02 November 2010

El 2 de Noviembre Lectura Bíblica Diaria


El 2 de Noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Jeremías 40 a 42:
La palabra del Señor vino a Jeremías después de que Nabuzaradán, el comandante de la guardia, lo había dejado libre en Ramá. Allí lo había encontrado Nabuzaradán preso y encadenado, entre todos los cautivos de Judá y Jerusalén que eran deportados a Babilonia. El comandante de la guardia tomó aparte a Jeremías, y le dijo: "El Señor tu Dios decretó esta calamidad para este lugar, y ahora el Señor ha cumplido sus amenazas. Todo esto les ha pasado porque pecaron contra el Señor y desobedecieron su voz. No obstante, hoy te libero de las cadenas que te sujetan las manos. Si quieres venir conmigo a Babilonia, ven, que yo te cuidaré. Pero si no quieres, no lo hagas. Mira, tienes ante tus ojos toda la tierra: ve adonde más te convenga." Como Jeremías no se decidía, Nabuzaradán añadió: "Vuelve junto a Guedalías hijo de Ajicán, nieto de Safán, a quien el rey de Babilonia ha nombrado gobernador de las ciudades de Judá, y vive con él y con tu pueblo, o ve adonde más te convenga." Jeremías se fue entonces junto a Guedalías hijo de Ajicán, en Mizpa, y se quedó con él, en medio del pueblo que había permanecido en el país. Cuando todos los jefes y soldados del ejército que estaban en el campo se enteraron de que el rey de Babilonia había puesto a Guedalías hijo de Ajicán como gobernador del país, y de que le había confiado el cuidado de hombres, mujeres y niños, así como de los más pobres del país que no habían sido deportados a Babilonia, fueron a Mizpa para presentarse ante Guedalías. Entre ellos estaban: Ismael hijo de Netanías, Johanán y Jonatán hijos de Carea, Seraías hijo de Tanjumet, los hijos de Efay de Netofa, y Jezanías, hijo de un hombre de Macá, y sus hombres. Guedalías hijo de Ajicán, nieto de Safán, les hizo este juramento a ellos y a sus tropas: "No teman a los babilonios. Si ustedes se quedan en el país y sirven al rey de Babilonia, les aseguro que les irá bien. Yo me quedaré en Mizpa, para representarlos ante los babilonios que vengan hasta acá. Pero ustedes, comiencen a almacenar en recipientes vino, frutos de verano y aceite, y vivan en las ciudades que han ocupado." Todos los judíos que estaban en Moab, Amón y Edom, y en todos los otros países, se enteraron también de que el rey de Babilonia había dejado un remanente en Judá, y nombrado como gobernador a Guedalías hijo de Ajicán, nieto de Safán. Entonces todos estos judíos regresaron a la tierra de Judá, de todos los países donde estaban dispersos. Al llegar, se presentaron en Mizpa ante Guedalías, y también almacenaron vino y frutos de verano en abundancia. Johanán hijo de Carea, y todos los demás jefes militares que estaban en el campo, se presentaron ante Guedalías en Mizpa, y le dijeron: ¿No sabes que Balís, rey de Amón, ha mandado a Ismael hijo de Netanías, para matarte? Pero Guedalías hijo de Ajicán no les creyó. Y allí en Mizpa, Johanán hijo de Carea le propuso en secreto a Guedalías: Déjame ir a matar a Ismael hijo de Netanías. ¡Nadie tiene que enterarse! ¿Por qué vamos a permitir que te asesine? Eso causaría la dispersión de todos los judíos que se han reunido a tu alrededor, y acabaría con lo que queda de Judá. Pero Guedalías hijo de Ajicán le respondió a Johanán hijo de Carea: ¡Ni lo pienses! ¡Lo que dices acerca de Ismael es mentira! En el mes séptimo Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisama, que era de estirpe real y había sido uno de los oficiales del rey, vino a Mizpa con diez hombres y se presentó ante Guedalías hijo de Ajicán. Y ahí en Mizpa, mientras comían juntos, Ismael hijo de Netanías se levantó y, junto con los diez hombres que lo acompañaban, hirió a filo de espada a Guedalías hijo de Ajicán, nieto de Safán, quitándole la vida. Así hicieron con quien había sido nombrado gobernador del país por el rey de Babilonia. Ismael mató también a todos los judíos y soldados que se encontraban en Mizpa con Guedalías. Al día siguiente del asesinato de Guedalías, cuando todavía nadie se había enterado, llegaron de Siquén, Siló y Samaria ochenta hombres con la barba afeitada, la ropa rasgada, y el cuerpo lleno de cortaduras que ellos mismos se habían hecho. Traían ofrendas de cereales, e incienso, para presentarlas en la casa del Señor. Desde