17 November 2015


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El 17 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Ezequiel 29 - 31:


En el año décimo,  en el mes décimo,  a los doce días del mes,  vino a mí palabra de Jehová,  diciendo: Hijo de hombre,  pon tu rostro contra Faraón rey de Egipto,  y profetiza contra él y contra todo Egipto. Habla,  y di:  Así ha dicho Jehová el Señor:  He aquí yo estoy contra ti,  Faraón rey de Egipto,  el gran dragón que yace en medio de sus ríos,  el cual dijo:  Mío es el Nilo,  pues yo lo hice. Yo,  pues,  pondré garfios en tus quijadas,  y pegaré los peces de tus ríos a tus escamas,  y te sacaré de en medio de tus ríos,  y todos los peces de tus ríos saldrán pegados a tus escamas. Y te dejaré en el desierto a ti y a todos los peces de tus ríos;  sobre la faz del campo caerás;  no serás recogido,  ni serás juntado;  a las fieras de la tierra y a las aves del cielo te he dado por comida. Y sabrán todos los moradores de Egipto que yo soy Jehová,  por cuanto fueron báculo de caña a la casa de Israel. Cuando te tomaron con la mano,  te quebraste,  y les rompiste todo el hombro;  y cuando se apoyaron en ti,  te quebraste,  y les rompiste sus lomos enteramente. Por tanto,  así ha dicho Jehová el Señor:  He aquí que yo traigo contra ti espada,  y cortaré de ti hombres y bestias. Y la tierra de Egipto será asolada y desierta,  y sabrán que yo soy Jehová;  por cuanto dijo:  El Nilo es mío,  y yo lo hice. Por tanto,  he aquí yo estoy contra ti,  y contra tus ríos;  y pondré la tierra de Egipto en desolación,  en la soledad del desierto,  desde Migdol hasta Sevene,  hasta el límite de Etiopía. No pasará por ella pie de hombre,  ni pie de animal pasará por ella,  ni será habitada,  por cuarenta años. Y pondré a la tierra de Egipto en soledad entre las tierras asoladas,  y sus ciudades entre las ciudades destruidas estarán desoladas por cuarenta años;  y esparciré a Egipto entre las naciones,  y lo dispersaré por las tierras. Porque así ha dicho Jehová el Señor:  Al fin de cuarenta años recogeré a Egipto de entre los pueblos entre los cuales fueren esparcidos; y volveré a traer los cautivos de Egipto,  y los llevaré a la tierra de Patros,  a la tierra de su origen;  y allí serán un reino despreciable. En comparación con los otros reinos será humilde;  nunca más se alzará sobre las naciones;  porque yo los disminuiré,  para que no vuelvan a tener dominio sobre las naciones. Y no será ya más para la casa de Israel apoyo de confianza,  que les haga recordar el pecado de mirar en pos de ellos;  y sabrán que yo soy Jehová el Señor. Aconteció en el año veintisiete en el mes primero,  el día primero del mes,  que vino a mí palabra de Jehová,  diciendo: Hijo de hombre,  Nabucodonosor rey de Babilonia hizo a su ejército prestar un arduo servicio contra Tiro.  Toda cabeza ha quedado calva,  y toda espalda desollada;  y ni para él ni para su ejército hubo paga de Tiro,  por el servicio que prestó contra ella. Por tanto,  así ha dicho Jehová el Señor;  He aquí que yo doy a Nabucodonosor,  rey de Babilonia,  la tierra de Egipto;  y él tomará sus riquezas,  y recogerá sus despojos,  y arrebatará botín,  y habrá paga para su ejército. Por su trabajo con que sirvió contra ella le he dado la tierra de Egipto;  porque trabajaron para mí,  dice Jehová el Señor. En aquel tiempo haré retoñar el poder de la casa de Israel.  