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Palabra de Jehová que vino a Joel, hijo de Petuel. Oíd esto, ancianos, y
escuchad, todos los moradores de la tierra. ¿Ha acontecido esto en
vuestros días, o en los días de vuestros padres? De esto contaréis a
vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra
generación. Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del
saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había
quedado. Despertad, borrachos, y llorad; gemid, todos los que bebéis
vino, a causa del mosto, porque os es quitado de vuestra boca. Porque
pueblo fuerte e innumerable subió a mi tierra; sus dientes son dientes
de león, y sus muelas, muelas de león. Asoló mi vid, y descortezó mi
higuera; del todo la desnudó y derribó; sus ramas quedaron blancas.
Llora tú como joven vestida de cilicio por el marido de su juventud.
Desapareció de la casa de Jehová la ofrenda y la libación; los
sacerdotes ministros de Jehová están de duelo. El campo está asolado, se
enlutó la tierra; porque el trigo fue destruido, se secó el mosto, se
perdió el aceite. Confundíos, labradores; gemid, viñeros, por el trigo y
la cebada, porque se perdió la mies del campo. La vid está seca, y
pereció la higuera; el granado también, la palmera y el manzano; todos
los árboles del campo se secaron, por lo cual se extinguió el gozo de
los hijos de los hombres. Ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid,
ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios;
porque quitada es de la casa de vuestro Dios la ofrenda y la libación.
Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos
los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a
Jehová. ¡Ay del día! porque cercano está el día de Jehová, y vendrá
como destrucción por el Todopoderoso. ¿No fue arrebatado el alimento de
delante de nuestros ojos, la alegría y el placer de la casa de nuestro
Dios? El grano se pudrió debajo de los terrones, los graneros fueron
asolados, los alfolíes destruidos; porque se secó el trigo. ¡Cómo
gimieron las bestias! ¡cuán turbados anduvieron los hatos de los bueyes,
porque no tuvieron pastos! También fueron asolados los rebaños de las
ovejas. A ti, oh Jehová, clamaré; porque fuego consumió los pastos del
desierto, y llama abrasó todos los árboles del campo. Las bestias del
campo bramarán también a ti, porque se secaron los arroyos de las aguas,
y fuego consumió las praderas del desierto. 3 Tocad trompeta en Sion, y
dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la
tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano. Día de
tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra; como sobre los montes
se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande y fuerte; semejante a
él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en años de muchas
generaciones. Delante de él consumirá fuego, tras de él abrasará llama;
como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás de él
como desierto asolado; ni tampoco habrá quien de él escape. Su aspecto,
como aspecto de caballos, y como gente de a caballo correrán. Como
estruendo de carros saltarán sobre las cumbres de los montes; como
sonido de llama de fuego que consume hojarascas, como pueblo fuerte
dispuesto para la batalla. Delante de él temerán los pueblos; se pondrán
pálidos todos los semblantes. Como valientes correrán, como hombres de
guerra subirán el muro; cada cual marchará por su camino, y no torcerá
su rumbo. Ninguno estrechará a su compañero, cada uno irá por su
carrera; y aun cayendo sobre la espada no se herirán. Irán por la
ciudad, correrán por el muro, subirán por las casas, entrarán por las
ventanas a manera de ladrones. Delante de él temblará la tierra, se
estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las
estrellas retraerán su resplandor. Y Jehová dará su orden delante de su
ejército; porque muy grande es su campamento; fuerte es el que ejecuta
su orden; porque grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién
podrá soportarlo? Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con
todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro
corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios;
porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en
misericordia, y que se duele del castigo. ¿Quién sabe si volverá y se
arrepentirá y dejará bendición tras de él, esto es, ofrenda y libación
para Jehová vuestro Dios? Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno,
convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los
ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara
el novio, y de su tálamo la novia. Entre la entrada y el altar lloren
los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu
pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se
enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está
su Dios? Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo.
