08 November 2015

El 8 de noviembre Lectura Bíblica Diaria



Pasaporte al Imposible
 

El 8 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:


Ezequiel 2 - 4:

Esa voz me dijo: "Hijo de hombre, ponte en pie, que voy a hablarte." Mientras me hablaba, el Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera de pie, y pude oír al que me hablaba. Me dijo: "Hijo de hombre, te voy a enviar a los israelitas. Es una nación rebelde que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus antepasados se han rebelado contra mí hasta el día de hoy. Te estoy enviando a un pueblo obstinado y terco, al que deberás advertirle: Así dice el Señor omnipotente. Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que entre ellos hay un profeta. Tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras, por más que estés en medio de cardos y espinas, y vivas rodeado de escorpiones. No temas por lo que digan, ni te sientas atemorizado, porque son un pueblo obstinado. Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero tú les proclamarás mis palabras. Tú, hijo de hombre, atiende bien a lo que te voy a decir, y no seas rebelde como ellos. Abre tu boca y come lo que te voy a dar." Entonces miré, y vi que una mano con un rollo escrito se extendía hacia mí. La mano abrió ante mis ojos el rollo, el cual estaba escrito por ambos lados, y contenía lamentos, gemidos y amenazas. Y me dijo: "Hijo de hombre, cómete este rollo escrito, y luego ve a hablarles a los israelitas." Yo abrí la boca y él hizo que me comiera el rollo. Luego me dijo: "Hijo de hombre, cómete el rollo que te estoy dando hasta que te sacies." Y yo me lo comí, y era tan dulce como la miel. Otra vez me dijo: "Hijo de hombre, ve a la nación de Israel y proclámale mis palabras. No te envío a un pueblo de lenguaje complicado y difícil de entender, sino a la nación de Israel. No te mando a naciones numerosas de lenguaje complicado y difícil de entender, aunque si te hubiera mandado a ellas seguramente te escucharían. Pero el pueblo de Israel no va a escucharte porque no quiere obedecerme. Todo el pueblo de Israel es terco y obstinado. No obstante, yo te haré tan terco y obstinado como ellos. ¡Te haré inquebrantable como el diamante, inconmovible como la roca! No les tengas miedo ni te asustes, por más que sean un pueblo rebelde." Luego me dijo: "Hijo de hombre, escucha bien todo lo que voy a decirte, y atesóralo en tu corazón. Ahora ve adonde están exiliados tus compatriotas. Tal vez te escuchen, tal vez no; pero tú adviérteles: Así dice el Señor omnipotente. " Entonces el Espíritu de Dios me levantó, y detrás de mí oí decir con el estruendo de un terremoto: "¡Bendita sea la gloria del Señor, donde él habita!" Oí el ruido de las alas de los seres vivientes al rozarse unas con otras, y el de las ruedas que estaban junto a ellas, y el ruido era estruendoso. El Espíritu me levantó y se apoderó de mí, y me fui amargado y enardecido, mientras la mano del Señor me sujetaba con fuerza. Así llegué a Tel Aviv, a orillas del río Quebar, adonde estaban los israelitas exiliados, y totalmente abatido me quedé con ellos durante siete días. Al cabo de los siete días, el Señor me dijo lo siguiente: "Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte al malvado: Estás condenado a muerte. Si tú no le hablas al malvado ni le haces ver su mala conducta, para que siga viviendo, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte. En cambio, si tú se lo adviertes, y él no se arrepiente de su maldad ni de su mala conducta, morirá por causa de su pecado, pero tú habrás salvado tu vida. Por otra parte, si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, y yo lo hago caer y tú no se lo adviertes, él morirá sin que se le tome en cuenta todo el bien que haya hecho. Por no haberle hecho ver su maldad, él morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte. Pero si tú le adviertes al justo que no peque, y en efecto él no peca, él seguirá viviendo porque hizo caso de tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida." Luego el Señor puso su mano sobre mí, y me dijo: "Levántate y dirígete al campo, que allí voy a hablarte." Yo me levanté y salí al campo. Allí vi la gloria del Señor, tal como la había visto a orillas del río Quebar, y caí rostro en tierra. Entonces el Espíritu de Dios entró en mí, hizo que me pusiera de pie, y me dijo: "Ve y enciérrate en tu casa. A ti, hijo de hombre, te atarán con sogas para que no puedas salir ni andar entre el pueblo. Yo haré que se te pegue la lengua al paladar, y así te quedarás mudo y no podrás reprenderlos, por más que sean un pueblo rebelde. Pero cuando yo te hable, te soltaré la lengua y les advertirás: Así dice el Señor omnipotente. El que quiera oír, que oiga; y el que no quiera, que no oiga, porque son un pueblo rebelde. "Hijo de hombre, toma ahora un ladrillo, ponlo delante de ti y dibuja en él la ciudad de Jerusalén. Acampa a su alrededor y ponle sitio; levanta torres de asalto contra ella y construye una rampa que llegue hasta la ciudad; instala máquinas para derribar sus murallas. Toma una plancha de hierro y colócala como un muro entre ti y la ciudad, y fija tu mirada contra ella. De esa manera quedará sitiada: tú mismo la sitiarás. Eso les servirá de señal a los israelitas. "Acuéstate sobre tu lado izquierdo, y echa sobre ti la culpa de los israelitas. Todo el tiempo que estés acostado sobre ese lado, cargarás con sus culpas. Yo te he puesto un plazo de trescientos noventa días, es decir, un lapso de tiempo equivalente a los años de la culpa de Israel. Cuando cumplas ese plazo, volverás a acostarte, pero esta vez sobre tu lado derecho, y cuarenta días cargarás con la culpa del pueblo de Judá, o sea, un día por cada año. Luego mirarás el asedio de Jerusalén, y con brazo amenazante profetizarás contra ella. Yo te ataré con sogas para que no puedas darte vuelta de un lado a otro mientras no se cumplan los días del asedio. "Toma trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena; viértelos en un recipiente y amásalos para hacer pan, pues ése será tu alimento durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre tu lado izquierdo. Cada día comerás, a una hora fija, una ración de un cuarto de kilo. También a una hora fija beberás medio litro de agua. Cocerás ese pan con excremento humano, y a la vista de todos lo comerás, como si fuera una torta de cebada." Luego el Señor añadió: "De igual manera, los israelitas comerán alimentos impuros en medio de las naciones por donde los voy a dispersar." Entonces exclamé: "¡No, Señor mi Dios! ¡Yo jamás me he contaminado con nada! Desde mi niñez y hasta el día de hoy, jamás he comido carne de ningún animal que se haya encontrado muerto, o que haya sido despedazado por las fieras. ¡Por mi boca no ha entrado ningún tipo de carne impura!" "Está bien me respondió, te doy permiso para que hornees tu pan con excremento de vaca en vez de excremento humano." Luego me dijo: "Hijo de hombre, voy a hacer que escasee el trigo en Jerusalén. La gente comerá el pan racionado y con mucha angustia; también el agua será racionada, la beberán con mucha ansiedad. Escasearán el pan y el agua, y cuando cada uno vea la condición del otro, todos irán perdiendo las fuerzas y acabarán muriéndose a causa de sus pecados.



