28 October 2021

El 28 de octubre Lectura Bíblica Diaria

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1

Sonidos del aire libre


El 28 de octubre Lectura Bíblica Diaria:


Jeremías 25 a 27:
 

Palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá en el año cuarto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el año primero de Nabucodonosor rey de Babilonia; la cual habló el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a todos los moradores de Jerusalén, diciendo: Desde el año trece de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, que son veintitrés años, ha venido a mí palabra de Jehová, y he hablado desde temprano y sin cesar; pero no oísteis. Y envió Jehová a vosotros todos sus siervos los profetas, enviándoles desde temprano y sin cesar; pero no oísteis, ni inclinasteis vuestro oído para escuchar cuando decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y moraréis en la tierra que os dio Jehová a vosotros y a vuestros padres para siempre; y no vayáis en pos de dioses ajenos, sirviéndoles y adorándoles, ni me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos; y no os haré mal. Pero no me habéis oído, dice Jehová, para provocarme a ira con la obra de vuestras manos para mal vuestro. Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: Por cuanto no habéis oído mis palabras, he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua. Y haré que desaparezca de entre ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz de desposado y la voz de desposada, ruido de molino y luz de lámpara. Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre. Y traeré sobre aquella tierra todas mis palabras que he hablado contra ella, con todo lo que está escrito en este libro, profetizado por Jeremías contra todas las naciones. Porque también ellas serán sojuzgadas por muchas naciones y grandes reyes; y yo les pagaré conforme a sus hechos, y conforme a la obra de sus manos. Porque así me dijo Jehová Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las naciones a las cuales yo te envío. Y beberán, y temblarán y enloquecerán, a causa de la espada que yo envío entre ellas. Y tomé la copa de la mano de Jehová, y di de beber a todas las naciones, a las cuales me envió Jehová: a Jerusalén, a las ciudades de Judá y a sus reyes, y a sus príncipes, para ponerlos en ruinas, en escarnio y en burla y en maldición, como hasta hoy; a Faraón rey de Egipto, a sus siervos, a sus príncipes y a todo su pueblo; y a toda la mezcla de naciones, a todos los reyes de tierra de Uz, y a todos los reyes de la tierra de Filistea, a Ascalón, a Gaza, a Ecrón y al remanente de Asdod; a Edom, a Moab y a los hijos de Amón; a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón, a los reyes de las costas que están de ese lado del mar; a Dedán, a Tema y a Buz, y a todos los que se rapan las sienes; a todos los reyes de Arabia, a todos los reyes de pueblos mezclados que habitan en el desierto; a todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam, a todos los reyes de Media; a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos, los unos con los otros, y a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra; y el rey de Babilonia beberá después de ellos. Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Bebed, y embriagaos, y vomitad, y caed, y no os levantéis, a causa de la espada que yo envío entre vosotros. Y si no quieren tomar la copa de tu mano para beber, les dirás tú: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tenéis que beber. Porque he aquí que a la ciudad en la cual es invocado mi nombre yo comienzo a hacer mal; ¿y vosotros seréis absueltos? No seréis absueltos; porque espada traigo sobre todos los moradores de la tierra, dice Jehová de los ejércitos. Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: Jehová rugirá desde lo alto, y desde su morada santa dará su voz; rugirá fuertemente contra su morada; canción de lagareros cantará contra todos los moradores de la tierra. Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a espada, dice Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que el mal irá de nación en nación, y grande tempestad se levantará de los fines de la tierra. Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se recogerán ni serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra. Aullad, pastores, y clamad; revolcaos en el polvo, mayorales del rebaño; porque cumplidos son vuestros días para que seáis degollados y esparcidos, y caeréis como vaso precioso. Y se acabará la huida de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño. ¡Voz de la gritería de los pastores, y aullido de los mayorales del rebaño! porque Jehová asoló sus pastos. Y los pastos delicados serán destruidos por el ardor de la ira de Jehová. Dejó cual leoncillo su guarida; pues asolada fue la tierra de ellos por la ira del opresor, y por el furor de su saña.