Y abriré tu boca en medio de ellos,  y sabrán que yo soy Jehová. Vino a mí palabra de Jehová,  diciendo: Hijo de hombre,  profetiza,  y di:  Así ha dicho Jehová el Señor:  Lamentad:   ¡Ay de aquel día! Porque cerca está el día,  cerca está el día de Jehová;  día de nublado,  día de castigo de las naciones será. Y vendrá espada a Egipto,  y habrá miedo en Etiopía,  cuando caigan heridos en Egipto;  y tomarán sus riquezas,  y serán destruidos sus fundamentos. Etiopía,  Fut,  Lud,  toda Arabia,  Libia,  y los hijos de las tierras aliadas,  caerán con ellos a filo de espada. Así ha dicho Jehová:  También caerán los que sostienen a Egipto,  y la altivez de su poderío caerá;  desde Migdol hasta Sevene caerán en él a filo de espada,  dice Jehová el Señor. Y serán asolados entre las tierras asoladas,  y sus ciudades serán entre las ciudades desiertas. Y sabrán que yo soy Jehová,  cuando ponga fuego a Egipto,  y sean quebrantados todos sus ayudadores. En aquel tiempo saldrán mensajeros de delante de mí en naves,  para espantar a Etiopía la confiada,  y tendrán espanto como en el día de Egipto;  porque he aquí viene. Así ha dicho Jehová el Señor:  Destruiré las riquezas de Egipto por mano de Nabucodonosor rey de Babilonia. El,  y con él su pueblo,  los más fuertes de las naciones,  serán traídos para destruir la tierra;  y desenvainarán sus espadas sobre Egipto,  y llenarán de muertos la tierra. Y secaré los ríos,  y entregaré la tierra en manos de malos,  y por mano de extranjeros destruiré la tierra y cuanto en ella hay.  Yo Jehová he hablado. Así ha dicho Jehová el Señor:  Destruiré también las imágenes,  y destruiré los ídolos de Menfis;  y no habrá más príncipe de la tierra de Egipto,  y en la tierra de Egipto pondré temor. Asolaré a Patros,  y pondré fuego a Zoán,  y haré juicios en Tebas. Y derramaré mi ira sobre Sin,  fortaleza de Egipto,  y exterminaré a la multitud de Tebas. Y pondré fuego a Egipto;  Sin tendrá gran dolor,  y Tebas será destrozada,  y Menfis tendrá continuas angustias. Los jóvenes de Avén y de Pibeset caerán a filo de espada,  y las mujeres irán en cautiverio. Y en Tafnes se oscurecerá el día,  cuando quebrante yo allí el poder de Egipto,  y cesará en ella la soberbia de su poderío;  tiniebla la cubrirá,  y los moradores de sus aldeas irán en cautiverio. Haré,  pues,  juicios en Egipto,  y sabrán que yo soy Jehová. Aconteció en el año undécimo,  en el mes primero,  a los siete días del mes,  que vino a mí palabra de Jehová,  diciendo: Hijo de hombre,  he quebrado el brazo de Faraón rey de Egipto;  y he aquí que no ha sido vendado poniéndole medicinas,  ni poniéndole faja para ligarlo,  a fin de fortalecerlo para que pueda sostener la espada. Por tanto,  así ha dicho Jehová el Señor:  Heme aquí contra Faraón rey de Egipto,  y quebraré sus brazos,  el fuerte y el fracturado,  y haré que la espada se le caiga de la mano. Y esparciré a los egipcios entre las naciones,  y los dispersaré por las tierras. Y fortaleceré los brazos del rey de Babilonia,  y pondré mi espada en su mano;  mas quebraré los brazos de Faraón,  y delante de aquél gemirá con gemidos de herido de muerte. Fortaleceré,  pues,  los brazos del rey de Babilonia,  y los brazos de Faraón caerán;  y sabrán que yo soy Jehová,  cuando yo ponga mi espada en la mano del rey de Babilonia,  y él la extienda contra la tierra de Egipto. Y