19 February 2022

El 19 de febrero Lectura Bíblica Diaria

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El 19 de febrero Lectura Bíblica Diaria:

Deuteronomio 30 - 32:
Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios, y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios. Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará; y te hará volver Jehová tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres. Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas. Y pondrá Jehová tu Dios todas estas maldiciones sobre tus enemigos, y sobre tus aborrecedores que te persiguieron. Y tú volverás, y oirás la voz de Jehová, y pondrás por obra todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy. Y te hará Jehová tu Dios abundar en toda obra de tus manos, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, para bien; porque Jehová volverá a gozarse sobre ti para bien, de la manera que se gozó sobre tus padres, cuando obedecieres a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley; cuando te convirtieres a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas. Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar. Fue Moisés y habló estas palabras a todo Israel, y les dijo: Este día soy de edad de ciento veinte años; no puedo más salir ni entrar; además de esto Jehová me ha dicho: No pasarás este Jordán. Jehová tu Dios, él pasa delante de ti; él destruirá a estas naciones delante de ti, y las heredarás; Josué será el que pasará delante de ti, como Jehová ha dicho. Y hará Jehová con ellos como hizo con Sehón y con Og, reyes de los amorreos, y con su tierra, a quienes destruyó. Y los entregará Jehová delante de vosotros, y haréis con ellos conforme a todo lo que os he mandado. Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará. Y llamó Moisés a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar. Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides. Y escribió Moisés esta ley, y la dio a los sacerdotes hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehová, y a todos los ancianos de Israel. Y les mandó Moisés, diciendo: Al fin de cada siete años, en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos. Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella. Y Jehová dijo a Moisés: He aquí se ha acercado el día de tu muerte; llama a Josué, y esperad en el tabernáculo de reunión para que yo le dé el cargo. Fueron, pues, Moisés y Josué, y esperaron en el tabernáculo de reunión. Y se apareció Jehová en el tabernáculo, en la columna de nube; y la columna de nube se puso sobre la puerta del tabernáculo. Y Jehová dijo a Moisés: He aquí, tú vas a dormir con tus padres, y este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra adonde va para estar en medio de ella; y me dejará, e invalidará mi pacto que he concertado con él; y se encenderá mi furor contra él en aquel día; y los abandonaré, y esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos; y vendrán sobre ellos muchos males y angustias, y dirán en aquel día: ¿No me han venido estos males porque no está mi Dios en medio de mí? Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos. Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel. Porque yo les introduciré en la tierra que juré a sus padres, la cual fluye leche y miel; y comerán y se saciarán, y engordarán; y se volverán a dioses ajenos y les servirán, y me enojarán, e invalidarán mi pacto. Y cuando les vinieren muchos males y angustias, entonces este cántico responderá en su cara como testigo, pues será recordado por la boca de sus descendientes; porque yo conozco lo que se proponen de antemano, antes que los introduzca en la tierra que juré darles. Y Moisés escribió este cántico aquel día, y lo enseñó a los hijos de Israel. Y dio orden a Josué hijo de Nun, y dijo: Esfuérzate y anímate, pues tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y yo estaré contigo. Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti. Porque yo conozco tu rebelión, y tu dura cerviz; he aquí que aun viviendo yo con vosotros hoy, sois rebeldes a Jehová; ¿cuánto más después que yo haya muerto? Congregad a mí todos los ancianos de vuestras tribus, y a vuestros oficiales, y hablaré en sus oídos estas palabras, y llamaré por testigos contra ellos a los cielos y a la tierra. Porque yo sé que después de mi muerte, ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir mal en los postreros días, por haber hecho mal ante los ojos de Jehová, enojándole con la obra de vuestras manos. Entonces habló Moisés a oídos de toda la congregación de Israel las palabras de este cántico hasta acabarlo. Escuchad, cielos, y hablaré;
Y oiga la tierra los dichos de mi boca. Goteará como la lluvia mi enseñanza;
Destilará como el rocío mi razonamiento;
Como la llovizna sobre la grama,
Y como las gotas sobre la hierba; Porque el nombre de Jehová proclamaré.
Engrandeced a nuestro Dios. El es la Roca, cuya obra es perfecta,
Porque todos sus caminos son rectitud;
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él;
Es justo y recto. La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha,
Generación torcida y perversa. ¿Así pagáis a Jehová,
Pueblo loco e ignorante?
¿No es él tu padre que te creó?
El te hizo y te estableció. Acuérdate de los tiempos antiguos,
Considera los años de muchas generaciones;
Pregunta a tu padre, y él te declarará;
