29 April 2018

El 30 de abril Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 30 de abril Lectura Bíblica Diaria:

Génesis 47 a 49:
José fue a informarle al faraón, y le dijo: Mi padre y mis hermanos han venido desde Canaán con sus ovejas y sus vacas y todas sus pertenencias. Ya se encuentran en la región de Gosén. Además, José había elegido a cinco de sus hermanos para presentárselos al faraón. Y éste les preguntó: ¿En qué trabajan ustedes? Nosotros, sus siervos, somos pastores, al igual que nuestros antepasados respondieron ellos. Hemos venido a vivir en este país porque en Canaán ya no hay pastos para nuestros rebaños. ¡Es terrible el hambre que acosa a ese país! Por eso le rogamos a usted nos permita vivir en la región de Gosén. Entonces el faraón le dijo a José: Tu padre y tus hermanos han venido a estar contigo. La tierra de Egipto está a tu disposición. Haz que se asienten en lo mejor de la tierra; que residan en la región de Gosén. Y si sabes que hay entre ellos hombres capaces, ponlos a cargo de mi propio ganado. Luego José llevó a Jacob, su padre, y se lo presentó al faraón. Jacob saludó al faraón con reverencia, y el faraón le preguntó: ¿Cuántos años tienes? Ya tengo ciento treinta años respondió Jacob. Mis años de andar peregrinando de un lado a otro han sido pocos y difíciles, pero no se comparan con los años de peregrinaje de mis antepasados. Luego Jacob se despidió del faraón con sumo respeto, y se retiró de su presencia. José instaló a su padre y a sus hermanos, y les entregó terrenos en la mejor región de Egipto, es decir, en el distrito de Ramsés, tal como lo había ordenado el faraón. José también proveyó de alimentos a su padre y a sus hermanos, y a todos sus familiares, según las necesidades de cada uno. El hambre en Egipto y en Canaán era terrible. No había alimento en ninguna parte, y la gente estaba a punto de morir. Todo el dinero que los habitantes de Egipto y de Canaán habían pagado por el alimento, José lo recaudó para depositarlo en el palacio del faraón. Cuando a egipcios y cananeos se les acabó el dinero, los egipcios fueron a ver a José y le reclamaron: ¡Dénos de comer! ¿Hemos de morir en su presencia sólo porque no tenemos más dinero? Y José les contestó: Si ya se les acabó el dinero, traigan su ganado y, a cambio, les daré alimento. Los egipcios llevaron a José su ganado, es decir, sus caballos, vacas, ovejas y asnos, y a cambio de ellos José les dio alimento durante todo ese año. Al año siguiente fueron a decirle a José: Señor, no podemos ocultar el hecho de que ya no tenemos más dinero, y de que todo nuestro ganado ya es suyo. Ya no tenemos nada que ofrecerle, de no ser nuestros propios cuerpos y nuestras tierras. ¿Va usted a permitir que nos muramos junto con nuestras tierras? Cómprenos usted a nosotros y a nuestras tierras, a cambio de alimento. Así seremos esclavos del faraón junto con nuestras tierras. ¡Pero dénos usted semilla, para que podamos vivir y la tierra no quede desolada! De esta manera José adquirió para el faraón todas las tierras de Egipto, porque los egipcios, obligados por el hambre, le vendieron todos sus terrenos. Fue así como todo el país llegó a ser propiedad del faraón, y todos en Egipto quedaron reducidos a la esclavitud. Los únicos terrenos que José no compró fueron los que pertenecían a los sacerdotes. Éstos no tuvieron que vender sus terrenos porque recibían una ración de alimento de parte del faraón. Luego José le informó al pueblo: Desde ahora ustedes y sus tierras pertenecen al faraón, porque yo los he comprado. Aquí tienen semilla. Siembren la tierra. Cuando llegue la cosecha, deberán entregarle al faraón la quinta parte de lo cosechado. Las otras cuatro partes serán para la siembra de los campos, y para alimentarlos a ustedes, a sus hijos y a sus familiares. ¡Usted nos ha salvado la vida, y hemos contado con su favor! respondieron ellos. ¡Seremos esclavos del faraón! José estableció esta ley en toda la tierra de Egipto, que hasta el día de hoy sigue vigente: la quinta parte de la cosecha le pertenece al faraón. Sólo las tierras de los sacerdotes no llegaron a ser del faraón. Los israelitas