31 October 2016

El 1 de noviembre Lectura Bíblica Diaria

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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
Sonidos del aire libre


El 1 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Jeremías 37 a 39:
Nabucodonosor, rey de Babilonia, puso como rey de Judá a Sedequías hijo de Josías, en lugar de Jeconías hijo de Joacim. Pero ni Sedequías ni sus siervos ni la gente de Judá hicieron caso a las palabras que el Señor había hablado a través del profeta Jeremías. No obstante, el rey Sedequías envió a Jucal hijo de Selemías y al sacerdote Sofonías hijo de Maseías a decirle al profeta Jeremías: "Ora por nosotros al Señor nuestro Dios." Mientras tanto, Jeremías se movía con total libertad entre la gente, pues todavía no lo habían encarcelado. Por otra parte, el ejército del faraón había salido de Egipto. Y cuando los babilonios, que estaban sitiando a Jerusalén, se enteraron de la noticia, emprendieron la retirada. La palabra del Señor vino al profeta Jeremías: "Así dice el Señor, el Dios de Israel: Díganle al rey de Judá que los mandó a consultarme: ‘El ejército del faraón, que salió para apoyarlos, se volverá a Egipto. Los babilonios regresarán para atacar esta ciudad, y la capturarán y la incendiarán. "Así dice el Señor: No se hagan ilusiones creyendo que los babilonios se van a retirar. ¡Se equivocan! No se van a retirar. Y aunque ustedes derrotaran a todo el ejército babilonio, y sólo quedaran en sus campamentos algunos hombres heridos, éstos se levantarían e incendiarían esta ciudad." Cuando por causa de la incursión del ejército del faraón el ejército de Babilonia se retiró de Jerusalén, Jeremías quiso trasladarse de Jerusalén al territorio de Benjamín para tomar posesión de una herencia. Pero al llegar a la puerta de Benjamín, un capitán de la guardia llamado Irías, hijo de Selemías y nieto de Jananías, detuvo al profeta Jeremías y lo acusó: ¡Estás por pasarte a los babilonios! Jeremías respondió: ¡Mentira, no voy a pasarme a los babilonios! Pero Irías no le hizo caso, sino que lo detuvo y lo llevó ante los jefes. Éstos estaban enfurecidos contra Jeremías, así que luego de golpearlo lo encarcelaron en la casa del cronista Jonatán, ya que la habían convertido en prisión. Así Jeremías fue encerrado en un calabozo subterráneo, donde permaneció mucho tiempo. El rey Sedequías mandó que trajeran a Jeremías al palacio, y allí le preguntó en secreto: ¿Has recibido alguna palabra del Señor? Sí respondió Jeremías, Su Majestad será entregado en manos del rey de Babilonia. A su vez, Jeremías le preguntó al rey Sedequías: ¿Qué crimen he cometido contra Su Majestad, o contra sus ministros o este pueblo, para que me hayan encarcelado? ¿Dónde están sus profetas, los que profetizaban que el rey de Babilonia no los atacaría ni a ustedes ni a este país? Pero ahora, ruego a Su Majestad me preste atención. Le pido que no me mande de vuelta a la casa del cronista Jonatán, no sea que yo muera allí. Entonces el rey Sedequías ordenó que pusieran a Jeremías en el patio de la guardia y que, mientras hubiera pan en la ciudad, todos los días le dieran una porción del pan horneado en la calle de los Panaderos. Así fue como Jeremías permaneció en el patio de la guardia. Sefatías hijo de Matán, Guedalías hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, oyeron que Jeremías le decía a todo el pueblo: "Así dice el Señor: El que se quede en esta ciudad morirá de hambre, por la espada o por la peste. Pero el que se pase a los babilonios vivirá. ¡Se entregará como botín de guerra, pero salvará su vida! Así dice el Señor: Esta ciudad caerá en poder del ejército del rey de Babilonia, y será capturada. " Los jefes le dijeron al rey: Hay que matar a este hombre. Con semejantes discursos está desmoralizando a los soldados y a todo el pueblo que aún quedan en esta ciudad. Este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia. El rey Sedequías respondió: Lo dejo en sus manos. Ni yo, que soy el rey, puedo oponerme a ustedes. Ellos tomaron a Jeremías y, bajándolo con cuerdas, lo echaron en la cisterna del patio de la guardia, la cual era de Malquías, el hijo del rey. Pero como en la cisterna no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él. El etíope Ebedmélec, funcionario de la casa real, se enteró de que habían echado