A tus ancianos, y ellos te dirán. Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones,
Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres,
Estableció los límites de los pueblos
Según el número de los hijos de Israel. Porque la porción de Jehová es su pueblo;
Jacob la heredad que le tocó. Le halló en tierra de desierto,
Y en yermo de horrible soledad;
Lo trajo alrededor, lo instruyó,
Lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada,
Revolotea sobre sus pollos,
Extiende sus alas, los toma,
Los lleva sobre sus plumas, Jehová solo le guió,
Y con él no hubo dios extraño. Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra,
Y comió los frutos del campo,
E hizo que chupase miel de la peña,
Y aceite del duro pedernal; Mantequilla de vacas y leche de ovejas,
Con grosura de corderos,
Y carneros de Basán; también machos cabríos,
Con lo mejor del trigo;
Y de la sangre de la uva bebiste vino. Pero engordó Jesurún, y tiró coces
(Engordaste, te cubriste de grasa);
Entonces abandonó al Dios que lo hizo,
Y menospreció la Roca de su salvación. Le despertaron a celos con los dioses ajenos;
Lo provocaron a ira con abominaciones. Sacrificaron a los demonios, y no a Dios;
A dioses que no habían conocido,
A nuevos dioses venidos de cerca,
Que no habían temido vuestros padres. De la Roca que te creó te olvidaste;
Te has olvidado de Dios tu creador. Y lo vio Jehová, y se encendió en ira
Por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas. Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro,
Veré cuál será su fin;
Porque son una generación perversa,
Hijos infieles. Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios;
Me provocaron a ira con sus ídolos;
Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo,
Los provocaré a ira con una nación insensata. Porque fuego se ha encendido en mi ira,
Y arderá hasta las profundidades del Seol;
Devorará la tierra y sus frutos,
Y abrasará los fundamentos de los montes. Yo amontonaré males sobre ellos;
Emplearé en ellos mis saetas. Consumidos serán de hambre, y devorados de fiebre ardiente
Y de peste amarga;
Diente de fieras enviaré también sobre ellos,
Con veneno de serpientes de la tierra. Por fuera desolará la espada,
Y dentro de las cámaras el espanto;
Así al joven como a la doncella,
Al niño de pecho como al hombre cano. Yo había dicho que los esparciría lejos,
Que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos, De no haber temido la provocación del enemigo,
No sea que se envanezcan sus adversarios,
No sea que digan: Nuestra mano poderosa
Ha hecho todo esto, y no Jehová. Porque son nación privada de consejos,
Y no hay en ellos entendimiento. ¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto,
Y se dieran cuenta del fin que les espera!
¿Cómo podría perseguir uno a mil,
Y dos hacer huir a diez mil,
Si su Roca no los hubiese vendido,
Y Jehová no los hubiera entregado? Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca,
Y aun nuestros enemigos son de ello jueces. Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos,
Y de los campos de Gomorra;
Las uvas de ellos son uvas ponzoñosas,
Racimos muy amargos tienen. Veneno de serpientes es su vino,
Y ponzoña cruel de áspides. ¿No tengo yo esto guardado conmigo,
Sellado en mis tesoros? Mía es la venganza y la retribución;
A su tiempo su pie resbalará,
Porque el día de su aflicción está cercano,
Y lo que les está preparado se apresura. Porque Jehová juzgará a su pueblo,
Y por amor de sus siervos se arrepentirá,
Cuando viere que la fuerza pereció,
Y que no queda ni siervo ni libre. Y dirá: ¿Dónde están sus dioses,
La roca en que se refugiaban; Que comían la grosura de sus sacrificios,
Y bebían el vino de sus libaciones?
Levántense, que os ayuden
Y os defiendan. Ved ahora que yo, yo soy,
Y no hay dioses conmigo;
Yo hago morir, y yo hago vivir;
Yo hiero, y yo sano;
Y no hay quien pueda librar de mi mano. Porque yo alzaré a los cielos mi mano,
Y diré: Vivo yo para siempre, Si afilare mi reluciente espada,
Y echare mano del juicio,
Yo tomaré venganza de mis enemigos,
Y daré la retribución a los que me aborrecen. Embriagaré de sangre mis saetas,
Y mi espada devorará carne;
En la sangre de los muertos y de los cautivos,
En las cabezas de larga cabellera del enemigo. Alabad, naciones, a su pueblo,
Porque él vengará la sangre de sus siervos,
Y tomará venganza de sus enemigos,
Y hará expiación por la tierra de su pueblo. Vino Moisés y recitó todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo, él y Josué hijo de Nun. Y acabó Moisés de recitar todas estas palabras a todo Israel; y les dijo: Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. Porque no os es cosa vana; es vuestra vida, y por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella. Y habló Jehová a Moisés aquel mismo día, diciendo: Sube a este monte de Abarim, al monte Nebo, situado en la tierra de Moab que está frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que yo doy por heredad a los hijos de Israel; y muere en el monte al cual subes, y sé unido a tu pueblo, así como murió Aarón tu hermano en el monte Hor, y fue unido a su pueblo; por cuanto pecasteis contra mí en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba de Cades, en el desierto de Zin; porque no me santificasteis en medio de los hijos de Israel. Verás, por tanto, delante de ti la tierra; mas no entrarás allá, a la tierra que doy a los hijos de Israel.

