Ester 4 a 6:
Cuando
Mardoqueo se enteró de todo lo que se había hecho, se rasgó las
vestiduras, se vistió de luto, se cubrió de ceniza y salió por la ciudad
dando gritos de amargura. Pero como a nadie se le permitía entrar a
palacio vestido de luto, sólo pudo llegar hasta la puerta del rey. En
cada provincia adonde llegaban el edicto y la orden del rey, había gran
duelo entre los judíos, con ayuno, llanto y lamentos. Muchos de
ellos, vestidos de luto, se tendían sobre la ceniza. Cuando las
criadas y los eunucos de la reina Ester llegaron y le contaron lo que
pasaba, ella se angustió mucho y le envió ropa a Mardoqueo para que se
la pusiera en lugar de la ropa de luto; pero él no la aceptó.
Entonces Ester mandó llamar a Hatac, uno de los eunucos del rey puesto
al servicio de ella, y le ordenó que averiguara qué preocupaba a
Mardoqueo y por qué actuaba de esa manera. Así que Hatac salió a ver a
Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad, frente a la puerta
del rey. Mardoqueo le contó todo lo que le había sucedido,
mencionándole incluso la cantidad exacta de dinero que Amán había
prometido pagar al tesoro real por la aniquilación de los judíos.
También le dio una copia del texto del edicto promulgado en Susa, el
cual ordenaba el exterminio, para que se lo mostrara a Ester, se lo
explicara, y la exhortara a que se presentara ante el rey para
implorar clemencia e interceder en favor de su pueblo. Hatac regresó y
le informó a Ester lo que Mardoqueo había dicho. Entonces ella ordenó
a Hatac que le dijera a Mardoqueo: "Todos los servidores del rey y el
pueblo de las provincias del reino saben que, para cualquier hombre o
mujer que, sin ser invitado por el rey, se acerque a él en el patio
interior, hay una sola ley: la pena de muerte. La única excepción es
que el rey, extendiendo su cetro de oro, le perdone la vida. En cuanto
a mí, hace ya treinta días que el rey no me ha pedido presentarme
ante él." Cuando Mardoqueo se enteró de lo que había dicho Ester, mandó
a decirle: "No te imagines que por estar en la casa del rey serás la
única que escape con vida de entre todos los judíos. Si ahora te
quedas absolutamente callada, de otra parte vendrán el alivio y la
liberación para los judíos, pero tú y la familia de tu padre
perecerán. ¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un
momento como éste!" Ester le envió a Mardoqueo esta respuesta: "Ve y
reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí.
Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi
parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla
con esto, me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la
ley. ¡Y si perezco, que perezca!" Entonces Mardoqueo fue y cumplió con
todas las instrucciones de Ester. Al tercer día, Ester se puso sus
vestiduras reales y fue a pararse en el patio interior del palacio,
frente a la sala del rey. El rey estaba sentado allí en su trono real,
frente a la puerta de entrada. Cuando vio a la reina Ester de pie en
el patio, se mostró complacido con ella y le extendió el cetro de oro
que tenía en la mano. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del
cetro. El rey le preguntó: ¿Qué te pasa, reina Ester? ¿Cuál es tu
petición? ¡Aun cuando fuera la mitad del reino, te lo concedería! Si
le parece bien a Su Majestad respondió Ester, venga hoy al banquete
que ofrezco en su honor, y traiga también a Amán. Vayan de inmediato
por Amán, para que podamos cumplir con el deseo de Ester ordenó el rey.
