03 December 2018

El 3 de noviembre Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
Sonidos del aire libre


El 3 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Jeremías 43 a 45: 
Cuando Jeremías terminó de comunicarle al pueblo todo lo que el Señor su Dios le había encomendado decirles, Azarías hijo de Osaías, Johanán hijo de Carea, y todos los arrogantes le respondieron a Jeremías: "¡Lo que dices es una mentira! El Señor nuestro Dios no te mandó a decirnos que no vayamos a vivir a Egipto. Es Baruc hijo de Nerías el que te incita contra nosotros, para entregarnos en poder de los babilonios, para que nos maten o nos lleven cautivos a Babilonia." Así que ni Johanán hijo de Carea, ni los jefes militares, ni nadie del pueblo, obedecieron el mandato del Señor, de quedarse a vivir en el país de Judá. Por el contrario, Johanán hijo de Carea y todos los jefes militares se llevaron a la gente que aún quedaba en Judá, es decir, a los que habían vuelto para vivir en Judá luego de haber sido dispersados por todas las naciones: los hombres, las mujeres y los niños, las hijas del rey, y toda la gente que Nabuzaradán, comandante de la guardia, había confiado a Guedalías hijo de Ajicán, nieto de Safán, y también a Jeremías el profeta y a Baruc hijo de Nerías; y contrariando el mandato del Señor se dirigieron al país de Egipto, llegando hasta la ciudad de Tafnes. En Tafnes, la palabra del Señor vino a Jeremías: "Toma en tus manos unas piedras grandes y, a la vista de los judíos, entiérralas con argamasa en el pavimento, frente a la entrada del palacio del faraón en Tafnes. Luego comunícales que así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Voy a mandar a buscar a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia; voy a colocar su trono sobre estas piedras que he enterrado, y él armará sobre ellas su toldo real. Vendrá al país de Egipto y lo atacará: el que esté destinado a la muerte, morirá; el que esté destinado al exilio, será exiliado; el que esté destinado a la guerra, a la guerra irá. Prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto; los quemará y los llevará cautivos. Sacudirá a Egipto, como un pastor que se sacude los piojos de la ropa, y luego se irá de allí sin inmutarse. Destruirá los obeliscos de Bet Semes, y prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto. " La palabra del Señor vino a Jeremías para todos los judíos que habitaban en Egipto, es decir, para los que vivían en las ciudades de Migdol, Tafnes y Menfis, y en la región del sur: "Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Ustedes han visto todas las calamidades que yo provoqué sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Hoy yacen en ruinas, sin morador alguno, a causa de las maldades que cometieron. Ellos provocaron mi enojo al adorar y ofrecer incienso a otros dioses, que ni ellos ni sus antepasados conocieron. Una y otra vez les envié a mis siervos los profetas, para que les advirtieran que no incurrieran en estas cosas tan abominables que yo detesto. Pero ellos no escucharon ni prestaron atención; no se arrepintieron de sus maldades, sino que siguieron ofreciendo incienso a otros dioses. Por eso se derramó mi ira contra las ciudades de Judá; por eso se encendió mi furor contra las calles de Jerusalén, las cuales se convirtieron en desolación hasta el día de hoy. "Y ahora, así dice el Señor, el Dios Todopoderoso, el Dios de Israel: ¿Por qué se provocan ustedes mismos un mal tan grande? ¿Por qué provocan la muerte de la gente de Judá, de hombres, mujeres, niños y recién nacidos, hasta acabar con todos? Me agravian con las obras de sus manos, al ofrecer incienso a otros dioses en el país de Egipto, donde han ido a vivir. Lo único que están logrando es ganarse su propia destrucción, y convertirse en maldición y oprobio entre todas las naciones de la tierra. ¿Acaso ya se han olvidado de todas las maldades que cometieron sus antepasados, de las que cometieron los reyes de Judá y sus esposas, y de las que ustedes y sus esposas cometieron en Judá y en las calles de Jerusalén? Sin embargo, hasta el día de hoy no se han humillado ni han sentido temor; no se han comportado según mi *ley y mis preceptos, que les di a ustedes y a sus antepasados. "Por eso, así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: He decidido ponerme en contra de ustedes, para su mal, y destruir a todo Judá. Tomaré al resto de Judá, que se empecinó en ir a vivir a Egipto, y todos