esparciré a los egipcios entre las naciones,  y los dispersaré por las tierras;  y sabrán que yo soy Jehová. Aconteció en el año undécimo,  en el mes tercero,  el día primero del mes,  que vino a mí palabra de Jehová,  diciendo: Hijo de hombre,  di a Faraón rey de Egipto,  y a su pueblo:   ¿A quién te comparaste en tu grandeza? He aquí era el asirio cedro en el Líbano,  de hermosas ramas,  de frondoso ramaje y de grande altura,  y su copa estaba entre densas ramas. Las aguas lo hicieron crecer,  lo encumbró el abismo;  sus ríos corrían alrededor de su pie,  y a todos los árboles del campo enviaba sus corrientes. Por tanto,  se encumbró su altura sobre todos los árboles del campo,  y se multiplicaron sus ramas,  y a causa de las muchas aguas se alargó su ramaje que había echado. En sus ramas hacían nido todas las aves del cielo,  y debajo de su ramaje parían todas las bestias del campo,  y a su sombra habitaban muchas naciones. Se hizo,  pues,  hermoso en su grandeza con la extensión de sus ramas;  porque su raíz estaba junto a muchas aguas. Los cedros no lo cubrieron en el huerto de Dios;  las hayas no fueron semejantes a sus ramas,  ni los castaños fueron semejantes a su ramaje;  ningún árbol en el huerto de Dios fue semejante a él en su hermosura. Lo hice hermoso con la multitud de sus ramas;  y todos los árboles del Edén,  que estaban en el huerto de Dios,  tuvieron de él envidia. Por tanto,  así dijo Jehová el Señor:  Ya que por ser encumbrado en altura,  y haber levantado su cumbre entre densas ramas,  su corazón se elevó con su altura, yo lo entregaré en manos del poderoso de las naciones,  que de cierto le tratará según su maldad.  Yo lo he desechado. Y lo destruirán extranjeros,  los poderosos de las naciones,  y lo derribarán;  sus ramas caerán sobre los montes y por todos los valles,  y por todos los arroyos de la tierra será quebrado su ramaje;  y se irán de su sombra todos los pueblos de la tierra,  y lo dejarán. Sobre su ruina habitarán todas las aves del cielo,  y sobre sus ramas estarán todas las bestias del campo, para que no se exalten en su altura todos los árboles que crecen junto a las aguas,  ni levanten su copa entre la espesura,  ni confíen en su altura todos los que beben aguas;  porque todos están destinados a muerte,  a lo profundo de la tierra,  entre los hijos de los hombres,  con los que descienden a la fosa. Así ha dicho Jehová el Señor:  El día que descendió al Seol,  hice hacer luto,  hice cubrir por él el abismo,  y detuve sus ríos,  y las muchas aguas fueron detenidas;  al Líbano cubrí de tinieblas por él,  y todos los árboles del campo se desmayaron. Del estruendo de su caída hice temblar a las naciones,  cuando las hice descender al Seol con todos los que descienden a la sepultura;  y todos los árboles escogidos del Edén,  y los mejores del Líbano,  todos los que beben aguas,  fueron consolados en lo profundo de la tierra. También ellos descendieron con él al Seol,  con los muertos a espada,  los que fueron su brazo,  los que estuvieron a su sombra en medio de las naciones. ¿A quién te has comparado así en gloria y en grandeza entre los árboles del Edén?  Pues derribado serás con los árboles del Edén en lo profundo de la tierra;  entre los incircuncisos yacerás,  con los muertos a espada.  Este es Faraón y todo su pueblo,  dice Jehová el Señor.




Salmo 38:

Salmo de David, para recordar.

