05 July 2017

El 6 de julio Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 6 de julio Lectura Bíblica Diaria:

I Samuel 12 a 14:
Samuel le habló a todo Israel: ¡Préstenme atención! Yo les he hecho caso en todo lo que me han pedido, y les he dado un rey que los gobierne. Ya tienen al rey que va a dirigirlos. En cuanto a mí, ya estoy viejo y lleno de canas, y mis hijos son parte del pueblo. Yo los he guiado a ustedes desde mi juventud hasta la fecha. Aquí me tienen. Pueden acusarme en la presencia del Señor y de su ungido. ¿A quién le he robado un buey o un asno? ¿A quién he defraudado? ¿A quién he oprimido? ¿Por quién me he dejado sobornar? Acúsenme, y pagaré lo que corresponda. No nos has defraudado respondieron; tampoco nos has oprimido ni le has robado nada a nadie. Samuel insistió: ¡Que el Señor y su ungido sean hoy testigos de que ustedes no me han hallado culpable de nada! ¡Que lo sean! fue la respuesta del pueblo. Además Samuel les dijo: Testigo es el Señor, que escogió a Moisés y a Aarón para sacar de Egipto a los antepasados de ustedes. Y ahora, préstenme atención. El Señor los ha colmado de beneficios a ustedes y a sus antepasados, pero yo tengo una querella contra ustedes. "Después de que Jacob entró en Egipto, sus descendientes clamaron al Señor. Entonces el Señor envió a Moisés y a Aarón para sacarlos de Egipto y establecerlos en este lugar. Pero como se olvidaron de su Señor y Dios, él los entregó al poder de Sísara, comandante del ejército de Jazor, y al poder de los filisteos y del rey de Moab, y ellos les hicieron la guerra. Por eso ustedes clamaron al Señor: Hemos pecado al abandonar al Señor y adorar a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté. Pero ahora, si nos libras del poder de nuestros enemigos, sólo a ti te serviremos. Entonces el Señor envió a Yerubaal, Barac, Jefté y Samuel, y los libró a ustedes del poder de los enemigos que los rodeaban, para que vivieran seguros. "No obstante, cuando ustedes vieron que Najás, rey de los amonitas, los amenazaba, me dijeron: ¡No! ¡Queremos que nos gobierne un rey! Y esto, a pesar de que el Señor su Dios es el rey de ustedes. Pues bien, aquí tienen al rey que pidieron y que han escogido. Pero tengan en cuenta que es el Señor quien les ha dado ese rey. Si ustedes y el rey que los gobierne temen al Señor su Dios, y le sirven y le obedecen, acatando sus mandatos y manteniéndose fieles a él, ¡magnífico! En cambio, si lo desobedecen y no acatan sus mandatos, él descargará su mano sobre ustedes como la descargó contra sus antepasados. "Y ahora, préstenme atención y observen con sus propios ojos algo grandioso que el Señor va a hacer. Ahora no es tiempo de lluvias sino de cosecha. Sin embargo, voy a invocar al Señor, y él enviará truenos y lluvia; así se darán cuenta de la gran maldad que han cometido ante el Señor al pedir un rey. Samuel invocó al Señor, y ese mismo día el Señor mandó truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor ante el Señor y ante Samuel, y le dijeron a Samuel: Ora al Señor tu Dios por nosotros, tus siervos, para que no nos quite la vida. A todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirle un rey. No teman replicó Samuel. Aunque ustedes han cometido una gran maldad, no se aparten del Señor; más bien, sírvanle de todo corazón. No se alejen de él por seguir a ídolos inútiles, que no los pueden ayudar ni rescatar, pues no sirven para nada. Por amor a su gran nombre, el Señor no rechazará a su pueblo; de hecho él se ha dignado hacerlos a ustedes su propio pueblo. En cuanto a mí, que el Señor me libre de pecar contra él dejando de orar por ustedes. Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto. Pero los exhorto a temer al Señor y a servirle fielmente y de todo corazón, recordando los grandes beneficios que él ha hecho en favor de ustedes. Si persisten en la maldad, tanto ustedes como su rey serán destruidos. Saúl tenía treinta años cuando comenzó a reinar sobre Israel, y su reinado duró cuarenta y dos años. De entre los israelitas, Saúl escogió tres mil soldados; dos mil estaban con él en Micmás y en los montes de Betel, y mil estaban con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto del ejército Saúl lo mandó a sus hogares. Jonatán atacó la guarnición filistea apostada en Gueba, y esto llegó a oídos de los filisteos. Entonces Saúl mandó que se tocara la trompeta por todo el país, pues dijo: "¡Que se enteren