Salmos 68:
Que se levante Dios, que sean dispersados sus enemigos, que huyan de su presencia los que le odian. Que desaparezcan del todo, como humo que se disipa con el viento; que perezcan ante Dios los impíos, como cera que se derrite en el fuego. Pero que los justos se alegren y se regocijen; que estén felices y alegres delante de Dios. Canten a Dios, canten salmos a su nombre; aclamen a quien cabalga por las estepas, y regocíjense en su presencia. ¡Su nombre es el Señor! Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa. Dios da un hogar a los desamparados y libertad a los cautivos; los rebeldes habitarán en el desierto. Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través de los páramos marchaste, Selah. la tierra se estremeció, los cielos se vaciaron, delante de Dios, el Dios de Sinaí, delante de Dios, el Dios de Israel. Tú, oh Dios, diste abundantes lluvias; reanimaste a tu extenuada herencia. Tu familia se estableció en la tierra que en tu bondad, oh Dios, preparaste para el pobre. El Señor ha emitido la palabra, y millares de mensajeras la proclaman: "Van huyendo los reyes y sus tropas; en las casas, las mujeres se reparten el botín: alas de paloma cubiertas de plata, con plumas de oro resplandeciente. Tú te quedaste a dormir entre los rebaños." Cuando el Todopoderoso puso en fuga a los reyes de la tierra, parecían copos de nieve cayendo sobre la cumbre del Zalmón. Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de Basán, montañas escarpadas: ¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte donde a Dios le place residir, donde el Señor habitará por siempre? Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para entrar en su santuario. Cuando tú, Dios y Señor, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada. Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas. Selah. Nuestro Dios es un Dios que salva; el Señor Soberano nos libra de la muerte. Dios aplastará la cabeza de sus enemigos, la testa enmarañada de los que viven pecando. El Señor nos dice: "De Basán los regresaré; de las profundidades del mar los haré volver, para que se empapen los pies en la sangre de sus enemigos; para que, al lamerla, los perros tengan también su parte." En el santuario pueden verse las procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y rey. Los cantores van al frente, seguidos de los músicos de cuerda, entre doncellas que tocan panderetas. Bendigan a Dios en la gran congregación; alaben al Señor, descendientes de Israel. Los guía la joven tribu de Benjamín, seguida de los múltiples príncipes de Judá y de los príncipes de Zabulón y Neftalí. Despliega tu poder, oh Dios; haz gala, oh Dios, de tu poder, que has manifestado en favor nuestro. Por causa de tu templo en Jerusalén los reyes te ofrecerán presentes. Reprende a esa bestia de los juncos, a esa manada de toros bravos entre naciones que parecen becerros. Haz que, humillada, te lleve barras de plata; dispersa a las naciones belicosas. Egipto enviará embajadores, y Cus se someterá a Dios. Cántenle a Dios, oh reinos de la tierra, cántenle salmos al Señor, Selah. al que cabalga por los cielos, los cielos antiguos, al que hace oír su voz, su voz de trueno. Reconozcan el poder de Dios; su majestad está sobre Israel, su poder está en las alturas. En tu santuario, oh Dios, eres imponente; ¡el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo! ¡Bendito sea Dios!