se asentaron en Egipto, en la región de Gosén. Allí adquirieron propiedades, prosperaron y llegaron a ser muy numerosos. Jacob residió diecisiete años en Egipto, y llegó a vivir un total de ciento cuarenta y siete años. Cuando Israel estaba a punto de morir, mandó llamar a su hijo José y le dijo: Si de veras me quieres, pon tu mano debajo de mi muslo y prométeme amor y lealtad. ¡Por favor, no me entierres en Egipto! Cuando vaya a descansar junto a mis antepasados, sácame de Egipto y entiérrame en el sepulcro de ellos. Haré lo que me pides contestó José. ¡Júramelo! insistió su padre. José se lo juró, e Israel se reclinó sobre la cabecera de la cama. Poco tiempo después le informaron a José que su padre estaba enfermo. Entonces fue a visitarlo y llevó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín. Cuando le avisaron a Jacob que su hijo venía a verlo, hizo un esfuerzo, se sentó en la cama y le dijo a José: El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo con esta promesa: Te haré fecundo, te multiplicaré, y haré que tus descendientes formen una comunidad de naciones. Además, a tu descendencia le daré esta tierra como su posesión perpetua. Ahora bien, los dos hijos que te nacieron aquí en Egipto, antes de que me reuniera contigo, serán considerados míos. Efraín y Manasés serán tan míos como lo son Rubén y Simeón. Los hijos que tengas después de ellos serán tuyos, y a través de sus hermanos recibirán su herencia. Cuando yo regresaba de Padán Aram, tu madre murió cerca de Efrata, en tierra de Canaán, y allí la sepulté junto al camino de Efrata, es decir, Belén. Al ver a los hijos de José, Israel preguntó: Y estos chicos, ¿quiénes son? Son los hijos que Dios me ha concedido aquí le respondió José a su padre. Entonces Israel le dijo: Acércalos, por favor, para que les dé mi bendición. Israel ya era muy anciano, y por su avanzada edad casi no podía ver; por eso José los acercó, y su padre los besó y abrazó. Luego le dijo a José: Ya había perdido la esperanza de volver a verte, ¡y ahora Dios me ha concedido ver también a tus hijos! José los retiró de las rodillas de Israel y se postró rostro en tierra. Luego tomó a sus dos hijos, a Efraín con la derecha y a Manasés con la izquierda, y se los presentó a su padre. De esta manera Efraín quedó a la izquierda de Israel y Manasés a su derecha. Pero Israel, al extender las manos, las entrecruzó y puso su derecha sobre la cabeza de Efraín, aunque era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés, aunque era el mayor. Y los bendijo con estas palabras: "Que el Dios en cuya presencia caminaron mis padres, Abraham e Isaac, el Dios que me ha guiado desde el día en que nací hasta hoy, el ángel que me ha rescatado de todo mal, bendiga a estos jóvenes. mi *nombre y el de mis padres, Abraham e Isaac. sobre la tierra." A José no le agradó ver que su padre pusiera su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, así que tomando la mano de su padre, la pasó de la cabeza de Efraín a la de Manasés, mientras le reclamaba: ¡Así no, padre mío! ¡Pon tu mano derecha sobre la cabeza de éste, que es el primogénito! Pero su padre se resistió, y le contestó: ¡Ya lo sé, hijo, ya lo sé! También él gestará a un pueblo, y llegará a ser importante. Pero su hermano menor será aún más importante, y su descendencia dará origen a muchas naciones. Aquel día Jacob los bendijo así: "Ésta será la bendición que en Israel se habrá de pronunciar: Que Dios cuide de ti como cuidó de Efraín y de Manasés. " De este modo, Israel dio a Efraín la primacía sobre Manasés. Finalmente, Israel le dijo a José: Yo estoy a punto de morir; pero Dios estará con ustedes y los hará volver a la tierra de sus antepasados. Y a ti, que estás por encima de tus hermanos, te doy Siquén, tierra que luchando a brazo partido arrebaté a los amorreos. Jacob llamó a sus hijos y les dijo: "Reúnanse, que voy a declararles lo que les va a suceder en el futuro: "Hijos de Jacob: acérquense y escuchen; presten atención a su padre Israel. "Tú, Rubén, eres mi primogénito, primer fruto de mi fuerza y virilidad, primero en honor y en poder. Impetuoso como un torrente, ya no