Salmo 29:
¡Rindan al Señor, seres celestiales; rindan al Señor la gloria y el poder! ¡Ríndanle la gloria digna de su nombre! ¡Adoren al Señor en su santuario hermoso! La voz del Señor resuena sobre las aguas. El Dios de la gloria hace oír su voz. El Señor está sobre las muchas aguas. La voz del Señor es potente. La voz del Señor es majestuosa. La voz del Señor desgaja los cedros; ¡el Señor desgaja los cedros del Líbano! ¡Su voz hace que los montes Líbano y Sirión salten como becerros, como búfalos pequeños! La voz del Señor lanza llamas de fuego. La voz del Señor hace temblar al desierto; el Señor hace temblar al desierto de Cades. La voz del Señor desgaja las encinas y deja los árboles sin hojas, mientras en su templo todos proclaman su gloria. El Señor es el rey eterno; ¡él ocupa su trono sobre las aguas! El Señor infunde poder a su pueblo y lo bendice con la paz.




Proverbios 17:


Es mejor un mendrugo de pan, en paz, que carne en abundancia, en medio de peleas. El criado astuto se vuelve patrón del hijo vago, y comparte la herencia con los otros hermanos. El crisol pone a prueba la plata, el horno pone a prueba el oro, y el Señor pone a prueba los corazones. El malvado está atento a los labios inicuos; el mentiroso hace caso de la lengua infamante. El que ofende al pobre ofende a su Creador; no queda impune el que se alegra de su mal. Los nietos son la corona de los ancianos, Y los padres son la honra de los hijos. No le queda al necio la grandilocuencia, y menos aún al príncipe el hablar con mentira. Quien practica el soborno, lo considera valioso pues le va bien en todo lo que hace. El que perdona el pecado, busca afecto; el que lo divulga, aleja al amigo. Gana más con un regaño quien es inteligente, que lo que gana el necio que recibe cien azotes. El que es rebelde no busca más que el mal, pero un día se enfrentará a un emisario cruel. Es mejor enfrentarse con una osa furiosa que lidiar con la obstinación de un necio. Quien paga mal el bien recibido, merece que el mal no se aparte de su casa. El comienzo de un conflicto pronto se vuelve un río desbordado; es mejor controlarlo, antes de que se desborde. Justificar al malvado y condenar al justo es igual de repugnante para el Señor. ¿Cómo puede el necio adquirir sabiduría, si tiene dinero pero no tiene entendimiento? El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano. ¡Qué poco inteligente es comprometerse y salir fiador en favor de un amigo! ¿Quieres pelear? ¡Quieres pecar! ¿Quieres darte importancia? ¡Quieres problemas! El de corazón malvado nunca da con el bien; el que se enreda con su lengua cae en desgracia. Ser padre de un necio es motivo de tristeza; ser padre de un necio no es motivo de alegría. Un corazón alegre es la mejor medicina; un ánimo triste deprime a todo el cuerpo. El impío acepta soborno y se lo guarda para corromper las sendas de la justicia. El rostro inteligente refleja sabiduría, pero el necio vaga con la mirada perdida. El hijo necio pone triste a su padre y le amarga la vida a su madre. No se debe condenar al que es inocente, ni castigar a quien es honorable y honrado. Sabio es quien cuida sus palabras; inteligente es quien tiene un espíritu prudente. Cuando el necio calla, pasa por sabio; cuando no abre la boca, pasa por inteligente.