Proverbios 2:
Hijo mío, si haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas a la inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios. Él reserva su ayuda para la gente íntegra y protege a los de conducta intachable. Él cuida el sendero de los justos y protege el camino de sus fieles. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la equidad y todo buen camino; la sabiduría vendrá a tu corazón, y el conocimiento te endulzará la vida. La discreción te cuidará, la inteligencia te protegerá. La sabiduría te librará del camino de los malvados, de los que profieren palabras perversas, de los que se apartan del camino recto para andar por sendas tenebrosas, de los que se complacen en hacer lo malo y festejan la perversidad, de los que andan por caminos torcidos y por sendas extraviadas; te librará de la mujer ajena, de la extraña de palabras seductoras que, olvidándose de su pacto con Dios, abandona al compañero de su juventud. Ciertamente su casa conduce a la muerte; sus sendas llevan al reino de las sombras. El que se enreda con ella no vuelve jamás, ni alcanza los senderos de la vida. Así andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los justos. Pues los íntegros, los perfectos, habitarán la tierra y permanecerán en ella. Pero los malvados, los impíos, serán desarraigados y expulsados de la tierra.


Juan 21 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

CAPÍTULO 21
(33 d.C.)
JESÚS

DESPUÉS se manifestó Jesús otra vez a Sus Discípulos (Jesús solamente apareció, aparentemente, a los que eran Sus Seguidores; los Creyentes eran los únicos que podían ver Su Cuerpo Espiritual) en el Mar de Tiberias (el Mar de Galilea); y se manifestó de esta manera (la cuarta aparición del Señor, por lo menos en el contexto de Sus grandes victorias sobre varios problemas de la vida).
2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de Sus Discípulos.
3 Les dice Simón, Voy a pescar (aunque Las Escrituras no están claras en esto, parece que esta expedición de ir a pescar no fue por recreación, sino más bien por la necesidad de ganarse la vida para sus familias; sin embargo, un Ministerio que se origina en la energía de la voluntad carnal es infructuosa; pero cuando está bajo el Gobierno de la Cabeza de la Iglesia, producirá fruto abundante). Le dicen, Vamos nosotros también contigo (los otros seis Discípulos presentes; no nos dice dónde estaban los cuatro restantes durante este tiempo). Fueron, y subieron en un barco (probablemente se refirió a uno de los barcos que Pedro y los hijos de Zebedeo usaron antes en su negocio previo de la pesca); y aquella noche no cogieron nada (ellos hacían esto para poder aumentar los ingresos, no por recreación).