perecerán allí; caerán a filo de espada, o el hambre los exterminará. Desde el más pequeño hasta el más grande, morirán de hambre o a filo de espada. Se convertirán en objeto de maldición, de horror, de imprecación y de oprobio. Con hambre, peste y espada castigaré a los que habitan en Egipto, como castigué a Jerusalén. No escapará ninguno del resto de Judá que se fue a vivir a Egipto, ni sobrevivirá para volver a Judá. Aunque deseen y añoren volver a vivir en Judá, no podrán regresar, salvo algunos fugitivos. " Entonces los hombres que sabían que sus esposas ofrecían incienso a otros dioses, así como las mujeres que estaban presentes, es decir, un grupo numeroso, y todo el pueblo que vivía en la región sur de Egipto, respondieron a Jeremías: No le haremos caso al mensaje que nos diste en el nombre del Señor. Al contrario, seguiremos haciendo lo que ya hemos dicho: Ofreceremos incienso y libaciones a la Reina del Cielo, como lo hemos hecho nosotros, y como antes lo hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros funcionarios, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. En aquel tiempo teníamos comida en abundancia, nos iba muy bien y no sufríamos ninguna calamidad. Pero desde que dejamos de ofrecer incienso y libaciones a la Reina del Cielo nos ha faltado todo, y el hambre y la espada están acabando con nosotros. Y las mujeres añadieron: Cuando nosotras ofrecíamos incienso y libaciones a la Reina del Cielo, ¿acaso no sabían nuestros maridos que hacíamos tortas con su imagen, y que les ofrecíamos libaciones? Entonces Jeremías le respondió a todo el pueblo, es decir, a los  hombres y mujeres que le habían contestado: ¿Piensan ustedes que el Señor no se acuerda, o no se daba cuenta de que ustedes y sus antepasados, sus reyes y sus funcionarios, y todo el pueblo, ofrecían incienso en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Cuando el Señor ya no pudo soportar más las malas acciones y las cosas abominables que ustedes hacían, su país se convirtió en objeto de maldición, en un lugar desértico, desolado y sin habitantes, tal como está hoy. Ustedes ofrecieron incienso y pecaron contra el Señor, y no obedecieron su voz ni cumplieron con su ley, sus preceptos y estipulaciones. Por eso en este día les ha sobrevenido esta desgracia. Jeremías le dijo a todo el pueblo, incluyendo a las mujeres: Escuchen la palabra del Señor todos ustedes, gente de Judá que vive en Egipto: Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Cuando ustedes y sus mujeres dicen: ‘Ciertamente cumpliremos nuestros votos de ofrecer incienso y libaciones a la Reina del Cielo, demuestran con sus acciones que cumplen lo que prometen. ¡Está bien, vayan y cumplan sus promesas, lleven a cabo sus votos! Pero escuchen la palabra del Señor todos ustedes, gente de Judá que vive en Egipto: ‘Juro por mi nombre soberano dice el Señor que ninguno de los de Judá que vive en Egipto volverá a invocar mi nombre, ni a jurar diciendo: ¡Por la vida del Señor omnipotente! Porque yo los estoy vigilando, para mal y no para bien. El hambre y la espada acabarán con todos los judíos que viven en Egipto. Tan sólo unos pocos lograrán escapar de la espada y regresar a Judá. Entonces todo el resto de Judá que se fue a vivir a Egipto sabrá si se cumple mi palabra o la de ellos. "Ésta será la señal de que voy a castigarlos en este lugar, para que sepan que mis amenazas contra ustedes se habrán de cumplir afirma el Señor. Así dice el Señor: ‘Voy a entregar al faraón Hofra, rey de Egipto, en poder de los enemigos que atentan contra su vida, tal como entregué a Sedequías, rey de Judá, en poder de su enemigo Nabucodonosor, rey de Babilonia, que atentaba contra su vida." Ésta es la palabra que el profeta Jeremías le comunicó a Baruc hijo de Nerías, en el año cuarto del gobierno de Joacim hijo de Josías, cuando Baruc escribía en un rollo estas palabras que Jeremías le dictaba: "Así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de ti, Baruc: Tú dijiste: ‘¡Ay de mí! ¡El Señor añade angustia a mi dolor! Estoy agotado de tanto gemir, y no encuentro descanso. "Pues le dirás que así dice el Señor: ‘Voy a destruir lo que he construido, y a arrancar lo que he plantado; es decir, arrasaré con toda esta tierra. ¿Buscas grandes cosas para ti? No las pidas, porque voy a provocar una desgracia sobre toda la gente, pero a ti te concederé la posibilidad de conservar la vida dondequiera que vayas afirma el Señor. Ése será tu botín."

