06 January 2017

El 7 de enero Lectura Bíblica Diaria

Mensaje de la Cruz de Cristo-capítulo-1
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El 7 de enero Lectura Bíblica Diaria:


Éxodo 4 a 6:

Moisés volvió a preguntar: ¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso? ¿Qué hago si me dicen: El Señor no se te ha aparecido? ¿Qué tienes en la mano? preguntó el Señor. Una vara respondió Moisés. Déjala caer al suelo ordenó el Señor. Moisés la dejó caer al suelo, y la vara se convirtió en una serpiente. Moisés trató de huir de ella, pero el Señor le mandó que la agarrara por la cola. En cuanto Moisés agarró la serpiente, ésta se convirtió en una vara en sus propias manos. Esto es para que crean que yo el Señor, el Dios de sus padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me he aparecido a ti. Y ahora ordenó el Señor, ¡llévate la mano al pecho! Moisés se llevó la mano al pecho y, cuando la sacó, la tenía toda cubierta de lepra y blanca como la nieve. ¡Llévatela otra vez al pecho! insistió el Señor. Moisés se llevó de nuevo la mano al pecho y, cuando la sacó, la tenía tan sana como el resto de su cuerpo. Si con la primera señal milagrosa no te creen ni te hacen caso dijo el Señor, tal vez te crean con la segunda. Pero si no te creen ni te hacen caso después de estas dos señales, toma agua del Nilo y derrámala en el suelo. En cuanto el agua del río toque el suelo, se convertirá en sangre. Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra objetó Moisés. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar. ¿Y quién le puso la boca al hombre? le respondió el Señor. ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir. Señor insistió Moisés, te ruego que envíes a alguna otra persona. Entonces el Señor ardió en ira contra Moisés y le dijo: ¿Y qué hay de tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él es muy elocuente. Además, ya ha salido a tu encuentro, y cuando te vea se le alegrará el corazón. Tú hablarás con él y le pondrás las palabras en la boca; yo los ayudaré a hablar, a ti y a él, y les enseñaré lo que tienen que hacer. Él hablará por ti al pueblo, como si tú mismo le hablaras, y tú le hablarás a él por mí, como si le hablara yo mismo. Pero no te olvides de llevar contigo esta vara, porque con ella harás señales milagrosas. Moisés se fue de allí y volvió a la casa de Jetro, su suegro. Al llegar le dijo: Debo marcharme. Quiero volver a Egipto, donde están mis hermanos de sangre. Voy a ver si todavía viven. Anda, pues; que te vaya bien le contestó Jetro. Ya en Madián el Señor le había dicho a Moisés: "Vuelve a Egipto, que ya han muerto todos los que querían matarte." Así que Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los montó en un asno y volvió a Egipto. En la mano llevaba la vara de Dios. El Señor le había advertido a Moisés: "Cuando vuelvas a Egipto, no dejes de hacer ante el faraón todos los prodigios que te he dado el poder de realizar. Yo, por mi parte, endureceré su corazón para que no deje ir al pueblo. Entonces tú le dirás de mi parte al faraón: Israel es mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me rinda culto, pero tú no has querido dejarlo ir. Por lo tanto, voy a quitarle la vida a tu primogénito. " Ya en el camino, el Señor salió al encuentro de Moisés en una posada y estuvo a punto de matarlo. Pero Séfora, tomando un cuchillo de pedernal, le cortó el prepucio a su hijo; luego tocó los pies de Moisés con el prepucio y le dijo: "No hay duda. Tú eres para mí un esposo de sangre." Después de eso, el Señor se apartó de Moisés. Pero Séfora había llamado a Moisés "esposo de sangre" por causa de la circuncisión. El Señor le dijo a Aarón: "Anda a recibir a Moisés en el desierto." Aarón fue y se encontró con Moisés en la montaña de Dios, y lo besó. Entonces Moisés le comunicó a Aarón todo lo que el Señor le había ordenado decir y todas las señales milagrosas que le mandaba realizar. Luego Moisés y Aarón reunieron a todos los ancianos israelitas, y Aarón, además de repetirles todo lo que el Señor le había dicho a Moisés, realizó también las señales a la vista del pueblo, con lo que el pueblo creyó. Y al oír que el Señor había estado pendiente de ellos y había visto su aflicción, los israelitas se inclinaron y adoraron al Señor. Después de eso, Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón y le dijeron: Así dice el Señor, Dios de Israel: Deja ir a mi pueblo para que celebre en el desierto una fiesta en mi honor. ¿Y quién es el Señor respondió el faraón para que yo le obedezca y deje ir a Israel? ¡Ni conozco al Señor, ni voy a dejar que Israel se vaya! El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro contestaron. Así que debemos hacer un viaje de tres días, hasta el desierto, para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios. De lo contrario, podría castigarnos con plagas o matarnos a filo de espada. Moisés y Aarón replicó el rey de Egipto, ¿por qué distraen al pueblo de sus quehaceres? ¡Vuelvan a sus obligaciones! Dense cuenta de que es mucha la gente de este país, y ustedes no la dejan trabajar. Ese mismo día el faraón les ordenó a los capataces y a los jefes de cuadrilla: "Ya no le den paja a la gente para hacer ladrillos. ¡Que vayan ellos mismos a recogerla! Pero sigan exigiéndoles la misma cantidad de ladrillos que han estado haciendo. ¡No les reduzcan la cuota! Son unos holgazanes, y por eso me ruegan: Déjanos ir a ofrecerle sacrificios a nuestro