06 March 2017

El 6 de marzo Lectura Bíblica Diaria

Mensaje de la Cruz-capítulo-4
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El 6 de marzo Lectura Bíblica Diaria:

Ezequiel 9 a 11:
Después oí que Dios clamaba con fuerte voz: "¡Acérquense, verdugos de la ciudad, cada uno con su arma destructora en la mano!" Entonces vi que por el camino de la puerta superior que da hacia el norte venían seis hombres, cada uno con un arma mortal en la mano. Con ellos venía un hombre vestido de lino, que llevaba en la cintura un estuche de escriba. Todos ellos entraron y se pararon junto al altar de bronce. La gloria del Dios de Israel, que estaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió hacia el umbral del templo. Al hombre vestido de lino que llevaba en la cintura un estuche de escriba, el Señor lo llamó y le dijo: "Recorre la ciudad de Jerusalén, y coloca una señal en la frente de quienes giman y hagan lamentación por todos los actos detestables que se cometen en la ciudad." Pero oí que a los otros les dijo: "Síganlo. Recorran la ciudad y maten sin piedad ni compasión. Maten a viejos y a jóvenes, a muchachas, niños y mujeres; comiencen en el templo, y no dejen a nadie con vida. Pero no toquen a los que tengan la señal." Y aquellos hombres comenzaron por matar a los viejos que estaban frente al templo. Después les dijo: "Salgan y profanen el templo; llenen de cadáveres los atrios." Ellos salieron y comenzaron a matar gente en toda la ciudad. Y mientras mataban, yo me quedé solo, caí rostro en tierra y grité: "¡Ay, Señor y Dios! ¿Descargarás tu furor sobre Jerusalén y destruirás a todo el resto de Israel?" El Señor me respondió: "La iniquidad del pueblo de Israel y de Judá es extremadamente grande. El país está lleno de violencia; la ciudad, llena de injusticia. Ellos piensan: El Señor ha abandonado el país. No hay ningún Señor que vea. Por eso no les tendré piedad ni compasión, sino que les pediré cuentas de su conducta." Entonces el hombre vestido de lino que llevaba en la cintura un estuche de escriba me informó: "Ya hice lo que me mandaste hacer." Después miré, y sobre la bóveda que estaba encima de la cabeza de los querubines vi una especie de piedra de zafiro que tenía la forma de un trono. Y el Señor le dijo al hombre vestido de lino: "Métete entre las ruedas que están debajo de los querubines, toma un puñado de las brasas que están entre los querubines, y espárcelas por toda la ciudad." Y el hombre se metió allí, mientras yo miraba. En el momento en que el hombre entró, los querubines estaban en la parte sur del templo y una nube llenaba el atrio interior. Entonces la gloria del Señor, que estaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió hacia el umbral del templo. La nube llenó el templo, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del Señor. El ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio exterior, y era semejante a la voz del Dios Todopoderoso. El Señor le ordenó al hombre vestido de lino: "Toma fuego de en medio de las ruedas que están entre los querubines." Así que el hombre fue y se paró entre las ruedas. Uno de los querubines extendió la mano, tomó el fuego que estaba entre ellos, y lo puso en las manos del hombre vestido de lino. Aquél lo recibió y se fue. (Debajo de las alas de los querubines se veía algo semejante a la mano de un hombre.) Me fijé, y al lado de los querubines vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de ellos. Las ruedas tenían un aspecto brillante como el crisólito. Las cuatro ruedas se asemejaban, y parecía como si una rueda estuviera encajada en la otra. Al avanzar, podían hacerlo en las cuatro direcciones sin necesidad de volverse. Avanzaban en la dirección a que apuntaba la cabeza del querubín, y no tenían que volverse. Todo el cuerpo, la espalda, las manos y las alas de los querubines, al igual que las cuatro ruedas, estaban llenos de ojos. Alcancé a oír que a las ruedas se les llamaba "círculos". Cada uno de los querubines tenía cuatro caras: la primera, de querubín; la segunda, de hombre; la tercera, de león; y la cuarta, de águila. Los querubines, que eran los mismos seres que yo había visto junto al río Quebar, se elevaron. Cuando avanzaban, las ruedas a su costado hacían lo mismo; cuando desplegaban