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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-2
El 21 de marzo Lectura Bíblica Diaria:
Daniel 6 a 8:
Para
el control eficaz de su reino, Darío consideró prudente nombrar a
ciento veinte sátrapas y tres administradores, uno de los cuales era
Daniel. Estos sátrapas eran responsables ante los administradores, a fin
de que los intereses del rey no se vieran afectados. Y tanto se
distinguió Daniel por sus extraordinarias cualidades administrativas,
que el rey pensó en ponerlo al frente de todo el reino. Entonces los
administradores y los sátrapas empezaron a buscar algún motivo para
acusar a Daniel de malos manejos en los negocios del reino. Sin embargo,
no encontraron de qué acusarlo porque, lejos de ser corrupto o
negligente, Daniel era un hombre digno de confianza. Por eso
concluyeron: "Nunca encontraremos nada de qué acusar a Daniel, a no ser
algo relacionado con la ley de su Dios." Formaron entonces los
administradores y sátrapas una comisión para ir a hablar con el rey, y
estando en su presencia le dijeron: ¡Que viva para siempre Su Majestad,
el rey Darío! Nosotros los administradores reales, junto con los
prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores, convenimos en que Su
Majestad debiera emitir y confirmar un decreto que exija que, durante
los próximos treinta días, sea arrojado al foso de los leones todo el
que adore a cualquier dios u hombre que no sea Su Majestad. Expida usted
ahora ese decreto, y póngalo por escrito. Así, conforme a la ley de
los medos y los persas, no podrá ser revocado. El rey Darío expidió el
decreto y lo puso por escrito. Cuando Daniel se enteró de la
publicación del decreto, se fue a su casa y subió a su dormitorio,
cuyas ventanas se abrían en dirección a Jerusalén. Allí se arrodilló y
se puso a orar y alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres
veces al día. Cuando aquellos hombres llegaron y encontraron a Daniel
orando e implorando la ayuda de Dios, fueron a hablar con el rey
respecto al decreto real: ¿No es verdad que Su Majestad publicó un
decreto? Según entendemos, todo el que en los próximos treinta días
adore a otro dios u hombre que no sea Su Majestad, será arrojado al
foso de los leones. El decreto sigue en pie contestó el rey. Según la
ley de los medos y los persas, no puede ser derogado. ¡Pues Daniel
respondieron ellos, que es uno de los exiliados de Judá, no toma en
cuenta a Su Majestad ni al decreto que ha promulgado! ¡Todavía sigue
orando a su Dios tres veces al día! Cuando el rey escuchó esto, se
deprimió mucho y se propuso salvar a Daniel, así que durante todo el
día buscó la forma de salvarlo. Pero aquellos hombres fueron a ver al
rey y lo presionaron: No olvide Su Majestad que, según la ley de los
medos y los persas, ningún decreto ni edicto emitido por el rey puede
ser derogado. El rey dio entonces la orden, y Daniel fue arrojado al
foso de los leones. Allí el rey animaba a Daniel: ¡Que tu Dios, a quien
siempre sirves, se digne salvarte! Trajeron entonces una piedra, y con
ella taparon la boca del foso. El rey lo selló con su propio anillo y
con el de sus nobles, para que la sentencia contra Daniel no pudiera
ser cambiada. Luego volvió a su palacio y pasó la noche sin comer y sin
divertirse, y hasta el sueño se le fue. Tan pronto como amaneció, se
levantó y fue al foso de los leones. Ya cerca, lleno de ansiedad gritó:
Daniel, siervo del Dios viviente, ¿pudo tu Dios, a quien siempre
sirves, salvarte de los leones? ¡Que viva Su Majestad por siempre!
contestó Daniel desde el foso. Mi Dios envió a su ángel y les cerró la
boca a los leones. No me han hecho ningún daño, porque Dios bien sabe
que soy inocente. ¡Tampoco he cometido nada malo contra Su Majestad!
Sin ocultar su alegría, el rey ordenó que sacaran del foso a Daniel.
Cuando lo sacaron, no se le halló un solo rasguño, pues Daniel confiaba
en su Dios. Entonces el rey mandó traer a los que falsamente lo habían
acusado, y ordenó que los arrojaran al foso de los leones, junto con
sus esposas y sus hijos. ¡No habían tocado el suelo cuando ya los
leones habían caído sobre ellos y les habían triturado los huesos! Más
tarde el rey Darío firmó este decreto: "A todos los pueblos, naciones y
lenguas de este mundo: "¡Paz y prosperidad para todos! "He decretado
que en todo lugar de mi reino la gente adore y honre al Dios de Daniel.
