26 November 2015

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El 26 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Daniel 8 a 10:


"En el tercer año del reinado de Belsasar, yo, Daniel, tuve otra visión. En ella, me veía en la ciudadela de Susa, en la provincia de Elam, junto al río Ulay. Me fijé, y vi ante mí un carnero con sus dos cuernos. Estaba junto al río, y tenía cuernos largos. Uno de ellos era más largo, y le había salido después. "Me quedé observando cómo el carnero atacaba hacia el norte y hacia el sur. Ningún animal podía hacerle frente, ni había tampoco quien pudiera librarse de su poder. El carnero hacía lo que quería, y cada vez cobraba más fuerza. "Mientras reflexionaba yo al respecto, de pronto surgió del oeste un macho cabrío, con un cuerno enorme entre los ojos, y cruzó toda la tierra sin tocar siquiera el suelo. Se lanzó contra el carnero que yo había visto junto al río, y lo atacó furiosamente. Yo vi cómo lo golpeó y le rompió los dos cuernos. El carnero no pudo hacerle frente, pues el macho cabrío lo derribó y lo pisoteó. Nadie pudo librar al carnero del poder del macho cabrío. "El macho cabrío cobró gran fuerza, pero en el momento de su mayor grandeza se le rompió el cuerno más largo, y en su lugar brotaron cuatro grandes cuernos que se alzaron contra los cuatro vientos del cielo. De uno de ellos salió otro cuerno, pequeño al principio, que extendió su poder hacia el sur y hacia el este, y también hacia nuestra hermosa tierra. Creció hasta alcanzar al ejército de los cielos, derribó algunas estrellas y las pisoteó, y aun llegó a sentirse más importante que el jefe del ejército de los cielos. Por causa de él se eliminó el sacrificio diario y se profanó el santuario. Por la rebeldía de nuestro pueblo, su ejército echó por tierra la verdad y quitó el sacrificio diario. En fin, ese cuerno hizo y deshizo. "Escuché entonces que uno de los santos hablaba, y que otro le preguntaba: ¿Cuánto más va a durar esta visión del sacrificio diario, de la rebeldía desoladora, de la entrega del santuario y de la humillación del ejército? Y aquel santo me dijo: Va a tardar dos mil trescientos días con sus noches. Después de eso, se purificará el santuario. "Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión y trataba de entenderla, de repente apareció ante mí alguien de apariencia humana. Escuché entonces una voz que desde el río Ulay gritaba: ¡Gabriel, dile a este hombre lo que significa la visión! "Cuando Gabriel se acercó al lugar donde yo estaba, me sentí aterrorizado y caí de rodillas. Pero él me dijo: Toma en cuenta, criatura humana, que la visión tiene que ver con la hora final. "Mientras Gabriel me hablaba, yo caí en un sueño profundo, de cara al suelo. Pero él me despertó y me obligó a levantarme, mientras me decía: Voy a darte a conocer lo que sucederá cuando llegue a su fin el tiempo de la ira de Dios, porque el fin llegará en el momento señalado. El carnero de dos cuernos que has visto simboliza a los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tiene entre los ojos es el primer rey. Los cuatro cuernos que salieron en lugar del que fue hecho pedazos simbolizan a los cuatro reinos que surgirán de esa nación, pero que no tendrán el mismo poder. "Hacia el final de esos reinos, cuando los rebeldes lleguen al colmo de su maldad, surgirá un rey de rostro adusto, maestro de la intriga, que llegará a tener mucho poder, pero no por sí mismo. Ese rey causará impresionantes destrozos y saldrá airoso en todo lo que emprenda. Destruirá a los poderosos y al pueblo santo. Con su astucia propagará el engaño, creyéndose un ser superior. Destruirá a mucha gente que creía estar segura, y se enfrentará al Príncipe de los príncipes, pero será destruido sin la intervención humana. Esta visión de los días con sus noches, que se te ha dado a conocer, es verdadera. Pero no la hagas pública, pues para eso falta mucho tiempo. "Yo, Daniel, quedé exhausto, y durante varios días guardé cama. Luego me levanté para seguir atendiendo los asuntos del reino. Pero la visión me dejó pasmado, pues no lograba comprenderla. "Corría el primer año del reinado de Darío hijo de Jerjes, un medo que llegó a ser rey de los babilonios, cuando yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las Escrituras donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años. Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas. Ésta fue la oración y confesión que le hice:
"Señor, Dios grande y terrible, que cumples tu pacto de fidelidad con los que te aman y obedecen tus mandamientos: Hemos pecado y hecho lo malo; hemos sido malvados y rebeldes; nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus leyes. No hemos prestado atención a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes y príncipes, a nuestros antepasados y a todos los habitantes de la tierra. "Tú, Señor, eres justo. Nosotros, en cambio, somos motivo de vergüenza en este día; nosotros, pueblo de Judá, habitantes de Jerusalén y de todo Israel, tanto los que vivimos cerca como los que se hallan lejos, en todos los países por los que nos has dispersado por haberte sido infieles. "Señor, tanto nosotros como nuestros reyes y príncipes, y nuestros antepasados, somos motivo de vergüenza por haber pecado contra ti. Pero aun cuando nos hemos rebelado contra ti, tú, Señor nuestro, eres un Dios compasivo y perdonador. "Señor y Dios nuestro, no hemos obedecido ni seguido tus leyes, las cuales nos diste por medio de tus siervos los profetas. Todo Israel se ha apartado de tu ley y se ha negado a obedecerte. Por eso, porque pecamos contra ti, nos han sobrevenido las maldiciones que nos anunciaste, las cuales están escritas en la ley de tu siervo Moisés. "Tú has cumplido las advertencias que nos hiciste, a nosotros y a nuestros gobernantes, y has traído sobre nosotros esta gran calamidad. ¡Jamás ha ocurrido bajo el cielo nada semejante a lo que sucedió con Jerusalén! "Señor y Dios, todo este desastre ha venido sobre nosotros, tal y como está escrito en la ley de Moisés, y ni aun así hemos buscado tu favor. No nos hemos apartado de nuestros pecados ni hemos procurado entender tu verdad. "Tú, Señor y Dios nuestro, dispusiste esta calamidad y la has dejado caer sobre nosotros, porque eres justo en todos tus actos. ¡A pesar de todo, no te hemos obedecido! "Señor y Dios nuestro, que con mano poderosa sacaste de Egipto a tu pueblo y te has hecho famoso, como hoy podemos ver: ¡Hemos pecado; hemos hecho lo malo! Aparta tu ira y tu furor de Jerusalén, como corresponde a tus actos de justicia. Ella es tu ciudad y tu monte santo. Por nuestros pecados, y por la iniquidad de nuestros antepasados, Jerusalén y tu pueblo son objeto de burla de cuantos nos rodean. "Y ahora, Dios y Señor nuestro, escucha las oraciones y súplicas de este siervo tuyo. Haz honor a tu nombre y mira con amor a tu santuario, que ha quedado desolado. Préstanos oído, Dios nuestro; abre los ojos y mira nuestra desolación y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre. Al hacerte estas peticiones, no apelamos a nuestra rectitud sino a tu gran misericordia. ¡Señor, escúchanos! ¡Señor, perdónanos! ¡Señor, atiéndenos y actúa! Dios mío, haz honor a tu nombre y no tardes más; ¡tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo! "Yo seguí hablando y orando al Señor mi Dios. Le confesé mi pecado y el de mi pueblo Israel, y le supliqué en favor de su santo monte. Se acercaba la hora del sacrificio vespertino. Y mientras yo seguía orando, el ángel Gabriel, a quien había visto en mi visión anterior, vino en raudo vuelo a verme y me hizo la siguiente aclaración:
"Daniel, he venido en este momento para que entiendas todo con claridad. Tan pronto como empezaste a orar, Dios contestó tu oración. He venido a decírtelo porque tú eres muy apreciado. Presta, pues, atención a mis palabras, para que entiendas la visión. "Setenta semanas han sido decretadas para que tu pueblo y tu santa ciudad pongan fin a sus transgresiones y pecados, pidan perdón por su maldad, establezcan para siempre la justicia, sellen la visión y la profecía, y consagren el lugar santísimo. "Entiende bien lo siguiente: Habrá siete semanas desde la promulgación del decreto que ordena la reconstrucción de Jerusalén hasta la llegada del príncipe elegido. Después de eso, habrá sesenta y dos semanas más. Entonces será reconstruida Jerusalén, con sus calles y murallas. Pero cuando los tiempos apremien, después de las sesenta y dos semanas, se le quitará la vida al príncipe elegido. Éste se quedará sin ciudad y sin santuario, porque un futuro gobernante los destruirá. El fin vendrá como una inundación, y la destrucción no cesará hasta que termine la guerra. Durante una semana ese gobernante hará un pacto con muchos, pero a media semana pondrá fin a los sacrificios y ofrendas. Sobre una de las alas del templo cometerá horribles sacrilegios, hasta que le sobrevenga el desastroso fin que le ha sido decretado. " En el tercer año del reinado de Ciro de Persia, Daniel tuvo una visión acerca de un gran ejército. El mensaje era verdadero, y Daniel, que también se llamaba Beltsasar, pudo comprender su significado en la visión. "En aquella ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como si estuviera de luto. En todo ese tiempo no comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume. El día veinticuatro del mes primero, mientras me encontraba yo a la orilla del gran río Tigris, levanté los ojos y vi ante mí a un hombre vestido de lino, con un cinturón del oro más refinado. Su cuerpo brillaba como el topacio, y su rostro resplandecía como el relámpago; sus ojos eran dos antorchas encendidas, y sus brazos y piernas parecían de bronce bruñido; su voz resonaba como el eco de una multitud. "Yo, Daniel, fui el único que tuvo esta visión. Los que estaban conmigo, aunque no vieron nada, se asustaron y corrieron a esconderse. Nadie se quedó conmigo cuando tuve esta gran visión. Las fuerzas me abandonaron, palideció mi rostro, y me sentí totalmente desvalido. Fue entonces cuando oí que aquel hombre me hablaba. Mientras lo oía, caí en un profundo sueño, de cara al suelo. En ese momento una mano me agarró, me puso sobre mis manos y rodillas, y me dijo: Levántate, Daniel, pues he sido enviado a verte. Tú eres muy apreciado, así que presta atención a lo que voy a decirte.
"En cuanto aquel hombre me habló, tembloroso me puse de pie. Entonces me dijo: No tengas miedo, Daniel. Tu petición fue escuchada desde el primer día en que te propusiste ganar entendimiento y humillarte ante tu Dios. En respuesta a ella estoy aquí. Durante veintiún días el príncipe de Persia se me opuso, así que acudió en mi ayuda Miguel, uno de los príncipes de primer rango. Y me quedé allí, con los reyes de Persia. Pero ahora he venido a explicarte lo que va a suceder con tu pueblo en el futuro, pues la visión tiene que ver con el porvenir. "Mientras aquel hombre me decía esto, yo me incliné de cara al suelo y guardé silencio. Entonces alguien con aspecto humano me tocó los labios, y yo los abrí y comencé a hablar. Y le dije a quien había estado hablando conmigo: Señor, por causa de esta visión me siento muy angustiado y sin fuerzas. ¿Cómo es posible que yo, que soy tu siervo, hable contigo? ¡Las fuerzas me han abandonado, y apenas puedo respirar! "Una vez más, el de aspecto humano me tocó y me infundió fuerzas, al tiempo que me decía: ¡La paz sea contigo, hombre altamente estimado! ¡Cobra ánimo, no tengas miedo!
"Mientras él me hablaba, yo fui recobrando el ánimo y le dije: Ya que me has reanimado, ¡háblame, Señor! Y me dijo: ¿Sabes por qué he venido a verte? Pues porque debo volver a pelear contra el príncipe de Persia. Y cuando termine de luchar con él, hará su aparición el príncipe de Grecia. Pero antes de eso, te diré lo que está escrito en el libro de la verdad. En mi lucha contra ellos, sólo cuento con el apoyo de Miguel, el capitán de ustedes.


