13 June 2017

El 14 de junio Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 14 de junio Lectura Bíblica Diaria:

Deuteronomio 29 a 31:
Éstos son los términos del pacto que, por orden del Señor, hizo Moisés en Moab con los israelitas, además del pacto que ya había hecho con ellos en Horeb. Moisés convocó a todos los israelitas y les dijo:"Ustedes vieron todo lo que el Señor hizo en Egipto con el faraón y sus funcionarios, y con todo su país. Con sus propios ojos vieron aquellas grandes pruebas, señales y maravillas. Pero hasta este día el Señor no les ha dado mente para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. Durante los cuarenta años que los guié a través del desierto, no se les desgastó la ropa ni el calzado. No comieron pan ni bebieron vino ni ninguna bebida fermentada. Esto lo hice para que supieran que yo soy el Señor su Dios. "Cuando llegaron a este lugar, Sijón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, salieron a pelear contra nosotros, pero los derrotamos. Tomamos su territorio y se lo dimos como herencia a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés. "Ahora, cumplan con cuidado las condiciones de este pacto para que prosperen en todo lo que hagan. Hoy están ante la presencia del Señor su Dios todos ustedes, sus líderes y sus jefes, sus ancianos y sus oficiales, y todos los hombres de Israel, junto con sus hijos y sus esposas, y los extranjeros que viven en sus campamentos, desde los que cortan la leña hasta los que acarrean el agua. Están aquí para hacer un pacto con el Señor su Dios, quien hoy lo establece con ustedes y lo sella con su juramento. De esta manera confirma hoy que ustedes son su pueblo, y que él es su Dios, según lo prometió y juró a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. El Señor nuestro Dios afirma que no sólo hace su pacto y su juramento con los que ahora estamos en su presencia, sino también con los que todavía no se encuentran entre nosotros. Üstedes saben cómo fue nuestra vida en Egipto, y cómo avanzamos en medio de las naciones que encontramos en nuestro camino hasta aquí. Ustedes vieron entre ellos sus detestables imágenes e ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro. Asegúrense de que ningún hombre ni mujer, ni clan ni tribu entre ustedes, aparte hoy su corazón del Señor nuestro Dios para ir a adorar a los dioses de esas naciones. Tengan cuidado de que ninguno de ustedes sea como una raíz venenosa y amarga. "Si alguno de ustedes, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca, provocará la ruina de todos. El Señor no lo perdonará. La ira y el celo de Dios arderán contra ese hombre. Todas las maldiciones escritas en este libro caerán sobre él, y el Señor hará que desaparezca hasta el último de sus descendientes. El Señor lo apartará de todas las tribus de Israel, para su desgracia, conforme a todas las maldiciones del pacto escritas en este libro de la ley. "Sus hijos y las generaciones futuras, y los extranjeros que vengan de países lejanos, verán las calamidades y enfermedades con que el Señor habrá azotado esta tierra. Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre, donde nada podrá plantarse, nada germinará, y ni siquiera la hierba crecerá. Será como cuando el Señor destruyó con su furor las ciudades de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín. Todas las naciones preguntarán: ¿Por qué trató así el Señor a esta tierra? ¿Por qué derramó con tanto ardor su furia sobre ella? Y la respuesta será: Porque este pueblo abandonó el pacto del Dios de sus padres, pacto que el Señor hizo con ellos cuando los sacó de Egipto. Se fueron y adoraron a otros dioses; se inclinaron ante dioses que no conocían, dioses que no tenían por qué adorar. Por eso se encendió la ira del Señor contra esta tierra, y derramó sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro. Y como ahora podemos ver, con mucha furia y enojo el Señor los arrancó de raíz de su tierra, y los arrojó a otro país. "Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley. "Cuando recibas todas estas bendiciones o sufras estas maldiciones de las que te he hablado, y las recuerdes en cualquier nación por donde el Señor tu Dios te haya dispersado; y cuando tú y tus hijos se vuelvan al Señor tu Dios y le obedezcan con todo el corazón y con toda el alma, tal como hoy te lo ordeno, entonces el Señor tu Dios restaurará tu buena fortuna y se compadecerá de ti. ¡Volverá a reunirte de todas las naciones por donde te haya dispersado! Aunque te encuentres desterrado en el lugar más distante de la tierra, desde allá el Señor tu Dios te traerá de vuelta, y volverá a reunirte. Te hará volver a la tierra que perteneció a tus antepasados, y tomarás posesión de ella. Te hará prosperar, y tendrás más descendientes que los que tuvieron tus antepasados. El Señor tu Dios quitará lo pagano que haya en tu corazón y en el de tus descendientes, para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma, y así tengas vida. Además, el Señor tu Dios hará que todas estas maldiciones caigan sobre tus enemigos, los cuales te odian y persiguen. Y tú volverás a obedecer al Señor y a cumplir todos sus mandamientos, tal como hoy te lo ordeno. Entonces el Señor tu Dios te bendecirá con mucha prosperidad en todo el trabajo de tus manos y en el fruto de tu vientre, en las crías de tu ganado y en las cosechas de tus campos. El Señor se complacerá de nuevo en tu bienestar, así