El Libro de Los Hechos Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES



CAPÍTULO 3
(33 d.C.)
SANIDAD




PEDRO y Juan subían juntos al Templo a la hora de oración, la de novena (a las 3:00 de la tarde).
2 Y un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, era traído, al cual ponían cada día (parece haber sido una ocurrencia diaria que sucedía muy a menudo de una manera u otra desde la niñez de este hombre; poco se daba cuenta que ese día sería el día más grande de su vida) a la puerta del Templo que se llama la Hermosa (según Josefo, fue hecho de un costoso bronce de Corinto; se dice que estaba casi de 23 metros [cerca de 62 pies] de ancho y 11 metros [31 pies] de alto), para que pidiese limosna de los que entraban en el Templo (él era un mendigo).
3 Éste, como vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, rogaba que le diesen limosna.
4 Y Pedro, con Juan, fijando los ojos en él (indica que fueron conmovidos por el Espíritu Santo a hacer esto), dijo, Mira a nosotros (Pedro quiso que escuchara lo que él estaba por decir).
5 Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir de ellos algo (esperando recibir dinero).
6 Y Pedro dijo, Ni tengo plata ni oro (¿Me pregunto cómo esta declaración que Pedro dio con respecto a la plata y el oro se relaciona con el mensaje moderno de avaricia?); mas lo que tengo te doy (precisamente en este momento, la Iglesia moderna tiene bastante plata y oro, pero no tiene el Poder de Dios): en el Nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda (no está en el nombre de Mahoma, ni Confucio, etc.).
7 Y tomándole por la mano derecha le levantó (no fue presunción, sino más bien la Fe en acción): y luego fueron afirmados sus pies y tobillos (era un milagro).
8 Y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios (constantemente alababa a Dios).
10 Y conocían que él era el que se sentaba a solicitar limosna a la Puerta del Templo, la Hermosa (él solía ir allí, sin lugar a dudas, durante años): y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido (su sanidad era innegable).
11 Y aferrado a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado (no quiso que ni Pedro ni Juan se escapasen de su vista; le parecía como que su aflicción le volvería si ellos lo dejaran, o eso era lo que pensaba), todo el pueblo concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón, atónitos (lo sucedido atrajo a una multitud, precisamente lo que era la intención del Espíritu Santo).
EL SERMÓN
12 Y viendo esto Pedro (la multitud que se juntaba), respondió al pueblo, Varones Israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? (En esencia, él declaraba que Jesús vive y Su Obra continúa.) o ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud o piedad hubiésemos hecho andar a éste? (Él se quita de sí mismo la atención y la de Juan y se la dirige al Señor Jesucristo.)
13 El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a Su Hijo Jesús (Crisóstomo dijo, ・Él se apoyaba en los Patriarcas de la antigüedad, no sea que él apareciera haber introducido una nueva doctrina.・); al cual vosotros entregasteis (tiene que ver con los Principales Sacerdotes que entregaron a Jesús a Pilato para ser Crucificado), y negasteis delante de Pilato, juzgando Él que había de ser suelto (el Espíritu Santo culpa en gran parte a los líderes religiosos de Israel).
14 Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis (pone en relieve el terrible pecado de Israel, y también el terrible pecado de la mayoría de la humanidad, y por todas las edades), y pedisteis que se os diese un homicida (habla de Barrabás [Mat. 27:15-26], ¡y desde entonces los dominaban unos asesinos!);
15 Y matasteis al Autor de la vida (Pedro no tenía pelos en la lengua, no ablandaba su Mensaje de ninguna manera), Al Cual Dios ha resucitado de los muertos (la Resurrección, como sería obvio, ratificó lo que se hizo en la Cruz); de lo que nosotros somos testigos (quiere decir que ellos habían visto personalmente al Cristo Resucitado; no hay testigo mejor que un testigo ocular).
