El 28 de diciembre Lectura Bíblica Diaria
El 28 de diciembre Lectura Bíblica Diaria:
Génesis 24 a 26:
Salmo 79:
Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia; han profanado tu santo templo, han dejado en ruinas a Jerusalén. Han entregado los cadáveres de tus siervos como alimento de las aves del cielo; han destinado los cuerpos de tus fieles para comida de los animales salvajes. Por toda Jerusalén han derramado su sangre, como si derramaran agua, y no hay quien entierre a los muertos. Nuestros vecinos hacen mofa de nosotros; somos blanco de las burlas de quienes nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar enojado para siempre? ¿Arderá tu celo como el fuego? ¡Enójate con las naciones que no te reconocen, con los reinos que no invocan tu nombre! Porque a Jacob se lo han devorado, y al país lo han dejado en ruinas. No nos tomes en cuenta los pecados de ayer; ¡venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro, porque estamos totalmente abatidos! Oh Dios y salvador nuestro, por la gloria de tu nombre, ayúdanos; por tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados. ¿Por qué van a decir las naciones: "¿Dónde está su Dios?" Permítenos ver, y muéstrales a los pueblos paganos cómo tomas venganza de la sangre de tus siervos. Que lleguen a tu presencia los gemidos de los cautivos, y por la fuerza de tu brazo salva a los condenados a muerte. Señor, haz que sientan nuestros vecinos, siete veces y en carne propia, el oprobio que han lanzado contra ti. Y nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado, te alabaremos por siempre; de generación en generación cantaremos tus alabanzas.
Proverbios 5:
Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: "¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad." Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.
El Libro de Primera Corintios Capítulo 9 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
CAPÍTULO 9
(59 d.C.)
EL APOSTOLADO DE PABLO
¿NO soy Apóstol? (La idea no es tanto defender su Apostolado, como demostrar cómo él había renunciado sus propios derechos a fin de ser un buen ejemplo a los demás.) ¿No soy libre? (Ya que es libre, él tiene libertad, pero no usó esa libertad en cada caso, así como lo discutirá más adelante.) ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? (Se refiere a la Visión en el Camino a Damasco [Hch. 9:3, 17; 22:7-8].) ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? (¡La Fruta era abundante!)
2 Si a los otros no soy Apóstol (algunos en la Iglesia Primitiva no tenían una buena opinión del Apostolado de Pablo), a vosotros ciertamente lo soy (los Corintios sabían, o al menos deberían de haber sabido que, él era un Apóstol): porque el sello de mi Apostolado sois vosotros en el Señor (Pablo usa un ejemplo que era indiscutible).
UNA VIDA NORMAL
3 Esta es mi respuesta a los que me preguntan (aquellos que ponían en duda su Ministerio),
4 Qué ¿no tenemos potestad de comer y de beber? (Él podía haberles pedido ayuda financiera. Él tenía el derecho, pero no lo hizo, aunque otros que no tenían ningún derecho lo hicieron.)
5 ¿No tenemos potestad de traer con nosotros una hermana mujer también como los otros Apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? (Al parecer, las Iglesias ayudaban a los otros Apóstoles con los gastos, pero Pablo no pedía nada.)
6 ¿O sólo yo y Bernabé (Pablo mencionó a Bernabé después de la disputa [Hch., cap. 15] demuestra que el Apóstol le tenía mucho amor y estima) no tenemos potestad de no trabajar? (Dejar el trabajo manual, lo que hacía para ganarse la vida.)
7 ¿Quién jamás peleó a sus expensas? (Si un soldado se suponía recibir víveres y sueldo del Gobierno al que él prestaba servicio, se suponía lo mismo para un Ministro del Evangelio.) ¿Quién planta viña, y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el ganado, y no come de la leche del ganado?
8 ¿Digo esto según los hombres? (Pablo fundamentaba su caso de que sus declaraciones no eran simplemente sus propios pensamientos, sino eran de Dios.) ¿No dice esto también la Ley? (Se refiere a la Ley de Moisés, y lo veremos en el siguiente Versículo.)
SOSTENIMIENTO
9 Porque en la Ley de Moisés está escrito (Deut. 25:4), No pondrás bozal al buey que trilla (presenta básicamente lo que Jesús dijo en Lucas 10:7). ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes? (¡Si el Señor tiene cuidado por una bestia humilde, y de seguro que es así, ¿cuánto más cuidado tendría Él a aquellos que llevan Su Evangelio al mundo?!)
10 ¿O lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros está escrito: porque con esperanza ha de arar él que ara; y él que trilla, con esperanza de recibir el fruto.
11 Si nosotros os sembramos lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? (El pronombre nosotros declara que el argumento se aplica no sólo al propio caso de Pablo, sino también a todos los Predicadores del Evangelio.)
12 Si otros tienen en vosotros esta potestad, ¿no más bien nosotros? (Parece que estos otros Maestros, quienesquiera que fueran, fueron bien pagados, mientras que Pablo no recibió nada.) Mas no hemos usado de esta potestad (este privilegio); antes lo sufrimos todo, por no poner ningún obstáculo al Evangelio de Cristo (lo que siempre debería ser lo principal en el corazón y la mente de todo Predicador del Evangelio).
13 ¿No sabéis que los que trabajan en el Santuario, comen del Santuario? (La economía antigua de Dios, la cual Pablo está usando como ejemplo.) ¿Y que los que sirven al Altar, del Altar participan? (Ciertas porciones de los Sacrificios dados a los Sacerdotes [Núm. 18:8-13; Deut. 18:1].)