a Jeremías en la cisterna. En cierta ocasión cuando el rey estaba participando en una sesión frente al portón de Benjamín, Ebedmélec salió del palacio real y le dijo: Mi rey y señor, estos hombres han actuado con saña. Han arrojado a Jeremías en la cisterna, y allí se morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad. Entonces el rey ordenó al etíope Ebedmélec: Toma contigo tres hombres, y rescata de la cisterna al profeta Jeremías antes de que se muera. Ebedmélec lo hizo así, y fue al depósito de ropa del palacio real, sacó de allí ropas y trapos viejos, y con unas sogas se los bajó a la cisterna a Jeremías. Ebedmélec le dijo a Jeremías: Ponte en los sobacos estas ropas y trapos viejos, para protegerte de las sogas. Así lo hizo Jeremías. Los hombres tiraron de las sogas y lo sacaron de la cisterna. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia. El rey Sedequías mandó que llevaran a Jeremías a la tercera entrada de la casa del Señor, y allí le dijo: Te voy a preguntar algo, y por favor no me ocultes nada. Jeremías le respondió al rey: Si respondo a la pregunta de Su Majestad, lo más seguro es que me mate. Y si le doy un consejo, no me va a hacer caso. Pero en secreto el rey Sedequías le hizo este juramento a Jeremías: ¡Te juro por el Señor, que nos ha dado esta vida, que no te mataré ni te entregaré en manos de estos hombres que atentan contra tu vida! Jeremías le dijo a Sedequías: Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Si Su Majestad se rinde ante los jefes del rey de Babilonia, salvará su vida, y esta ciudad no será incendiada; Su Majestad y su familia vivirán. Pero si no se rinde ante los jefes del rey de Babilonia, la ciudad caerá bajo el poder de los caldeos, y será incendiada, y usted no tendrá escapatoria. El rey Sedequías respondió: Yo le tengo terror a los judíos que se pasaron al bando de los babilonios, pues me pueden entregar en sus manos para que me torturen. Jeremías le contestó: Obedezca Su Majestad la voz del Señor que yo le estoy comunicando, y no caerá en manos de los babilonios. Así le irá bien a usted, y salvará su vida. Pero si Su Majestad se empecina en no rendirse, ésta es la palabra que el Señor me ha revelado: Todas las mujeres que aún quedan en el palacio del rey de Judá serán entregadas a los jefes del rey de Babilonia, y ellas mismas le echarán en cara: "Tus amigos más confiables te han engañado y te han vencido. Tienes los pies hundidos en el fango, pues tus amigos te dieron la espalda. "Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad serán entregados a los babilonios, y ni Su Majestad podrá escapar, sino que caerá bajo el poder del rey de Babilonia, y la ciudad será incendiada. Sedequías le contestó a Jeremías: Que nadie se entere de estas palabras, pues de lo contrario morirás. Si los jefes se enteran de que yo hablé contigo, y vienen y te dicen: Dinos ya lo que le has informado al rey, y lo que él te dijo; no nos ocultes nada, pues de lo contrario te mataremos, tú les dirás: Vine a suplicarle al rey que no me mandara de vuelta a casa de Jonatán, a morir allí. Y así fue. Todos los jefes vinieron a interrogar a Jeremías, pero él les contestó de acuerdo con lo que el rey le había ordenado. Entonces lo dejaron tranquilo, porque nadie había escuchado la conversación. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue capturada. En el mes décimo del año noveno del reinado de Sedequías en Judá, el rey Nabucodonosor de Babilonia y todo su ejército marcharon contra Jerusalén y la sitiaron. El día nueve del mes cuarto del año undécimo del reinado de Sedequías, abrieron una brecha en el muro de la ciudad, por la que entraron todos los jefes del rey de Babilonia, hasta instalarse en la puerta central: Nergal Sarézer de Samgar, Nebo Sarsequín, un oficial principal, Nergal Sarézer, también un alto funcionario, y todos los otros jefes del rey de Babilonia. Al verlos, el rey Sedequías de Judá y todos los soldados huyeron de la ciudad. Salieron de noche por el camino del jardín del rey, por la puerta que está entre los dos muros, tomando el camino del Arabá. Pero el ejército babilónico los persiguió hasta alcanzarlos en las llanuras de Jericó. Capturaron a Sedequías y lo llevaron ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, que estaba en Riblá, en el territorio de Jamat. Allí dictó sentencia