Salmo 24:
¡Del Señor son la tierra y su plenitud! ¡Del Señor es el mundo y sus habitantes! ¡El Señor afirmó la tierra sobre los mares! ¡El Señor la estableció sobre los ríos! «¿Quién merece subir al monte del Señor? ¿Quién merece llegar a su santuario?» «Sólo quien tiene limpias las manos y puro el corazón; Sólo quien no invoca a los ídolos ni hace juramentos a dioses falsos. Quien es así recibe bendiciones del Señor; ¡Dios, su salvador, le hace justicia!» Así son todos los que te buscan, los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. «¡Ustedes, puertas, levanten sus dinteles! ¡Ensánchense ustedes, puertas eternas! ¡Ábranle paso al Rey de la gloria!» «¿Y quién es este Rey de la gloria?» «¡Es el Señor, el fuerte y valiente! ¡Es el Señor, el poderoso en batalla!» «¡Ustedes, puertas, levanten sus dinteles! ¡Ensánchense ustedes, puertas eternas! ¡Ábranle paso al Rey de la gloria!» 

Proverbios 12: 
El que ama la corrección ama la sabiduría; el que aborrece la reprensión es ignorante. El Señor se agrada del hombre bueno, pero condena al mal intencionado. Por su maldad nadie se mantiene firme, pero la raíz de los justos jamás es removida. La mujer noble es corona de su esposo; la malvada es como carcoma en sus huesos. Los justos sólo piensan en la justicia; los impíos sólo piensan en engañar. Los impíos hablan para derramar sangre, pero los hombres rectos hablan y los ponen a salvo. Los impíos caen y dejan de existir, pero los justos y los suyos permanecen firmes. El hombre es alabado según su sabiduría, pero el de corazón perverso es menospreciado. Más vale un patrón despreciado que un engreído que carece de pan. El justo sabe cuando su bestia tiene hambre, pero los impíos son crueles de corazón. El que labra su tierra se sacia de pan, pero el amigo de vagos no tiene cordura. La codicia del impío es una trampa del mal, pero la raíz de los justos da fruto. El impío se enreda en sus labios pecadores, pero el justo logra salir del aprieto. El hombre se sacia del buen fruto de su boca, y recibe su paga según la obra de sus manos. El necio piensa que va por buen camino, pero el sabio presta atención al consejo. El necio al instante revela su enojo; Pero el prudente desdeña la injuria. Quien dice la verdad proclama la justicia, pero el testigo falso propaga el engaño. Hay gente cuyas palabras son puñaladas, pero la lengua de los sabios sana las heridas. Los labios veraces permanecen para siempre, pero la lengua mentirosa tiene corta vida. En la mente malvada habita el engaño; entre los que promueven la paz hay alegría. Ninguna adversidad le sobreviene al justo, pero todos los males caen sobre los impíos. Al Señor le repugnan los labios mentirosos; pero le agradan los que dicen la verdad. El que es astuto no demuestra lo que sabe, pero el que es necio deja ver su ignorancia. Los diligentes dominan a otros; los negligentes son dominados. La congoja abate el corazón del hombre, pero una buena noticia lo alegra. El justo sabe guiar a su prójimo; el impío le hace perder el camino. El indolente no cocina ni su presa; ¡el gran tesoro del hombre es la diligencia! En el camino de la justicia hay vida; no hay en su camino lugar para la muerte.




