14 June 2017

El 15 de junio Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1



El 15 de junio Lectura Bíblica Diaria:

Deuteronomio 32 a 34:
Escúchenme, cielos, que voy a hablar; ¡que oiga la tierra lo que dirán mis labios! Mi enseñanza se derramará como la lluvia; mis razonamientos caerán como el rocío. Serán como la llovizna sobre la grama, como gotas de agua sobre la hierba. Voy a proclamar el nombre del Señor; voy a enaltecer a nuestro Dios. Él es nuestra Roca, y su obra es perfecta; todos sus caminos son de justicia. Es el Dios de la verdad, justo y recto; en él no hay ninguna maldad. La corrupción no es suya, sino de sus hijos, que son gente torcida y perversa. Tú, pueblo loco e ignorante, ¿así le pagas al Señor? ¡Él es tu padre! ¡Es tu Creador! ¡Él te hizo y te afirmó! Acuérdate de los tiempos pasados; trae a la memoria los años ya idos. Pregúntale a tu padre, y te lo dirá; y a tus ancianos, y te contarán cuando el Altísimo dio su herencia a las naciones, cuando hizo el reparto entre el género humano: él estableció los linderos de los pueblos según el número de los hijos de Israel. La porción del Señor es su pueblo; Jacob es la herencia que le tocó. Lo encontró en un lugar deshabitado; en un yermo horrible y solitario. Lo atrajo hacía él mismo, y lo instruyó; ¡lo cuidó como a la niña de sus ojos! Así como el águila revolotea sobre el nido y anima a sus polluelos a volar, y extiende sus alas y los levanta en vilo, y los sostiene sobre sus alas, así también el Señor los guió, sin la ayuda de ningún dios extraño. Los hizo ascender a las alturas de la tierra, y les dio a comer los frutos del campo; de la roca los hizo libar dulce miel, ¡del duro pedernal los hizo extraer aceite! Los alimentó con leche y mantequilla, con grasa de corderos y carneros de Basán, y con la carne de machos cabríos; les dio a comer del mejor trigo y les dio a beber del mejor vino. Pero Jesurún engordó y dio de coces (engordó, se llenó de grasa), y abandonó al Dios que lo hizo; ¡menospreció a la Roca de su salvación! Con dioses ajenos despertó sus celos; con sus repugnantes hechos provocó su ira. En vez de ofrecerle sacrificios a Dios, se los ofreció a los demonios, a dioses que nunca antes había conocido; a dioses nuevos, venidos de cerca, a los que sus padres nunca antes adoraron. Te olvidaste de la Roca que te creó; te olvidaste del Dios que te dio el ser. El Señor vio esto, y se encendió su ira, porque sus hijos y sus hijas lo menospreciaron. Entonces dijo: «Les daré la espalda. Voy a ver en qué terminan, porque son una generación perversa; son unos hijos inconstantes. Despiertan mis celos con sus ídolos; ¡provocan mi enojo con dioses que no son dioses! Pero yo también los provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; provocaré su enojo con una nación insensata. Porque mi ira es un fuego ardiente, y arderá hasta las profundidades del sepulcro; devorará la tierra y sus frutos, y consumirá los fundamentos de los montes. Amontonaré sobre ellos calamidades; ¡lanzaré contra ellos mis saetas! El hambre, la fiebre y la peste los consumirán, y acabarán con ellos; también enviaré contra ellos colmillos de fieras y el veneno de serpientes de la tierra. Afuera, los aniquilará la espada; adentro de sus casas, los dominará el terror; lo mismo a jóvenes que a doncellas, lo mismo a niños de pecho que a gente anciana. »Yo había jurado que los esparciría muy lejos, que pondría fin a su memoria entre los hombres, pero evité las provocaciones del