15 August 2018

El 15 de agosto Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 15 de agosto Lectura Bíblica Diaria:


1 Crónicas 29 a 2 Crónicas 2: 

El rey David le dijo a toda la asamblea: "Dios ha escogido a mi hijo Salomón, pero para una obra de esta magnitud todavía le falta experiencia. El palacio no es para un hombre sino para Dios el Señor. Con mucho esfuerzo he hecho los preparativos para el templo de Dios. He conseguido oro para los objetos de oro, plata para los de plata, bronce para los de bronce, hierro para los de hierro, madera para los de madera, y piedras de ónice, piedras de engaste, piedras talladas de diversos colores, piedras preciosas de toda clase, y mármol en abundancia. Además, aparte de lo que ya he conseguido, por amor al templo de mi Dios entrego para su templo todo el oro y la plata que poseo: cien mil kilos de oro de Ofir y doscientos treinta mil kilos de plata finísima, para recubrir las paredes de los edificios, para todos los objetos de oro y de plata, y para toda clase de trabajo que hagan los orfebres. ¿Quién de ustedes quiere hoy dar una ofrenda al Señor?" Entonces los jefes de familia, los jefes de las tribus de Israel, los jefes de mil y de cien soldados, y los encargados de las obras del rey hicieron sus ofrendas voluntarias. Donaron para las obras del templo de Dios ciento sesenta y cinco mil kilos y diez mil monedas de oro, trescientos treinta mil kilos de plata, y alrededor de seiscientos mil kilos de bronce y tres millones trescientos mil kilos de hierro. Los que tenían piedras preciosas las entregaron a Jehiel el guersonita para el tesoro del templo del Señor. El pueblo estaba muy contento de poder dar voluntariamente sus ofrendas al Señor, y también el rey David se sentía muy feliz. Entonces David bendijo así al Señor en presencia de toda la asamblea: "¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre! Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, la victoria y la majestad. en el cielo y en la tierra. Tuyo también es el reino, y tú estás por encima de todo. De ti proceden la riqueza y el honor; tú lo gobiernas todo. En tus manos están la fuerza y el poder, y eres tú quien engrandece y fortalece a todos. Por eso, Dios nuestro, te damos gracias, y a tu glorioso nombre tributamos alabanzas. "Pero, ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que podamos darte estas ofrendas voluntarias? En verdad, tú eres el dueño de todo, y lo que te hemos dado, de ti lo hemos recibido. Ante ti, somos extranjeros y peregrinos, como lo fueron nuestros antepasados. Nuestros días sobre la tierra son sólo una sombra sin esperanza. Señor y Dios nuestro, de ti procede todo cuanto hemos conseguido para construir un templo a tu santo nombre. ¡Todo es tuyo! Yo sé, mi Dios, que tú pruebas los corazones y amas la rectitud. Por eso, con rectitud de corazón te he ofrecido voluntariamente todas estas cosas, y he visto con júbilo que tu pueblo, aquí presente, te ha traído sus ofrendas. Señor, Dios de nuestros antepasados Abraham, Isaac e Israel, conserva por siempre estos pensamientos en el corazón de tu pueblo, y dirige su corazón hacia ti. Dale también a mi hijo Salomón un corazón íntegro, para que obedezca y ponga en práctica tus mandamientos, preceptos y leyes. Permítele construir el templo para el cual he hecho esta provisión." Luego David animó a toda la asamblea: "¡Alaben al Señor su Dios!" Entonces toda la asamblea alabó al Señor, Dios de sus antepasados, y se inclinó ante el Señor y ante el rey. Al día siguiente, ofrecieron sacrificios y holocaustos al Señor por todo Israel: mil becerros, mil carneros y mil corderos, con sus respectivas libaciones, y numerosos sacrificios. Ese día comieron y bebieron con gran regocijo en presencia del Señor. Luego, por segunda vez, proclamaron como rey a Salomón hijo de David, y lo consagraron ante el Señor como rey, y a Sadoc lo ungieron como sacerdote. Y Salomón sucedió en el trono del Señor a su padre David, y tuvo éxito. Todo Israel le obedeció. Todos los jefes, los guerreros y los hijos del rey David rindieron pleitesía al rey Salomón. El Señor engrandeció en extremo a Salomón ante todo Israel, y le otorgó un reinado glorioso, como jamás lo tuvo ninguno de los reyes de Israel. David hijo de Isaí reinó sobre todo Israel. En total, reinó cuarenta años sobre Israel: siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres en Jerusalén. Y murió muy anciano y entrado en años, en medio de grandes honores y riquezas, y su hijo Salomón lo sucedió en el trono. Todos los hechos del rey David, desde el primero hasta el último, y lo que tiene que ver con su reinado y su poder, y lo que les sucedió a él, a Israel y a los pueblos vecinos, están escritos en las crónicas del vidente Samuel, del profeta Natán y del vidente Gad. 
