Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-2
El 21 de marzo Lectura Bíblica Diaria:
Lamentaciones 4-5 y Ezequiel 1:
4 ¡Cómo se ha ennegrecido el oro!
¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!
Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles. Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro,
¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero! Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros;
La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto. La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed;
Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese. Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles;
Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros. Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma,
Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías. Sus nobles fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche;
Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro. Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen por las calles;
Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo. Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre;
Porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra. Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos;
Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo. Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira;
Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos. Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo,
Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén. Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes,
Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos. Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados con sangre,
De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras. ¡Apartaos! ¡Inmundos! les gritaban; ¡Apartaos, apartaos, no toquéis!
Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones:
Nunca más morarán aquí. La ira de Jehová los apartó, no los mirará más;
No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos. Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro;
En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar. Cazaron nuestros pasos, para que no anduviésemos por nuestras calles;
Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin. Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo;
Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas. El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,
De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos. Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz;
Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás. Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion;
Nunca más te hará llevar cautiva.
Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom;
Descubrirá tus pecados.
5 Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido;
Mira, y ve nuestro oprobio. Nuestra heredad ha pasado a extraños,
Nuestras casas a forasteros. Huérfanos somos sin padre;
Nuestras madres son como viudas. Nuestra agua bebemos por dinero;
Compramos nuestra leña por precio. Padecemos persecución sobre nosotros;
Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo. Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan. Nuestros padres pecaron, y han muerto;
Y nosotros llevamos su castigo. Siervos se enseñorearon de nosotros;
No hubo quien nos librase de su mano. Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan
Ante la espada del desierto. Nuestra piel se ennegreció como un horno
A causa del ardor del hambre. Violaron a las mujeres en Sion,
A las vírgenes en las ciudades de Judá. A los príncipes colgaron de las manos;
No respetaron el rostro de los viejos. Llevaron a los jóvenes a moler,
Y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña. Los ancianos no se ven más en la puerta,
Los jóvenes dejaron sus canciones. Cesó el gozo de nuestro corazón;
Nuestra danza se cambió en luto. Cayó la corona de nuestra cabeza;
¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos. Por esto fue entristecido nuestro corazón,
Por esto se entenebrecieron nuestros ojos, Por el monte de Sion que está asolado;
Zorras andan por él. Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre;
Tu trono de generación en generación. ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros,
Y nos abandonas tan largo tiempo? Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos;
Renueva nuestros días como al principio. Porque nos has desechado;
Te has airado contra nosotros en gran manera.
Ezequiel 1:
1 Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios. En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová. Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados. Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante. Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila. Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos. Y cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; y cuando andaban, no se volvían. Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos. Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados. El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda. Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban. Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro. Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban. Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas. Y debajo de la expansión las alas de ellos estaban derechas, extendiéndose la una hacia la otra; y cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo. Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se paraban, bajaban sus alas. Y cuando se paraban y bajaban sus alas, se oía una voz de arriba de la expansión que había sobre sus cabezas. Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.
Salmo 99:
El
Señor es rey: que tiemblen las naciones. Él tiene su trono entre
querubines: que se estremezca la tierra. Grande es el Señor en Sión,
¡excelso sobre todos los pueblos! Sea alabado su nombre grandioso e
imponente: ¡él es santo! Rey poderoso, que amas la justicia: tú has
establecido la equidad y has actuado en Jacob con justicia y rectitud.
Exalten al Señor nuestro Dios; adórenlo ante el estrado de sus pies: ¡él
es santo! Moisés y Aarón se contaban entre sus sacerdotes, y Samuel,
entre los que invocaron su nombre. Invocaron al Señor, y él les
respondió; les habló desde la columna de nube. Cumplieron con sus
estatutos, con los decretos que él les entregó. Señor y Dios nuestro, tú
les respondiste; fuiste para ellos un Dios perdonador, aun cuando
castigaste sus rebeliones. Exalten al Señor nuestro Dios; adórenlo en su
santo monte: ¡Santo es el Señor nuestro Dios!
Proverbios 2:
Hijo
mío, si haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu
oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas a la
inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la
buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces
comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios.
Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus
labios. Él reserva su ayuda para la gente íntegra y protege a los de
conducta intachable. Él cuida el sendero de los justos y protege el
camino de sus fieles. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la
equidad y todo buen camino; la sabiduría vendrá a tu corazón, y el
conocimiento te endulzará la vida. La discreción te cuidará, la
inteligencia te protegerá. La sabiduría te librará del camino de los
malvados, de los que profieren palabras perversas, de los que se apartan
del camino recto para andar por sendas tenebrosas, de los que se
complacen en hacer lo malo y festejan la perversidad, de los que andan
por caminos torcidos y por sendas extraviadas; te librará de la mujer
ajena, de la extraña de palabras seductoras que, olvidándose de su pacto
con Dios, abandona al compañero de su juventud. Ciertamente su casa
conduce a la muerte; sus sendas llevan al reino de las sombras. El que
se enreda con ella no vuelve jamás, ni alcanza los senderos de la vida.
