10 November 2010

El 10 de Noviembre Lectura Bíblica Diaria



El 10 de Noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Ezequiel 8:1-10:22
En el día quinto del mes sexto del año sexto, yo estaba sentado en mi casa, junto con los jefes de Judá. De pronto, el Señor puso su mano sobre mí. Miré entonces, y vi una figura de aspecto humano: de la cintura para abajo, ardía como fuego; de la cintura para arriba, brillaba como el metal bruñido. Aquella figura extendió lo que parecía ser una mano, y me tomó del cabello. Un viento me sostuvo entre la tierra y el cielo, y en visiones divinas me llevó a la parte norte de Jerusalén, hasta la entrada de la puerta interior, que es donde está el ídolo que provoca los celos de Dios. Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el campo. Y Dios me dijo: "Hijo de hombre, levanta la vista hacia el norte." Yo miré en esa dirección, y en la entrada misma, al norte de la puerta del altar, vi el ídolo que provoca los celos de Dios. También me dijo: "Hijo de hombre, ¿ves las grandes abominaciones que cometen los israelitas en este lugar, y que me hacen alejarme de mi santuario? Realmente no has visto nada todavía; peores abominaciones verás." Después me llevó a la entrada del atrio. En el muro había un agujero. Entonces me dijo: "Hijo de hombre, agranda el agujero del muro." Yo agrandé el agujero en el muro y me encontré con una puerta. Dios me dijo: "Entra y observa las abominaciones que allí cometen." Yo entré y a lo largo del muro vi pinturas de todo tipo: figuras de reptiles y de otros animales repugnantes, y de todos los malolientes ídolos de Israel. Setenta jefes israelitas estaban de pie frente a los ídolos, rindiéndoles culto. Entre ellos se encontraba Jazanías hijo de Safán. Cada uno tenía en la mano un incensario, del cual subía una fragante nube de incienso. Y él me dijo: "Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen los jefes israelitas en los oscuros nichos de sus ídolos? Andan diciendo: No hay ningún Señor que nos vea. El Señor ha abandonado el país. " Y añadió: "Ya los verás cometer mayores atrocidades." Luego me llevó a la entrada del templo del Señor, a la puerta que da hacia el norte. Allí estaban unas mujeres sentadas, que lloraban por el dios Tamuz. Entonces Dios me dijo: "Hijo de hombre, ¿ves esto? Pues aún las verás cometer mayores atrocidades." Y me llevó al atrio interior del templo. A la entrada del templo, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres que estaban mirando hacia el oriente y adoraban al sol, de espaldas al templo del Señor. Me dijo: "Hijo de hombre, ¿ves esto? ¿Tan poca cosa le parece a Judá cometer tales abominaciones, que también ha llenado la tierra de violencia y no deja de provocarme? ¡Mira cómo me enardecen, pasándome por la nariz sus pestilentes ramos! Por eso, voy a actuar con furor. No les tendré piedad ni compasión. Por más que me imploren a gritos, ¡no los escucharé!" Después oí que Dios clamaba con fuerte voz: "¡Acérquense, verdugos de la ciudad, cada uno con su arma destructora en la mano!" Entonces vi que por el camino de la puerta superior que da hacia el norte venían seis hombres, cada uno con un arma mortal en la mano. Con ellos venía un hombre vestido de lino, que llevaba en la cintura un estuche de escriba. Todos ellos entraron y se pararon junto al altar de bronce. La gloria del Dios de Israel, que estaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió hacia el umbral del templo. Al hombre vestido de lino que llevaba en la cintura un estuche de escriba, el Señor lo llamó y le dijo: "Recorre la ciudad de Jerusalén, y coloca una señal en la frente de quienes giman y hagan lamentación por todos los actos detestables que se cometen en la ciudad." Pero oí que a los otros les dijo: "Síganlo. Recorran la ciudad y maten sin piedad ni compasión. Maten a viejos y a jóvenes, a muchachas, niños y mujeres; comiencen en el templo, y no dejen a nadie con vida. Pero no toquen a los que tengan la