serás el primero: te acostaste en mi cama; profanaste la cama de tu propio padre. "Simeón y Leví son chacales; sus espadas son instrumentos de violencia. ¡No quiero participar de sus reuniones, ni arriesgar mi honor en sus asambleas! En su furor mataron *hombres, y por capricho mutilaron toros. ¡Malditas sean la violencia de su enojo y la crueldad de su furor! Los dispersaré en el país de Jacob, los desparramaré en la tierra de Israel. "Tú, Judá, serás alabado por tu hermanos; dominarás a tus enemigos, y tus propios hermanos se inclinarán ante ti. Mi hijo Judá es como un cachorro de león que se ha nutrido de la presa. Se tiende al acecho como león, como leona que nadie se atreve a molestar. El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos. Judá amarra su asno a la vid, y la cría de su asno a la mejor cepa; lava su ropa en vino; su manto, en la sangre de las uvas. Sus ojos son más oscuros que el vino; sus dientes, más blancos que la leche. "Zabulón vivirá a la orilla del mar; será puerto seguro para las naves, y sus fronteras llegarán hasta Sidón. "Isacar es un asno fuerte echado entre dos alforjas. Al ver que el establo era bueno y que la tierra era agradable, agachó el hombro para llevar la carga y se sometió a la esclavitud. "Dan hará justicia en su pueblo, como una de las tribus de Israel. Dan es una serpiente junto al camino, una víbora junto al sendero, que muerde los talones del caballo y hace caer de espaldas al jinete. "¡Señor, espero tu salvación! "Las hordas atacan a Gad, pero él las atacará por la espalda. "Aser disfrutará de comidas deliciosas; ofrecerá manjares de reyes. "Neftalí es una gacela libre, que tiene hermosos cervatillos. "José es un retoño fértil, fértil retoño junto al agua, cuyas ramas trepan por el muro. Los arqueros lo atacaron sin piedad; le tiraron flechas, lo hostigaron. Pero su arco se mantuvo firme, porque sus brazos son fuertes. ¡Gracias al Dios fuerte de Jacob, al Pastor y Roca de Israel! ¡Gracias al Dios de tu padre, que te ayuda! ¡Gracias al Todopoderoso, que te bendice! ¡Con bendiciones de lo alto! ¡Con bendiciones del abismo! ¡Con bendiciones de los pechos y del seno materno! Son mejores las bendiciones de tu padre que las de los montes de antaño, que la abundancia de las colinas eternas. ¡Que descansen estas bendiciones sobre la cabeza de José, sobre la frente del escogido entre sus hermanos! "Benjamín es un lobo rapaz que en la mañana devora la presa y en la tarde reparte los despojos." Éstas son las doce tribus de Israel, y esto es lo que su padre les dijo cuando impartió a cada una de ellas su bendición. Además, Jacob les dio estas instrucciones: "Ya estoy a punto de reunirme con los míos. Entiérrenme junto a mis antepasados, en la cueva que está en el campo de Efrón el hitita. Se trata de la cueva de Macpela, frente a Mamré, en la tierra de Canaán. Está en el campo que Abraham le compró a Efrón el hitita, para que fuera el sepulcro de la familia. Allí fueron sepultados Abraham y su esposa Sara, Isaac y su esposa Rebeca, y allí también enterré a Lea. Ese campo y su cueva se les compró a los hititas." Cuando Jacob terminó de dar estas instrucciones a sus hijos, volvió a acostarse, exhaló el último suspiro, y fue a reunirse con sus antepasados.


Salmos 137:
Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos, y llorábamos al acordarnos de Sión. En los álamos que había en la ciudad colgábamos nuestras arpas. Allí, los que nos tenían cautivos nos pedían que entonáramos canciones; nuestros opresores nos pedían estar alegres; nos decían: "¡Cántennos un cántico de Sión!" ¿Cómo cantar las canciones del Señor en una tierra extraña? Ah, Jerusalén, Jerusalén, si llegara yo a olvidarte, ¡que la mano derecha se me seque! Si de ti no me acordara, ni te pusiera por encima de mi propia alegría, ¡que la lengua se me pegue al paladar! Señor, acuérdate de los edomitas el día en que cayó Jerusalén. "¡Arrásenla gritaban, arrásenla hasta sus cimientos!" Hija de Babilonia, que has de ser destruida, *¡dichoso el que te haga pagar por todo lo que nos has hecho! ¡Dichoso el que agarre a tus pequeños y los estrelle contra las rocas!


