04 May 2018

El 4 de mayo Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 4 de mayo Lectura Bíblica Diaria:

Éxodo 9 a 11:
El Señor le ordenó a Moisés que fuera a hablar con el faraón y le advirtiera: "Así dice el Señor, Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. Si te niegas a dejarlos ir y sigues reteniéndolos, la mano del Señor provocará una terrible plaga entre los ganados que tienes en el campo, y entre tus caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas. Pero el Señor hará distinción entre el ganado de Israel y el de Egipto, de modo que no morirá un solo animal que pertenezca a los israelitas." Además, el Señor fijó un plazo y dijo: "Mañana yo, el Señor, haré esto en el país." En efecto, al día siguiente murió todo el ganado de los egipcios, pero del ganado de los israelitas no murió ni un solo animal. Envió el faraón gente a ver los ganados de los israelitas, y se encontraron con que ni un solo animal había muerto. Sin embargo, el faraón endureció su corazón y no quiso dejar ir al pueblo. Entonces el Señor les dijo a Moisés y a Aarón: "Tomen de algún horno puñados de ceniza, y que la arroje Moisés al aire en presencia del faraón. La ceniza se convertirá en polvo fino, y caerá sobre todo Egipto y abrirá úlceras en personas y animales en todo el país." Moisés y Aarón tomaron ceniza de un horno y se plantaron ante el faraón. Allí Moisés la arrojó al aire, y se abrieron úlceras purulentas en personas y animales. Los magos no pudieron enfrentarse a Moisés, pues ellos y todos los egipcios tenían úlceras. Pero el Señor endureció el corazón del faraón y, tal como el Señor se lo había advertido a Moisés, no  quiso el faraón saber nada de Moisés ni de Aarón. El Señor le ordenó a Moisés madrugar al día siguiente, y salirle al paso al faraón para advertirle: "Así dice el Señor y Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. Porque esta vez voy a enviar el grueso de mis plagas contra ti, y contra tus funcionarios y tu pueblo, para que sepas que no hay en toda la tierra nadie como yo. Si en este momento desplegara yo mi poder, y a ti y a tu pueblo los azotara con una plaga, desaparecerían de la tierra. Pero te he dejado con vida precisamente para mostrarte mi poder, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra. Tú, sin embargo, sigues enfrentándote a mi pueblo y no quieres dejarlo ir. Por eso mañana a esta hora enviaré la peor granizada que haya caído en Egipto desde su fundación. Ordena inmediatamente que se pongan bajo techo tus ganados y todo lo que tengas en el campo, lo mismo personas que animales, porque el granizo caerá sobre los que anden al aire libre y los matará. " Algunos funcionarios del faraón temieron la palabra del Señor y se apresuraron a poner bajo techo a sus esclavos y ganados, pero otros no hicieron caso de la palabra de Dios y dejaron en el campo a sus esclavos y ganados. Entonces el Señor le dijo a Moisés: "Levanta los brazos al cielo, para que en todo Egipto caiga granizo sobre la gente y los animales, y sobre todo lo que crece en el campo." Moisés levantó su vara hacia el cielo, y el Señor hizo que cayera granizo sobre todo Egipto: envió truenos, granizo y rayos sobre toda la tierra. Llovió granizo, y con el granizo caían rayos zigzagueantes. Nunca en toda la historia de Egipto como nación hubo una tormenta peor que ésta. El granizo arrasó con todo lo que había en los campos de Egipto, y con personas y animales; acabó con todos los cultivos y derribó todos los árboles. El único lugar en donde no granizó fue en la tierra de Gosén, donde estaban los israelitas. