2 Rubén,
Simeón, Leví y Judá,
3 Isacar,
Zabulón y Benjamín,
4 Dan
y Neftalí, Gad y Aser.
5 Y
todas las almas de los que salieron de los lomos de Jacob, fueron setenta. Y
José estaba en Egipto. (El Libro de Génesis es la historia de la Caída del hombre. El
Libro de Éxodo es la historia de su Redención. Por consiguiente, la obra de la
Redención por Cristo se llama Su «Éxodo» [defunción, salir del mundo, Luc.
9:31].)
6 Y
murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación. (Se
puede notar que este Libro comienza con nombres, por consiguiente la Salvación
es un asunto personal. José murió casi 80 años antes de que naciera Moisés.)
7 Y
los Hijos de Israel crecieron, y se multiplicaron, y fueron aumentados y se hicieron
muy poderosos; y se llenó la tierra de ellos (las Bendiciones del
Señor sobre Israel).
LA OPRESIÓN
8 Se
levantó entretanto un nuevo rey sobre Egipto, que no conocía a José (que no
tenía respecto alguno por José; este «nuevo rey» era posiblemente Ramesés I, o
su hijo, Seti I);
el cual dijo a su pueblo:
9 He
aquí, el pueblo de los Hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros (se cree
que ellos sumaban aproximadamente 2 1/2 millones; algunos han dicho que en los
registros Egipcios no hay mención de los Hebreos como lo afirma la Biblia; sin
embargo, se conoce que alrededor de la peregrinación Hebrea había en Egipto una
raza subyugada, muchas veces empleados en labores forzadas, llamada «Aperú» o
«Aperiu», y parece imposible negar que esta palabra es un justo equivalente
Egipcio para los «Hebreos» Bíblicos; por tanto, nos hace creer o suponer que
había en Egipto, durante la misma época, dos razas subyugadas con nombres casi
idénticos, o admitir la identificación de «Aperú» con los descendientes de
Jacob).
10 Ahora,
pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que
viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos, y pelee contra
nosotros, y se vaya de la tierra. (Faraón se dedica a
destruir al pueblo de Dios. Para asegurarse, sus planes fueron severos en
extremo; eso mientras Dios no fuera tomado en cuenta; pero al entrar Dios en
estos planes convirtió la sabiduría de ellos en insensatez. Cualquier
maquinación que ignore a Dios es una ilustración de eso mismo.)
11 Entonces
pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas;
y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramsés. (Las
ruinas de estas dos ciudades existen en la actualidad y, esta última era la
residencia de la Corte. Hay una buena posibilidad que los milagros de Moisés
anotados en Éxodo, Capítulo 7 acontecieron en esta Corte [Sal. 78:12, 43]. Por
lo tanto, los grandes palacios construidos por los Hijos de Dios que eran esclavos,
presenciarían el gran Poder de Dios muy evidente en ellos.)
12 Pero
cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían; de manera que
los egipcios temían a los Hijos de Israel. (Tocante a esto, Mackintosh dice: «En referencia al
rey de Egipto, se puede decir que él ‘erraba enormemente’ no conociendo a Dios
ni Sus consejos inmutables. Cientos de años atrás, antes de que él recibiera el
soplo de vida mortal, él no sabía que la Palabra de Dios y el Juramento —
‘dos cosas inmutables’ — había asegurado infaliblemente la plena y gloriosa
liberación de ese mismo pueblo, en verdad, un pueblo que en ese entonces, la
época del Juramento de Dios, ni siquiera existía, al cual Faraón iba, en
su sabiduría terrenal, a destruir. Todo esto era desconocido para él, por lo
tanto, todos sus pensamientos y planes estaban basados en la ignorancia de ese
gran fundamento — la verdad de todas las verdades, es a saber que ‘Dios
existe.’ Faraón vanidosamente se imaginó que él, por su propio ingenio, podía
prevenir el aumento de quienes Dios había dicho, ‘serán como las estrellas del
Cielo, y como la arena del mar que no se puede contar.’ Por lo tanto, sus
intentos fueron simplemente locura e insensatez».)
13 Y
los Egipcios hicieron servir a los Hijos de Israel con dureza («dureza»
se deriva de una raíz que significa «hacer pedazos, triturar»);
14 y amargaron
su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del
campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.