"Porque él es el Dios vivo, y permanece para siempre. Su reino jamás
será destruido, y su dominio jamás tendrá fin. Él rescata y salva; hace
prodigios en el cielo y maravillas en la tierra. ¡Ha salvado a Daniel
de las garras de los leones!" Fue así como Daniel prosperó durante los
reinados de Darío y de Ciro el Persa. En el primer año del reinado de
Belsasar en Babilonia, Daniel tuvo un sueño y visiones mientras yacía
en su lecho. Entonces puso por escrito lo más importante de su sueño, y
esto es lo que escribió: "Durante la noche tuve una visión, y en ella
veía al gran mar, agitado por los cuatro vientos del cielo. Del mar
salían cuatro bestias enormes, cada una diferente de la otra. "La
primera de ellas se parecía a un león, pero sus alas eran las de un
águila. Mientras yo la observaba, le arrancaron las alas, la levantaron
del suelo, y la obligaron a pararse sobre sus patas traseras, como si
fuera un hombre. Y se le dio un corazón humano. "La segunda bestia que
vi se parecía a un oso. Se levantaba sobre uno de sus costados, y entre
sus fauces tenía tres costillas. A esta bestia se le dijo: ¡Levántate y
come carne hasta que te hartes! "Ante mis propios ojos vi aparecer
otra bestia, la cual se parecía a un leopardo, aunque en el lomo tenía
cuatro alas, como las de un ave. Esta bestia tenía cuatro cabezas, y
recibió autoridad para gobernar. "Después de esto, en mis visiones
nocturnas vi ante mí una cuarta bestia, la cual era extremadamente
horrible y poseía una fuerza descomunal. Con sus grandes colmillos de
hierro aplastaba y devoraba a sus víctimas, para luego pisotear los
restos. Tenía diez cuernos, y no se parecía en nada a las otras
bestias. "Mientras me fijaba en los cuernos, vi surgir entre ellos otro
cuerno más pequeño. Por causa de éste fueron arrancados tres de los
primeros. El cuerno pequeño parecía tener ojos humanos, y una boca que
profería insolencias. "Mientras yo observaba esto, se colocaron unos
tronos, y tomó asiento un venerable Anciano. Su ropa era blanca como la
nieve, y su cabello, blanco como la lana. centelleaban como el fuego.
De su presencia brotaba un torrente de fuego. Miles y millares le
servían, centenares de miles lo atendían. Al iniciarse el juicio, los
libros fueron abiertos. "Yo me quedé mirando por causa de las grandes
insolencias que profería el cuerno. Seguí mirando hasta que a esta
bestia la mataron, la descuartizaron y echaron los pedazos al fuego
ardiente. A las otras bestias les quitaron el poder, aunque las dejaron
vivir por algún tiempo. "En esa visión nocturna, vi que alguien con
aspecto humano venía entre las nubes del cielo. Se acercó al venerable
Anciano y fue llevado a su presencia, y se le dio autoridad, poder y
majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron! ¡Su
dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás será
destruido! "Yo, Daniel, me quedé aterrorizado, y muy preocupado por las
visiones que pasaban por mi mente. Me acerqué entonces a uno de los que
estaban allí, y le pregunté el verdadero significado de todo esto. Y
ésta fue su interpretación: Las cuatro grandes bestias son cuatro reinos
que se levantarán en la tierra, pero los santos del Altísimo recibirán
el reino, y será suyo para siempre, ¡para siempre jamás! "Quise
entonces saber el verdadero significado de la cuarta bestia, la cual
desmenuzaba a sus víctimas y las devoraba, pisoteando luego sus restos.