señal." Y aquellos hombres comenzaron por matar a los viejos que estaban frente al templo. Después les dijo: "Salgan y profanen el templo; llenen de cadáveres los atrios." Ellos salieron y comenzaron a matar gente en toda la ciudad. Y mientras mataban, yo me quedé solo, caí rostro en tierra y grité: "¡Ay, Señor y Dios! ¿Descargarás tu furor sobre Jerusalén y destruirás a todo el resto de Israel?" El Señor me respondió: "La iniquidad del pueblo de Israel y de Judá es extremadamente grande. El país está lleno de violencia; la ciudad, llena de injusticia. Ellos piensan: El Señor ha abandonado el país. No hay ningún Señor que vea. Por eso no les tendré piedad ni compasión, sino que les pediré cuentas de su conducta." Entonces el hombre vestido de lino que llevaba en la cintura un estuche de escriba me informó: "Ya hice lo que me mandaste hacer." Después miré, y sobre la bóveda que estaba encima de la cabeza de los querubines vi una especie de piedra de zafiro que tenía la forma de un trono. Y el Señor le dijo al hombre vestido de lino: "Métete entre las ruedas que están debajo de los querubines, toma un puñado de las brasas que están entre los querubines, y espárcelas por toda la ciudad." Y el hombre se metió allí, mientras yo miraba. En el momento en que el hombre entró, los querubines estaban en la parte sur del templo y una nube llenaba el atrio interior. Entonces la gloria del Señor, que estaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió hacia el umbral del templo. La nube llenó el templo, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del Señor. El ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio exterior, y era semejante a la voz del Dios Todopoderoso. El Señor le ordenó al hombre vestido de lino: "Toma fuego de en medio de las ruedas que están entre los querubines." Así que el hombre fue y se paró entre las ruedas. Uno de los querubines extendió la mano, tomó el fuego que estaba entre ellos, y lo puso en las manos del hombre vestido de lino. Aquél lo recibió y se fue. (Debajo de las alas de los querubines se veía algo semejante a la mano de un hombre.) Me fijé, y al lado de los querubines vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de ellos. Las ruedas tenían un aspecto brillante como el crisólito. Las cuatro ruedas se asemejaban, y parecía como si una rueda estuviera encajada en la otra. Al avanzar, podían hacerlo en las cuatro direcciones sin necesidad de volverse. Avanzaban en la dirección a que apuntaba la cabeza del querubín, y no tenían que volverse. Todo el cuerpo, la espalda, las manos y las alas de los querubines, al igual que las cuatro ruedas, estaban llenos de ojos. Alcancé a oír que a las ruedas se les llamaba "círculos". Cada uno de los querubines tenía cuatro caras: la primera, de querubín; la segunda, de hombre; la tercera, de león; y la cuarta, de águila. Los querubines, que eran los mismos seres que yo había visto junto al río Quebar, se elevaron. Cuando avanzaban, las ruedas a su costado hacían lo mismo; cuando desplegaban sus alas para levantarse del suelo, las ruedas no se apartaban de ellos; cuando se detenían, las ruedas hacían lo mismo; cuando se levantaban, las ruedas se levantaban también, porque el espíritu de esos seres vivientes estaba en las ruedas. La gloria del Señor se elevó por encima del umbral del templo y se detuvo sobre los querubines. Y mientras yo miraba, los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo, y junto con las ruedas salieron y se detuvieron en la puerta oriental del templo del Señor. La gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos. Eran los mismos seres vivientes que, estando yo junto al río Quebar, había visto debajo del Dios de Israel. Entonces me di cuenta de que eran querubines. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y bajo las alas tenían algo que se parecía a las manos de un hombre. Sus caras eran iguales a las que yo había visto junto al río Quebar. Cada uno de ellos caminaba de frente.



