16 March 2018

El 17 de marzo Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre


El 17 de marzo Lectura Bíblica Diaria:

Ezequiel 42 a 44:
El hombre me sacó al atrio exterior, en dirección al norte, y me hizo entrar a las habitaciones que estaban hacia el norte, frente al patio cerrado y frente al edificio detrás del templo. Todo esto medía cincuenta metros de largo por el lado norte, y veinticinco metros de ancho. Frente a los diez metros del atrio interior, y frente al enlosado del atrio exterior, había en los tres pisos unas galerías, las cuales quedaban unas frente a las otras. Frente a las habitaciones había un pasillo interior de cinco metros de ancho y cincuenta de largo. Las puertas de las habitaciones daban al norte. Las habitaciones del piso superior eran más estrechas que las del piso inferior y las del piso intermedio, porque las galerías les quitaban más espacio a las de arriba. Las habitaciones en el tercer piso no tenían columnas como las habitaciones del atrio, y por eso eran más estrechas que las del piso intermedio y las del piso inferior. Había un muro exterior que corría paralelo y de frente a las habitaciones del atrio exterior, el cual medía veinticinco metros de largo. Las habitaciones que daban al atrio exterior medían veinticinco metros, mientras que las que daban al frente del templo medían cincuenta metros. A las habitaciones del piso inferior se entraba por el atrio exterior, es decir, por el este. Por el lado sur, a lo largo del muro del atrio, frente al patio y frente al edificio detrás del templo, había unas habitaciones. Tenían un pasillo frente a ellas, como el de las habitaciones de la parte norte. A su vez, tenían la misma longitud, el mismo ancho, las mismas salidas, las mismas disposiciones y las mismas entradas. Bajo las habitaciones que daban al sur, frente al muro que daba al este, que era por donde se podía entrar a ellas, había una entrada al comienzo de cada pasillo. El hombre me dijo: "Las habitaciones del norte y del sur, que están frente al patio, son las habitaciones sagradas. Allí es donde los sacerdotes que se acercan al Señor comerán las ofrendas más sagradas. Allí colocarán la ofrenda de cereal, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa, porque el lugar es santo. Cuando los sacerdotes entren allí, no saldrán al atrio exterior sin dejar antes las vestiduras con que ministran, porque esas vestiduras son santas. Antes de acercarse a los lugares destinados para el pueblo deberán vestirse con otra ropa." Cuando el hombre terminó de medir el interior del templo, me hizo salir por la puerta que da al oriente, y midió todo el contorno. Tomó la vara para medir el lado oriental, y éste midió doscientos cincuenta metros. Después midió el lado norte, y también medía doscientos cincuenta metros; luego el lado sur: doscientos cincuenta metros; luego se volvió hacia el lado oeste y lo midió: doscientos cincuenta metros. El hombre tomó las medidas de los cuatro lados. La zona estaba rodeada por un muro que medía doscientos cincuenta metros de largo por doscientos cincuenta metros de ancho. Este muro separaba lo sagrado de lo profano. Entonces el hombre me llevó a la puerta que da al oriente, y vi que la gloria del Dios de Israel venía del oriente, en medio de un ruido ensordecedor, semejante al de un río caudaloso; y la tierra se llenó de su gloria. Esta visión era semejante a la que tuve cuando el Señor vino a destruir la ciudad de Jerusalén, y a la que tuve junto al río Quebar. Me incliné rostro en tierra, y la gloria del Señor entró al templo por la puerta que daba al oriente. Entonces el Espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior, y vi que la gloria del Señor había llenado el templo. Mientras el hombre estaba de pie a mi lado, oí que alguien me hablaba desde el templo. Me decía: "Hijo de hombre, éste es el lugar de mi trono, el lugar donde pongo la planta de mis pies; aquí habitaré entre los israelitas para siempre. El pueblo de Israel y sus reyes no volverán a profanar mi santo nombre con sus infidelidades, ni con sus tumbas reales y sus cultos idolátricos. Los israelitas profanaron mi santo nombre con sus