26 January 2015

El 26 de enero Lectura Bíblica Diaria





El 26 de enero Lectura Bíblica Diaria:

Levítico 21 a 23:
El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los sacerdotes, hijos de Aarón: "No se contaminen tocando el cadáver de alguien de su pueblo, excepto en el caso de un pariente cercano, como su madre, su padre, su hijo, su hija, su hermano o una hermana soltera que, por no tener marido, dependa de él. Como jefes de su pueblo, no deben hacerse impuros ni contaminarse. "Los sacerdotes no se raparán la cabeza, ni se despuntarán la barba ni se harán heridas en el cuerpo. Deben ser santos para su Dios, y no profanar su nombre. Son ellos los que presentan al Señor las ofrendas por fuego, que son como el pan de su Dios. Por eso deben ser santos. "Ningún sacerdote se casará con una prostituta, ni con una divorciada, ni con una mujer que no sea virgen, porque está consagrado a su Dios. Considéralo santo, porque él ofrece el pan de tu Dios. Santo será para ti, porque santo soy yo, el Señor, que los santifico a ustedes. "La hija de un sacerdote que se hace prostituta se profana a sí misma y profana a su padre. Deberá ser quemada viva. "Aquel que sea elegido sumo sacerdote entre sus hermanos, y sobre cuya cabeza se haya derramado el aceite de la unción, y a quien se le haya conferido autoridad para llevar las vestiduras sacerdotales, no deberá andar despeinado ni rasgarse las vestiduras. "No entrará en ningún lugar donde haya un cadáver. "No deberá contaminarse, ni siquiera por su padre o por su madre. "No saldrá del santuario, para no profanar el santuario de su Dios, porque ha sido consagrado mediante el aceite de la unción divina. Yo soy el Señor. "La mujer que tome por esposa debe ser virgen. No debe casarse con una viuda, ni con una divorciada ni con una prostituta. Debe casarse con una virgen de su mismo pueblo, para que no profane su descendencia entre su pueblo. Yo soy el Señor, que lo santifica." El Señor le ordenó a Moisés que le dijera a Aarón: "Ninguno de tus descendientes que tenga defecto físico deberá acercarse jamás a su Dios para presentarle la ofrenda de pan. En efecto, no deberá acercarse nadie que tenga algún defecto físico: ninguno que sea ciego, cojo, mutilado, deforme, lisiado de pies o manos, jorobado o enano; o que tenga sarna o tiña, o cataratas en los ojos, o que haya sido castrado. Ningún descendiente del sacerdote Aarón que tenga algún defecto podrá acercarse a presentar al Señor las ofrendas por fuego. No podrá acercarse para presentarle a su Dios la ofrenda de pan por tener un defecto. Podrá comer de la ofrenda de pan, tanto del alimento santo como del santísimo, pero por causa de su defecto no pasará más allá de la cortina ni se acercará al altar, para no profanar mi santuario. Yo soy el Señor, que santifico a los sacerdotes." Y Moisés les comunicó todo esto a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas. El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a Aarón y a sus hijos: "Traten con mucho respeto las ofrendas sagradas que me consagran los israelitas, para no profanar mi santo nombre. Yo soy el Señor." También le ordenó decirles: "Si alguno de los descendientes de Aarón está ritualmente impuro y se acerca a las ofrendas que los israelitas consagran al Señor, será eliminado de mi presencia. Yo soy el Señor. "Si un descendiente de Aarón padece de alguna enfermedad infecciosa en la piel, o de derrame seminal, deberá abstenerse de comer de las ofrendas sagradas, hasta que se purifique. Cualquiera que toque un objeto contaminado por el contacto con un cadáver, o que tenga derrame de semen, o que toque algún animal u hombre impuros, cualquiera que sea la impureza, quedará impuro hasta el anochecer. Por tanto, se abstendrá de comer de las ofrendas sagradas. Lavará su cuerpo con agua, y al ponerse el sol quedará puro. Después de esto podrá comer de las ofrendas sagradas, porque son su alimento. No deberá comer nada que sea hallado muerto o despedazado por las fieras, pues de lo contrario quedará impuro. Yo soy el Señor. "Los sacerdotes cumplirán con mis instrucciones, y así no pecarán ni sufrirán la muerte por haber profanado las ofrendas. Yo soy el Señor, que santifico a los sacerdotes. "Nadie ajeno a la familia sacerdotal comerá de las ofrendas sagradas, ni tampoco comerá de ellas ningún huésped del sacerdote, ni su jornalero. Pero sí podrá comer de