2 Crónicas 1 a 2: Salomón hijo de David consolidó su reino, pues el Señor su Dios estaba con él y lo hizo muy poderoso. Salomón habló con todos los israelitas, es decir, con los jefes de mil y de cien soldados, con los gobernantes y con todos los jefes de las familias patriarcales de Israel. Luego, él y toda la asamblea que lo acompañaba se dirigieron al santuario de  Gabaón, porque allí se encontraba la Tienda de la reunión con Dios que Moisés, siervo del Señor, había hecho en el desierto. El arca de Dios se encontraba en Jerusalén, en la tienda que David le había preparado cuando la trasladó desde Quiriat Yearín, pero el altar de bronce que había hecho Bezalel, hijo de Uri y nieto de Jur, estaba en Gabaón, frente al santuario del Señor. Por eso Salomón y los israelitas fueron a ese lugar para consultar al Señor. Allí, en presencia del Señor, Salomón subió al altar que estaba en la Tienda de reunión, y en él ofreció mil *holocaustos. Aquella noche Dios se le apareció a Salomón y le dijo: Pídeme lo que quieras. Salomón respondió: Tú trataste con mucho amor a David mi padre, y a mí me has permitido reinar en su lugar. Señor y Dios, cumple ahora la promesa que le hiciste a mi padre David, pues tú me has hecho rey de un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra. Yo te pido sabiduría y conocimiento para gobernar a este gran pueblo tuyo; de lo contrario, ¿quién podrá gobernarlo? Entonces Dios le dijo a Salomón: Ya que has pedido sabiduría y conocimiento para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he hecho rey, y no has pedido riquezas ni bienes ni esplendor, y ni siquiera la muerte de tus enemigos o una vida muy larga, te los otorgo. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte. Después de esto, Salomón bajó de la Tienda de reunión, que estaba en el santuario de Gabaón, y regresó a Jerusalén, desde donde reinó sobre Israel. Salomón multiplicó el número de sus caballos y de sus carros de combate; llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos, los cuales mantenía en las caballerizas y en su palacio de Jerusalén. El rey hizo que la plata y el oro fueran en Jerusalén tan comunes como las piedras, y que el cedro abundara como las higueras en la llanura. Los caballos de Salomón eran importados de Egipto y de Cilicia, donde los compraban los mercaderes de la corte. Un carro importado de Egipto costaba seiscientas monedas de plata; un caballo, ciento cincuenta. Además, estos carros y caballos se los vendían a todos los reyes hititas y sirios. Salomón decidió construir su palacio real y un templo en honor del Señor. Con este fin reclutó a setenta mil cargadores y ochenta mil canteros, para que trabajaran en la montaña. Al frente de ellos puso a tres mil seiscientos capataces. Luego le envió este mensaje a Hiram, rey de Tiro: "Envíame madera de cedro, tal como lo hiciste con mi padre David cuando se la enviaste para que se construyera un palacio. Voy a construir un templo en honor del Señor mi Dios. Lo consagraré a él, para quemar incienso aromático en su presencia, colocar siempre el pan consagrado, y ofrecer allí los *holocaustos de la mañana y de la tarde, los sacrificios de los sábados y de luna nueva, así como los de las otras fiestas del Señor nuestro Dios. Esto se hará en Israel siempre. "Voy a edificar un templo majestuoso, pues nuestro Dios es el más grande de todos los dioses. Pero, ¿cómo edificarle un templo, si ni los cielos más altos pueden contenerlo? ¿Y quién soy yo para construirle un templo, aunque sólo sea para quemar incienso para él? "Envíame un experto para trabajar el oro y la plata, el bronce y el hierro, el carmesí, la escarlata y la púrpura, y que sepa hacer grabados, para que trabaje junto con los expertos que yo tengo en Judá y en Jerusalén, los cuales contrató mi padre David. "Envíame también del Líbano madera de cedro, de ciprés y de sándalo, pues yo sé que tus obreros son expertos en cortar estos árboles. Mis obreros trabajarán con los tuyos para prepararme mucha madera, porque el templo que voy a edificar será grande y maravilloso. A tus siervos que corten la madera les daré veinte mil cargas de trigo, veinte mil cargas de cebada, veinte mil medidas de vino, y veinte mil medidas de aceite." En respuesta, Hiram, rey de Tiro, le envió a Salomón la siguiente carta: "El Señor te ha hecho rey de su pueblo, porque te ama. ¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, que hizo el cielo y la tierra, porque le ha dado al rey David un hijo sabio, dotado de sabiduría e inteligencia, el cual construirá un palacio real y un templo para el Señor! "Te envío, pues, a Hiram Abí, hombre sabio e inteligente, hijo de una mujer oriunda de Dan y de un nativo de Tiro. Sabe trabajar el oro y la plata, el bronce y el hierro, la piedra y la madera, el carmesí y la púrpura, el lino y la escarlata; también es experto en hacer toda clase de figuras y en realizar cualquier diseño que se le encargue. Hiram trabajará junto con tus expertos y con los de David, tu padre y mi señor. "Envíanos ahora el trigo, la cebada, el aceite y el vino que tan bondadosamente me has prometido. Nosotros cortaremos del Líbano la madera que necesites, y te la llevaremos por mar hasta Jope, en forma de balsas. De allí tú la llevarás a Jerusalén." Salomón hizo un censo de todos los extranjeros que vivían en Israel. Este censo, que fue posterior al que había hecho su padre David, arrojó la cifra de ciento cincuenta y tres mil seiscientos. A setenta mil de ellos los puso como cargadores; a ochenta mil, como canteros en las montañas; y a tres mil seiscientos, como capataces para dirigir a los trabajadores.