Proverbios 12:
El que ama la disciplina ama el conocimiento, pero el que la aborrece es un necio. El hombre bueno recibe el favor del Señor, pero el intrigante recibe su condena. Nadie puede afirmarse por medio de la maldad; sólo queda firme la raíz de los justos. La mujer ejemplar es corona de su esposo; la desvergonzada es carcoma en los huesos. En los planes del justo hay justicia, pero en los consejos del malvado hay engaño. Las palabras del malvado son insidias de muerte, pero la boca de los justos los pone a salvo. Los malvados se derrumban y dejan de existir, pero los hijos de los justos permanecen. Al hombre se le alaba según su sabiduría, pero al de mal corazón se le desprecia. Vale más un Don Nadie con criado que un Don Alguien sin pan. El justo atiende a las necesidades de su bestia, pero el malvado es de mala entraña. El que labra su tierra tendrá abundante comida, pero el que sueña despierto es un imprudente. Los malos deseos son la trampa de los malvados, pero la raíz de los justos prospera. En el pecado de sus labios se enreda el malvado, pero el justo sale del aprieto. Cada uno se sacia del fruto de sus labios, y de la obra de sus manos recibe su recompensa. Al necio le parece bien lo que emprende, pero el sabio atiende al consejo. El necio muestra en seguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto. El testigo verdadero declara lo que es justo, pero el testigo falso declara falsedades. El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda alivio. Los labios sinceros permanecen para siempre, pero la lengua mentirosa dura sólo un instante. En los que fraguan el mal habita el engaño, pero hay gozo para los que promueven la paz. Al justo no le sobrevendrá ningún daño, pero al malvado lo cubrirá la desgracia. El Señor aborrece a los de labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad. El hombre prudente no muestra lo que sabe, pero el corazón de los necios proclama su necedad. El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado. La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra. El justo es guía de su prójimo, pero el camino del malvado lleva a la perdición. El perezoso no atrapa presa, pero el diligente ya posee una gran riqueza. En el camino de la justicia se halla la vida; por ese camino se evita la muerte.


El Libro de II Corintios Capítulo 12 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


II CORINTIOS
CAPÍTULO 12
(60 d.C.)
EL AGUIJÓN


CIERTO no me es conveniente gloriarme (¡pero es necesario!). Mas vendré a las Visiones y a las Revelaciones del Señor (lo que el Señor le dio a Pablo).
2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (se refiere a sí mismo) (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe;) (Él no sabe si en efecto fue llevado al Cielo en su cuerpo físico, o solamente vio estas cosas en una Visión.) fue arrebatado hasta el tercer Cielo. (El primer Cielo es el de las nubes, etc. El segundo Cielo es el espacio de las estrellas. El tercer Cielo es el planeta Cielo, la Morada de Dios.)
3 Y conozco tal hombre, (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe,) (Es la segunda oportunidad en que él dijo esto, y no sin motivo.)
4 Que fue arrebatado al Paraíso (la palabra "Paraíso" empleada por Pablo de una manera general), donde oyó palabras secretas (no le fue posible describir bien en palabras lo que vio) que el hombre no puede decir (no le es permitido).
5 De este tal me gloriaré ("de eso he de enorgullecerme"): mas de mí mismo nada me gloriaré, sino en mis debilidades (que fue contado digno de sufrir por Cristo).
6 Por lo cual si quisiere gloriarme, no seré insensato (sabiendo que Dios conoce todas las cosas, y no tenemos nada de qué gloriarnos); porque diré verdad: empero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí. (En efecto, dice, "no voy a referirme más acerca de esta visión, y por motivos obvios." Él quería que los ojos de todos los Creyentes estuvieran puestos en Cristo, y nunca en él.)
7 Y precisamente para que la grandeza de las Revelaciones no me levante demasiado (las razones por el aguijón en la carne), me es dado un aguijón en mi carne (yo creo que fueron todas las dificultades de II Cor. 11:23-27), un mensajero de Satanás que me abofetee (un ángel de Satanás), para que no me enaltezca sobremanera. (El Apóstol concluye esta frase así como la comenzó.)
8 Por lo cual tres veces he rogado al Señor, que se quite de mí. (El Apóstol se daba cuenta que era el Señor que permitía esto, mas él no entendía por qué.)