ellas el esclavo comprado por un sacerdote, y el esclavo nacido en casa del mismo. Si la hija de un sacerdote se casa con alguien que no sea sacerdote, no podrá comer de las ofrendas recibidas como contribución. Pero si queda viuda o divorciada y, sin haber tenido hijos, regresa a la casa de su padre como cuando era soltera, entonces sí podrá comer del alimento de su padre. Pero nadie ajeno a la familia sacerdotal está autorizado para comerlo. "Si inadvertidamente alguien come de una ofrenda sagrada, deberá restituir la ofrenda al sacerdote y añadirle una quinta parte de su valor. "No deberán los sacerdotes profanar las ofrendas sagradas que los israelitas presentan al Señor, porque al permitir que las coman harán recaer sobre sí mismos un pecado que requiere un sacrificio por la culpa. Yo soy el Señor, que los santifico." El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas: "Si alguno de ustedes, sea israelita o extranjero residente en Israel, presenta un holocausto al Señor para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria, para que le sea aceptado deberá presentar un macho sin defecto de entre el ganado vacuno, ovino o cabrío. No presenten ningún animal que tenga algún defecto, porque no se les aceptará. "Si alguien, para cumplir un voto especial o como ofrenda voluntaria, le presenta al Señor ganado vacuno u ovino como sacrificio de comunión, para que el animal le sea aceptado no deberá tener ningún defecto. No deberán presentarle al Señor, como ofrenda por fuego, animales ciegos, cojos, mutilados, llagados, sarnosos ni tiñosos. No ofrecerán en el altar ningún animal así. Podrán presentar como ofrenda voluntaria una res o una oveja deforme o enana, pero tal ofrenda no será aceptada en cumplimiento de un voto. "No ofrecerán al Señor ningún animal con los testículos lastimados, magullados, cortados o arrancados. No harán esto en su tierra. No recibirán de manos de un extranjero animales así, para ofrecerlos como alimento del Dios de ustedes. No se les aceptarán porque son deformes y tienen defectos." El Señor le dijo a Moisés: "Cuando nazca un ternero, un cordero o un cabrito, se quedará con su madre durante siete días. Del octavo día en adelante será aceptable al Señor como ofrenda por fuego. "No degollarán el mismo día una vaca o una oveja con su cría. "Cuando sacrifiquen una ofrenda de acción de gracias al Señor, háganlo de tal modo que les sea aceptada. Deberá comerse ese mismo día, sin dejar nada para el siguiente. Yo soy el Señor. "Obedezcan mis mandamientos y pónganlos por obra. Yo soy el Señor. "No profanen mi santo nombre sino reconózcanme como santo en medio de los israelitas. Yo soy el Señor, que los santifica. Yo los saqué de Egipto para ser su Dios. Yo soy el Señor." El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: "Éstas son las fiestas que yo he establecido, y a las que ustedes han de convocar como fiestas solemnes en mi honor. Yo, el Señor, las establecí. "Trabajarán ustedes durante seis días, pero el séptimo día es de reposo, es un día de fiesta solemne en mi honor, en el que no harán ningún trabajo. Dondequiera que ustedes vivan, será sábado consagrado al Señor. "Éstas son las fiestas que el Señor ha establecido, las fiestas solemnes en su honor que ustedes deberán convocar en las fechas señaladas para ellas: "La Pascua del Señor comienza el día catorce del mes primero, a la hora del crepúsculo. El día quince del mismo mes comienza la fiesta de los Panes sin levadura en honor al Señor. Durante siete días comerán pan sin levadura. El primer día celebrarán una fiesta solemne en su honor; ese día no harán ningún trabajo. Durante siete días presentarán al Señor ofrendas por fuego, y el séptimo día celebrarán una fiesta solemne en su honor; ese día no harán ningún trabajo." El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: "Cuando ustedes hayan entrado en la tierra que les voy a dar, y sieguen la mies, deberán llevar al sacerdote una gavilla de las primeras espigas que cosechen. El sacerdote mecerá la gavilla ante el Señor para que les sea aceptada. La mecerá a la mañana siguiente del sábado. Ese mismo día sacrificarán ustedes un cordero de un año, sin defecto, como holocausto al Señor. También presentarán cuatro kilos de harina fina mezclada con aceite, como ofrenda de cereal, ofrenda por fuego, de aroma grato al Señor, y un litro de vino como ofrenda de