 En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehová, diciendo: Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra. Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras. Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra. Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová. Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás. ¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador? Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová. Y los príncipes de Judá oyeron estas cosas, y subieron de la casa del rey a la casa de Jehová, y se sentaron en la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová. Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos. Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído. Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros. En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto os parezca. Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos. Y dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado. Entonces se levantaron algunos de los ancianos de la tierra y hablaron a toda la reunión del pueblo, diciendo: Miqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque. ¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros tan gran mal contra nuestras almas? Hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehová, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra, conforme a todas las palabras de Jeremías; y oyeron sus palabras el rey Joacim y todos sus grandes, y todos sus príncipes, y el rey procuró matarle; entendiendo lo cual Urías, tuvo temor, y huyó a Egipto. Y el rey Joacim envió hombres a Egipto, a Elnatán hijo de Acbor y otros hombres con él, a Egipto; los cuales sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Joacim, el cual lo mató a espada, y echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo. Pero la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo.

 En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: Jehová me ha dicho así: Hazte coyundas y yugos, y ponlos sobre tu cuello; y los enviarás al rey de Edom, y al rey de Moab, y al rey de los hijos de Amón, y al rey de Tiro, y al rey de Sidón, por mano de los mensajeros que vienen a Jerusalén a Sedequías rey de Judá. Y les mandarás que digan a sus señores: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Así habéis de decir a vuestros señores: Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, con mi gran poder y con mi brazo extendido, y la di a quien yo quise. Y ahora yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan. Y todas las naciones le servirán a él, a su hijo, y al hijo de su hijo, hasta que venga también el tiempo de su misma tierra, y la reduzcan a servidumbre muchas naciones y grandes reyes. Y a la nación y al reino que no sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y que no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada y con hambre y con pestilencia, dice Jehová, hasta que la acabe yo por su mano. Y vosotros no prestéis oído a vuestros profetas, ni a vuestros adivinos, ni a vuestros soñadores, ni a vuestros agoreros, ni a vuestros encantadores, que os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia. Porque ellos os profetizan mentira, para haceros alejar de vuestra tierra, y para que yo os arroje y perezcáis. Mas a la nación que sometiere su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirviere, la dejaré en su tierra, dice Jehová, y la labrará y morará en ella. Hablé también a Sedequías rey de Judá conforme a todas estas palabras, diciendo: Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia, y servidle a él y a su pueblo, y vivid. ¿Por qué moriréis tú y tu pueblo a espada, de hambre y de pestilencia, según ha dicho Jehová de la nación que no sirviere al rey de Babilonia? No oigáis las palabras de los profetas que os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia; porque os profetizan mentira. Porque yo no los envié, dice Jehová, y ellos profetizan falsamente en mi nombre, para que yo os arroje y perezcáis vosotros y los profetas que os profetizan. También a los sacerdotes y a todo este pueblo hablé diciendo: Así ha dicho Jehová: No oigáis las palabras de vuestros profetas que os profetizan diciendo: He aquí que los utensilios de la casa de Jehová volverán de Babilonia ahora pronto; porque os profetizan mentira. No los oigáis; servid al rey de Babilonia y vivid; ¿por qué ha de ser desolada esta ciudad? Y si ellos son profetas, y si está con ellos la palabra de Jehová, oren ahora a Jehová de los ejércitos para que los utensilios que han quedado en la casa de Jehová y en la casa del rey de Judá y en Jerusalén, no vayan a Babilonia. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos acerca de aquellas columnas, del estanque, de las basas y del resto de los utensilios que quedan en esta ciudad, que no quitó Nabucodonosor rey de Babilonia cuando transportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los nobles de Judá y de Jerusalén; así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, acerca de los utensilios que quedaron en la casa de Jehová, y en la casa del rey de Judá, y en Jerusalén: A Babilonia serán transportados, y allí estarán hasta el día en que yo los visite, dice Jehová; y después los traeré y los restauraré a este lugar.