acciones detestables, pues colocaron su umbral y sus postes junto a los míos, con tan sólo un muro de por medio. Por eso, en mi ira los exterminé. Que alejen ahora de mí sus infidelidades y sus tumbas reales, y yo habitaré en medio de ellos para siempre. "Hijo de hombre, cuéntale al pueblo de Israel acerca del templo, con sus planos y medidas, para que se avergüencen de sus iniquidades. Y si se avergüenzan de todo lo que han hecho, hazles conocer el diseño del templo y su estructura, con sus salidas y entradas, es decir, todo su diseño, al igual que sus preceptos y sus leyes. Pon todo esto por escrito ante sus ojos, para que sean fieles a todo su diseño y cumplan todos sus preceptos. "Ésta es la ley del templo: todo el terreno que lo rodea sobre la cumbre del monte será un Lugar Santísimo. Tal es la ley del templo." Éstas son las medidas del altar: Alrededor del altar había una fosa de medio metro de hondo por medio metro de ancho, con un reborde de veinticinco centímetros alrededor de toda la orilla. La altura del altar era la siguiente: Desde la fosa en el suelo hasta el zócalo inferior tenía un metro de alto y medio metro de ancho; y desde el zócalo inferior hasta el zócalo superior, medía dos metros de alto y medio metro de ancho. El fogón del altar medía dos metros, y desde allí se erguían cuatro cuernos. El fogón del altar era un cuadrado perfecto de seis metros de largo por seis de ancho. El zócalo superior también era un cuadrado de siete metros de largo por siete de ancho, y alrededor de todo el altar había un reborde de veinticinco centímetros. La fosa alrededor del altar tenía medio metro de ancho. Las gradas del altar daban al oriente. Luego el hombre me dijo: "Hijo de hombre, así dice el Señor omnipotente: El día que se construya el altar para ofrecer los holocaustos y para derramar la sangre, se deberán seguir estas normas: A los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc que se acercan para servirme les darás un ternero para que lo ofrezcan como sacrificio por el pecado. Lo afirma el Señor omnipotente. Luego tomarás un poco de la sangre, y con ella rociarás los cuatro cuernos, las cuatro esquinas del zócalo superior y todo el reborde que lo rodea. Así lo purificarás y harás expiación por él. Después tomarás el ternero del sacrificio por el pecado, y éste será quemado en el lugar señalado en el templo, fuera del santuario. "Al segundo día, ofrecerás como sacrificio por el pecado un macho cabrío sin defecto, y el altar quedará purificado de la misma manera que se purificó con el ternero. Cuando hayas terminado de purificarlo, ofrecerás un ternero y un carnero sin defecto en presencia del Señor, y los sacerdotes los rociarán con sal y los ofrecerán como holocausto al Señor. Durante siete días ofrecerás diariamente un macho cabrío para el sacrificio por el pecado, y también un ternero y un carnero del rebaño, ambos sin defecto. Durante siete días los sacerdotes harán la expiación por el altar y lo purificarán; de este modo quedará consagrado. Al cabo de estos siete días, y a partir del día octavo, comenzarán a ofrecer sobre el altar los holocaustos y sacrificios de comunión que ustedes ofrezcan. Entonces yo los aceptaré. Lo afirma el Señor." El hombre me hizo regresar por la puerta exterior del templo, la que daba al oriente, pero estaba cerrada. Allí el Señor me dijo: "Esta puerta quedará cerrada. No se abrirá, y nadie deberá entrar por ella. Deberá quedar cerrada porque por ella ha entrado el Señor, Dios de Israel. Tan sólo el príncipe podrá sentarse junto a la puerta para comer en presencia del Señor. Deberá entrar por el vestíbulo de la puerta, y salir por el mismo lugar." Después el hombre me llevó por el camino de la puerta del norte, que está frente al templo. Al ver que la gloria del Señor llenaba el templo, me postré rostro en tierra. Entonces el Señor me dijo: "Hijo de hombre, presta mucha atención. Abre bien los ojos y escucha atentamente todo lo que voy a decirte sobre las normas y las leyes concernientes al templo. Fíjate bien en quiénes pueden entrar al santuario, y quiénes no. "Adviértele a este pueblo rebelde de Israel que así dice el Señor