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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-2
El 21 de marzo Lectura Bíblica Diaria:
Daniel 6 a 8: 
Para
  el control eficaz de su reino, Darío consideró prudente nombrar a  
ciento veinte sátrapas y tres administradores, uno de los cuales era  
Daniel. Estos sátrapas eran responsables ante los administradores, a fin
  de que los intereses del rey no se vieran afectados. Y tanto se  
distinguió Daniel por sus extraordinarias cualidades administrativas,  
que el rey pensó en ponerlo al frente de todo el reino. Entonces los  
administradores y los sátrapas empezaron a buscar algún motivo para  
acusar a Daniel de malos manejos en los negocios del reino. Sin embargo,
  no encontraron de qué acusarlo porque, lejos de ser corrupto o  
negligente, Daniel era un hombre digno de confianza. Por eso  
concluyeron: "Nunca encontraremos nada de qué acusar a Daniel, a no ser 
 algo relacionado con la ley de su Dios." Formaron entonces los  
administradores y sátrapas una comisión para ir a hablar con el rey, y  
estando en su presencia le dijeron: ¡Que viva para siempre Su Majestad, 
 el rey Darío! Nosotros los administradores reales, junto con los  
prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores, convenimos en que Su  
Majestad debiera emitir y confirmar un decreto que exija que, durante  
los próximos treinta días, sea arrojado al foso de los leones todo el  
que adore a cualquier dios u hombre que no sea Su Majestad. Expida usted
  ahora ese decreto, y póngalo por escrito. Así, conforme a la ley de 
los  medos y los persas, no podrá ser revocado. El rey Darío expidió el 
 decreto y lo puso por escrito. Cuando Daniel se enteró de la 
publicación  del decreto, se fue a su casa y subió a su dormitorio, 
cuyas ventanas  se abrían en dirección a Jerusalén. Allí se arrodilló y 
se puso a orar y  alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres 
veces al día. Cuando  aquellos hombres llegaron y encontraron a Daniel 
orando e implorando la  ayuda de Dios, fueron a hablar con el rey 
respecto al decreto real: ¿No  es verdad que Su Majestad publicó un 
decreto? Según entendemos, todo el  que en los próximos treinta días 
adore a otro dios u hombre que no sea  Su Majestad, será arrojado al 
foso de los leones. El decreto sigue en  pie contestó el rey. Según la 
ley de los medos y los persas, no puede  ser derogado. ¡Pues Daniel 
respondieron ellos, que es uno de los  exiliados de Judá, no toma en 
cuenta a Su Majestad ni al decreto que ha  promulgado! ¡Todavía sigue 
orando a su Dios tres veces al día! Cuando el  rey escuchó esto, se 
deprimió mucho y se propuso salvar a Daniel, así  que durante todo el 
día buscó la forma de salvarlo. Pero aquellos  hombres fueron a ver al 
rey y lo presionaron: No olvide Su Majestad que,  según la ley de los 
medos y los persas, ningún decreto ni edicto  emitido por el rey puede 
ser derogado. El rey dio entonces la orden, y  Daniel fue arrojado al 
foso de los leones. Allí el rey animaba a Daniel:  ¡Que tu Dios, a quien
 siempre sirves, se digne salvarte! Trajeron  entonces una piedra, y con
 ella taparon la boca del foso. El rey lo  selló con su propio anillo y 
con el de sus nobles, para que la sentencia  contra Daniel no pudiera 
ser cambiada. Luego volvió a su palacio y pasó  la noche sin comer y sin
 divertirse, y hasta el sueño se le fue. Tan  pronto como amaneció, se 
levantó y fue al foso de los leones. Ya cerca,  lleno de ansiedad gritó:
 Daniel, siervo del Dios viviente, ¿pudo tu  Dios, a quien siempre 
sirves, salvarte de los leones? ¡Que viva Su  Majestad por siempre! 
contestó Daniel desde el foso. Mi Dios envió a su  ángel y les cerró la 
boca a los leones. No me han hecho ningún daño,  porque Dios bien sabe 
que soy inocente. ¡Tampoco he cometido nada malo  contra Su Majestad! 