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: Esta vez reconozco mi pecado. El Señor ha actuado con justicia, mientras que yo y mi pueblo hemos actuado mal. No voy a detenerlos más tiempo; voy a dejarlos ir. Pero rueguen por mí al Señor, que truenos y granizo los hemos tenido de sobra. En cuanto yo salga de la ciudad le contestó Moisés, elevaré mis manos en oración al Señor, y cesarán los truenos y dejará de granizar. Así sabrás que la tierra es del Señor. Sin embargo, yo sé que tú y tus funcionarios aún no tienen temor de Dios. El lino y la cebada fueron destruidos, ya que la cebada estaba en espiga, y el lino en flor. Sin embargo, el trigo y la espelta no se echaron a perder porque maduran más tarde. Tan pronto como Moisés dejó al faraón y salió de la ciudad, elevó sus manos en oración al Señor y, en seguida, cesaron los truenos y dejó de granizar y de llover sobre la tierra. Pero en cuanto vio el faraón que habían cesado la lluvia, el granizo y los truenos, reincidió en su pecado, y tanto él como sus funcionarios endurecieron su corazón. Tal como el Señor lo había advertido por medio de Moisés, el faraón endureció su corazón y ya no dejó que los israelitas se fueran. El Señor le dijo a Moisés: "Ve a hablar con el faraón. En realidad, soy yo quien ha endurecido su corazón y el de sus funcionarios, para realizar entre ellos mis señales milagrosas. Lo hice para que puedas contarles a tus hijos y a tus nietos la dureza con que traté a los egipcios, y las señales que realicé entre ellos. Así sabrán que yo soy el Señor." Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón, y le advirtieron: "Así dice el Señor y Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te opondrás a humillarte en mi presencia? Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. Si te niegas a dejarlos ir, mañana mismo traeré langostas sobre tu país. De tal manera cubrirán la superficie de la tierra que no podrá verse el suelo. Se comerán lo poco que haya quedado después del granizo, y acabarán con todos los árboles que haya en los campos. Infestarán tus casas, y las de tus funcionarios y las de todos los egipcios. ¡Será algo que ni tus padres ni tus antepasados vieron jamás, desde el día en que se establecieron en este país hasta la fecha! " Dicho esto, Moisés se dio media vuelta y se  retiró de la presencia del faraón. Entonces los funcionarios le dijeron al faraón: ¿Hasta cuándo este individuo será una trampa para nosotros? ¡Deja que el pueblo se vaya y que rinda culto al Señor su Dios! ¿Acaso no sabes que Egipto está arruinado? El faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: Vayan y rindan culto al Señor su Dios. Tan sólo díganme quiénes van a ir. Nos van a acompañar nuestros jóvenes y nuestros ancianos respondió Moisés. También nos acompañarán nuestros hijos y nuestras hijas, y nuestros rebaños y nuestros ganados, pues vamos a celebrar la fiesta del Señor. Que el Señor los acompañe repuso el faraón, ¡si es que yo dejo que se vayan con sus mujeres y sus hijos! ¡Claramente se ven sus malas intenciones! ¡Pero no será como ustedes quieren! Si lo que quieren es rendirle culto al Señor, ¡vayan sólo ustedes los hombres! Y Moisés y Aarón fueron arrojados de la presencia del faraón. Entonces el Señor le dijo a Moisés: "Extiende los brazos sobre todo Egipto, para que vengan langostas y cubran todo el país, y se coman todo lo que crece en los campos y todo lo que dejó el granizo." Moisés extendió su vara sobre Egipto, y el Señor hizo que todo ese día y toda esa noche un viento del este soplara sobre el país. A la mañana siguiente, el viento del este había traído las langostas, las cuales invadieron todo Egipto y se asentaron en gran número por todos los rincones del país. ¡Nunca antes hubo semejante plaga de langostas, ni la habrá después! Eran tantas las langostas que cubrían la superficie de la tierra, que ni el suelo podía verse. Se comieron todas las plantas del campo y todos los frutos de los árboles que dejó el granizo. En todo Egipto no quedó nada verde, ni en los árboles ni en las plantas. A toda prisa mandó llamar el faraón a Moisés y a Aarón, y admitió: "He pecado contra el Señor su Dios y contra ustedes. Yo les pido que perdonen mi pecado una vez más, y que rueguen por mí al Señor su Dios, para que por lo menos aleje de donde yo estoy esta plaga mortal." En cuanto Moisés salió de la presencia del faraón, rogó al Señor por el faraón. El Señor hizo entonces que el viento cambiara, y que un fuerte viento del oeste se llevara las langostas y las echara al Mar Rojo. En todo Egipto no quedó una sola langosta. Pero el Señor endureció el corazón del faraón, y éste no dejó que los israelitas se fueran. El Señor le dijo a Moisés: "Levanta los brazos al cielo, para que todo Egipto se cubra de tinieblas, ¡tinieblas tan densas que se puedan palpar!" Moisés levantó los brazos al cielo, y durante tres días todo Egipto quedó envuelto en densas tinieblas. Durante ese tiempo los egipcios no podían verse unos a otros, ni moverse de su sitio. Sin embargo, en todos los hogares israelitas había luz. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y le   dijo: Vayan y rindan culto al Señor. Llévense también a sus hijos, pero dejen atrás sus rebaños y sus ganados. A esto replicó Moisés: ¡Al contrario!, tú vas a darnos los sacrificios y holocaustos que hemos de presentar al Señor nuestro Dios, y además nuestro ganado tiene que ir con nosotros. ¡No puede quedarse aquí ni una sola pezuña! Para rendirle culto al Señor nuestro Dios tendremos que tomar algunos de nuestros animales, y no sabremos cuáles debemos presentar como ofrenda hasta que lleguemos allá. Pero el Señor endureció el corazón del faraón, y éste no quiso dejarlos ir, sino que le gritó a Moisés: ¡Largo de aquí! ¡Y cuidado con volver a presentarte ante mí! El día que vuelvas a verme, puedes darte por muerto. ¡Bien dicho! le respondió Moisés. ¡Jamás volveré a verte! El Señor le dijo a Moisés: "Voy a traer una plaga más sobre el faraón y sobre Egipto. Después de eso, dejará que se vayan. Y cuando lo haga, los echará de aquí para siempre. Habla con el pueblo y diles que todos ellos, hombres y mujeres, deben pedirles a sus vecinos y vecinas objetos de oro y de plata." El Señor hizo que los egipcios vieran con buenos ojos a los israelitas. Además, en todo Egipto Moisés mismo era altamente respetado por los funcionarios del faraón y por el pueblo. Moisés anunció: "Así dice el Señor: Hacia la medianoche pasaré por todo Egipto, y todo primogénito egipcio morirá: desde el primogénito del faraón que ahora ocupa el trono hasta el primogénito de la esclava que trabaja en el molino, lo mismo que todo primogénito del ganado. En todo Egipto habrá grandes lamentos, como no los ha habido ni volverá a haberlos. Pero entre los israelitas, ni los perros le ladrarán a persona o animal alguno. Así sabrán que el Señor hace distinción entre Egipto e Israel. Todos estos funcionarios tuyos vendrán a verme, y de rodillas me suplicarán: ‘¡Vete ya, con todo el pueblo que te sigue! Cuando esto suceda, me iré. " Y ardiendo de ira, salió Moisés de la presencia del faraón, aunque ya el Señor le había advertido a Moisés  que el faraón no les iba a hacer caso, y que tenía que ser así para que las maravillas del Señor se multiplicaran en Egipto. Moisés y Aarón realizaron ante el faraón todas estas maravillas; pero el Señor endureció el corazón del faraón, y éste no dejó salir de su país a los israelitas.



Salmo 141:
A ti clamo, Señor; ven pronto a mí. ¡Atiende a mi voz cuando a ti clamo! Que suba a tu presencia mi plegaria como una ofrenda de incienso; que hacia ti se eleven mis manos como un sacrificio vespertino. Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios. No permitas que mi corazón se incline a la maldad, ni que sea yo cómplice de iniquidades; no me dejes participar de banquetes en compañía de malhechores. Que la justicia me golpee, que el amor me reprenda; pero que el ungüento de los malvados no perfume mi cabeza, pues mi oración está siempre en contra de sus malas obras. Cuando sus gobernantes sean lanzados desde los despeñaderos, sabrán que mis palabras eran bien intencionadas. Y dirán: "Así como se dispersa la tierra cuando en ella se abren surcos con el arado, así se han dispersado nuestros huesos a la orilla del sepulcro." En ti, Señor Soberano, tengo puestos los ojos;  en ti busco refugio; no dejes que me maten. Protégeme de las trampas que me tienden, de las trampas que me tienden los malhechores. Que caigan los impíos en sus propias redes, mientras yo salgo bien librado.



