18 June 2017

El 19 de junio Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 19 de junio Lectura Bíblica Diaria:


Josué 10 a 12:
Adonisédec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué había tomado la ciudad de Hai y la había destruido completamente, pues Josué hizo con Hai y su rey lo mismo que había hecho con Jericó y su rey. Adonisédec también supo que los habitantes de Gabaón habían hecho un tratado de ayuda mutua con los israelitas y se habían quedado a vivir con ellos. Esto, por supuesto, alarmó grandemente a Adonisédec y a su gente, porque Gabaón era más importante y más grande que la ciudad de Hai; era tan grande como las capitales reales, y tenía un ejército poderoso. Por eso Adonisédec envió un mensaje a los siguientes reyes: Hohán de Hebrón, Pirán de Jarmut, Jafía de Laquis, y Debir de Eglón. El mensaje decía: "Únanse a mí y conquistemos a Gabaón, porque ha hecho un tratado de ayuda mutua con Josué y los israelitas." Entonces los cinco reyes amorreos de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón se unieron y marcharon con sus ejércitos para acampar frente a Gabaón y atacarla. Los gabaonitas, por su parte, enviaron el siguiente mensaje a Josué, que estaba en Guilgal: "No abandone usted a estos siervos suyos. ¡Venga de inmediato y sálvenos! Necesitamos su ayuda, porque todos los reyes amorreos de la región montañosa se han aliado contra nosotros." Josué salió de Guilgal con todo su ejército, acompañados de su comando especial. Y el Señor le dijo a Josué: "No tiembles ante ellos, pues yo te los entrego; ninguno de ellos podrá resistirte." Después de marchar toda la noche desde Guilgal, Josué los atacó por sorpresa. A su vez, el Señor llenó de pánico a los amorreos ante la presencia del ejército israelita, y éste les infligió una tremenda derrota en Gabaón. A los que huyeron los persiguieron por el camino de Bet Jorón, y acabaron con ellos por toda la vía que va a Azeca y Maquedá. Mientras los amorreos huían de Israel, entre Bet Jorón y Azeca, el Señor mandó del cielo una tremenda granizada que mató a más gente de la que el ejército israelita había matado a filo de espada. Ese día en que el Señor entregó a los amorreos en manos de los israelitas, Josué le dijo al Señor en presencia de todo el pueblo: "Sol, deténte en Gabaón, luna, párate sobre Ayalón." El sol se detuvo y la luna se paró, hasta que Israel se vengó de sus adversarios. Esto está escrito en el libro de Jaser. Y, en efecto, el sol se detuvo en el cenit y no se movió de allí por casi un día entero. Nunca antes ni después ha habido un día como aquél; fue el día en que el Señor obedeció la orden de un ser humano. ¡No cabe duda de que el Señor estaba peleando por Israel! Al terminar todo, Josué regresó a Guilgal con todo el ejército israelita. Los cinco reyes habían huido y se habían refugiado en una cueva en Maquedá. Tan pronto como Josué supo que habían hallado a los cinco reyes en la cueva, dio la siguiente orden: "Coloquen rocas a la entrada de la cueva y pongan unos guardias para que la vigilen. ¡Que nadie se detenga! Persigan a los enemigos y atáquenlos por la retaguardia. No les permitan llegar a sus ciudades. ¡El Señor, Dios de ustedes, ya se los ha entregado!" Josué y el ejército israelita exterminaron a sus enemigos; muy pocos de éstos pudieron refugiarse en las ciudades amuralladas. Finalmente, todos los israelitas retornaron a Maquedá sanos y salvos. ¡Nadie en la comarca se atrevía a decir nada contra Israel! Entonces Josué mandó que destaparan la entrada de la cueva y que le trajeran los cinco reyes amorreos. De inmediato sacaron a los cinco reyes de la cueva: los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón. Cuando se los trajeron, Josué convocó a todo el ejército israelita y les ordenó a todos los comandantes que lo habían acompañado: "Acérquense y písenles el cuello a estos reyes." Los comandantes obedecieron al instante. Entonces Josué les dijo: "No teman ni den un paso atrás; al contrario, sean fuertes y valientes. Esto