todos los hebreos!" Todo Israel se enteró de esta noticia: "Saúl ha atacado la guarnición filistea, así que los israelitas se han hecho odiosos a los filisteos." Por tanto el pueblo se puso a las órdenes de Saúl en Guilgal. Los filisteos también se juntaron para hacerle la guerra a Israel. Contaban con tres mil carros, seis mil jinetes, y un ejército tan numeroso como la arena a la orilla del mar. Avanzaron hacia Micmás, al este de Bet Avén, y allí acamparon. Los israelitas se dieron cuenta de que estaban en aprietos, pues todo el ejército se veía amenazado. Por eso tuvieron que esconderse en las cuevas, en los matorrales, entre las rocas, en las zanjas y en los pozos. Algunos hebreos incluso cruzaron el Jordán para huir al territorio de Gad, en Galaad. Saúl se había quedado en Guilgal, y todo el ejército que lo acompañaba temblaba de miedo. Allí estuvo esperando siete días, según el plazo indicado por Samuel, pero éste no llegaba. Como los soldados comenzaban a desbandarse, Saúl ordenó: "Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión"; y él mismo ofreció el holocausto. En el momento en que Saúl terminaba de celebrar el sacrificio, llegó Samuel. Saúl salió a recibirlo, y lo saludó. Pero Samuel le reclamó: ¿Qué has hecho? Y Saúl le respondió: Pues como vi que la gente se desbandaba, que tú no llegabas en el plazo indicado, y que los filisteos se habían juntado en Micmás, pensé: Los filisteos ya están por atacarme en Guilgal, y ni siquiera he implorado la ayuda del Señor. Por eso me atreví a ofrecer el holocausto. ¡Eres un necio! le replicó Samuel. No has cumplido el mandato que te dio el Señor tu Dios. El Señor habría establecido tu reino sobre Israel para siempre, pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El Señor ya está buscando un hombre más de su agrado, pues tú no has cumplido su mandato. Dicho esto, Samuel se fue de Guilgal hacia Guibeá de Benjamín. Saúl pasó revista de los soldados que estaban con él, y eran unos seiscientos hombres. Él y su hijo Jonatán, junto con sus soldados, se quedaron en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos seguían acampados en Micmás. Del campamento filisteo salió una tropa de asalto dividida en tres grupos: uno de ellos avanzó por el camino de Ofra, hacia el territorio de Súal; otro, por Bet Jorón; y el tercero, por la frontera del valle de Zeboyín, en dirección al desierto. En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, pues los filisteos no permitían que los hebreos se forjaran espadas y lanzas. Por tanto, todo Israel dependía de los filisteos para que les afilaran los arados, los azadones, las hachas y las hoces. Por un arado o un azadón cobraban ocho gramos de plata, y cuatro gramos por una horqueta o un hacha, o por arreglar las aguijadas. Así que ninguno de los soldados israelitas tenía espada o lanza, excepto Saúl y Jonatán. Un destacamento de filisteos avanzó hasta el paso de Micmás. Cierto día, Jonatán hijo de Saúl, sin decirle nada a su padre, le ordenó a su escudero: "Ven acá. Vamos a cruzar al otro lado, donde está el destacamento de los filisteos." Y es que Saúl estaba en las afueras de Guibeá, bajo un granado en Migrón, y tenía con él unos seiscientos hombres. El efod lo llevaba Abías hijo de Ajitob, que era hermano de Icabod, el hijo de Finés y nieto de Elí, sacerdote del Señor en Siló. Nadie sabía que Jonatán había salido, y para llegar a la guarnición filistea Jonatán tenía que cruzar un paso entre dos peñascos, llamados Bosés y Sene. El primero estaba al norte, frente a Micmás; el otro, al sur, frente a Gueba. Así que Jonatán le dijo a su escudero: Vamos a cruzar hacia la guarnición de esos paganos. Espero que el Señor nos ayude, pues para él no es difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos. ¡Adelante! respondió el escudero. Haga usted todo lo que tenga pensado hacer, que cuenta con todo mi apoyo. Bien dijo Jonatán; vamos a cruzar hasta donde están ellos, para que nos vean. Si nos dicen: ¡Esperen a que los alcancemos!, ahí nos quedaremos, en vez de avanzar. Pero si nos dicen: ¡Vengan acá!, avanzaremos, pues será señal de que el Señor nos va a dar la victoria. Así pues, los dos se dejaron ver por la guarnición filistea. ¡Miren exclamaron los filisteos, los hebreos empiezan a salir de las cuevas donde estaban escondidos! Entonces los soldados de la guarnición les gritaron a Jonatán y a su escudero: ¡Vengan acá! Tenemos algo que