Era muy distinta a las otras tres, pues tenía colmillos de hierro y
garras de bronce. ¡Tenía un aspecto espantoso! Quise saber también
acerca de los diez cuernos que tenía en la cabeza, y del otro cuerno
que le había salido y ante el cual habían caído tres de ellos. Este
cuerno se veía más impresionante que los otros, pues tenía ojos y
hablaba con insolencia. "Mientras observaba yo, este cuerno libró una
guerra contra los santos y los venció. Entonces vino el Anciano y
emitió juicio en favor de los santos del Altísimo. En ese momento los
santos recibieron el reino. "Ésta fue la explicación que me dio el
venerable Anciano: La cuarta bestia es un cuarto reino que surgirá en
este mundo. Será diferente a los otros reinos; devorará a toda la
tierra; ¡la aplastará y la pisoteará! Los diez cuernos son diez reyes
que saldrán de este reino. Otro rey les sucederá, distinto a los
anteriores, el cual derrocará a tres reyes. Hablará en contra del
Altísimo y oprimirá a sus santos; tratará de cambiar las festividades y
también las leyes, y los santos quedarán bajo su poder durante tres
años y medio. Los jueces tomarán asiento, y al cuerno se le quitará el
poder y se le destruirá para siempre. Entonces se dará a los santos,
que son el pueblo del Altísimo, la majestad y el poder y la grandeza de
los reinos. Su reino será un reino eterno, y lo adorarán y obedecerán
todos los gobernantes de la tierra. "Aquí termina la visión. Yo,
Daniel, me quedé desconcertado por tantas ideas que me pasaban por la
mente, a tal grado que palideció mi rostro. Pero preferí mantener todo
esto en secreto." "En el tercer año del reinado de Belsasar, yo,
Daniel, tuve otra visión. En ella, me veía en la ciudadela de Susa, en
la provincia de Elam, junto al río Ulay. Me fijé, y vi ante mí un
carnero con sus dos cuernos. Estaba junto al río, y tenía cuernos
largos. Uno de ellos era más largo, y le había salido después. "Me
quedé observando cómo el carnero atacaba hacia el norte y hacia el sur.
Ningún animal podía hacerle frente, ni había tampoco quien pudiera
librarse de su poder. El carnero hacía lo que quería, y cada vez
cobraba más fuerza. "Mientras reflexionaba yo al respecto, de pronto
surgió del oeste un macho cabrío, con un cuerno enorme entre los ojos, y
cruzó toda la tierra sin tocar siquiera el suelo. Se lanzó contra el
carnero que yo había visto junto al río, y lo atacó furiosamente. Yo vi
cómo lo golpeó y le rompió los dos cuernos. El carnero no pudo hacerle
frente, pues el macho cabrío lo derribó y lo pisoteó. Nadie pudo
librar al carnero del poder del macho cabrío. "El macho cabrío cobró
gran fuerza, pero en el momento de su mayor grandeza se le rompió el
cuerno más largo, y en su lugar brotaron cuatro grandes cuernos que se
alzaron contra los cuatro vientos del cielo. De uno de ellos salió otro
cuerno, pequeño al principio, que extendió su poder hacia el sur y
hacia el este, y también hacia nuestra hermosa tierra. Creció hasta
alcanzar al ejército de los cielos, derribó algunas estrellas y las
pisoteó, y aun llegó a sentirse más importante que el jefe del ejército
de los cielos. Por causa de él se eliminó el sacrificio diario y se
profanó el santuario. Por la rebeldía de nuestro pueblo, su ejército
echó por tierra la verdad y quitó el sacrificio diario. En fin, ese
cuerno hizo y deshizo. "Escuché entonces que uno de los santos hablaba,
y que otro le preguntaba: ¿Cuánto más va a durar esta visión del
sacrificio diario, de la rebeldía desoladora, de la entrega del
santuario y de la humillación del ejército? Y aquel santo me dijo: Va a
tardar dos mil trescientos días con sus noches. Después de eso, se
purificará el santuario. "Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión y
trataba de entenderla, de repente apareció ante mí alguien de
apariencia humana. Escuché entonces una voz que desde el río Ulay
gritaba: ¡Gabriel, dile a este hombre lo que significa la visión!
"Cuando Gabriel se acercó al lugar donde yo estaba, me sentí
aterrorizado y caí de rodillas. Pero él me dijo: Toma en cuenta,
criatura humana, que la visión tiene que ver con la hora final.