Sin ocultar su alegría, el rey ordenó que sacaran  del foso a Daniel. 
Cuando lo sacaron, no se le halló un solo rasguño,  pues Daniel confiaba
 en su Dios. Entonces el rey mandó traer a los que  falsamente lo habían
 acusado, y ordenó que los arrojaran al foso de los  leones, junto con 
sus esposas y sus hijos. ¡No habían tocado el suelo  cuando ya los 
leones habían caído sobre ellos y les habían triturado los  huesos! Más 
tarde el rey Darío firmó este decreto: "A todos los  pueblos, naciones y
 lenguas de este mundo: "¡Paz y prosperidad para  todos! "He decretado 
que en todo lugar de mi reino la gente adore y  honre al Dios de Daniel.
 "Porque él es el Dios vivo, y permanece para  siempre. Su reino jamás 
será destruido, y su dominio jamás tendrá fin.  Él rescata y salva; hace
 prodigios en el cielo y maravillas en la  tierra. ¡Ha salvado a Daniel 
de las garras de los leones!" Fue así como  Daniel prosperó durante los 
reinados de Darío y de Ciro el Persa. En el  primer año del reinado de 
Belsasar en Babilonia, Daniel tuvo un sueño y  visiones mientras yacía 
en su lecho. Entonces puso por escrito lo más  importante de su sueño, y
 esto es lo que escribió: "Durante la noche  tuve una visión, y en ella 
veía al gran mar, agitado por los cuatro  vientos del cielo. Del mar 
salían cuatro bestias enormes, cada una  diferente de la otra. "La 
primera de ellas se parecía a un león, pero  sus alas eran las de un 
águila. Mientras yo la observaba, le arrancaron  las alas, la levantaron
 del suelo, y la obligaron a pararse sobre sus  patas traseras, como si 
fuera un hombre. Y se le dio un corazón humano.  "La segunda bestia que 
vi se parecía a un oso. Se levantaba sobre uno de  sus costados, y entre
 sus fauces tenía tres costillas. A esta bestia se  le dijo: ¡Levántate y
 come carne hasta que te hartes! "Ante mis propios  ojos vi aparecer 
otra bestia, la cual se parecía a un leopardo, aunque  en el lomo tenía 
cuatro alas, como las de un ave. Esta bestia tenía  cuatro cabezas, y 
recibió autoridad para gobernar. "Después de esto, en  mis visiones 
nocturnas vi ante mí una cuarta bestia, la cual era  extremadamente 
horrible y poseía una fuerza descomunal. Con sus grandes  colmillos de 
hierro aplastaba y devoraba a sus víctimas, para luego  pisotear los 
restos. Tenía diez cuernos, y no se parecía en nada a las  otras 
bestias. "Mientras me fijaba en los cuernos, vi surgir entre ellos  otro
 cuerno más pequeño. Por causa de éste fueron arrancados tres de  los 
primeros. El cuerno pequeño parecía tener ojos humanos, y una boca  que 
profería insolencias. "Mientras yo observaba esto, se colocaron unos  
tronos, y tomó asiento un venerable Anciano. Su ropa era blanca como la 
 nieve, y su cabello, blanco como la lana. centelleaban como el fuego.  
De su presencia brotaba un torrente de fuego. Miles y millares le  
servían, centenares de miles lo atendían. Al iniciarse el juicio, los  
libros fueron abiertos. "Yo me quedé mirando por causa de las grandes  
insolencias que profería el cuerno. Seguí mirando hasta que a esta  
bestia la mataron, la descuartizaron y echaron los pedazos al fuego  
ardiente. A las otras bestias les quitaron el poder, aunque las dejaron 
 vivir por algún tiempo. "En esa visión nocturna, vi que alguien con  
aspecto humano venía entre las nubes del cielo. Se acercó al venerable  
Anciano y fue llevado a su presencia, y se le dio autoridad, poder y  
majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron! ¡Su  
dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás será  
destruido! "Yo, Daniel, me quedé aterrorizado, y muy preocupado por las 
 visiones que pasaban por mi mente. Me acerqué entonces a uno de los que
  estaban allí, y le pregunté el verdadero significado de todo esto. Y  
ésta fue su interpretación: Las cuatro grandes bestias son cuatro reinos
  que se levantarán en la tierra, pero los santos del Altísimo recibirán
  el reino, y será suyo para siempre, ¡para siempre jamás! "Quise 
entonces  saber el verdadero significado de la cuarta bestia, la cual 
desmenuzaba  a sus víctimas y las devoraba, pisoteando luego sus restos.