Así que el rey y Amán fueron al banquete que ofrecía Ester. Cuando
estaban brindando, el rey volvió a preguntarle a Ester: Dime qué
deseas, y te lo concederé. ¿Cuál es tu petición? ¡Aun cuando fuera la
mitad del reino, te lo concedería! Ester respondió: Mi deseo y petición
es que, si me he ganado el favor de Su Majestad, y si le agrada
cumplir mi deseo y conceder mi petición, venga mañana con Amán al
banquete que les voy a ofrecer, y entonces le daré la respuesta. Amán
salió aquel día muy contento y de buen humor; pero cuando vio a
Mardoqueo en la puerta del rey y notó que no se levantaba ni temblaba
ante su presencia, se llenó de ira contra él. No obstante, se contuvo y
se fue a su casa. Luego llamó Amán a sus amigos y a Zeres, su esposa, e
hizo alarde de su enorme riqueza y de sus muchos hijos, y de cómo el
rey lo había honrado en todo sentido ascendiéndolo sobre los
funcionarios y demás servidores del rey. Es más añadió Amán, yo soy el
único a quien la reina Ester invitó al banquete que le ofreció al rey.
Y también me ha invitado a acompañarlo mañana. Pero todo esto no
significa nada para mí, mientras vea a ese judío Mardoqueo sentado a la
puerta del rey. Su esposa Zeres y todos sus amigos le dijeron: Haz
que se coloque una estaca a veinticinco metros de altura, y por la
mañana pídele al rey que empale en ella a Mardoqueo. Así podrás ir
contento al banquete con el rey. La sugerencia le agradó a Amán, y
mandó que se colocara la estaca. Aquella noche el rey no podía dormir,
así que mandó que le trajeran las crónicas reales la historia de su
reino y que se las leyeran. Allí constaba que Mardoqueo había delatado
a Bigtán y Teres, dos de los *eunucos del rey, miembros de la
guardia, que habían tramado asesinar al rey Asuero. ¿Qué honor o
reconocimiento ha recibido Mardoqueo por esto? preguntó el rey. No se
ha hecho nada por él respondieron sus ayudantes personales. Amán
acababa de entrar en el patio exterior del palacio para pedirle al rey
que empalara a Mardoqueo en la estaca que había mandado levantar para
él. Así que el rey preguntó: ¿Quién anda en el patio? Sus ayudantes
respondieron: El que anda en el patio es Amán. ¡Que pase! ordenó el
rey. Cuando entró Amán, el rey le preguntó: ¿Cómo se debe tratar al
hombre a quien el rey desea honrar? Entonces Amán dijo para sí: "¿A
quién va a querer honrar el rey sino a mí?" Así que contestó: Para el
hombre a quien el rey desea honrar, que se mande traer una vestidura
real que el rey haya usado, y un caballo en el que haya montado y que
lleve en la cabeza un adorno real. La vestidura y el caballo deberán
entregarse a uno de los funcionarios más ilustres del rey, para que
vista al hombre a quien el rey desea honrar, y que lo pasee a caballo
por las calles de la ciudad, proclamando a su paso: ¡Así se trata al
hombre a quien el rey desea honrar! Ve de inmediato le dijo el rey a
Amán, toma la vestidura y el caballo, tal como lo has sugerido, y haz
eso mismo con Mardoqueo, el judío que está sentado a la puerta del
rey. No descuides ningún detalle de todo lo que has recomendado. Así
que Amán tomó la vestidura y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo llevó
a caballo por las calles de la ciudad, proclamando a su paso: "¡Así
se trata al hombre a quien el rey desea honrar!" Después Mardoqueo
volvió a la puerta del rey. Pero Amán regresó apurado a su casa,
triste y tapándose la cara. Y les contó a Zeres, su esposa, y a todos
sus amigos todo lo que le había sucedido. Entonces sus consejeros y su
esposa Zeres le dijeron: Si Mardoqueo, ante quien has comenzado a
caer, es de origen judío, no podrás contra él. ¡Sin duda acabarás
siendo derrotado! Mientras todavía estaban hablando con Amán, llegaron
los eunucos del rey y lo llevaron de prisa al banquete ofrecido por
Ester.