sus alas para levantarse del suelo, las ruedas no se apartaban de ellos; cuando se detenían, las ruedas hacían lo mismo; cuando se levantaban, las ruedas se levantaban también, porque el espíritu de esos seres vivientes estaba en las ruedas. La gloria del Señor se elevó por encima del umbral del templo y se detuvo sobre los querubines. Y mientras yo miraba, los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo, y junto con las ruedas salieron y se detuvieron en la puerta oriental del templo del Señor. La gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos. Eran los mismos seres vivientes que, estando yo junto al río Quebar, había visto debajo del Dios de Israel. Entonces me di cuenta de que eran querubines. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y bajo las alas tenían algo que se parecía a las manos de un hombre. Sus caras eran iguales a las que yo había visto junto al río Quebar. Cada uno de ellos caminaba de frente. Un viento me levantó y me llevó hasta la entrada oriental del templo del Señor. A la entrada vi a veinticinco hombres, entre los cuales estaban Jazanías hijo de Azur y Pelatías hijo de Benaías, que eran jefes del pueblo. Dios me dijo: "Hijo de hombre, éstos son los que están tramando maldades y dando malos consejos en esta ciudad. Dicen: Todavía no es el momento de reconstruir las casas. La ciudad es la olla y nosotros somos la carne. Por eso, hijo de hombre, profetiza contra ellos; ¡sí, profetiza!" El Espíritu del Señor vino sobre mí y me ordenó proclamar: "Así dice el Señor: Ustedes, pueblo de Israel, han dicho esto, y yo conozco sus pensamientos. Han matado a mucha gente en esta ciudad y han llenado las calles de cadáveres. Por eso yo, el Señor omnipotente, les aseguro que los cadáveres que ustedes han arrojado en medio de la ciudad son la carne, y la ciudad es la olla de la que yo los arrojaré. ¿Temen la guerra? Pues bien, yo, el Señor omnipotente, declaro que enviaré guerra contra ustedes. Los echaré de la ciudad, los entregaré en manos de extranjeros y los castigaré con justicia. Morirán a filo de espada; yo los juzgaré en las mismas fronteras de Israel, y así sabrán que yo soy el Señor. La ciudad no les servirá de olla, ni serán ustedes la carne dentro de ella. Yo los juzgaré en la frontera misma de Israel. Entonces sabrán que yo soy el Señor. No han seguido mis decretos ni han cumplido con mis leyes, sino que han adoptado las costumbres de las naciones que los rodean. " Mientras yo profetizaba, Pelatías hijo de Benaías cayó muerto. Entonces caí rostro en tierra y clamé a gritos: "¡Ay, Señor mi Dios! ¿Vas a exterminar al resto de Israel?" El Señor me dirigió la palabra: "Hijo de hombre, esto es lo que dicen los habitantes de Jerusalén en cuanto a tus hermanos, tus parientes y todo el pueblo de Israel: Ellos se han alejado del Señor, y por eso se nos ha dado esta tierra en posesión. Por tanto, adviérteles que así dice el Señor omnipotente: Aunque los desterré a naciones lejanas y los dispersé por países extraños, por un tiempo les he servido de santuario en las tierras adonde han ido. "Adviérteles también que así dice el Señor omnipotente: Yo los reuniré de entre las naciones; los juntaré de los países donde han estado dispersos, y les daré la tierra de Israel. Ellos volverán a su tierra y echarán de allí a los ídolos detestables y pondrán fin a las prácticas repugnantes. Yo les daré un corazón íntegro, y pondré en ellos un espíritu renovado. Les arrancaré el corazón de piedra que ahora tienen, y pondré en ellos un corazón de carne, para que cumplan mis decretos y pongan en práctica mis leyes. Entonces ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Pero a los que van tras esos ídolos detestables y siguen prácticas repugnantes, yo les pediré cuentas de su conducta. Lo afirma el Señor omnipotente. " Los querubines desplegaron sus alas. Las ruedas estaban junto a ellos, y la gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos. La gloria del Señor se elevó de en medio de la ciudad y se detuvo sobre el cerro que está al oriente de Jerusalén. En una visión, un viento me levantó y me trasladó hasta donde estaban los exiliados en Babilonia; y la visión desapareció. Entonces les comuniqué a los exiliados lo que el Señor me había revelado.