Salmo 47:

Pueblos todos, ¡agiten las manos! ¡Aclamen a Dios con voces de júbilo! El Señor, el Altísimo, es en verdad temible; ¡es el gran Rey de toda la tierra! El Señor humillará bajo nosotros a los pueblos; pondrá a las naciones bajo nuestros pies. Escogió para nosotros la tierra que habitamos; ¡es el orgullo de Jacob, a quien amó! Dios, el Señor, se ha entronizado entre aclamaciones y sonido de trompetas. ¡Cantemos salmos a nuestro Dios! ¡Cantemos salmos a nuestro Rey! ¡Cantémosle un salmo digno de él, porque Dios es el Rey de toda la tierra! ¡Dios reina ya sobre las naciones! ¡Dios ocupa ya su santo trono! Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán.


Proverbios 4: 
Hijos, escuchen las enseñanzas de su padre; presten atención, y adquirirán entendimiento. Yo les doy buenas enseñanzas; no rechacen mis instrucciones. También yo fui hijo, y tuve un padre; era el hijo predilecto de mi madre. Mi padre me enseñaba, y me decía: «Guarda mis razones en tu corazón. Cumple mis mandamientos, y vivirás. Adquiere sabiduría e inteligencia, y nunca te olvides ni te apartes de las palabras de mi boca. Ama a la sabiduría. Nunca la dejes, y ella te cuidará y te protegerá. En primer lugar, adquiere sabiduría; sobre todas las cosas, adquiere inteligencia. Hónrala, y ella te enaltecerá; abrázala, y ella te honrará. Adorno de gracia pondrá sobre tu cabeza; te coronará con una bella diadema.» Hijo mío, óyeme y acepta mis razones, y los años de tu vida se alargarán. Yo te muestro el camino de la sabiduría, y te llevo por senderos de rectitud. Tus pasos no encontrarán obstáculos, y cuando corras no tropezarás. Retén mis consejos; no los abandones. Resguárdalos, porque te darán vida. No vayas por la senda de los impíos, ni sigas el camino de los malvados. Deja esa senda, no vayas por ella; apártate de ella y sigue adelante. Ellos no duermen si no han hecho mal; pierden el sueño si no hacen caer a alguno. Se alimentan con la maldad; apagan su sed cometiendo robos. Pero la senda de los justos es como la aurora: ¡su luz va en aumento, hasta la plenitud del día! El camino de los impíos es como la oscuridad; ¡ni siquiera saben contra qué tropiezan! Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo. Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida. Aparta de tu boca las palabras perversas; aleja de tus labios las palabras inicuas. Dirige la mirada hacia adelante; fíjate en lo que tienes delante de tus ojos. Piensa qué camino vas a seguir, y plántate firme en todos tus caminos. Apártate del mal. No te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda.
 

El Libro de Los Hechos Capítulo 21 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES




CAPÍTULO 21
(60 d.C.)
TIRO




Y HABIENDO partido de ellos (Lucas está con este grupo), navegamos (dejaron a los ancianos de Éfeso) y vinimos camino derecho a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara (ubicada en la Costa Oeste de Lucía y de Panfilia):
2 Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y partimos (cambiaron barcos en Pátara).
3 Y cuando avistamos a Chipre, dejándola a mano izquierda (quiere decir que no se detuvieron en esta Isla), navegamos a Siria, y vinimos a Tiro: porque el barco había de descargar allí su carga.
4 Y nos quedamos allí siete días (durante ese tiempo, sus enseñanzas eran inestimables para ellos), hallados los Discípulos (seguidores de Cristo): los cuales decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén (se hubiera traducido mejor, "quien le dijo a Pablo a consecuencia del Espíritu"; la idea es que a raíz de lo que el Espíritu Santo le describía a los Creyentes con respecto a los problemas próximos en Jerusalén, los individuos expresaban sus propios sentimientos de que él no debía irse; no era el Espíritu Santo que dijo, "no te vayas"; en realidad era el Espíritu que le inspiraba para que se fuese [Hch. 20:22]).
CESAREA
5 Y cumplidos aquellos días (los siete días anteriores), salimos; acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad (demuestra que aumentaba el amor y afecto por Pablo en esos últimos días, y hasta de los niños): y puestos de rodillas en la ribera, oramos (es obvio que la vida de oración de Pablo era cada día más fuerte).
6 Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco; y ellos se volvieron a sus casas (los Creyentes en Tiro se regresaron a sus casas, con corazones llenos y almas fortalecidas).