 Era muy  distinta a las otras tres, pues tenía colmillos de hierro y 
garras de  bronce. ¡Tenía un aspecto espantoso! Quise saber también 
acerca de los  diez cuernos que tenía en la cabeza, y del otro cuerno 
que le había  salido y ante el cual habían caído tres de ellos. Este 
cuerno se veía  más impresionante que los otros, pues tenía ojos y 
hablaba con  insolencia. "Mientras observaba yo, este cuerno libró una 
guerra contra  los santos y los venció. Entonces vino el Anciano y 
emitió juicio en  favor de los santos del Altísimo. En ese momento los 
santos recibieron  el reino. "Ésta fue la explicación que me dio el 
venerable Anciano: La  cuarta bestia es un cuarto reino que surgirá en 
este mundo. Será  diferente a los otros reinos; devorará a toda la 
tierra; ¡la aplastará y  la pisoteará! Los diez cuernos son diez reyes 
que saldrán de este  reino. Otro rey les sucederá, distinto a los 
anteriores, el cual  derrocará a tres reyes. Hablará en contra del 
Altísimo y oprimirá a sus  santos; tratará de cambiar las festividades y
 también las leyes, y los  santos quedarán bajo su poder durante tres 
años y medio. Los jueces  tomarán asiento, y al cuerno se le quitará el 
poder y se le destruirá  para siempre. Entonces se dará a los santos, 
que son el pueblo del  Altísimo, la majestad y el poder y la grandeza de
 los reinos. Su reino  será un reino eterno, y lo adorarán y obedecerán 
todos los gobernantes  de la tierra. "Aquí termina la visión. Yo, 
Daniel, me quedé  desconcertado por tantas ideas que me pasaban por la 
mente, a tal grado  que palideció mi rostro. Pero preferí mantener todo 
esto en secreto."  "En el tercer año del reinado de Belsasar, yo, 
Daniel, tuve otra visión.  En ella, me veía en la ciudadela de Susa, en 
la provincia de Elam,  junto al río Ulay. Me fijé, y vi ante mí un 
carnero con sus dos cuernos.  Estaba junto al río, y tenía cuernos 
largos. Uno de ellos era más  largo, y le había salido después. "Me 
quedé observando cómo el carnero  atacaba hacia el norte y hacia el sur.
 Ningún animal podía hacerle  frente, ni había tampoco quien pudiera 
librarse de su poder. El carnero  hacía lo que quería, y cada vez 
cobraba más fuerza. "Mientras  reflexionaba yo al respecto, de pronto 
surgió del oeste un macho cabrío,  con un cuerno enorme entre los ojos, y
 cruzó toda la tierra sin tocar  siquiera el suelo. Se lanzó contra el 
carnero que yo había visto junto  al río, y lo atacó furiosamente. Yo vi
 cómo lo golpeó y le rompió los  dos cuernos. El carnero no pudo hacerle
 frente, pues el macho cabrío lo  derribó y lo pisoteó. Nadie pudo 
librar al carnero del poder del macho  cabrío. "El macho cabrío cobró 
gran fuerza, pero en el momento de su  mayor grandeza se le rompió el 
cuerno más largo, y en su lugar brotaron  cuatro grandes cuernos que se 
alzaron contra los cuatro vientos del  cielo. De uno de ellos salió otro
 cuerno, pequeño al principio, que  extendió su poder hacia el sur y 
hacia el este, y también hacia nuestra  hermosa tierra. Creció hasta 
alcanzar al ejército de los cielos, derribó  algunas estrellas y las 
pisoteó, y aun llegó a sentirse más importante  que el jefe del ejército
 de los cielos. Por causa de él se eliminó el  sacrificio diario y se 
profanó el santuario. Por la rebeldía de nuestro  pueblo, su ejército 
echó por tierra la verdad y quitó el sacrificio  diario. En fin, ese 
cuerno hizo y deshizo. "Escuché entonces que uno de  los santos hablaba,
 y que otro le preguntaba: ¿Cuánto más va a durar  esta visión del 
sacrificio diario, de la rebeldía desoladora, de la  entrega del 
santuario y de la humillación del ejército? Y aquel santo me  dijo: Va a
 tardar dos mil trescientos días con sus noches. Después de  eso, se 
purificará el santuario. "Mientras yo, Daniel, contemplaba la  visión y 
trataba de entenderla, de repente apareció ante mí alguien de  
apariencia humana. Escuché entonces una voz que desde el río Ulay  
gritaba: ¡Gabriel, dile a este hombre lo que significa la visión!  