enemigo, para que no se envanecieran sus adversarios. No quise que creyeran que todo esto lo había hecho su propia mano, y no el Señor. Porque son una nación carente de buen juicio: no tienen capacidad de entendimiento. ¡Si al menos fueran sabios y entendieran esto, Y se dieran cuenta del fin que les espera! ¿Cómo podría un solo hombre perseguir a mil, si yo, el Señor, no se los hubiera vendido? ¿Cómo podrían sólo dos poner en fuga a diez mil, si yo, su Roca, no se los hubiera entregado?» La roca de aquellos no es como nuestra Roca, y hasta nuestros enemigos pueden constatarlo. La vid de ellos es de la vid de Sodoma, ¡es de los campos de Gomorra! Sus uvas son uvas ponzoñosas, y producen racimos de amargura. Su vino es un veneno de serpientes, ¡no es sino mortal ponzoña de áspides! «¿Acaso no he guardado esto conmigo, y lo tengo sellado entre mis tesoros? A mí me corresponde tomar venganza; ¡en su momento caerán, y les daré su merecido! Ya se acerca el día de su aflicción; ¡pronto viene lo que les tengo preparado!» Sí, el Señor juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos cambiará de parecer al ver que su fuerza se ha debilitado y que ya no quedan siervos ni libres. Entonces dirá: «¿Y dónde están sus dioses, esas rocas en las que se refugiaban, que se comían la grasa de sus sacrificios, y bebían el vino de sus libaciones? ¡Que se levanten y vengan a ayudarlos! ¡Que vengan a defenderlos! Reconozcan ahora que yo soy Dios, y que no hay otros dioses conmigo. Yo doy la vida, y yo la quito; yo hiero de muerte, y yo devuelvo la vida, y no hay nadie que pueda evitarlo. Yo levanto la mano hacia los cielos y juro que vivo para siempre, Cuando afile mi espada reluciente y eche mano de ella en el juicio, tomaré venganza de mis enemigos y a los que me odian les daré su merecido. Empaparé de sangre mis saetas, y mi espada se saciará de carne viva; de la sangre de los heridos y de los cautivos, de las cabezas de mis enemigos de larga melena.» Ustedes las naciones, alaben al pueblo del Señor, porque él vengará la sangre de sus siervos y tomará venganza de sus enemigos; ¡él hará expiación por la tierra de su pueblo! Moisés se presentó ante el pueblo y, junto con Josué hijo de Nun, les repitió todas las palabras de este cántico. Y cuando Moisés terminó de recitar todas estas palabras ante todo Israel, les dijo: «Entréguense de corazón a cumplir todas las palabras de esta ley que hoy les he expuesto, y vean que sus hijos las cumplan, y ocúpense de cumplirlas. No se trata de palabras sin sentido, sino que se trata de su propia vida. Por medio de esta ley ustedes prolongarán su vida sobre la tierra al otro lado del Jordán, adonde ahora se dirigen para tomar posesión de ella.» Ese mismo día el Señor habló con Moisés. Le dijo: «Sube al monte Abarín, a la cumbre del monte Nebo, que está en la tierra de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán, que yo doy a los hijos de Israel como su propiedad. Allí, en ese monte al cual vas a subir, morirás y te reunirás con tu pueblo, del mismo modo que antes tu hermano Aarón murió en el monte Hor y fue a reunirse con su pueblo. Allá, en las aguas de Meriba de Cades, en el desierto de Zin, ustedes pecaron contra mí delante de los hijos de Israel, y delante de ellos no me santificaron. Por eso, sólo verás ante tus ojos la tierra que voy a dar a los hijos de Israel, pero no entrarás en ella.» Antes de morir Moisés, varón de Dios, bendijo a los hijos de Israel, y ésta es la bendición que pronunció. Dijo: Del