es exactamente lo que el Señor hará con todos los que ustedes enfrenten en batalla." Dicho esto, Josué mató a los reyes, los colgó en cinco árboles, y allí los dejó hasta el atardecer. Cuando ya el sol estaba por ponerse, Josué mandó que los descolgaran de los árboles y los arrojaran en la misma cueva donde antes se habían escondido. Entonces taparon la cueva con unas enormes rocas, que permanecen allí hasta el día de hoy. Ese mismo día Josué tomó Maquedá y mató a filo de espada a su rey y a todos sus habitantes; ¡nadie quedó con vida! Y al rey de Maquedá le sucedió lo mismo que al rey de Jericó. De Maquedá, Josué y todo Israel se dirigieron a Libná y la atacaron. El Señor entregó en manos de Israel al rey y a sus habitantes. Josué pasó a filo de espada a todos sus habitantes; nadie quedó con vida. Y al rey de Libná le sucedió lo mismo que al rey de Jericó. De Libná, Josué y todo Israel se dirigieron a Laquis. El ejército la sitió y la atacó. El Señor la entregó en manos de Israel, y al segundo día la conquistaron. Todos en Laquis murieron a filo de espada, tal como había sucedido con Libná. Además, Horán, rey de Guézer, que había salido a defender a Laquis, fue totalmente derrotado junto con su ejército; nadie sobrevivió a la espada de Josué. De Laquis, Josué y todo Israel se dirigieron a Eglón. Sitiaron la ciudad y la atacaron. En un solo día la conquistaron y destruyeron a todos a filo de espada, tal como lo habían hecho con Laquis. De Eglón, Josué y todo Israel se dirigieron a Hebrón, y la atacaron. El ejército israelita tomó la ciudad y la pasó a filo de espada, de modo que nadie, ni el rey ni ninguno de los habitantes de la ciudad y de sus aldeas, escapó con vida. Y tal como sucedió en Eglón, Hebrón fue destruida completamente. De Hebrón, Josué y todo Israel se dirigieron a Debir y la atacaron. Se apoderaron de la ciudad, de su rey y de todas sus aldeas, y mataron a filo de espada a todos sus habitantes. Nadie quedó con vida; todo fue arrasado. A Debir le sucedió lo mismo que les había sucedido a Libná, a Hebrón y a sus respectivos reyes. Así Josué conquistó toda aquella región: la cordillera, el Néguev, los llanos y las laderas. Derrotó a todos sus reyes, sin dejar ningún sobreviviente. ¡Todo cuanto tenía aliento de vida fue destruido completamente! Esto lo hizo según el mandato del Señor, Dios de Israel. Josué conquistó a todos, desde Cades Barnea hasta Gaza, y desde la región de Gosén hasta Gabaón. A todos esos reyes y sus territorios Josué los conquistó en una sola expedición, porque el Señor, Dios de Israel, combatía por su pueblo. Después Josué regresó al campamento de Guilgal junto con todo el ejército israelita. Cuando Jabín, rey de Jazor, se enteró de todo lo ocurrido, convocó a Jobab, rey de Madón, y a los reyes de Simrón y de Acsaf. También llamó a los reyes de la región montañosa del norte; a los de la región al sur del lago Quinéret; a los de los valles, y a los de Nafot Dor, al occidente. Llamó además a los cananeos de oriente y occidente, a los amorreos, a los hititas, a los ferezeos, a los jebuseos de las montañas y a los heveos que viven en las laderas del monte Hermón en Mizpa. Todos ellos salieron con sus ejércitos, caballos y carros de guerra. Eran tan numerosos que parecían arena a la orilla del mar. Formaron un solo ejército y acamparon junto a las aguas de Merón para pelear contra Israel. Entonces el Señor le dijo a Josué: "No les tengas miedo, porque mañana, a esta hora, yo le entregaré muerto a Israel todo ese ejército. Ustedes, por su parte, deberán desjarretar sus caballos e incendiar sus carros de guerra." Así que Josué partió acompañado de sus guerreros y tomó por sorpresa a sus enemigos junto a las aguas de Merón. El Señor los entregó en manos de los israelitas, quienes los atacaron y persiguieron hasta la gran ciudad de Sidón, y hasta Misrefot Mayin y el valle de Mizpa al este, y no quedaron sobrevivientes. Josué cumplió con todo lo que el Señor le había ordenado: desjarretó los caballos del enemigo