Salmo 95:
Vengan, cantemos con júbilo al Señor; aclamemos a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante él con acción de gracias, aclamémoslo con cánticos. Porque el Señor es el gran Dios, el gran Rey sobre todos los dioses. En sus manos están los abismos de la tierra; suyas son las cumbres de los montes. Suyo es el mar, porque él lo hizo; con sus manos formó la tierra firme. Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado! Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón, como en Meribá, como aquel día en Masá, en el desierto, cuando sus antepasados me tentaron, cuando me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras. Cuarenta años estuve enojado con aquella generación, y dije: "Son un pueblo mal encaminado que no reconoce mis senderos." Así que, en mi enojo, hice este juramento: "Jamás entrarán en mi reposo."


Proverbios 26:
Ni la nieve es para el verano, ni la lluvia para la cosecha, ni los honores para el necio. Como el gorrión sin rumbo o la golondrina sin nido, la maldición sin motivo jamás llega a su destino. El látigo es para los caballos, el freno para los asnos, y el garrote para la espalda del necio. No respondas al necio según su necedad, o tú mismo pasarás por necio. Respóndele al necio como se merece, para que no se tenga por sabio. Enviar un mensaje por medio de un necio es como cortarse los pies o sufrir violencia. Inútil es el proverbio en la boca del necio como inútiles son las piernas de un tullido. Rendirle honores al necio es tan absurdo como atar una piedra a la honda. El proverbio en la boca del necio es como espina en la mano del borracho. Como arquero que hiere a todo el que pasa es quien contrata al necio en su casa. Como vuelve el perro a su vómito, así el necio insiste en su necedad. ¿Te has fijado en quien se cree muy sabio? Más se puede esperar de un necio que de gente así. Dice el perezoso: "Hay una fiera en el camino. ¡Por las calles un león anda suelto!" Sobre sus goznes gira la puerta; sobre la cama, el perezoso. El perezoso mete la mano en el plato, pero le pesa llevarse el bocado a la boca. El perezoso se cree más sabio que siete sabios que saben responder. Meterse en pleitos ajenos es como agarrar a un perro por las orejas. Como loco que dispara mortíferas flechas encendidas, es quien engaña a su amigo y explica: "¡Tan sólo estaba bromeando!" Sin leña se apaga el fuego; sin chismes se acaba el pleito. Con el carbón se hacen brasas, con la leña se prende fuego, y con un pendenciero se inician los pleitos. Los chismes son como ricos bocados: se deslizan hasta las entrañas. Como baño de plata sobre vasija de barro son los labios zalameros de un corazón malvado. El que odia se esconde tras sus palabras, pero en lo íntimo alberga perfidia. No le creas, aunque te hable con dulzura, porque su corazón rebosa de abominaciones. Tal vez disimule con engaños su odio, pero en la asamblea se descubrirá su maldad. Cava una fosa, y en ella caerás; echa a rodar piedras, y te aplastarán. La lengua mentirosa odia a sus víctimas; la boca lisonjera lleva a la ruina.