monte Sinaí viniste, Señor; desde Seir dejaste ver tu esplendor. Desde el monte de Parán resplandeciste cuando viniste entre millares de santos, con la ley de fuego en tu mano derecha. Tú, Señor, amas a tu pueblo; todo tu pueblo santo está en tus manos. Por eso ellos siguen tus pasos y reciben de ti su dirección. Moisés nos entregó una ley, que es la herencia de la congregación de Jacob. Tú, Señor, eres rey en Jesurún, en la congregación de los jefes del pueblo, junto con las tribus de Israel. ¡Que viva Rubén! ¡Que nunca muera! ¡Que sus hombres sean muy numerosos! Para Judá, Moisés pronunció esta bendición: Señor, oye la voz de Judá, y hazlo volver a su pueblo. Que sean sus propias fuerzas suficientes, y que seas tú su ayuda contra sus enemigos. A Leví le dijo: Que sean el Urim y el Tumim para tu hombre fiel, aquel a quien pusiste a prueba en Masah, aquel con quien contendiste en Meriba, aquel que dijo de su padre y de su madre: «Nunca los he visto»; aquel que no reconoció a sus hermanos, ni tampoco reconoció a sus hijos, aunque sí obedeció tus palabras y cumplió tu pacto. Él enseña tus preceptos a Jacob, instruye en tu ley a Israel, pone delante de ti el incienso y coloca sobre tu altar el holocausto. Señor, bendice todo lo que él haga y recibe con agrado la obra de sus manos; ¡hiere de muerte a sus enemigos, y que jamás se levanten quienes lo odian! A Benjamín le dijo: El amado del Señor vivirá confiado cerca de él, y se apoyará sobre sus hombros, pues el Señor lo protegerá siempre. A José le dijo: ¡Que el Señor bendiga tu tierra con las mejores lluvias de los cielos y con las aguas que brotan del abismo! ¡Que el Señor te bendiga con los mejores frutos del sol y con los ricos productos de la luna! ¡Que el Señor te bendiga con los mejores frutos de los montes perennes y con la abundancia de las montañas eternas; con los mejores dones de toda la tierra y con el favor del que habita en la zarza! ¡Que todo esto se derrame sobre José, sobre aquel que es el príncipe de sus hermanos! ¡Su poder es el del primogénito de un toro! ¡Sus astas son recias, como las de un búfalo! ¡Con ellas corneará a todos los pueblos hasta los confines de la tierra! ¡Así son las diez legiones de Efraín! ¡Así son las cien legiones de Manasés! A Zabulón le dijo: Tú, Zabulón, te alegras cuando sales; y tú, Isacar, cuando te quedas en tus tiendas. Llamarán a los pueblos a su monte, y allí ofrecerán sacrificios de justicia. Se aprovecharán de la abundancia de los mares, y de los tesoros escondidos en la arena. A Gad le dijo: ¡Bendito sea el que ensanche a Gad! Parece reposar como un león, pero de pronto arrebata brazo y cabeza. Escoge para sí lo mejor de la tierra; se reserva la parte que es del legislador. Marcha a la cabeza del pueblo de Israel y ejecuta los justos mandatos y decretos del Señor. A Dan le dijo: Tú, Dan, eres un cachorro de león que salta desde Basán. A Neftalí le dijo: Tú, Neftalí, estás saciado de favores; ¡rebosas de las bendiciones del Señor! ¡Eres dueño del occidente y del sur! A Aser le dijo: Tú, Aser, eres el más bendecido de los hijos y el más amado de los hermanos. Tus pies se empaparán en aceite. Tendrás cerrojos de hierro y bronce, y tantas fuerzas como días de vida. No hay Dios como el Dios de Jesurún, que cabalga sobre las nubes de los cielos para venir, con su grandeza, en tu ayuda. El Dios eterno es tu refugio; aquí en la tierra siempre te apoya. Delante de ti desalojó al enemigo, y te ordenó que lo destruyeras. Vive confiado, Israel; habita