Responderá Jehová, y dirá a su pueblo: He aquí yo os envío pan, mosto y
aceite, y seréis saciados de ellos; y nunca más os pondré en oprobio
entre las naciones. Y haré alejar de vosotros al del norte, y lo echaré
en tierra seca y desierta; su faz será hacia el mar oriental, y su fin
al mar occidental; y exhalará su hedor, y subirá su pudrición, porque
hizo grandes cosas. Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová
hará grandes cosas. Animales del campo, no temáis; porque los pastos del
desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera
y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y
gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su
tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al
principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de
vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón,
el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.
Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios,
el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo
avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy
Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será
avergonzado. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán
sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y
sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré
prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de
humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que
venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el
nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén
habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él
habrá llamado.
Salmo 53: Dice
el necio en su corazón: "No hay Dios." Están corrompidos, sus obras son
detestables; ¡no hay uno solo que haga lo bueno! Desde el cielo Dios
contempla a los mortales, para ver si hay alguien que sea sensato y
busque a Dios. Pero todos se han descarriado, a una se han corrompido.
No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo! ¿Acaso no entienden
todos los que hacen lo malo, los que devoran a mi pueblo como si fuera
pan? ¡Jamás invocan a Dios! Allí los tienen, sobrecogidos de miedo,
cuando no hay nada que temer. Dios dispersó los huesos de quienes te
atacaban; tú los avergonzaste, porque Dios los rechazó. ¡Quiera Dios que
de Sión venga la salvación para Israel! Cuando Dios restaure a su
pueblo, se regocijará Jacob; se alegrará todo Israel.
Proverbios 10: Proverbios
de Salomón: El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es
el pesar de su madre. Las riquezas mal habidas no sirven de nada, pero
la justicia libra de la muerte. El Señor no deja sin comer al justo,
pero frustra la avidez de los malvados. Las manos ociosas conducen a la
pobreza; las manos hábiles atraen riquezas. El hijo prevenido se
abastece en el verano, pero el sinvergüenza duerme en tiempo de cosecha.
El justo se ve coronado de bendiciones, pero la boca del malvado
encubre violencia. La memoria de los justos es una bendición, pero la
fama de los malvados será pasto de los gusanos. El de sabio corazón
acata las órdenes, pero el necio y rezongón va camino al desastre. Quien
se conduce con integridad, anda seguro; quien anda en malos pasos será
descubierto. Quien guiña el ojo con malicia provoca pesar; el necio y
rezongón va camino al desastre. Fuente de vida es la boca del justo,
pero la boca del malvado encubre violencia. El odio es motivo de
disensiones, pero el amor cubre todas las faltas. En los labios del
prudente hay sabiduría; en la espalda del falto de juicio, sólo
garrotazos. El que es sabio atesora el conocimiento, pero la boca del
necio es un peligro inminente. La riqueza del rico es su baluarte; la
pobreza del pobre es su ruina. El salario del justo es la vida; la
ganancia del malvado es el pecado. El que atiende a la corrección va
camino a la vida; el que la rechaza se pierde. El de labios mentirosos
disimula su odio, y el que propaga calumnias es un necio. El que mucho
habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua. Plata refinada es
la lengua del justo; el corazón del malvado no vale nada. Los labios
del justo orientan a muchos; los necios mueren por falta de juicio. La
bendición del Señor trae riquezas, y nada se gana con preocuparse. El
necio se divierte con su mala conducta, pero el sabio se recrea con la
sabiduría. Lo que el malvado teme, eso le ocurre; lo que el justo desea,
eso recibe. Pasa la tormenta y desaparece el malvado, pero el justo
permanece firme para siempre. Como vinagre a los dientes y humo a los
ojos es el perezoso para quienes lo emplean. El temor del Señor prolonga
la vida, pero los años del malvado se acortan. El futuro de los justos
es halagüeño; la esperanza de los malvados se desvanece. El camino del
Señor es refugio de los justos y ruina de los malhechores. Los justos no
tropezarán jamás; los malvados no habitarán la tierra. La boca del
justo profiere sabiduría, pero la lengua perversa será cercenada. Los
labios del justo destilan bondad; de la boca del malvado brota
perversidad.