Salmo 116:
Yo
amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él
inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida. Los lazos de la muerte
me enredaron; me sorprendió la angustia del sepulcro, y caí en la
ansiedad y la aflicción. Entonces clamé al Señor: "¡Te ruego, Señor,
que me salves la vida!" El Señor es compasivo y justo; nuestro Dios es
todo ternura. El Señor protege a la gente sencilla; estaba yo muy
débil, y él me salvó. ¡Ya puedes, alma mía, estar tranquila, que el
Señor ha sido bueno contigo! Tú me has librado de la muerte, has
enjugado mis lágrimas, no me has dejado tropezar. Por eso andaré
siempre delante del Señor en esta tierra de los vivientes. Aunque digo:
"Me encuentro muy afligido", sigo creyendo en Dios. En mi
desesperación he exclamado: "Todos son unos mentirosos." ¿Cómo puedo
pagarle al Señor por tanta bondad que me ha mostrado? ¡Tan sólo
brindando con la copa de salvación e invocando el nombre del Señor!
¡Tan sólo cumpliendo mis promesas al Señor en presencia de todo su
pueblo! Mucho valor tiene a los ojos del Señor la muerte de sus fieles.
Yo, Señor, soy tu siervo; soy siervo tuyo, tu hijo fiel; ¡tú has roto
mis cadenas! Te ofreceré un sacrificio de gratitud e invocaré, Señor,
tu nombre. Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo su
pueblo, en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti, oh
Jerusalén. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Proverbios 16:
El
hombre propone y Dios dispone. A cada uno le parece correcto su
proceder, pero el Señor juzga los motivos. Pon en manos del Señor todas
tus obras, y tus proyectos se cumplirán. Toda obra del Señor tiene un
propósito; ¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre! El
Señor aborrece a los arrogantes. Una cosa es segura: no quedarán
impunes. Con amor y verdad se perdona el pecado, y con temor del Señor
se evita el mal. Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre,
hasta con sus enemigos lo reconcilia. Más vale tener poco con justicia
que ganar mucho con injusticia. El corazón del hombre traza su rumbo,
pero sus pasos los dirige el Señor. La sentencia está en labios del
rey; en el veredicto que emite no hay error. Las pesas y las balanzas
justas son del Señor; todas las medidas son hechura suya. El rey
detesta las malas acciones, porque el trono se afirma en la justicia.
El rey se complace en los labios honestos; aprecia a quien habla con
la verdad. La ira del rey es presagio de muerte, pero el sabio sabe
apaciguarla. El rostro radiante del rey es signo de vida; su favor es
como lluvia en primavera. Más vale adquirir sabiduría que oro; más
vale adquirir inteligencia que plata. El camino del hombre recto evita
el mal; el que quiere salvar su vida, se fija por dónde va. Al
orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso. Vale más
humillarse con los oprimidos que compartir el botín con los
orgullosos. El que atiende a la palabra, prospera. ¡Dichoso el que
confía en el Señor! Al sabio de corazón se le llama inteligente; los
labios convincentes promueven el saber. Fuente de vida es la prudencia
para quien la posee; el castigo de los necios es su propia necedad.
El sabio de corazón controla su boca; con sus labios promueve el
saber. Panal de miel son las palabras amables: endulzan la vida y dan
salud al cuerpo. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que
acaban por ser caminos de muerte. Al que trabaja, el hambre lo obliga
a trabajar, pues su propio apetito lo estimula. El perverso hace
planes malvados; en sus labios hay un fuego devorador. El perverso
provoca contiendas, y el chismoso divide a los buenos amigos. El
violento engaña a su prójimo y lo lleva por mal camino. El que guiña el
ojo trama algo perverso; el que aprieta los labios ya lo ha cometido.
Las canas son una honrosa corona que se obtiene en el camino de la
justicia. Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí
mismo que conquistar ciudades. Las suertes se echan sobre la mesa, pero
el veredicto proviene del Señor.
El Libro de Mateo Capítulo 28 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO
Capítulo 28
(33 d.C.)
LA RESURRECCIÓN
DE CRISTO
Y LA víspera del Sábado (el Sábado semanal regular, que era cada Sábado),
que
amaneciendo para el primer día de la semana (era justo antes de la
luz del alba del Domingo por la mañana; Jesús resucitó algún tiempo
después de la puesta del sol el Sábado por la noche; los Judíos
comenzaban el nuevo día a la puesta del sol, en vez de la medianoche,
como hacemos actualmente), vino María Magdalena y la otra María a ver
el sepulcro (querían untar con especias el Cuerpo de Cristo).