libación. No comerán pan, ni grano tostado o nuevo, hasta el día en que traigan esta ofrenda a su Dios. Éste será un estatuto perpetuo para todos tus descendientes, dondequiera que habiten. "A partir del día siguiente al sábado, es decir, a partir del día en que traigan la gavilla de la ofrenda mecida, contarán siete semanas completas. En otras palabras, contarán cincuenta días incluyendo la mañana siguiente al séptimo sábado; entonces presentarán al Señor una ofrenda de grano nuevo. Desde su lugar de residencia le llevarán al Señor, como ofrenda mecida de las primicias, dos panes hechos con cuatro kilos de flor de harina, cocidos con levadura. Junto con el pan deberán presentar siete corderos de un año, sin defecto, un novillo y dos carneros. Serán, junto con sus ofrendas de cereal y sus ofrendas de libación, un holocausto al Señor, una ofrenda presentada por fuego, de aroma grato al Señor. Luego sacrificarán un macho cabrío como ofrenda por el pecado, y dos corderos de un año como sacrificio de comunión. El sacerdote mecerá los dos corderos, junto con el pan de las primicias. Son una ofrenda mecida ante el Señor, una ofrenda consagrada al Señor y reservada para el sacerdote. Ese mismo día convocarán ustedes a una fiesta solemne en honor al Señor, y en ese día no harán ningún trabajo. Éste será un estatuto perpetuo para todos tus descendientes, dondequiera que habiten. "Cuando llegue el tiempo de la cosecha, no sieguen hasta el último rincón del campo ni recojan todas las espigas que queden de la mies. Déjenlas para los pobres y los extranjeros. Yo soy el Señor su Dios." El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: "El primer día del mes séptimo será para ustedes un día de reposo, una conmemoración con toques de trompeta, una fiesta solemne en honor al Señor. Ese día no harán ningún trabajo, sino que presentarán al Señor ofrendas por fuego." El Señor le dijo a Moisés: "El día diez del mes séptimo es el día del Perdón. Celebrarán una fiesta solemne en honor al Señor, y ayunarán y le presentarán ofrendas por fuego. En ese día no harán ningún tipo de trabajo, porque es el día del Perdón, cuando se hace expiación por ustedes ante el Señor su Dios. Cualquiera que no observe el ayuno será eliminado de su pueblo. Si alguien hace algún trabajo en ese día, yo mismo lo eliminaré de su pueblo. Por tanto, no harán ustedes ningún trabajo. Éste será un estatuto perpetuo para todos sus descendientes, dondequiera que habiten. Será para ustedes un sábado de solemne reposo, y deberán observar el ayuno. Este sábado lo observarán desde la tarde del día nueve del mes hasta la tarde siguiente." El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: "El día quince del mes séptimo comienza la fiesta de las Enramadas en honor al Señor, la cual durará siete días. El primer día se celebrará una fiesta solemne en honor al Señor. Ese día no harán ningún trabajo. Durante siete días le presentarán al Señor ofrendas por fuego. Al octavo día celebrarán una fiesta solemne en honor al Señor y volverán a presentarle ofrendas por fuego. Es una fiesta solemne; ese día no harán ningún trabajo. "Éstas son las fiestas que el Señor ha establecido, y a las que ustedes habrán de convocar como fiestas solemnes en su honor, para presentarle ofrendas por fuego, holocaustos, ofrendas de cereal, y sacrificios y ofrendas de libación, tal como está prescrito para cada día. Todas estas fiestas son adicionales a los sábados del Señor y a los tributos y ofrendas votivas o voluntarias que ustedes le presenten. "A partir del día quince del mes séptimo, luego de que hayan recogido los frutos de la tierra, celebrarán durante siete días la fiesta del Señor. El primer día y el octavo serán de descanso especial. El primer día tomarán frutos de los mejores árboles, ramas de palmera, de árboles frondosos y de sauces de los arroyos, y durante siete días se regocijarán en presencia del Señor su Dios. Cada año, durante siete días, celebrarán esta fiesta en honor al Señor. La celebrarán en el mes séptimo. Éste será un estatuto perpetuo para las generaciones venideras. Durante siete días vivirán bajo enramadas. Todos los israelitas nativos vivirán bajo enramadas, para que sus descendientes sepan que yo hice vivir así a los israelitas cuando los saqué de Egipto. Yo soy el Señor su Dios." Así anunció Moisés a los israelitas las fiestas establecidas por el Señor.