"Mientras Gabriel me hablaba, yo caí en un sueño profundo, de cara al
suelo. Pero él me despertó y me obligó a levantarme, mientras me decía:
Voy a darte a conocer lo que sucederá cuando llegue a su fin el tiempo
de la ira de Dios, porque el fin llegará en el momento señalado. El
carnero de dos cuernos que has visto simboliza a los reyes de Media y de
Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que
tiene entre los ojos es el primer rey. Los cuatro cuernos que salieron
en lugar del que fue hecho pedazos simbolizan a los cuatro reinos que
surgirán de esa nación, pero que no tendrán el mismo poder. "Hacia el
final de esos reinos, cuando los rebeldes lleguen al colmo de su maldad,
surgirá un rey de rostro adusto, maestro de la intriga, que llegará a
tener mucho poder, pero no por sí mismo. Ese rey causará impresionantes
destrozos y saldrá airoso en todo lo que emprenda. Destruirá a los
poderosos y al pueblo santo. Con su astucia propagará el engaño,
creyéndose un ser superior. Destruirá a mucha gente que creía estar
segura, y se enfrentará al Príncipe de los príncipes, pero será
destruido sin la intervención humana. Esta visión de los días con sus
noches, que se te ha dado a conocer, es verdadera. Pero no la hagas
pública, pues para eso falta mucho tiempo. "Yo, Daniel, quedé exhausto, y
durante varios días guardé cama. Luego me levanté para seguir
atendiendo los asuntos del reino. Pero la visión me dejó pasmado, pues
no lograba comprenderla.
Salmo 99:
El
Señor es rey: que tiemblen las naciones. Él tiene su trono entre
querubines: que se estremezca la tierra. Grande es el Señor en Sión,
¡excelso sobre todos los pueblos! Sea alabado su nombre grandioso e
imponente: ¡él es santo! Rey poderoso, que amas la justicia: tú has
establecido la equidad y has actuado en Jacob con justicia y rectitud.
Exalten al Señor nuestro Dios; adórenlo ante el estrado de sus pies: ¡él
es santo! Moisés y Aarón se contaban entre sus sacerdotes, y Samuel,
entre los que invocaron su nombre. Invocaron al Señor, y él les
respondió; les habló desde la columna de nube. Cumplieron con sus
estatutos, con los decretos que él les entregó. Señor y Dios nuestro, tú
les respondiste; fuiste para ellos un Dios perdonador, aun cuando
castigaste sus rebeliones. Exalten al Señor nuestro Dios; adórenlo en su
santo monte: ¡Santo es el Señor nuestro Dios!
Proverbios 2:
Hijo
mío, si haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu
oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas a la
inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la
buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces
comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios.
Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus
labios. Él reserva su ayuda para la gente íntegra y protege a los de
conducta intachable. Él cuida el sendero de los justos y protege el
camino de sus fieles. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la
equidad y todo buen camino; la sabiduría vendrá a tu corazón, y el
conocimiento te endulzará la vida. La discreción te cuidará, la
inteligencia te protegerá. La sabiduría te librará del camino de los
malvados, de los que profieren palabras perversas, de los que se apartan
del camino recto para andar por sendas tenebrosas, de los que se
complacen en hacer lo malo y festejan la perversidad, de los que andan
por caminos torcidos y por sendas extraviadas; te librará de la mujer
ajena, de la extraña de palabras seductoras que, olvidándose de su pacto
con Dios, abandona al compañero de su juventud. Ciertamente su casa
conduce a la muerte; sus sendas llevan al reino de las sombras. El que
se enreda con ella no vuelve jamás, ni alcanza los senderos de la vida.
Así andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los
justos. Pues los íntegros, los perfectos, habitarán la tierra y
permanecerán en ella. Pero los malvados, los impíos, serán desarraigados
y expulsados de la tierra.
El Libro de Los Romanos Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS
CAPÍTULO 4
(60 d.C.)
ABRAHAM
¿QUÉ,
pues, diremos que halló Abraham nuestro padre, según la carne?