decirles. Ven conmigo le dijo Jonatán a su escudero, porque el Señor le ha dado la victoria a Israel. Jonatán trepó con pies y manos, seguido por su escudero. A los filisteos que eran derribados por Jonatán, el escudero los remataba. En ese primer encuentro, que tuvo lugar en un espacio reducido, Jonatán y su escudero mataron a unos veinte hombres. Cundió entonces el pánico en el campamento filisteo y entre el ejército que estaba en el campo abierto. Todos ellos se acobardaron, incluso los soldados de la guarnición y las tropas de asalto. Hasta la tierra tembló, y hubo un pánico extraordinario. Desde Guibeá de Benjamín, los centinelas de Saúl podían ver que el campamento huía en desbandada. Saúl dijo entonces a sus soldados: "Pasen revista, a ver quién de los nuestros falta." Así lo hicieron, y resultó que faltaban Jonatán y su escudero. Entonces Saúl le pidió a Ahías que trajera el arca de Dios. (En aquel tiempo el arca estaba con los israelitas.) Pero mientras hablaban, el desconcierto en el campo filisteo se hizo peor, así que Saúl le dijo al sacerdote: "¡No lo hagas!" En seguida Saúl reunió a su ejército, y todos juntos se lanzaron a la batalla. Era tal la confusión entre los filisteos, que se mataban unos a otros. Además, los hebreos que hacía tiempo se habían unido a los filisteos, y que estaban con ellos en el campamento, se pasaron a las filas de los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán. Y los israelitas que se habían escondido en los montes de Efraín, al oír que los filisteos huían, se unieron a la batalla para perseguirlos. Así libró el Señor a Israel aquel día, y la batalla se extendió más allá de Bet Avén. Los israelitas desfallecían de hambre, pues Saúl había puesto al ejército bajo este juramento: "¡Maldito el que coma algo antes del anochecer, antes de que pueda vengarme de mis enemigos!" Así que aquel día ninguno de los soldados había probado bocado. Al llegar a un bosque, notaron que había miel en el suelo. Cuando el ejército entró en el bosque, vieron que la miel corría como agua, pero por miedo al juramento nadie se atrevió a probarla. Sin embargo, Jonatán, que no había oído a su padre poner al ejército bajo juramento, alargó la vara que llevaba en la mano, hundió la punta en un panal de miel, y se la llevó a la boca. En seguida se le iluminó el rostro. Pero uno de los soldados le advirtió: Tu padre puso al ejército bajo un juramento solemne, diciendo: ¡Maldito el que coma algo hoy! Y por eso los soldados desfallecen. Mi padre le ha causado un gran daño al país respondió Jonatán. Miren cómo me volvió el color al rostro cuando probé un poco de esta miel. ¡Imagínense si todo el ejército hubiera comido del botín que se le arrebató al enemigo! ¡Cuánto mayor habría sido el estrago causado a los filisteos! Aquel día los israelitas mataron filisteos desde Micmás hasta Ayalón. Y como los soldados estaban exhaustos, echaron mano del botín. Agarraron ovejas, vacas y terneros, los degollaron sobre el suelo, y se comieron la carne con todo y sangre. Entonces le contaron a Saúl: Los soldados están pecando contra el Señor, pues están comiendo carne junto con la sangre. ¡Son unos traidores! replicó Saúl. Hagan rodar una piedra grande, y tráiganmela ahora mismo. También les dijo: Vayan y díganle a la gente que cada uno me traiga su toro o su oveja para degollarlos y comerlos aquí; y que no coman ya carne junto con la sangre, para que no pequen contra el Señor. Esa misma noche cada uno llevó su toro, y lo degollaron allí. Luego Saúl construyó un altar al Señor. Éste fue el primer altar que levantó. Y dijo: Vayamos esta noche tras los filisteos. Antes de que amanezca, quitémosles todo lo que tienen y no dejemos a nadie con vida. Haz lo que te parezca mejor le respondieron. Primero debemos consultar a Dios intervino el sacerdote. Saúl entonces le preguntó a Dios: "¿Debo perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?" Pero Dios no le respondió aquel día. Así que Saúl dijo: Todos ustedes, jefes del ejército, acérquense y averigüen cuál es el pecado que se ha cometido hoy. ¡El Señor y Salvador de Israel me es testigo de que, aun si el culpable es mi hijo Jonatán, morirá sin remedio! Nadie se atrevió a decirle nada. Les dijo entonces a todos los israelitas: Pónganse ustedes de un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos del otro. Haz lo que te parezca mejor respondieron ellos. Luego le rogó Saúl al