15 Y
habló el rey de Egipto a las parteras de las Hebreas, una de las cuales se
llamaba Sifrá, y la otra Fuvá, y les dijo (es irónico que los
nombres de los poderosos Faraones de esa época están casi completamente
olvidados de la historia, mientras que los nombres de estas dos mujeres que
obedecieron a Dios son reconocidos por múltiples millones en cada generación;
las dos nombradas aquí, por lo visto, estaban a cargo de muchas, si no todas,
las parteras entre el pueblo de Israel):
16 Cuando
asistáis a las Hebreas a dar a luz, y veáis el sexo (cuando
el bebé está por nacer),
si es hijo, matadlo; y si es hija, dejadla vivir. (Este plan asesino
ingeniado por Faraón, o alguien de su corte, era para debilitar a Israel limitando
su crecimiento. Algunos se preguntarán ¿por qué permitió el Señor que esto
sucediera? ¡La respuesta es muy sencilla! Si Israel no hubiera sufrido
enormemente, ellos no hubieran anhelado salir de Egipto.)
17 Mas
las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto,
sino que preservaron la vida a los niños. (Las parteras,
también, idearon un plan, sin duda inspirado por el Señor, que produciría los
resultados deseados.)
18 Y el
rey de Egipto hizo llamar a las parteras (Sifrá y Fuvá) y les dijo: ¿Por qué
habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños?
19 Y
las parteras respondieron a Faraón: Porque las mujeres Hebreas no son como las
Egipcias; porque son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas. (Este
plan requería que las parteras llegaran tarde, y produjo los resultados
deseados.)
20 Y
Dios hizo bien a las parteras (significa que es precisamente lo que el
Señor les había dicho que hicieran, y Él les bendijo por su obediencia); y el pueblo se
multiplicó, y se fortaleció en gran manera (El plan de Faraón
fue estropeado).
21 Y
por haber las parteras temido a Dios (temieron a Dios más
que a Faraón),
Él (Dios) prosperó
sus familias (les concedió familias numerosas).
EL MANDATO CRUEL
22 Entonces
Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a todo hijo que nazca, y
a toda hija preservad la vida. (Si bien Faraón deseó debilitar a los
Israelitas al exigir que mataran a los niños varones al nacer, el plan de
Satanás fue todavía más siniestro. Es la enemistad de la serpiente en contra de
la Simiente de la mujer. Si la destrucción de los niños varones se hubiera
llevado a cabo, no hubiera existido un David, nada más para hacer mención de un
ejemplo, y, de no haber un David, no habría un Hijo de David. No hay mención de
que los Israelitas obedecieron este mandato con respecto al río. De hecho, Dios
utilizó el río, como luego veremos, para llevar a cabo Su Voluntad Divina.)
CAPÍTULO
2
(1571
a.C.)
NACIMIENTO
DE MOISÉS
1 uN varón de la familia de
Leví fue, y tomó por mujer una hija de Leví. (Lo que significa que
Moisés era miembro de la Tribu de Leví, que sería la Tribu Sacerdotal. Él era
un Tipo de Cristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote.)
2 La
cual concibió, y dio a luz un hijo; y viéndolo que era hermoso, le tuvo
escondido tres meses. (Miriam y Aarón, hermanos de Moisés, ya habían nacido cuando
nació Moisés. Jocabed era su madre y Amirán su padre.
En cuanto
a Moisés, Pink dice: «De Adán a Cristo, no existe otro mayor que Moisés. Él es
uno de los pocos personajes en Las Santas Escrituras del cual se traza el curso
de su vida desde su infancia hasta su muerte. La luz intensa de la crítica se
ha enfocado sobre él por generaciones, pero todavía es la figura más imponente
del mundo antiguo.
«En carácter y fe, en la posición única que
le fue asignada como el mediador del Antiguo Pacto, y por sus logros se destaca
como el primero entre los héroes del Antiguo Testamento.
«Todos los primeros tratos de Dios con
Israel fueron llevados a cabo a través de Moisés. Él mismo era Profeta,
Sacerdote y Rey, y así unió todas las grandes funciones importantes que más
tarde se distribuyeron entre una pluralidad de personas. La historia de tal es
digna de la más estricta atención y su vida notable merece el estudio más concienzudo».)
3 Pero
no pudiendo (la madre de Moisés) ocultarle más tiempo (Faraón
había dado órdenes de matar a todo niño varón al instante de nacer), tomó una arquilla de
juncos, y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en
un carrizal a la orilla del río. (Lo que resalta tan vívidamente en este
relato es la fe de Jocabed, la madre de Moisés. Sin duda el Señor la guió a
hacer esto.)
4 Y se
paró una hermana suya a lo lejos, para ver lo que le acontecería.
LOS
PRIMEROS AÑOS DE MOISÉS
5 Y la
hija de Faraón descendió a lavarse al río (el Señor tenía en
mente algo que Jocabed no podría ni siquiera haber soñado), y paseándose sus
doncellas por la ribera del río (el Nilo), vio ella la arquilla entre los
juncos, y envió una criada suya a que la tomase (el Espíritu Santo
determinó todo justo a tiempo — el lugar, la persona y el progreso).