(Después de haber dicho que el Antiguo Testamento enseña que Dios
justifica al pecador por el principio de la Fe en vez del principio del
mérito, el Espíritu Santo presenta ahora a Abraham.) 2 Que si Abraham
fue justificado por las obras (lo que él no fue), tiene de qué
gloriarse; mas no para con Dios (la jactancia de la Salvación por las
obras, que Dios no aceptará). 3 Porque, ¿qué dicen Las Escrituras? Y
creyó Abraham a Dios, y le fue atribuido por Justicia ([Gén. 15:6] si
se entiende bien este Versículo, correctamente entiende la Biblia;
Abraham alcanzó la Justicia simplemente por la Fe en Dios, Quien
enviaría a un Redentor al mundo [Jn. 8:56]). 4 Empero al que obra
(intenta ganar la Salvación por obras propias), no se le cuenta el
salario (Justicia) como gracia (la Gracia de Dios), sino por deuda
(¡afirma que Dios nos debe algo, lo cual no es así!). 5 Mas al que no
obra (no confía en las obras para la Salvación), pero cree en Aquél que
Justifica al impío (por medio de Cristo y la Cruz), la Fe le es
contada por Justicia (Dios otorga la Justicia sólo sobre la base de la
Fe en Cristo y Su Obra Terminada). 6 Como también David (tanto Abraham
como David eran progenitores del Mesías Prometido, y por eso ocupaban
un lugar único en la Fe y la veneración de la Obra de Dios) dice ser
bienaventurado el hombre (un hombre bendecido) al cual Dios atribuye
Justicia sin obras (las obras nunca ganarán la Justicia de Dios), 7
Diciendo, Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas
([Sal. 32:1-2] las iniquidades sólo pueden ser perdonadas por la Fe en
Cristo), y cuyos pecados son cubiertos (la Cruz hizo que esto fuese
posible). 8 Bienaventurado el varón al cual el Señor no imputó pecado
(el Señor no imputará el pecado a la persona que pone su Fe únicamente
en Cristo y lo que Cristo hizo en la Cruz). 9 ¿Es pues esta
bienaventuranza solamente para la Circuncisión, o también para la
incircuncisión? (¡Esto nos viene a todos por igual!) porque decimos que
a Abraham fue contada la Fe por Justicia (presenta la Fe como el único
ingrediente). 10 ¿Cómo pues le fue contada? (Esta puede ser la gran
pregunta en toda la historia.) ¿En la Circuncisión, o en la
incircuncisión? No en la Circuncisión, sino en la incircuncisión
(debido a su Fe, Abraham fue declarado Justo por Dios antes del
Convenio de la Circuncisión [Gén. 15:6]). 11 Y recibió la Circuncisión
por señal (Gén. 17:9-14), por sello de la Justicia de la Fe que tuvo en
la incircuncisión (claramente dice que su Justicia fue por Fe, y fue
recibida mucho antes de la Circuncisión): para que fuese padre de todos
los Creyentes (Judíos y Gentiles) no Circuncidados (coloca la base o
el Fundamento de la Salvación directamente en la Fe en vez de las
obras), para que también a ellos les sea contado por Justicia (la
Justicia nunca ha sido imputada a base de obras, sino siempre a base de
la Fe): 12 Y el padre de la Circuncisión no solamente a los que son de
la Circuncisión (presenta a Abraham como el padre de todos los
Creyentes, ya sean Judíos o Gentiles), mas también a los que siguen las
pisadas de la Fe que fue en nuestro padre Abraham (se refiere a él
simplemente por creer en Dios, y Dios le contó su Fe por Justicia [Gén.
15:6]) antes de ser circuncidado (resuelve el argumento y se abre la
Salvación a todos quienes adquieren la Fe en Cristo, sin tener en cuenta
quienquiera que sea). LA PROMESA 13 Porque no por la Ley fue dada la
Promesa a Abraham o a su simiente, que sería heredero del mundo (la Ley
de Moisés, que no había sido dada durante el tiempo de Abraham), sino
por la Justicia de la Fe (cuando Pablo usa la palabra "Fe," sin
excepción alguna, él habla de la Fe en Cristo y lo que Cristo hizo en la
Cruz; de hecho, nunca se debe separar a Cristo de la Cruz, con
respecto a Su Obra Redentora). 14 Porque si los que son de la Ley son
los herederos (sólo aquellos en la Ley), vana es la fe (la Salvación no
puede existir en las obras y en la Fe; porque anula una o la otra), y
anulada es la Promesa (la fe en las obras anula a Cristo y todo lo que
Él hizo por nosotros): 15 Porque la Ley obra ira (la Ley tiene un
castigo, por lo tanto, produce ira): porque donde no hay Ley, tampoco
hay transgresión (Cristo ha cumplido la Ley, de ese modo, quitando toda
la transgresión). 16 Por tanto es por la Fe, para que sea por Gracia
(la Gracia funciona sólo en la Fe, y precisamente hablamos de la Fe en
Cristo; de lo contrario, la Gracia se detiene); para que la Promesa sea
firme a toda simiente (se refiere a toda la humanidad, por lo menos a
aquellos que la creerán), no solamente al que es de la Ley (los
Judíos), mas también al que es de la Fe de Abraham (todo es por la Fe);
el cual es padre de todos nosotros (declara que el Patriarca fue usado
como un ejemplo de Fe [Gén. 15:6]), LA JUSTIFICACIÓN 17 (Como está
escrito, Que por padre de muchas gentes te he puesto [Gén. 12:1-3;
17:4-5],) delante de Dios, Al Cual creyó (se refiere a Abraham que
seguía creyendo en Dios); El Cual da vida a los muertos (le hace cobrar
vida espiritualmente a aquellos que están espiritualmente muertos), y
llama las cosas que no existen, como si fueran (si Dios nos lo ha dicho
personalmente, podemos llamarlo así; de otro modo, sería presunción).