El Libro de Juan Capítulo 19 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:EL SANTO EVANGELIO


SEGÚN SAN JUAN


CAPÍTULO 19
(33 d.C.)
LA CORONA DE ESPINAS




ASÍ que, entonces tomó Pilato a Jesús, y Le azotó (¡Pilato estaba esperanzado que al flagelar a Jesús calmaría el deseo del derramamiento de sangre! él vuelve a decepcionarse).
2 Y los soldados entretejieron de espinas una corona (las espinas del Vencedor), y la pusieron sobre Su Cabeza, y Le vistieron de una ropa de grana (probablemente Herodes se la puso a Él),
3 Y decían, ¡Salve, Rey de los Judíos! (¡Tenía la intención de insultar no sólo a Cristo, sino también a la Nación de Israel!) y Le daban de bofetadas (siguieron golpeándole en la Cara con palmas abiertas o puños doblados).
CRUCIFÍCALE
4 Entonces Pilato salió otra vez fuera, y les dijo, He aquí, os Le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en Él (otra petición infructuosa a la humanidad pervertida y a la justicia del tropel enfurecido).
5 Y salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas (de nuevo, el Gobernador tenía la esperanza de mitigar la ferocidad de la gente) y la ropa de grana. Y les dice Pilato, ¡He aquí, el Hombre! (Su petición fue en vano; ni una voz a favor de Jesús rompió el silencio.)
6 Y cuando Le vieron los Principales Sacerdotes (este Pagano, que no conoce a Dios, se compadeció al ver esto, pero el liderazgo religioso de Israel no mostró compasión en absoluto; ¡tal es la religión!), y los servidores, dieron voces diciendo, Crucifícale, crucifícale (registra las palabras más horribles que jamás hayan salido de la boca de un ser humano en cualquier momento). Les dice Pilato, Tomadle vosotros, y crucificadle: porque yo no hallo en él crimen (el Gobernador una vez más intenta exonerarse de la culpa).
7 Le respondieron los Judíos, Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir (el Sanedrín Judío, el Cuerpo Dirigente de Israel, tanto Civil como Religioso), porque se hizo Hijo de Dios (Él no se hizo Hijo de Dios, sino que, efectivamente, era Hijo de Dios).
PILATO
8 Y cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo (en el Griego, quiere decir estar "sumamente temeroso").
9 Y entró otra vez en el pretorio (iba a seguir interrogando a Jesús), y dijo a Jesús, ¿De dónde eres Tú? (Pilato le estaba preguntado a Jesús si Él era Dios.) Mas Jesús no le dio respuesta (se cumplió lo que dice Isaías 53:7).
10 Entonces Le dice Pilato, ¿A mí no me hablas? (El Gobernador estaba irritado porque Jesús no lo contestaba.) ¿No sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte?
11 Respondió Jesús, Ninguna potestad tendrías contra Mí, si no te fuese dada de arriba (el grado de control ejercido por Dios): por tanto, el que a ti Me ha entregado, mayor pecado tiene (nos damos cuenta que hay pecados que son peores que otros, por eso sabemos que Dios consideraba a los Judíos más culpables que los Romanos).
12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle (acababa de decir que tenía el poder de soltar a Jesús, sin embargo es un hombre sin carácter): mas los Judíos daban voces, diciendo, Si a Éste sueltas, no eres amigo de César (¡es irónico! ellos odiaban a César; sin embargo, ¡odiaban más a su propio Mesías!): cualquiera que se hace rey, a César contradice (critica el punto más débil de Pilato; el indicio más leve de deslealtad al Emperador traería consecuencias serias).
RECHAZO FINAL
13 Entonces Pilato oyendo este dicho, llevó fuera a Jesús (sacan a Jesús del Tribunal para presentarse delante de la muchedumbre), y se sentó en el tribunal en el lugar que se dice Empedrado, y en Hebreo Gabata (era una plataforma de piedra en el Tribunal abierto delante del pretorio, el lugar de la condena final).
14 Y era la víspera de la Pascua (era realmente un Miércoles en vez del Viernes, como muchos suponen), y como la hora sexta (a las 6:00 de la madrugada): Entonces dijo a los Judíos, He aquí, vuestro Rey (aparentemente era una resignación de Pilato, se daba cuenta que sus esfuerzos tibios por salvar a Cristo no iban a ser realizados).
15 Mas ellos dieron voces, Fuera, fuera, crucifícalo (¡sólo Roma podía crucificar! ellos quieren a Jesús crucificado; esperando que esto refutaría que Él era en realidad el Hijo de Dios; ellos seguían la norma de Deut. 21:22-23). Les dice Pilato, ¿A vuestro Rey he de crucificar? (Era exactamente lo que ellos quisieron.) Respondieron los Principales Sacerdotes, No tenemos rey sino a César (eligieron a César para que fuera su rey; por César fueron destruidos).