Mizpa salió a su encuentro Ismael hijo de Netanías; iba llorando y, cuando los encontró, les dijo: Vengan a ver a Guedalías hijo de Ajicán. Pero no habían llegado al centro de la ciudad cuando Ismael hijo de Netanías y sus secuaces los mataron y los arrojaron en una cisterna. Había entre ellos diez hombres, que le rogaron a Ismael: ¡No nos mates; tenemos escondidos en el campo trigo, cebada, aceite y miel! Ismael accedió, y no los mató como a sus compañeros. El rey Asá había hecho una fosa para defenderse de Basá, rey de Israel, y en esa fosa fue donde Ismael arrojó los cadáveres de los hombres que había matado, junto con Guedalías, llenándola de cadáveres. Después Ismael se llevó en cautiverio a las hijas del rey y a todo el resto del pueblo que había quedado en Mizpa, a quienes Nabuzaradán, comandante de la guardia, había puesto bajo el mando de Guedalías hijo de Ajicán. Ismael hijo de Netanías salió con sus cautivos hacia el territorio de los amonitas. Cuando Johanán hijo de Carea, y todos los jefes militares que estaban con él, se enteraron del crimen que había cometido Ismael hijo de Netanías, reunieron a todos sus hombres y fueron a pelear contra él. Lo encontraron cerca del gran estanque que está en Gabaón. Y sucedió que toda la gente que estaba con Ismael se alegró al ver a Johanán hijo de Carea, acompañado de todos los jefes militares. Todo el pueblo que Ismael llevaba cautivo desde Mizpa se dio la vuelta y se fue con Johanán hijo de Carea. Pero Ismael hijo de Netanías y ocho de sus hombres se escaparon de Johanán y huyeron hacia Amón. Entonces Johanán hijo de Carea, junto con todos los jefes militares que lo acompañaban, tomaron y rescataron al resto del pueblo que desde Mizpa se había llevado Ismael hijo de Netanías, luego de haber asesinado a Guedalías hijo de Ajicán: eran soldados, mujeres, niños y altos funcionarios. Se pusieron en marcha hasta llegar a Guerut Quimán, que está junto a Belén, desde donde pensaban continuar a Egipto para huir de los babilonios. Estaban con temor, ya que Ismael hijo de Netanías había matado a Guedalías hijo de Ajicán, a quien el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país. Entonces se acercaron Johanán hijo de Carea y Azarías hijo de Osaías, junto con los jefes militares y todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande, y le dijeron al profeta Jeremías: Por favor, atiende a nuestra súplica y ruega al Señor tu Dios por todos nosotros los que quedamos. Como podrás darte cuenta, antes éramos muchos, pero ahora quedamos sólo unos cuantos. Ruega para que el Señor tu Dios nos indique el camino que debemos seguir, y lo que debemos hacer. Jeremías les respondió: Ya los he oído. Voy a rogar al Señor, al Dios de ustedes, tal como me lo han pedido. Les comunicaré todo lo que el Señor me diga, y no les ocultaré absolutamente nada. Ellos le dijeron a Jeremías: Que el Señor tu Dios sea un testigo fiel y verdadero contra nosotros, si no actuamos conforme a todo lo que él nos ordene por medio de ti. Sea o no de nuestro agrado, obedeceremos la voz del Señor nuestro Dios, a quien te enviamos a consultar. Así, al obedecer la voz del Señor nuestro Dios, nos irá bien. Diez días después, la palabra del Señor vino a Jeremías. Éste llamó a Johanán hijo de Carea, a todos los jefes militares que lo acompañaban, y a todo el pueblo, desde el más chico hasta al más grande, y les dijo: "Así dice el Señor, Dios de Israel, a quien ustedes me enviaron para interceder por ustedes: Si se quedan en este país, yo los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré, porque me duele haberles causado esa calamidad. No teman al rey de Babilonia, al que ahora temen afirma el Señor; no le teman, porque yo estoy con ustedes para salvarlos y librarlos de su poder. Tendré compasión de ustedes, y de esa manera él también les tendrá compasión y les permitirá volver a su tierra. "Pero si desobedecen la voz del Señor, Dios de ustedes, y dicen: No nos quedaremos en esta tierra, sino que nos iremos a Egipto, donde no veremos guerra, ni escucharemos el sonido de la trompeta, ni pasaremos hambre, y allí nos quedaremos a vivir, entonces presten atención a la palabra del Señor, ustedes los que quedan en Judá: Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Si ustedes insisten en trasladarse a Egipto para vivir allá, la guerra que