9 Y me ha dicho (el Señor respondió, pero no estuvo de acuerdo), Bástate Mi Gracia (expresa la Gracia permisible, lo que en realidad es la Bondad de Dios efectuada por el Espíritu Santo): porque Mi fuerza se perfecciona en la debilidad. (Todos los Creyentes son débiles, pero el Señor tiene la tendencia de hacernos más débiles, con la intención de hacernos depender completamente en Él, de este modo, para obtener Su Fuerza.) Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades (debido al resultado final), para que habite en mí el Poder de Cristo. (Si Pablo precisaba una experiencia tan humillante y doliente de la que la naturaleza carnal es, entonces es evidente que todos los Cristianos la necesitan. Todo lo que debilita, subestima y humilla esa naturaleza orgullosa y obstinada, es lo que el Creyente debe considerar como algo que vale la pena.)
10 Por lo cual me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo: porque cuando soy débil, entonces soy poderoso (entonces puedo exhibir el poder de Cristo, pero sólo cuando me doy cuenta que soy débil).
DEMOSTRACIÓN
11 Estoy hablando como un necio en gloriarme: vosotros me han obligado hacerlo (fue necesario que él defendiera su reputación): pues yo había de ser alabado de vosotros (los Corintios debieron haber salido en defensa de Pablo, en lugar de tener que defenderse él mismo): porque en nada he sido menos que los Grandiosos Apóstoles, aunque soy nada. (Concierne a todos los Verdaderos Apóstoles, aun los Doce primeros.)
12 Con todo esto, las señales de Apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, en señales, y en prodigios, y en maravillas. (Como es obvio, su Apostolado fue puesto en duda.)
13 Porque ¿qué hay en que habéis sido menos que las otras Iglesias (surgió esta pregunta porque los detractores de Pablo afirmaban que la Iglesia de Corinto era inferior debido a la incapacidad de Pablo), sino en que yo mismo no os he sido carga? (Se refiere al hecho de que él no recibía apoyo económico de los Corintios, de la cual ya había tratado.) Perdonadme esta injuria (¡lleno de sarcasmo, justo como ha de ser!).
UNA VISITA PROPUESTA
14 He aquí, estoy preparado para ir a vosotros la tercera vez (hay poca explicación en cuanto a "la tercera vez"); y no os seré gravoso: porque no busco vuestras cosas, sino a vosotros (busco su Salvación, no busco su propiedad): porque no han de atesorar los hijos para los padres sino los padres para los hijos. (El Apóstol les habla a los Corintios como un padre a sus hijos. ¡Los falsos apóstoles hacían lo contrario, como lo hacen todos los falsos apóstoles!)
15 Empero yo gustosamente me gastaré y seré gastado por vuestras almas (me gastaré por sus almas); aunque amándoos más, sea amado menos (fue con intención de reprocharles ligeramente).
16 Mas sea así, yo no os he agravado (los detractores de Pablo reclamaban que aunque él no aceptaba el dinero de los Corintios, él se aprovechó de ellos en otras formas): sino que, como soy astuto, os he tomado por engaño. (Debiera haberse traducido, "de todos modos, ustedes dicen, siendo astuto, yo los atrapé con engaño." Pablo no está diciendo que él era "astuto" o usaba "engaño," sino que fue acusado de estas cosas.)
17 ¿Acaso os he engañado por alguno de los que he enviado a vosotros? (La contestación fue un firme "¡No, de ninguna manera!")
18 Rogué a Tito, y envié con él al Hermano. ¿Os engañó quizá Tito? (Se contestó con un firme "¡No, claro que no!" también.) ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y por las mismas pisadas? (Tito y el Hermano se comportaron tal como Pablo.)
ARREPINTIMIENTO
19 ¿Pensáis aún que nos excusamos con vosotros? (Él tenía mucho más en mente que defenderse.) Delante de Dios en Cristo hablamos (es Dios el Juez de todo esto): mas todo, muy amados, por vuestra edificación. (Todo lo que él dijo ha sido para su bien y beneficio.)
20 Porque temo que cuando llegare, no os halle tales como quiero (los Corintios tienen que tratar con la injusticia), y yo sea hallado de vosotros cual no queréis (el Apóstol no desea continuar corrigiendo): que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, disensiones, chismes, murmuraciones, soberbias, desorden (lo que ocurrirá si no hacen caso a las amonestaciones del Apóstol):
21 Que cuando volviere, me humille Dios entre vosotros (se refiere al hecho de que, si ignoran las advertencias, vendrá el Juicio, lo que le causará gran dolor al Pablo), y haya de llorar por muchos de los que antes habrán pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y deshonestidad que han cometido. (El Apóstol está lamentándose por el hecho de que si ellos seguían en estos pecados, lo cual quiere decir que esta gente había abandonado la Cruz, perderían sus almas.)



1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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