6 Y
cuando la abrió (la hija del Faraón), vio al niño; y he aquí que el
niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los Hebreos es
éste. (Alguien ha dicho: «En ese memorable día, en las lágrimas de las
mejillas de un bebé, Dios puso Su ejército en circulación ».)
7 Entonces
su hermana (Miriam, hermana de Moisés) dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a
llamarte una nodriza de las Hebreas, para que te críe este niño? (Miriam
fue dirigida por el Señor a hacer esto.)
8 Y la
hija de Faraón respondió: Vé. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del
niño (sin embargo, la hija de Faraón, al menos en ese momento, no
sabía que ésta era la madre de Moisés);
9 a la
cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño, y críamelo, y yo te lo pagaré.
Y la mujer tomó al niño, y lo crió. (Entonces Jocabed
cuidaría al niño Moisés, y el Estado le pagaría por hacerlo. Me pregunto ¿qué
pensó Satanás acerca de esto?)
10 Y cuando
el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó. (En un
momento dado, la hija de Faraón quería que Moisés fuera a vivir con ella en el
Palacio. Al hacer de Moisés su hijo proclama o que la madre de ella estaba
muerta o no podía tener hijos, por lo tanto, Moisés fue criado para ser el
Faraón de Egipto.)
Y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué. (Para
demostrar cuán poco el Espíritu Santo valoraba el palacio de Faraón, Él, en
efecto, dedica solamente un Versículo a estos años de la vida de Moisés.)
EL
EGIPCIO
11 Y en
aquellos días aconteció que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en
sus cargas (del lenguaje de Hebreos 11:24, queda claro que el tiempo llegó
cuando Moisés tenía que escoger entre aceptar o rechazar el trono de Egipto; él
lo rechazó y se puso al lado de los Hebreos oprimidos); y observó a un
Egipcio que hería a uno de los Hebreos, sus hermanos.
12 Y
miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al Egipcio y lo
escondió en la arena. (Era una «obra de la carne» de parte de Moisés y, como todas las
obras de la carne, sólo tendría consecuencias desastrosas.)
13 Y al
día siguiente salió y vio a dos Hebreos que reñían, entonces dijo al que hacía
la injuria: ¿Por qué hieres a tu prójimo?
14 Y él
respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas
matarme como mataste al Egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo:
Ciertamente esto ha sido descubierto.
15 Y
oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés. (Josefo
dijo que los Egipcios, desde el trono hasta el nivel más bajo, tenían envidia
de Moisés y en parte estaban temerosos de él. Ellos pensaban, debido a su gran
éxito en derrotar a los Etíopes [el Tárgum Judío dice que Moisés era un General
del ejército Egipcio], que él sacaría ventaja de su buena fortuna e intentaría derribar
el gobierno. Por lo tanto, cuando Moisés defendió al Hebreo, matando al
Egipcio, fue como la gota que rebalsó el vaso.) Pero Moisés huyó de delante de
Faraón, y habitó en la tierra de Madián. (Haldeman dice de
Moisés: «La vida de Moisés presenta una serie de sorprendentes contrastes. Por
ejemplo, él era hijo de una esclava e hijo de una reina. Nació en una choza y vivió
en un palacio. Él heredó la pobreza y disfrutó de riqueza ilimitada. Fue líder
de ejércitos y pastor de rebaños. Fue el más poderoso de los soldados y el más
manso de los hombres. Se educó en la corte de Egipto y sin embargo habitó en el
desierto. Tenía la sabiduría de Egipto y la fe de un niño. Fue equipado para la
ciudad, y vagó en el desierto. Fue tentado con los placeres del pecado y
soportó las penurias de la virtud. Fue tardo en su manera de hablar y a pesar
de eso habló con Dios. Él tenía la vara de un pastor y el poder del Infinito.
Fue un fugitivo de Faraón y un embajador del Cielo. Él fue el dador de la Ley y
el precursor de la Gracia».)
16 Y
estando sentado junto al pozo, siete hijas que tenía el sacerdote de Madián (este
hombre tenía tres nombres: «Reuel», «Jetro» y «Raguel»; el último nombre
significa «un amigo de Dios»; él era descendiente de Abraham por Cetura; y
adorador del Verdadero Dios), vinieron a sacar agua para llenar las pilas y dar de
beber a las ovejas de su padre.
17 Pero
los pastores vinieron y las echaron; entonces Moisés se levantó y las defendió,
y dio de beber a sus ovejas.
