía: «Guarda mis razones en tu corazón. Cumple mis mandamientos, y vivirás. Adquiere sabiduría e inteligencia, y nunca te olvides ni te apartes de las palabras de mi boca. Ama a la sabiduría. Nunca la dejes, y ella te cuidará y te protegerá. En primer lugar, adquiere sabiduría; sobre todas las cosas, adquiere inteligencia. Hónrala, y ella te enaltecerá; abrázala, y ella te honrará. Adorno de gracia pondrá sobre tu cabeza; te coronará con una bella diadema.» Hijo mío, óyeme y acepta mis razones, y los años de tu vida se alargarán. Yo te muestro el camino de la sabiduría, y te llevo por senderos de rectitud. Tus pasos no encontrarán obstáculos, y cuando corras no tropezarás. Retén mis consejos; no los abandones. Resguárdalos, porque te darán vida. No vayas por la senda de los impíos, ni sigas el camino de los malvados. Deja esa senda, no vayas por ella; apártate de ella y sigue adelante. Ellos no duermen si no han hecho mal; pierden el sueño si no hacen caer a alguno. Se alimentan con la maldad; apagan su sed cometiendo robos. Pero la senda de los justos es como la aurora: ¡su luz va en aumento, hasta la plenitud del día! El camino de los impíos es como la oscuridad; ¡ni siquiera saben contra qué tropiezan! Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo. Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida. Aparta de tu boca las palabras perversas; aleja de tus labios las palabras inicuas. Dirige la mirada hacia adelante; fíjate en lo que tienes delante de tus ojos. Piensa qué camino vas a seguir, y plántate firme en todos tus caminos. Apártate del mal. No te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda. 
 

El Libro de Los Hechos Capítulo 21 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES




CAPÍTULO 21
(60 d.C.)
TIRO




Y HABIENDO partido de ellos (Lucas está con este grupo), navegamos (dejaron a los ancianos de Éfeso) y vinimos camino derecho a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara (ubicada en la Costa Oeste de Lucía y de Panfilia):
2 Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y partimos (cambiaron barcos en Pátara).
3 Y cuando avistamos a Chipre, dejándola a mano izquierda (quiere decir que no se detuvieron en esta Isla), navegamos a Siria, y vinimos a Tiro: porque el barco había de descargar allí su carga.
4 Y nos quedamos allí siete días (durante ese tiempo, sus enseñanzas eran inestimables para ellos), hallados los Discípulos (seguidores de Cristo): los cuales decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén (se hubiera traducido mejor, "quien le dijo a Pablo a consecuencia del Espíritu"; la idea es que a raíz de lo que el Espíritu Santo le describía a los Creyentes con respecto a los problemas próximos en Jerusalén, los individuos expresaban sus propios sentimientos de que él no debía irse; no era el Espíritu Santo que dijo, "no te vayas"; en realidad era el Espíritu que le inspiraba para que se fuese [Hch. 20:22]).
CESAREA
5 Y cumplidos aquellos días (los siete días anteriores), salimos; acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad (demuestra que aumentaba el amor y afecto por Pablo en esos últimos días, y hasta de los niños): y puestos de rodillas en la ribera, oramos (es obvio que la vida de oración de Pablo era cada día más fuerte).
6 Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco; y ellos se volvieron a sus casas (los Creyentes en Tiro se regresaron a sus casas, con corazones llenos y almas fortalecidas).
7 Y nosotros, cumplida la navegación, vinimos de Tiro a Tolemaida (a unos 45 kilómetros [30 millas] de Tiro; era el fin del viaje de Pablo por barco), y habiendo saludado a los Hermanos, nos quedamos con ellos un día.
8 Y otro día partidos Pablo y los que con él estábamos, vinimos a Cesarea (aproximadamente 90 kilómetros [60 millas]; era evidente que caminaban esta distancia; los que estaban con él, era quizás nueve personas): y entrando en casa de Felipe el Evangelista (el mismo Felipe de Hch. 8:40), el cual era uno de los siete (Hch. 6:5), posamos con él (desde luego era muy grande su casa).