 


Salmo 18:



¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía! El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Invoco al Señor, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos. Los lazos de la muerte me envolvieron; los torrentes destructores me abrumaron. Me enredaron los lazos del sepulcro, y me encontré ante las trampas de la    muerte. En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos! La tierra tembló, se estremeció; se sacudieron los cimientos de los montes; ¡retemblaron a causa de su enojo! Por la nariz echaba humo, por la boca, fuego consumidor; ¡lanzaba carbones encendidos! Rasgando el cielo, descendió, pisando sobre oscuros nubarrones. Montando sobre un querubín, surcó los cielos y se remontó sobre las alas del viento. Hizo de las tinieblas su escondite, de los oscuros y cargados nubarrones un pabellón que lo rodeaba. De su radiante presencia brotaron nubes, granizos y carbones encendidos. En el cielo, entre granizos y carbones encendidos, se oyó el trueno del Señor, resonó la voz del Altísimo. Lanzó sus flechas, sus grandes centellas; dispersó a mis enemigos y los puso en fuga. A causa de tu reprensión, oh Señor, y por el resoplido de tu enojo, las cuencas del mar quedaron a la vista; ¡al descubierto quedaron los cimientos de la tierra! Extendiendo su mano desde lo alto, tomó la mía y me sacó del mar profundo. Me libró de mi enemigo poderoso, de aquellos que me odiaban y eran más fuertes que yo. En el día de mi desgracia me salieron al encuentro, pero mi apoyo fue el Señor. Me sacó a un amplio espacio; me libró porque se agradó de mí. El Señor me ha pagado conforme a mi justicia; me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos, pues he andado en los caminos del Señor; no he cometido mal alguno ni me he apartado de mi Dios. Presentes tengo todas sus sentencias; no me he alejado de sus decretos. He sido íntegro con él y me he abstenido de pecar. El Señor me ha recompensado conforme a mi justicia, conforme a la limpieza de mis manos. Tú eres fiel con quien es fiel, e irreprochable con quien es irreprochable; sincero eres con quien es sincero, pero sagaz con el que es tramposo. Tú das la victoria a los humildes, pero humillas a los altaneros. Tú, Señor, mantienes mi lámpara encendida; tú, Dios mío, iluminas mis tinieblas. Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército; contigo, Dios mío, podré asaltar  murallas. El camino de Dios es perfecto; la palabra del Señor es intachable. Escudo es Dios a los que en él se refugian. ¿Quién es Dios, si no el Señor? ¿Quién es la roca, si no nuestro Dios? Es él quien me arma de valor y endereza mi camino; da a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce. Tú me cubres con el escudo de tu salvación, y con tu diestra me sostienes; tu bondad me ha hecho prosperar. Me has despejado el camino, así que mis tobillos no flaquean. Perseguí a mis enemigos, les di alcance, y no retrocedí hasta verlos aniquilados. Los aplasté. Ya no pudieron levantarse. ¡Cayeron debajo de mis pies! Tú me armaste de valor para el combate; bajo mi planta sometiste a los rebeldes. Hiciste retroceder a mis enemigos, y así exterminé a los que me odiaban. Pedían ayuda; no hubo quien los salvara. Al Señor clamaron, pero no les respondió. Los desmenucé. Parecían polvo disperso por el viento. ¡Los pisoteé como al lodo de las calles! Me has librado de una turba amotinada; me has puesto por encima de los paganos; me sirve gente que yo no conocía. Apenas me oyen, me obedecen; son extranjeros, y me rinden homenaje. ¡Esos extraños se descorazonan, y temblando salen de sus refugios! ¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca! ¡Exaltado sea Dios mi Salvador! Él es el Dios que me vindica, el que pone los pueblos a mis pies. Tú me libras del furor de mis enemigos, me exaltas por encima de mis adversarios, me salvas de los hombres violentos. Por eso, Señor, te alabo entre las naciones y canto salmos a tu nombre. El Señor da grandes victorias a su rey; a su ungido David y a sus descendientes les muestra por siempre su gran amor.