1 Señor, no me reprendas en tu enojo; ¡no me castigues en tu ira! Tus flechas se han clavado en mí; ¡sobre mí has dejado caer tu mano! Por causa de tu enojo, nada sano hay en mi cuerpo; por causa de mi maldad, no hay paz en mis huesos. Mi pecado pesa sobre mi cabeza; ¡son una carga que ya no puedo soportar! Por causa de mi locura, mis heridas supuran y apestan. Estoy abrumado, totalmente abatido; ¡todo el tiempo ando afligido. La espalda me arde sin cesar: ¡no hay nada sano en todo mi cuerpo! Me siento débil y en gran manera agobiado; ¡mis quejas son las de un corazón atribulado! Señor, tú conoces todos mis deseos; mis anhelos no te son ocultos. Mi corazón se agita, me faltan fuerzas, y hasta mis ojos se van apagando. Mis mejores amigos se alejan de mis males; ¡hasta mis parientes se apartan de mí! Hay quienes conspiran contra mi vida; buscan mi mal y tratan de arruinarme. ¡Todo el tiempo hacen planes contra mí! Pero yo cierro los oídos, y no los oigo; finjo ser mudo y no abro la boca. Soy como los que no oyen ni profieren ningún reproche. Señor, yo confío en ti; ¡tú, Señor mi Dios, responderás por mí! Tan sólo pido que no se alegren de mí; ¡que no se burlen de mí, si acaso caigo! En realidad, estoy a punto de caer, y mi dolor no me abandona. Por eso, voy a confesar mi maldad; pues me pesa haber pecado. Mis enemigos están sanos y fuertes; aumentan los que me odian sin razón. Los que me pagan mal por bien me atacan porque prefiero hacer lo bueno. Señor, ¡no me abandones! Dios mío, ¡no te alejes de mí! Señor, mi salvador, ¡ven pronto en mi ayuda! 


Proverbios 26:
No conviene la nieve en el verano, ni la lluvia en el tiempo de la siega, ni colmar de honores al necio. Gorrión sin rumbo, golondrina que revolotea: ¡eso es la maldición sin causa, pues nunca llega! Para el caballo, el látigo; para el asno, el freno; para la espalda del necio, la vara. Nunca respondas al necio con necedades, para que no resultes ser otro necio. Responde al necio conforme a su necedad, para que no se crea demasiado sabio. Recurrir a un necio como mensajero es lo mismo que amputarse los pies; ¡es arriesgarse a pasar un trago amargo! Piernas tullidas que penden inútiles: ¡eso es el proverbio en la boca del necio! Atar la piedra a la honda: ¡eso es el rendir honores a un necio! Espina clavada en la mano del borracho: ¡eso es el proverbio en labios del necio! Arquero que a todo el mundo hiere: ¡eso es quien emplea a necios y vagabundos! Perro que vuelve a su vómito: ¡eso es el necio que repite su necedad! ¿Has visto gente sabia en su propia opinión? ¡Más esperanza tiene el necio que esa gente! El perezoso alega: «¡Un león anda suelto! ¡Está al acecho en el camino y por las calles!» La puerta gira sobre sus bisagras, y el perezoso gira sobre la cama. El perezoso mete la mano en el plato, pero le resulta cansado llevársela a la boca. El perezoso se considera más sabio que siete sabios que sepan aconsejar. Dejarse llevar del enojo en un pleito ajeno es como querer sujetar a un perro por las orejas. Un loco que, en su locura, lanza mortíferas flechas encendidas: ¡eso es el hombre que engaña a su amigo, y luego alega que lo hizo de broma! Sin leña se apaga el fuego, y sin chismosos se acaba el pleito. Para hacer brasas, el carbón; para encender el fuego, la leña; para encender los ánimos, el pendenciero. Los chismes son deliciosos bocados, que penetran hasta lo más profundo. Los labios seductores y el corazón malvado son una vasija de barro bañada en plata barata. El que odia, lo disimula con los labios pero por dentro maquina el engaño. No confíes en quien habla con voz engolada, porque en su corazón hay siete abominaciones. Aunque el odio se encubra con disimulo, la maldad se hará manifiesta en la comunidad. El que cava el foso, en él se cae; al que empuja la piedra, la piedra lo aplasta. La lengua falsa aborrece al que ha herido; la boca zalamera conduce al desastre.






El Libro de Los Hechos Capítulo 12 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES



CAPÍTULO 12
(44 d.C.)
LA PERSECUCIÓN


Y EN el mismo tiempo (pertenece al tiempo cuando Pablo y Bernabé fueron a Jerusalén) el rey Herodes (habla de Herodes Agripa, el hijo de Aristóbulo, el nieto de Herodes el Grande, quien asesinó a los bebés de Belén) echó mano a maltratar algunos de la Iglesia (probablemente lo hizo para congraciarse con los Líderes Judíos).