contra Sedequías, y ante sus propios ojos hizo degollar a sus hijos, lo mismo que a todos los nobles de Judá. Luego mandó que a Sedequías le sacaran los ojos y le pusieran cadenas de bronce, para llevarlo a Babilonia. Los babilonios prendieron fuego al palacio real y a las casas del pueblo, y derribaron los muros de Jerusalén. Finalmente Nabuzaradán, el comandante de la guardia, llevó cautivos a Babilonia tanto al resto de la población como a los desertores, es decir, a todos los que quedaban. Nabuzaradán, comandante de la guardia, sólo dejó en el territorio de Judá a algunos de los más pobres, que no poseían nada. En aquel día les asignó campos y viñedos. En cuanto a Jeremías, el rey Nabucodonosor de Babilonia había dado la siguiente orden a Nabuzaradán, el comandante de la guardia: "Vigílalo bien, sin hacerle ningún daño, y atiende a todas sus necesidades." Nabuzaradán, comandante de la guardia, Nebusazbán, un oficial principal, Nergal Sarézer, un alto funcionario, y todos los demás oficiales del rey de Babilonia, mandaron sacar a Jeremías del patio de la guardia y se lo confiaron a Guedalías hijo de Ajicán, nieto de Safán, para que lo llevaran de vuelta a su casa. Así Jeremías se quedó a vivir en medio del pueblo. Aún estaba Jeremías preso en el patio de la guardia cuando la palabra del Señor vino a él: "Ve y dile a Ebedmélec, el etíope, que así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Voy a cumplir las palabras que anuncié contra esta ciudad, para mal y no para bien. En aquel día, tú serás testigo de todo esto. Pero en ese mismo día yo te rescataré afirma el Señor, y no caerás en las manos de los hombres que temes. Porque ciertamente yo te libraré afirma el Señor, y no caerás a filo de espada; antes bien, tu vida será tu botín, porque has confiado en mí. "





Salmo 22:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras de lamento. Dios mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo. Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel! En ti confiaron nuestros padres; confiaron, y tú los libraste; a ti clamaron, y tú los salvaste; se apoyaron en ti, y no los defraudaste. Pero yo, gusano soy y no hombre; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. Cuantos me ven, se ríen de mí; lanzan insultos, meneando la cabeza: "Éste confía en el Señor, ¡pues que el Señor lo ponga a salvo! Ya que en él se deleita, ¡que sea él quien lo libre!" Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre mi Dios eres tú. No te alejes de mí, porque la angustia está cerca y no hay nadie que me ayude. Muchos toros me rodean; fuertes toros de Basán me cercan. Contra mí abren sus fauces leones que rugen y desgarran a su presa. Como agua he sido derramado; dislocados están todos mis huesos. Mi corazón se ha vuelto como cera, y se derrite en mis entrañas. Se ha secado mi vigor como una teja; la lengua se me pega al paladar. ¡Me has hundido en el polvo de la muerte! Como perros de presa, me han rodeado; me ha cercado una banda de malvados; me han traspasado las manos y los pies. Puedo contar todos mis huesos; con satisfacción perversa la gente se detiene a mirarme. Se reparten entre ellos mis vestidos y sobre mi ropa echan suertes. Pero tú, Señor, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio. Libra mi vida de la espada, mi preciosa vida del poder de esos perros. Rescátame de la boca de los leones; sálvame de los cuernos de los toros. Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. ¡Alaben al Señor los que le temen! ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob! ¡Venérenlo, descendientes de Israel! Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama. Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea; ante los que te temen cumpliré mis promesas. Comerán los pobres y se saciarán; alabarán al Señor quienes lo buscan; ¡que su corazón viva para siempre! Se acordarán del Señor y se volverán a él todos los confines de la tierra; ante él se postrarán todas las familias de las naciones, porque del Señor es el reino; él gobierna sobre las naciones. Festejarán y adorarán todos los ricos de la tierra; ante él se postrarán todos los que bajan al polvo, los que no pueden conservar su vida. La posteridad le servirá; del Señor se hablará a las generaciones futuras. A un pueblo que aún no ha nacido se le dirá que Dios hizo justicia.