18 Y
volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿Por qué habéis venido hoy tan
pronto? terminaron temprano de abrevar el rebaño.)
19 Y
ellas respondieron: Un varón Egipcio nos defendió de mano de los pastores, y
también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas. (Moisés
no era en realidad Egipcio, pero las jóvenes pensaban que lo era.)
20 Y
dijo a sus hijas: ¿Y dónde está? ¿Por qué habéis dejado ese hombre? Llamadle
para que coma.
21 Y
Moisés acordó en morar con aquel varón; y él dio a Moisés a su hija Séfora. (Debemos
suponer que el Señor dirigió a Moisés a Jetro [Reuel], y que Séfora estaba
destinada a ser su esposa. Pero aun así, Séfora no era tan unida a Moisés como
lo debiera.)
22 La
cual le dio a luz un hijo, y le puso por nombre Guersón; porque dijo: Peregrino
soy en tierra ajena. (Moisés está por comenzar su verdadera educación que duraría 40 años.
Algunos han dicho que tomó unas 40 horas para sacar a Moisés de Egipto, pero
unos 40 años para sacar Egipto de Moisés.)
23 Y
aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto (se
refiere al Faraón que quiso matar a Moisés), y los hijos de Israel gemían a
causa de la servidumbre, y clamaron: y subió a Dios el clamor de ellos con
motivo de su servidumbre. (La presión de Egipto sobre los Israelitas ahora es tan dura y
tan difícil que ellos están listos para salir. Francamente, no hubieran salido
de Egipto si las bendiciones hubieran continuado, como lo fue durante la época
de José. A veces, el Señor permite las dificultades para que estemos dispuestos
a hacer Su Voluntad.)
24 Y
oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su Pacto con Abraham, Isaac y
Jacob. (Aquí no es claro cuán consciente estaban los Israelitas de
Dios, o si casi se habían olvidado de Él. Pero sí sabemos que fue Dios quien
tomó la iniciativa en la liberación de ellos en vista de Sus Pactos y Promesas
que había hecho con sus padres. ¡Dios siempre cumple Su Palabra!)
25 Y
miró Dios a los Hijos de Israel, y los reconoció Dios. (El
glorioso Nombre «Elojím» se halla cinco veces en los Versículos 23-25. Hasta
este momento, Él no era conocido a Israel como «Jehová». Esto ocurriría un poco
más tarde. Cinco es el número de la Gracia. No había excelencia moral en los
Hijos de Israel para atraer el amor de Dios; fue su aflicción que atrajo Su
Corazón hacia ellos: A. Él «oyó» su gemido; B. «Se acordó» de Su Pacto; C. Los
«miró»; y D. Los «reconoció».)
CAPÍTULO
3
(1491
a.C.)
LA
ZARZA ARDIENDO
1 APACENTANDO
Moisés
las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través
del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. (Lo Que Dios haría Moisés
no lo aprendió en los palacios de Egipto, sino «en el desierto».)
2 Y se
le apareció el Ángel de Jehová (en realidad, el Señor Mismo) en una llama de fuego
en medio de una zarza (tomó 40 años en el desierto para humillar la fuerza de la
«carne» y destruir su esperanza; el posible rey de Egipto ahora era un humilde
pastor);
y él miró y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. (La
llama de fuego en una pequeña zarza del desierto —emblema de la Deidad y
Humanidad de Cristo — y el gran nombre «Yo
Soy» emanando del fuego reveló
este Poder Omnipotente a Moisés. Si se hace en la carne, se consume a la
persona, es decir, «la zarza»; sin embargo, si se hace en el Poder del Espíritu
Santo, la zarza arderá y no se consumirá.)
3 Entonces
Moisés dijo: Iré yo ahora, y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no
se quema.
4 Y
viendo Jehová que él (Moisés) iba
a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él
respondió: Heme aquí. (La Voz que llamó: «Moisés, Moisés», era la misma Voz que dijo:
«Marta, Marta». No hay nada más interesante o instructivo que la manera en que
Jehová se complació para revelarse a Moisés.)
5 Y Él
(Dios) dijo:
No te acerques aquí; quita tus sandalias de tus pies, porque el lugar donde
pisas, Tierra Santa es. (Dondequiera que está Dios, ese lugar es Santo. Y es Santo
solamente mientras que Dios esté allí.)
6 Y dijo:
Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob (el Dios
de los Pactos que fueron dados a estos hombres). Entonces Moisés cubrió su rostro,
porque tuvo miedo de mirar a Dios. (Según entendemos,
esta aparición de Dios a Moisés fue la primera desde que se trasladó Jacob a
Egipto unos 215 años antes. Además, si se nota, el Señor no dijo: «Yo ‘era’ el
Dios de Abraham…» etc., sino «Yo ‘soy’...», que prueba que estos Patriarcas todavía
vivían, aunque físicamente habían muerto hacía mucho tiempo.)