omnipotente: Pueblo de Israel, ¡basta ya de tus prácticas detestables! Ustedes dejaron entrar en mi santuario a extranjeros, incircuncisos de corazón y de cuerpo, para que profanaran mi templo. Mientras tanto, ustedes me ofrecían alimentos, grasa y sangre, violando así mi pacto con sus acciones detestables. No se ocuparon de cumplir con mi culto sagrado, sino que pusieron a extranjeros a cargo de mi santuario. Así dice el Señor omnipotente: ¡No entrará en mi templo ningún extranjero incircunciso de corazón y de cuerpo; ni siquiera los extranjeros que habitan entre los israelitas! "Tendrán que pagar por su iniquidad los levitas que se alejaron de mí cuando Israel se descarriaba para ir tras sus ídolos malolientes. Podrán servir en mi santuario como custodios de las puertas, y en algunos otros menesteres del templo. Ellos serán los que maten los animales para el holocausto y para el sacrificio que presenta el pueblo, y deberán estar dispuestos a servir al pueblo. Pero yo he levantado mi mano contra ellos, y por haber servido al pueblo de Israel delante de sus ídolos malolientes, y por hacerlo caer, tendrán que pagar por su iniquidad. Yo, el Señor, lo afirmo. No podrán acercarse a mí para servir como sacerdotes, ni se acercarán a mis objetos sagrados, y menos aún a los objetos santísimos. Tendrán que cargar con la vergüenza de las acciones detestables que han cometido. Sin embargo, los pondré a cargo de la custodia del templo, y de todo el servicio que se deba cumplir en él. "En cambio, se acercarán para servirme los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, que estuvieron al servicio de mi santuario cuando los israelitas se descarriaban de mí; y se presentarán ante mí para ofrecerme la grasa y la sangre. Yo, el Señor omnipotente, lo afirmo. Sólo ellos entrarán en mi santuario y podrán acercarse a mi mesa para servirme y encargarse de mi servicio. Y cuando entren por la puerta del atrio interior, se pondrán vestiduras de lino. Cuando estén sirviendo a las puertas del atrio interior, o en el templo, no llevarán ropa de lana. Llevarán turbantes de lino sobre la cabeza, y alrededor de la cintura usarán ropa interior de lino. No se pondrán nada en la cintura que los haga transpirar. Y cuando salgan al atrio exterior, donde está el pueblo, deberán quitarse la ropa con que hayan servido y dejarla en las salas sagradas. Luego se cambiarán de ropa, a fin de no santificar al pueblo por medio de sus vestiduras. "No se raparán la cabeza, pero tampoco se dejarán largo el cabello, sino que se lo recortarán prolijamente. "Ningún sacerdote deberá beber vino cuando entre en el atrio interior. "No deberá casarse con una viuda o una divorciada, sino sólo con una israelita que aún sea virgen o con la viuda de un sacerdote. "Deberán enseñarle a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y mostrarle cómo diferenciar entre lo puro y lo impuro. "En cualquier pleito, los sacerdotes fungirán como jueces y juzgarán según mis ordenanzas. En todas mis fiestas observarán mis *leyes y mis preceptos, y observarán mis sábados, pues son días santos. "El sacerdote no deberá acercarse a un cadáver, para no contaminarse. Sólo podrá contaminarse si el cadáver es de su propio padre, o de su madre, hijo, hija, hermano, o hermana soltera. Si queda contaminado, deberá purificarse, y luego esperar siete días. El día que vuelva a entrar en el atrio interior del santuario para cumplir su servicio, deberá ofrecer su sacrificio por el pecado. Lo afirma el Señor omnipotente. "Los sacerdotes no tendrán ninguna heredad, porque su heredad soy yo. Ustedes no les darán ninguna propiedad en Israel. Su propiedad soy yo. Ellos se alimentarán de la ofrenda de cereal y de las víctimas ofrecidas por el pecado y por la culpa. Además, todo lo que los israelitas consagren al Señor será para ellos. También recibirán lo mejor de todas las primicias y de todas las ofrendas que ustedes presenten. Les darán a los sacerdotes, para su pan, lo mejor de sus masas. Así mi bendición reposará sobre los hogares de ustedes. Los sacerdotes no comerán ningún animal, sea ave o bestia, que sea encontrado muerto o despedazado por una fiera.