7 Y nosotros, cumplida la navegación, vinimos de Tiro a Tolemaida (a unos 45 kilómetros [30 millas] de Tiro; era el fin del viaje de Pablo por barco), y habiendo saludado a los Hermanos, nos quedamos con ellos un día.
8 Y otro día partidos Pablo y los que con él estábamos, vinimos a Cesarea (aproximadamente 90 kilómetros [60 millas]; era evidente que caminaban esta distancia; los que estaban con él, era quizás nueve personas): y entrando en casa de Felipe el Evangelista (el mismo Felipe de Hch. 8:40), el cual era uno de los siete (Hch. 6:5), posamos con él (desde luego era muy grande su casa).
9 Y éste tenía cuatro hijas, doncellas (insinúa que se habían dedicado para mantener siempre la virginidad, o sea que no se iban a casar, sino que entregarían sus vidas completamente al servicio del Señor), que Profetizaban (eran Evangelistas igual como su padre, que derriba la idea de que las mujeres no pueden predicar).
10 Y parando nosotros allí por muchos días (en espera del Día de Pentecostés), descendió de Judea un Profeta (el mismo Hermano que se menciona en Hch. 11:28), llamado Agabo.
11 Y venido a nosotros, tomó el cinto de Pablo (una faja que se usaba alrededor de la cintura como un cinturón), y atándose los pies y las manos (el Espíritu Santo le indicó lo que tenía que hacer como lección práctica), dijo, Esto dice el Espíritu Santo, Así atarán los Judíos en Jerusalén al varón cuyo es este cinto, y le entregarán en manos de los Gentiles (diseñado por el Espíritu Santo para poner a prueba la determinación de Pablo de obedecer la voz interna que le urgió a irse, así como Elías puso a prueba a Eliseo).
12 Lo cual cuando oímos, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén (pero Pablo tenía que estar atento al Espíritu Santo, no a los hombres).
13 Entonces Pablo respondió, ¿Qué hacéis llorando y afligiéndome el corazón? (Seguían tratando de persuadirle, hasta quedar emocionalmente angustiados y algunos terminaban llorando) porque yo no sólo estoy dispuesto a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el Nombre del Señor Jesús (expresa la consagración ya resuelta en el corazón y mente de Pablo con respecto a estos eventos próximos).
14 Y cuando no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo, Hágase la Voluntad del Señor (quiere decir que ya todos se daban cuenta de la obra y dirección que Pablo tomaría era la Voluntad de Dios; Pablo era un vaso escogido para ofrecerle a Israel el Reino, como también para proclamarlo entre los Gentiles; la oferta final que él le daría a Israel era de necesidad Divina; pero como lo veremos, ellos rechazaron la oferta y se condenaron).
JERUSALÉN
15 Y después de estos días, apercibidos (se refiere a su equipaje, sea lo que esto fuese), subimos a Jerusalén (estaba a unos 90 kilómetros [60 millas], y era muy probable que ellos caminaron esta distancia).
16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los Discípulos (significa que el grupo es ya muy grande, tal vez sumaba 15 a 20 personas, o hasta más), trayendo consigo a un Nasón, de Chipre (era originario de Chipre, pero ahora vivía en Jerusalén, o cerca), Discípulo antiguo (no necesariamente quiere decir que era de edad avanzada, sino que se creía que él era del primer grupo que fue bautizado con el Espíritu Santo en el Día de Pentecostés), con el cual posásemos (Nasón había invitado a Pablo y a su grupo para que se alojaran en su casa mientras permanecían en Jerusalén).
17 Y cuando llegamos a Jerusalén, los Hermanos nos recibieron de buena voluntad (ciertos Santos en Jerusalén, pero no necesariamente los líderes de la Iglesia de ese tiempo en particular; que vendrían el día siguiente).
GENTILES
18 Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a Santiago (se refiere a Santiago, el Hermano del Señor, quien era el Pastor Principal de la Iglesia en Jerusalén); y todos los Ancianos se juntaron (se refiere a muchos Pastores junto a Santiago que prestaron servicio a la Iglesia de Jerusalén; la Iglesia era muy grande, tal vez sumaba hasta 30.000 miembros o más);
19 A los cuales, cuando los hubo saludado (los acogía), él (Pablo) contó por menudo lo que Dios había hecho entre los Gentiles por su Ministerio (dio un relato de su segundo y tercer viajes Misioneros donde fundó muchas iglesias.