7 Y
dijo el Señor: Bien he visto la
aflicción de Mi Pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus
exactores; pues he conocido sus angustias (el Señor ha «visto, ha
oído y sabe»);
8 y he
descendido para librarlos de mano de los Egipcios (Egipto era un tipo
del mundo; «el Señor se entregó por nuestros pecados para librarnos de este
presente siglo malo»; y lo hace por medio de la Cruz [Gál. 1:4]), y sacarlos de
aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel (el
Señor nos libra de algo [pecado], y de este modo nos lleva a algo [Salvación],
tipificado por la tierra de Canaán), a los lugares del Cananeo, del
Hitita, del Amorreo, del Ferezeo, del Heveo, y del Jebuseo. (Si bien
Egipto representa el mundo, varias de estas tribus que ocupaban entonces la
Tierra Prometida tipifican la «carne» que procura estorbar al Creyente. La
victoria se gana por medio y a través de Cristo y la Cruz.)
LA COMISIÓN
9 El
clamor, pues, de los Hijos de Israel ha venido delante de Mí, y también he
visto la opresión con que los Egipcios los oprimen. (Henry
dice en cuanto a esto: «Los más pobres entre los oprimidos no están fuera del
conocimiento de Dios, por lo que el más alto y grande de sus opresores no está
por encima de Su control, pero Él seguramente visitará para estas cosas».)
10 Ven
por tanto ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a Mi pueblo,
los Hijos de Israel. (Con un solo hombre, el Señor libertaría a casi 3 millones de Su
pueblo de la nación más poderosa de la Tierra, decididos a mantenerlos en
cautividad. ¡Es lo mismo en la actualidad! Todo lo que necesita el Señor es un
hombre o mujer, dispuestos a predicar Su Palabra, y se llevará a cabo la
liberación, incluso los casos más difíciles. ¡Dios es capaz!)
11 Entonces
Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de
Egipto a los Hijos de Israel? (La mente carnal no está sujeta a la Ley
de Dios, ni tampoco puede. El propio Moisés que en el Capítulo 2:11-13 con
energía salió adelante para abogar por su pueblo, es el mismo Moisés, que en el
Capítulo 3:11-13 se siente incapaz para realizar lo que Dios le dice que haga.
La Fe no da un paso adelante ni se echa atrás, sino que toma la Mano que dice:
«Ciertamente Yo estaré contigo.)
12 Y Él
le respondió: Vé, porque Yo estaré contigo; y esto te será por señal de que Yo
te he enviado; cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, adoraréis a Dios sobre
este monte (el Monte Sinaí, donde fue dada la Ley, y lo que ocurrió tal
como lo dijo el Señor).
13 Y
dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los Hijos de Israel, y les digo: El
Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren:
¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé? (El corazón humano
está lleno de preguntas; por tanto, razona y pregunta cuando la obediencia sin vacilación es la que se debe a Dios; e incluso
aún más maravilloso es la Gracia que tiene todos los razonamientos y respuestas
a toda pregunta. Para los Israelitas, Dios ha sido conocido por los títulos,
como «El» o «Elojím», que significa «El Altísimo»; o el «Shaddái», que significa
«El Poderoso»; o «Yahvé» o «Jehová», «El Que Existe». Sin embargo, más que otra
cosa, estos Nombres eran descripciones.)
14 Y
respondió Dios a Moisés: Yo Soy El Que Soy. Y dijo: Así dirás a los
Hijos de Israel: Yo Soy me envió a vosotros. (El Dr.
Pentecost tradujo el Nombre, «Yo era, Yo soy, y siempre seré». ¡Yo soy lo que
usted necesite!)
15 Además
dijo Dios a Moisés: Así dirás a los Hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de
Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es Mi
Nombre para siempre, éste es Mi Memorial por todas las generaciones. (El
Señor recuerda a Moisés decirle a Israel que Él es el Mismo Quien habló con los
Patriarcas y, además, que este Nombre, «Yo
Soy El Que Soy» será Su Nombre para siempre. Él no
cambia; es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. ¡Su Nombre es Jesús; y es el
Nombre más glorioso de Dios!)