Así andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los
justos. Pues los íntegros, los perfectos, habitarán la tierra y
permanecerán en ella. Pero los malvados, los impíos, serán desarraigados
y expulsados de la tierra.
El Libro de Los Romanos Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS
CAPÍTULO 4
(60 d.C.)
ABRAHAM
¿QUÉ,
pues, diremos que halló Abraham nuestro padre, según la carne? (Después
de haber dicho que el Antiguo Testamento enseña que Dios justifica al
pecador por el principio de la Fe en vez del principio del mérito, el
Espíritu Santo presenta ahora a Abraham.) 2 Que si Abraham fue
justificado por las obras (lo que él no fue), tiene de qué gloriarse;
mas no para con Dios (la jactancia de la Salvación por las obras, que
Dios no aceptará). 3 Porque, ¿qué dicen Las Escrituras? Y creyó Abraham a
Dios, y le fue atribuido por Justicia ([Gén. 15:6] si se entiende bien
este Versículo, correctamente entiende la Biblia; Abraham alcanzó la
Justicia simplemente por la Fe en Dios, Quien enviaría a un Redentor al
mundo [Jn. 8:56]). 4 Empero al que obra (intenta ganar la Salvación por
obras propias), no se le cuenta el salario (Justicia) como gracia (la
Gracia de Dios), sino por deuda (¡afirma que Dios nos debe algo, lo
cual no es así!). 5 Mas al que no obra (no confía en las obras para la
Salvación), pero cree en Aquél que Justifica al impío (por medio de
Cristo y la Cruz), la Fe le es contada por Justicia (Dios otorga la
Justicia sólo sobre la base de la Fe en Cristo y Su Obra Terminada). 6
Como también David (tanto Abraham como David eran progenitores del
Mesías Prometido, y por eso ocupaban un lugar único en la Fe y la
veneración de la Obra de Dios) dice ser bienaventurado el hombre (un
hombre bendecido) al cual Dios atribuye Justicia sin obras (las obras
nunca ganarán la Justicia de Dios), 7 Diciendo, Bienaventurados aquellos
cuyas iniquidades son perdonadas ([Sal. 32:1-2] las iniquidades sólo
pueden ser perdonadas por la Fe en Cristo), y cuyos pecados son
cubiertos (la Cruz hizo que esto fuese posible). 8 Bienaventurado el
varón al cual el Señor no imputó pecado (el Señor no imputará el pecado a
la persona que pone su Fe únicamente en Cristo y lo que Cristo hizo en
la Cruz). 9 ¿Es pues esta bienaventuranza solamente para la
Circuncisión, o también para la incircuncisión? (¡Esto nos viene a todos
por igual!) porque decimos que a Abraham fue contada la Fe por Justicia
(presenta la Fe como el único ingrediente). 10 ¿Cómo pues le fue
contada? (Esta puede ser la gran pregunta en toda la historia.) ¿En la
Circuncisión, o en la incircuncisión? No en la Circuncisión, sino en la
incircuncisión (debido a su Fe, Abraham fue declarado Justo por Dios
antes del Convenio de la Circuncisión [Gén. 15:6]). 11 Y recibió la
Circuncisión por señal (Gén. 17:9-14), por sello de la Justicia de la Fe
que tuvo en la incircuncisión (claramente dice que su Justicia fue por
Fe, y fue recibida mucho antes de la Circuncisión): para que fuese padre
de todos los Creyentes (Judíos y Gentiles) no Circuncidados (coloca la
base o el Fundamento de la Salvación directamente en la Fe en vez de las
obras), para que también a ellos les sea contado por Justicia (la
Justicia nunca ha sido imputada a base de obras, sino siempre a base de
la Fe): 12 Y el padre de la Circuncisión no solamente a los que son de
la Circuncisión (presenta a Abraham como el padre de todos los
Creyentes, ya sean Judíos o Gentiles), mas también a los que siguen las
pisadas de la Fe que fue en nuestro padre Abraham (se refiere a él
simplemente por creer en Dios, y Dios le contó su Fe por Justicia [Gén.