El Libro de Mateo Capítulo 7 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO

CAPÍTULO 7
(31 d.C.)
EL JUZGAR A LOS DEMÁS

nO juzguéis, para que no seáis juzgados (esta declaración de Cristo se refiere a los Versículos 25 al 34 del Capítulo anterior; la idea es, Dios a veces permite la pobreza para probar a Su Hijo, pero los Creyentes Hermanos no deben equivocarse, como los amigos de Job hicieron, y creyeron que la prueba era un castigo por un pecado secreto; también, la palabra, "juzgando," como se usa aquí, abarca todos los aspectos de tratos con nuestro prójimo).
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados (cualquier motivo del cual culpamos a otros, por último seremos culpables del mismo motivo): y con la medida con que medís, os volverán a medir (un doble énfasis es dado aquí a fin de exponer la seriedad de las Palabras de nuestro Señor; cuando juzgamos a otros, nos juzgamos a nosotros mismos).
3 Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano (el Creyente no debe buscar por una falta o una maldad en las vidas de sus Creyentes Hermanos), y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? (Tenemos una abundancia de cosas en nuestras propias vidas que necesitan ser eliminadas, sin buscar faltas en otras personas. ¡"La mota" y "la viga" están en contraste la una a la otra! Juzgar constantemente a otros demuestra el hecho de que somos mucho peor que la persona que juzgamos.)
4 O ¿cómo dirás a tu hermano, Déjame sacarte la mota de tu ojo (la seriedad de establecernos a nosotros mismos como el juez, el jurado y el verdugo); y, he aquí, la viga está en tu ojo? (Otra vez nos llama la atención hacia el hecho de que la persona que juzga a otros está en una condición espiritual aún mucho peor que él que es juzgado.)
5 ¡Hipócrita! (apropiadamente describe a tal persona) Saca primero la viga de tu ojo; y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano (el mismo hecho  de que no nos examinamos, sino más bien a los demás, demuestra la verdad de que nuestra situación personal es peor; cuando nos analizamos correctamente, entonces, y sólo entonces, podemos nosotros "ver claramente"; se refiere a la difamación de carácter y no de la corrección de la doctrina).
6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos (pueden haber problemas en la Iglesia, como los Versículos 1 al 5 expresan, pero de todos modos, la Iglesia nunca debe alargar la mano al mundo, es decir, "perros," para conseguir su ayuda a fin de solucionar sus disputas internas), no sea que las huellen con sus pies, y vuelvan y os despedacen (no vendrá ayuda alguna del mundo, sino más bien, sólo destrucción; debemos llevar nuestros problemas al Señor, obedeciendo Su Palabra, en cuanto a las disputas [Mat. 18:15-17]).
OBTENIENDO COSAS
DE DIOS
7 Pedid, y se os dará (si pedimos sabiduría con relación de resolver disputas, o por cualquiera cosa, será concedida); buscad, y hallaréis (puede ser que la respuesta no venga inmediatamente; por lo tanto, debemos "buscar" la razón por la cual la respuesta no llega); llamad, y se os abrirá (debemos asegurarnos que es Su puerta la cual llamamos; si es así, definitivamente nos será abierta):
8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá (da por sentado que el corazón de la persona es sincero ante el Señor).
9 ¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? (¡Incluso un ser humano no hará tal cosa, mucho menos Dios!)
10 ¿Y si le pidiere un pez, le dará una serpiente? (Si, de hecho, lo que pedimos no es la Voluntad de Dios, y resultara ser una "piedra," o "serpiente," Él nos guardará de recibir tal cosa, y durante el tiempo de espera y consagración, nos mostrará lo que realmente necesitamos.)
11 Pues si vosotros, siendo malos (se refiere a los padres que a veces dan a sus hijos cosas que no son buenas para ellos, así como cosas buenas), sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos, dará buenas cosas a los que Le pidan? (El Señor sólo da cosas buenas.)
LA REGLA DE ORO
12 Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la Ley y los Profetas (esta regla no autoriza la acción benévola caprichosa, pero sólo lo que es razonable y moralmente provechoso, y controlado por la imitación Divina [Mat. 5:48]; este principio de acción y modo de la vida es, de hecho, la suma de todo lo que la Biblia enseña).
EL CAMINO ESTRECHO Y EL
CAMINO ESPACIOSO
13 Entrad por la puerta estrecha (esta es la Puerta, Quien es Jesús [Jn. 10:7]): porque ancha es la puerta, y espacioso el camino, que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella (declara el hecho de que hay muchas religiones diversas en el mundo, que son falsas, y llevan al fuego eterno del Infierno):