El Libro de Los Hechos Capítulo 27 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLESCAPÍTULO 27
(62 d.C.)
PABLO ZARPA PARA ROMA
MAS
cuando fue determinado que habíamos (Lucas todavía estaba con Pablo) de
navegar para Italia (el tiempo ya llegaba cuando Pablo tenía que irse a
Roma), entregaron a Pablo y algunos otros presos a un Centurión,
llamado Julio, de la compañía Augusta (era "escuadrón" de la élite
directamente responsable ante el Emperador). 2 Así que, embarcándonos en
una nave Adramitena, partimos, estando con nosotros Aristarco,
Macedonio de Tesalónica, para navegar junto a los lugares de Asia
(manifiesta que otro de los convertidos de Pablo estaba con él junto con
Lucas; en consecuencia, Festo le permitió a Pablo dos compañeros de
viaje [Hch. 20:4]). 3 Y otro día llegamos a Sidón (un puerto a unos
ciento y cinco kilómetros [setenta millas] al norte de Cesarea). Y
Julio, tratando a Pablo con humanidad, le permitió que fuese a los
amigos, para ser de ellos asistido (les permitía a Pablo y a sus
compañeros quedarse con la gente en Sidón hasta que el barco zarpara;
esto demuestra la confianza que le tenía el Centurión a Pablo). 4 Y
haciéndonos a la vela desde allí (de Sidón), navegamos bajo de Chipre,
porque los vientos eran contrarios. 5 Y habiendo pasado el mar de
Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. 6 Y hallando allí
el centurión una nave Alejandrina que navegaba a Italia; nos puso en
ella (cambiaron barcos). 7 Y navegando muchos días despacio, y habiendo
apenas llegado delante de Gnido, no dejándonos el viento, navegamos bajo
de Creta, junto a Salmón (los vientos no eran propicios, por eso no
habían avanzado mucho); 8 Y costeándola difícilmente, llegamos a un
lugar que llaman Buenos Puertos; cerca del cual estaba la ciudad de
Lasea (no había ninguna ciudad en Buenos Puertos para abastecer sus
tiendas, y Lasea se hallaba a una distancia de unos siete y medio
kilómetros [cinco millas]). 9 Y pasado mucho tiempo (pasaron varios días
sin vientos propicios), y siendo ya peligrosa la navegación (no era
propicio zarpar hasta después del 14 de Septiembre), porque ya era
pasado el ayuno, Pablo amonestaba (corresponde al Gran Día de la
Expiación, y era en realidad un día de ayuno que sin dudas Pablo y sus
dos compañeros iban a guardar), 10 Diciéndoles, Varones, veo que con
trabajo y mucho daño, no sólo de la cargazón (cargamento) y de la nave,
mas aun de nuestras personas, habrá de ser la navegación (manifiesta lo
que el Señor ya le había relatado a Pablo). 11 Mas el Centurión creía
más al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía
(decepcionados descubrieron que se equivocaron en su decisión). 12 Y no
habiendo puerto (Buenos Puertos) cómodo para invernar, muchos acordaron
pasar aún de allí, por si pudiesen arribar a Fenice e invernar allí, que
es un puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste (corresponde a un
puerto que era espacioso, y estaban unos barcos imperiales de granos que
allí echaron anclas para invernar; situado a unos setenta y cinco
kilómetros [cincuenta millas] al oeste de Buenos Puertos). 13 Y soplando
viento suave, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, alzando
velas, iban cerca de la costa de Creta (esperando la dirección del
viento). LA TEMPESTAD 14 Mas no mucho después dio en ella un viento
repentino, que se llama Euroclidón (era un huracán). 15 Y siendo
arrebatada la nave, y no pudiendo resistir contra el viento, la dejamos,
y éramos llevados (quiere decir que el timonel simplemente no podía
sostener la rueda por la fuerza del viento; entonces no podía hacer nada
más que solamente dejar el barco a la deriva hacia cualquier dirección
que el viento soplaba). 16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña
isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife (el "esquife"
al cual Lucas habla era un pequeño bote salvavidas que jalaban, que era
la costumbre de ese entonces y permaneció así durante muchos siglos;
debido a la tormenta, ellos tenían gran dificultad de conseguir que este
esquife llegara a bordo): 17 El cual tomado, usaban de remedios,
ciñendo la nave (eran sogas grandes que se tiraban bajo el barco para
asegurarlo, que sostenía el barco durante la tormenta); y teniendo temor
de que diesen en la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados (de
este modo ellos serían conducidos por el viento, pero con pocos o sin
una sola vela estirada del todo; con la esperanza de que el viento
cambiara de dirección antes de que chocaran contra las rocas). 18 Mas
siendo atormentados de una vehemente tempestad, al siguiente día
alijaron (tuvieron que lanzar ciertas cosas por la borda); 19 Y al
tercer día nosotros con nuestras manos arrojamos los aparejos de la nave
(corresponde al tercer día después de marcharse de Clauda; lanzaron por
la borda cierto equipo de barco, que desesperadamente se requería). 20 Y
no pareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una
tempestad no pequeña, ya perdimos toda esperanza de sobrevivir (todos ya
a bordo se daban cuenta que debieron haber escuchado a Pablo). LA
VISIÓN 21 Entonces Pablo, habiendo ya mucho que no comíamos (no se
refiere a un "ayuno" como algunos dicen, sino más bien que no había
comida cocinada por varios días), puesto en pie en medio de ellos, dijo,
Fuera de cierto conveniente, O varones, haberme oído, y no partir de
Creta, y evitar este inconveniente y daño (en realidad el Apóstol no
tiene la intención de dar una reprimenda, sino más bien dar un
fundamento a lo que estaba por decir). 22 Mas ahora os amonesto que
tengáis buen ánimo: porque ninguna pérdida habrá de persona alguna de
vosotros, sino solamente de la nave (nos dice claramente que sólo el