16 Vé, y convoca a los Ancianos de Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de
Abraham, de Isaac, y de Jacob, me apareció, diciendo: En verdad os he visitado,
y he visto lo que se os hace en Egipto (Dios ve el trato que
se da a Sus hijos, ya sea positivo o negativo);
17 y he
dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del Cananeo, del
Hitita, del Amorreo, del Ferezeo, del Heveo y del Jebuseo, a una tierra que
fluye leche y miel. (Antes, Moisés había hecho los planes [cuando mató al Egipcio],
y ellos no tuvieron éxito. Ahora Dios hace los planes, y se les garantiza el
éxito.)
18 Y
oirán tu voz (este fue el Mensaje; y la fe de Moisés en entregarla fue
intensificada con anterioridad por la garantía Divina de que se le iba a creer); e irás tú, y los
Ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová, el Dios de los Hebreos, nos ha
encontrado; por tanto nosotros iremos ahora camino de tres días por el
desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios. (Los tres días de
camino no fue una propuesta engañosa de Dios, sino una prueba para Faraón.)
19 Pero
yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. (A
través de la omnisciencia, Dios sabía que Faraón no permitiría que los Hijos de
Israel se fueran.)
20 Pero
Yo extenderé Mi Mano, y heriré a Egipto con todas Mis Maravillas que haré en
él, y entonces os dejará ir. (El Señor usaría el corazón obstinado de
Faraón para servir como advertencia del Poder y Gloria de Dios a todas las
naciones circundantes.)
21 Y Yo
daré a este pueblo gracia en los ojos de los Egipcios; para que cuando salgáis,
no vayáis con las manos vacías (Dios planeó que Su pueblo recibiera su
debido pago por toda su dura labor antes de salir de Egipto, ¡y así fue!);
22 sino
que pedirá cada
mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de oro, y vestidos;
los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas, y despojaréis a
Egipto. (¡Al escuchar esto, estoy seguro que los Ancianos de Israel
quedaron un poco sorprendidos! Ellos no pudieron imaginar que Faraón los
dejaría ir, mucho menos cargarlos con joyas y vestido, etc.; sin embargo,
cualquier cosa que Dios dice que Él hará, independientemente de cuán absurda
pueda parecer, o que poco probable sea, de seguro acontecerá. ¡Porque Dios no
miente!)
Salmo 88:
Señor, Dios de mi salvación, día y
noche clamo en presencia tuya. Que llegue ante ti mi oración; dígnate
escuchar mi súplica. Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está
al borde del sepulcro. Ya me cuentan entre los que bajan a la fosa;
parezco un guerrero desvalido. Me han puesto aparte, entre los muertos;
parezco un cadáver que yace en el sepulcro, de esos que tú ya no
recuerdas, porque fueron arrebatados de tu mano. Me has echado en el
foso más profundo, en el más tenebroso de los abismos. El peso de tu
enojo ha recaído sobre mí; me has abrumado con tus olas. Selah. Me has
quitado a todos mis amigos y ante ellos me has hecho aborrecible. Estoy
aprisionado y no puedo librarme; los ojos se me nublan de tristeza.
Yo, Señor, te invoco cada día, y hacia ti extiendo las manos. ¿Acaso
entre los muertos realizas maravillas? ¿Pueden los muertos levantarse a
darte gracias? Selah. ¿Acaso en el sepulcro se habla de tu amor, y de
tu fidelidad en el abismo destructor? ¿Acaso en las tinieblas se
conocen tus maravillas, o tu justicia en la tierra del olvido? Yo,
Señor, te ruego que me ayudes; por la mañana busco tu presencia en
oración. ¿Por qué me rechazas, Señor? ¿Por qué escondes de mí tu
rostro? Yo he sufrido desde mi juventud; muy cerca he estado de la
muerte. y ya no puedo más. Tu ira se ha descargado sobre mí; tus
violentos ataques han acabado conmigo. Todo el día me rodean como un
océano; me han cercado por completo. Me has quitado amigos y seres
queridos; ahora sólo tengo amistad con las tinieblas.
Proverbios 14:
La
mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye. El
que va por buen camino teme al Señor; el que va por mal camino lo
desprecia. De la boca del necio brota arrogancia; los labios del sabio
son su propia protección. Donde no hay bueyes el granero está vacío; con
la fuerza del buey aumenta la cosecha. El testigo verdadero jamás
engaña; el testigo falso propaga mentiras. El insolente busca sabiduría y
no la halla; para el entendido, el conocimiento es cosa fácil.
Manténte a distancia del necio, pues en sus labios no hallarás
conocimiento. La sabiduría del prudente es discernir sus caminos, pero
al necio lo engaña su propia necedad. Los necios hacen mofa de sus
propias faltas, pero los íntegros cuentan con el favor de Dios. Cada
corazón conoce sus propias amarguras, y ningún extraño comparte su
alegría. La casa del malvado será destruida, pero la morada del justo
prosperará. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que
acaban por ser caminos de muerte. También de reírse duele el corazón, y
hay alegrías que acaban en tristeza. El inconstante recibirá todo el
pago de su inconstancia; el hombre bueno, el premio de sus acciones. El
ingenuo cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde va.