Salmo 31:
En ti, Señor, busco refugio; jamás permitas que me avergüencen; en tu justicia, líbrame. Inclina a mí tu oído, y acude pronto a socorrerme. Sé tú mi roca protectora, la fortaleza de mi salvación. Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza, dirígeme por amor a tu nombre. Líbrame de la trampa que me han tendido, porque tú eres mi refugio. En tus manos encomiendo mi espíritu; líbrame, Señor, Dios de la verdad. Odio a los que veneran ídolos vanos; yo, por mi parte, confío en ti, Señor. Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma. No me entregaste al enemigo, sino que me pusiste en lugar espacioso. Tenme compasión, Señor, que estoy angustiado; el dolor está acabando con mis ojos, con mi alma, ¡con mi cuerpo! La vida se me va en angustias, y los años en lamentos; la tristeza está acabando con mis fuerzas, y mis huesos se van debilitando. Por causa de todos mis enemigos, soy el hazmerreír de mis vecinos; soy un espanto para mis amigos; de mí huyen los que me encuentran en la calle. Me han olvidado, como si hubiera muerto; soy como una vasija hecha pedazos. Son muchos a los que oigo cuchichear: "Hay terror por todas partes." Se han confabulado contra mí, y traman quitarme la vida. Pero yo, Señor, en ti confío, y digo: "Tú eres mi Dios." Mi vida entera está en tus manos; líbrame de mis enemigos y perseguidores. Que irradie tu faz sobre tu siervo; por tu gran amor, sálvame. Señor, no permitas que me avergüencen, porque a ti he clamado. Que sean avergonzados los malvados, y acallados en el sepulcro. Que sean silenciados sus labios mentirosos, porque hablan contra los justos con orgullo, desdén e insolencia. Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian. Al amparo de tu presencia los proteges de las intrigas humanas; en tu morada los resguardas de las lenguas contenciosas. Bendito sea el Señor, pues mostró su gran amor por mí cuando me hallaba en una ciudad sitiada. En mi confusión llegué a decir: "¡He sido arrojado de tu presencia!" cuando te pedí que me ayudaras. Amen al Señor, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido. Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el Señor esperan.



Proverbios 19:
Más vale pobre e intachable que necio y embustero. El afán sin conocimiento no vale nada; mucho yerra quien mucho corre. La necedad del hombre le hace perder el rumbo, y para colmo se irrita contra el Señor. Con las riquezas aumentan los amigos, pero al pobre hasta su amigo lo abandona. El testigo falso no quedará sin castigo; el que esparce mentiras no saldrá bien librado. Muchos buscan congraciarse con los poderosos; todos son amigos de quienes reparten regalos. Si al pobre lo aborrecen sus parientes, con más razón lo evitan sus amigos. Aunque los busca suplicante, por ninguna parte los encuentra. El que adquiere cordura a sí mismo se ama, y el que retiene el discernimiento prospera. El testigo falso no quedará sin castigo; el que difunde mentiras perecerá. No va bien con el necio vivir entre lujos, y menos con el esclavo gobernar a los príncipes. El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa. Rugido de león es la ira del rey; su favor es como rocío sobre el pasto. El hijo necio es la ruina del padre; la mujer pendenciera es gotera constante. La casa y el dinero se heredan de los padres, pero la esposa inteligente es un don del Señor. La pereza conduce al sueño profundo; el holgazán pasará hambre. El que cumple el mandamiento cumple consigo mismo; el que descuida su conducta morirá. Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones. Corrige a tu hijo mientras aún hay esperanza; no te hagas cómplice de su muerte. El iracundo tendrá que afrontar el castigo; el que intente disuadirlo aumentará su enojo. Atiende al consejo y acepta la corrección, y llegarás a ser sabio. El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor. De todo hombre se espera lealtad. Más vale ser pobre que mentiroso. El temor del Señor conduce a la vida; da un sueño tranquilo y evita los problemas. El perezoso mete la mano en el plato, pero es incapaz de llevarse el bocado a la boca. Golpea al insolente, y se hará prudente el inexperto; reprende al entendido, y ganará en conocimiento. El que roba a su padre y echa a la calle a su madre es un hijo infame y sinvergüenza. Hijo mío, si dejas de atender a la corrección, te apartarás de las palabras del saber. El testigo corrupto se burla de la justicia, y la boca del malvado engulle maldad. El castigo se dispuso para los insolentes, y los azotes para la espalda de los necios.



El Libro de Los Hechos Capítulo 5 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LOS
HECHOS DE LOS APÓSTOLES




CAPÍTULO 5
(33 d.C.)