barco con su cargamento de trigo se perdería, pero nadie perdería su
vida). 23 Porque esta noche ha estado conmigo el Ángel del Dios del cual
yo soy, y al cual sirvo (las declaraciones del cual yo soy, al cual
sirvo, y yo confío en Dios [v. 25] crean una noble confesión de Fe), 24
Diciendo, Pablo, no temas (se expresó de esta manera porque hubo temor
en el corazón de Pablo, así como todos los demás a bordo); es necesario
que seas presentado delante de César (no por la petición de Pablo a
César, o por los cargos de los Judíos contra él, sino por el Plan
Divino): y, he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo (más
le vale a todo Santo saber con qué Predicador anda). 25 Por tanto, O
varones, tened buen ánimo: porque yo confío en Dios que será así como se
me ha dicho (insinúa que era posible que algunos no creyeron lo que
Pablo decía). 26 Si bien es necesario que demos en una isla (¡el Ángel
evidentemente no le dijo cuál Isla a Pablo!). EL NAUFRAGO 27 Y venida la
decimacuarta noche (correspondía a la duración de tiempo después de
partir de Puertos Buenos; porque la tormenta había durado unas dos
semanas), y siendo llevados por el mar Adriático, los marineros a la
medianoche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra (se podía oír
las olas que se rompían en la playa o en las rocas, a la distancia); 28 Y
echando la sonda, hallaron veinte brazas (a una profundidad de unos 36
metros [120 pies]): y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la
sonda, hallaron quince brazas. 29 Y habiendo temor de dar en lugares
escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de
día (estaban preocupados y ansiosos de que se acabara la noche para
poder ver donde estaban). 30 Entonces procurando los marineros huir de
la nave, lanzaron el esquife al mar (describe a algunos y tal vez a
todos los de la tripulación del barco que estaban por tomar la única
barca que tenían para alcanzar la orilla, en verdad, para abandonar el
barco), aparentando como que iban a largar las anclas de proa (demuestra
su engaño, pero Pablo observaba todo el disimulo), 31 Pablo dijo al
Centurión y a los soldados, Si éstos no quedan en la nave, vosotros no
podéis salvaros (para obtener las Promesas de Dios, debemos acatar a Sus
Condiciones). 32 Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y
lo dejaron perder (el Centurión le cree ahora a Pablo). 33 Y como
comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo,
Éste es el decimocuarto día que esperáis y permanecéis ayunos, no
comiendo nada (¡nada! la palabra Griega que se emplea aquí quiere decir
que no comieron comida asidua). 34 Por tanto, os ruego que comáis por
vuestra salud (habían de obligarse a comer algo de alimento, sin
importar si estaban mareados, que sin duda, lo estaban algunos de
ellos): que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros
perecerá (es decir si van a obedecer lo que les digo). 35 Y habiendo
dicho esto, tomando el pan, dio gracias a Dios en presencia de todos y
partiendo, comenzó a comer (lo que cada Creyente tiene que hacer en cada
comida, también). 36 Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron
ellos también (algo de alimento). 37 Y éramos todas las personas en la
nave doscientas setenta y seis (las 276 personas a bordo, que significa
que el barco era bastante grande). 38 Y satisfechos de comida, aliviaban
la nave, echando el grano al mar (lo que quedó del cargamento estaba
todavía a bordo). 39 Y cuando se hizo de día, no conocían la tierra (no
sabían donde se encontraban): mas veían un golfo que tenía orilla, al
cual acordaron echar, si pudiesen, la nave (querían acercar el barco lo
más posible a la orilla). 40 Cortando pues las anclas, las dejaron en el
mar, largando también las ataduras de los gobernalles; y alzada la vela
mayor al viento, se iban a la orilla (¡de nuevo, procuraban acercarse
lo más posible!). 41 Mas dando en un lugar de dos aguas, hicieron
encallar la nave; y la proa, hincada, estaba sin moverse, y la popa se
abría con la fuerza del mar (no podían acercar tanto como lo querían).
42 Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, para
que ninguno se fugase nadando (la razón por esto es que la Ley Romana
condenaba a muerte a los guardias si se escapaban los presos que estaban
bajo su vigilia). 43 Mas el Centurión, queriendo salvar a Pablo,
estorbó este acuerdo (indica que este hombre ya sabe que Pablo no era
sólo otro preso); y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los
primeros, y saliesen a tierra: 44 Y los demás, parte en tablas, parte en
cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a
tierra (se cumplió exactamente lo que el Ángel le comunicó a Pablo).
Primera Corintios Capítulo 13: Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no
soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi
cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano
con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni
jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no
se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue,
mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y
el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de
manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto
desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de
niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero
entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas
tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de
ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4 Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada.
Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la
voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy
poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo
vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero
nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse,
sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la
garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a
ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo
fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino
de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más
aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo,
pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto,
habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar
la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser
llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe
es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios
tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por
la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor
reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó
al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por
la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde
recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la
fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas
de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa,
porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es
arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad
y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos,
porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este
solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando
los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las
murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su
alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los
desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a
decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,
David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos,
hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones,
apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada;
sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y
pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la
resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a
golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los
pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e
incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la
mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para
allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades,
afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin
rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos
obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio
el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a
la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por
tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del
pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que
tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó
la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel
que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para
que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran
contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su
sangre.
Romanos 8: Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo
liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de
pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas
demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la
naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a
la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza;
en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los
deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la
mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es
capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no
pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza
pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive
en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del
pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la
justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los
muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los
muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una
obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo,
sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos
parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan
los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en
nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de
Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su
propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme
esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera
dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que
tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras
aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de
nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la
esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?
Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos
nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a
ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que
examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el
Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los
que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los
glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte,
¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e
intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio
de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la
vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni
los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la
creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en
Cristo Jesús nuestro Señor.
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