El sabio teme al Señor y se aparta del mal, pero el necio es arrogante y
se pasa de confiado. El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe
aguantar. Herencia de los inexpertos es la necedad; corona de los
prudentes, el conocimiento. Los malvados se postrarán ante los buenos;
los impíos, ante el tribunal de los justos. Al pobre hasta sus amigos
lo aborrecen, pero son muchos los que aman al rico. Es un pecado
despreciar al prójimo; ¡dichoso el que se compadece de los pobres!
Pierden el camino los que maquinan el mal, pero hallan amor y verdad
los que hacen el bien. Todo esfuerzo tiene su recompensa, pero quedarse
sólo en palabras lleva a la pobreza. La corona del sabio es su
sabiduría; la de los necios, su necedad. El testigo veraz libra de la
muerte, pero el testigo falso miente. El temor del Señor es un baluarte
seguro que sirve de refugio a los hijos. El temor del Señor es fuente
de vida, y aleja al hombre de las redes de la muerte. Gloria del rey es
gobernar a muchos; un príncipe sin súbditos está arruinado. El que es
paciente muestra gran discernimiento; el que es agresivo muestra mucha
insensatez. El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia
corroe los huesos. El que oprime al pobre ofende a su Creador, pero
honra a Dios quien se apiada del necesitado. El malvado cae por su
propia maldad; el justo halla refugio en su integridad. En el corazón
de los sabios mora la sabiduría, pero los necios ni siquiera la
conocen. La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a
todos los pueblos. El rey favorece al siervo inteligente, pero descarga
su ira sobre el sinvergüenza.
El Libro de Segunda Corintios Capítulo 2 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA SEGUNDA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
CAPÍTULO 2
(60 d.C.)
ESTO
pues determiné para conmigo (corresponde a un asunto resuelto), no
venir otra vez a vosotros con tristeza. (En su segunda visita a Corinto,
parece que habían pasado ciertas cosas que lastimó al Apóstol. Sucedió
antes de que se escribiese I Corintios.)
2 Porque si yo os
contristo (una posición firme que tuvo que tomar en cuanto a alguien
que rehusaba arrepentirse, pero realmente se arrepintió luego por la
firme posición que Pablo tomó), ¿quién será luego el que me alegrará
(se refiere a la persona que había pecado), sino aquel a quien yo
contristare? (El mismo hombre, el que entristecía a Pablo, se
arrepiente ya, lo cual alegra al Apóstol. Algunos afirman que no era el
mismo hombre de I Cor., cap. 5. Ya sea el mismo o no, el principio es
el mismo.)
3 Y esto mismo os escribí, para que cuando llegare no
tenga tristeza sobre tristeza de los que me debiera gozar (si él
hubiera ido a Corinto la primera vez que había querido ir, es posible
que no le hubieran recibido con regocijo debido al pecado en la
Iglesia; ya aquella situación ha cambiado); confiando en vosotros todos
que mi gozo es el de todos vosotros. (Las cosas ya han mejorado.)
4
Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con
muchas lágrimas (corresponde a lo que fue escrito en I Corintios); no
para que fueseis contristados, mas para que supieseis cuánto más amor
tengo para con vosotros (la mayor prueba de todas ― la de lágrimas).
EL PERDÓN
5 Que si alguno me contristó, no me contristó a mí, sino en parte (el
Apóstol tiene que tratar con la persona que probablemente es la
incestuosa de I Cor., cap. 5): por no cargaros, a todos vosotros. (Él no
quiso que todos en la Iglesia en Corinto pensaran que él estaba
poniendo a todos por igual en la misma categoría de andar en malos
caminos.)
6 Bástale al tal esta reprensión (entregándolo a Satanás
había logrado el fin deseado [I Cor. 5:4-5]), hecha por muchos. (La
mayoría en la Iglesia obedeció a Pablo al entregar al hombre a Satanás
para la destrucción de la carne. Unos pocos no lo hicieron, o sea que
no estaban de acuerdo con lo que Pablo había dicho.)
7 Así que, al
contrario, vosotros más bien lo perdonéis y consoléis (demostrar el
amor hacia el hombre que había pecado y ahora estaba arrepentido), para
que no sea el tal consumido de demasiada tristeza (perder la
esperanza).
8 Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con
él (hacer más que sólo decirle con palabras que lo aman, sino más bien
demostrar amor hacia él).
