Ester 4 a 6:
Cuando
   Mardoqueo se enteró de todo lo que se había hecho, se rasgó las   
vestiduras, se vistió de luto, se cubrió de ceniza y salió por la ciudad
   dando gritos de amargura. Pero como a nadie se le permitía entrar a  
 palacio vestido de luto, sólo pudo llegar hasta la puerta del rey. En  
 cada provincia adonde llegaban el edicto y la orden del rey, había gran
   duelo entre los judíos, con ayuno, llanto y lamentos. Muchos de 
ellos,   vestidos de luto, se tendían sobre la ceniza. Cuando las 
criadas y los   eunucos de la reina Ester llegaron y le contaron lo que 
pasaba, ella se   angustió mucho y le envió ropa a Mardoqueo para que se
 la pusiera en   lugar de la ropa de luto; pero él no la aceptó. 
Entonces Ester mandó   llamar a Hatac, uno de los eunucos del rey puesto
 al servicio de ella, y   le ordenó que averiguara qué preocupaba a 
Mardoqueo y por qué actuaba   de esa manera. Así que Hatac salió a ver a
 Mardoqueo, que estaba en la   plaza de la ciudad, frente a la puerta 
del rey. Mardoqueo le contó todo   lo que le había sucedido, 
mencionándole incluso la cantidad exacta de   dinero que Amán había 
prometido pagar al tesoro real por la  aniquilación  de los judíos. 
También le dio una copia del texto del  edicto promulgado  en Susa, el 
cual ordenaba el exterminio, para que se  lo mostrara a  Ester, se lo 
explicara, y la exhortara a que se  presentara ante el rey  para 
implorar clemencia e interceder en favor de  su pueblo. Hatac  regresó y
 le informó a Ester lo que Mardoqueo había  dicho. Entonces ella  ordenó
 a Hatac que le dijera a Mardoqueo: "Todos  los servidores del rey  y el
 pueblo de las provincias del reino saben  que, para cualquier  hombre o
 mujer que, sin ser invitado por el rey, se  acerque a él en el  patio 
interior, hay una sola ley: la pena de  muerte. La única excepción  es 
que el rey, extendiendo su cetro de oro,  le perdone la vida. En  cuanto
 a mí, hace ya treinta días que el rey no  me ha pedido presentarme  
ante él." Cuando Mardoqueo se enteró de lo que  había dicho Ester, mandó
  a decirle: "No te imagines que por estar en  la casa del rey serás la 
 única que escape con vida de entre todos los  judíos. Si ahora te 
quedas  absolutamente callada, de otra parte vendrán  el alivio y la 
liberación  para los judíos, pero tú y la familia de tu  padre 
perecerán. ¡Quién sabe  si no has llegado al trono precisamente  para un
 momento como éste!"  Ester le envió a Mardoqueo esta respuesta:  "Ve y 
reúne a todos los  judíos que están en Susa, para que ayunen por  mí. 
Durante tres días no  coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por  mi
 parte, ayunaré con mis  doncellas al igual que ustedes. Cuando  cumpla 
con esto, me presentaré  ante el rey, por más que vaya en contra  de la 
ley. ¡Y si perezco, que  perezca!" Entonces Mardoqueo fue y  cumplió con
 todas las instrucciones  de Ester. Al tercer día, Ester se  puso sus 
vestiduras reales y fue a  pararse en el patio interior del  palacio, 
frente a la sala del rey. El  rey estaba sentado allí en su  trono real,
 frente a la puerta de entrada.  Cuando vio a la reina Ester  de pie en 
el patio, se mostró complacido  con ella y le extendió el  cetro de oro 
que tenía en la mano. Entonces  Ester se acercó y tocó la  punta del 
cetro. El rey le preguntó: ¿Qué te  pasa, reina Ester? ¿Cuál  es tu 
petición? ¡Aun cuando fuera la mitad del  reino, te lo concedería!  Si 
le parece bien a Su Majestad respondió  Ester, venga hoy al banquete  
que ofrezco en su honor, y traiga también a  Amán. Vayan de inmediato  
por Amán, para que podamos cumplir con el  deseo de Ester ordenó el rey.