Salmos 95:
Vengan, cantemos con júbilo al Señor; aclamemos a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante él con acción de gracias, aclamémoslo con cánticos. Porque el Señor es el gran Dios, el gran Rey sobre todos los dioses. En sus manos están los abismos de la tierra; suyas son las cumbres de los montes. Suyo es el mar, porque él lo hizo; con sus manos formó la tierra firme. Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado! Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón, como en Meribá, como aquel día en Masá, en el desierto, cuando sus antepasados me tentaron, cuando me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras. Cuarenta años estuve enojado con aquella generación, y dije: "Son un pueblo mal encaminado que no reconoce mis senderos." Así que, en mi enojo, hice este juramento: "Jamás entrarán en mi reposo."


Proverbios 29:
El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio. Cuando los justos prosperan, el pueblo se alegra; cuando los impíos gobiernan, el pueblo gime. El que ama la sabiduría alegra a su padre; el que frecuenta rameras derrocha su fortuna. Con justicia el rey da estabilidad al país; cuando lo abruma con tributos, lo destruye. El que adula a su prójimo le tiende una trampa. Al malvado lo atrapa su propia maldad, pero el justo puede cantar de alegría. El justo se ocupa de la causa del desvalido; el malvado ni sabe de qué se trata. Los insolentes conmocionan a la ciudad, pero los sabios apaciguan los ánimos. Cuando el sabio entabla pleito contra un necio, aunque se enoje o se ría, nada arreglará. Los asesinos aborrecen a los íntegros, y tratan de matar a los justos. El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla. Cuando un gobernante se deja llevar por mentiras, todos sus oficiales se corrompen. Algo en común tienen el pobre y el opresor: a los dos el Señor les ha dado la vista. El rey que juzga al pobre según la verdad afirma su trono para siempre. La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre. Cuando prospera el impío, prospera el pecado, pero los justos presenciarán su caída. Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones. Donde no hay visión, el pueblo se extravía; ¡dichosos los que son obedientes a la ley! No sólo con palabras se corrige al siervo; aunque entienda, no obedecerá. ¿Te has fijado en los que hablan sin pensar? ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así! Quien consiente a su criado cuando éste es niño, al final habrá de lamentarlo. El hombre iracundo provoca peleas; el hombre violento multiplica sus crímenes. El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido. El cómplice del ladrón atenta contra sí mismo; aunque esté bajo juramento, no testificará. Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado. Muchos buscan el favor del gobernante, pero la sentencia del hombre la dicta el Señor. Los justos aborrecen a los malvados, y los malvados aborrecen a los justos.


El Libro de Los Hechos Capítulo 28 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:



LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 28
(62 d.C.)
MALTA
Y CUANDO escapamos, entonces supimos que la isla se llamaba Melita (se llama ahora Malta, y está situada a unos setenta y cinco kilómetros [cincuenta millas] al sur de Sicilia en el Mediterráneo).
2 Y los bárbaros nos mostraron no poca humanidad (Lucas no tiene la intención de que sea un insulto; solamente se estaba refiriendo a la gente que no estaba bajo la influencia de la cultura Griega): porque, encendido un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que venía, y del frío.