Salmos 84:
¡Cuán hermosas son tus moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida. Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío, aun el gorrión halla casa cerca de tus altares; también la golondrina hace allí su nido, para poner sus polluelos. Dichoso el que habita en tu templo, pues siempre te está alabando. Selah. Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que sólo piensa en recorrer tus sendas. Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle. Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas, y en Sión se presentan ante el Dios de dioses. Oye mi oración, Señor, Dios Todopoderoso; escúchame, Dios de Jacob. Selah. Oh Dios, escudo nuestro, pon sobre tu ungido tus ojos bondadosos. Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos. El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!


Proverbios 18:
El egoísta busca su propio bien; contra todo sano juicio se rebela. Al necio no le complace el discernimiento; tan sólo hace alarde de su propia opinión. Con la maldad, viene el desprecio, y con la vergüenza llega el oprobio. Las palabras del hombre son aguas profundas, arroyo de aguas vivas, fuente de sabiduría. No está bien declarar inocente al malvado y dejar de lado los derechos del justo. Los labios del necio son causa de contienda; su boca incita a la riña. La boca del necio es su perdición; sus labios son para él una trampa mortal. Los chismes son deliciosos manjares; penetran hasta lo más íntimo del ser. El que es negligente en su trabajo confraterniza con el que es destructivo. Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo. Ciudad amurallada es la riqueza para el rico, y éste cree que sus muros son inexpugnables. Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad. Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar. En la enfermedad, el ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar al abatido? El corazón prudente adquiere conocimiento; los oídos de los sabios procuran hallarlo. Con regalos se abren todas las puertas y se llega a la presencia de gente importante. El primero en presentar su caso parece inocente, hasta que llega la otra parte y lo refuta. El echar suertes pone fin a los litigios y decide entre las partes en pugna. Más resiste el hermano ofendido que una ciudad amurallada; los litigios son como cerrojos de ciudadela. Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto. Quien halla esposa halla la felicidad: muestras de su favor le ha dado el Señor. El pobre habla en tono suplicante; el rico responde con aspereza. Hay amigos que llevan a la ruina, y hay amigos más fieles que un hermano. 


El Libro de Los Hechos Capítulo 16 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 16
(53 d.C.)
TIMOTEO


DESPUÉS llegó (Pablo) a Derbe, y a Listra (el segundo Viaje Misionero tendrá un efecto más grande en la civilización que cualquier otra cosa que jamás haya sucedido, además de la Primera Venida de Cristo): y, he aquí, estaba allí un Discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer Judía fiel (habla de Timoteo y de su madre que eran seguidores de Cristo), mas de padre Griego (parece ser que él no era Creyente):
2 De éste daban buen testimonio los Hermanos que estaban en Listra y en Iconio (la consagración de Timoteo es muy obvia aquí).
3 Éste quiso Pablo que fuese con él (lo cual indudablemente era la dirección del Espíritu); y tomándole, le circuncidó por causa de los Judíos que estaban en aquellos lugares (precisamente esto era sabiduría de parte de Pablo, lo cual él se sintió guiado por el Espíritu Santo hacer): porque todos sabían que su padre era Griego (precisamente Pablo haría todo los que podía para apaciguar a la gente, pero no arriesgar su compromiso con el Evangelio).