  Así que el rey y Amán fueron al banquete  que ofrecía Ester. Cuando  
estaban brindando, el rey volvió a preguntarle  a Ester: Dime qué  
deseas, y te lo concederé. ¿Cuál es tu petición? ¡Aun  cuando fuera la  
mitad del reino, te lo concedería! Ester respondió: Mi  deseo y petición
  es que, si me he ganado el favor de Su Majestad, y si  le agrada  
cumplir mi deseo y conceder mi petición, venga mañana con Amán  al  
banquete que les voy a ofrecer, y entonces le daré la respuesta.  Amán  
salió aquel día muy contento y de buen humor; pero cuando vio a   
Mardoqueo en la puerta del rey y notó que no se levantaba ni temblaba   
ante su presencia, se llenó de ira contra él. No obstante, se contuvo y 
  se fue a su casa. Luego llamó Amán a sus amigos y a Zeres, su esposa, e
   hizo alarde de su enorme riqueza y de sus muchos hijos, y de cómo el 
 rey  lo había honrado en todo sentido ascendiéndolo sobre los  
funcionarios y  demás servidores del rey. Es más añadió Amán, yo soy el 
 único a quien  la reina Ester invitó al banquete que le ofreció al rey.
 Y  también me ha  invitado a acompañarlo mañana. Pero todo esto no  
significa nada para  mí, mientras vea a ese judío Mardoqueo sentado a la
  puerta del rey. Su  esposa Zeres y todos sus amigos le dijeron: Haz 
que  se coloque una  estaca a veinticinco metros de altura, y por la 
mañana  pídele al rey que  empale en ella a Mardoqueo. Así podrás ir 
contento al  banquete con el  rey. La sugerencia le agradó a Amán, y 
mandó que se  colocara la estaca.  Aquella noche el rey no podía dormir,
 así que mandó  que le trajeran las  crónicas reales la historia de su 
reino y que se  las leyeran. Allí  constaba que Mardoqueo había delatado
 a Bigtán y  Teres, dos de los  *eunucos del rey, miembros de la 
guardia, que habían  tramado asesinar al  rey Asuero. ¿Qué honor o 
reconocimiento ha recibido  Mardoqueo por esto?  preguntó el rey. No se 
ha hecho nada por él  respondieron sus ayudantes  personales. Amán 
acababa de entrar en el  patio exterior del palacio para  pedirle al rey
 que empalara a Mardoqueo  en la estaca que había mandado  levantar para
 él. Así que el rey  preguntó: ¿Quién anda en el patio? Sus  ayudantes 
respondieron: El que  anda en el patio es Amán. ¡Que pase!  ordenó el 
rey. Cuando entró Amán,  el rey le preguntó: ¿Cómo se debe  tratar al 
hombre a quien el rey desea  honrar? Entonces Amán dijo para  sí: "¿A 
quién va a querer honrar el  rey sino a mí?" Así que contestó:  Para el 
hombre a quien el rey desea  honrar, que se mande traer una  vestidura 
real que el rey haya usado, y  un caballo en el que haya  montado y que 
lleve en la cabeza un adorno  real. La vestidura y el  caballo deberán 
entregarse a uno de los  funcionarios más ilustres del  rey, para que 
vista al hombre a quien el  rey desea honrar, y que lo  pasee a caballo 
por las calles de la ciudad,  proclamando a su paso: ¡Así  se trata al 
hombre a quien el rey desea  honrar! Ve de inmediato le dijo  el rey a 
Amán, toma la vestidura y el  caballo, tal como lo has  sugerido, y haz 
eso mismo con Mardoqueo, el  judío que está sentado a la  puerta del 
rey. No descuides ningún detalle  de todo lo que has  recomendado. Así 
que Amán tomó la vestidura y el  caballo, vistió a  Mardoqueo y lo llevó
 a caballo por las calles de la  ciudad, proclamando a  su paso: "¡Así 
se trata al hombre a quien el rey  desea honrar!" Después  Mardoqueo 
volvió a la puerta del rey. Pero Amán  regresó apurado a su  casa, 
triste y tapándose la cara. Y les contó a  Zeres, su esposa, y a  todos 
sus amigos todo lo que le había sucedido.  Entonces sus consejeros y  su
 esposa Zeres le dijeron: Si Mardoqueo,  ante quien has comenzado a  
caer, es de origen judío, no podrás contra  él. ¡Sin duda acabarás 
siendo  derrotado! Mientras todavía estaban  hablando con Amán, llegaron
 los  eunucos del rey y lo llevaron de prisa  al banquete ofrecido por 
Ester.