Proverbios 16:
El hombre propone y Dios dispone. A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos. Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán. Toda obra del Señor tiene un propósito; ¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre! El Señor aborrece a los arrogantes. Una cosa es segura: no quedarán impunes. Con amor y verdad se perdona el pecado, y con temor del Señor se evita el mal. Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre, hasta con sus enemigos lo reconcilia. Más vale tener poco con justicia que ganar mucho con injusticia. El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor. La sentencia está en labios del rey; en el veredicto que emite no hay error. Las pesas y las balanzas justas son del Señor; todas las medidas son hechura suya. El rey detesta las malas acciones, porque el trono se afirma en la justicia. El rey se complace en los labios honestos; aprecia a quien habla con la verdad. La ira del rey es presagio de muerte, pero el sabio sabe apaciguarla. El rostro radiante del rey es signo de vida; su favor es como lluvia en primavera. Más vale adquirir sabiduría que oro; más vale adquirir inteligencia que plata. El camino del hombre recto evita el mal; el que quiere salvar su vida, se fija por dónde va. Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso. Vale más humillarse con los oprimidos que compartir el botín con los orgullosos. El que atiende a la palabra, prospera. ¡Dichoso el que confía en el Señor! Al sabio de corazón se le llama inteligente; los labios convincentes promueven el saber. Fuente de vida es la prudencia para quien la posee; el castigo de los necios es su propia necedad. El sabio de corazón controla su boca; con sus labios promueve el saber. Panal de miel son las palabras amables: endulzan la vida y dan salud al cuerpo. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte. Al que trabaja, el hambre lo obliga a trabajar, pues su propio apetito lo estimula. El perverso hace planes malvados; en sus labios hay un fuego devorador. El perverso provoca contiendas, y el chismoso divide a los buenos amigos. El violento engaña a su prójimo y lo lleva por mal camino. El que guiña el ojo trama algo perverso; el que aprieta los labios ya lo ha cometido. Las canas son una honrosa corona que se obtiene en el camino de la justicia. Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades. Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto proviene del Señor.



El Libro de Gálatas Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
GÁLATAS
CAPÍTULO 3
(58 d.C.)
POR LA FE



¡Oh Gálatas insensatos! (Ellos no usaron sus propios poderes de percepción.) ¿Quién os fascinó (influencia perjudicial), para no obedecer a la Verdad (se refiere "a Jesucristo y Él Crucificado"), ante cuyos ojos Jesucristo fue ya descrito, como Crucificado entre vosotros? (Pablo Predicaba la Cruz con tal intensidad que sus oyentes podían ver a Jesucristo Crucificado entre ellos. Desgraciadamente, sólo unos cuantos Predicadores modernos siguen su ejemplo.)
2 Esto solo quiero saber de vosotros (les convenceré de su error por este argumento), ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley, o por el oír de la Fe? (Se refiere a ser Nacido de Nuevo, en ese momento el Espíritu de Dios entra en el corazón y la vida del nuevo Creyente. Se recibe solamente al confiar en Cristo, y lo que Él hizo en la Cruz.)
3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu (¿piensan ustedes que ya se puede llegar a un estado de madurez espiritual por su propio esfuerzo?), ahora os perfeccionáis por la carne? (Estos Gálatas practicaban la Salvación por "Fe" y Santificación por "sí mismos," que es precisamente también la condición de la mayoría de los Cristianos.)
4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? (Ustedes han sufrido la persecución debido a su aceptación de Cristo. No lo deseche.) si es que fue en vano (en esencia dice, "espero que no sea en vano").
5 Aquél (el Señor Jesús), pues, que os daba el Espíritu, y obraba Maravillas entre vosotros, ¿Lo hacía por las obras de la Ley, o por el oír de la Fe? (Es evidente que todo lo que el Señor hace se basa cuando el Creyente exhibe Fe. Nunca es por obras de la Ley.)