solitario, fuente de Jacob, en la tierra de trigo y de vino. También tus cielos destilan rocío. ¡Bienaventurado tú, Israel! ¿Quién como tú, pueblo que el Señor ha rescatado? El Señor es tu escudo y tu socorro; ¡es la espada de tu triunfo! Tus enemigos serán humillados; ¡tú aplastarás sus lugares altos! Moisés subió desde los campos de Moab hasta el monte Nebo, hasta la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó, y allí el Señor le mostró toda la tierra, desde Galaad hasta Dan, y todo Neftalí, y también la tierra de Efraín y de Manasés, es decir, toda la tierra de Judá hasta el mar occidental, el Néguev y la llanura, el llano de Jericó y la ciudad de las palmeras, hasta Soar. Allí el Señor le dijo: «Ésta es la tierra que juré dar a los descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob. Te he permitido verla con tus propios ojos, pero no entrarás en ella.» Allí, en la tierra de Moab, murió Moisés, el siervo del Señor, conforme a lo que el Señor había dicho, y allí mismo lo enterró, en el valle, en la tierra de Moab, frente a Bet Pegor, y hasta el día de hoy nadie conoce el lugar donde fue sepultado. Cuando Moisés murió, tenía ciento veinte años de edad; pero sus ojos nunca se le nublaron, ni perdió su vigor. Los hijos de Israel lloraron a Moisés en los campos de Moab durante treinta días. Así se cumplieron los días de llanto y de luto por la muerte de Moisés. Como Moisés puso sus manos sobre Josué hijo de Nun, éste fue lleno de espíritu de sabiduría, y los hijos de Israel le obedecieron e hicieron lo que el Señor le había ordenado a Moisés. Nunca más surgió en Israel un profeta que, como Moisés, hubiera conocido al Señor cara a cara.
 
Salmo 33: (RVC)
Ustedes los justos, ¡alégrense en el Señor! ¡Hermosa es la alabanza de los hombres íntegros! ¡Aclamen al Señor con arpas! ¡Alábenlo al son del salterio y del decacordio! ¡Canten al Señor un cántico nuevo! ¡Canten y toquen bien y con regocijo! Ciertamente, la palabra del Señor es recta; todo lo hace con fidelidad. El Señor ama la justicia y el derecho; la tierra está llena de su misericordia. Con su palabra, el Señor hizo los cielos; todo lo creado lo hizo con un soplo de su boca. El Señor junta el agua del mar en una vasija, y pone en un depósito las profundidades del mar. ¡Que toda la tierra tema al Señor! ¡Que le teman todos los habitantes del mundo! El Señor habló, y todo fue creado; el Señor ordenó, y todo apareció. El Señor anula los planes de las naciones; frustra las maquinaciones de los pueblos. Pero los planes y pensamientos del Señor permanecen por todas las generaciones. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, ¡el pueblo que él escogió como su propiedad! El Señor observa desde los cielos; desde allí vigila a toda la humanidad. Desde el lugar de su residencia contempla a todos los habitantes de la tierra. El Señor formó el corazón de todos ellos, y pondera atentamente todos sus hechos. El rey no se salva por tener un gran ejército, ni se escapa el valiente por tener mucha fuerza. Ningún caballo es garantía de salvación; y aunque tiene mucha fuerza, no salva a nadie. El Señor mira atentamente a quienes le temen, a quienes confían en su misericordia, para librarlos de la muerte y darles vida en tiempos de escasez. Con el alma esperamos en el Señor, pues él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Por él se alegra nuestro corazón; confiamos en su santo nombre. Señor, sea tu misericordia sobre nosotros, tal y como lo esperamos de ti.