Salmo 116:
Yo
   amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él  
inclina  a mí su oído, lo invocaré toda mi vida. Los lazos de la muerte 
 me  enredaron; me sorprendió la angustia del sepulcro, y caí en la  
ansiedad y  la aflicción. Entonces clamé al Señor: "¡Te ruego, Señor,  
que me salves  la vida!" El Señor es compasivo y justo; nuestro Dios es 
 todo ternura.  El Señor protege a la gente sencilla; estaba yo muy  
débil, y él me  salvó. ¡Ya puedes, alma mía, estar tranquila, que el  
Señor ha sido bueno  contigo! Tú me has librado de la muerte, has  
enjugado mis lágrimas, no  me has dejado tropezar. Por eso andaré  
siempre delante del Señor en esta  tierra de los vivientes. Aunque digo:
  "Me encuentro muy afligido", sigo  creyendo en Dios. En mi  
desesperación he exclamado: "Todos son unos  mentirosos." ¿Cómo puedo  
pagarle al Señor por tanta bondad que me ha  mostrado? ¡Tan sólo  
brindando con la copa de salvación e invocando el  nombre del Señor!  
¡Tan sólo cumpliendo mis promesas al Señor en  presencia de todo su  
pueblo! Mucho valor tiene a los ojos del Señor la  muerte de sus fieles.
  Yo, Señor, soy tu siervo; soy siervo tuyo, tu hijo  fiel; ¡tú has roto
  mis cadenas! Te ofreceré un sacrificio de gratitud e  invocaré, Señor,
  tu nombre. Cumpliré mis votos al Señor en presencia de  todo su 
pueblo,  en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti, oh  
Jerusalén.  ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Proverbios 16:
El
   hombre propone y Dios dispone. A cada uno le parece correcto su   
proceder, pero el Señor juzga los motivos. Pon en manos del Señor todas 
  tus obras, y tus proyectos se cumplirán. Toda obra del Señor tiene un 
  propósito; ¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre! El   
Señor aborrece a los arrogantes. Una cosa es segura: no quedarán   
impunes. Con amor y verdad se perdona el pecado, y con temor del Señor  
 se evita el mal. Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre, 
hasta   con sus enemigos lo reconcilia. Más vale tener poco con justicia
 que   ganar mucho con injusticia. El corazón del hombre traza su rumbo,
 pero   sus pasos los dirige el Señor. La sentencia está en labios del 
rey; en   el veredicto que emite no hay error. Las pesas y las balanzas 
justas son   del Señor; todas las medidas son hechura suya. El rey 
detesta las  malas  acciones, porque el trono se afirma en la justicia. 
El rey se  complace  en los labios honestos; aprecia a quien habla con 
la verdad.  La ira del  rey es presagio de muerte, pero el sabio sabe 
apaciguarla.  El rostro  radiante del rey es signo de vida; su favor es 
como lluvia en  primavera.  Más vale adquirir sabiduría que oro; más 
vale adquirir  inteligencia que  plata. El camino del hombre recto evita
 el mal; el que  quiere salvar su  vida, se fija por dónde va. Al 
orgullo le sigue la  destrucción; a la  altanería, el fracaso. Vale más 
humillarse con los  oprimidos que  compartir el botín con los 
orgullosos. El que atiende a  la palabra,  prospera. ¡Dichoso el que 
confía en el Señor! Al sabio de  corazón se le  llama inteligente; los 
labios convincentes promueven el  saber. Fuente de  vida es la prudencia
 para quien la posee; el castigo  de los necios es  su propia necedad. 
El sabio de corazón controla su  boca; con sus labios  promueve el 
saber. Panal de miel son las palabras  amables: endulzan la  vida y dan 
salud al cuerpo. Hay caminos que al  hombre le parecen rectos,  pero que
 acaban por ser caminos de muerte. Al  que trabaja, el hambre lo  obliga
 a trabajar, pues su propio apetito lo  estimula. El perverso hace  
planes malvados; en sus labios hay un fuego  devorador. El perverso  
provoca contiendas, y el chismoso divide a los  buenos amigos. El  
violento engaña a su prójimo y lo lleva por mal  camino. El que guiña el
  ojo trama algo perverso; el que aprieta los  labios ya lo ha cometido.