4 Y como pasaban por las ciudades, les daban que guardasen los decretos que habían sido determinados por los Apóstoles y los Ancianos que estaban en Jerusalén (tiene que ver con las copias concerniente a la disputa sobre la Ley y la Gracia, la cual salió del Concilio en Jerusalén).
5 Así que, las Iglesias eran confirmadas en Fe (Jesucristo y Él Crucificado), y eran aumentadas en número cada día (muchos se estaban salvando).
6 Y pasando a Frigia y la provincia de Galacia (insinúa un período de unos varios meses), les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la Palabra en Asia (se refiere a la región que ahora es conocida como el noroeste de Turquía; aunque el Espíritu Santo quería que el Evangelio se extendiera a esta área, había otro lugar que Él deseaba primero),
7 Y como vinieron a Misia, intentaron de ir a Bitinia (representaba una región al oriente del área de Éfeso): mas el Espíritu no les dejó (¡declara que la puerta estaba cerrada a esta área también!).
8 Y pasando a Misia, descendieron a Troas (esta área también estaría cerrada para mientras).
EL LLAMADO MACEDONIO
9 Y fue mostrada a Pablo de noche una Visión (proclama que el Espíritu Santo está diciéndole al Apóstol exactamente adónde Él quiere que fuera); Un varón Macedonio (la parte norte de la Grecia moderna, del Adriático al Río Hebro) se puso delante, rogándole, y diciendo, Pasa a Macedonia, y ayúdanos (así fue introducido el acontecimiento más monumental en la historia del mundo, los viajes de Pablo para llevar el Evangelio a las naciones del Occidente).
10 Y como vio la Visión, luego nosotros procuramos partir a Macedonia (por el uso del pronombre "nosotros," sabemos que Lucas, el escritor del Libro de los Hechos, se reúne ahora con Pablo aquí en Troas), dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el Evangelio (sabían que ahora tenían la Mente del Señor).
FILIPOS
11 Partidos pues de Troas, vinimos camino derecho a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis (sería la primera presentación del Evangelio en las naciones Europeas, lo cual  tendría tanto que ver con lo que ahora se refiere a la "Civilización Occidental");
12 Y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la parte de Macedonia (la destinación de Pablo), y una colonia (a la colonia de Roma): y estuvimos en aquella ciudad algunos días (representaba enormes dificultades, pero allí se estableció una Iglesia).
EL PRIMER CONVERTIDO
13 Y un día de Sábado salimos de la puerta junto al río, donde solía ser la oración (significaba que no había una Sinagoga en la ciudad; los pocos Judíos que se hallaban allí se reunían a la orilla del Río); y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían juntado (aparentemente indica que no habían hombres presentes excepto Pablo y su grupo).
14 Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciudad de Tiatira (era una mujer de negocios), temerosa de Dios (una Gentil quien probablemente había comenzado a asistir a una Sinagoga Judía en Tiatira), estaba oyendo (era evidente que le pidieron a Pablo que le hablara a estas mujeres y, por lo tanto, proclamar la historia de Jesucristo y Su Redención ofrecida por la Cruz del Calvario): el corazón de la cual abrió el Señor (revela su sed de conocer a Dios) para que estuviese atenta a lo que Pablo decía (ella entregó su corazón a Cristo y, por lo tanto, fue la primera convertida en tierra Europea).
15 Y cuando fue bautizada (claramente esto sucedió unos días más tarde), y su familia (se refiere a que todas las que estaban con ella también aceptaron al Señor, y fueron bautizadas), nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad (además, era probable que su casa fue la primera Iglesia en tierra Europea). Y nos constriñó (quiere decir que ellos no aceptaron al instante, pensando que quizás sería una imposición para ella, sin embargo ella no aceptó una respuesta negativa a su invitación).