e incendió sus carros de guerra. Al regreso Josué conquistó Jazor y mató a filo de espada a su rey, pues Jazor había sido cabecera de todos aquellos reinados. Los israelitas mataron a espada a todo cuanto tenía vida. Arrasaron la ciudad y le prendieron fuego. Josué conquistó todas las ciudades de aquellos reinos junto con sus reyes; a éstos mató a filo de espada, destruyéndolos por completo. Así obedeció Josué todo lo que Moisés, siervo del Señor, le había mandado. Las ciudades que estaban sobre los cerros fueron las únicas que los israelitas no quemaron, excepto Jazor. Tomaron como botín de guerra todas las pertenencias del enemigo y su ganado, y mataron a todos los hombres a filo de espada, de modo que ninguno quedó con vida. Así como el Señor había ordenado a su siervo Moisés, también Moisés se lo ordenó a Josué. Y éste, por su parte, cumplió al pie de la letra todo lo que el Señor le había ordenado a Moisés. Josué logró conquistar toda aquella tierra: la región montañosa, todo el Néguev, toda la región de Gosén, el valle, el Arabá, la región montañosa de Israel y su valle. También se apoderó de todos los territorios, desde la montaña de Jalac que se eleva hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle del Líbano, a las faldas del monte Hermón. Josué capturó a todos los reyes de esa región y los ejecutó, después de combatir con ellos por largo tiempo. Ninguna ciudad hizo tratado de ayuda mutua con los israelitas, excepto los heveos de Gabaón. A todas esas ciudades Josué las derrotó en el campo de batalla, porque el Señor endureció el corazón de los enemigos para que entablaran guerra con Israel. Así serían exterminados sin compasión alguna, según el mandato que el Señor le había dado a Moisés. En aquel tiempo Josué destruyó a los anaquitas del monte Hebrón, de Debir, de Anab y de la región montañosa de Judá e Israel. Habitantes y ciudades fueron arrasados por Josué. Ningún anaquita quedó con vida en la tierra que ocupó el pueblo de Israel. Su presencia se redujo sólo a Gaza, Gat y Asdod. Así logró Josué conquistar toda aquella tierra, conforme a la orden que el Señor le había dado a Moisés, y se la entregó como herencia al pueblo de Israel, según la distribución tribal. Por fin, aquella región descansó de las guerras. Los israelitas derrotaron a dos reyes cuyos territorios se extendían al este del río Jordán, desde el arroyo Arnón hasta el monte Hermón, y abarcaban el Arabá al oriente. Uno de ellos era Sijón, rey de los amorreos, cuyo trono estaba en Hesbón. Este rey gobernaba desde Aroer, ciudad asentada a orillas del arroyo Arnón, hasta el arroyo Jaboc, que era la frontera del territorio de los amonitas. El territorio de Sijón incluía la cuenca del valle y la mitad de Galaad. Abarcaba también la parte oriental del Arabá hasta el lago Quinéret, y de allí al mar del sur, que es el Mar Muerto, por la vía de Bet Yesimot y, más al sur, hasta las laderas del monte Pisgá. El otro rey era Og, rey de Basán, uno de los últimos refaítas, que residía en Astarot y Edrey. Este rey gobernaba desde el monte Hermón, en Salcá, y en toda la región de Basán, hasta la frontera de Guesur y de Macá, y en la mitad de Galaad, hasta la frontera del territorio de Sijón, rey de Hesbón. Los israelitas bajo el mando de Moisés derrotaron a estos reyes. Y Moisés repartió aquel territorio entre los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés. A continuación aparece la lista de los reyes que los israelitas derrotaron bajo el mando de Josué. Sus territorios se encontraban al lado occidental del río Jordán, y se extendían desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Jalac, que asciende hacia Seír. Josué entregó las tierras de estos reyes como propiedad a las tribus de Israel, según las divisiones tribales. Tales territorios comprendían la región montañosa, los valles occidentales, el Arabá, las laderas, el desierto y el Néguev. Esas tierras habían pertenecido a los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos. Ésta es la lista