"Cuando Gabriel se acercó al lugar donde yo estaba, me sentí  
aterrorizado y caí de rodillas. Pero él me dijo: Toma en cuenta,  
criatura humana, que la visión tiene que ver con la hora final.  
"Mientras Gabriel me hablaba, yo caí en un sueño profundo, de cara al  
suelo. Pero él me despertó y me obligó a levantarme, mientras me decía: 
 Voy a darte a conocer lo que sucederá cuando llegue a su fin el tiempo 
 de la ira de Dios, porque el fin llegará en el momento señalado. El  
carnero de dos cuernos que has visto simboliza a los reyes de Media y de
  Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que  
tiene entre los ojos es el primer rey. Los cuatro cuernos que salieron  
en lugar del que fue hecho pedazos simbolizan a los cuatro reinos que  
surgirán de esa nación, pero que no tendrán el mismo poder. "Hacia el  
final de esos reinos, cuando los rebeldes lleguen al colmo de su maldad,
  surgirá un rey de rostro adusto, maestro de la intriga, que llegará a 
 tener mucho poder, pero no por sí mismo. Ese rey causará impresionantes
  destrozos y saldrá airoso en todo lo que emprenda. Destruirá a los  
poderosos y al pueblo santo. Con su astucia propagará el engaño,  
creyéndose un ser superior. Destruirá a mucha gente que creía estar  
segura, y se enfrentará al Príncipe de los príncipes, pero será  
destruido sin la intervención humana. Esta visión de los días con sus  
noches, que se te ha dado a conocer, es verdadera. Pero no la hagas  
pública, pues para eso falta mucho tiempo. "Yo, Daniel, quedé exhausto, y
  durante varios días guardé cama. Luego me levanté para seguir  
atendiendo los asuntos del reino. Pero la visión me dejó pasmado, pues  
no lograba comprenderla. 
Salmo 99: 
El
  Señor es rey: que tiemblen las naciones. Él tiene su trono entre  
querubines: que se estremezca la tierra. Grande es el Señor en Sión,  
¡excelso sobre todos los pueblos! Sea alabado su nombre grandioso e  
imponente: ¡él es santo! Rey poderoso, que amas la justicia: tú has  
establecido la equidad y has actuado en Jacob con justicia y rectitud.  
Exalten al Señor nuestro Dios; adórenlo ante el estrado de sus pies: ¡él
  es santo! Moisés y Aarón se contaban entre sus sacerdotes, y Samuel,  
entre los que invocaron su nombre. Invocaron al Señor, y él les  
respondió; les habló desde la columna de nube. Cumplieron con sus  
estatutos, con los decretos que él les entregó. Señor y Dios nuestro, tú
  les respondiste; fuiste para ellos un Dios perdonador, aun cuando  
castigaste sus rebeliones. Exalten al Señor nuestro Dios; adórenlo en su
  santo monte: ¡Santo es el Señor nuestro Dios! 
Proverbios 2: 
Hijo
  mío, si haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu  
oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas a la  
inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la 
 buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces  
comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios.  
Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus  
labios. Él reserva su ayuda para la gente íntegra y protege a los de  
conducta intachable. Él cuida el sendero de los justos y protege el  
camino de sus fieles. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la
  equidad y todo buen camino; la sabiduría vendrá a tu corazón, y el  
conocimiento te endulzará la vida. La discreción te cuidará, la  
inteligencia te protegerá. La sabiduría te librará del camino de los  
malvados, de los que profieren palabras perversas, de los que se apartan
  del camino recto para andar por sendas tenebrosas, de los que se  
complacen en hacer lo malo y festejan la perversidad, de los que andan  
por caminos torcidos y por sendas extraviadas; te librará de la mujer  
ajena, de la extraña de palabras seductoras que, olvidándose de su pacto
  con Dios, abandona al compañero de su juventud. Ciertamente su casa  
conduce a la muerte; sus sendas llevan al reino de las sombras. El que  
se enreda con ella no vuelve jamás, ni alcanza los senderos de la vida. 
 Así andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los  
justos. Pues los íntegros, los perfectos, habitarán la tierra y  
permanecerán en ella. Pero los malvados, los impíos, serán desarraigados
  y expulsados de la tierra. 
El Libro de Los Romanos Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS 
CAPÍTULO 4 
(60 d.C.) 
ABRAHAM 
¿QUÉ,
  pues, diremos que halló Abraham nuestro padre, según la carne? 
(Después  de haber dicho que el Antiguo Testamento enseña que Dios 
justifica al  pecador por el principio de la Fe en vez del principio del
 mérito, el  Espíritu Santo presenta ahora a Abraham.) 2 Que si Abraham 
fue  justificado por las obras (lo que él no fue), tiene de qué 
gloriarse;  mas no para con Dios (la jactancia de la Salvación por las 
obras, que  Dios no aceptará). 3 Porque, ¿qué dicen Las Escrituras? Y 
creyó Abraham a  Dios, y le fue atribuido por Justicia ([Gén. 15:6] si 
se entiende bien  este Versículo, correctamente entiende la Biblia; 
Abraham alcanzó la  Justicia simplemente por la Fe en Dios, Quien 
enviaría a un Redentor al  mundo [Jn. 8:56]). 4 Empero al que obra 
(intenta ganar la Salvación por  obras propias), no se le cuenta el 
salario (Justicia) como gracia (la  Gracia de Dios), sino por deuda 
(¡afirma que Dios nos debe algo, lo cual  no es así!). 5 Mas al que no 
obra (no confía en las obras para la  Salvación), pero cree en Aquél que
 Justifica al impío (por medio de  Cristo y la Cruz), la Fe le es 
contada por Justicia (Dios otorga la  Justicia sólo sobre la base de la 
Fe en Cristo y Su Obra Terminada). 6  Como también David (tanto Abraham 
como David eran progenitores del  Mesías Prometido, y por eso ocupaban 
un lugar único en la Fe y la  veneración de la Obra de Dios) dice ser 
bienaventurado el hombre (un  hombre bendecido) al cual Dios atribuye 
Justicia sin obras (las obras  nunca ganarán la Justicia de Dios), 7 
Diciendo, Bienaventurados aquellos  cuyas iniquidades son perdonadas 
([Sal. 32:1-2] las iniquidades sólo  pueden ser perdonadas por la Fe en 
Cristo), y cuyos pecados son  cubiertos (la Cruz hizo que esto fuese 
posible). 8 Bienaventurado el  varón al cual el Señor no imputó pecado 
(el Señor no imputará el pecado a  la persona que pone su Fe únicamente 
en Cristo y lo que Cristo hizo en  la Cruz). 9 ¿Es pues esta 
bienaventuranza solamente para la  Circuncisión, o también para la 
incircuncisión? (¡Esto nos viene a todos  por igual!) porque decimos que
 a Abraham fue contada la Fe por Justicia  (presenta la Fe como el único
 ingrediente). 10 ¿Cómo pues le fue  contada? (Esta puede ser la gran 
pregunta en toda la historia.) ¿En la  Circuncisión, o en la 
incircuncisión? No en la Circuncisión, sino en la  incircuncisión 
(debido a su Fe, Abraham fue declarado Justo por Dios  antes del 
Convenio de la Circuncisión [Gén. 15:6]). 11 Y recibió la  Circuncisión 
por señal (Gén. 17:9-14), por sello de la Justicia de la Fe  que tuvo en
 la incircuncisión (claramente dice que su Justicia fue por  Fe, y fue 
recibida mucho antes de la Circuncisión): para que fuese padre  de todos
 los Creyentes (Judíos y Gentiles) no Circuncidados (coloca la  base o 
el Fundamento de la Salvación directamente en la Fe en vez de las  
obras), para que también a ellos les sea contado por Justicia (la  
Justicia nunca ha sido imputada a base de obras, sino siempre a base de 
 la Fe): 12 Y el padre de la Circuncisión no solamente a los que son de 
 la Circuncisión (presenta a Abraham como el padre de todos los  
Creyentes, ya sean Judíos o Gentiles), mas también a los que siguen las 
 pisadas de la Fe que fue en nuestro padre Abraham (se refiere a él  
simplemente por creer en Dios, y Dios le contó su Fe por Justicia [Gén. 