LA LIBERACIÓN
16 Y aconteció, que yendo nosotros a la oración (no nos dice exactamente dónde se encontraban, pero nos indica que se hallaban en cierto lugar, lo más seguro en la casa de Lidia), una muchacha que tenía espíritu de adivinación, nos salió al encuentro (habla de la muchacha que estaba poseída por un demonio), la cual daba grande ganancia a sus amos adivinando (daba consejo y dirección que provenía del mundo del espíritu, que produjo una suma de dinero para sus dueños):
17 Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo (insinúa que se llevó a cabo por cierto tiempo, es posible que fue por varios días), Estos hombres son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de Salvación (debiera haberse traducido, "un camino de la Salvación," porque es así como fue descrito en el Texto original).
18 Y esto hacía por muchos días (por alguna razón, el Espíritu Santo no le concedió a Pablo el permiso para orar por esta muchacha hasta ahora). Mas desagradando a Pablo, se volvió y dijo al espíritu (se dirigió al espíritu maligno, y no directamente a la muchacha), Te Mando en el Nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió (el espíritu maligno) en la misma hora (quiere decir que el espíritu salió al instante).
19 Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia (significa que la muchacha no podía funcionar como lo había hecho antes), prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, al Magistrado (era evidente que estos hombres tenían cierta influencia con estos Gobernadores),
20 Y presentándolos a los Magistrados (pertenecía los Romanos comisionados por Roma), dijeron, Estos hombres, siendo Judíos, alborotan nuestra ciudad (la manera como se usa la palabra "Judíos" insinúa desprecio),
21 Y predican ritos, los cuales no nos es lícito recibir ni hacer (¡una falsedad grotesca! En realidad, el Judaísmo era una religión legal en todo el Imperio Romano; aunque Pablo y Silas no enseñaban el Judaísmo, sino que proclamaban a Jesús, de todos modos los Romanos no podían distinguir la diferencia), pues somos Romanos (insinúa superioridad).
22 Y se agolpó el pueblo contra ellos (presenta un gran grupo en contra de Pablo y Silas): y los Magistrados rompiéndoles sus ropas (le quitaron la ropa a Pablo y Silas, por lo menos hasta la cintura), les mandaron azotar con varas (Pablo vuelve a recalcarlo en I Tes. 2:2; los azotes bajo la Ley Romana era el castigo más cruel y brutal).
23 Y después que los hubieron herido de muchos azotes (los flageladores fueron impulsados por la muchedumbre, golpearon a los Apóstoles hasta casi matarlos), los echaron en la cárcel (las cárceles de esa época eran lo peor que se pueda imaginar), mandando al carcelero que los guardase con diligencia (contiene la implicación que Pablo y Silas estaban desesperados):
24 El cual, recibido este mandamiento (quiere decir que podía castigarlos aun más si así lo deseaba, lo cual lo hizo), los metió en la cárcel de más adentro (reservado para los criminales más violentos), y les apretó los pies en el cepo (les separaron las piernas y los tiraron en el suelo de espalda; después de un breve tiempo, los músculos de las piernas comenzaran a encogerse, causando un dolor severo).
LA CONVERSIÓN
25 Mas a medianoche, orando Pablo y Silas (no significa que comenzaron a orar a la medianoche, sino más bien que todavía estaban orando a la medianoche habiendo comenzado mucho antes), cantaban himnos a Dios (el Texto Griego sugiere que rompían a cantar prorrumpiendo de vez en cuando mientras oraban; su canto era probablemente uno de los Salmos): y los que estaban presos los oían (quiere decir que oraban y cantaban tan fuerte que los otros presos los oían).
26 Entonces fue hecho de repente un gran terremoto (no era ningún terremoto ordinario), de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían (presenta al Señor como el Instigador de esta agitación, no una fuerza normal de la naturaleza): y luego todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron (no insinúa un terremoto normal, sino más bien algo sobrenatural).
27 Y despertado el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel (automáticamente asume que todos los presos se habían escapado), sacando la espada se quería matar, pensando que los presos se habían huido (quiere decir que bajo la pena de muerte, él era responsable de los prisioneros).