Proverbios 6:



Hijo mío, si has salido fiador de tu vecino, si has hecho tratos para responder por otro, si verbalmente te has comprometido, enredándote con tus propias palabras, entonces has caído en manos de tu prójimo. Si quieres librarte, hijo mío, éste es el camino: Ve corriendo y humíllate ante él; procura deshacer tu compromiso. No permitas que se duerman tus ojos; no dejes que tus párpados se cierren. Líbrate, como se libra del cazador la gacela, como se libra de la trampa el ave. ¡Anda, perezoso, fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría! No tiene quien la mande, ni quien la vigile ni gobierne; con todo, en el verano almacena provisiones y durante la cosecha recoge alimentos. Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos... ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado! El bribón y sinvergüenza, el vagabundo de boca corrupta, hace guiños con los ojos, y señas con los pies y con los dedos. El malvado trama el mal en su  mente, y siempre anda provocando disensiones. Por eso le sobrevendrá la ruina; ¡de repente será destruido, y no podrá evitarlo! Hay seis cosas que el Señor aborrece, y siete que le son detestables: los ojos que se enaltecen, la lengua que miente, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que hace planes perversos, los pies que corren a hacer lo malo, el falso testigo que esparce mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre. Grábatelos en el corazón; cuélgatelos al cuello. Cuando camines, te servirán de guía; cuando duermas, vigilarán tu sueño; cuando despiertes, hablarán contigo. El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz y la disciplina es el camino a la vida. Te protegerán de la mujer malvada, de la mujer ajena y de su lengua seductora. No abrigues en tu corazón deseos por su belleza, ni te dejes cautivar por sus ojos, pues la ramera va tras un pedazo de pan, pero la adúltera va tras el hombre que vale. ¿Puede alguien echarse brasas en el pecho sin quemarse la  ropa? ¿Puede alguien caminar sobre las brasas sin quemarse los pies? Pues tampoco quien se acuesta con la mujer ajena puede tocarla y quedar impune. No se desprecia al ladrón que roba para mitigar su hambre; pero si lo atrapan, deberá devolver siete tantos lo robado, aun cuando eso le cueste todas sus posesiones. Pero al que comete adulterio le faltan sesos; el que así actúa se destruye a sí mismo. No sacará más que golpes y vergüenzas, y no podrá borrar su oprobio. Porque los celos desatan la furia del esposo, y éste no perdonará en el día de la venganza. No aceptará nada en desagravio, ni se contenderá con muchos regalos.


El Libro de Juan Capítulo 13 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN JUAN