de reyes: el rey de Jericó, el rey de Hai, ciudad cercana a Betel, el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquis, el rey de Eglón, el rey de Guézer, el rey de Debir, el rey de Guéder, el rey de Jormá, el rey de Arad, el rey de Libná, el rey de Adulán, el rey de Maquedá, el rey de Betel, el rey de Tapúaj, el rey de Héfer, el rey de Afec, el rey de Sarón, el rey de Madón, el rey de Jazor, el rey de Simrón Merón, el rey de Acsaf, el rey de Tanac, el rey de Meguido, el rey de Cedes, el rey de Jocneán que está en el Carmelo, el rey de Dor que está en Nafot Dor, el rey Goyim de Guilgal y el rey de Tirsá. Eran treinta y un reyes en total.


Salmo 37:
Álef - No te irrites a causa de los impíos ni envidies a los que cometen injusticias; porque pronto se marchitan, como la hierba; pronto se secan, como el verdor del pasto. Bet - Confía en el Señor y haz el bien; establécete en la tierra y manténte fiel. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Guímel - Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. Hará que tu justicia resplandezca como el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía. Dálet - Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia; no te irrites ante el éxito de otros, de los que maquinan planes malvados. He - Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra. Vav - Dentro de poco los malvados dejarán de existir; por más que los busques, no los encontrarás. Pero los desposeídos heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar. Zayin - Los malvados conspiran contra los justos y crujen los dientes contra ellos; pero el Señor se ríe de los malvados, pues sabe que les llegará su hora. Jet - Los malvados sacan la espada y tensan el arco para abatir al pobre y al necesitado, para matar a los que viven con rectitud. Pero su propia espada les atravesará el corazón, y su arco quedará hecho pedazos. Tet - Más vale lo poco de un justo que lo mucho de innumerables malvados; porque el brazo de los impíos será quebrado, pero el Señor sostendrá a los justos. Yod - El Señor protege la vida de los íntegros, y su herencia perdura por siempre. En tiempos difíciles serán prosperados; en épocas de hambre tendrán abundancia. Caf - Los malvados, los enemigos del Señor, acabarán por ser destruidos; desaparecerán como las flores silvestres, se desvanecerán como el humo. Lámed - Los malvados piden prestado y no pagan, pero los justos dan con generosidad. Los benditos del Señor heredarán la tierra, pero los que él maldice serán destruidos. Mem - El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano. Nun - He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan. Prestan siempre con generosidad; sus hijos son una bendición. Sámej - Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás dónde vivir. Porque el Señor ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles. El Señor los protegerá para siempre, pero acabará con la descendencia de los malvados. Ayin - Los justos heredarán la tierra, y por siempre vivirán en ella. Pe - La boca del justo imparte sabiduría, y su lengua emite justicia. La ley de Dios está en su corazón, y sus pies jamás resbalan. Tsade - Los malvados acechan a los justos con la intención de matarlos, pero el Señor no los dejará caer en sus manos ni permitirá que los condenen en el juicio. Qof - Pero tú, espera en el Señor, y vive según su voluntad, que él te exaltará para que heredes la tierra. Cuando los malvados sean destruidos, tú lo verás con tus propios ojos. Resh - He visto al déspota y malvado extenderse como cedro frondoso. Pero pasó al olvido y dejó de existir; lo busqué, y ya no pude encontrarlo. Shin - Observa a los que son íntegros y rectos: hay porvenir para quien busca la paz. Pero todos los pecadores serán destruidos; el porvenir de los malvados será el exterminio. Tav - La salvación de los justos viene del Señor; él es su fortaleza en tiempos de angustia. El Señor los ayuda y los libra; los libra de los malvados y los salva, porque en él ponen su confianza.