ABRAHAM
6 Como Abraham creyó a Dios (el Patriarca fue justificado por Fe, no por obras), y le fue imputado a Justicia. (La Justicia de Dios está imputada a una persona sólo sobre la  base de la Fe en Cristo, y lo que Cristo ha hecho en la Cruz [Jn. 8:56].)
7 Sabéis por tanto, que los que son de Fe (presenta la Fe, y la Fe sola, como el fundamento; pero el Objeto de la Fe debe ser siempre la Cruz), los tales son hijos de Abraham (los hijos legítimos de Abraham).
8 Y viendo antes La Escritura, que Dios por la Fe había de justificar a los Gentiles (la Palabra de Dios como el Fundamento de todas las Cosas), Predicó antes a Abraham las Buenas Nuevas, diciendo, En ti serán benditas todas las naciones (Gén. 12:1-3).
9 Luego los (quienquiera que fuera) de la Fe (en Cristo y la Cruz) son benditos con el Creyente Abraham. (¡Él recibió la Justificación por la Fe, y así también nosotros!)
LA SOLA FE
10 Porque todos los que son de las Obras de la Ley están bajo maldición (el Creyente sólo puede estar bajo la Ley o la Gracia; es la una o la otra; sólo se puede recibir la Gracia a través de la Cruz; si alguien confía en la Ley, cualquiera que fuera esa Ley, es maldito): porque escrito está, Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el Libro de la Ley para hacerlas (Deut. 27:26). (Para alcanzar la Justicia de la Ley, se tiene que guardar la Ley intachablemente, por ello sin fallar. Tal es imposible, de modo que deja sólo la Cruz como el medio de la Salvación y la Victoria.)
11 Mas por cuanto por la Ley ninguno se justifica para con Dios, es cierto (porque es imposible para el hombre guardar perfectamente la Ley): que, El justo por la Fe vivirá ([Hab. 2:4], la Fe en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz).
12 La Ley también no es de la Fe (los dos principios, el de la Ley y de la Fe, como un medio de la Justificación son mutuamente exclusivos el uno del otro): sino, El hombre que los hiciere vivirá en ellos. (El Creyente tiene una alternativa. Él puede intentar vivir esta vida según la Ley o según la Fe. Él no puede vivir bajo las dos.)
13 Cristo nos redimió de la maldición de la Ley (Él nos redimió en la Cruz), hecho por nosotros una maldición (Él tomó la pena de la Ley, que era la muerte): porque está escrito, Maldito cualquiera que es colgado en un madero (Deut. 21:22-23):
14 Para que la bendición de Abraham (la Justificación por la Fe) fuese sobre los Gentiles en Cristo Jesús (lo que Él hizo en la Cruz); para que por la Fe recibamos la Promesa del Espíritu. (Todo pecado fue expiado en la Cruz que canceló la deuda del pecado del Creyente, haciéndolo posible para que el Espíritu Santo entre en la vida del Creyente y more allí para siempre [Jn. 14:16-17].)
EL CONVENIO
15 Hermanos, hablo como hombre (ahora expone un argumento para mostrar que el Convenio que Dios hizo con Abraham todavía está vigente); aunque un pacto sea de hombre, con todo, siendo confirmado, nadie lo cancela, o le añade. (En otras palabras, el Convenio de Justificación por la Fe no puede romperse ni ponerse a un lado.)
16 A Abraham fueron hechas las Promesas y a su simiente (a todos aquéllos que han recibido la Salvación por Fe en Cristo). No dice, Y a las simientes, como de muchos; sino como de uno, Y a tu simiente, la cual es Cristo. (La Simiente de Abraham era Cristo, y Cristo es Dios y también Hombre. Por lo tanto, el Convenio no puede ser quebrantado.)
17 Esto pues digo, Que el Pacto confirmado de Dios para con Cristo (se refiere al Convenio Abrámico, que es la Justificación por la Fe), la Ley (la Ley de Moisés) que fue hecha cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la Promesa. (En otras palabras, la Ley de Moisés no anuló el Convenio Abrámico. De hecho, ese Convenio todavía está vigente.)