2
Y, he aquí, fue hecho un gran terremoto (presenta el segundo
terremoto, el primero ocurrió cuando Cristo murió [27:51]): porque el
Ángel del Señor, descendiendo del Cielo (probablemente fue observado
por los soldados Romanos, quienes solo lo atestiguaron y dieron el
relato) y llegando, había rodado la piedra de la puerta (Cristo ya
había resucitado y había dejado la Tumba cuando la piedra fue quitada;
Su Cuerpo glorificado no fue restringido por obstáculos), y estaba
sentado sobre ella (fue hecho como una demostración de triunfo; en
otras palabras, ¡la muerte fue vencida!).
3
Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve
(no hay ninguna prueba que algunas de las mujeres o Discípulos vieron
la venida gloriosa del Ángel; ¡sin embargo, el siguiente Versículo
nos dice que los guardias Romanos lo vieron, y se aterrorizaron!):
4
Y de miedo de él (el Ángel) los guardias (los soldados) se
asombraron, y fueron vueltos como muertos (en vista de que esto pasó
por la noche, la situación fue aun más espantosa).
5
Y respondiendo el Ángel y dijo a las mujeres (esto era un poco antes
del alba, y después de que los soldados habían huido), No temáis
vosotras: porque yo sé que buscáis a Jesús, que fue crucificado (el
Ángel ahora usa esta palabra, "Crucificado," en la manera más gloriosa;
es ahora "el Poder de Dios y la Sabiduría de Dios" [I Cor. 1:23-24]).
6
No está aquí (es el principio de la declaración más gloriosa que
podría darse alguna vez a los oídos de simples mortales); porque ha
resucitado (un Salvador muerto y resucitado es la vida y la sustancia
del Evangelio [I Cor. 15:1-4]), como dijo (el Ángel trajo a la memoria
de las mujeres, el hecho de que Cristo había declarado varias veces
que Él sería crucificado y resucitaría de entre los muertos y es
precisamente lo que Él hizo conforme a Las Escrituras que habían
señalado Su Venida para redimir al hombre por medio de la Cruz). Venid,
ved el lugar donde fue puesto el Señor (buscaban un cadáver, pero en
cambio, encontraron un Señor resucitado; ellos estaban en busca de una
Tumba que contenía un cadáver, pero en cambio, encontraron que estaba
vacía).
7
E id pronto, decid a Sus Discípulos que ha resucitado de los muertos
(los Discípulos debían de estar dándole la noticia a los demás, pero
debido a la incredulidad, las mujeres la darían; este es el Mensaje más
grande que la humanidad jamás haya recibido); y, he aquí, va delante
de vosotros a Galilea; allí Le veréis (Él se revelaría a quien y a
donde Él deseara): he aquí, os lo he dicho (garantiza la certidumbre
de esta acción).
EL TESTIMONIO DE
LAS MUJERES
8
Entonces ellas saliendo del sepulcro (realmente habían entrado en la
cámara del entierro, y habían visto con sus propios ojos que Jesús no
estaba allí [Luc. 24:3]) con temor y gran gozo (era "un temor sano,"
que todo Creyente debiera tener; y como es comprensible, hubo "gran
gozo"); fueron corriendo a dar las nuevas a Sus Discípulos ("ellas
corrieron" porque ellas tenían un Mensaje que contar, y ¡Qué Mensaje
era que tenían! sería la "palabra" más gloriosa que jamás oirían los
Discípulos).
9
Y mientras iban a dar las nuevas a Sus Discípulos, He aquí, Jesús les
sale al encuentro (no fue la primera aparición de Jesús, a María
Magdalena [Marc. 16:9]), diciendo, ¡Salve! (Realmente quiere decir,
"¡todo gozo!") Y ellas se llegaron y abrazaron Sus Pies, y Le adoraron
(ellas descubrirían que estaban tocando un Cuerpo humano de carne y
hueso, y que no era una aparición ni una figura fantasmal; sabían que Él
había resucitado de los muertos; de todos modos, no estaban seguras
en cuanto a lo que significaba esto; Su aparición a ellas, y ellas
tocándolo, quitó todas las dudas en cuanto a lo que significaba la
Resurrección).