CAPÍTULO 13
(33 d.C.)
LA ÚLTIMA PASCUA




ANTES de la Fiesta de la Pascua (se refiere al día de la preparación de la Pascua, nuestra puesta del sol del día Martes a la puesta del sol del día Miércoles, siendo el Miércoles el día de la Crucifixión), sabiendo Jesús que Su Hora había venido (se refiere a la Crucifixión, que era el motivo por el cual Él vino) para que pasase de este mundo al Padre (se refiere a la Resurrección y a la Ascensión), como había amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (presenta no tanto una expresión de tiempo como de grado).
2 Y la cena acabada (en efecto se refiere a la preparación para la Cena que se terminará, no la Cena en sí; que apenas comenzaba), como el Diablo ya había metido en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que Le entregase (un poco antes de que Satanás hiciera esto);
LA HUMILDAD
3 Sabiendo Jesús que el Padre Le había dado todas las cosas en Sus Manos (describe dos cosas en Su Corazón al ceñirse, Su Deidad consciente y la conducta despiadada de Judas), y que había salido de Dios, y a Dios iba (era algo que Él sabía, por lo menos a partir del momento cuando tenía doce años);
4 Se levantó de la cena (Él se levantó de la mesa cuando se terminó la preparación), y se quitó Su Ropa (físicamente, Su Manto externo; espiritualmente, Él dejó a un lado la expresión de Su Deidad, nunca perdió la posesión de Su Deidad); y tomando una toalla (se refiere a la acción del esclavo más humilde o siervo en una casa; representa el espíritu del siervo poseído por Cristo), y se ciñó (Él se envolvió en la toalla; en sentido  espiritual, se refiere a Su Cuerpo Humano que Le fue provisto por el Padre [Heb. 10:5] a fin de servir como Sacrificio en la Cruz por el pecado).
5 Luego puso agua en una vasija (espiritualmente, se refirió al Espíritu Santo, que se vertería de Él como un Río [7:38-39]), y comenzó a lavar los pies de los Discípulos (el principio del siervo que hemos de seguir, pero aun más en concreto la limpieza garantizada por el Espíritu Santo con respecto a nuestro andar diario, que ocurre según nuestra Fe en Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz), y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido (se refiere a la Encarnación, que hizo posible Su Muerte en el Calvario y expió todo el pecado e hizo posible la purificación para la raza humana).
LA RESPUESTA DE PEDRO
6 Entonces vino a Simón Pedro (parece indicar que era Pedro a quien Él se acercó primero): y Pedro le dice, ¿Señor, Tú me lavas los pies? ("La carne" no puede entender la realidad espiritual; es demasiada atrasada o demasiada avanzada, demasiada valerosa o demasiado cobarde; es incapaz de ser alguna vez correcta, y es imposible de mejorar, por consiguiente, ésta debe "morir.")
7 Respondió Jesús y le dijo, Lo que Yo hago tú no entiendes ahora; mas lo entenderás después (cuando Pedro fue lleno del Espíritu, que fue en el Día de Pentecostés).
8 Le dice Pedro, No me lavarás los pies jamás (el Texto Griego en realidad dice, "No mientras que la eternidad perdure"; Calvino dijo, "con Dios, la obediencia es mejor que la adoración"). Le respondió Jesús, Si no te lavare, no tendrás parte Conmigo (la declaración como Cristo la dio se refiere a la constante limpieza necesaria en cuanto a nuestro andar diario ante el Señor, lo que el lavado de los pies [nuestro andar], al menos en parte, representaba).
9 Le dice Simón Pedro, Señor, no sólo mis pies, mas aun las manos y la cabeza (Crisóstomo dijo, "En su crítica él era vehemente, y en su rendimiento era más vehemente, pero ambos provenían de su amor").
10 Le dice Jesús, El que está lavado, no necesita sino que lave los pies (corresponde a nuestro andar diario ante Dios, lo que significa que el Creyente no tiene que ser Salvo repetidas veces; la "cabeza" se refiere a nuestra Salvación, que significa que no tenemos que ser Salvos repetidas veces, mientras que las "manos" se refieren a nuestro "hacer," que significa que éstas no tienen que ser lavadas porque Cristo ha hecho ya lo que necesitaba hacerse; todo esto es en el sentido espiritual), mas está todo limpio (se refiere a la Salvación, y corresponde a la Sangre Preciosa de Jesús que limpia de todo pecado; el Sacrificio infinito no necesita repetición): y vosotros limpios estáis, aunque no todos (se refiere a todos los Discípulos salvos con una excepción, el cual era Judas).