 15:6]) antes de ser circuncidado (resuelve el argumento y se abre la  
Salvación a todos quienes adquieren la Fe en Cristo, sin tener en cuenta
  quienquiera que sea). LA PROMESA 13 Porque no por la Ley fue dada la  
Promesa a Abraham o a su simiente, que sería heredero del mundo (la Ley 
 de Moisés, que no había sido dada durante el tiempo de Abraham), sino  
por la Justicia de la Fe (cuando Pablo usa la palabra "Fe," sin  
excepción alguna, él habla de la Fe en Cristo y lo que Cristo hizo en la
  Cruz; de hecho, nunca se debe separar a Cristo de la Cruz, con 
respecto  a Su Obra Redentora). 14 Porque si los que son de la Ley son 
los  herederos (sólo aquellos en la Ley), vana es la fe (la Salvación no
  puede existir en las obras y en la Fe; porque anula una o la otra), y 
 anulada es la Promesa (la fe en las obras anula a Cristo y todo lo que 
 Él hizo por nosotros): 15 Porque la Ley obra ira (la Ley tiene un  
castigo, por lo tanto, produce ira): porque donde no hay Ley, tampoco  
hay transgresión (Cristo ha cumplido la Ley, de ese modo, quitando toda 
 la transgresión). 16 Por tanto es por la Fe, para que sea por Gracia 
(la  Gracia funciona sólo en la Fe, y precisamente hablamos de la Fe en 
 Cristo; de lo contrario, la Gracia se detiene); para que la Promesa sea
  firme a toda simiente (se refiere a toda la humanidad, por lo menos a 
 aquellos que la creerán), no solamente al que es de la Ley (los 
Judíos),  mas también al que es de la Fe de Abraham (todo es por la Fe);
 el cual  es padre de todos nosotros (declara que el Patriarca fue usado
 como un  ejemplo de Fe [Gén. 15:6]), LA JUSTIFICACIÓN 17 (Como está 
escrito, Que  por padre de muchas gentes te he puesto [Gén. 12:1-3; 
17:4-5],) delante  de Dios, Al Cual creyó (se refiere a Abraham que 
seguía creyendo en  Dios); El Cual da vida a los muertos (le hace cobrar
 vida  espiritualmente a aquellos que están espiritualmente muertos), y 
llama  las cosas que no existen, como si fueran (si Dios nos lo ha dicho
  personalmente, podemos llamarlo así; de otro modo, sería presunción). 
