07 December 2018

El 7 de diciembre Lectura Bíblica Diaria

El Mensaje de la Cruz-capítulo-4
El 7 de diciembre Lectura Bíblica Diaria:

Jonás 2 a 3: 
Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez, y dijo: «Señor, en mi angustia te invoqué, y tú me oíste. Desde el fondo del abismo clamé a ti, y tú escuchaste mi voz. Me echaste a las profundidades del mar, y las corrientes me rodearon; ¡todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí! Entonces dije: “Me has desechado delante de tus ojos, pero todavía he de ver tu santo templo.” Las aguas me rodearon hasta el cuello, y el abismo me envolvió. ¡Las algas se enredaron en mi cabeza! Bajé hasta los cimientos de los montes; la tierra echó para siempre sus cerrojos sobre mí; pero tú, mi Señor y Dios, rescataste mi vida del sepulcro. Cuando dentro de mí desfallecía mi alma, me acordé de ti, Señor, Y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo. Los que siguen vanidades ilusorias, abandonan tu misericordia. Pero yo, con voz de alabanza, te ofreceré sacrificios y cumpliré mis promesas. La salvación es tuya, Señor.» Y el Señor ordenó al pez que vomitara a Jonás en tierra. La palabra del Señor vino a Jonás por segunda vez, y le dijo: «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive, y proclama allí el mensaje que yo te daré.» Jonás se levantó y, conforme a la palabra del Señor, fue a Nínive. Y era Nínive una ciudad grande en extremo, de tres días de camino. Jonás comenzó a recorrer la ciudad, camino de un día, y en su predicación decía: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!» Todos los habitantes de Nínive creyeron a Dios y decretaron ayuno, y desde el mayor hasta el menor se vistieron de cilicio. Cuando la noticia llegó hasta el rey de Nínive, éste se levantó de su trono, se despojó de sus vestidos, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza; luego ordenó que, por mandato suyo y de sus altos personajes, se proclamara en Nínive este decreto: «Ningún hombre ni animal, ni tampoco ningún buey ni oveja, debe probar bocado ni alimento alguno, ni beber agua. Al contrario, hombres y animales por igual deberán cubrirse de cilicio y clamar a Dios con todas sus fuerzas. Apártese cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. ¿Quién sabe? Tal vez Dios se arrepienta y el ardor de su ira se calme, ¡y entonces no pereceremos!» Y al ver Dios lo que hicieron, y que se habían apartado de su mal camino, también él se arrepintió de hacerles el daño que les había anunciado, y desistió de hacerlo.
 
Salmo 58:

Al músico principal. Sobre «No destruyas». Mictam de David. Ustedes los jueces ¿en verdad hacen justicia? Ustedes, simples mortales, ¿juzgan con rectitud? Más bien, en su corazón urden hacer el mal, y luego actúan con violencia en la tierra. Los impíos se desencaminan desde la matriz; se descarrían y mienten desde que nacen. Son venenosos como serpientes; se tapan los oídos; son como un áspid sordo que no escucha la voz de los magos, de los hábiles encantadores. Dios mío, ¡rómpeles los dientes! Señor, ¡rómpeles a esos leones los colmillos! ¡Que se diluyan, como el agua que corre! ¡Que sus saetas se hagan pedazos al dispararlas! ¡Que se disuelvan como los caracoles! ¡Que sean como abortivos y jamás vean el sol! ¡Que antes de darse cuenta ardan como espinos! ¡Que aun con vida el viento los arrebate! Al verse vengados, los justos se alegrarán y se empaparán los pies en la sangre del impío. Entonces se dirá: «Ciertamente, los justos serán recompensados; ciertamente, hay un Dios que juzga en la tierra.»