Proverbios 27: (RVC)
No te ufanes del día de mañana, porque nunca sabes lo que el mañana traerá. Es mejor que te alabe gente extraña, y no que te alabes tú mismo. Pesa la piedra, pesa la arena, pero pesa más la ira del necio. La ira es cruel, y el furor es impetuoso, pero ante la envidia, ¿quién puede sostenerse? Es mejor la reprensión franca que el amor disimulado. Son más confiables las heridas del que ama, que los falsos besos del que aborrece. Quien no tiene hambre, rechaza la miel; quien tiene hambre, halla dulce lo amargo. Ave que vuela lejos del nido: ¡eso es quien se va lejos de su hogar! El bálsamo y el perfume alegran el corazón; los consejos del amigo alegran el alma. No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre, ni visites a tu hermano cuando estés afligido. Es mejor vecino cercano que hermano lejano. Hijo mío, sé sabio y alegra mi corazón; así podré responder al que me ofenda. El astuto ve el peligro y se pone a salvo, pero los ingenuos lo ven y no lo evitan. Al fiador de un extraño, quítale la ropa; al que dé a la mujer ajena, reténle prenda. Bendecir al amigo a gritos y de madrugada es lo mismo que lanzarle una maldición. Como gotera continua en tiempo de lluvia es la mujer que siempre discute. Querer contenerla es querer refrenar el viento o tratar de retener el aceite en la mano. El hierro se pule con el hierro, y el hombre se pule en el trato con su prójimo. Quien cuida de la higuera, come de su fruto; quien cuida los bienes de su amo, recibe honra. Así como en el agua se refleja el rostro, también en el corazón se refleja el hombre. El sepulcro y la muerte nunca se sacian, y los ojos del hombre jamás están satisfechos. La plata se pone a prueba en el crisol, el oro se pone a prueba en el horno, y el hombre se pone a prueba con las alabanzas. Aunque machaques al necio en un mortero, como se machacan los granos de trigo, su necedad no se apartará de él. Manténte atento al estado de tus ovejas; cuida bien a tus rebaños, porque las riquezas no duran para siempre ni la corona permanece perpetuamente. Cuando salga la grama y aparezca la hierba, y en los montes se corte la hierba, los corderos te proveerán de ropa y los cabritos te darán para comprar un campo; la cabras te darán abundante leche para que se alimenten tú y tu familia y toda la servidumbre de tu casa.



LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS HEBREOS Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor de Jimmy Swaggart:



HEBREOS
CAPÍTULO 3
(64 d.C.)
MOISÉS



POR tanto, Hermanos Santos, participantes del Llamamiento Celestial (corresponde a todos los Creyentes), considerad al Apóstol (presenta la única instancia en que se refiere a Cristo como "Apóstol") y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús (entre los Judíos, el Sumo Sacerdote también fue considerado como el Apóstol de Dios; en consecuencia, ahora se comparan a los dos Apóstoles, el Sumo Sacerdote de Israel y Cristo Jesús);
2 El Cual es fiel a Dios que Le constituyó (debiera leerse, "Cristo fue fiel a Dios Quien Lo nombró Apóstol y Sumo Sacerdote"), como también lo fue Moisés sobre toda su casa. (Presenta al Espíritu Santo a través de Pablo que trataba acerca de Moisés con delicadeza; sin embargo, hay grandes diferencias entre los dos.)
3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés, Éste (Cristo Jesús) es estimado digno (comprueba que Pablo declaraba la humanidad de Cristo, con esta medida se comparaba con Moisés), así como tiene mayor dignidad que la casa El Que la fabricó. (Expresa el hecho de que el Señor edificó la Casa de Israel.)
4 Porque toda casa es edificada de alguno (explica el hecho de que aunque los hombres son los instrumentos usados por Dios, ellos son, sólo instrumentos); mas El Que creó todas las cosas es Dios. (Cristo, aunque se humilló a Sí Mismo a la semejanza de la carne pecaminosa, es todavía el Constructor de todas las cosas, que quiere decir que Él es mucho mayor que Moisés [Jn. 1:1-3].)
5 Y Moisés a la verdad fue fiel sobre toda su casa, como siervo (declara la posición del gran Dador de la Ley con relación a Dios), para testificar lo que se había de decir (correspondía a Moisés y a toda la Ley con todas sus ceremonias, etc., toda señalaba a Cristo y la Cruz, Quien haya de venir);
6 Mas Cristo como Hijo sobre Su casa (describe una clara distinción hecha entre la Casa de Dios del Antiguo Testamento y la Casa del Nuevo Testamento); La Cual casa somos nosotros (se refiere a la Iglesia), si hasta el cabo mantuviéremos firme la confianza y la gloria de la esperanza (si mantenemos nuestra confianza en Cristo y la Cruz).