20 Y ellos cuando lo oyeron, glorificaron a Dios (glorificaban a Dios por todo lo que se lograba), y le dijeron, Ya ves, hermano, cuántos millares de Judíos hay que han creído (es probable que Santiago lo declaró, y se refería a la Iglesia de Jerusalén, compuesta casi exclusivamente de Judíos); y todos son celosos de la Ley (significa que su nueva Fe hallada en Cristo los animaba a servir al Señor con nuevo entusiasmo, lo cual ellos canalizaban en dirección de obedecer la Ley de Moisés hasta un grado mayor que antes):
21 Mas fueron informados acerca de ti (tiene que ver con los cargos contra Pablo con respecto a la enseñanza del asunto de la Ley y la Gracia), que enseñas a apartarse de Moisés a todos los Judíos que están entre los Gentiles (no era correcto, al menos como estaba expresado; de hecho, Pablo predicaba casi exclusivamente del Antiguo Testamento, defendía todo lo que decía con el propósito de señalar el camino hacia Cristo), diciéndoles que no han de circuncidar a los hijos, ni andar según la costumbre (una vez más, esto no era exactamente lo que Pablo decía; enseñaba que la Circuncisión no salva el alma, y la carne no se justifica por los hechos de la Ley [Rom. 3:24-31; 4:21; Gál. 3:19-25]).
22 ¿Qué hay pues? (Creo que esto ilustra que tampoco Santiago había resuelto este asunto, con respecto a Pablo.) La multitud se reunirá de cierto: porque oirán que has venido (no nos dice nada acerca de esta reunión en particular de la cual Santiago habló).
23 Haz pues esto que te decimos (un plan al que Santiago pensaba que podría calmar la situación): Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen voto sobre sí (correspondía al voto Nazareo [Núm. 6:14-20]);
24 Tomando a éstos contigo, purifícate con ellos, y gasta con ellos, para que rasuren sus cabezas (indica el hecho de que Pablo tenía que pagar por todos estos sacrificios de su propio bolsillo, lo cual en el equivalente de la moneda de hoy en día sumaba a varios miles de dólares): y todos se convencerán que no hay nada de lo que fueron informados acerca de ti (se cree que si Pablo estaba opuesto a la Ley como algunos lo afirmaban, por supuesto él no estaría en el Templo llevando a cabo un voto Nazareo, lo cual era parte de la Ley Mosaica); sino que tú también andas guardando la Ley (no se hace mención alguna de la respuesta de Pablo, lo único que se sabe es que Pablo no guardaba la Ley con respecto a sus rituales y ceremonias; de hecho, todo eso fue cumplido en Cristo; la única respuesta que podemos dar con respecto a la acción de Pablo es que lo hizo para prevenir la división de la Iglesia; en mi opinión, Santiago no entendía el Mensaje de la Gracia como debiera entenderla, y todavía procuraba guardar la Ley; unos 10 años más tarde, el Señor lo hizo imposible que se guardara la Ley, destruyendo totalmente el Templo por el Ejército Romano).
25 En cuanto a los que de los Gentiles han creído, nosotros hemos escrito de haberse acordado que no guarden nada de esto (suelta a los Gentiles de la obligación de la Ley Mosaica, y sin embargo es obvio, que Santiago no incluyó a los Judíos en esta libertad, lo cual presenta una dicotomía y causó graves problemas en la Iglesia Primitiva), solamente que se abstengan de lo que fue sacrificado a los ídolos, y de sangre, y de ahogado, y de fornicación (es correcto; pero como se mencionó, Santiago no incluyó a los Judíos, que fue un error de su parte).
PERSECUCIÓN
26 Entonces Pablo tomó consigo aquellos hombres (los cuatro hombres del Versículo 23), y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el Templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación (demuestra algo que Pablo a veces, sin duda, hacía en el pasado), hasta ser ofrecida ofrenda por cada uno de ellos (se refiere a los Sacrificios que serán ofrecidos a la conclusión de los siete días).