tanto temen los alcanzará, y el hambre que los aterra los seguirá de cerca hasta Egipto, y en ese lugar morirán. Todos los que están empecinados en trasladarse a Egipto para vivir allá, morirán por la guerra, el hambre y la peste. Ninguno sobrevivirá ni escapará a la calamidad que haré caer sobre ellos. Porque así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Así como se ha derramado mi ira y mi furor sobre los habitantes de Jerusalén, así se derramará mi furor sobre ustedes, si se van a Egipto. Se convertirán en objeto de maldición, de horror, de imprecación y de oprobio, y nunca más volverán a ver este lugar. "¡Remanente de Judá! El Señor les ha dicho que no vayan a Egipto. Sepan bien que hoy les hago una advertencia seria. Ustedes cometieron un error fatal cuando me enviaron al Señor, Dios de ustedes, y me dijeron: Ruega al Señor, nuestro Dios, por nosotros, y comunícanos todo lo que él te diga, para que lo cumplamos. Hoy se lo he hecho saber a ustedes, pero no han querido obedecer la voz del Señor su Dios en nada de lo que él me encargó comunicarles. Por lo tanto, sepan bien que en el lugar donde quieren residir morirán por la guerra, el hambre y la peste."


Salmo 23:
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas. por amor a su nombre. Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta. Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos. Has ungido con perfume mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar. La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre.



Proverbios 11:
El Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas. Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría. A los justos los guía su integridad; a los falsos los destruye su hipocresía. En el día de la ira de nada sirve ser rico, pero la justicia libra de la muerte. La justicia endereza el camino de los íntegros, pero la maldad hace caer a los impíos. La justicia libra a los justos, pero la codicia atrapa a los falsos. Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder. El justo se salva de la calamidad, pero la desgracia le sobreviene al malvado. Con la boca el impío destruye a su prójimo, pero los justos se libran por el conocimiento. Cuando el justo prospera, la ciudad se alegra; cuando el malvado perece, hay gran regocijo. La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye. El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua. La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta. Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros. El fiador de un extraño saldrá perjudicado; negarse a dar fianza es vivir en paz. La mujer bondadosa se gana el respeto; los hombres violentos sólo ganan riquezas. El que es bondadoso se beneficia a sí mismo; el que es cruel, a sí mismo se perjudica. El malvado obtiene ganancias ilusorias; el que siembra justicia asegura su ganancia. El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte. El Señor aborrece a los de corazón perverso, pero se complace en los que viven con rectitud. Una cosa es segura: Los malvados no quedarán impunes, pero los justos saldrán bien librados. Como argolla de oro en hocico de cerdo es la mujer bella pero indiscreta. Los deseos de los justos terminan bien; la esperanza de los malvados termina mal. Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado. La gente maldice al que acapara el trigo, pero colma de bendiciones al que gustoso lo vende. El que madruga para el bien, halla buena voluntad; el que anda tras el mal, por el mal será alcanzado. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje. El que perturba su casa no hereda más que el viento, y el necio termina sirviendo al sabio. El fruto de la justicia es árbol de vida, pero el que arrebata vidas es violento. Si los justos reciben su pago aquí en la tierra, ¡cuánto más los impíos y los pecadores!




El Libro de Juan Capítulo 18 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN JUAN

CAPÍTULO 18
(33 d.C.)
LA TRAICIÓN
CUANDO Jesús hubo dicho estas Palabras (probablemente se refiere a todo lo declarado en los Capítulos 14 a 17), se salió con Sus Discípulos tras el arroyo de Cedrón (el arroyo de Cedrón [Kedrón] corre en un valle profundo entre el Monte de los Olivos y la Ciudad de Jerusalén), donde estaba un huerto, en el cual entró Jesús y Sus Discípulos (se refirió del "Getsemaní").