Salmo 108:
Firme está, oh Dios, mi corazón; ¡voy a cantarte salmos, gloria mía! ¡Despierten, arpa y lira! ¡Haré despertar al nuevo día! Te alabaré, Señor, entre los pueblos; te cantaré salmos entre las naciones. Pues tu amor es tan grande que rebasa los cielos; ¡tu verdad llega hasta el firmamento! Tú, oh Dios, estás sobre los cielos, y tu gloria cubre toda la tierra. Líbranos con tu diestra, respóndeme para que tu pueblo amado quede a salvo. Dios ha dicho en su santuario: "Triunfante repartiré a Siquén, y dividiré el valle de Sucot. Mío es Galaad, mío es Manasés; Efraín es mi yelmo y Judá mi cetro. En Moab me lavo las manos, sobre Edom arrojo mi sandalia; sobre Filistea lanzo gritos de triunfo." ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me mostrará el camino a Edom? ¿No es Dios quien nos ha rechazado? ¡Ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos! Bríndanos tu ayuda contra el enemigo, pues de nada sirve la ayuda humana. Con Dios obtendremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!




Proverbios 3:
Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad. Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser. Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo. Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. *Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro. Es más valiosa que las piedras preciosas: ¡ni lo más deseable se le puede comparar! Con la mano derecha ofrece larga vida; con la izquierda, honor y riquezas. Sus caminos son placenteros y en sus senderos hay paz. Ella es árbol de vida para quienes la abrazan; ¡dichosos los que la retienen! Con sabiduría afirmó el Señor la tierra, con inteligencia estableció los cielos. Por su conocimiento se separaron las aguas, y las nubes dejaron caer su rocío. Hijo mío, conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción. Te serán fuente de vida, te adornarán como un collar. Podrás recorrer tranquilo tu camino, y tus pies no tropezarán. Al acostarte, no tendrás temor alguno; te acostarás y dormirás tranquilo. No temerás ningún desastre repentino, ni la desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el Señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa. No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: "Vuelve más tarde; te ayudaré mañana", si hoy tienes con qué ayudarlo. No urdas el mal contra tu prójimo, contra el que ha puesto en ti su confianza. No entres en pleito con nadie que no te haya hecho ningún daño. No envidies a los violentos, ni optes por andar en sus caminos. Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad. La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos. El Señor se burla de los *burlones, pero muestra su favor a los humildes. Los sabios son dignos de honra, pero los necios sólo merecen deshonra.