Dios. Impónganles tareas más pesadas. Manténganlos ocupados. Así no harán caso de mentiras." Los capataces y los jefes de cuadrilla salieron de allí y fueron a decirle al pueblo: "Así dice el faraón: Ya no voy a darles paja. Vayan ustedes mismos a recogerla donde la encuentren. Pero eso sí, ¡en nada se les rebajará la tarea! " Fue así como el pueblo se esparció por todo Egipto para recoger rastrojo y usarlo en lugar de paja. Los capataces no dejaban de apremiarlos y decirles: "Cumplan con su tarea diaria, como cuando se les daba paja." Además, esos mismos capataces del faraón golpeaban a los jefes de cuadrilla israelitas que ellos mismos habían nombrado, y les preguntaban: "¿Por qué ni ayer ni hoy cumplieron con su cuota de ladrillos, como antes lo hacían?" Los jefes de cuadrilla israelitas fueron entonces a quejarse ante el faraón. Le dijeron: ¿Por qué Su Majestad trata así a sus siervos? ¡Ya ni paja recibimos! A pesar de eso, ¡se nos exige hacer ladrillos y, como si fuera poco, se nos golpea! ¡La gente de Su Majestad no está actuando bien! ¡Haraganes, haraganes! exclamó el faraón. ¡Eso es lo que son! Por eso andan diciendo: Déjanos ir a ofrecerle sacrificios al Señor. Ahora, ¡vayan a trabajar! No se les va a dar paja, pero tienen que entregar su cuota de ladrillos. Los jefes de cuadrilla israelitas se dieron cuenta de que estaban en un aprieto cuando se les dijo que la cuota diaria de ladrillos no se les iba a rebajar. Así que al encontrarse con Moisés y Aarón, que los estaban esperando a la salida, les dijeron: "¡Que el Señor los examine y los juzgue! ¡Por culpa de ustedes somos unos apestados ante el faraón y sus siervos! ¡Ustedes mismos les han puesto la espada en la mano, para que nos maten!" Moisés se volvió al Señor y le dijo: ¡Ay, Señor! ¿Por qué tratas tan mal a este pueblo? ¿Para esto me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón y le hablé en tu nombre, no ha hecho más que maltratar a este pueblo, que es tu pueblo. ¡Y tú no has hecho nada para librarlo! El Señor le respondió: Ahora verás lo que voy a hacer con el faraón. Realmente, sólo por mi mano poderosa va a dejar que se vayan; sólo por mi mano poderosa va a echarlos de su país. En otra ocasión, Dios habló con Moisés y le dijo: "Yo soy el Señor. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios Todopoderoso, pero no les revelé mi verdadero nombre, que es el Señor. También con ellos confirmé mi pacto de darles la tierra de Canaán, donde residieron como forasteros. He oído además el gemir de los israelitas, a quienes los egipcios han esclavizado, y he recordado mi pacto. Así que ve y diles a los israelitas: Yo soy el Señor, y voy a quitarles de encima la opresión de los egipcios. Voy a librarlos de su esclavitud; voy a liberarlos con gran despliegue de poder y con grandes actos de justicia. Haré de ustedes mi pueblo; y yo seré su Dios. Así sabrán que yo soy el Señor su Dios, que los libró de la opresión de los egipcios. Y los llevaré a la tierra que bajo juramento prometí darles a Abraham, Isaac y Jacob. Yo, el Señor, les daré a ustedes posesión de ella. " Moisés les dio a conocer esto a los israelitas, pero por su desánimo y las penurias de su esclavitud ellos no le hicieron caso. Entonces el Señor habló con Moisés y le dijo: Ve y habla con el faraón, el rey de Egipto. Dile que deje salir de su país a los israelitas. Pero Moisés se enfrentó al Señor y le dijo: ¿Y cómo va a hacerme caso el faraón, si ni siquiera los israelitas me creen? Además, no tengo facilidad de palabra. En otra ocasión el Señor habló con Moisés y Aarón acerca de los israelitas y del faraón, rey egipcio, y les ordenó sacar de Egipto a los israelitas. Éstos fueron los jefes de las familias patriarcales: Los hijos de Rubén, primogénito de Israel: Janoc, Falú, Jezrón y Carmí. Éstos fueron los clanes de Rubén. Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Oad, Jaquín, Zojar y Saúl, hijo de la cananea. Éstos fueron los clanes de Simeón. Según los registros familiares, éstos son los nombres de los hijos de Leví, quien vivió ciento treinta y siete años: Guersón, Coat y Merari. Los hijos de Guersón, según sus clanes: Libní y Simí. Los hijos de Coat, quien vivió ciento treinta y tres años: Amirán, Izar, Hebrón y Uziel. Los hijos de Merari: Majlí y Musí. Éstos fueron los clanes de Leví, según sus registros familiares. Amirán, que vivió ciento treinta y siete años, se casó con su tía Jocabed, la cual le dio dos hijos, Aarón y Moisés. Los hijos de Izar: Coré, Néfeg y Zicrí. Los hijos de Uziel: Misael, Elzafán y Sitri. Aarón se casó con Elisabet, hija de Aminadab y hermana de Naasón, y ella le dio cuatro hijos: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. Los hijos de Coré: Asir, Elcaná y Abiasaf. Éstos fueron los clanes de Coré. Eleazar hijo de Aarón se casó con una de las hijas de Futiel, la cual le dio un hijo, Finés. Éstos fueron los jefes de los clanes levitas, en orden de familias. Aarón y Moisés son los mismos a quienes el Señor mandó que sacaran de Egipto a los israelitas, ordenados en escuadrones. Son ellos quienes hablaron con el faraón, rey egipcio, en cuanto a sacar de Egipto a los israelitas. Aarón, vocero de Moisés Cuando el Señor habló con Moisés en Egipto, le dijo: Yo soy el Señor. Habla con el faraón, rey de Egipto, y comunícale todo lo que yo te diga. Pero Moisés se enfrentó al Señor y le dijo: ¿Y cómo va a hacerme caso el faraón, si yo no tengo facilidad de palabra?