ANANÍAS Y SAFIRA





MAS un varón llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una posesión (la historia de este hombre y su esposa fue colocada aquí en detalle gráfico por el Espíritu Santo como una advertencia),
2 Y defraudó del precio, sabiéndolo también su mujer (al instante proclama la concepción de este gran pecado y su engaño al llevarse a cabo), y trayendo una parte, la puso a los pies de los Apóstoles (un plan minucioso con una aplicación muy amplia; efectuando con cierto propósito en mente).
3 Y dijo Pedro, Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para mentirle al Espíritu Santo (presenta dos Dones del Espíritu en operación: "el Discernir de Espíritus," y "una Palabra de Conocimiento"; ¿cuántos millones de Cristianos profesantes mienten en la actualidad al Espíritu Santo?), y defraudases del precio de la heredad? (Detalla su plan insidioso.)
4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu potestad? (Significa simplemente que Dios no les exigió vender la propiedad, o dar todo el dinero que se recibió a la Obra del Señor.) ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? (Nos revela en dónde se origina el pecado.) No has mentido a los hombres, sino a Dios (en realidad representa el objeto de todo pecado; ¡está en contra de Dios!).
5 Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y murió (cayó muerto al instante): y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron (es el tipo de temor sano a Dios que todos los hombres debieran tener).
6 Y levantándose los jóvenes, le tomaron, y sacándolo, le dieron sepultura (lo prepararon para el entierro).
7 Y pasado espacio como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.
8 Entonces Pedro le dijo, Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo, Sí, en tanto (todo esto parece indicar que éstos no eran forasteros entre los miles que llegaron a ser salvos, sino que eran bien conocidos; ¡ella tenía la oportunidad de decir la verdad, pero no lo hizo!).
9 Y Pedro le dijo, ¿Por qué os concertasteis para tentar al Espíritu del Señor? (La pregunta de Pedro acerca de la tentación al Espíritu Santo parece insinuar que el Espíritu de Dios trató mucho con ellos, pero fue en vano. Ellos desecharon Sus Advertencias.) He aquí, a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán (parece insinuar que el Señor ya le había dicho a Pedro lo que su reacción sería, y que los mismos jóvenes que habían atendido a su marido esperaban hacer lo mismo con ella).
10 Y luego cayó a los pies de él, y murió (muestra el Juicio de Dios que la mató exactamente como había matado a su marido): y entrados los jóvenes, la hallaron muerta, y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido (la prepararon para el entierro).
11 Y vino un gran temor en toda la Iglesia, y en todos los que oyeron estas cosas (en vista de que el Espíritu Santo vuelve a hacer la misma declaración como la que hizo en el Versículo 5, nos hace comprender que se debe temer a Dios y también elogiarlo; además, si ha de saberlo, el mismo Juicio está ocurriendo hoy en día, pero no tan dramático; el Espíritu Santo es el mismo, por lo tanto, el resultado tiene que ser lo mismo).
PODER
12 Y por las manos de los Apóstoles habían muchos milagros y prodigios en el pueblo (la Iglesia fue fundada en el Poder de Dios, y tiene la intención de salir adelante por el Poder de Dios); (y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón (describe una columnata con techo que llevaba el nombre de Salomón, que corría a lo largo del muro oriental en el Atrio de los Gentiles del Templo de Herodes).
13 Y de los otros, ninguno osaba juntarse con ellos (a los Apóstoles): mas el pueblo los alababa grandemente (sabían que los Apóstoles eran del Señor y que el Señor los usaba en gran manera, por lo tanto no le encontraron ninguna falta).
14 Y los que creían en el Señor se aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres.) (Podría haber por lo menos cuarenta o cincuenta mil, o aun más.)
15 Tanto que echaban los enfermos por las calles, y los ponían en camas y en lechos (claramente se refiere a dos o tres calles diferentes por las cuales Pedro y los Apóstoles llegaban al Templo cada día; la muchedumbre era tanta que no podían entrar todos en el Atrio del Templo), para que viniendo Pedro, a lo menos su sombra tocase a alguno de ellos (implica que cuando esto sucedía, la sanidad ocurría).