Proverbios 10:
Proverbios de Salomón: El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es el pesar de su madre. Las riquezas mal habidas no sirven de nada, pero la justicia libra de la muerte. El Señor no deja sin comer al justo, pero frustra la avidez de los malvados. Las manos ociosas conducen a la pobreza; las manos hábiles atraen riquezas. El hijo prevenido se abastece en el verano, pero el sinvergüenza duerme en tiempo de cosecha. El justo se ve coronado de bendiciones, pero la boca del malvado encubre violencia. La memoria de los justos es una bendición, pero la fama de los malvados será pasto de los gusanos. El de sabio corazón acata las órdenes, pero el necio y rezongón va camino al desastre. Quien se conduce con integridad, anda seguro; quien anda en malos pasos será descubierto. Quien guiña el ojo con malicia provoca pesar; el necio y rezongón va camino al desastre. Fuente de vida es la boca del justo, pero la boca del malvado encubre violencia. El odio es motivo de disensiones, pero el amor cubre todas las faltas. En los labios del prudente hay sabiduría; en la espalda del falto de juicio, sólo garrotazos. El que es sabio atesora el conocimiento, pero la boca del necio es un peligro inminente. La riqueza del rico es su baluarte; la pobreza del pobre es su ruina. El salario del justo es la vida; la ganancia del malvado es el pecado. El que atiende a la corrección va camino a la vida; el que la rechaza se pierde. El de labios mentirosos disimula su odio, y el que propaga calumnias es un necio. El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua. Plata refinada es la lengua del justo; el corazón del malvado no vale nada. Los labios del justo orientan a muchos; los necios mueren por falta de juicio. La bendición del Señor trae riquezas, y nada se gana con preocuparse. El necio se divierte con su mala conducta, pero el sabio se recrea con la sabiduría. Lo que el malvado teme, eso le ocurre; lo que el justo desea, eso recibe. Pasa la tormenta y desaparece el malvado, pero el justo permanece firme para siempre. Como vinagre a los dientes y humo a los ojos es el perezoso para quienes lo emplean. El temor del Señor prolonga la vida, pero los años del malvado se acortan. El futuro de los justos es halagüeño; la esperanza de los malvados se desvanece. El camino del Señor es refugio de los justos y ruina de los malhechores. Los justos no tropezarán jamás; los malvados no habitarán la tierra. La boca del justo profiere sabiduría, pero la lengua perversa será cercenada. Los labios del justo destilan bondad; de la boca del malvado brota perversidad.


El Libro de Juan Capítulo 17 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN JUAN

CAPÍTULO 17
(33 d.C.)
LA INTERCESIÓN




ESTAS cosas habló Jesús, y levantados los Ojos al Cielo, dijo (describe en lo siguiente la más larga de las Oraciones del Señor en los cuatro Evangelios; también, ésta es la única oración que indica que Él oraba con los Discípulos), Padre, la hora ha llegado (el momento de la Redención del hombre, que se llevaría a cabo en la Cruz, y que se había planeado desde la eternidad anterior [I Ped. 1:18-20]); Glorifica a Tu Hijo (la Cruz, cuán horrible como era, glorificaría a Cristo porque efectuaría la Redención de millones de personas), para que también Tu Hijo Te glorifique a Ti (Él asume toda la carga de la pena humana y, también, quita el veneno del aguijón de la muerte, lo que Él haría en la Cruz y Glorificaría a Dios):
2 Como Le has dado la Potestad sobre toda carne (presenta a Cristo como el Canal por el cual se otorga la Vida Eterna), para que dé Vida Eterna a todos los que Le diste (se refiere a aquéllos que reúnen las condiciones fijadas en Las Escrituras acerca de la Fe [Jn. 3:16; I Tim. 2:4; II Ped. 3:9; Apoc. 22:17]).
3 Esta empero es la Vida Eterna (el verdadero grano de lo que realmente es la Vida Eterna), que te conozcan el Sólo Dios Verdadero, y a Jesucristo, Al Cual has enviado (¡la Cruz haría todo esto posible!).
4 Yo Te he Glorificado en la Tierra (Cristo realiza la Voluntad de Dios en todas las cosas): he acabado la Obra que Me diste que hiciese (aquella Obra era la Cruz del Calvario; Él estaba tan comprometido a aquella Obra que se podía declarar que ya estaba cumplida, aunque su conclusión iba a llevarse a cabo en unas cuantas horas).