EL MILAGRO
3 Entonces habiendo Pablo recogido algunos sarmientos, y lo puesto en el fuego, una víbora, huyendo del calor, le prendió en la mano (demuestra que Satanás fracasó en su intento de matar a Pablo en una tormenta, y ahora intenta con otra táctica).
4 Y cuando los bárbaros vieron la víbora colgando de su mano, decían los unos a los otros, Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir (ya sabían que el veneno de esta clase de víbora podía matar a cualquier persona).
5 Mas él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún mal padeció (¡no significa que no sintió el dolor de la mordida, sino que no empezó a hincharse al instante como era normal!).
6 Empero ellos estaban esperando cuándo se había de hinchar, o caer muerto de repente (presenciaron en persona cuando la serpiente le mordió a Pablo, también hasta cuando colgaba de su mano; por eso sabían que el reptil le mordió con fuerza): mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, mudados, decían que era un dios (es probable que se refería a Hércules; era uno de los dioses de los Fenicios y lo adoraban en Malta bajo el título del "disipador del mal").
7 En aquellos lugares había heredades del Principal de la isla, llamado Publio (este hombre tenía un nombre Romano, por eso es probable que era el oficial Romano en esta Isla); el cual nos recibió y hospedó tres días humanamente.
SANIDAD
8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebres y de disentería (un término médico que Lucas empleaba, por ser Médico; el hombre tenía una fiebre recurrente y disentería): al cual Pablo entró, y después de haber orado, le puso las manos encima, y le sanó (el Señor es todavía el Sanador).
9 Y esto hecho, también otros que en la isla tenían enfermedades, llegaban, y eran sanados:
10 Los cuales también nos honraron con muchos obsequios (claramente indica cosas materiales como ropa, alimento y hasta regalos de dinero, etc.); y cuando partimos, nos cargaron de las cosas necesarias (sin duda, se refiere a las 276 personas que habían sufrido el naufragio).
11 Así que, pasados tres meses, navegamos en una nave Alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux (describe a otro barco de grano procedente de la misma ciudad de donde se estacionaba el barco naufragado [Hch. 27:6]; los dos signos mencionados eran las divinidades favoritas de los marineros del Mediterráneo de esa época; era la costumbre tener sus imágenes, independientemente de lo que fuesen, en la proa y popa de sus barcos).
12 Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días (Siracusa era el Congreso de Sicilia, a unos ciento y veinte kilómetros [ochenta millas] al norte de Malta).
13 De allí, costeando alrededor (tomaba el rumbo navegable), vinimos a Regio: y otro día después, soplando el austro, vinimos al segundo día a Puteoli (Puteoli era el puerto principal en la Bahía de Nápoles):
14 Donde habiendo hallado Hermanos (aquellos que eran seguidores de Cristo), nos rogaron que quedásemos con ellos siete días (el Centurión permitió que Pablo permaneciera con estos Hermanos, y sin duda, les predicaba el Evangelio durante este tiempo): y luego vinimos a Roma (terminan este arriesgado viaje a pie).
15 De donde, oyendo de nosotros los Hermanos (de Roma), nos salieron a recibir hasta la plaza de Apio, y Las Tres Tabernas (un corredor iba al Congreso informando a los Hermanos de la llegada de Pablo; por consiguiente, un grupo salía para encontrarse con Pablo): a los cuales cuando Pablo vio, dio gracias a Dios, y tomó aliento (se refiere al compañerismo que el Apóstol y los que le acompañaban disfrutaban mucho).
ROMA
16 Y cuando llegamos a Roma, el Centurión entregó los presos al Prefecto de los Ejércitos (corresponde al Comandante de la Guardia Pretoriana de Nerón): mas a Pablo fue permitido estar por sí, con un soldado que le guardase (es obvio que trataron en forma diferente a Pablo que a los demás presos; es claro que le concedieron favores especiales).