16 Y en la Fe de Su Nombre, a éste que vosotros veis y conocéis (no había manera alguna de negar el Milagro), ha confirmado su nombre (¡presenta el enigma de todas las cosas!): y la Fe que por Él (Jesús) es, ha dado a este (el hombre lisiado) esta completa sanidad en presencia de todos vosotros (no era una sanidad parcial, sino una sanidad total, así es como obra el Señor).
17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros Dirigentes (aunque ellos eran ignorantes, desgraciadamente era una ignorancia voluntariosa; en otras palabras, no tenían ningún deseo de saber la Verdad acerca de Jesús).
18 Empero, Dios ha cumplido (explica que Su Muerte fue predestinada, pero no predestinada en cuanto a quien cometería el hecho) así lo que había antes anunciado por boca de todos Sus Profetas (en otras palabras, si ellos hubieran entendido la Biblia, que seguramente debieron haber entendido, ellos hubieran tenido conocimiento de Jesús), que Su Cristo había de padecer (la totalidad de la Historia de la Biblia es ・Jesucristo y Él Crucificado・).
19 Así que, arrepentíos y convertíos (el arrepentimiento es un reconocimiento de que Dios tiene razón, y que nosotros estamos equivocados; él le hablaba a los Dirigentes así como a la gente), para que sean borrados vuestros pecados (habla de la Justificación por la Fe), para que vendrán los tiempos del refrigerio de la Presencia del Señor (debiera haberse traducido, ・a fin de que los tiempos de refrigerio vengan de la Presencia del Señor・);
20 Y enviará a Jesucristo (pertenece a la Segunda Venida [Apoc., cap. 19]), que os fue antes anunciado (por los Profetas, y también el Ministerio público de Cristo a Israel durante aproximadamente tres años y medio):
21 Al cual de cierto es necesario que el Cielo tenga hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (se refiere a Jesús que permanece en el Cielo hasta que esta Dispensación de la Gracia haya cumplido su curso, después de la cual Él volverá a esta Tierra), que habló Dios por boca de Sus Santos Profetas que han sido desde tiempos antiguos (otra vez, si ellos hubieran entendido la Palabra de Dios, que en esa época consistía en Génesis a Malaquías, habrían entendido todas estas cosas).
22 Porque Moisés dijo a los Padres (Deut. 18:15-19), El Señor vuestro Dios os levantará Profeta de vuestros hermanos, como yo (la Promesa del Mesías); a Él oiréis en todas las cosas que os hablare (no podía estar más claro).
23 Y será, que cualquier alma que no oiga a aquel Profeta (se refiere a la totalidad del mundo), será desarraigada del pueblo (¡será eternamente perdido!).
24 Y todos los Profetas desde Samuel (aunque hubieron Profetas antes de Samuel, él era el primero en colocarse en la Oficina de Profeta) y en adelante, todos los que han hablado, han anunciado estos días (se refiere a todos los Profetas, al menos de una manera u otra, señalaban al Redentor venidero, Quien sería el Señor Jesucristo).
25 Vosotros sois los hijos de los Profetas (quiere decir que ellos debieran haber entendido lo que los Profetas declararon), y del Pacto que Dios concertó con nuestros Padres (se refiere al Convenio Abrámico [Gén. 12:1-3]), diciendo a Abraham, Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la Tierra (habla de Jesucristo como aquella "Semilla").
26 A vosotros primeramente (se refiere a la oferta de la Salvación hecha primero a los Judíos [Luc. 24:47; Rom. 1:16; 2:10]), Dios, habiendo levantado a Su Hijo (se refiere a la Resurrección), le envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su (la maldad suya) maldad (sólo Jesús podía hacer esto, lo que Él hizo por medio de Su Obra expiatoria en la Cruz [Ef. 2:13-18]).


Primera Corintios Capítulo 13:Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.




Hebreos 10:35-12:4

Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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