2 Y mató a filo de espada a Santiago, hermano de Juan (el primero de los Apóstoles que murió; jamás se eligió un sucesor de Santiago; de hecho, con excepción de Judas quien fue reemplazado por Matías, jamás otra persona ejerció uno de los Oficios de los Doce; en otras palabras, no hay tal cosa como la Sucesión Apostólica, como algunos la enseñan).
PEDRO
3 Y viendo que había agradado a los Judíos, pasó adelante para prender también a Pedro. (Eran entonces los días de los Asimos.) (Era el tiempo de la Pascua, es decir, el mes de Abril.)
4 Y habiéndole preso, le puso en la cárcel (representa la tercera vez que Pedro fue detenido [Hch. 4:3; 5:18-19]), entregándole a cuatro cuaterniones de soldados que le guardasen (representaba a dieciséis soldados, cuatro para cada vigilia); queriendo sacarle al pueblo después de la Pascua (debiera haberse traducido, Con la intención de sacarle después de la Pascua. . .).
5 Así que, Pedro era guardado en la cárcel: y la Iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él (presenta el mayor arma a la disposición de la Iglesia).
6 Y cuando Herodes le había de sacar (es probable que Herodes diseminó la palabra por todo Jerusalén de que iba a celebrar un espectáculo, que sería la muerte del gran Apóstol Pedro), aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, preso con dos cadenas: y los guardas delante de la puerta, que guardaban la cárcel (Pedro estaba durmiendo, aunque supuestamente iba a morir el día siguiente; él no estaba preocupado porque el Señor le había dicho que no moriría joven, sino viejo [Jn. 21:18]).
EL ÁNGEL
7 Y, he aquí, el Ángel del Señor le sobrevino (debiera haberse traducido, Un Ángel del Señor), y una luz resplandeció en la cárcel (significaba que no había duda de que este ser era del Señor): e hiriendo a Pedro en el lado, le despertó, diciendo, Levántate pronto (simplemente quiere decir que el Ángel lo despertó). Y las cadenas se le cayeron de las manos (¡gran poder!).
8 Y le dijo el Ángel, Cíñete, y átate tus sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo, Cúbrete tu ropa, y sígueme (habla de la ropa exterior, Pedro está ya totalmente vestido).
9 Y saliendo, le seguía (presenta a Pedro haciendo algo, lo cual en ese momento él no estaba seguro de que fuera real); y no sabía que era verdad lo que hacía el Ángel, mas pensaba que veía Visión (tenía dificultad de hacer la transición al sobrenatural; él seguía pensando que estaba viendo una Visión).
10 Y cuando pasaron la primera y la segunda guardia (probablemente quiere decir que Herodes había puesto a Pedro en la prisión interior; porque, ellos pasaron por varias puertas y pasaron las guardias sin que ellos supieran lo que estaba sucediendo; de algún modo, el Ángel hizo todo esto invisible a estas personas), vinieron a la puerta de hierro que va a la ciudad (se refiere a la puerta de la Prisión); la cual se les abrió por sí sola (quiere decir que se abrió automáticamente): y salidos, pasaron una calle; y luego el Ángel se apartó de él (tan Milagroso que es imposible describirlo).
11 Entonces Pedro, volviendo en sí (significa que ahora sabe que no había sido una visión ni un sueño, sino que realmente había sido liberado por un Ángel), dijo, Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado Su Ángel, y me ha librado de la mano de Herodes (revela a Pedro dando toda la Gloria a Dios), y de todo el pueblo de los Judíos que me esperaba (Herodes sería privado de su espectáculo, y todos los que esperaban ver el derramamiento de sangre).
EL RELATO DE PEDRO
12 Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos (Juan Marcos que se menciona aquí es el que escribió el Evangelio que lleva su nombre); donde muchos estaban juntos orando (expone que oraban por Pedro las 24 horas; muchos creen que Pedro fue rescatado entre las 3:00 y las 6:00 de la madrugada).