Proverbios 31:
Los dichos del rey Lemuel. Oráculo mediante el cual su madre lo instruyó: "¿Qué pasa, hijo mío? ¿Qué pasa, hijo de mis entrañas? ¿Qué pasa, fruto de mis votos al Señor? No gastes tu vigor en las mujeres, ni tu fuerza en las que arruinan a los reyes. "No conviene que los reyes, oh Lemuel, no conviene que los reyes se den al vino, ni que los gobernantes se entreguen al licor, no sea que al beber se olviden de lo que la *ley ordena y priven de sus derechos a todos los oprimidos. Dales licor a los que están por morir, y vino a los amargados; ¡que beban y se olviden de su pobreza! ¡que no vuelvan a acordarse de sus penas! "¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!" Epílogo: Acróstico a la mujer ejemplar Álef - Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas! Bet - Su esposo confía plenamente en ella y no necesita de ganancias mal habidas. Guímel - Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida. Dálet - Anda en busca de lana y de lino, y gustosa trabaja con sus manos. He - Es como los barcos mercantes, que traen de muy lejos su alimento. Vav - Se levanta de madrugada, da de comer a su familia y asigna tareas a sus criadas. Zayin - Calcula el valor de un campo y lo compra; con sus ganancias planta un viñedo. Jet - Decidida se ciñe la cintura y se apresta para el trabajo. Tet - Se complace en la prosperidad de sus negocios, y no se apaga su lámpara en la noche. Yod - Con una mano sostiene el huso y con la otra tuerce el hilo. Caf - Tiende la mano al pobre, y con ella sostiene al necesitado. Lámed - Si nieva, no tiene que preocuparse de su familia, pues todos están bien abrigados. Mem - Las colchas las cose ella misma, y se viste de púrpura y lino fino. Nun - Su esposo es respetado en la comunidad; ocupa un puesto entre las autoridades del lugar. Sámej - Confecciona ropa de lino y la vende; provee cinturones a los comerciantes. Ayin - Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Pe - Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Tsade - Está atenta a la marcha de su hogar, y el pan que come no es fruto del ocio. Qof - Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba: Resh - "Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas." Shin - Engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza. Tav - ¡Sean reconocidos sus logros, y públicamente alabadas sus obras!


El Libro de HEBREOS Capítulo 7 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
HEBREOS



CAPÍTULO 7
(64 d.C.)
MELQUISEDEC



PORQUE este Melquisedec, Rey de Salem (antiguo nombre de Jerusalén [Sal. 76:2; 122:3]), Sacerdote del Dios Altísimo (nos dice lo que Él era, pero no nos da casi ninguna información después de esto [Gén. 14:18]), el cual salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes (Gén. 14:14-15), y le bendijo (presenta a Melquisedec en una posición espiritual superior);
2 Al cual asimismo dio Abraham los diezmos de todo (la primera mención de los Diezmos en la Biblia; significa que si Abraham pagara el Diezmo a Melquisedec, su semilla natural y espiritual, que incluye a todo Creyente, debiera seguir trayendo Diezmos a este Sacerdocio [a saber Cristo, es decir, "Su Obra"], ya que ésta ha reemplazado al Sacerdocio Aarónico); primeramente él se interpreta Rey de Justicia (Melquisedec era un Tipo, y, por ello, tenía la intención de revelar al " Verdadero Rey de la Justicia," el Señor Jesucristo), y luego también Rey de Salem, que es, Rey de Paz (Jesús es también "el Príncipe de la Paz," de nuevo, del cual Melquisedec era un Tipo [Isa. 9:6]);
3 Sin padre, sin madre (sólo quiere decir que no había mención del nombre de su padre, su madre o alguno de su posteridad), sin linaje, que ni tiene principio de días, ni fin de vida (el Espíritu Santo quiso que Melquisedec no tuviera genealogía, a fin de que él pudiera servir como Tipo); mas hecho semejante al Hijo de Dios (en efecto dice, "ser semejante al Hijo de Dios"); permanece Sacerdote para siempre. (Se refiere a Cristo de Quien Melquisedec era un Tipo.)