El Libro de Efesios Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS

CAPÍTULO 3
(64 d.C.)
LA REVELACIÓN


POR esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús (Pablo escribió esta Epístola desde la prisión en Roma; además, él no se consideraba un preso de Nerón, sino más bien de Jesucristo; en otras palabras, por cualesquiera que fuera el propósito y razón, el Señor lo quiso en la prisión en ese momento, y así era como Pablo veía la situación) por vosotros los Gentiles (se refiere al comienzo de la Iglesia, compuesta mayormente por Gentiles, y la extensión del Evangelio al mundo),
2 Si es que habéis oído la dispensación de la Gracia de Dios que me ha sido dada para con vosotros (la mayordomía y el compromiso asignado al Apóstol sobre el Nuevo Convenio, y la administración correcta de la presentación del mismo):
3 A saber, que por Revelación Él (Cristo) me fue declarado el misterio (la Cruz, que en esencia es el Nuevo Convenio, era un “misterio” antes de que se le diera su significado a Pablo); (como antes he escrito en breve (es evidente que el Apóstol había escrito previamente una carta a los Efesios acerca de esta gran Verdad, de la cual no tenemos ningún registro),
4 Leyendo lo cual (lo que leemos ahora, con respecto a esta Epístola) podéis entender cuál sea mi inteligencia en el Misterio de Cristo) (El Señor quiere que comprendamos el Misterio de la Cruz, tal como le fue dado a Pablo. En otras palabras, no debemos desviarnos de lo que él enseñó.)
5 El cual misterio en los otros siglos no se dio a conocer a los hijos de los hombres (se refiere desde todas las épocas, hasta la del Apóstol Pablo) como ahora es revelado a Sus Santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu (se le dio primero esta Revelación a Pablo [Gál. 1:11-12], el Espíritu de Dios usa luego el Mensaje como le fue dado a Pablo para instruir a los demás Apóstoles y Profetas, etc.);
6 Que los Gentiles sean juntamente herederos (las diferencias entre los Judíos y los Gentiles, en cuanto a la Redención, han sido borradas), e incorporados (todos en la misma Iglesia, es decir, el “Cuerpo de Cristo”), y consortes de Su Promesa en Cristo por el Evangelio (debiera traducirse, “En Cristo Jesús por el Evangelio,” porque los mejores Textos Griegos incluyen el Nombre “Jesús”; si aquel último Nombre no estuviera allí, Pablo diría que los Gentiles eran copartícipes de las Promesas Mesiánicas Judías, que no es verdad):
7 Del cual yo soy hecho Ministro (se refiere al que sirve) por el Don de la Gracia de Dios que me ha sido dado (todo esto se le concedió a Pablo estrictamente de acuerdo a la Gracia de Dios, lo que significa que no fue por mérito, ya que él no tenía ninguno) según la operación de Su poder. (Es el Poder del Espíritu Santo, hecho disponible a nosotros por la Cruz y nuestra Fe en aquella Obra Terminada [Gál. 1:18].)
8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los Santos, es dada esta Gracia (la humildad que pone en evidencia aquí, sólo es posible por la Cruz, por la cual recibimos la Gracia) de Anunciar entre los Gentiles el Evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo (recibimos “las riquezas de Cristo” exclusivamente a través y por medio de la Cruz, y son inagotables, y que va aumentando más y más y durará para siempre);
9 Y de aclarar a todos (traer a luz algo que antes había estado oculto) cuál sea la dispensación del Misterio escondido (pudiera traducirse, “el compañerismo de la dispensación de la Revelación del Misterio”; en otras palabras, el Misterio ya no existe porque ya ha sido revelado) desde los siglos en Dios (declara el hecho que esto no era una nueva clase de acción de parte de Dios, forzado sobre Él por el desarrollo en la historia humana; la Cruz era Su Plan hasta la Fundación del Mundo [I Ped. 1:18-20]), Que creó todas las cosas por Jesucristo (Dios el Padre oficia; Dios el Hijo orquesta; Dios el Espíritu Santo ejecuta):
10 Para que la multiforme Sabiduría de Dios (relacionado a los Ángeles Justos) sea ahora notificada por la Iglesia a los Principados y Potestades en los Cielos (presenta la Iglesia proclamando a la Hueste Angelical parte de la Sabiduría de Dios que los Ángeles no habían conocido antes),
11 Conforme a la determinación eterna (el propósito de las edades) que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor (Dios ha formado un Plan que es Eterno en referencia a la Salvación de los hombres, y el Plan está centrado en el Señor Jesús y lo que Él hizo en la Cruz):
12 En El Cual (se refiere a Cristo, pero más en particular a lo que Él hizo en la Cruz por nosotros) tenemos seguridad (debido a la Cruz, podemos ya tener la osadía de acercarnos a Dios [Heb. 4:16]) y entrada (la única manera por la cual podemos tener acceso al Trono de Dios es por medio y a través de Jesucristo y Su Obra Expiatoria en la Cruz) con confianza por la Fe de Él. (“La Fe” está envuelta en Jesucristo y Su Cruz.)