16 Y aun de las ciudades vecinas concurría multitud a Jerusalén, trayendo enfermos (explica que este Movimiento de Dios se había extendido) y atormentados de espíritus inmundos (probablemente implica que muchas de las enfermedades fueron causadas por espíritus demoníacos): los cuales todos eran sanados (liberados y sanados).
PERSECUCIÓN
17 Entonces levantándose el Sumo Sacerdote (habla de Anás o de Caifás, no está claro), y todos los que estaban con él, que es la secta de los Saduceos, se llenaron de celo (se refiere a la "envidia" o los "celos"),
18 Y echaron mano a los Apóstoles (se refiere a los Doce), y los pusieron en la cárcel pública.
LIBERACIÓN
19 Mas el Ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel (debiera haberse traducido, "un Ángel"; era uno de los muchos Ángeles que sirven como Espíritus Ministradores a los Creyentes [Heb. 1:14]), y sacándolos, dijo (los sacó de la prisión),
20 Id, y estando en el Templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida (muestra instrucciones contrarias a las de los líderes religiosos; éstas son "Palabras" que anuncian la Vida Eterna a los hombres perdidos).
21 Y cuando hubieron oído esto, entraron de mañana en el Templo, y enseñaban (expresa que era la noche anterior que fueron liberados por el Ángel). Entre tanto, viniendo el Sumo Sacerdote, y los que eran con él, convocaron el Concilio, y a todos los ancianos de los hijos de Israel (la totalidad del Sanedrín Judío, el cuerpo gobernante de Israel), y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos (estaban por recibir una gran sorpresa).
22 Mas como llegaron los ministros, y no los hallaron en la cárcel, volvieron, y dieron aviso (¡indica un escenario absolutamente increíble, y al mismo tiempo totalmente verdadero!),
23 Diciendo, Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad (explica que nada estaba fuera de lugar, y las cerraduras no se habían tocado), y los guardas que estaban delante de las puertas (se refiere a que las guardias no tuvieron ni idea de lo que había pasado): mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro (¿qué debieron haber pensado estos carceleros?).
24 Y cuando oyeron estas palabras el Dirigente y el Magistrado del Templo y los Principales Sacerdotes (¡imagínese su sorpresa!), dudaban en qué vendría a parar aquello (estaban totalmente perplejos; ¡nadie podía explicar lo que había pasado ni adonde esto pararía!).
EL JUICIO
25 Pero viniendo uno, les dio esta noticia, He aquí, los varones que echasteis en la cárcel, están en el Templo, y enseñan al pueblo (obedecieron exactamente lo que el Ángel les había dicho que hicieran).
26 Entonces fue el Magistrado con los ministros, y los trajo sin violencia (quiere decir que ellos no los sujetaron, sino simplemente les pidieron que los siguieran): porque temían del pueblo ser apedreados (temieron a la gente, pero no temieron a Aquél que manifestó Su Poder en la apertura de la prisión, porque sus corazones y conciencias fueron endurecidos con el odio contra Él y Sus seguidores).
27 Y cuando los trajeron, los presentaron en el Concilio (sugiere que el Sanedrín completo de setenta y un miembros estaban presentes, además de los espectadores): y el Sumo Sacerdotes les preguntó,
28 Diciendo, ¿No os denunciamos estrechamente, que no enseñaseis en este Nombre? y, he aquí, habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina (expresa el éxito de su Predicación y Enseñanza), y queréis echar sobre nosotros la sangre de este Hombre (procura ahora evitar su propia imprecación, después de haber exclamado antes que "Su Sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos" [Mat. 27: 25]).
29 Y respondiendo Pedro y los Apóstoles, dijeron (significa que su respuesta fue al instante e inequívocamente claro), Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres (en esta valiente respuesta no había orgullo ni obstinación; había fidelidad, sometimiento a la Verdad e inteligencia en Las Escrituras; Hervey dijo, "la regla es de oro para todos los hombres, todas las circunstancias y para siempre").