LA CRUCIFIXIÓN
16 Así que entonces Lo entregó a ellos para que fuese crucificado (él consintió a sus deseos). Y tomaron a Jesús, y Le llevaron (lo que ellos quisieron fue lo que recibieron).
17 Y llevando Su Cruz (es la respuesta de la humanidad al único Hombre bueno que jamás vivió), salió al lugar que se dice de la Calavera, y en Hebreo, Gólgota (indudablemente se refiere a lo que en la actualidad se conoce como "el Calvario de Gordon," nombre del General Británico que descubrió el lugar de la Crucifixión y la Tumba):
18 Donde Le crucificaron (la crucifixión era la forma más horrible de morir que jamás se podría comenzar a concebir en la mente atormentada del hombre), y con Él otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio (fue diseñado deliberadamente, Lo colocaron entre dos criminales; sin embargo, en esta situación Sus enemigos cumplieron lo profetizado en Isaías 53:9).
19 Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la Cruz (hecho por Pilato, a pesar de los Judíos). Y el escrito era, JESÚS NAZARENO REY DE LOS JUDÍOS (aunque tenía la intención de usarse como sarcasmo, no obstante, era la Verdad, y el Espíritu Santo así lo ingenió).
20 Y muchos de los Judíos leyeron este título (cumplió su objetivo tal como Pilato lo esperaba): porque el lugar donde fue crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad (estaba directamente fuera de los límites de la ciudad y a lado de una carretera principal): y estaba escrito en Hebreo, en Griego, y en Latín.
21 Y decían a Pilato los Principales Sacerdotes de los Judíos, No escribas, Rey de los Judíos; sino, que Él dijo, Rey soy de los Judíos.
22 Respondió Pilato, Lo que he escrito, he escrito (en efecto, él estaba diciendo, "ustedes lo han acusado falsamente de sedición contra César, y saben que me han mentido en mi cara").
23 Y cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús (la obra horripilante que se completaba al clavarlo en la Cruz), tomaron Sus Vestidos, e hicieron cuatro partes, para cada soldado una parte (se empleó a cuatro soldados en la Crucifixión; fue su paga suplementaria para llevar a cabo una tarea tan espantosa); y Su túnica: mas la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba abajo (el valor de esta vestimenta en particular era que no tenía costura, o sea que era una sola pieza de tela).
24 Y dijeron entre ellos, No la repartamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será (lo que Juan claramente vio y oyó con sus propios ojos y oídos; realmente aparenta que fuera el único Discípulo que se encontraba cerca de la Cruz en ese momento): para que se cumpliese La Escritura, que dice, Repartieron para sí Mis Vestidos, Y sobre Mi Vestidura echaron suertes (Sal. 22:18). Y los soldados hicieron esto (casi no se daban cuenta que estaban cumpliendo Las Escrituras).
25 Y estaban junto a la Cruz de Jesús Su Madre (el sufrimiento que ella tenía que soportar cuando miró este espectáculo es, sin duda, ¡incomprensible!), y la hermana de Su Madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
26 Y cuando vio Jesús a Su Madre, y al Discípulo que Él amaba (Juan, el autor de este Evangelio), que estaba presente, dice a Su Madre, Mujer, he ahí tu hijo (por causa de Sus Propios hermanastros que no creían en Él, Jesús encargaría el cuidado de María en manos de Juan, el Amado; sin embargo, la Resurrección remediaría esto).
27 Después dice al Discípulo, He ahí tu madre (Jesús le dijo a Juan que a partir de aquel momento en adelante, él tenía que depender de María tal como si fuese su propia Madre). Y desde aquella hora el Discípulo la recibió consigo (Juan se refiere a sí mismo en tercera persona; la tradición menciona que Juan realizó en totalidad el Mandato del Maestro).
LA MUERTE
28 Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas (los últimos minutos antes de Su Muerte), para que La Escritura se cumpliese, dijo, Sed tengo (Sal. 69:21).
29 Y estaba allí un vaso lleno de vinagre (una clase de vino, que no era un producto tóxico): entonces ellos llenaron una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a Su Boca (era "el hisopo," que además fue utilizado para untar la sangre sobre los postes de las puertas en Egipto en la Primera Pascua; en cierto modo, es simbólico de la Humanidad de Cristo).