2 Y también Judas, el que Le entregaba, conocía aquel lugar: porque muchas veces Jesús se juntaba allí con Sus Discípulos (parece que era el lugar donde Él pasó la mayoría de las noches mientras estaba en la Ciudad de Jerusalén).
3 Judas pues, tomando una compañía y ministros de los Principales Sacerdotes y de los Fariseos (Juan completamente omitía la Pasión de Cristo en el Huerto, y que va al grano con lo de Su arresto), vino allí con linternas y antorchas y con armas (era la Pascua, luna llena; pero la traición y el odio los hacía desconfiar de la luz pura y suave; por lo tanto, sus enemigos llevaron antorchas y linternas).
4 Empero Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre Él (expresa que fue guiado perfectamente por el Padre y por medio del Ministerio del Espíritu Santo), salió delante, y les dijo, ¿A quién buscáis? (se refiere al arresto cuando Él se encontró con los soldados y los guardianes del Templo; así es la maldad; y sobre todo, la maldad religiosa.)
5 Le respondieron, A Jesús Nazareno (decían el Nombre más Grande en los anales de la historia humana). Les dice Jesús, Yo Soy Él (debiera ser traducido, "Yo Soy," por el pronombre "Él" fue agregado por los traductores; y así como tal, Él dijo la misma cosa que dijo a Moisés hacía 1.600 años antes [Éx. 3:14]). Y estaba también con ellos Judas, el que Le entregaba (Judas tenía una alternativa en que debía tomar una decisión; él podría ponerse al lado de Jesús o al lado de la jerarquía religiosa; ¡él no podía ponerse al lado de ambos!).
6 Y como les dijo, Yo Soy (describe el Poder y la Fuerza con que éstas Palabras fueron habladas), volvieron atrás, y cayeron en tierra (habrían unos cien o más hombres presentes; Su Respuesta y la reacción de ellos cumplieron la predicción de David tocante a este momento [Sal. 27:2]).
7 Les volvió, pues, a preguntar, ¿A quién buscáis? (Él les volvió a interrogar, porque con esta demostración de Poder Él quiere que ellos comprendieran completamente lo que hacían, y exactamente a Quién estaban arrestando.) Y ellos dijeron, A Jesús Nazareno (al parecer que Su demostración de Poder les hablara a ellos para que pudieran hacer una pausa; sin embargo, el corazón humano, en su dureza, no se rinde fácilmente a la Justicia).
8 Respondió Jesús, Os he dicho que Yo soy: pues si a Mi buscáis, dejad ir a éstos (se refiere a Sus Discípulos, y presentó una petición a la cual ellos no se atrevieron a desobedecer).
9 Para que se cumpliese la Palabra que había dicho (una inserción en la narrativa de Juan), De los que Me diste ninguno de ellos perdí ([Jn. 17:12], el Señor está refiriéndose de ese momento tocante a Su arresto).
10 Entonces Simón Pedro que tenía espada, la sacó, e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha (muestra a Pedro, yo creo, intentando partir el cráneo del hombre; el Espíritu Santo, sin duda, desvió su puntería, y la espada le cortó sólo la oreja). Y el siervo se llamaba Malco (sólo Juan proveyó el nombre del siervo; sin embargo, Juan no hace mención de la sanidad de la oreja del hombre como lo hizo Lucas [Luc. 22:51]).
11 Jesús entonces dijo a Pedro, Mete tu espada en la vaina (en una sola frase, Jesús estaba declarando a la Iglesia que el Evangelio no ha de propagarse por espada y, de hecho, ¡no puede propagarse así!): el vaso que el Padre Me ha dado, ¿no lo tengo de beber? (Declara lo que se tiene que hacer.)
CAIFÁS
12 Entonces la compañía y el tribuno y los ministros de los Judíos, prendieron a Jesús y Le ataron (era parte del proceso para todos aquéllos que eran arrestados),
13 Y Le llevaron primeramente a Anás (quizás él era el jefe del Sanedrín, el cuerpo gobernante de Israel); porque era suegro de Caifás, el cual era Sumo Sacerdote en aquel año (esta posición era designada por las autoridades Romanas).