  Las canas son una honrosa corona que se  obtiene en el camino de la  
justicia. Más vale ser paciente que  valiente; más vale dominarse a sí  
mismo que conquistar ciudades. Las  suertes se echan sobre la mesa, pero
  el veredicto proviene del Señor.
El Libro de Mateo Capítulo 28 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO
Capítulo 28
(33 d.C.)
LA RESURRECCIÓN
DE CRISTO
Y LA víspera del Sábado (el Sábado semanal regular, que era cada Sábado),
que
   amaneciendo para el primer día de la semana (era justo antes de la 
luz   del alba del Domingo por la mañana; Jesús resucitó algún tiempo  
después  de la puesta del sol el Sábado por la noche; los Judíos  
comenzaban el  nuevo día a la puesta del sol, en vez de la medianoche,  
como hacemos  actualmente), vino María Magdalena y la otra María a ver  
el sepulcro  (querían untar con especias el Cuerpo de Cristo).
2
   Y, he aquí, fue hecho un gran terremoto (presenta el segundo  
terremoto,  el primero ocurrió cuando Cristo murió [27:51]): porque el  
Ángel del  Señor, descendiendo del Cielo (probablemente fue observado  
por los  soldados Romanos, quienes solo lo atestiguaron y dieron el  
relato) y  llegando, había rodado la piedra de la puerta (Cristo ya  
había  resucitado y había dejado la Tumba cuando la piedra fue quitada; 
 Su  Cuerpo glorificado no fue restringido por obstáculos), y estaba  
sentado  sobre ella (fue hecho como una demostración de triunfo; en  
otras  palabras, ¡la muerte fue vencida!).
3
   Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve
   (no hay ninguna prueba que algunas de las mujeres o Discípulos vieron
  la  venida gloriosa del Ángel; ¡sin embargo, el siguiente Versículo 
nos   dice que los guardias Romanos lo vieron, y se aterrorizaron!):
4
   Y de miedo de él (el Ángel) los guardias (los soldados) se 
asombraron,  y  fueron vueltos como muertos (en vista de que esto pasó 
por la noche,  la  situación fue aun más espantosa).
5
   Y respondiendo el Ángel y dijo a las mujeres (esto era un poco antes 
  del alba, y después de que los soldados habían huido), No temáis   
vosotras: porque yo sé que buscáis a Jesús, que fue crucificado (el   
Ángel ahora usa esta palabra, "Crucificado," en la manera más gloriosa; 
  es ahora "el Poder de Dios y la Sabiduría de Dios" [I Cor. 1:23-24]).
6
   No está aquí (es el principio de la declaración más gloriosa que  
podría  darse alguna vez a los oídos de simples mortales); porque ha  
resucitado  (un Salvador muerto y resucitado es la vida y la sustancia  
del  Evangelio [I Cor. 15:1-4]), como dijo (el Ángel trajo a la memoria 
 de  las mujeres, el hecho de que Cristo había declarado varias veces 
que  Él  sería crucificado y resucitaría de entre los muertos y es  
precisamente  lo que Él hizo conforme a Las Escrituras que habían  
señalado Su Venida  para redimir al hombre por medio de la Cruz). Venid,
  ved el lugar donde  fue puesto el Señor (buscaban un cadáver, pero en 
 cambio, encontraron un  Señor resucitado; ellos estaban en busca de una
  Tumba que contenía un  cadáver, pero en cambio, encontraron que estaba
  vacía).
7
   E id pronto, decid a Sus Discípulos que ha resucitado de los muertos 
  (los Discípulos debían de estar dándole la noticia a los demás, pero  
 debido a la incredulidad, las mujeres la darían; este es el Mensaje más
   grande que la humanidad jamás haya recibido); y, he aquí, va delante 
de   vosotros a Galilea; allí Le veréis (Él se revelaría a quien y a 
donde  Él  deseara): he aquí, os lo he dicho (garantiza la certidumbre 
de esta   acción).
EL TESTIMONIO DE
LAS MUJERES
8
   Entonces ellas saliendo del sepulcro (realmente habían entrado en la 
  cámara del entierro, y habían visto con sus propios ojos que Jesús no 
  estaba allí [Luc. 24:3]) con temor y gran gozo (era "un temor sano," 
que   todo Creyente debiera tener; y como es comprensible, hubo "gran  
gozo");  fueron corriendo a dar las nuevas a Sus Discípulos ("ellas  
corrieron"  porque ellas tenían un Mensaje que contar, y ¡Qué Mensaje  
era que  tenían! sería la "palabra" más gloriosa que jamás oirían los   
Discípulos).