18  Él creyó en esperanza contra esperanza (una descripción de la Fe de 
 Abraham, en cuanto al nacimiento de Isaac), para venir a ser padre de  
muchas gentes; conforme a lo que le había sido dicho (la Promesa de  
Dios), Así será tu simiente (Gén. 15:5). 19 Y no se disminuyó en la Fe  
(la Fe fuerte), ni consideró su cuerpo ya muerto siendo ya de casi cien 
 años (ya no podía engendrar), ni la matriz muerta de Sara (la colocaba 
 en la misma situación que su marido): 20 Tampoco en la Promesa de Dios 
 dudó con desconfianza (él no permitió que las dificultades lo 
impidieran  de la conclusión intencionada); antes fue esforzado en Fe, 
dando Gloria  a Dios (su Fe le vino de la Palabra de Dios); 21 
Plenamente convencido  (no echarse para atrás) de que todo lo que Él 
(Dios) había Prometido,  era también poderoso para hacerlo (¡no importa 
lo que fuera, Dios podía  hacerlo!). 22 Por lo cual también le fue 
atribuido por Justicia (la  simple Fe en Dios le trajo a Abraham una 
Justicia intachable). 23 Y no  solamente por él fue escrito (su lucha de
 Fe tenía la intención de  servir como ejemplo) que le haya sido 
imputado (sirve como ejemplo de  cómo recibimos de Dios, ya sea la 
Salvación u otras cosas); 24 Sino  también por nosotros, a quienes será 
imputado (podemos tener lo que  Abraham tenía, una Justicia perfecta), 
esto es, a los que creemos en  Aquél que levantó de los muertos a Jesús 
Señor nuestro (revela la  condición para la Salvación); 25 El cual fue 
entregado por nuestras  transgresiones (tenía que ver con la muerte de 
Jesús en la Cruz por  nuestros pecados; Él no tenía pecado alguno), y 
resucitado para nuestra  Justificación (fuimos resucitados con Él en 
Novedad de Vida [Rom.  6:4-5]). 
Primera Corintios Capítulo 13: 
Si
  hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
  que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
  de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
  si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, 
no  soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si 
entrego mi  cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, 
nada gano  con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es 
envidioso ni  jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es
 egoísta, no  se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se 
deleita en la  maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo 
disculpa, todo lo  cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás 
se extingue,  mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será
 silenciado y  el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y 
profetizamos de  manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo 
imperfecto  desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
 como niño,  razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás 
las cosas de  niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un
 espejo; pero  entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera 
imperfecta, pero  entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, 
pues, permanecen estas  tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. 
Pero la más excelente de  ellas es el amor. 
Hebreos 10:35-12:4 
Así
  que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente 
recompensada.  Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber 
cumplido la  voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues 
dentro de muy  poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. 
Pero mi justo  vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi 
agrado." Pero  nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban 
por perderse,  sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora 
bien, la fe es la  garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no
 se ve. Gracias a  ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe 
entendemos que el universo  fue formado por la palabra de Dios, de modo 
que lo visible no provino  de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a 
Dios un sacrificio más  aceptable que el de Caín, por lo cual recibió 
testimonio de ser justo,  pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel,
 a pesar de estar muerto,  habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de 
este mundo sin experimentar  la muerte; no fue hallado porque Dios se lo
 llevó, pero antes de ser  llevado recibió testimonio de haber agradado a
 Dios. En realidad, sin fe  es imposible agradar a Dios, ya que 
cualquiera que se acerca a Dios  tiene que creer que él existe y que 
recompensa a quienes lo buscan. Por  la fe Noé, advertido sobre cosas 
que aún no se veían, con temor  reverente construyó un arca para salvar a
 su familia. Por esa fe condenó  al mundo y llegó a ser heredero de la 
justicia que viene por la fe. Por  la fe Abraham, cuando fue llamado 
para ir a un lugar que más tarde  recibiría como herencia, obedeció y 
salió sin saber a dónde iba. Por la  fe se radicó como extranjero en la 
tierra prometida, y habitó en tiendas  de campaña con Isaac y Jacob, 
herederos también de la misma promesa,  porque esperaba la ciudad de 
cimientos sólidos, de la cual Dios es  arquitecto y constructor. Por la 
fe Abraham, a pesar de su avanzada edad  y de que Sara misma era 
estéril, recibió fuerza para tener hijos,  porque consideró fiel al que 
le había hecho la promesa. Así que de este  solo hombre, ya en 
decadencia, nacieron descendientes numerosos como las  estrellas del 
cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.  Todos ellos 
vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas  prometidas;
 más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran  
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente  
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado
  pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido  
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, 
 es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser  
llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había 
 recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo  
único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se  
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene  
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,  
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a
  Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,  
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José,
  y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de
  su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio  
instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién  
nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron  
que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la
  fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del  
faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los
  efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del  
Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la 
 mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle  
miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo  
al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
  para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de 
Israel.  Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; 
pero cuando  los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe 
cayeron las  murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo 
siete días a su  alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto
 con los  desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué 
más voy a  decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, 
Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe 
conquistaron reinos,  hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; 
cerraron bocas de leones,  apagaron la furia de las llamas y escaparon 
del filo de la espada;  sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron 
valientes en la guerra y  pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo
 mujeres que por la  resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en 
cambio, fueron muertos a  golpes, pues para alcanzar una mejor 
resurrección no aceptaron que los  pusieran en libertad. Otros sufrieron
 la prueba de burlas y azotes, e  incluso de cadenas y cárceles. Fueron 
apedreados, aserrados por la  mitad, asesinados a filo de espada. 