15:6]) antes de ser circuncidado (resuelve el argumento y se abre la
Salvación a todos quienes adquieren la Fe en Cristo, sin tener en cuenta
quienquiera que sea). LA PROMESA 13 Porque no por la Ley fue dada la
Promesa a Abraham o a su simiente, que sería heredero del mundo (la Ley
de Moisés, que no había sido dada durante el tiempo de Abraham), sino
por la Justicia de la Fe (cuando Pablo usa la palabra "Fe," sin
excepción alguna, él habla de la Fe en Cristo y lo que Cristo hizo en la
Cruz; de hecho, nunca se debe separar a Cristo de la Cruz, con respecto
a Su Obra Redentora). 14 Porque si los que son de la Ley son los
herederos (sólo aquellos en la Ley), vana es la fe (la Salvación no
puede existir en las obras y en la Fe; porque anula una o la otra), y
anulada es la Promesa (la fe en las obras anula a Cristo y todo lo que
Él hizo por nosotros): 15 Porque la Ley obra ira (la Ley tiene un
castigo, por lo tanto, produce ira): porque donde no hay Ley, tampoco
hay transgresión (Cristo ha cumplido la Ley, de ese modo, quitando toda
la transgresión). 16 Por tanto es por la Fe, para que sea por Gracia (la
Gracia funciona sólo en la Fe, y precisamente hablamos de la Fe en
Cristo; de lo contrario, la Gracia se detiene); para que la Promesa sea
firme a toda simiente (se refiere a toda la humanidad, por lo menos a
aquellos que la creerán), no solamente al que es de la Ley (los Judíos),
mas también al que es de la Fe de Abraham (todo es por la Fe); el cual
es padre de todos nosotros (declara que el Patriarca fue usado como un
ejemplo de Fe [Gén. 15:6]), LA JUSTIFICACIÓN 17 (Como está escrito, Que
por padre de muchas gentes te he puesto [Gén. 12:1-3; 17:4-5],) delante
de Dios, Al Cual creyó (se refiere a Abraham que seguía creyendo en
Dios); El Cual da vida a los muertos (le hace cobrar vida
espiritualmente a aquellos que están espiritualmente muertos), y llama
las cosas que no existen, como si fueran (si Dios nos lo ha dicho
personalmente, podemos llamarlo así; de otro modo, sería presunción). 18
Él creyó en esperanza contra esperanza (una descripción de la Fe de
Abraham, en cuanto al nacimiento de Isaac), para venir a ser padre de
muchas gentes; conforme a lo que le había sido dicho (la Promesa de
Dios), Así será tu simiente (Gén. 15:5). 19 Y no se disminuyó en la Fe
(la Fe fuerte), ni consideró su cuerpo ya muerto siendo ya de casi cien
años (ya no podía engendrar), ni la matriz muerta de Sara (la colocaba
en la misma situación que su marido): 20 Tampoco en la Promesa de Dios
dudó con desconfianza (él no permitió que las dificultades lo impidieran
de la conclusión intencionada); antes fue esforzado en Fe, dando Gloria
a Dios (su Fe le vino de la Palabra de Dios); 21 Plenamente convencido
(no echarse para atrás) de que todo lo que Él (Dios) había Prometido,
era también poderoso para hacerlo (¡no importa lo que fuera, Dios podía
hacerlo!). 22 Por lo cual también le fue atribuido por Justicia (la
simple Fe en Dios le trajo a Abraham una Justicia intachable). 23 Y no
solamente por él fue escrito (su lucha de Fe tenía la intención de
servir como ejemplo) que le haya sido imputado (sirve como ejemplo de
cómo recibimos de Dios, ya sea la Salvación u otras cosas); 24 Sino
también por nosotros, a quienes será imputado (podemos tener lo que
Abraham tenía, una Justicia perfecta), esto es, a los que creemos en
Aquél que levantó de los muertos a Jesús Señor nuestro (revela la
condición para la Salvación); 25 El cual fue entregado por nuestras
transgresiones (tenía que ver con la muerte de Jesús en la Cruz por
nuestros pecados; Él no tenía pecado alguno), y resucitado para nuestra
Justificación (fuimos resucitados con Él en Novedad de Vida [Rom.
6:4-5]).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no
soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi
cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano
con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni
jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no
se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue,
mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y
el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de
manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto
desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de
niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero
entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas
tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de
ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada.
Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la
voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy
poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo
vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero
nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse,
sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la
garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a
ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo
fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino
de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más
aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo,
pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto,
habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar
la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser
llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe
es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios
tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por
la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor
reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó
al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por
la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde
recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la
fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas
de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa,
porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es
arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad
y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos,
porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este
solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor,
es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había
recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la
mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando
los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las
murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su
alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los
desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a
decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,
David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos,
hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones,
apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada;
sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y
pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la
resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a
golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los
pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e
incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la
mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para
allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades,
afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin
rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos
obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio
el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a
la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por
tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande
de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del
pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que
tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó
la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel
que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para
que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran
contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su
sangre.
Romanos 8:
Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo
liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de
pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas
demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la
naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a
la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza;
en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los
deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la
mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es
capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no
pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza
pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive
en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del
pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la
justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los
muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los
muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una
obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo,
sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos
parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan
los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en
nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de
Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su
propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme
esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera
dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que
tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras
aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de
nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la
esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?
Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos
nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a
ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que
examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el
Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los
que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los
glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte,
¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e
intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio
de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la
vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni
los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la
creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en
Cristo Jesús nuestro Señor.
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