18 Porque si la herencia es por la Ley, ya no es por la Promesa (la herencia no puede provenir de ambos Convenios y, de hecho, no puede provenir por la Ley): empero Dios la dio gratuitamente a Abraham por la Promesa. (El verbo "dio" es en el tiempo perfecto del indicativo, lo que significa que Dios dio la Promesa acerca de Cristo como una Promesa permanente que no puede ser reemplazada ni modificada.)
LA LEY
19 ¿Pues de qué sirve la Ley? (¿Para qué vale la Ley?) Fue puesta por causa de las rebeliones (fue dada para definir el pecado), hasta que viniese la Simiente a quien fue hecha la Promesa (Cristo es la Promesa); ordenada aquélla por los Ángeles en la mano de un mediador. (Moisés era el mediador de la Ley.)
20 Y el mediador no es de uno (para ser un mediador, se requiere más de una persona; en otras palabras, el mediador es la persona intermedia entre dos o más personas que están enemistadas), pero Dios es uno. (Dios es el Mediador del Nuevo Convenio, pero de un modo diferente que Moisés. Jesús es Dios, y también Jesús es Hombre. Por consiguiente, el Nuevo Convenio no depende del hombre como tal, sino más bien el Hombre Cristo Jesús. ¡Por lo tanto, este Convenio no puede fallar!)
21 ¿Luego la Ley es contra las Promesas de Dios? (Exige una respuesta negativa.) De ninguna manera: porque si la Ley dada pudiera vivificar, la Justicia fuera verdaderamente por la Ley. (La Ley de Moisés podía demostrar al hombre lo que él era, pero no tenía ningún poder de cambiarlo.)
22 Mas encerró La Escritura todo bajo pecado (la Ley no podía ofrecer Vida Eterna; sólo podía exigir castigo, que era la muerte), para que la Promesa fuese dada a los que creen por la Fe de Jesucristo. (La Vida Eterna es por Fe en la Promesa, Quien es Jesucristo y lo que Él hizo en la Cruz. En otras palabras, la palabra "creen" demanda que Cristo y la Cruz siempre deben ser el Objeto de nuestra Fe.)
23 Empero antes que viniese la Fe (en realidad dice en el Griego, "antes de la Fe"; en resumen, se refiere "a Jesucristo y Él Crucificado"), estábamos guardados bajo la Ley (en efecto quiere decir, "mantenerse bajo llave"), encerrados para aquella Fe que había de ser descubierta. (Indica que la Ley señalaba a Cristo, siempre a Cristo.)
24 De manera que la Ley ha sido nuestro ayo (debiera traducirse, "nuestra tutora") para llevarnos a Cristo (declara lo que el resultado final de la Ley fuese destinado), para que fuésemos justificados por la Fe. (Nos indica que la Ley no tenía ninguna función permanente, sino que servía solamente hasta que viniera Cristo. Es sólo por la Fe en Cristo que puede justificarse.)
25 Mas venida la Fe (Pablo se refiere a la Obra Terminada de Cristo en la Cruz), ya no estamos bajo el ayo. (Realmente debiera decir, "ya no estamos bajo la tutela de la Ley." La Ley fue totalmente cumplida en Cristo.)
LA FE
26 Porque todos sois Hijos de Dios por la Fe en Cristo Jesús. (Toda persona que es salva, y toda persona que fue salva o será salva, es salva sólo por "la Fe en Cristo Jesús," lo cual se refiere a lo que Él hizo en la Cruz.)
27 Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo (el Bautismo en Su Muerte en el Calvario [Rom. 6:3-5]; la referencia no es el Bautismo en Agua) de Cristo estáis vestidos (quiere decir estar revestido con Él [Jn. 14:20]).
28 No hay Judío ni Griego, no hay siervo ni libre, no hay varón ni hembra (todos tienen una vida común en Cristo Jesús): porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (El fin de la clase, estatus y distinción social. Esta sola frase corresponde al racismo.)
29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente la simiente de Abraham sois (Cristo es la Simiente de Abraham, por eso mi unión con Cristo me convierte en la simiente de Abraham también), y los herederos conforme a la Promesa (herederos de Dios y coherederos con Jesucristo [Rom. 8:17]).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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