14 Y era Caifás, el que había dado el consejo a los Judíos, que era necesario que un hombre muriese por el pueblo (¡este "consejo" destruiría a su Nación!).
PEDRO
15 Y seguían a Jesús Simón Pedro, y otro Discípulo (se refiere a Juan el Amado, quien escribió este relato): y aquel Discípulo era conocido del Sumo Sacerdote, y entró con Jesús al atrio del Sumo Sacerdote (no se sabe qué tan bien conocía Juan a Caifás).
16 Mas Pedro estaba fuera a la puerta (probablemente Juan tenía permiso para entrar y Pedro no lo tenía). Y salió aquel Discípulo que era conocido del Sumo Sacerdote, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro.
17 Entonces la criada portera dijo a Pedro, ¿No eres tú también de los Discípulos de este Hombre? (Da inicio ya a la escena que será tan hiriente a Pedro y a Jesús.) Dice él, No soy (era un pecado terrible; y en la forma como se desenvuelve el pecado, se vuelve peor con el fracaso).
18 Y estaban en pie los siervos y los ministros que estaban de pie alrededor de una hoquera; porque hacía frío: y se calentaban: y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose (exhibe a Pedro trabando amistad con los enemigos del Señor).
EL PROCESO
19 Y el Sumo Sacerdote preguntó a Jesús acerca de Sus Discípulos (todos los seguidores de Cristo) y de Su Doctrina (corresponde a las cosas que Él enseñó).
20 Jesús le respondió, Yo públicamente he hablado al mundo (Él no dijo nada en secreto); Yo siempre he enseñado en la Sinagoga y en el Templo, donde se juntan todos los Judíos (en esencia dice, "si tú estás reclamando que Yo prediqué o enseñé algo indebido, ¿por qué no Me arrestaron en una de las Sinagogas o en el Templo? ¿Por qué no Me acusaron delante de la gente?"); y nada he hablado en oculto (no había sedición alguna).
21 ¿Por qué Me preguntas a Mí? (En efecto, penetra a través de su hipocresía.) pregunta a los que han oído, qué les haya Yo hablado: he aquí, ésos saben lo que Yo he dicho (el espíritu de Tinieblas en ellos luchaba contra el Espíritu de la Luz en Él; cierto es que ellos eran religiosos, pero la verdad es que, eran diablos religiosos, el cual en una forma u otra describe a toda la religión).
22 Y cuando Él hubo dicho esto, uno de los siervos que estaba allí, dio una bofetada a Jesús (probablemente hizo esto para congraciarse con el Sumo Sacerdote), diciendo, ¿Así respondes al Sumo Sacerdote? (Contesta el hecho de que ellos estaban buscando un motivo para herirle.)
23 Le respondió Jesús, Si he hablado mal, da testimonio del mal (en esencia dice, "¡si Yo he hablado o cometido algún tipo de maldad, ¡díganmelo!"): y si bien, ¿por qué Me hieres? (¿Qué he dicho o hecho Yo para merecer esto?)
24 Y Anás Le había enviado atado a Caifás, el Sumo Sacerdote (se expresa en el tiempo pasado y, por lo tanto, se refiere a Jesús que fue enviado por Anás a donde fue enviado primero).
PEDRO
25 Estaba pues Pedro en pie calentándose (a continuación el relato de Pedro como concluyó en el Versículo 18). Y le dijeron, ¿No eres tú de Sus Discípulos? (Muestra a otros que hacen la acusación, junto con la muchacha del Versículo 17.) Él negó, y dijo, No soy (fue la segunda negación).
26 Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, le dice, ¿No te vi yo en el huerto con Él? (Presenta la ocasión para la tercera negación.)
27 Y negó Pedro otra vez: y luego el gallo cantó (el cumplimiento de la predicción de Jesús [Luc. 22:34]).
PILATO
28 Y llevaron a Jesús de Caifás al pretorio (al Tribunal de Pilato): y era por la mañana (representa la cuarta vigilia de la noche, lo cual era entre las 3:00 de la mañana y las 6:00 de la mañana, pero más cerca de las 6:00 de la madrugada); y ellos no entraron en el pretorio, por no ser contaminados (¡irónico! Ellos podían asesinar al Señor de la Gloria, pero su religión les prohibió entrar en la casa de un Gentil; ¡así es la auto-justicia!); sino que comiesen la Pascua (tiene referencia a la idea que la limpieza de tal profanación requeriría un período de tiempo y, por lo tanto, ellos no podían participar de la Pascua ese día; ellos ni siquiera se daban cuenta que estaban acabando la Verdadera Pascua).