9 Porque también por este fin os escribí,
para tener experiencia de vosotros si sois obedientes en todo. (En I
Cor., cap. 5, el hombre fue juzgado. Ahora la Iglesia es juzgada.)
10 Y al que vosotros perdonareis (perdonen al hombre), yo también (le
perdono por haber tomado la dirección equivocada al principio): porque
también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo
he hecho en la Presencia de Cristo (el perdón es una gran parte de la
Fe Cristiana, y es exigido por Cristo [Mat. 6:14-15]);
11 Para que
no seamos engañados de Satanás (si obedecemos la Palabra, Satanás no
tendrá ninguna ventaja): pues no ignoramos sus maquinaciones (sus
artimañas, lo cual se aprovecha cuando el Cristiano toma la dirección
errada).
12 Cuando vine a Troas para el Evangelio de Cristo, aunque
me fue abierta puerta en el Señor (tocante a la oportunidad de
Ministrar en este lugar),
13 No tuve reposo en mi espíritu (debido a
los problemas en Corinto, que él trató en su Primera Epístola, no
podía aprovechar de esta oportunidad; estaba demasiado preocupado por
la Iglesia en Corinto que había posibilidad de perderse, y que a la vez
otras Iglesias podían seguir por el mismo camino), por no haber
hallado a Tito mi hermano (evidentemente se refiere a una reunión
convenida en la cual Tito debía darle cierta información con respecto a
Corinto; la reunión no se llevó a cabo porque Tito se atrasó en su
viaje por alguna razón, que causó aún mayor preocupación a Pablo): así,
despidiéndome de ellos (al irse de Troas), partí para Macedonia. (Sin
duda, él se encontró con Tito en Filipos, quien luego le dio buenas
noticias acerca de Corinto.)
TRIUNFANTE EN CRISTO
14 Mas
a Dios gracias, el cual hace que siempre triunfemos en Cristo Jesús
(triunfamos sólo cuando estamos constantemente ejerciendo la Fe en la
Cruz, que da libertad de acción al Espíritu Santo para obrar en
nuestras vidas y ocasiona la victoria), y manifiesta el olor de Su
Conocimiento por nosotros en todo lugar (la Predicación de la Cruz [I
Cor. 1:23; 2:2]).
15 Porque para Dios somos buen olor de Cristo (se
refiere a lo que la Cruz ha hecho en las vidas) en los que se salvan
(al confiar en Cristo y la Cruz), y en los que se pierden (aquellos que
rechazan la Cruz [I Cor. 1:18]):
16 A estos ciertamente olor de
muerte para muerte (aquellos que rechazan la Cruz); y a aquellos olor
de vida para vida. (La vida procede del Espíritu, de Cristo y la Cruz
[Rom. 8:2].) Y para estas cosas ¿quién es suficiente? (Se refiere al
Evangelio, que es tan poderoso para salvar de la muerte.)
17 Porque
no somos como muchos, que adulteran la Palabra de Dios (Predican otra
cosa que la Cruz): antes con sinceridad, como de Dios, delante de Dios,
hablamos en Cristo. (Dios observa todos nuestros esfuerzos y aceptará
sólo lo que está “en Cristo,” lo cual se refiere siempre a la Cruz.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor,
no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si
entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor,
nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es
envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es
egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se
deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás
se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será
silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y
profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo
imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás
las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un
espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera
imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora,
pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor.
Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente
recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber
cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues
dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi
agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban
por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora
bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no
se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe
entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo
que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a
Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió
testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel,
a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de
este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo
llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a
Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que
cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que
recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas
que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a
su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la
justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado
para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y
salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la
tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob,
herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de
cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la
fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era
estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que
le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en
decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del
cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos
vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas;
más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de
Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca;
pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe
cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo
siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto
con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué
más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac,
Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe
conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido;
cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon
del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron
valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo
mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en
cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor
resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron
la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada.
Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y
de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no
merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por
cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable
mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa.
Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues
Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que
estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos
del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y
corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos
la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien
por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la
vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del
trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a
tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni
pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado,
todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según
el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo
liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de
pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas
demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la
naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a
la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza;
en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los
deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la
mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es
capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no
pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza
pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive
en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de
Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa
del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la
justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los
muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los
muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una
obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo,
sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos
parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan
los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en
nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de
Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su
propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme
esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos
de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si
tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos,
que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente,
mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención
de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la
esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?
Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos
nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a
ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que
examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los
llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó,
también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de
nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó
ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién
acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién
condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a
la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del
amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el
hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito:
"Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan
como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos
más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy
convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni
lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del
amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home