9 Y éste tenía cuatro hijas, doncellas (insinúa que se habían dedicado para mantener siempre la virginidad, o sea que no se iban a casar, sino que entregarían sus vidas completamente al servicio del Señor), que Profetizaban (eran Evangelistas igual como su padre, que derriba la idea de que las mujeres no pueden predicar).
10 Y parando nosotros allí por muchos días (en espera del Día de Pentecostés), descendió de Judea un Profeta (el mismo Hermano que se menciona en Hch. 11:28), llamado Agabo.
11 Y venido a nosotros, tomó el cinto de Pablo (una faja que se usaba alrededor de la cintura como un cinturón), y atándose los pies y las manos (el Espíritu Santo le indicó lo que tenía que hacer como lección práctica), dijo, Esto dice el Espíritu Santo, Así atarán los Judíos en Jerusalén al varón cuyo es este cinto, y le entregarán en manos de los Gentiles (diseñado por el Espíritu Santo para poner a prueba la determinación de Pablo de obedecer la voz interna que le urgió a irse, así como Elías puso a prueba a  Eliseo).
12 Lo cual cuando oímos, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén (pero Pablo tenía que estar atento al Espíritu Santo, no a los hombres).
13 Entonces Pablo respondió, ¿Qué hacéis llorando y afligiéndome el corazón? (Seguían tratando de persuadirle, hasta quedar emocionalmente angustiados y algunos  terminaban llorando) porque yo no sólo estoy dispuesto a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el Nombre del Señor Jesús (expresa la consagración ya resuelta en el corazón y mente de Pablo con respecto a estos eventos próximos).
14 Y cuando no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo, Hágase la Voluntad del Señor (quiere decir que ya todos se daban cuenta de la obra y dirección que Pablo tomaría era la Voluntad de Dios; Pablo era un vaso escogido para ofrecerle a Israel el Reino, como también para proclamarlo entre los Gentiles; la oferta final que él le daría a Israel era de necesidad Divina; pero como lo veremos, ellos rechazaron la oferta y se condenaron).
JERUSALÉN
15 Y después de estos días, apercibidos (se refiere a su equipaje, sea lo que esto fuese), subimos a Jerusalén (estaba a unos 90 kilómetros [60 millas], y era muy probable que ellos caminaron esta distancia).
16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los Discípulos (significa que el grupo es ya muy grande, tal vez sumaba 15 a 20 personas, o hasta más), trayendo consigo a un Nasón, de Chipre (era originario de Chipre, pero ahora vivía en Jerusalén, o cerca), Discípulo antiguo (no necesariamente quiere decir que era de edad avanzada, sino que se creía que él era del primer grupo que fue bautizado con el   Espíritu Santo en el Día de Pentecostés), con el cual posásemos (Nasón había invitado a Pablo y a su grupo para que se alojaran en su casa mientras permanecían en Jerusalén).
17 Y cuando llegamos a Jerusalén, los Hermanos nos recibieron de buena voluntad (ciertos Santos en Jerusalén, pero no necesariamente los líderes de la Iglesia de ese tiempo en particular; que vendrían el día siguiente).
GENTILES
18 Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a Santiago (se refiere a Santiago, el Hermano del Señor, quien era el Pastor Principal de la Iglesia en Jerusalén); y todos los Ancianos se juntaron (se refiere a muchos Pastores junto a Santiago que prestaron servicio a la Iglesia de Jerusalén; la Iglesia era muy grande, tal vez sumaba hasta 30.000 miembros o más);
19 A los cuales, cuando los hubo saludado (los acogía), él (Pablo) contó por menudo lo que Dios había hecho entre los Gentiles por su Ministerio (dio un relato de su segundo y tercer viajes Misioneros donde fundó muchas iglesias.