5 Ahora pues, Padre, Glorifícame Tú cerca de Ti Mismo (la Verdadera Gloria existe sólo en Dios; cuando Cristo como Dios se hizo Hombre, Él se despojó de aquella Gloria) con aquella Gloria que tuve cerca de Ti antes que el mundo fuese (una petición que Él sería glorificado como Hombre con la Gloria que es Eternamente Suya como Dios; se contestó esta oración en la Resurrección, cuando Él resucitó con un Cuerpo Glorificado).
SUS DISCÍPULOS
6 He manifestado Tu Nombre a los hombres que del mundo Me diste (expresa que el Nombre de Dios antes se entendía en parte y no del todo): Tuyos eran, y Me los diste (una condición previa; significa que Dios los había ordenado para esta tarea mucho antes que ellos oyeran a Jesús decir, "síguenme," y, sin duda, aún mucho antes que nacieran; la Omnisciencia de Dios puede hacer esto, sin afectar el libre albedrío del hombre); y guardaron Tu Palabra (no significa que ellos fueron perfectos, sino que fueron fieles a la Luz).
7 Ahora han conocido que todas las cosas que Me diste, son de Ti (en realidad los Discípulos, insensibles y llenos de faltas, aún así la Gracia que los amó se refería a ellos con palabras de admiración en los Versículos 6 a 8).
8 Porque las Palabras que Me diste, les he dado (una y otra vez, Jesús declaró que Él fue guiado por el Padre en todo lo que hizo, incluso las mismas Palabras que Él habló); y ellos las recibieron (no significa necesariamente que ellos las entendieron, por lo menos en ese momento, pero las creyeron, y más tarde pudieron entenderlas), y han conocido verdaderamente que salí de Ti (describe la base de su Fe), y han creído que Tú Me enviaste (una creencia principal no sólo en Su Persona, sino, también, en cuanto a Su Misión, aunque imperfecto era el conocimiento de los Discípulos en ese momento).
LA UNIDAD
9 Yo ruego por ellos (Su Intercesión a favor de ellos, y tienen asegurada la contestación): no ruego por el mundo (se refiere sólo a ese momento, como Él, sin duda, oró mucho por el mundo en los días pasados; en realidad, Su Ministerio era la expresión de Amor del Padre al mundo entero [Jn. 3:16]), sino por los que Me diste (la Gracia que revela estos deseos maravillosos, y los privilegios que fluyen de Su Cuidado por los Suyos); porque Tuyos son (todo lo que Jesús tuvo lo hizo como que le pertenecía Primero al Padre).
10 Y todo lo Mío es Tuyo (la consagración total en la cual ellos eran del Padre antes de que fueran Suyos), y lo Tuyo es Mío (el hombre puede decir, "todo lo Mío es Tuyo," pero sólo Jesús podía decir, "todo lo Tuyo es Mío"; este es un derecho de la igualdad perfecta con el Padre); y he sido Glorificado en ellos (el Señor es Glorificado en las Almas Eternas, y no en cosas materiales).
11 Y ya no estoy en el mundo (Su Misión está terminada y regresa al Padre en poco tiempo), mas éstos están en el mundo (describe un ambiente hostil, Sólo Dios es capaz de cuidarlos), y Yo a Ti vengo (la Ascensión). Padre Santo, a los que Me has dado, guárdalos por Tu Nombre (se cumplirá por medio de la Cruz, y nuestra Fe en aquella Obra Terminada), para que sean Uno como también Nosotros (uno en amor y unidad).
12 Cuando estaba con ellos en el mundo, Yo los guardaba en Tu Nombre (todos quienes fielmente siguen, se refiere a la Fe anclada a la Cruz, serán guardados): a los que Me diste, Yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición (Satanás intentaba destruir a todos los Discípulos, como sería obvio); para que La Escritura se cumpliese (Judas no tuvo que perderse para que la Profecía pudiera cumplirse, pero la Profecía predijo el hecho de su pecado voluntarioso y estado de perdición [Sal. 41:9; 69:25-29; 109:8; Hch. 1:20-25]).