30 Dios de nuestros padres levantó a Jesús (Pedro conecta a Jesús con los Patriarcas y los Profetas de la antigüedad, también con Dios), al Cual vosotros matasteis colgándole de un madero (coloca la responsabilidad del asesinato de Cristo directamente sobre los hombros del Sanedrín).
31 A Éste Dios ha ensalzado con Su Diestra (se refiere al hecho de que el Poder de Dios no sólo levantó a Jesús de los muertos, sino también Lo ha sentado a Su Propia Diestra en los Cielos [Rom. 8:34; Ef. 1:20]) por Príncipe y Salvador (como "el Príncipe," Él es el Líder Titular de Israel y la Iglesia; como el "Salvador," Él es el "Libertador," y no hay ningún otro), para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados (nos dice que no sólo es el Señor Jesús el Medio del Perdón y la Vida, sino que Él es el Dispensador de ambos; ¡como también, Él "Da," no vende!).
32 Y nosotros somos testigos Suyos de estas cosas (en efecto, dice que su Doctrina no sólo era una filosofía, sino más bien relatos de testigos oculares), y también el Espíritu Santo, El Cual ha dado Dios a los que Le obedecen (el testimonio del Espíritu Santo en el corazón y vida de los Creyentes garantiza la veracidad de todo lo que Cristo hizo en la Cruz).
33 Ellos, oyendo esto, se enfurecieron (las palabras de Pedro promulgadas con convicción poderosa), y consultaban matarlos (es la reacción que proviene normalmente del mundo de la religión).
GAMALIEL
34 Entonces levantándose en el Concilio un Fariseo llamado Gamaliel, Doctor de la Ley, venerable a todo el pueblo (constituye a uno de los Rabinos Judíos más famoso y honrado; Él era el Nieto de Hilel y le sucedió como Presidente del Sanedrín después de la muerte de Su Padre, el Rabino Simeón, el hijo de Hilel), mandó que sacasen fuera un poco a los Apóstoles (a fin de que su palabra de sabiduría fuese dada a los miembros del Sanedrín);
35 Y les dijo, Varones Israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habéis de hacer (claramente, el Espíritu Santo se manifestó en él para tomar esta posición).
36 Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien (es claro que tiene que ver con una insurrección particular dirigida por este hombre, que había ocurrido recientemente); al que se agregó un número de hombres como cuatrocientos: el cual fue matado; y todos los que le creyeron fueron dispersos, y reducidos a nada (se refiere a aquéllos que quedaron embaucados por este Mesías autonombrado, o algo semejante).
37 Después de éste, se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí (otro incitador de sedición): pereció también aquél; y todos los que consintieron con él, se dispersaron (explica que éstos tendrán el mismo fin que aquéllos bajo Teudas).
38 Y ahora os digo, Dejaos de estos hombres, y dejadlos (en efecto, Gamaliel decía, "déjenlos solos, Roma se encargará del problema"): porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá (en este caso, ese consejo estaba en lo correcto):
39 Mas si es de Dios, no la podréis deshacer (expresa una gran Verdad como la dio Gamaliel); no seáis tal vez hallados resistiendo a Dios (presenta la peor posición en que alguien puede encontrarse).
PERSECUCIÓN
40 Y convinieron con él (por lo menos en cuanto a no matarlos): y llamando a los Apóstoles, después de azotados (demuestra un castigo cruel y brutal que era cobarde e injusto), les ordenaron que no hablasen en el Nombre de Jesús, y los soltaron (manifiesta la segunda vez que les ordenaron que no debían Predicar en ese Nombre [Hch. 4:17-18]).
REGOCIJO
41 Y ellos partieron de delante del Concilio (expresa aquello del cual el Señor hace mucho ya se había apartado), gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre (indica el primer golpe agudo de la persecución; fue amargo y doloroso a la carne, pero causó regocijo en el espíritu; la deshonra es la Gloria si se sufre a causa del Nombre).
42 Y todos los días, en el Templo (los demuestra vigorosa y correctamente que destacaron a sus Jueces ilegales, mientras que ellos siguieron predicando que Jesús era el Mesías Prometido) y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (nos dice que las Iglesias de esa época se reunían en casas en su mayor parte, y probablemente en su totalidad).





Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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