14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el Evangelio, que vivan del Evangelio. (La idea, como es obvia, es que los que Ministran en asuntos espirituales deben ser sostenidos económicamente por los que reciben el beneficio de su Ministerio.)
15 Mas yo de nada de esto me aproveché (él tenía el derecho de ser sostenido económicamente, pero nunca ejerció ese derecho, salvo de una manera muy limitada): ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo (además, él no está haciendo estas declaraciones para que la gente le enviara ofrendas): porque tengo por mejor morir, antes que nadie haga vana ésta mi gloria. (En esencia, él preferiría morir antes que rebajarse a ese nivel. Hacer tal cosa sería manipulación, lo cual el Señor nunca puede bendecir.)
16 Pues bien que Anuncio el Evangelio, no tengo por qué gloriarme (en sí; aunque él es un Apóstol, no sirve de nada jactarse de estos dones): porque me es impuesta necesidad (Predicar el Evangelio no es nada más una alternativa para él, sino más bien un Mandato del Señor); ¡y ay de mí, si no Predico el Evangelio! (Era una gran obligación moral.)
17 Por lo cual, si lo hago de voluntad, premio tendré (la recompensa viene del Señor): mas si por fuerza, la dispensación me ha sido encargada. (La palabra dispensación quiere decir administración o mayordomía. En efecto, se refiere anteriormente a la Parábola de los Talentos [Mat. 25:14-30]. En otras palabras, no se debe valorar la Predicación del Evangelio de ninguna otra manera salvo a que hagamos lo mejor. De lo contrario, perderemos la recompensa.)
18 ¿Cuál, pues, es mi recompensa? (Es distinta a la recompensa del Versículo 17.) Que Predicando el Evangelio puedo ofrecer el Evangelio de Cristo gratuitamente (nunca debe poner un precio en el Evangelio), para no usar mal de mi poder en el Evangelio. (El Predicador debe estar muy seguro que él no vaya a explotar a la gente, sino que la edifique.)
LA POLÍTICA DE PABLO
19 Por lo cual, siendo libre para con todos (Cristo es Señor y Maestro, no hombre), me he hecho aún siervo de todos (una sumisión voluntaria, la cual es el Camino del Espíritu) por ganar al mayor número posible. (Es el Camino de Dios. ¡Los hombres dominan, pero el Señor sirve! Debemos emular a nuestro Señor.)
20 Heme hecho a los Judíos como Judío, por ganar a los Judíos (Pablo describe las concesiones inocentes que surgen de la condescendencia inofensiva y generosa de un espíritu caritativo); a los que están sujetos a la Ley (aunque yo no sea sujeto a la Ley,) como sujeto a la Ley, para poder ganar a los que están sujetos a la Ley (cuando hizo que Timoteo fuera circuncidado, es un ejemplo perfecto [Hch. 16:3]);
21 A los que son sin Ley (los Gentiles), como si yo fuera sin Ley, (no estando yo sin Ley de Dios, mas bajo la Ley de Cristo,) (estar bajo la Ley de Cristo satisface cada Ley de Dios; es la Fe simple en Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz) para poder ganar a los que estaban sin Ley (ganar a los Gentiles).
22 Me he hecho a los débiles débil, para poder ganar a los débiles (Pablo no se aprovechaba de sus libertades Cristianas simplemente para no causar que los Cristianos débiles tropezaran): me he hecho todo para todos, para que de todos modos pueda ayudar a salvar a algunos. (Como se dijo, se está refiriendo a las concesiones inocentes, nunca de transigir el Evangelio.)
23 Y esto hago por causa del Evangelio (el Evangelio de Cristo siendo el único medio de la Salvación, debe tomar primer lugar en todas las cosas), por hacerme juntamente participante del mismo. (Éste es el amor que todo Predicador debe manifestarse.)
LAS CONDICIONES
24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio? Corred de tal manera, que lo obtengáis. (En los eventos atléticos, sólo uno recibe el premio. Sin embargo, todos los que corren para Cristo, espiritualmente hablando, ganan una Corona. ¡No hay perdedores!)
25 Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene (el Apóstol está diciendo que hemos de permitir que el atleta que se esfuerza y se entrena para ganar una corona pasajera sea una lección a los Cristianos en cuanto a la diligencia). Y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. (Si ellos hacen tal para lo corruptible, ¿cuánto más debemos nosotros hacer lo mismo para lo incorruptible?)
26 Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta (todos los Creyentes que corren y continúan corriendo, en el sentido espiritual, tienen por seguro que ganarán); de esta manera peleo, no como quien hiere el aire (ahora el Apóstol cambia la metáfora de correr en una carrera a la del boxeo; él no está luchando inútilmente, sino más bien la lucha buena de la Fe, que se refiere a la Fe exclusivamente fijada en la Cruz; desgraciadamente, muchos de los Cristianos en este empeño Espiritual hacen un esfuerzo ineficaz):
27 Antes sujeto mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre (es lo que él hace al comprender que la victoria está en la Cruz): no sea que, habiendo Predicado a otros, yo mismo venga a ser un náufrago. (Aunque el hombre sea un Predicador del Evangelio, si no tiene su mirada exclusivamente en Cristo y la Cruz, y siempre hace de la Cruz el énfasis, terminaría como un náufrago, es decir, desaprobado. El Señor tiene un camino de victoria, que es el mismo tanto para los Predicadores como para los laicos. Es Jesucristo y Él Crucificado.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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