Señor, Dios de Israel, que le diera una respuesta clara. La suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, de modo que los demás quedaron libres. Entonces dijo Saúl: Echen suertes entre mi hijo Jonatán y yo. Y la suerte cayó sobre Jonatán, así que Saúl le dijo: Cuéntame lo que has hecho. Es verdad que probé un poco de miel con la punta de mi vara respondió Jonatán. ¿Y por eso tengo que morir? Jonatán, si tú no mueres, ¡que Dios me castigue sin piedad! exclamó Saúl. Los soldados le replicaron: ¡Cómo va a morir Jonatán, siendo que le ha dado esta gran victoria a Israel! ¡Jamás! Tan cierto como que el Señor vive, que ni un pelo de su cabeza caerá al suelo, pues con la ayuda de Dios hizo esta proeza. Así libraron a Jonatán de la muerte. Saúl, a su vez, dejó de perseguir a los filisteos, los cuales regresaron a su tierra. Después de consolidar su reinado sobre Israel, Saúl luchó contra todos los enemigos que lo rodeaban, incluso contra los moabitas, los amonitas, los edomitas, los reyes de Sobá y los filisteos; y a todos los vencía haciendo gala de valor. También derrotó a los amalecitas y libró a Israel de quienes lo saqueaban. Saúl tuvo tres hijos: Jonatán, Isví y Malquisúa. También tuvo dos hijas: la mayor se llamaba Merab, y la menor, Mical. Su esposa era Ajinoán hija de Ajimaz. El general de su ejército era Abner hijo de Ner, tío de Saúl. Ner y Quis, el padre de Saúl, eran hermanos, y ambos eran hijos de Abiel. Durante todo el reinado de Saúl se luchó sin cuartel contra los filisteos. Por eso, siempre que Saúl veía a alguien fuerte y valiente, lo alistaba en su ejército.


Salmos 54:
Sálvame, oh Dios, por tu nombre; defiéndeme con tu poder. Escucha, oh Dios, mi oración; presta oído a las palabras de mi boca. Pues gente extraña me ataca; tratan de matarme los violentos, gente que no toma en cuenta a Dios. Selah. Pero Dios es mi socorro; el Señor es quien me sostiene, y hará recaer el mal sobre mis adversarios. Por tu fidelidad, Señor, ¡destrúyelos! Te presentaré una ofrenda voluntaria y alabaré, Señor, tu buen nombre; pues me has librado de todas mis angustias, y mis ojos han visto la derrota de mis enemigos.


Proverbios 17:
Más vale comer pan duro donde hay concordia que hacer banquete donde hay discordia. El siervo sabio gobernará al hijo sin vergüenza, y compartirá la herencia con los otros hermanos. En el crisol se prueba la plata y en el horno se prueba el oro, pero al corazón lo prueba el Señor. El malvado hace caso a los labios impíos, y el mentiroso presta oído a la lengua maliciosa. El que se burla del pobre ofende a su Creador; el que se alegra de verlo en la ruina no quedará sin castigo. La corona del anciano son sus nietos; el orgullo de los hijos son sus padres. No va bien con los necios el lenguaje refinado, ni con los gobernantes, la mentira. Vara mágica es el soborno para quien lo ofrece, pues todo lo que emprende lo consigue. El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos. Cala más un regaño en el hombre prudente que cien latigazos en el obstinado. El revoltoso siempre anda buscando camorra, pero se las verá con un mensajero cruel. Más vale toparse con un oso enfurecido que con un necio empecinado en su necedad. Al que devuelve mal por bien, nunca el mal se apartará de su familia. Iniciar una pelea es romper una represa; vale más retirarse que comenzarla. Absolver al culpable y condenar al inocente son dos cosas que el Señor aborrece. ¿De qué le sirve al necio poseer dinero? ¿Podrá adquirir sabiduría si le faltan sesos? En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano. El que es imprudente se compromete por otros, y sale fiador de su prójimo. Al que le gusta pecar, le gusta pelear; el que abre mucho la boca, busca que se la rompan. El de corazón perverso jamás prospera; el de lengua engañosa caerá en desgracia. Engendrar a un hijo necio es causa de pesar; ser padre de un necio no es ninguna alegría. Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos. El malvado acepta soborno en secreto, con lo que tuerce el curso de la justicia. La meta del prudente es la sabiduría; el necio divaga contemplando vanos horizontes. El hijo necio irrita a su padre, y causa amargura a su madre. No está bien castigar al inocente, ni azotar por su rectitud a gente honorable. El que es entendido refrena sus palabras; el que es prudente controla sus impulsos. Hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca.