como se deleitó en la prosperidad de tus antepasados, siempre y cuando obedezcas al Señor tu Dios y cumplas sus mandamientos y preceptos, escritos en este libro de la ley, y te vuelvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. "Este mandamiento que hoy te ordeno obedecer no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está arriba en el cielo, para que preguntes: ¿Quién subirá al cielo por nosotros, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo? Tampoco está más allá del océano, para que preguntes: ¿Quién cruzará por nosotros hasta el otro lado del océano, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo? ¡No! La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas. "Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión. "Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el Jordán. "Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob." De nuevo habló Moisés a todo el pueblo de Israel, y les dijo: "Ya tengo ciento veinte años de edad, y no puedo seguir siendo su líder. Además, el Señor me ha dicho que no voy a cruzar el Jordán, pues ha ordenado que sea Josué quien lo cruce al frente de ustedes. El Señor su Dios marchará al frente de ustedes para destruir a todas las naciones que encuentren a su paso, y ustedes se apoderarán de su territorio. El Señor las arrasará como arrasó a Sijón y a Og, los reyes de los amorreos, junto con sus países. Cuando el Señor los entregue en sus manos, ustedes los tratarán según mis órdenes. Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará." Llamó entonces Moisés a Josué, y en presencia de todo Israel le dijo: "Sé fuerte y valiente, porque tú entrarás con este pueblo al territorio que el Señor juró darles a sus antepasados. Tú harás que ellos tomen posesión de su herencia. El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes." Moisés escribió esta ley y se la entregó a los sacerdotes levitas que transportaban el arca del pacto del Señor, y a todos los ancianos de Israel. Luego les ordenó: "Cada siete años, en el año de la cancelación de deudas, durante la fiesta de las Enramadas, cuando tú, Israel, te presentes ante el Señor tu Dios en el lugar que él habrá de elegir, leerás en voz alta esta ley en presencia de todo Israel. Reunirás a todos los hombres, mujeres y niños de tu pueblo, y a los extranjeros que vivan en tus ciudades, para que escuchen y aprendan a temer al Señor tu Dios, y obedezcan fielmente todas las palabras de esta ley. Y los descendientes de ellos, para quienes esta ley será desconocida, la oirán y aprenderán a temer al Señor tu Dios mientras vivan en el territorio que vas a poseer al otro lado del Jordán." El Señor le dijo a Moisés: "Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Josué, y preséntate con él en la Tienda de reunión para que reciba mis órdenes." Fue así como Moisés y Josué se presentaron allí. Entonces el Señor se apareció a la entrada de la Tienda de reunión, en una columna de nube, y le dijo a Moisés: "Tú irás a descansar con tus antepasados, y muy pronto esta gente me será infiel con los dioses extraños del territorio al que van a entrar. Me rechazarán y quebrantarán el pacto que hice con ellos. Cuando esto haya sucedido, se encenderá mi ira contra ellos y los abandonaré; ocultaré mi rostro, y serán presa fácil. Entonces les sobrevendrán muchos desastres y adversidades, y se preguntarán: ¿No es verdad que todos estos desastres nos han sobrevenido porque nuestro Dios ya no está con nosotros? Y ese día yo ocultaré aún más mi rostro, por haber cometido la maldad de irse tras otros dioses. "Escriban, pues, este cántico, y enséñenselo al pueblo para que lo cante y sirva también de testimonio contra ellos. "Cuando yo conduzca a los israelitas a la tierra que juré darles a sus antepasados, tierra donde abundan la leche y la miel, comerán hasta saciarse y engordarán; se irán tras otros dioses y los adorarán, despreciándome y quebrantando mi pacto. Y cuando les sobrevengan muchos desastres y adversidades, este cántico servirá de testimonio contra ellos, porque sus descendientes lo recordarán y lo cantarán. Yo sé lo que mi pueblo piensa hacer, aun antes de introducirlo en el territorio que juré darle." Entonces Moisés escribió ese cántico aquel día, y se lo enseñó a los israelitas. Y el Señor le dio a Josué hijo de Nun esta orden: "Esfuérzate y sé valiente, porque tú conducirás a los israelitas al territorio que juré darles, y yo mismo estaré contigo." Moisés terminó de escribir en un libro todas las palabras de esta ley. Luego dio esta orden a los levitas que transportaban el arca del pacto del Señor: "Tomen este libro de la ley, y pónganlo junto al arca del pacto del Señor su Dios. Allí permanecerá como testigo contra ustedes los israelitas, pues sé cuán tercos y rebeldes son. Si fueron rebeldes contra el Señor mientras viví con ustedes, ¡cuánto más lo serán después de mi muerte! Reúnan ante mí a todos los ancianos y los líderes de sus tribus, para que yo pueda comunicarles estas palabras y las escuchen claramente. Pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, porque sé que después de mi muerte se pervertirán y se apartarán del camino que les he mostrado. En días venideros les sobrevendrán calamidades, porque harán lo malo a los ojos del Señor y con sus detestables actos provocarán su ira." Y éste fue el cántico que recitó Moisés de principio a fin, en presencia de toda la asamblea de Israel:


Salmo 32: (RVC)
Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado, y cuya maldad queda absuelta. Dichoso aquél a quien el Señor ya no acusa de impiedad, y en el que no hay engaño. Mientras callé, mis huesos envejecieron, pues todo el día me quejaba. De día y de noche me hiciste padecer; mi lozanía se volvió aridez de verano. Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía», y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Por eso, todos tus fieles orarán a ti mientras puedas ser hallado. Aunque sufran una gran inundación, las aguas no los alcanzarán. ¡Tú eres mi refugio! ¡Tú me libras de la angustia! ¡Tú me rodeas con cánticos de libertad! «Yo te voy a hacer que entiendas. Voy a enseñarte el camino que debes seguir, y no voy a quitarte los ojos de encima. No seas como los caballos ni como las mulas, que no quieren obedecer, y que hay que sujetarlos con la brida y el freno, pues de lo contrario no se acercan a su amo.» Al malvado le esperan muchas aflicciones, pero la misericordia del Señor acompaña a todos los que confían en él. Ustedes, los hombres justos, ¡alégrense y regocíjense en el Señor! Y ustedes, los de recto corazón, ¡canten todos llenos de alegría!


Proverbios 26: (RVC)
No conviene la nieve en el verano, ni la lluvia en el tiempo de la siega, ni colmar de honores al necio. Gorrión sin rumbo, golondrina que revolotea: ¡eso es la maldición sin causa, pues nunca llega! Para el caballo, el látigo; para el asno, el freno; para la espalda del necio, la vara. Nunca respondas al necio con necedades, para que no resultes ser otro necio. Responde al necio conforme a su necedad, para que no se crea demasiado sabio. Recurrir a un necio como mensajero es lo mismo que amputarse los pies; ¡es arriesgarse a pasar un trago amargo! Piernas tullidas que penden inútiles: ¡eso es el proverbio en la boca del necio! Atar la piedra a la honda: ¡eso es el rendir honores a un necio! Espina clavada en la mano del borracho: ¡eso es el proverbio en labios del necio! Arquero que a todo el mundo hiere: ¡eso es quien emplea a necios y vagabundos! Perro que vuelve a su vómito: ¡eso es el necio que repite su necedad! ¿Has visto gente sabia en su propia opinión? ¡Más esperanza tiene el necio que esa gente! El perezoso alega: «¡Un león anda suelto! ¡Está al acecho en el camino y por las calles!» La puerta gira sobre sus bisagras, y el perezoso gira sobre la cama. El perezoso mete la mano en el plato, pero le resulta cansado llevársela a la boca. El perezoso se considera más sabio que siete sabios que sepan aconsejar. Dejarse llevar del enojo en un pleito ajeno es como querer sujetar a un perro por las orejas. Un loco que, en su locura, lanza mortíferas flechas encendidas: ¡eso es el hombre que engaña a su amigo, y luego alega que lo hizo de broma! Sin leña se apaga el fuego, y sin chismosos se acaba el pleito. Para hacer brasas, el carbón; para encender el fuego, la leña; para encender los ánimos, el pendenciero. Los chismes son deliciosos bocados, que penetran hasta lo más profundo. Los labios seductores y el corazón malvado son una vasija de barro bañada en plata barata. El que odia, lo disimula con los labios pero por dentro maquina el engaño. No confíes en quien habla con voz engolada, porque en su corazón hay siete abominaciones. Aunque el odio se encubra con disimulo, la maldad se hará manifiesta en la comunidad. El que cava el foso, en él se cae; al que empuja la piedra, la piedra lo aplasta. La lengua falsa aborrece al que ha herido; la boca zalamera conduce al desastre.



LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS HEBREOS Capítulo 1 del Nuevo Testamento del Expositor de Jimmy Swaggart:



HEBREOS
CAPÍTULO 2
(64 d.C.)
EL CONVENIO



POR tanto, es menester que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído (realmente se refiere al Mensaje de la Cruz del Nuevo Testamento), no sea que nos deslicemos. (En el Texto Griego, conlleva la idea de un anillo que se desliza del dedo. Desgraciadamente, la Iglesia actualmente ha dejado que el Mensaje de la Cruz se deslice y, en consecuencia, la Iglesia apenas sabe adónde ha estado, adónde está o adónde va.)
2 Porque si la palabra dicha por los Ángeles fue firme (realmente se refiere a la Ley de Moisés, la cual tenía a muchos Ángeles en asistencia), y toda rebelión y desobediencia recibió justa paga de retribución (el pecado se trata en la Cruz, o de otro modo se trata en el Juicio; por eso, cada persona tiene una alternativa);
3 ¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una Salvación tan grande? (Si descuidamos la Cruz, nos hemos destruido.) La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor (anunciado por Cristo cuando Él dijo, "Arrepentíos: que el Reino de los Cielos se ha acercado" [Mat. 4:17]), ha sido confirmada hasta nosotros por los que oyeron (confirmado por sanidades y milagros lo cual los primeros Doce experimentaron y también muchos otros lo presenciaron);
4 Testificando juntamente con ellos Dios (expresa la mayor prueba de todas, realmente lo que es absolutamente indiscutible), con señales y milagros, y diversas maravillas (lo que comenzó con Cristo y siguió con Sus Apóstoles), y Repartimientos del Espíritu Santo (tiene que ver con aquellos en la lista de I Cor. 12:8-10), según Su Propia Voluntad. (¡Estas cosas eran la Voluntad de Dios en aquel entonces, y son la Voluntad de Dios ahora!)
LA REDENCIÓN
5 Porque no sujetó a los Ángeles el mundo venidero, del cual hablamos. (El Señor no les ha dado a los Ángeles el dominio y el gobierno que Él le ha dado a Cristo.)
6 Testificó empero uno en cierto lugar, diciendo (Sal. 8:4-6), ¿Qué es el hombre, para que Te acuerdas de él? (Manifiesta el motivo por el cual Dios le ha dado al hombre tanto aviso.) ¿O el hijo del hombre, que le visitas? (Se refiere a una consideración a fin de ayudar o beneficiarse. Indica claramente que "el hijo del hombre" es de la raza humana y no de Cristo.)
7 Tú le hiciste un poco menor que los Ángeles (debiera traducirse, "Tú lo hiciste un poco más bajo que la Deidad"; los "Ángeles" traducido de la palabra Hebrea es "Elohim" que significa "Dios," y debiera traducirse como corresponde); le coronaste de gloria y de honra (declara lo que nunca fue dicho de los Ángeles), y te pusiste sobre las obras de Tus Manos (un poco de aquel dominio todavía se conserva a pesar de la Caída; sin embargo, como sería obvio, mucho ha estado perdido; pero desde luego, todo ha sido recuperado en Cristo, y será al final realizado en Cristo):
8 Todas las cosas sujetaste debajo de sus pies. (Se refiere a Adán antes de la Caída, pero sobre todo se refiere a Cristo y lo que Él hizo en la Cruz a favor nuestro.) Porque en cuanto Él (Dios) le sujetó todas las cosas (al hombre), nada dejó que no sea sujeto a él. (Otra vez se refiere al primer Adán, pero más que todo se refiere al "Último Adán," el Señor Jesucristo.) Mas aún no vemos que todas las cosas le sean sujetas. (Debido a la Caída, no vemos ahora lo que al principio fue destinado para el hombre, pero mediante Cristo será visto finalmente.)
9 Pero sí vemos a Aquel Jesús, coronado de gloria y de honra (la misión fue llevada a cabo, y ahora Cristo es exaltado), por el padecimiento de muerte (inequívocamente declara el hecho de que Jesús vino a este mundo para un propósito específico — para morir en una Cruz, lo que fue planeado aun antes de la fundación del mundo [I Ped. 1:18-20]), que es hecho un poco menor que los Ángeles (la Encarnación); para que por Gracia de Dios gustase la muerte por todos. (Declara el hecho de que Él necesitó la Gracia de Dios para llevar a cabo esta tarea, porque Él era un hombre, "el Hombre, Cristo Jesús.")