9
   Y mientras iban a dar las nuevas a Sus Discípulos, He aquí, Jesús les
   sale al encuentro (no fue la primera aparición de Jesús, a María   
Magdalena [Marc. 16:9]), diciendo, ¡Salve! (Realmente quiere decir,   
"¡todo gozo!") Y ellas se llegaron y abrazaron Sus Pies, y Le adoraron  
 (ellas descubrirían que estaban tocando un Cuerpo humano de carne y   
hueso, y que no era una aparición ni una figura fantasmal; sabían que Él
   había resucitado de los muertos; de todos modos, no estaban seguras 
en   cuanto a lo que significaba esto; Su aparición a ellas, y ellas   
tocándolo, quitó todas las dudas en cuanto a lo que significaba la   
Resurrección).
10
   Entonces Jesús les dice, No temáis (definitivamente es comprensible  
que  ellas tuvieran miedo): Id, dad las nuevas a Mis Hermanos, para que 
  vayan a Galilea, y allí Me verán (significa más que simplemente una   
aparición; realmente, Él también se les apareció en Jerusalén,   
proclamando las grandes Verdades [Jn. 20:19-23]; Juan en el último   
Capítulo de su Libro relata detalladamente la aparición en Galilea).
EL REPORTAJE DE
LOS SOLDADOS
11
   Y yendo ellas (se refiere a las mujeres después de ver a Jesús, yendo
 a   los Discípulos), he aquí, unos de la guardia (los soldados) 
vinieron a   la ciudad, y dieron aviso a los Principales Sacerdotes de 
todas las   cosas que habían acontecido (habla de los cuatro soldados 
que realmente   habían visto la llegada del Ángel — éste removiendo la 
piedra de la   entrada de la Tumba).
12
   Y cuando ellos (los Principales Sacerdotes) se reunieron con los   
Ancianos (el Sanedrín), y habido consejo (cómo podrían contrariar lo que
   había sucedido), dieron mucho dinero a los soldados (todos ahora   
sabían, y más allá de ninguna sombra de duda que Jesús era Quien Él   
había dicho que Él era; ellos sabían que habían Crucificado al Hijo de  
 Dios; ellos sabían que estos soldados Romanos no inventaron esta   
historia; para ellos abandonar sus puestos era un delito capital; en   
otras palabras, ellos podían ser ejecutados por hacer eso, pero de todos
   modos, ¡ellos no se arrepintieron! así es el corazón endurecido),
13
   Diciendo, decid, Sus Discípulos vinieron de noche, y Le hurtaron,   
durmiendo nosotros (qué historia tan absurda, sin embargo, muchos Judíos
   lo creen hasta hoy día).
14
   Y si esto fuere oído del gobernador, nosotros le persuadiremos, y os 
  haremos seguros (quiere decir que el Sanedrín tomaría responsabilidad 
  completa de esta acción; ningún daño vino a los soldados; 
evidentemente   Pilato creyó que Jesús había resucitado; se menciona en 
una de las   Crónicas de aquel tiempo, que Pilato envió un relato de 
esta cuestión a   Tiberios, quien, en consecuencia, nos dicen, procuró 
hacer que el  Senado  Romano pasara un decreto que inscribiría a Jesús 
en la lista de  los  dioses Romanos; Tertuliano certifica este hecho).
15
   Y ellos tomando el dinero, hicieron como estaban instruidos 
(significa   que el tema fue ensayada, y ensayada repetidas veces por el
 Sanedrín   hasta que todos contaran la misma historia): y este dicho 
fue divulgado   entre los Judíos hasta el día de hoy (se dice que los 
Judíos de aquel   entonces enviaron a emisarios en todas las direcciones
 para extender   esta mentira).
EL TESTIMONIO DE
LOS DISCÍPULOS
16
   Mas los Once Discípulos se fueron a Galilea (la secuencia parece   
indicar que esto ocurrió al menos una semana después de la Resurrección 
  [Jn. 20:26; 21:1]; el número "11" es expresamente mencionado, en esto 
 el  Espíritu Santo desea que la traición no sea olvidada), al monte  
donde  Jesús les había ordenado (no hay evidencia alguna en cuanto a   
exactamente donde estaba situado este monte; la palabra, "ordenado,"   
especifica que esta fue una reunión designada, que habría asegurado un  
 sitio definido).