Salmo 89:
Oh Señor, por siempre cantaré la grandeza de tu amor; por todas las generaciones proclamará mi boca tu fidelidad. Declararé que tu amor permanece firme para siempre, que has afirmado en el cielo tu fidelidad. Dijiste: "He hecho un pacto con mi escogido; le he jurado a David mi siervo: Estableceré tu dinastía para siempre, y afirmaré tu trono por todas las generaciones." Selah. Los cielos, Señor, celebran tus maravillas, y tu fidelidad la asamblea de los santos. ¿Quién en los cielos es comparable al Señor? ¿Quién como él entre los seres celestiales? Dios es muy temido en la asamblea de los santos; grande y portentoso sobre cuantos lo rodean. ¿Quién como tú, Señor, Dios Todopoderoso, rodeado de poder y de fidelidad? Tú gobiernas sobre el mar embravecido; tú apaciguas sus encrespadas olas. Aplastaste a Rahab como a un cadáver; con tu brazo poderoso dispersaste a tus enemigos. Tuyo es el cielo, y tuya la tierra; tú fundaste el mundo y todo lo que contiene. Por ti fueron creados el norte y el sur; el Tabor y el Hermón cantan alegres a tu nombre. Tu brazo es capaz de grandes proezas; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra. La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus heraldos, el amor y la verdad. Dichosos los que saben aclamarte, Señor, y caminan a la luz de tu presencia; los que todo el día se alegran en tu nombre y se regocijan en tu justicia. Porque tú eres su gloria y su poder; por tu buena voluntad aumentas nuestra fuerza. Tú, Señor, eres nuestro escudo; tú, Santo de Israel, eres nuestro rey. Una vez hablaste en una visión, y le dijiste a tu pueblo fiel: "Le he brindado mi ayuda a un valiente; al mejor hombre del pueblo lo he exaltado. He encontrado a David, mi siervo, y lo he ungido con mi aceite santo. Mi mano siempre lo sostendrá; mi brazo lo fortalecerá. Ningún enemigo lo someterá a tributo; ningún inicuo lo oprimirá. Aplastaré a quienes se le enfrenten y derribaré a quienes lo aborrezcan. La fidelidad de mi amor lo acompañará, y por mi nombre será exaltada su fuerza. Le daré poder sobre el mar y dominio sobre los ríos. Él me dirá: Tú eres mi Padre, mi Dios, la roca de mi salvación. Yo le daré los derechos de primogenitura, la primacía sobre los reyes de la tierra. Mi amor por él será siempre constante, y mi pacto con él se mantendrá fiel. Afirmaré su dinastía y su trono para siempre, mientras el cielo exista. "Pero si sus hijos se apartan de mi ley y no viven según mis decretos, si violan mis estatutos y no observan mis mandamientos, con vara castigaré sus transgresiones y con azotes su iniquidad. Con todo, jamás le negaré mi amor, ni mi fidelidad le faltará. No violaré mi pacto ni me retractaré de mis palabras. Una sola vez he jurado por mi santidad, y no voy a mentirle a David: Su descendencia vivirá por siempre; su trono durará como el sol en mi presencia. Como la luna, fiel testigo en el cielo, será establecido para siempre." Selah. Pero tú has desechado, has rechazado a tu ungido; te has enfurecido contra él en gran manera. Has revocado el pacto con tu siervo; has arrastrado por los suelos su corona. Has derribado todas sus murallas y dejado en ruinas sus fortalezas. Todos los que pasan lo saquean; ¡es motivo de burla para sus vecinos! Has exaltado el poder de sus adversarios y llenado de gozo a sus enemigos. Le has quitado el filo a su espada, y no lo has apoyado en la batalla. Has puesto fin a su esplendor al derribar por tierra su trono. Has acortado los días de su juventud; lo has cubierto con un manto de vergüenza. Selah. ¿Hasta cuándo, Señor, te seguirás escondiendo? ¿Va a arder tu ira para siempre, como el fuego? ¡Recuerda cuán efímera es mi vida! Al fin y al cabo, ¿para qué creaste a los mortales? ¿Quién hay que viva y no muera jamás, o que pueda escapar del poder del sepulcro? Selah. ¿Dónde está, Señor, tu amor de antaño, que en tu fidelidad juraste a David? Recuerda, Señor, que se burlan de tus siervos; que llevo en mi pecho los insultos de muchos pueblos. Tus enemigos, Señor, nos ultrajan; a cada paso ofenden a tu ungido. ¡Bendito sea el Señor por siempre! Amén y amén.