4 Mirad pues cuán grande fue éste (el Texto claramente nos dice que Melquisedec fue un hombre, no un Ángel, etc., como algunos lo enseñan), al cual aun Abraham el Patriarca dio diezmos de los despojos. (Por el uso de la palabra "Patriarca" con respecto a Abraham, sabemos que se refiere a la posición de Abraham como "el Padre de los Fieles." Además, nos explica cómo está fijado el estándar en cuanto a la financiación de la Obra de Dios en la Tierra.)
5 Y ciertamente los que de los hijos de Leví (el Apóstol muestra ya la diferencia entre la Ley y la Gracia, y que el anterior es muy inferior al posterior) toman el Sacerdocio (la especificación de aquéllos de la Tribu de Leví que eran Sacerdotes; ¡no todos lo eran! nada más que los hijos de Aarón), tienen mandamiento de tomar del pueblo los Diezmos según la Ley, es a saber, de sus Hermanos (se refiere al hecho de que la gente debía pagar los Diezmos al Sacerdocio bajo la antigua economía Mosaica) aunque también hayan salido de los lomos de Abraham (a los Judíos les gustaban jactarse de que consideraban a Abraham como padre, lo que significa que eran sus descendientes; por eso, usándolo como ejemplo, Pablo demuestra que el sistema Aarónico era mucho más inferior que el Orden de Melquisedec, de otro modo, Abraham no hubiera pagado los Diezmos a este hombre):
6 Mas aquél (Melquisedec) cuya genealogía no es contada de ellos (de Israel), tomó de Abraham los Diezmos, y bendijo al que tenía las Promesas. (Expresa el hecho de que Melquisedec bendijo a Abraham, a pesar de que era Abraham a quien le habían sido dadas las grandes Promesas de Dios. La única manera que alguien pudiera ser mayor que Abraham es que él fuera un Tipo de Cristo, lo que era precisamente Melquisedec.)
7 Y sin contradicción alguna (lo que él dice no puede contradecirse), lo que es menos (Abraham) es bendecido de lo que es más (Melquisedec, quien era un Tipo de Cristo; Pablo dice que Cristo es mejor que cualquier otro sistema, y es el único Quien puede Bendecir adecuadamente).
8 Y aquí ciertamente los hombres mortales toman los Diezmos (se refiere al Sacerdocio Levítico, que, de hecho, todavía se llevaba adelante cuando Pablo escribió estas palabras); mas allí (se refiere al Pasaje en Génesis donde está registrado que Melquisedec había recibido los Diezmos), aquel del cual está dado testimonio que vive. (Se refiere al Sacerdocio Eterno de Cristo, del cual Melquisedec era el Tipo.)
9 Y, por decirlo así, en Abraham fue Diezmado también Leví (porque se pagaban los Diezmos a Leví, es decir, "el Orden Sacerdotal," de ninguna manera significa que era el Orden superior), que recibe los Diezmos. (Esto fue un golpe revelador en el argumento de Pablo en cuanto a la superioridad del Orden Sacerdotal de Melquisedec. Si Abraham pagara los Diezmos a Melquisedec [fue instruido por el Señor que debiera hacerlo], y Abraham es el padre del pueblo Judío [significa que Leví estaba en sus lomos], luego Leví pagó también los Diezmos a Melquisedec. Esto colocó todo el sistema Judío en segundo lugar después de aquel de Cristo.)
10 Porque él (Leví) aún estaba en los lomos de su padre (Abraham), cuando Melquisedec le salió al encuentro. (Esto hace que el Nuevo Convenio sea mejor que el Antiguo, lo cual es el argumento del Libro de Hebreos.)