17
   Y cuando Le vieron (parece indicar que habían más presentes que los  
 Once), Le adoraron (¡y con razón!): mas algunos dudaban (¡no los Once! 
  quiénes ellos eran, no lo sabemos; por qué ellos dudaron, no lo 
sabemos;   sin embargo, parece que las dudas pronto desaparecieron).
LA GRAN COMISIÓN
18
   Y llegando Jesús, les habló, diciendo (la misma reunión en el monte, y
   constituye la Gran Comisión), Todo poder Me es dado en el Cielo y en 
 la  Tierra (no se le da como el Hijo de Dios; porque, como Dios nada Le
   puede ser agregado o tomado de Él; es más bien un poder, que Él se lo
  ha  merecido por Su Encarnación y Su Muerte en el Calvario en la Cruz 
 [Fil.  2:8-10]; esta autoridad no sólo se extiende a los hombres, de  
modo que  Él gobierne y proteja la Iglesia, disponga los acontecimientos
  humanos,  controle corazones y opiniones; sino que las fuerzas del  
Cielo también  están a Su Mando; el Espíritu Santo es otorgado por Él y 
 los Ángeles  están empleados como espíritus ministradores a los 
miembros  de Su  Cuerpo. ¡Cuando Él dijo, "todo poder," Él quiso decir, 
"todo el   poder!").
19
   Por tanto, Id (se aplica a cualesquiera y a todos lo que siguen a   
Cristo, y en todas las edades), y enseñad a todas las naciones (debería 
  haber sido traducido, "y predicad a todas las naciones," porque la   
palabra "enseñad" se refiere aquí a una proclamación de verdad),   
bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo  
 (presenta la única fórmula para el Bautismo en Agua dada en la Palabra 
  de Dios):
20
   Enseñándoles (quiere decir dar instrucción) que guarden todas las  
cosas  (el Evangelio entero para el hombre entero) que os he mandado (no
  es  una sugerencia): y, he aquí, Yo estoy con vosotros todos los días 
 (Estoy  Yo, Yo Mismo, Dios, y Hombre, Quién estoy — no "seré" — de ahí,
  para  siempre presente entre ustedes, y con ustedes como Compañero,  
Amigo,  Guía, Salvador, Dios), hasta el fin del mundo (debiera  
traducirse  "edad"). Amén (es la garantía de Mi Promesa).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si
   hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy 
más   que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el
 don   de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo 
conocimiento, y   si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me 
falta el amor,  no  soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que 
poseo, y si  entrego mi  cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no
 tengo amor,  nada gano  con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El 
amor no es  envidioso ni  jactancioso ni orgulloso. No se comporta con 
rudeza, no es  egoísta, no  se enoja fácilmente, no guarda rencor. El 
amor no se  deleita en la  maldad sino que se regocija con la verdad. 
Todo lo  disculpa, todo lo  cree, todo lo espera, todo lo soporta. El 
amor jamás  se extingue,  mientras que el don de profecía cesará, el de 
lenguas será  silenciado y  el de conocimiento desaparecerá. Porque 
conocemos y  profetizamos de  manera imperfecta; pero cuando llegue lo 
perfecto, lo  imperfecto  desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como
 niño, pensaba  como niño,  razonaba como niño; cuando llegué a ser 
adulto, dejé atrás  las cosas de  niño. Ahora vemos de manera indirecta y
 velada, como en un  espejo; pero  entonces veremos cara a cara. Ahora 
conozco de manera  imperfecta, pero  entonces conoceré tal y como soy 
conocido. Ahora,  pues, permanecen estas  tres virtudes: la fe, la 
esperanza y el amor.  Pero la más excelente de  ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así
   que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente  
recompensada.  Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber  
cumplido la  voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues  
dentro de muy  poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará.  