14 Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino, que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan (todo corazón contrito anhela estar entre la minoría; los requisitos son mayores de lo que la mayoría están dispuestos a aceptar).
FALSOS PROFETAS
Y ENGAÑOS
15 Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero de dentro son lobos rapaces (¡"cuídese de los falsos profetas" fue dicho en un tono de lo más severo! Habrá y actualmente hay falsos profetas, y son algunas de las armas más grandes de Satanás).
16 Por sus frutos los conoceréis (ésta es la prueba según la dio por Cristo al referirse a la identificación de los falsos profetas y falsos apóstoles). ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? (Es imposible que la doctrina falsa, generada por los falsos profetas, produzca buen fruto.)
17 Así todo buen árbol lleva frutos buenos; mas el árbol corrupto lleva frutos malos (la fruta buena es ser como Cristo, mientras que la fruta mala es parecerse a sí mismo).
18 No puede el buen árbol llevar frutos malos, ni el árbol corrupto llevar frutos buenos (el "buen árbol" es la Cruz, mientras que el "árbol corrupto" pertenece a todo lo que no es de la Cruz).
19 Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado, y echado al fuego (el Juicio le caerá al final a todo lo que se supone llamar "el evangelio," con excepción de la Cruz [Rom. 1:18]).
20 Así que por sus frutos los conoceréis (la prueba determinante).
CONTRA LA MERA PROFESIÓN
21 No todo el que Me dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos (la repetición de la palabra "Señor" expresa asombro, como si dijéramos: "¿somos nosotros rechazados?"); mas el que hiciere la Voluntad de Mi Padre que está en los Cielos (¿Cuál es la Voluntad del Padre? El Versículo 24 nos lo dice).
22 Muchos Me dirán en aquel día, Señor, Señor, ¿no Profetizamos en Tu Nombre, y en Tu Nombre echamos fuera demonios, y en Tu Nombre hicimos muchos milagros? (Estas cosas no son el criterio, sino la Fe en Cristo y lo que Cristo ha hecho por nosotros en la Cruz [Ef. 2:8-9, 13-18]. La Palabra sola de Dios es el juez de la Doctrina.)
23 Y entonces les confesaré, Nunca os conocí (recalcamos otra vez, el criterio solamente es Cristo y Él Crucificado [I Cor. 1:23]): apartaos de Mí, obreros de maldad (tenemos acceso a Dios solamente por medio de Cristo, y acceso a Cristo solamente por medio de la Cruz, y acceso a la Cruz solamente con la negación de sí mismo [Luc. 9:23]; cualquier otro Mensaje es Juzgado por Dios como "iniquidad," y no puede ser parte de Cristo [I Cor. 1:17]).
LOS DOS EDIFICADORES:
EL HOMBRE SABIO
Y EL NECIO
24 Cualquiera, pues, que Me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca (la "Roca" es Cristo Jesús, y el Fundamento es la Cruz [Gál. 1:8-9]):
25 Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron los vientos, y combatieron aquella casa; y no cayó; porque estaba fundada sobre la roca (el Fundamento de nuestro sistema de creencia debe ser Cristo y Él Crucificado [Gál. 6:14]).
26 Y cualquiera que Me oye estas palabras, y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena (aparte del Fundamento, esta casa parecía igual a la casa que fue construida sobre la roca):
27 Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron los vientos, e hicieron ímpetu en aquella casa; y cayó: y fue grande su ruina (mientras que el sol brilla, ambas casas parecen buenas; pero, cuando la adversidad viene y seguro vendrá, la Fe, que está en Cristo Solo y Él Crucificado permanecerá [I Cor. 1:18]).
28 Y fue que, cuando Jesús acabó estas palabras (terminó el Sermón del Monte), las multitudes se admiraban de Su Doctrina (este Mensaje proclamó el intento Verdadero de la Ley de Moisés y, sobretodo, puso el Fundamento para el Nuevo Convenio):
29 Porque les enseñaba como quien tiene autoridad (se refiere a Autoridad Divina, de la cual Él tenía por el Poder del Espíritu Santo; este Sermón y el de Lucas, cap. 6 son probablemente uno y lo mismo; el Espíritu Santo pone el énfasis aquí en el corazón, mientras que en Lucas, el énfasis se pone en las acciones producidas por el corazón; por lo tanto, la distinción entre la "posición" y la "condición" es evidente), y no como los Escribas (aquéllos que afirmaron ser expertos en la Ley de Moisés).


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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