EL SACERDOCIO DE CRISTO
11 Si pues la perfección era por el Sacerdocio Levítico (en efecto, dice que no era así) (porque bajo él, recibió el pueblo la Ley,) (Indica el hecho de que si el Sacerdocio Levítico [que era una parte de la Ley] fuera cambiado, lo que así fue, entonces la Ley tuvo que ser cambiada también.) ¿Qué necesidad había aun de que se levantase otro Sacerdote según el Orden de Melquisedec (ya que el Sacerdocio Levítico no trajo nada al cumplimiento, simplemente no se requería otro Sacerdote, sino otro Sacerdote de una clase totalmente diferente), y que no fuese llamado según el Orden de Aarón? (Demuestra el hecho de que el Orden de Aarón debe cederle el paso al Orden de Melquisedec, un mejor Sacerdocio, lo cual siempre fue así destinado.)
12 Pues mudado el Sacerdocio (se refiere al Orden Sacerdotal de Aarón ya siendo abrogado para cederle el paso al primer Sacerdocio que lo precedió, lo cual, en efecto, había predicho este mismo asunto), necesario es que se haga también mudanza de la Ley. (El enlace entre el Sacerdocio y la Ley significa que cuando hay cambio en uno hay cambio en el otro.)
13 Porque Aquél (Cristo) del Cual esto se dice, de otra Tribu es (Cristo no era de la Tribu de Leví, del cual los Sacerdotes Levíticos tenían que proceder, sino que era de la Tribu de Judá), de la cual nadie asistió al Altar. (Conlleva el sentido obvio que ninguno de la Tribu de Judá ejerció las funciones en el Altar, cuando tenía que ver con los Sacrificios, era la esfera de los Levitas exclusivamente.)
14 Porque notorio es que el Señor nuestro nació de la Tribu de Judá (expresa un hecho de que no fue puesto en duda, aun por los más apasionados enemigos de nuestro Señor); sobre cuya Tribu nada habló Moisés tocante al Sacerdocio. (La Tribu de Judá no tuvo arte ni parte con el Sacerdocio, y el Sacerdocio no tuvo arte ni parte con la Tribu de Judá.)
15 Y aún más manifiesto es (algo claramente obvio, lo que se refiere al Sacerdocio de Cristo): si a semejanza de Melquisedec se levanta otro Sacerdote (se refiere a la necesidad de tal, y que Dios había escogido a Melquisedec para ser el Tipo de Cristo),
16 El Cual (el Señor Jesús) no es hecho (hecho un Sumo Sacerdote a través de Su Sacrificio Expiatorio de Él Mismo) conforme a la Ley del mandamiento carnal (la idea es que el Sacerdocio Levítico era débil y frágil, debido a la debilidad del hombre del cual fue hecho, y, por ello, necesitó un sustituto), sino según el poder de una vida indestructible. (Se refiere a Cristo, Quien fue resucitado de los muertos y vive para siempre, y por ello, será el "Sumo Sacerdote" para siempre.)
17 Pues se da testimonio (Sal. 110:4) de Él (Dios), Tú (Cristo) eres Sacerdote para siempre según el Orden de Melquisedec. (Este Orden del Sacerdocio fue de esta manera de modo que se pudiera dirigir a la totalidad de la humanidad, tanto a Judíos como a Gentiles. El Sacerdocio Levítico se dirigió sólo a los Judíos.)
18 El Mandamiento precedente (indica el fin de la Ley, que todo fue hecho por Cristo, y con este propósito todo el tiempo), cierto se anula por su ineficacia e inutilidad. (Se refiere a los problemas con la Antigua Ley y en calidad temporal.)
19 Porque nada perfeccionó (la Ley era un espejo que mostró lo que era el hombre, pero no tenía ningún poder para cambiar al hombre) la Ley (la Ley de Moisés), sino la introducción de una mejor esperanza (se refiere a Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz); por la cual nos acercamos a Dios. (La Ley de Moisés no pudo dar acceso al Lugar Santísimo para toda la humanidad, ¡pero la Cruz pudo!)