ISRAEL
7 Por lo cual, (como dice el Espíritu Santo (Sal. 95:7-11), Si oyereis hoy Su Voz (presenta palabras que en un principio fueron una advertencia a Israel para que no provocasen a Dios, para que no fuesen excluido del "reposo" que Él les había prometido; esta misma advertencia es dada ahora a los Cristianos),
8 No endurezcáis vuestros corazones (así como Israel endureció su corazón contra Dios en el desierto, también es posible que hagan lo mismo los Cristianos modernos) como en la provocación (Israel provocó a Dios), en el día de la tentación en el desierto (¡El Señor no tentó a Israel, ellos Le tentaron a Él!):
9 Donde Me tentaron vuestros padres (tentaron a Dios a través de la incredulidad y la rebelión), Me probaron (expresaron incredulidad hacia Dios), y vieron Mis obras cuarenta años. (La evidencia estaba alrededor de ellos con respecto al Poder milagroso de Dios que se manifestó diariamente, aun por cuarenta años, pero todavía no creyeron.)
10 A causa de lo cual me disgustó con esta generación (y todo por su incredulidad), y dije, Siempre divagan ellos de corazón (el asiento de la obediencia o la desobediencia); y no han conocido Mis caminos. (Los hubieran conocido, pero no tenían deseo de conocerlos.)
11 Juré, pues, en Mi ira (es figurado y denota un propósito decidido), No entrarán en Mi reposo.) (Se refiere aquí a un "reposo" particular, lo que correspondió a la tierra de Canaán, pero fue indudablemente considerado emblemático del "reposo" proporcionado por la Salvación.)
12 Mirad, Hermanos (Pablo les advertía a los Creyentes mediante ejemplos de los fracasos de Israel en el desierto), que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad (el orden de las palabras Griegas es, "un corazón malo con respecto a la incredulidad") para apartarse del Dios Vivo. (Como dicho, el problema es la incredulidad, y en términos modernos se refiere a la incredulidad en Cristo y la Cruz.)
13 Antes exhortaos los unos a los otros cada día (expresa una frecuencia constante, lo cual significa que el Predicador ha de predicar la Cruz, y hacerlo constantemente), entre tanto que se dice Hoy (debe ser hecho hoy; en otras palabras, comience ahora la conversación y hable acerca de la Cruz, ya que es la única respuesta [I Cor. 1:17; Gál. 6:14]); para que ninguno de vosotros se endurezca con el engaño de pecado. (En efecto dice, "el engaño del pecado," lo que se refiere al rechazo del Sacrificio de Cristo.)
14 Porque participantes de Cristo somos hechos (se refiere a Rom. 6:3-5), con tal que mantenemos firme hasta el fin nuestra confianza que teníamos al principio (si nuestra confianza permanece firme en Cristo y la Cruz);
15 Entre tanto que se dice, Si oyereis hoy Su Voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación (vv. 7-8).
16 Porque algunos, habiendo oído, provocaron (debiera traducirse, "Por cuanto hubieron oído provocaron"; todos lo hicieron excepto Josué y Caleb [Núm. 14:6-9]): aunque no todos de los que habían salido de Egipto con Moisés. (Debiera traducirse, "¿No fueron todos los que salieron de Egipto por medio de Moisés?")
17 Mas ¿con cuáles estuvo enojado cuarenta años? (Se refiere a la ira de Dios que continuó simplemente porque su incredulidad continuó.) ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? (La incredulidad causó la muerte de dos millones de personas aproximadamente.)
18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en Su reposo, sino a aquellos que no obedecieron? (Perdieron todo debido a la incredulidad, y la Iglesia moderna está haciendo lo mismo, cuyo propósito es el mismo por el cual Pablo escribió esta Epístola.)
19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad (y si el Creyente moderno expresa incredulidad hacia Cristo y la Cruz, tendrá los mismos resultados como lo tuvieron la Antigua Israel).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.




Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.




Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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