30 Y cuando Jesús tomó el vinagre (la humectación de los labios y lengua, que se había secado por la pérdida de fluido del Cuerpo; probablemente Él pidió esto a fin de que pudiera decir las últimas palabras), dijo, Consumado es (las Palabras más significantes, aunque a un gran precio, que todo pecador jamás pudiera haber oído; en efecto, la deuda del mundo fue pagada; cada pizca de la Ley se cumplió). Y habiendo inclinado la Cabeza, entregó el Espíritu (Jesús no murió de Sus Heridas; Él voluntariamente entregó Su Vida, de hecho, murió cuando el Espíritu Santo Le dijo que muriera [Heb. 9:14]).
31 Entonces los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua (la preparación de la comida de la Pascua, realizado el día antes de la Pascua verdadera), para que los cuerpos no quedasen en la Cruz en el Sábado, (pues era el gran Día del Sábado,) (no se refiere al Sábado normal de los Judíos que cae en el día Sábado, sino más bien "el Día Alto" de la Pascua, también llamado un Sábado, que ocurría en el día Jueves) rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados (las víctimas en la Cruz morían por el impacto del quebramiento de las piernas, para que pudieran bajarlos, de modo que no se quedaran en la Cruz en el Sábado).
32 Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con Él (se refiere a los dos ladrones).
33 Mas cuando vinieron a Jesús, como Le vieron ya muerto (ocurrió algo extraño, porque por lo general las víctimas colgadas en la Cruz duraban días sin expirar), no Le quebraron las Piernas:
34 Empero uno de los soldados Le abrió el Costado con una lanza (junto con el resto de los Versículos de este Capítulo, es esencialmente valioso afirmar más allá de la controversia la Muerte actual de Jesucristo), y luego salió sangre y agua (algunos declaran que fue el resultado de un corazón roto o quebrado).
35 Y él que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis (Juan se refiere a sí mismo como un testigo ocular).
36 Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliese La Escritura, Hueso no quebrantaréis de Él (Éx. 12:46; Núm. 9:12; Sal. 34:20; en ese momento, los Judíos se apresuraban para comer su Cordero Pascual, ni un hueso podía se quebrar legalmente, lo que era un Tipo de Cristo).
37 Y también otra Escritura dice, Mirarán al que traspasaron (Sal. 22:16-17; Zac. 12:10; Apoc. 1:7).
LA SEPULTURA
38 Después de estas cosas, José de Arimatea (era un miembro del Sanedrín Judío, junto con Nicodemo), el cual era Discípulo de Jesús (un seguidor de Cristo), pero en secreto por miedo de los Judíos (se refiere al temor de lo que los demás dirían y lo que ellos harían — es el problema de millones de personas en la actualidad), rogó a Pilato que pudiera quitar el Cuerpo de Jesús (requirió la Cruz para traer a José de Arimatea al lugar en que él adoptaría una actitud valiente y abierta por Cristo): y lo permitió Pilato (así lo dejó hacer). Entonces vino, y quitó el Cuerpo de Jesús (le frustró los planes de los Judíos para quitar el cadáver y llevárselo al Valle de Hinóm, que en realidad era un vertedero de basura).
39 Y vino también Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche (al igual, la Cruz lo cambió), trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras (el proceso de embalsamamiento que los Judíos adinerados llevaban a cabo en esa época;  ¡resultó muy costoso! al mismo tiempo, muestra que ellos no esperaban del todo que Jesús resucitara de entre los muertos).
40 Tomaron pues el Cuerpo de Jesús, y Lo envolvieron en telas de lino con especias, como es costumbre de los Judíos sepultar (independientemente de sus pensamientos acerca de la Resurrección, José y Nicodemo declararon por sus acciones que ellos eran amigos de Cristo).
41 Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un jardín (únicamente Juan menciona el "jardín"); y en el jardín un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno (entre otras cosas, previno la posibilidad de cualquier confusión o que el Cuerpo Sagrado del Señor tuviera contacto con la corrupción).
42 Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de los Judíos (se refiere a la Pascua, que comenzaría a la puesta del sol); porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús (cerca del lugar de la Crucifixión).



Primera Corintios Capítulo 13:


Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4

Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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