17 Y aconteció que tres días después, Pablo convocó a los Principales de los Judíos (no sólo se refiere al Líder Judío principal en Roma, pero a los otros líderes también): a los cuales, luego que estuvieron juntos, les dijo, Yo, varones Hermanos (el relato siguiente parece indicar que los Hermanos del Versículo 15 no tenían ningun vínculo con estos Líderes Judíos), no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra los ritos de la patria, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los Romanos (explica que el Apóstol relata la situación exactamente como ocurría).
18 Los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar; por no haber en mí ninguna causa de muerte (tiene que ver con los Romanos, no con los Judíos, como lo explica el siguiente Versículo).
19 Mas contradiciendo los Judíos, fui forzado a apelar a César (expresa que el Apóstol hizo esto para salvar su vida); no que tenga de qué acusar a mi Nación (no fue a Roma para acusar ni causar problemas a los Judíos).
20 Así que, por esta causa, os he llamado para veros y hablaros: porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena (en efecto, dice que todo esto es para la proclamación de Cristo como el Mesías de Israel y el Salvador del mundo).
PABLO
21 Entonces ellos le dijeron, Nosotros ni hemos recibido cartas tocante a ti de Judea, ni ha venido alguno de los Hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti (probablemente correspondía al hecho de que la Ley Romana castigaba a los fracasados acusadores de los ciudadanos Romanos; es difícil entender por qué estos Líderes Judíos en Roma nunca habían oído de Pablo, pero parece que así era, o sabían poco de él).
22 Mas querríamos oír de ti lo que sientes (manifiesta una gran oportunidad que se le presenta a Pablo): porque de esta secta notoria (el Cristianismo) sabemos que en todos lugares es contradicha (el verdadero Cristianismo Bíblico continúa "en lugares que se habla contra ello").
23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada (se cree que le permitieron alquilar una casa, y morar allí durante su permanencia en Roma); a los cuales declaraba y testificaba el Reino de Dios, persuadiéndoles lo concerniente a Jesús, por la Ley de Moisés y por los Profetas, desde la mañana hasta la tarde (oyeron la "Palabra" como nunca antes habían oído la "Palabra"; sobre todo, oyeron acerca de Jesús, a Quien la Palabra señaló).
24 Y algunos asentían a lo que se decía, mas algunos no creían (algunos aceptaron a Cristo como Señor, Mesías y Salvador, y otros no).
LOS JUDÍOS
25 Y cuando fueron entre sí discordes, se fueron, diciendo Pablo esta palabra, Bien ha hablado el Espíritu Santo por el Profeta Isaías a nuestros Padres (el instrumento era Isaías pero el Orador era el Espíritu Santo),
26 Diciendo, Ve a este pueblo, y diles, De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis (Isa. 6:9-10; expresa la sexta de las siete veces que el Espíritu Santo hace mención [Isa. 6:9; Mat. 13:14; Marc. 4:12; Luc. 8:10; Jn. 12:40; Hch. 28:26; Rom. 11:8]):
27 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y de los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos taparon; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane (es un rechazo voluntarioso de la Verdad, que efectúa un juicio voluntarioso del endurecimiento del corazón).
28 Os sea pues notorio que a los Gentiles es enviada esta Salvación de Dios, y ellos oirán (expresa la última declaración de Pablo al liderazgo Judío de Roma ese día; en efecto, él dice que la "Salvación de Dios" se encuentra sólo en Jesús).
29 Y habiendo dicho esto, los Judíos salieron, teniendo entre sí gran contienda (discutían mucho de lo que él había dicho).
ROMA
30 Pablo empero, quedó dos años enteros en su casa alquilada (una casa alquilada), y recibía a todos los que a él venían (sin duda, fortalecía la Iglesia en Roma),
31 Predicando el Reino de Dios (se refiere a la Norma de Dios en el corazón humano y vida) y enseñando lo que es del Señor Jesucristo con toda libertad, sin impedimento (se dice que hasta algunos de la casa de César fueron convertidos [Fil. 4:22]).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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