20 Y ellos cuando lo oyeron, glorificaron a Dios (glorificaban a Dios por todo lo que se lograba), y le dijeron, Ya ves, hermano, cuántos millares de Judíos hay que han creído (es probable que Santiago lo declaró, y se refería a la Iglesia de Jerusalén, compuesta casi exclusivamente de Judíos); y todos son celosos de la Ley (significa que su nueva Fe hallada en Cristo los animaba a servir al Señor con nuevo entusiasmo, lo cual ellos canalizaban en dirección de obedecer la Ley de Moisés hasta un grado mayor que antes):
21 Mas fueron informados acerca de ti (tiene que ver con los cargos contra Pablo con respecto a la enseñanza del asunto de la Ley y la Gracia), que enseñas a apartarse de Moisés a todos los Judíos que están entre los Gentiles (no era correcto, al menos como   estaba expresado; de hecho, Pablo predicaba casi exclusivamente del Antiguo Testamento, defendía todo lo que decía con el propósito de señalar el camino hacia Cristo), diciéndoles que no han de circuncidar a los hijos, ni andar según la costumbre (una vez más, esto no era exactamente lo que Pablo decía; enseñaba que la Circuncisión no salva el alma, y la carne no se justifica por los hechos de la Ley [Rom. 3:24-31; 4:21; Gál. 3:19-25]).
22 ¿Qué hay pues? (Creo que esto ilustra que tampoco Santiago había resuelto este asunto, con respecto a Pablo.) La multitud se reunirá de cierto: porque oirán que has venido (no nos dice nada acerca de esta reunión en particular de la cual Santiago habló).
23 Haz pues esto que te decimos (un plan al que Santiago pensaba que podría calmar la situación): Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen voto sobre sí (correspondía al voto Nazareo [Núm. 6:14-20]);
24 Tomando a éstos contigo, purifícate con ellos, y gasta con ellos, para que rasuren sus cabezas (indica el hecho de que Pablo tenía que pagar por todos estos sacrificios de su propio bolsillo, lo cual en el equivalente de la moneda de hoy en día sumaba a varios miles de dólares): y todos se convencerán que no hay nada de lo que fueron informados acerca de ti (se cree que si Pablo estaba opuesto a la Ley como algunos lo afirmaban, por supuesto él no estaría en el Templo llevando a cabo un voto Nazareo, lo cual era parte de la Ley Mosaica); sino que tú también andas guardando la Ley (no se hace mención alguna de la respuesta de Pablo, lo único que se sabe es que Pablo no guardaba la Ley con respecto a sus rituales y ceremonias; de hecho, todo eso fue cumplido en Cristo; la única respuesta que podemos dar con respecto a la acción de Pablo es que lo hizo para prevenir la división de la Iglesia; en mi opinión, Santiago no entendía el Mensaje de la Gracia como debiera entenderla, y todavía procuraba guardar la Ley; unos 10 años más tarde, el Señor lo hizo imposible que se guardara la Ley, destruyendo totalmente el Templo por el Ejército Romano).
25 En cuanto a los que de los Gentiles han creído, nosotros hemos escrito de haberse acordado que no guarden nada de esto (suelta a los Gentiles de la obligación de la Ley Mosaica, y sin embargo es obvio, que Santiago no incluyó a los Judíos en esta libertad, lo cual presenta una dicotomía y causó graves problemas en la Iglesia Primitiva), solamente que se abstengan de lo que fue sacrificado a los ídolos, y de sangre, y de ahogado, y de fornicación (es correcto; pero como se mencionó, Santiago no incluyó a los Judíos, que fue un error de su parte).
PERSECUCIÓN
26 Entonces Pablo tomó consigo aquellos hombres (los cuatro hombres del Versículo 23), y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el Templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación (demuestra algo que Pablo a veces, sin duda, hacía en el pasado), hasta ser ofrecida ofrenda por cada uno de ellos (se refiere a los Sacrificios que serán ofrecidos a la conclusión de los siete días).