EL MILAGRO

4 Y venida la mañana (ellos habían pescado toda la noche, pero sin éxito), Jesús se puso a la ribera (el comienzo de una lección muy útil): mas los Discípulos no entendieron que era Jesús (de nuevo, describe la misma experiencia que los demás tuvieron).
5 Y les dijo, Hijos, ¿tenéis algo de comer? (Esta pregunta tenía la intención de sacarlos de su ensimismamiento, porque su preocupación en ese momento era sólo en ganarse la vida para proveer a sus familias.) Le respondieron, No (fue infructuoso después de una noche entera de trabajo).
6 Y Él les dice, Echad la red a la mano derecha del barco, y hallaréis (¿qué serían sus pensamientos con respecto a la admonición de ese extraño?). Entonces la echaron (parece sugerir que Juan sospechaba que Éste era el Señor), y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de los peces (esta aparición de Cristo se dirige al problema de la vida de la “preocupación”).
7 Entonces aquel Discípulo, al cual amaba Jesús (Juan), dijo a Pedro, Es El Señor (sin lugar a dudas, sería uno de los mejores momentos en sus vidas). Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, (porque estaba desnudo,) (no se refiere a la falta de ropa, sino más bien que él había puesto a un lado su ropa externa para que no se ensuciara) y se echó al mar (no para atender la red sobrecargada, sino más bien para llegar a Jesús con más rapidez).
8 Y los otros Discípulos vinieron con la barca (diferente que del barco principal) (porque no estaban lejos de tierra sino como doscientos codos,) (aproximadamente 91.5 metros [o sea unas 100 yardas]) trayendo la red de peces (representó una pesca fabulosa la cual sólo requirió unos cuantos minutos, en comparación a sus esfuerzos en toda la noche de lo que resultó solamente en redes vacías; ¡así es el esfuerzo con Cristo, y así es el esfuerzo sin Cristo!).
9 Y como descendieron a tierra, vieron ascuas puestas, y un pez encima de ellas, y pan (¿dónde adquirió Jesús estas provisiones? Personalmente yo creo que Él las proporcionó milagrosamente).
10 Les dice Jesús, Traed de los peces que cogisteis ahora (demuestra el hecho de que los pescados que Jesús había cocinado no llegaron de esta provisión en particular).
11 Subió Simón Pedro, y trajo la red a tierra, llena de grandes peces (insinúando que cada pez era más grande que lo normal), ciento cincuenta y tres (el Espíritu Santo dio el número exacto por un propósito y motivo; los Discípulos serían pescadores de hombres, no de pescados, por así decirlo; en consecuencia, el número dado de los pescados demuestra el hecho de que cada alma es preciosa en los Ojos de Dios, y en consecuencia enumerado): y siendo tantos, la red no se rompió (presenta un contraste de la pesca milagrosa en Lucas 5:6, donde la red se rompió; simbólicamente quiere decir que la red se rompió esa vez porque el Espíritu Santo todavía no había venido; con el Espíritu Santo, la red no se rompería).
12 Les dice Jesús, Venid y comed (como de costumbre Él funcionaba como Siervo, aunque en Su Estado Glorificado). Y ninguno de los Discípulos osaba preguntarle, ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor (desgraciadamente, muchos hoy en día se preguntan, perteneciente a ciertos fenómenos religiosos, “¿quién eres tú?”; que significa que las señales del Verdadero Evangelio están poco presentes).
13 Viene pues Jesús, y toma el pan, y les da, y asimismo del pez (el “pan” era simbólico de Él Mismo, y el pescado, es decir, “la carne,” es simbólica de Su Palabra).
14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestó a Sus Discípulos, habiendo resucitado de los muertos (la tercera vez a Sus Discípulos; hay un poco de discrepancia en cuanto a cuántas veces Él se apareció, pero el hecho es que Él se le apareció a muchos después de Su Resurrección, antes de Su Ascensión).

LA COMISIÓN

15 Y cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro, Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas más que estos? (este interrogante se refiere a la jactancia de Pedro inmediatamente antes de la Crucifixión de que él amaba a Jesús más que los demás Discípulos [Mat. 26:31-35; Marc. 14:29]) Le dice, Sí, Señor; Tú sabes que Te amo (Jesús usó el verbo Griego “Agapao” para Amor, lo cual quiere decir “ardiente, supremo y perfecto,” mientras que Pedro usó el verbo Griego “Filéo,” que quiere decir “sentir cariño, tener amistad con otro”). Le dice, Apacienta Mis Corderos (se refiere a los nuevos convertidos, quienes necesitaban atención especial, y les serían confiados a Pedro).
16 Le vuelve a decir la segunda vez, Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? (El interrogante muestra a Jesús omitiendo las palabras, “más que éstos”; sin embargo, Él sigue usando la palabra Griega fuerte “Agapao” para amor; al omitir estas palabras, Jesús aleja de Pedro su actitud arrogante.) Le responde, Sí, Señor; Tú sabes que Te amo (Pedro continúa usando el mismo verbo Griego “Filéo” para Amor como lo hizo la primera vez; no es negativo, sino más bien positivo; él por fin se da cuenta que no puede confiar en la carne). Le dice, Apacienta Mis Ovejas (Cristo usó la palabra “Ovejas,” Él se refiere ahora a los Creyentes fuertes y maduros).
17 Le dice la tercera vez, Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? (Jesús emplea ahora la palabra más débil “Filéo” para Amor, como Pedro la usaba.) Se entristeció Pedro de que le dijese la tercera vez, ¿Me amas? (Pedro comprende muy bien que Jesús Mismo ahora estaba usando la palabra menor por Amor, la cual le indica algo al Apóstol.) y Le dice, Señor, Tú sabes todas las cosas (el Apóstol ya se da cuenta que Jesús sabe todo acerca de él — lo que hacía, pensaba y sentía; Pedro también sabía que el Señor había herido Su corazón para poder entrenarle y equiparle para que tuviera el honor supremo de pastorear a las Ovejas, que para Él son las más preciosas, es decir, las Ovejas de Jn., cap. 10); Tú sabes que Te amo (y Jesús, por supuesto, sabía). Le dice Jesús, Apacienta Mis Ovejas (expresa confianza total y completa).