Proverbios 15:
La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. El camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia; el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos. Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y sabiduría; la humildad precede a la honra.





El Libro de Segunda Corintios Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA SEGUNDA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
CAPÍTULO 3
(60 d.C.)
EL MINISTERIO


¿COMENZAMOS otra vez a alabarnos a nosotros mismos? (Dicho con el propósito de probar su Apostolado.) ¿O tenemos necesidad, como algunos, de Epístolas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? (Pablo está presentando esta controversia complicada acerca de que él o Timoteo tenía que llevar tales cartas, ya sea de los Corintios o a ellos.)
2 Nuestras Epístolas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas de todos los hombres (se refiere a los Santos en Corinto quienes habían sido salvos bajo su Ministerio, eran Epístola suficiente):
3 Siendo manifiesto que sois Epístola de Cristo administrada de nosotros (Cristo era el Autor de esta "Epístola" de la cual Pablo indica, es decir, “las almas salvadas del pecado y de la oscuridad”), escrita no con tinta, mas con el Espíritu del Dios Vivo (que es la recomendación más alta de todas); no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón (corazones transformados).
4 Y tal confianza tenemos por Cristo para con Dios (la confianza personal que Pablo tenía de que él fue designado por Dios, y que Dios aceptaba su obra):
5 No que seamos suficientes de nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos (Pablo tenía confianza de que era competente por medio de Cristo en los Ojos de Dios, nadie puede considerarse capaz sin la ayuda de Dios); sino que nuestra suficiencia es de Dios (puede estar en Dios o en uno mismo; no puede estar en ambos);