11 Porque sabía quién Le había de entregar (Él supo esto desde hace algún tiempo); por eso dijo, No estáis limpios todos (en realidad muestra a Jesús haciendo otro llamado a Judas).
12 Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomado Su Ropa, volviéndose a sentar a la mesa (ahora Él es su Maestro y Señor), les dijo, ¿Sabéis lo que os he hecho? (Reynolds dijo, "No había ninguna afectación [pretexto] de la humildad de eso; el propósito del Señor era claramente práctico y ético.")
13 Vosotros Me llamáis Maestro y Señor (muestra un título doble que no fue otorgado excepto a los maestros más acreditados): y decís bien; porque lo soy (Él también les dice que, aunque Él lavó sus pies, de ninguna manera disminuye Su posición como el Señor Dios de la Gloria; nosotros no seremos disminuidos por tal actividad tampoco, sino más bien exaltados).
14 Pues si Yo, su Señor y Maestro, he lavado vuestros pies (declara y habla del ejemplo   expuesto); vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros (no tiene propósito de ser tomado literalmente, pero ha de servir como ejemplo del Principio del Siervo).
15 Porque ejemplo os he dado (significa que "el lavado de los pies" no es parte de la Ordenanza de la Iglesia, como lo es la Cena del Señor, etc.), para que como Yo os he hecho, vosotros también hagáis (si fuera solamente una ceremonia, ellos se hubieran dado cuenta al instante lo que Él hacía).
16 De cierto, de cierto, os digo, El siervo no es mayor que su Señor (Jesús, Quien es el   Señor, ha establecido el ejemplo que debemos seguir); ni el Apóstol es mayor que Él que le envió (a Él conviene crecer, y nosotros disminuir).
17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis (desgraciadamente muy a menudo el saber y el hacer están separados).
JUDAS
18 No hablo de todos vosotros (estamos a punto de ser presentado con otra tentativa de volver a traer a Judas que estaba al borde de derrumbarse, pero tristemente sin éxito): Yo sé los que he elegido (el Espíritu Santo Le dijo a quiénes Él debía seleccionar como Sus Discípulos Personales): mas para que se cumpla La Escritura, El que come pan Conmigo, levantó contra Mí su calcañar (efectivamente, Él dice, "Yo soy la Persona del cual habla Salmo 41:9").
19 Desde ahora os lo digo antes que se haga (Él sabe exactamente lo que va a acontecer, al menos según lo que Las Escrituras predijeron), para que cuando se hiciere, creáis que Yo soy (otra vez, se declara como El Que se refiere en Sal. 41:9).
20 De cierto, de cierto, os digo, El que recibe al que Yo enviare, a Mí recibe (en efecto, dice que nosotros podríamos ser odiados y traicionados como lo fue Él, el Maestro; así como Él, nuestra misión es Divina); y el que a Mí recibe, recibe Al Que Me envió (la aceptación o el rechazo llega hasta el Trono de Dios).
21 Habiendo dicho Jesús esto, fue conmovido en el espíritu (una expresión fuerte que se usó para describir las penas de Cristo), y protestó, y dijo, De cierto, de cierto, os digo, Que uno de vosotros Me ha de entregar (Jesús diciendo claramente lo que Él había indicado antes).
22 Entonces los Discípulos se miraban los unos a los otros, dudando de quién decía (no se sospechaba de Judas, sus acciones del pasado no mostraban que eran de traición).
23 Y uno de Sus Discípulos, al cual Jesús amaba (Juan el Amado quien escribió este Evangelio), estaba recostado en el Seno de Jesús (la costumbre de reclinarse cuando cenaban; las comidas eran mucho más formales en esa época que hoy en día).
24 A éste (a Juan), pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquél de quien decía (se refiere a Pedro que se sienta bastante lejos de Jesús para no poder susurrarle a Él personalmente, de modo que los otros no pudieran oír y, por lo tanto, le pidiera a Juan que se lo hiciera por él).
25 Él entonces recostándose sobre el Pecho de Jesús, Le dice, Señor, ¿quién es? (Nadie sospechaba de Judas.)
26 Respondió Jesús, Aquél es, a quien Yo diere el pan mojado (en su sentido normal, era una señal de honor para el invitado que lo recibía; era otro llamado Judas). Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón (el Versículo 21 hace mención a Jesús que apelaba a la conciencia de Judas, y ahora apela a su corazón, ¡todo en vano!).