Proverbios 15:
La respuesta amable calma la ira; la respuesta grosera aumenta el enojo. La lengua sabia adorna el conocimiento; la boca de los necios profiere tonterías. Los ojos del Señor están en todas partes, y observan a los malos y a los buenos. La lengua apacible es árbol de vida; la lengua perversa daña el espíritu. El necio desprecia la corrección de su padre; el que la acata, alcanza la prudencia. En la casa del justo siempre hay abundancia; en las ganancias del impío siempre hay problemas. La boca de los sabios imparte conocimientos; el corazón de los necios hace todo lo contrario. El Señor aborrece las ofrendas de los impíos, pero recibe con agrado la oración de los rectos. El Señor aborrece el camino del impío, pero ama al que va en pos de la justicia. Para el descarriado, la corrección es molesta; pero aborrecerla conduce a la muerte. Ante el Señor están la muerte y el sepulcro, ¡y también el corazón de los seres humanos! Al burlón no le gusta que lo reprendan, ni tampoco se junta con los sabios. Un corazón alegre le hace bien al rostro, pero las penas del corazón abaten el ánimo. El corazón entendido tiene hambre de saber; la boca del necio se alimenta de tonterías. Si estás triste, todos los días son malos; si estás feliz, todos los días son de fiesta. Es mejor lo poco, con el temor del Señor, que lo mucho, con muchos problemas. Es mejor comer legumbres con amor, que comer carne de res con odio. El hombre iracundo provoca conflictos; el que se controla, aplaca las rencillas. El perezoso va por una senda espinosa; el hombre recto camina como en una calzada. El hijo sabio hace feliz a su padre; el hijo necio hace infeliz a su madre. Al necio, ser necio lo hace feliz, pero el que es entendido corrige sus pasos. Los planes fracasan por falta de consejos, pero triunfan cuando hay muchos consejeros. El hombre es feliz cuando sabe responder; ¡y qué buena es una respuesta oportuna! Para el entendido, la vida es un camino ascendente que lo aleja de caer en el sepulcro. El Señor destruye la casa de los soberbios, pero afirma el patrimonio de la viuda. Al Señor le repugnan los planes malvados, pero las palabras amables le son aceptables. El que es ambicioso trastorna su casa, pero el que desprecia el soborno vivirá. El justo piensa bien, antes de responder; la boca de los impíos profiere malas palabras. El Señor está lejos de los impíos, pero oye la oración de los justos. La luz de los ojos alegra el corazón, y las buenas noticias fortalecen los huesos. El que presta oído a las advertencias de vida, convivirá con los sabios. Despreciar la disciplina es no apreciarse uno mismo; obedecer la corrección es poseer entendimiento. El temor del Señor corrige y da sabiduría; antes que honra, humildad.




El Libro de Los Romanos Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS


CAPÍTULO 4
(60 d.C.)
ABRAHAM
 


¿QUÉ, pues, diremos que halló Abraham nuestro padre, según la carne? (Después de haber dicho que el Antiguo Testamento enseña que Dios justifica al pecador por el principio de la Fe en vez del principio del mérito, el Espíritu Santo presenta ahora a Abraham.)
2 Que si Abraham fue justificado por las obras (lo que él no fue), tiene de qué gloriarse; mas no para con Dios (la jactancia de la Salvación por las obras, que Dios no aceptará).
3 Porque, ¿qué dicen Las Escrituras? Y creyó Abraham a Dios, y le fue atribuido por Justicia ([Gén. 15:6] si se entiende bien este Versículo, correctamente entiende la Biblia; Abraham alcanzó la Justicia simplemente por la Fe en Dios, Quien enviaría a un  Redentor al mundo [Jn. 8:56]).
4 Empero al que obra (intenta ganar la Salvación por obras propias), no se le cuenta el salario (Justicia) como gracia (la Gracia de Dios), sino por deuda (¡afirma que Dios nos debe algo, lo cual no es así!).
5 Mas al que no obra (no confía en las obras para la Salvación), pero cree en Aquél que Justifica al impío (por medio de Cristo y la Cruz), la Fe le es contada por Justicia (Dios otorga la Justicia sólo sobre la base de la Fe en Cristo y Su Obra Terminada).
6 Como también David (tanto Abraham como David eran progenitores del Mesías Prometido, y por eso ocupaban un lugar único en la Fe y la veneración de la Obra de Dios) dice ser bienaventurado el hombre (un hombre bendecido) al cual Dios atribuye Justicia sin obras (las obras nunca ganarán la Justicia de Dios),
7 Diciendo, Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas ([Sal. 32:1-2] las iniquidades sólo pueden ser perdonadas por la Fe en Cristo), y cuyos pecados son cubiertos (la Cruz hizo que esto fuese posible).
8 Bienaventurado el varón al cual el Señor no imputó pecado (el Señor no imputará el pecado a la persona que pone su Fe únicamente en Cristo y lo que Cristo hizo en la Cruz).
9 ¿Es pues esta bienaventuranza solamente para la Circuncisión, o también para la incircuncisión? (¡Esto nos viene a todos por igual!) porque decimos que a Abraham fue contada la Fe por Justicia (presenta la Fe como el único ingrediente).
10 ¿Cómo pues le fue contada? (Esta puede ser la gran pregunta en toda la historia.) ¿En la Circuncisión, o en la incircuncisión? No en la Circuncisión, sino en la incircuncisión (debido a su Fe, Abraham fue declarado Justo por Dios antes del Convenio de la Circuncisión [Gén. 15:6]).
11 Y recibió la Circuncisión por señal (Gén. 17:9-14), por sello de la Justicia de la Fe que tuvo en la incircuncisión (claramente dice que su Justicia fue por Fe, y fue recibida mucho antes de la Circuncisión): para que fuese padre de todos los Creyentes (Judíos y Gentiles) no Circuncidados (coloca la base o el Fundamento de la Salvación directamente en la Fe en vez de las obras), para que también a ellos les sea contado por Justicia (la Justicia nunca ha sido imputada a base de obras, sino siempre a base de la Fe):
12 Y el padre de la Circuncisión no solamente a los que son de la Circuncisión (presenta a Abraham como el padre de todos los Creyentes, ya sean Judíos o Gentiles), mas también a los que siguen las pisadas de la Fe que fue en nuestro padre Abraham (se refiere a él simplemente por creer en Dios, y Dios le contó su Fe por Justicia [Gén. 15:6]) antes de ser circuncidado (resuelve el argumento y se abre la Salvación a todos quienes adquieren la Fe en Cristo, sin tener en cuenta quienquiera que sea).
LA PROMESA