UN MEJOR SACRIFICIO
20 Y por cuanto no fue sin juramento (los Sacerdotes Judíos terrenales no tomaron juramento para ocupar sus puestos, simplemente porque éstos eran temporales) Él (Cristo) fue hecho Sacerdote (cuando Jesús fue hecho Sumo Sacerdote, Dios juró garantizando interminable Su Sacerdocio):
21 (Porque los otros cierto sin juramento fueron hechos Sacerdotes (los Sacerdotes Judíos); mas Éste (el Señor Jesucristo), con juramento por El Que (por Dios el Padre) Le dijo (Le dijo a Cristo), Juró el Señor y no se arrepentirá (quiere decir que el Señor no cambiará de parecer), Tú eres Sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec:) (Sal. 110:4)
22 Tanto de mejor Testamento (un mejor Convenio) es hecho fiador (garantía) Jesús (declara el hecho de que toda la Redención está vinculada total y completamente en Cristo).
23 Y los otros cierto fueron muchos Sacerdotes (fueron imprescindibles muchos Sacerdotes bajo la economía Mosaica porque los Sacrificios fueron muy inferiores), en cuanto por la muerte no podían permanecer (representa la inferioridad del Antiguo sistema Judío):
24 Mas Éste (el Señor Jesucristo), por cuanto permanece para siempre (proclama Eterno el Sacerdocio de Cristo, aunque la muerte fue inevitable con respecto a los Sacerdotes Aarónicos), tiene un Sacerdocio inmutable. (No sólo se refiere a lo que es Eterno, sino también lo que nunca cambiará con respecto a ese principio. El propósito de la Obra Terminada de la Cruz es de que sea un "Testamento Eterno" [Heb. 13:20].)
25 Por lo cual Él (el Señor Jesucristo) puede también salvar eternamente (Cristo Solo ha hecho la única Expiación Verdadera por el pecado; Él lo hizo en la Cruz) a los que por Él se allegan a Dios (la única manera por la cual el hombre puede llegar a Dios), viviendo siempre para interceder por ellos. (Su misma Presencia a la Diestra del Padre lo garantiza, sin tener que hacer ninguna otra cosa [Heb. 1:3].)
26 Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía (expresa el hecho de que nadie menos exaltado pudiera haber llenado las necesidades de la raza humana), Santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores (describe el Carácter intachable, puro, Perfecto del Hijo de Dios como nuestro Gran Sumo Sacerdote; además, nos dice que Cristo no se hizo pecador en la Cruz, como algunos lo afirman, sino que fue el Sacrificio Expiatorio), y hecho más sublime que los Cielos (Él está sentado a la Diestra del Padre, que es la posición más exaltada en el Cielo o en la Tierra);
27 Que no tiene necesidad cada día (los Sacrificios diarios ofrecidos por los Sacerdotes bajo la antigua economía Judía), como los otros Sacerdotes, de ofrecer primero Sacrificios por sus pecados, y luego por los del pueblo (la obra del Sumo Sacerdote Judío durante el Gran Día de la Expiación, que especificó su indignidad; Cristo no tuvo que funcionar como corresponde): porque esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a Sí Mismo. (Se refiere a Su Muerte en la Cruz, que Expió todo el pecado — por el pasado, el presente y el futuro, haciendo que ningún Sacrificio adicional fuera necesario.)
28 Porque la Ley (la Ley de Moisés) constituye Sacerdotes a hombres débiles (el sistema era imperfecto porque dependió de hombres frágiles); mas la palabra del juramento (la Promesa de Dios que Él iba a instituir un Sacerdocio superior, mucho más superior al Orden Levítico [Sal. 110:4]), después de la Ley (se refiere al hecho que el Juramento fue dado aproximadamente quinientos años después de que la Ley fue dada a Moisés), constituye al Hijo (el Señor Jesús), hecho perfecto (quiere decir que Él y Él Solo, puede funcionar en esta capacidad) para siempre. (Este Convenio es perfecto porque el Hijo es Perfecto, porque lo que Él hizo en la Cruz es Perfecto, significa que nunca tendrá que ser reemplazado.)


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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