13 Más ahora vengo a Ti (Él puso de ejemplo la oración; con la intención de que nosotros siguiéramos su ejemplo); y hablo esto en el mundo (Él hace esta oración en un ambiente hostil, y cree que el Cuidado del Padre los protegerá en este ambiente hostil), para que tengan Mi Gozo cumplido en sí mismos (se contestará en el Día de Pentecostés).
14 Yo les he dado Tu Palabra (una dotación permanente; tenemos que vivir por la Palabra); y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo (Satanás, el Príncipe de las Tinieblas, domina el espíritu del mundo, por eso tiene tanta animosidad contra el Señor).
GUARDADO DEL MAL
15 No ruego que los quites del mundo (debemos de ser Luz a las tinieblas de este mundo), sino que los guardes del mal (se cumplió mediante la Cruz, y nuestra Fe en aquella Obra Terminada).
16 No son del mundo (el llamado y la elección de todos los Santos no tienen nada que ver con el mundo ni sus sistemas), como tampoco Yo soy del mundo (refleja que los siervos han de parecerse a su Señor).
17 Santifícalos en Tu Verdad (la Palabra de Dios; por sí sola ha de ser siempre el criterio para todas las cosas): Tu Palabra es Verdad (la Biblia no contiene solamente la Verdad, sino que "es la Verdad").
18 Como Tú Me enviaste al mundo (una Comisión que Él cumplió en la Cruz), también los he enviado al mundo (para predicar y permanecer en la Cruz [I Cor. 1:18, 23; 2:2]).
19 Y por ellos Yo me Santifico a Mí Mismo (Me separo para Dios a fin de hacer Su Voluntad), para que también ellos sean Santificados en Verdad (nadie puede Santificarse; es una Obra del Espíritu Santo, que se realiza cuando el Creyente mantiene su Fe en la Cruz de Cristo [Rom. 8:1-2, 11]).
LOS CREYENTES
20 Mas no ruego solamente por éstos (Jesús no se refiere sólo a Sus Discípulos presentes, sino a las multitudes en todas las Edades que creen en su Testimonio), sino también por los que han de creer en Mí por la Palabra de ellos (todos deben llevar la Palabra a otros).
21 Para que todos sean Uno (de nuevo, Él ora por la unidad entre los Creyentes, que sólo el Amor puede llevarla a cabo); como Tú, Oh Padre, en Mí (unidad y "Comunión"), y Yo en Ti (unidad y "Propósito"), que también ellos sean en Nosotros Uno (el pronombre "Nosotros" declara la Trinidad): para que el mundo crea que Tú Me enviaste (el Padre envía al Hijo al mundo para salvar al mundo, y el Hijo envía a Sus Discípulos al mundo con el mismo motivo).
22 Y Yo, la Gloria que Me diste les he dado (unidad y "Gloria"); para que sean Uno, como también Nosotros somos Uno (uno en "Comunión," "Propósito" y "Gloria").
23 Yo en ellos, y Tú en Mí (Cristo lo dice claramente; Jesús es el eslabón mediador de la relación entre el Padre y los Creyentes), para que sean perfectamente uno (todo esto se puede realizar sólo por medio de la Cruz); que el mundo conozca que Tú Me enviaste (declara lo que causa esta unidad), y que los has amado, como también a Mí Me has amado (el hecho de que Dios ama a Su Pueblo atraerá a más personas a Cristo que cualquier otra cosa).
24 Padre, aquéllos que Me has dado, quiero que donde Yo estoy, ellos estén también Conmigo (uno con el Padre); para que vean Mi Gloria que Me has dado (pertenece a la Exaltación que Él recibirá en Su Resurrección, que estaba por acontecer en sólo unas cuantas horas): por cuanto Me has Amado desde antes de la fundación del mundo (Jesús declara Su preexistencia con el Padre y, por lo tanto, Su Deidad).
25 Padre Justo, el mundo no Te ha conocido (la razón: resultado de la Caída, está espiritualmente muerto): mas Yo Te he conocido (es más que un conocido; se refiere a la relación más allá de la esfera de la comprensión humana), y éstos han conocido que Tú Me enviaste (se refiere a Su Misión de la Redención del mundo).
26 Y Yo les he manifestado Tu Nombre, y Lo manifestaré aun (ellos ya saben pero tienen mucho más que aprender, lo cual el Espíritu les enseñará): para que el Amor con que Me has Amado, esté en ellos, y Yo en ellos ("El Amor" es el Fundamento de todo lo que Cristo dice).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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