El Libro de II Pedro Capítulo 1 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA SEGUNDA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE
SAN PEDRO


CAPÍTULO 1
(66 d.C.)
INTRODUCCIÓN



SIMÓN Pedro, siervo y Apóstol de Jesucristo (la posición de "siervo" es colocada primero; si usted no puede ser un verdadero siervo para el Señor, entonces no puede ser un Apóstol; el Señor dirige la Iglesia por medio de la Oficina del Apóstol por el Mensaje concreto dado al individuo, lo que siempre coincidirá directamente con la Palabra de Dios; los Apóstoles no son electos de los hombres, son llamados de Dios), a los que habéis alcanzado Fe igualmente Preciosa con nosotros (expone la Fe de que los Gentiles ya pueden ser salvos tal como los Judíos, de hecho, todos llegan por el mismo camino) por la Justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo (el Creyente obtiene esta Justicia al mostrar Fe en Cristo y lo que Él hizo en la Cruz):
2 Gracia y Paz os sean multiplicadas en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús (es la Gracia que resulta de la Santificación y la Paz que resulta de la Santificación, todo hecho posible por la Cruz),
3 Como todas las cosas (el Señor con generosidad espléndida nos ha dado todo) que pertenecen a la vida y a la Piedad nos sean dadas de Su Poder Divino (corresponde al hecho de que el Señor Jesús nos ha dado todo que es indispensable en cuanto a la vida y cómo vivir), por el conocimiento de Aquél Que nos ha llamado por Su Gloria y Virtud (el "conocimiento" se refiere a lo que Cristo hizo en la Cruz, lo cual solo puede proveer "Gloria y Virtud"):
4 Por las cuales nos son dadas Preciosas y grandísimas Promesas (corresponde a la Palabra de Dios, la cual sola tiene la respuesta de todos los problemas en la vida): para que por ellas (las Promesas) fueseis hechos participantes de la Naturaleza Divina (la Naturaleza Divina implantada en el ser interior del pecador Creyente se convierte en la fuente de nuestra nueva vida y acciones; y es lo que ocurre en el momento de ser "Nacido de Nuevo"), habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia. (Explica la experiencia de Salvación del pecador y la experiencia de Santificación del Santo.)
CRECIMIENTO EN LA GRACIA
5 Y por esto mismo (la Salvación), poniendo toda diligencia (la responsabilidad que como Creyentes debemos mostrar por lo que se refiere a la vida Cristiana), mostrad en vuestra Fe Virtud (es Fe en la Cruz, que introducirá "Virtud"; el tipo de "Virtud" que se menciona aquí es "energía" y "poder"); y en la Virtud conocimiento (es el tipo de conocimiento que sigue desarrollando);
6 Y en el conocimiento templanza (dominio de sí mismo, control propio); y en la templanza paciencia (nuestra conducta debe siempre honrar a Dios, aun en medio de dificultades y pruebas); y en la paciencia Piedad (asemejarse a Dios);
7 Y en la Piedad amor fraternal (conlleva la idea de tratar a todos como si fueran "hermano" o "hermana" de nuestra propia sangre); y en el amor fraternal caridad (afecto).
8 Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan (continúa desarrollando), no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (Nuevamente, este "conocimiento" se refiere a lo que Cristo hizo en la Cruz, todo en nuestro favor.)
9 Mas el que no tiene estas cosas es ciego, y tiene la vista muy corta (la razón por la cual alguien puede carecer de estas cosas es que está ciego espiritualmente; en otras palabras, tal persona no hace que la Cruz sea el Objeto de Su Fe), habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. (Tal Creyente vuelve a ser dominado por la "naturaleza pecaminosa" tal como fue dominado antes de la conversión, que es siempre el resultado final por ignorar la Cruz.)