29 Entonces salió Pilato a ellos fuera, y dijo, ¿Qué acusación traéis contra este Hombre?
30 Respondieron y le dijeron, Si Éste no fuera malhechor, no te Le habríamos entregado (en realidad no registra respuesta alguna, simplemente porque no tenían un caso contra Él).
31 Les dice entonces Pilato, Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra Ley (le declara como deseoso de deshacerse de este asunto). Y los Judíos le dijeron, A nosotros no es lícito matar a nadie (ya ellos Le habían condenado en sus corazones; y ¡ahora ellos quisieron que Él muriera!):
32 Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir (Jesús había predicho esto en Juan 3:14; 8:28; 12:32; la Mente de Dios desde hace ya mucho tiempo había resuelto esta cuestión [I Ped. 1:18-20]).
33 Así que, Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús (él llama a Jesús a su lado, fuera del oír de la muchedumbre), y Le dijo, ¿Eres Tú el Rey de los Judíos? (Él esperaba una respuesta negativa; si Él contestara en lo afirmativo, sería fácil sugerirle a Pilato que Él tenía que estar bajo alguna alucinación vana.)
34 Le respondió Jesús, ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de Mí? (La pregunta que hizo Jesús tiene la intención de llevar al Gobernador más allá de las acusaciones que soltaron los que estaban sedientos de sangre.)
35 Pilato respondió, ¿Soy yo Judío? (Esta pregunta fue hecha con algo de sarcasmo, y en efecto fue más que una declaración que una pregunta.) Tu gente, y los Sumos Sacerdotes, Te han entregado a mi (en efecto, dice, "¡yo no levanté los cargos en Tu contra, ellos lo hicieron!"): ¿qué has hecho? (Es un interrogante para él mismo como para Jesús.)
36 Respondió Jesús, Mi Reino no es de este mundo (de ninguna manera niega Su Realeza, sino que afirma el origen de Su Reino y Su Realeza no son de este mundo): si de este mundo fuera Mi Reino, Mis servidores pelearían para que Yo no fuera entregado a los Judíos (en esencia, dice que si Él fuera lo que los Judíos afirmaban, un usurpador en contra de Roma, desde hace mucho tiempo Sus Seguidores hubieran recurrido a usar la fuerza): ahora, pues, Mi Reino no es de aquí (ahora no es de este mundo, pero lo será en el futuro [Hab. 2:14; Apoc., cap. 19]).
37 Le dijo entonces Pilato, ¿Luego Rey eres Tú? (No se hizo esta pregunta con sarcasmo ni con sinceridad; probablemente, ¡había un poco de los dos.) Respondió Jesús, Tú dices que Yo soy Rey (es lo mismo que decir "¡sí, así es!"). Yo para esto he nacido (tiene que ver con la Encarnación, Dios hecho Hombre [Isa. 7:14]), y para esto he venido al mundo (Él ha de ser Rey en los corazones de todos los que creen en Él), para dar testimonio a la Verdad (conlleva en esta declaración la personificación entera de los Caminos de Dios). Todo aquél que es de la Verdad, oye Mi Voz (solamente los que sinceramente desean la Verdad conocerán a Cristo, es decir, "oirán Su Voz").
BARRABÁS
38 Le dice Pilato, ¿Qué cosa es Verdad? (Pilato se revela como un cínico con esta pregunta.) Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los Judíos, y les dice (sucedió en medio de un tumulto), Yo no hallo en Él ningún crimen (Pilato sabía que Jesús no era culpable de traición contra Roma, ni de ningún otro tipo de infracción).
39 Empero vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua (parece que aconteció inmediatamente después de que Herodes devolvió a Jesús a Pilato): ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judíos? (Fue dicho con algo de sarcasmo, pero aún con una apelación a la idiotez de estas acusaciones.)
40 Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo, No a Éste, sino a Barrabás (Pilato pensó que quizás él podría escaparse de la situación, ¡pensando que de seguro la gente preferiría a Jesús que a un ladrón! ¡Él se decepcionó tristemente!). Y Barrabás era ladrón (escogieron a un ladrón y desde entonces ellos han sido robados despiadadamente).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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