18 Él creyó en esperanza contra esperanza (una descripción de la Fe de
Abraham, en cuanto al nacimiento de Isaac), para venir a ser padre de
muchas gentes; conforme a lo que le había sido dicho (la Promesa de
Dios), Así será tu simiente (Gén. 15:5). 19 Y no se disminuyó en la Fe
(la Fe fuerte), ni consideró su cuerpo ya muerto siendo ya de casi cien
años (ya no podía engendrar), ni la matriz muerta de Sara (la colocaba
en la misma situación que su marido): 20 Tampoco en la Promesa de Dios
dudó con desconfianza (él no permitió que las dificultades lo
impidieran de la conclusión intencionada); antes fue esforzado en Fe,
dando Gloria a Dios (su Fe le vino de la Palabra de Dios); 21
Plenamente convencido (no echarse para atrás) de que todo lo que Él
(Dios) había Prometido, era también poderoso para hacerlo (¡no importa
lo que fuera, Dios podía hacerlo!). 22 Por lo cual también le fue
atribuido por Justicia (la simple Fe en Dios le trajo a Abraham una
Justicia intachable). 23 Y no solamente por él fue escrito (su lucha de
Fe tenía la intención de servir como ejemplo) que le haya sido
imputado (sirve como ejemplo de cómo recibimos de Dios, ya sea la
Salvación u otras cosas); 24 Sino también por nosotros, a quienes será
imputado (podemos tener lo que Abraham tenía, una Justicia perfecta),
esto es, a los que creemos en Aquél que levantó de los muertos a Jesús
Señor nuestro (revela la condición para la Salvación); 25 El cual fue
entregado por nuestras transgresiones (tenía que ver con la muerte de
Jesús en la Cruz por nuestros pecados; Él no tenía pecado alguno), y
resucitado para nuestra Justificación (fuimos resucitados con Él en
Novedad de Vida [Rom. 6:4-5]).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor,
no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si
entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor,
nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es
envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es
egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se
deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás
se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será
silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y
profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo
imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás
las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un
espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera
imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora,
pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor.
Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente
recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber
cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues
dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi
agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban
por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora
bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no
se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe
entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo
que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a
Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió
testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel,
a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de
este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo
llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a
Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que
cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que
recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas
que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a
su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la
justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado
para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y
salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la
tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob,
herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de
cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la
fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era
estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que
le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en
decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del
cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos
vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas;
más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de
Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca;
pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe
cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo
siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto
con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué
más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac,
Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe
conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido;
cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon
del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron
valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo
mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en
cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor
resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron
la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada.
Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y
de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no
merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por
cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable
mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa.
Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues
Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que
estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos
del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y
corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos
la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien
por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la
vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del
trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a
tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni
pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado,
todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo
liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de
pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas
demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la
naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a
la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza;
en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los
deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la
mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es
capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no
pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza
pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive
en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de
Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa
del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la
justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los
muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los
muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una
obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo,
sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos
parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan
los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en
nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de
Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su
propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme
esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos
de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si
tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos,
que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente,
mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención
de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la
esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?
Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos
nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a
ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que
examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los
llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó,
también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de
nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó
ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién
acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién
condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a
la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del
amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el
hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito:
"Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan
como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos
más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy
convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni
lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del
amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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