LA PROFECÍA

18 De cierto, de cierto, te digo, Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías (se refiere a su flor de vida): mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro (predijo la fidelidad de Pedro hasta la muerte, la cual indudablemente le infundió aliento y fuerza a su corazón traspasado y, también, prohibió a los otros Discípulos de hacerle recordar desdeñosamente su cobardía anterior), y te llevará adonde no quieras (se refiere al tiempo y el día distante cuando moriría).
19 Y esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios (Tertuliano y Eusebio dijeron que el Apóstol al enfrentarse con la muerte, prefirió la crucifixión con la cabeza  hacia abajo por la súplica que de ser Crucificado como su Maestro era un honor demasiado grande para alguien que había negado a su Señor). Y dicho esto, le dice (dicho a Pedro), Sígueme (con una sola palabra, el Señor corrige cada una de las faltas de Pedro, y le instituía a Su Misión sublime).

JUAN

20 Volviéndose Pedro, ve a aquel Discípulo al cual amaba Jesús, que seguía (habló de Juan, y una vez más, aun tan pronto, presenta la característica extraordinaria de Pedro de guiar en vez de seguir; ¡es difícil cambiar los viejos hábitos!); el que también se había recostado a su Pecho en la cena, y Le había dicho, Señor, ¿quién es el que Te ha de entregar? (Este interrogante muestra a Juan que se refiere a sí mismo, y nos vuelve la atención a la Última Cena.)
21 Así que Pedro vio a éste, dice a Jesús, Señor, ¿y éste, qué? (Pedro hace una pregunta que provocó su reprensión.)
22 Le dice Jesús, Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti? (En efecto, Jesús declara a Pedro que no es asunto suyo la que es la Voluntad de Dios para Juan.) Sígueme tú (el pronombre “tú” es enfático; la lección que debemos aprender de esto es que no es la gloria de alguna Iglesia, sino para la Gloria Personal del Señor Jesús; tenemos que seguirle a Él, lo cual significa que tenemos que seguir nada más que a Él; esto solo nos guardará y nos ocupará hasta a un extremo que, si lo hacemos debidamente, no nos meteríamos en los asuntos de los demás).
23 Salió entonces este dicho entre los hermanos, que aquel Discípulo no había de morir (la manera en que Las Escrituras pueden ser malinterpretadas): más Jesús no le dijo, No morirá (se refiere a Juan que pone en claro lo que Jesús en efecto le había dicho); sino, Si quiero que él quede hasta que Yo venga ¿qué a ti? (Jesús en las palabras, “Si quiero,” es el que dispone la vida humana y, además, revela Su Deidad. Jesús vino a él en la Isla de Patmos y le dio una gran Revelación, lo cual clausuró el Canon de Las Escrituras.)

EL TESTIMONIO

24 Este es aquel Discípulo que da testimonio de estas cosas (presenta a Juan como testigo ocular de todo lo que relata), y escribió estas cosas (verifica a Juan como el autor de este Evangelio): y sabemos que su testimonio es verdadero (verifica la Inspiración del Espíritu Santo sobre estos relatos de los cuales nosotros describimos como “El Evangelio según San Juan”).
25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús (habla, sin lugar a dudas, de los muchos Milagros que Él hizo, algunos de los cuales no se registran en ninguno de los cuatro Evangelios), que si se escribiesen cada una por sí (facilita la creencia a la idea que Jesús había realizado muchos más Milagros que no fueron registrados), ni aun en el mundo pienso que cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén (Cristo es infinito, la Tierra finito; por lo tanto, la suposición del Versículo es lo más razonable).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac."* Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e  intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero."* Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro  Señor.

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