LAS BENDICIONES

13 Por tanto, pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros (no dejen que se debilite su Fe a causa de mi encarcelamiento), las cuales son vuestra gloria. (Independientemente de lo que me pase al final saldrá una mayor proclamación del Evangelio, que será para su bienestar.)
14 Por esta causa (la propagación del Evangelio) doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo (Pablo está diciendo que él se postra a la Voluntad de Dios, sea cual fuese esa Voluntad),
15 De Quien (el Señor Jesucristo) es nombrada toda la familia (todos los que han aceptado a Cristo) en los Cielos y en la Tierra (los Creyentes que han pasado a estar con el Señor y los Creyentes que están vivos en la Tierra),
16 Que Él (Cristo Jesús) os dé, conforme a las riquezas de Su Gloria (se refiere a todas las perfecciones reveladas de Dios, no solamente Su Gracia y Poder), el ser capacitados con poder en el hombre interior (el espíritu del hombre) por Su Espíritu (se llevará a cabo, si nuestra Fe está siempre en la Cruz, por la cual el Espíritu Santo obra);
17 Que habite Cristo por la Fe en vuestros corazones (que se lleva a cabo por nuestra Fe en la Cruz); para que, arraigados y fundados en amor (firmemente establecido y muy fundado),
18 Podáis bien comprender con todos los Santos (no solamente entender, sino también, “asirse de ello para hacerlo propio”) cuál sea la anchura, y la longitud, y la profundidad, y la altura (metáforas usadas por Pablo para explicar la inmensidad del Amor de Dios por los Santos);
19 Y conocer el Amor de Cristo (indica el conocimiento adquirido por la experiencia), que excede a todo conocimiento (el Creyente puede conocer el Amor de Cristo, pero no puede agotar el conocimiento de aquel Amor), para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios (nos llega solamente por Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz).
20 Y a Aquél Que es poderoso (presenta a Dios como la Fuente de todo el Poder) para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos (hasta más allá de nuestra comprensión de lo que el Espíritu Santo puede explicar sólo en estos términos), según el poder que obra en nosotros (la palabra “según” se refiere al hecho de que este Poder puede obrar en nosotros sólo cuando seguimos el Orden Prescrito de la Victoria de Dios, que es la Cruz y nuestra Fe en aquella Obra Terminada; entonces le da al Espíritu Santo libertad de acción para usar Su Gran Poder a nuestro favor),
21 A Él sea Gloria (Cristo y la Iglesia como un Cuerpo serán el vehículo de aquella demostración eterna) en la Iglesia (el Cuerpo de Cristo) por Cristo Jesús (hecho posible por nuestro Señor y lo que Él hizo en la Cruz), por todas las generaciones por los siglos de los siglos (Eterna). Amén.




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Labels:

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home