13 Y tocando Pedro a la puerta del patio (no la puerta de la casa, sino la puerta de la cerca que rodeaba la casa, que normalmente se mantenía con llave), salió una muchacha, para escuchar, llamada Rode (se refiere a esta joven que era la sirvienta en esta casa, parte de sus deberes era la de dar la bienvenida a los convidados).
14 La cual cuando conoció la voz de Pedro (nos revela que la pared y la puerta eran altas, se le incapacitaba ver quién tocaba la puerta), de gozo no abrió el postigo, sino corriendo adentro, dio nueva de que Pedro estaba al postigo (presenta el mensaje de ella, ¡algo tan asombroso e incluso increíble!).
15 Y ellos le dijeron, Estás loca (en otras palabras, no sólo no le creyeron, sino que concluyeron que ella estaba perdiendo sus cabales). Mas ella afirmaba que así era (expresa que su afirmación cada vez tenía más convicción). Entonces ellos decían, Su Ángel es (expone una creencia de aquella época de que todos los Judíos tenían un Ángel de la Guarda).
16 Mas Pedro perseveraba en llamar (se refiere a que Pedro toca la puerta con más fuerza): y cuando abrieron, le vieron, y se espantaron (se quedaron mudos, hasta el punto de aturdirlos).
17 Mas él haciéndoles con la mano señal de que callasen (todos le hablaban al mismo tiempo), les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo, Haced saber esto a Santiago y a los hermanos (se hace referencia al hermanastro del Señor y a los Ancianos de la Iglesia en Jerusalén, además de algún otro de los Doce que pudieran haber estado en Jerusalén en ese momento). Y salió, y partió a otro lugar (evidentemente él no le dijo a nadie adónde iba).
HERODES
18 Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué se había hecho de Pedro (la pérdida de su preso significaba la muerte segura para ellos).
19 Mas Herodes, cuando le buscó y no le halló, hecha inquisición de los guardas (quiere decir que él no creyó su historia; desde luego, ¡era una historia fascinante!), los mandó llevar. Después descendiendo de Judea a Cesarea, se quedó allí (hace referencia al hecho de que estaba avergonzado ante la gente, no pudo celebrar su espectáculo concerniente a Pedro; por eso se fue de Jerusalén).
EL JUICIO
20 Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y los de Sidón (no nos da ni una sola pista por el motivo de este disgusto): mas ellos vinieron concordes a él, y sobornado Blasto, que era el camarero del rey, pedían paz (intentaron hacer la paz con Herodes por causa de cierta interrupción, lo cual no lo menciona la historia); porque las tierras de ellos eran abastecidas por las del rey (son acuerdos comerciales con respecto a los alimentos, etc.).
21 Y un día señalado, Herodes vestido de ropa real, se sentó en el tribunal (todo esto se hacía con gran fanfarria y ceremonia), y les arengó (tiene que ver con él que hablaba con gran orgullo sobre el acuerdo que acababa de efectuar con Tiro y Sidón; lo aparentaba como que él era el salvador de estas ciudades).
22 Y el pueblo aclamaba (quiere decir que sea lo que él decía los complacía de gran manera), Voz de dios, y no de hombre (quiere decir que ¡ellos siguieron gritando esto varias veces!).
23 Y luego el Ángel del Señor le hirió (puede haber sido el mismo Ángel que liberó a Pedro), por cuanto no dio la gloria a Dios (en otras palabras, él aceptó las aclamaciones de las personas de que era un pequeño dios): y fue comido de gusanos (Josefo dijo que pasó cinco días con agonizantes dolores de estómago), y expiró (murió; esto ocurrió en el año 44 d.C.).
24 Mas la Palabra del Señor crecía y era multiplicada (no dice que la Iglesia creció, sino más bien la Palabra de Dios creció. . .).
25 Y Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalén (nos dice qué ocurrió, pero no dice exactamente cuándo) cumplido su Ministerio (habla de las ofrendas que se llevaron a Jerusalén de parte de los Santos en Antioquía, y es posible que de otras partes también), tomando también consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos (Marcos les acompañaría en el primer Viaje Misionero).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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