10 Por lo cual, Hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección (es de lo que Jesús hablaba cuando nos dijo que debemos negar a nosotros mismos y tomar la Cruz diariamente y seguirlo [Luc. 9:23]; cada día, el Creyente debe estar seguro que Su Fe está afianzada en la Cruz y la Cruz sola; únicamente entonces podemos experimentar los beneficios extraordinarios que el Sacrificio de Cristo proporciona): porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás (es la llave a la Seguridad Eterna, pero la Promesa es condicional):
11 Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el Reino Eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (La entrada en el Reino es únicamente sobre la base de la Fe con evidencia en Cristo y la Cruz [Ef. 2:13-18; Jn. 3:16].)
ESTABLECIDOS EN LA VERDAD
12 Por esto, yo no dejaré de amonestaros siempre de estas cosas (así como Pedro, éste es el motivo por el cual sigo haciendo resaltar la Cruz), aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. (La "Verdad" es "Jesucristo y Él Crucificado" [Jn. 8:32; I Cor. 2:2].)
13 Porque tengo por justo (necesario), en tanto que estoy en este tabernáculo (se refiere al cuerpo físico), de incitaros con amonestación (siempre al mantener a Cristo y la Cruz delante);
14 Sabiendo que brevemente tengo que dejar mi tabernáculo (Pedro les dice que Él sabe que no va a vivir por mucho tiempo más después de que termine de escribir esta Epístola), como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. (Esta posibilidad se refiere a la predicción de Cristo dada al Apóstol, registrado en Juan 21:18-19.)
15 También yo procuraré con diligencia, que después de mi fallecimiento, vosotros podáis siempre tener memoria de estas cosas. (La tercera vez que el Apóstol hace referencia en acordarse las condiciones de entrada a la Vida Eterna [vv. 12-13, 15]. Él volverá a usar esa palabra en II Pedro 3:1.)
16 Porque no os hemos dado a conocer el Poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo (lo que Cristo puede hacer en la vida de la persona, lo cual la Cruz hizo posible), siguiendo fábulas astutamente ideadas (se refiere a "herejías" impartidas por los "falsos maestros"; en otras palabras, cualquier cosa que desvíe a alguien de Cristo y la Cruz), sino como habiendo con nuestros propios ojos visto Su Majestad. (Corresponde a la Transfiguración, que fue una demostración actual de Cristo que viene en Su Gloria a la Tierra para establecer Su Reino [Mat. 16:27-28; 17:1-8; 24:29-31; 25:31-46; Apoc. 19:11-21].)
17 Porque Él (Cristo) había recibido de Dios el Padre Honra y Gloria (la "Majestad" del Hijo de Dios, Pedro la mencionó en el Versículo anterior), cuando vino tal Voz a Él enviada de la magnífica Gloria (se refiere a la Voz de Dios), Éste es Mi Hijo amado, en El Cual Yo Me he complacido. (Dios se complace mucho en nosotros solamente cuando estamos "en Cristo.")
18 Y nosotros oímos esta Voz enviada del Cielo, cuando estábamos juntamente con Él en el Monte Santo. (Pedro no estaba refiriéndose a algo conseguido indirectamente, sino más bien a lo que le había acontecido personalmente.)
19 Tenemos también la Palabra Profética más permanente (Pedro se refiere al Antiguo Testamento, lo cual es la Palabra de Dios, y aun más cierto que su experiencia personal); a la cual hacéis bien de estar atentos, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro (en efecto, declara que la Palabra de Dios es la única Luz Verdadera, la cual sola puede disipar la oscuridad espiritual) hasta que el día esclarezca, y el Lucero de la Mañana salga en vuestros corazones (el "Lucero de la Mañana" es Cristo; "salga en vuestros corazones" corresponde al Arrebatamiento):
20 Entendiendo primero esto (se refiere al pasado, como dicho, al Antiguo Testamento, que, en efecto, era la Biblia en la época de Pedro), que ninguna Profecía de La Escritura es de interpretación privada. (Se refiere al hecho que la Palabra de Dios no se originó en la mente humana.)
21 Porque la Profecía (la palabra "Profecía" se utiliza en un sentido general, cubriendo toda la Palabra de Dios, que significa que no se limita simplemente con predicciones en cuanto al futuro) no fue en los tiempos pasados traída por voluntad humana (no se originó con el hombre): sino los Santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (Demuestra la manera por la cual la Palabra de Dios fue escrita y, así, nos fue dada.)


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.



Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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