EL NUEVO TESTAMENTO

6 El cual asimismo nos hizo Ministros suficientes de un Nuevo Testamento (Nuevo Convenio); no de la letra (la antigua Ley de Moisés), mas del Espíritu (el Espíritu Santo): porque la letra mata (se refiere a la Ley; lo único que la Ley puede hacer es matar), mas el Espíritu vivifica (y es así por Cristo, debido a lo que Cristo hizo en la Cruz [Rom. 8:1-2]).
7 Y si el ministerio de muerte (la Ley de Moisés) en la letra grabado en piedras, fue con gloria (y así fue), tanto que los hijos de Israel no pudiesen poner los ojos en la faz de Moisés a causa de la gloria de su rostro; la cual había de perecer (la gloria en el rostro de Moisés se desvanecía, así como la Ley se desvanecía, lo que era la intención cuando vino Cristo):
8 ¿Cómo no será más bien con gloria el ministerio del Espíritu? (Es un Convenio mucho mejor, basado en mejores Promesas [Heb. 8:6].)

GLORIA Y JUSTICIA

9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria (La Ley de Moisés), mucho más abundará en gloria el ministerio de Justicia (debido a lo que Cristo hizo por nosotros en la Cruz, lo cual hizo posible para que el Espíritu Santo hiciera cosas grandes en nuestras vidas, con tal que mantengamos nuestra Fe en la Cruz; indudablemente, algunos falsos maestros habían venido de Jerusalén, intentando ensalzar las supuestas virtudes de la Ley; en otras palabras, trataban de mezclar la Ley con la Gracia, lo que no puede hacerse).
10 Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en esta parte, en comparación de la excelente gloria. (La gloria de la Ley de Moisés no podía ni comenzar a compararse con la Gloria del Nuevo Convenio.)
11 Porque si lo que perece tuvo gloria (la Ley), mucho más será en gloria lo que permanece (corresponde al Evangelio de Cristo, que es para siempre [Heb. 13:20]).

LA TRANSFORMACIÓN

12 Así que, teniendo tal esperanza (lo que sólo la Cruz ocasionaría), hablamos con mucha confianza (no anda con rodeos):
13 Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su faz, para que los hijos de Israel no pusiesen los ojos en el fin de lo que había de ser abolido (como se dijo, la gloria en el rostro de Moisés se desvanecía, y tenía la intención de mostrar que la Ley desvanecería también, que fue así, al cumplir Cristo toda la Ley):
14 Empero los sentidos de ellos se embotaron (no entendieron que la Ley iba a ser eliminado progresivamente): porque hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descubierto en la lectura del Antiguo Testamento (Israel procuraba todavía de vivir de acuerdo a la Ley, y algunos intentaban imponerla en el Nuevo Convenio); el cual por Cristo es quitado. (La Ley tenía la intención de ser cumplida por Cristo, y fue cumplida por Cristo.)
15 Y aun hasta el día de hoy, cuando Moisés es leído (el Antiguo Testamento), el velo está puesto sobre el corazón de ellos. (Se refiere a Israel que no ve el verdadero sentido y belleza de sus propias Escrituras, lo cual describían a Cristo.)
16 Más cuando se convirtieren al Señor, el velo se quitará (se realizará en la Segunda Venida).
17 Porque el Señor es el Espíritu (el Espíritu Santo): y donde hay el Espíritu del Señor (Él está con todos quienes Predican la Cruz), allí hay Libertad (la Libertad de vivir una vida Santa al poner nuestra Fe en la Cruz, que da al Espíritu Santo libertad de acción para obrar poderosamente en nuestros corazones y vidas).
18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta (todos los que no conocen a Cristo están velados, es decir, “aislados”) como en un espejo (mirando en un espejo) la Gloria del Señor (porque el Espíritu Santo mora en nuestros corazones), somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza (transformados en la semejanza de Cristo, y la gloria es superior, en calidad y duración, a la que Moisés experimentó), como por el Espíritu del Señor (el Espíritu Santo Solo puede transformarnos en lo que hemos de ser, lo cual Él así hace dentro de los parámetros de la Obra Terminada de Cristo y nuestra Fe en aquel Sacrificio).






Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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