27 Y cuando estaban para acabarse los siete días (los siete días de la purificación), unos Judíos de Asia (los Judíos llegaron de todas partes del Imperio Romano para guardar las varias Fiestas; Éfeso estaba en Asia, por lo tanto estos Judíos conocían a Pablo y no estaban del todo contentos con él), cuando le vieron en el Templo, alborotaron todo el pueblo y le echaron mano (lo prendieron corporalmente),
28 Dando voces, Varones Israelitas, ayudad (Pablo estaba en el Atrio interior con otros hombres): Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, y la Ley, y este lugar (una vez más demuestra una de las tácticas preferidas de Satanás de tergiversar lo que en realidad fue dicho para hacer que signifique algo totalmente distinto): y además de esto ha metido Gentiles en el Templo, y ha contaminado este Lugar Santo (fue una acusación completamente falsa; los cuatro hombres y Pablo eran Judíos).
29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, Efesio, al cual pensaban que Pablo había metido en el Templo (¡sacaron conclusiones precipitadas!).
30 Así que, toda la ciudad se alborotó (la afirmación que Pablo había traído a un Gentil dentro del Atrio Interior se esparció como fuego arrasador), y se agolpó el pueblo: y tomando a Pablo, le hicieron salir fuera del Templo (en efecto, significa que lo arrastraron para afuera, golpeándole a medida que lo iban arrastrando al Atrio de los Gentiles, lo cual estaba en el Atrio Exterior): y luego las puertas fueron cerradas (se refería a las puertas del Atrio de los Gentiles, y el Atrio de las Mujeres).
31 Y procurando ellos matarle (¡así es la religión!), fue dado aviso al Comandante de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada (tiene que ver con el Comandante Romano quien mandó un cohorte de unos 1.000 soldados).
32 El cual tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos (posiblemente representaba unos 200 hombres): y ellos cuando vieron al Comandante y a los soldados, cesaron de herir a Pablo (que sin duda, salvó la vida de Pablo).
ARRESTADO
33 Entonces llegando el Comandante, le prendió, y le mandó atar con dos cadenas (se refiere a que estaba atado a un soldado en cada lado); y preguntó quién era, y qué había hecho (hablándole a los Judíos).
34 Y entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra (por lo general se refiere a la conducta de la turba, ¡porque esto es lo que la turba llegó a ser!): y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza (dio instrucciones para que Pablo fuese llevado a la Fortaleza o Torre de Antonia).
35 Y cuando llegó a las gradas, aconteció que fue llevado de los soldados a causa de la violencia del pueblo (para protegerlo los soldados tuvieron que alzarlo, por encima de sus cabezas).
36 Porque una multitud del pueblo (los Judíos) venía detrás, gritando, Mátale (presenta el grito de aquellos que también estaban sedientos de la Sangre de Jesucristo [Luc. 23:18]).
PABLO
37 Y como comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dice al Comandante, ¿Me será lícito hablarte algo? (Revela a Pablo que habla con el Comandante en el idioma Griego, que en realidad era el idioma principal del Imperio Romano.) Y él dijo, ¿Sabes Griego? (El Versículo siguiente explica el motivo de esta pregunta.)
38 ¿No eres tú aquel Egipcio que levantaste una sedición antes de estos días, y sacaste al desierto cuatro mil hombres asesinos? (Esta pregunta demuestra cuán equivocado estaba este Comandante de la identidad de Pablo.)
39 Entonces dijo Pablo, Yo de cierto soy hombre Judío, ciudadano de Tarso, ciudad no obscura de Cilicia (indica un escenario totalmente diferente, puesto que la ciudad de Tarso era famosa por la filosofía y la erudición): empero te ruego que me permitas que hable al pueblo (sin duda, el Espíritu Santo le impresionó a Pablo para que hiciera esto).
40 Y cuando él (el Comandante Romano) se lo permitió (le dijo que podía hablarle a la muchedumbre), Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo (demuestra que era la última vez que el Espíritu Santo apelaría a Israel como Nación, por lo menos en cuanto a lo que estaba escrito). Y hecho grande silencio, habló en lengua Hebrea, diciendo (es posible que Pablo hablaba en el Hebreo Antiguo de la Biblia, que se leía cada semana en las Sinagogas; como se dijo, el Espíritu apelaba por última vez),



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creació
n, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

 

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