28 Mas Pablo clamó a gran voz (Pablo veía lo que el carcelero estaba por hacer), diciendo, No te hagas ningún mal: que todos estamos aquí (nos dice que ningun prisionero, no importa cuántos eran, se aprovechó para escaparse; también nos dice que posiblemente algunos, aunque no todos, entregaron sus corazones al Señor).
29 Él entonces pidiendo luz, corrió adentro, y temblando (algo poderoso le estaba sucediendo a este hombre, además del susto del terremoto y de sus pensamientos de suicidio), se derribó a los pies de Pablo y de Silas (el carcelero trataba a Pablo con gran brutalidad, pero Pablo lo trataba con gran humildad),
30 Y sacándolos fuera (sacó a Pablo y a Silas de la prisión), le dice, Señores, ¿qué es necesario que yo haga para ser salvo? (Presenta la terminología que demuestra algo de  familiaridad con el Evangelio; es muy posible que antes del arresto del Apóstol, el carcelero le había escuchado predicar.)
31 Y ellos dijeron, Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú (presenta la explicación más bella de la Salvación que jamás se podría dar), y tu casa (quiere decir que la Salvación no está limitada solamente al carcelero, sino disponible a toda su familia también, si cumplen los requisitos de la Fe en Cristo que se les exige).
32 Y le hablaron la Palabra del Señor (se refiere a la explicación de la respuesta en el Versículo anterior, que explica lo que significa realmente creer en Cristo), y a todos los que están en su casa (presenta el culto que se celebraba después de la medianoche, lo que resultó que toda su familia entregaron sus corazones a Cristo; ¡Qué noche tan linda resultó!).
33 Y (el carcelero) tomándolos (Pablo y Silas) en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes (habla de la terrible paliza que habían sufrido poco rato antes); y se bautizó luego él, y todos los suyos (de inmediato).
34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa (como es obvio, se preparó una comida para ellos), y se gozó de que con toda su casa había creído a Dios (una noche de miseria se convertió en una noche de gran gozo, y un gozo que duraría para siempre para este carcelero y su familia).
LOS MAGISTRADOS
35 Y cuando se hizo de día, los Magistrados enviaron los alguaciles (es posible que se refiera a los mismos hombres que habían administrado la paliza a Pablo y Silas), diciendo, Deja ir a aquellos hombres (el Códice de Bezae dice que los Magistrados entraron en la Corte esa mañana pensando en su tratamiento hacia Pablo y Silas había provocado el terremoto; ¡ellos tenían razón!).
36 Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo, Los Magistrados han enviado a decir que seas suelto: así que ahora salid, e id en paz.
37 Entonces Pablo les dijo, Azotados públicamente sin ser condenados, siendo hombres Romanos (presenta un escenario que pone una nueva cariz al asunto; era contra la Ley Romana que los Romanos fueran azotados; por lo tanto, los Magistrados habían violado la ley, sin haberse dado cuenta que ellos eran Romanos), nos echaron en la cárcel; y ¿ahora nos echan encubiertamente? (Fueron tratados como criminales comunes.) No, de cierto; sino vengan ellos y sáquennos (de esta manera, la ciudad de Filipos sabría que los cargos eran falsos).
38 Y los alguaciles volvieron a decir a los Magistrados estas palabras: y tuvieron miedo,  oído que eran Romanos (si Pablo y Silas lo hubieran deseado, ellos podían haber traído cargos contra estos individuos, lo que hubiera causado consecuencias severas).
39 Y viniendo, les rogaron, y sacándolos (se refiere a que los "Magistrados" fueron donde Pablo y Silas), les pidieron que se saliesen de la ciudad (tiene referencia al hecho de que le suplicaron a los Apóstoles para que no presentaran cargos contra ellos, sino que se marcharan en paz).
40 Entonces salidos de la cárcel, entraron en casa de Lidia (estaban un poco golpeados y maltratados físicamente, pero enormemente animados espiritualmente): y habiendo visto a los Hermanos, los consolaron, y se salieron (éstos eran los nuevos convertidos en la Iglesia Filipense).


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e  incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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