27 Y tras el bocado Satanás entró en él (él se entregó a Satanás). Entonces Jesús le dice, Lo que haces, hazlo más pronto (fue hecho rápidamente, pero los resultados no fueron realizados rápidamente, ya que tales resultados nunca son efectuados rápidamente).
28 Mas ninguno de los que estaban a la mesa entendió a qué propósito le dijo esto (al parecer los Once restantes sabían poco lo que realmente estaba pasando).
29 Porque los unos pensaban, porque Judas tenía la bolsa (Judas era el tesorero del grupo), que Jesús le decía, Compra lo que necesitamos para la Fiesta; o, que diese algo a los pobres (parece que ellos dieron con regularidad a los pobres).
30 Como él pues hubo tomado el bocado, luego salió (significa que Judas no estaba presente cuando Jesús dio Su discurso como se da en los siguientes cuatro Capítulos, que inmediatamente le sigue la Cena): y era ya noche (tan oscura era la noche sobre la cabeza de Judas, era más negra la noche en su corazón; todo era tinieblas en su alma).
UN NUEVO MANDAMIENTO
31 Entonces cuando él salió (se refiere a que Jesús no podía dar Su discurso a los Discípulos, que es lo siguiente, hasta que el traidor se hubiera marchado), dijo Jesús, Ahora es Glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es Glorificado en Él (Cristo glorificó a Dios en la Muerte, y Dios Lo glorificó en la Resurrección).
32 Si Dios es Glorificado en Él (la obediencia perfecta de Jesucristo como el "Segundo Hombre," es decir, el "Último Adán"), Dios también Le Glorificará en Sí Mismo (inmediatamente), y luego Le Glorificará (el Hijo de Hombre fue glorificado en la Cruz de modo mucho más admirable de lo que será por las Glorias Milenarias incluídas en aquel título; ya que en la Cruz como el Hijo de Hombre, Él mostró toda la Gloria Moral de Dios).
33 Hijitos, aún un poco estoy con vosotros (Él sólo estaría con ellos por unos cuarenta y cuatro días antes de la Ascensión). Me buscaréis (simplemente hacía referencia al hecho que Él estaría ausente): mas como dije a los Judíos, Donde Yo voy, vosotros no podéis venir (se refiere al Cielo, por lo menos en aquel momento particular); así digo a vosotros ahora (presenta una declaración completamente diferente que aquella dada a  los Judíos incrédulos).
34 Un Mandamiento nuevo os doy, Que os améis unos a otros (está más allá del Antiguo  Mandamiento de Levítico 19:18, "amarás a tu vecino como a ti mismo"); como os he amado, que también os améis los unos a los otros (en efecto, Él dice, "he amado a cada uno de ustedes hasta la muerte; y al amar el uno al otro ustedes me aman; están amando un objeto de Mi Amor tierno").
35 En esto conocerán todos que sois Mis Discípulos (no sólo declara este "Amor" como el fundamento del Nuevo Convenio, sino que también, lo declara como fundamento del reconocimiento que está realmente en el Nuevo Convenio), si tuviereis amor los unos con los otros (este tipo de Amor es el "Amor Típico de Dios," y es imposible obtenerlo sin aceptar a Cristo como Salvador; además el "Amor" y la "Cruz" son indivisibles).
LA NEGACIÓN
36 Le dice Simón Pedro, Señor, ¿adónde vas? (Como se expresó, los Discípulos no tuvieron la mínima idea de lo que Jesús estaba diciendo acerca de Su partida.) Le respondió Jesús, Donde Yo voy, no Me puedes ahora seguir; mas Me seguirás después (Él les asegura que adonde Él va, ellos Lo seguirían más tarde, ¡que fue así!).
37 Le dice Pedro, Señor, ¿por qué no Te puedo seguir ahora? (Su inmadurez era tan obvia en ese momento, pero cambiaría después del Día de Pentecostés.) Mi alma pondré por Ti (Pedro creyó que estaba dispuesto a morir por Su Señor, antes que Su Señor muriera por él).
38 Le respondió Jesús, ¿Tu alma pondrás por Mí? (Es una pregunta que realmente no requiere una respuesta, porque ya se sabe.) De cierto, de cierto, te digo, No cantará el gallo, sin que Me hayas negado tres veces (un terrible momento futuro en la vida de Pedro, lo cual era todo lo contrario de lo que él afirmaba).


Primera Corintios Capítulo 13:



Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4



Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:



Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Pasaporte al Imposible

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