Pero mi justo  vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi  
agrado." Pero  nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban  
por perderse,  sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora  
bien, la fe es la  garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no
  se ve. Gracias a  ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe  
entendemos que el universo  fue formado por la palabra de Dios, de modo 
 que lo visible no provino  de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a  
Dios un sacrificio más  aceptable que el de Caín, por lo cual recibió  
testimonio de ser justo,  pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel,
  a pesar de estar muerto,  habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de 
 este mundo sin experimentar  la muerte; no fue hallado porque Dios se 
lo  llevó, pero antes de ser  llevado recibió testimonio de haber 
agradado a  Dios. En realidad, sin fe  es imposible agradar a Dios, ya 
que  cualquiera que se acerca a Dios  tiene que creer que él existe y 
que  recompensa a quienes lo buscan. Por  la fe Noé, advertido sobre 
cosas  que aún no se veían, con temor  reverente construyó un arca para 
salvar a  su familia. Por esa fe condenó  al mundo y llegó a ser 
heredero de la  justicia que viene por la fe. Por  la fe Abraham, cuando
 fue llamado  para ir a un lugar que más tarde  recibiría como herencia,
 obedeció y  salió sin saber a dónde iba. Por la  fe se radicó como 
extranjero en la  tierra prometida, y habitó en tiendas  de campaña con 
Isaac y Jacob,  herederos también de la misma promesa,  porque esperaba 
la ciudad de  cimientos sólidos, de la cual Dios es  arquitecto y 
constructor. Por la  fe Abraham, a pesar de su avanzada edad  y de que 
Sara misma era  estéril, recibió fuerza para tener hijos,  porque 
consideró fiel al que  le había hecho la promesa. Así que de este  solo 
hombre, ya en  decadencia, nacieron descendientes numerosos como las  
estrellas del  cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.  
Todos ellos  vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
  prometidas;  más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que 
eran   extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, 
claramente   dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si 
hubieran estado   pensando en aquella patria de donde habían emigrado, 
habrían tenido   oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban 
una patria mejor,   es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se 
avergonzó de ser   llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe 
Abraham, que había   recibido las promesas, fue puesto a prueba y 
ofreció a Isaac, su hijo   único, a pesar de que Dios le había dicho: 
"Tu descendencia se   establecerá por medio de Isaac." Consideraba 
Abraham que Dios tiene   poder hasta para resucitar a los muertos, y 
así, en sentido figurado,   recobró a Isaac de entre los muertos. Por la
 fe Isaac bendijo a Jacob y a   Esaú, previendo lo que les esperaba en 
el futuro. Por la fe Jacob,   cuando estaba a punto de morir, bendijo a 
cada uno de los hijos de José,   y adoró apoyándose en la punta de su 
bastón. Por la fe José, al fin de   su vida, se refirió a la salida de 
los israelitas de Egipto y dio   instrucciones acerca de sus restos 
mortales. Por la fe Moisés, recién   nacido, fue escondido por sus 
padres durante tres meses, porque vieron   que era un niño precioso, y 
no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la   fe Moisés, ya adulto, 
renunció a ser llamado hijo de la hija del   faraón. Prefirió ser 
maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los   efímeros placeres 
del pecado. Consideró que el oprobio por causa del   Mesías era una 
mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la   mirada puesta
 en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle   miedo a la 
ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo   al 
Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,   
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de  Israel.
  Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca;  pero 
cuando  los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe  
cayeron las  murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo  
siete días a su  alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto
  con los  desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué 
 más voy a  decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac,  
Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe  
conquistaron reinos,  hicieron justicia y alcanzaron lo prometido;  
cerraron bocas de leones,  apagaron la furia de las llamas y escaparon  
del filo de la espada;  sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron  
valientes en la guerra y  pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo
  mujeres que por la  resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en  
cambio, fueron muertos a  golpes, pues para alcanzar una mejor  
resurrección no aceptaron que los  pusieran en libertad. Otros sufrieron
  la prueba de burlas y azotes, e  incluso de cadenas y cárceles. Fueron
  apedreados, aserrados por la  mitad, asesinados a filo de espada.  
Anduvieron fugitivos de aquí para  allá, cubiertos de pieles de oveja y 
 de cabra, pasando necesidades,  afligidos y maltratados. ¡El mundo no  
merecía gente así! Anduvieron sin  rumbo por desiertos y montañas, por  
cuevas y cavernas. Aunque todos  obtuvieron un testimonio favorable  
mediante la fe, ninguno de ellos vio  el cumplimiento de la promesa.  