Anduvieron fugitivos de aquí para  allá, cubiertos de pieles de oveja y 
de cabra, pasando necesidades,  afligidos y maltratados. ¡El mundo no 
merecía gente así! Anduvieron sin  rumbo por desiertos y montañas, por 
cuevas y cavernas. Aunque todos  obtuvieron un testimonio favorable 
mediante la fe, ninguno de ellos vio  el cumplimiento de la promesa. 
Esto sucedió para que ellos no llegaran a  la meta sin nosotros, pues 
Dios nos había preparado algo mejor. Por  tanto, también nosotros, que 
estamos rodeados de una multitud tan grande  de testigos, despojémonos 
del lastre que nos estorba, en especial del  pecado que nos asedia, y 
corramos con perseverancia la carrera que  tenemos por delante. Fijemos 
la mirada en Jesús, el iniciador y  perfeccionador de nuestra fe, quien 
por el gozo que le esperaba, soportó  la cruz, menospreciando la 
vergüenza que ella significaba, y ahora está  sentado a la derecha del 
trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel  que perseveró frente a 
tanta oposición por parte de los pecadores, para  que no se cansen ni 
pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran  contra el pecado, 
todavía no han tenido que resistir hasta derramar su  sangre. 
Romanos 8: 
Por
  lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a  
Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha  
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo 
 liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
  envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de  
pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así  
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas 
 demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la  
naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a  
la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza;
  en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los  
deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la
  mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad  
pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es
  capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no  
pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza
  pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive 
 en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de 
Cristo.  Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa 
del  pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la 
 justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los  
muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  
muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su  
Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una  
obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. 
 Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
  Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque  
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y  
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo,  
sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
  ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos  
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y  
coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos
  parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan
  los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en  
nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de
  Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su  
propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme
  esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
  que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos 
de  Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si 
tuviera  dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos,
 que  tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, 
mientras  aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención
 de  nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la  
esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? 
 Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos  
nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a 
 ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por  
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que 
 examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque 
el  Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
  Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de  
quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. 
 Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
  transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el 
primogénito  entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los 
llamó; a los  que llamó, también los justificó; y a los que justificó, 
también los  glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de 
nuestra parte,  ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó
 ni a su propio  Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no 
habrá de darnos  generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién 
acusará a los que  Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién 
condenará? Cristo  Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a 
la derecha de Dios e  intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del 
amor de Cristo? ¿La  tribulación, o la angustia, la persecución, el 
hambre, la indigencia, el  peligro, o la violencia? Así está escrito: 
"Por tu causa nos vemos  amenazados de muerte todo el día; nos tratan 
como a ovejas destinadas al  matadero." Sin embargo, en todo esto somos 
más que vencedores por medio  de aquel que nos amó. Pues estoy 
convencido de que ni la muerte ni la  vida, ni los ángeles ni los 
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni  los poderes, ni lo alto ni
 lo profundo, ni cosa alguna en toda la  creación, podrá apartarnos del 
amor que Dios nos ha manifestado en  Cristo Jesús nuestro Señor. 
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