10 Porque convenía (se refiere al Camino de Dios, como corresponde a la Redención de la humanidad) que Aquél por Cuya causa son todas las cosas (Dios es la razón final de todas las cosas), y por El Cual todas las cosas subsisten (por Cuya agencia), habiendo de llevar a la Gloria a muchos hijos (expresa el Propósito Divino), hiciese perfecto por aflicciones al Autor de la Salvación de ellos. (Explica la idea de que Cristo tuvo que sufrir la Cruz a fin de realizar la Redención para la humanidad.)
11 Porque El Que Santifica y los que son Santificados, de Uno son todos (de Cristo): por lo cual no se avergüenza de llamarlos Hermanos (se refiere al hecho de que Jesús se convirtió en uno de nosotros, pero sólo en el sentido de la humanidad, no en el sentido del pecado),
12 Diciendo, Anunciaré a Mis Hermanos Tu Nombre ([Sal. 22:22] quiere decir que Cristo declarará el Nombre de Dios a todos los Hermanos, en efecto, como el Dueño de ellos), en medio de la Congregación Te alabaré. (Cristo alabará a Dios por esta gran Victoria, lo cual ha traído a muchos hijos al Reino, todo hecho posible por la Cruz.)
13 Y otra vez (II Sam. 22:3), Yo confiaré en Él. (Cristo pone Su Confianza totalmente en Dios.) Y otra vez (Isa. 8:18), He aquí, Yo y los hijos que Me dio Dios. (La Cruz lo hace posible para que seamos un Hijo de Dios.)
14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre (se refiere al hecho de que esta Creación tiene una naturaleza humana, no Angélica), Él (Jesús) también participó de lo mismo (la Encarnación, Dios que se hizo hombre); para destruir por la muerte (la Cruz) al que (Satanás) tenía el imperio de la muerte, es a saber, al Diablo (el pago del pecado es la muerte, lo cual indica separación de Dios; Jesús expió todo el pecado en la Cruz, por ello, quitó la causa de la muerte espiritual, al menos para todos quienes creyeran [Jn. 3:16]);
15 Y librar (describe la humanidad que Satanás mantiene en cautiverio) a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre. (Se ha dicho bien que hay dos terrores de los cuales sólo Cristo puede librar a los hombres que son la culpa del pecado y el temor de la muerte. Éste último es el resultado del anterior.)
16 Porque ciertamente no vino en auxilio de los Ángeles (Cristo no vino para ser el Salvador de los Ángeles caídos; éstos son de otra creación); sino en auxilio de la simiente de Abraham. (Se refiere a Su Humanidad, lo que Él se hizo y fue la manera como sería realizada la Redención.)
17 Por lo cual, debía ser en todo semejante a los Hermanos (se refiere a nuestro Señor que se aferraba de la raza humana para salvar a aquellos que aceptarían la Salvación por la Fe), para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que es para con Dios (como nuestro Sumo Sacerdote, Él es nuestro Representante delante de Dios, lo cual Él podía lograr al hacerse Hombre e ir a la Cruz, que fue lo que Él hizo), para expiar los pecados del pueblo (para ofrecer un Sacrificio expiatorio a fin de recuperar el favor y buena voluntad de Dios a favor de la raza humana).
18 Porque en cuanto Él Mismo padeció siendo tentado (en Su Encarnación como el último Adán, nuestro Señor fue puesto a prueba, y también fue tentado para hacer el mal [Mat. 4:1-11]), es poderoso para socorrer a los que son tentados. (La Cruz sola es la respuesta a la tentación y el pecado. Vencemos la tentación al colocar nuestra Fe precisamente en Cristo y la Cruz, que es el único modo por el cual puede ser vencido, por lo tanto, dándole libertad de acción al Espíritu Santo para fortalecernos, ya que Él siempre está dispuesto a hacerlo [Rom. 8:2, 11].)



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.




Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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