Esto sucedió para que ellos no llegaran a  la meta sin nosotros, pues  
Dios nos había preparado algo mejor. Por  tanto, también nosotros, que  
estamos rodeados de una multitud tan grande  de testigos, despojémonos  
del lastre que nos estorba, en especial del  pecado que nos asedia, y  
corramos con perseverancia la carrera que  tenemos por delante. Fijemos 
 la mirada en Jesús, el iniciador y  perfeccionador de nuestra fe, quien
  por el gozo que le esperaba, soportó  la cruz, menospreciando la  
vergüenza que ella significaba, y ahora está  sentado a la derecha del  
trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel  que perseveró frente a  
tanta oposición por parte de los pecadores, para  que no se cansen ni  
pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran  contra el pecado,  
todavía no han tenido que resistir hasta derramar su  sangre.
Romanos 8:
Por
   lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a  
 Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha   
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo 
  liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso 
Dios   envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición
 de   pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así 
  condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las 
justas   demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos 
según la   naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven 
conforme a   la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de 
tal naturaleza;   en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la
 mente en los   deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte,
 mientras que la   mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. 
La mentalidad   pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la 
ley de Dios, ni es   capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza
 pecaminosa no   pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven 
según la naturaleza   pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el 
Espíritu de Dios vive   en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de 
Cristo, no es de  Cristo.  Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo 
está muerto a causa  del  pecado, pero el Espíritu que está en ustedes 
es vida a causa de la   justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a
 Jesús de entre los   muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a 
Cristo de entre los   muertos también dará vida a sus cuerpos mortales 
por medio de su   Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, 
tenemos una   obligación, pero no es la de vivir conforme a la 
naturaleza pecaminosa.   Porque si ustedes viven conforme a ella, 
morirán; pero si por medio del   Espíritu dan muerte a los malos hábitos
 del cuerpo, vivirán. Porque   todos los que son guiados por el Espíritu
 de Dios son hijos de Dios. Y   ustedes no recibieron un espíritu que de
 nuevo los esclavice al miedo,   sino el Espíritu que los adopta como 
hijos y les permite clamar: "¡Abba!   ¡Padre!" El Espíritu mismo le 
asegura a nuestro espíritu que somos   hijos de Dios. Y si somos hijos, 
somos herederos; herederos de Dios y   coherederos con Cristo, pues si 
ahora sufrimos con él, también tendremos   parte con él en su gloria. De
 hecho, considero que en nada se comparan   los sufrimientos actuales 
con la gloria que habrá de revelarse en   nosotros. La creación aguarda 
con ansiedad la revelación de los hijos de   Dios, porque fue sometida a
 la frustración. Esto no sucedió por su   propia voluntad, sino por la 
del que así lo dispuso. Pero queda la firme   esperanza de que la 
creación misma ha de ser liberada de la corrupción   que la esclaviza, 
para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos  de  Dios. Sabemos 
que toda la creación todavía gime a una, como si  tuviera  dolores de 
parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos,  que  tenemos las 
primicias del Espíritu, gemimos interiormente,  mientras  aguardamos 
nuestra adopción como hijos, es decir, la redención  de  nuestro cuerpo.
 Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la   esperanza que se ve,
 ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?   Pero si esperamos 
lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos   nuestra constancia. 
Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a   ayudarnos. No 
sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por   nosotros con 
gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que   examina los
 corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque  el  Espíritu
 intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.   Ahora 
bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de   quienes
 lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.   
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser 
  transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el  
primogénito  entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los  
llamó; a los  que llamó, también los justificó; y a los que justificó,  
también los  glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de  
nuestra parte,  ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó
  ni a su propio  Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
  habrá de darnos  generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién 
 acusará a los que  Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién  
condenará? Cristo  Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a  
la derecha de Dios e  intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del  
amor de Cristo? ¿La  tribulación, o la angustia, la persecución, el  
hambre, la indigencia, el  peligro, o la violencia? Así está escrito:  
"Por tu causa nos vemos  amenazados de muerte todo el día; nos tratan  
como a ovejas destinadas al  matadero." Sin embargo, en todo esto somos 
 más que vencedores por medio  de aquel que nos amó. Pues estoy  
convencido de que ni la muerte ni la  vida, ni los ángeles ni los  
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni  los poderes, ni lo alto ni
  lo profundo, ni cosa alguna en toda la  creación, podrá apartarnos del
  amor que Dios nos ha manifestado en  Cristo Jesús nuestro Señor.
 
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