27 Y cuando estaban para acabarse los siete días (los siete días de la purificación), unos Judíos de Asia (los Judíos llegaron de todas partes del Imperio Romano para guardar las varias Fiestas; Éfeso estaba en Asia, por lo tanto estos Judíos conocían a Pablo y no estaban del todo contentos con él), cuando le vieron en el Templo, alborotaron todo el pueblo y le echaron mano (lo prendieron corporalmente),
28 Dando voces, Varones Israelitas, ayudad (Pablo estaba en el Atrio interior con otros hombres): Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, y la Ley, y este lugar (una vez más demuestra una de las tácticas preferidas de Satanás de tergiversar lo que en realidad fue dicho para hacer que signifique algo totalmente distinto): y además de esto ha metido Gentiles en el Templo, y ha contaminado este Lugar Santo (fue una acusación completamente falsa; los cuatro hombres y Pablo eran Judíos).
29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, Efesio, al cual pensaban que Pablo había metido en el Templo (¡sacaron conclusiones precipitadas!).
30 Así que, toda la ciudad se alborotó (la afirmación que Pablo había traído a un Gentil dentro del Atrio Interior se esparció como fuego arrasador), y se agolpó el pueblo: y tomando a Pablo, le hicieron salir fuera del Templo (en efecto, significa que lo arrastraron para afuera, golpeándole a medida que lo iban arrastrando al Atrio de los Gentiles, lo cual estaba en el Atrio Exterior): y luego las puertas fueron cerradas (se refería a las puertas del Atrio de los Gentiles, y el Atrio de las Mujeres).
31 Y procurando ellos matarle (¡así es la religión!), fue dado aviso al Comandante de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada (tiene que ver con el Comandante Romano quien mandó un cohorte de unos 1.000 soldados).
32 El cual tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos (posiblemente representaba unos 200 hombres): y ellos cuando vieron al Comandante y a los soldados, cesaron de herir a Pablo (que sin duda, salvó la vida de Pablo).
ARRESTADO
33 Entonces llegando el Comandante, le prendió, y le mandó atar con dos cadenas (se refiere a que estaba atado a un soldado en cada lado); y preguntó quién era, y qué había hecho (hablándole a los Judíos).
34 Y entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra (por lo general se refiere a la conducta de la turba, ¡porque esto es lo que la turba llegó a ser!): y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza (dio instrucciones para que Pablo fuese llevado a la Fortaleza o Torre de Antonia).
35 Y cuando llegó a las gradas, aconteció que fue llevado de los soldados a causa de la violencia del pueblo (para protegerlo los soldados tuvieron que alzarlo, por encima de sus cabezas).
36 Porque una multitud del pueblo (los Judíos) venía detrás, gritando, Mátale (presenta el grito de aquellos que también estaban sedientos de la Sangre de Jesucristo [Luc. 23:18]).
PABLO
37 Y como comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dice al Comandante, ¿Me será lícito hablarte algo? (Revela a Pablo que habla con el Comandante en el idioma Griego, que en realidad era el idioma principal del Imperio Romano.) Y él dijo, ¿Sabes Griego? (El Versículo siguiente explica el motivo de esta pregunta.)
38 ¿No eres tú aquel Egipcio que levantaste una sedición antes de estos días, y sacaste al desierto cuatro mil hombres asesinos? (Esta pregunta demuestra cuán equivocado estaba este Comandante de la identidad de Pablo.)
39 Entonces dijo Pablo, Yo de cierto soy hombre Judío, ciudadano de Tarso, ciudad no obscura de Cilicia (indica un escenario totalmente diferente, puesto que la ciudad de Tarso era famosa por la filosofía y la erudición): empero te ruego que me permitas que hable al pueblo (sin duda, el Espíritu Santo le impresionó a Pablo para que hiciera esto).
40 Y cuando él (el Comandante Romano) se lo permitió (le dijo que podía hablarle a la muchedumbre), Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo (demuestra que era la última vez que el Espíritu Santo apelaría a Israel como Nación, por lo menos en cuanto a lo que estaba escrito). Y hecho grande silencio, habló en lengua Hebrea, diciendo (es posible que Pablo hablaba en el Hebreo Antiguo de la Biblia, que se leía cada semana en las Sinagogas; como se dijo, el Espíritu apelaba por última vez),



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creació
n, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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