13 Porque no por la Ley fue dada la Promesa a Abraham o a su simiente, que sería heredero del mundo (la Ley de Moisés, que no había sido dada durante el tiempo de Abraham), sino por la Justicia de la Fe (cuando Pablo usa la palabra Fe, sin excepción alguna, él habla de la Fe en Cristo y lo que Cristo hizo en la Cruz; de hecho, nunca se debe separar a Cristo de la Cruz, con respecto a Su Obra Redentora).
14 Porque si los que son de la Ley son los herederos (sólo aquellos en la Ley), vana es la fe (la Salvación no puede existir en las obras y en la Fe; porque anula una o la otra), y anulada es la Promesa (la fe en las obras anula a Cristo y todo lo que Él hizo por nosotros):
15 Porque la Ley obra ira (la Ley tiene un castigo, por lo tanto, produce ira): porque donde no hay Ley, tampoco hay transgresión (Cristo ha cumplido la Ley, de ese modo, quitando toda la transgresión).
16 Por tanto es por la Fe, para que sea por Gracia (la Gracia funciona sólo en la Fe, y precisamente hablamos de la Fe en Cristo; de lo contrario, la Gracia se detiene); para que la Promesa sea firme a toda simiente (se refiere a toda la humanidad, por lo menos a aquellos que la creerán), no solamente al que es de la Ley (los Judíos), mas también al que es de la Fe de Abraham (todo es por la Fe); el cual es padre de todos nosotros (declara que el Patriarca fue usado como un ejemplo de Fe [Gén. 15:6]),
LA JUSTIFICACIÓN
17 (Como está escrito, Que por padre de muchas gentes te he puesto [Gén. 12:1-3; 17:4-5],) delante de Dios, Al Cual creyó (se refiere a Abraham que seguía creyendo en Dios); El Cual da vida a los muertos (le hace cobrar vida espiritualmente a aquellos que están espiritualmente muertos), y llama las cosas que no existen, como si fueran (si Dios nos lo ha dicho personalmente, podemos llamarlo así; de otro modo, sería presunción).
18 Él creyó en esperanza contra esperanza (una descripción de la Fe de Abraham, en cuanto al nacimiento de Isaac), para venir a ser padre de muchas gentes; conforme a lo que le había sido dicho (la Promesa de Dios), Así será tu simiente (Gén. 15:5).
19 Y no se disminuyó en la Fe (la Fe fuerte), ni consideró su cuerpo ya muerto siendo ya de casi cien años (ya no podía engendrar), ni la matriz muerta de Sara (la colocaba en la misma situación que su marido):
20 Tampoco en la Promesa de Dios dudó con desconfianza (él no permitió que las dificultades lo impidieran de la conclusión intencionada); antes fue esforzado en Fe, dando Gloria a Dios (su Fe le vino de la Palabra de Dios);
21 Plenamente convencido (no echarse para atrás) de que todo lo que Él (Dios) había Prometido, era también poderoso para hacerlo (¡no importa lo que fuera, Dios podía hacerlo!).
22 Por lo cual también le fue atribuido por Justicia (la simple Fe en Dios le trajo a Abraham una Justicia intachable).
23 Y no solamente por él fue escrito (su lucha de Fe tenía la intención de servir como ejemplo) que le haya sido imputado (sirve como ejemplo de cómo recibimos de Dios, ya sea la Salvación u otras cosas);
24 Sino también por nosotros, a quienes será imputado (podemos tener lo que Abraham tenía, una Justicia perfecta), esto es, a los que creemos en Aquél que levantó de los muertos a Jesús Señor nuestro (revela la condición para la Salvación);
25 El cual fue entregado por nuestras transgresiones (tenía que ver con la muerte de Jesús en la Cruz por nuestros pecados; Él no tenía pecado alguno), y resucitado para nuestra Justificación (fuimos resucitados con Él en Novedad de Vida [Rom. 6:4-5]).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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