10
Entonces Jesús les dice, No temáis (definitivamente es comprensible
que ellas tuvieran miedo): Id, dad las nuevas a Mis Hermanos, para que
vayan a Galilea, y allí Me verán (significa más que simplemente una
aparición; realmente, Él también se les apareció en Jerusalén,
proclamando las grandes Verdades [Jn. 20:19-23]; Juan en el último
Capítulo de su Libro relata detalladamente la aparición en Galilea).
EL REPORTAJE DE
LOS SOLDADOS
11
Y yendo ellas (se refiere a las mujeres después de ver a Jesús, yendo
a los Discípulos), he aquí, unos de la guardia (los soldados)
vinieron a la ciudad, y dieron aviso a los Principales Sacerdotes de
todas las cosas que habían acontecido (habla de los cuatro soldados
que realmente habían visto la llegada del Ángel — éste removiendo la
piedra de la entrada de la Tumba).
12
Y cuando ellos (los Principales Sacerdotes) se reunieron con los
Ancianos (el Sanedrín), y habido consejo (cómo podrían contrariar lo que
había sucedido), dieron mucho dinero a los soldados (todos ahora
sabían, y más allá de ninguna sombra de duda que Jesús era Quien Él
había dicho que Él era; ellos sabían que habían Crucificado al Hijo de
Dios; ellos sabían que estos soldados Romanos no inventaron esta
historia; para ellos abandonar sus puestos era un delito capital; en
otras palabras, ellos podían ser ejecutados por hacer eso, pero de todos
modos, ¡ellos no se arrepintieron! así es el corazón endurecido),
13
Diciendo, decid, Sus Discípulos vinieron de noche, y Le hurtaron,
durmiendo nosotros (qué historia tan absurda, sin embargo, muchos Judíos
lo creen hasta hoy día).
14
Y si esto fuere oído del gobernador, nosotros le persuadiremos, y os
haremos seguros (quiere decir que el Sanedrín tomaría responsabilidad
completa de esta acción; ningún daño vino a los soldados;
evidentemente Pilato creyó que Jesús había resucitado; se menciona en
una de las Crónicas de aquel tiempo, que Pilato envió un relato de
esta cuestión a Tiberios, quien, en consecuencia, nos dicen, procuró
hacer que el Senado Romano pasara un decreto que inscribiría a Jesús
en la lista de los dioses Romanos; Tertuliano certifica este hecho).
15
Y ellos tomando el dinero, hicieron como estaban instruidos
(significa que el tema fue ensayada, y ensayada repetidas veces por el
Sanedrín hasta que todos contaran la misma historia): y este dicho
fue divulgado entre los Judíos hasta el día de hoy (se dice que los
Judíos de aquel entonces enviaron a emisarios en todas las direcciones
para extender esta mentira).
EL TESTIMONIO DE
LOS DISCÍPULOS
16
Mas los Once Discípulos se fueron a Galilea (la secuencia parece
indicar que esto ocurrió al menos una semana después de la Resurrección
[Jn. 20:26; 21:1]; el número "11" es expresamente mencionado, en esto
el Espíritu Santo desea que la traición no sea olvidada), al monte
donde Jesús les había ordenado (no hay evidencia alguna en cuanto a
exactamente donde estaba situado este monte; la palabra, "ordenado,"
especifica que esta fue una reunión designada, que habría asegurado un
sitio definido).
17
Y cuando Le vieron (parece indicar que habían más presentes que los
Once), Le adoraron (¡y con razón!): mas algunos dudaban (¡no los Once!
quiénes ellos eran, no lo sabemos; por qué ellos dudaron, no lo
sabemos; sin embargo, parece que las dudas pronto desaparecieron).
LA GRAN COMISIÓN
18
Y llegando Jesús, les habló, diciendo (la misma reunión en el monte, y
constituye la Gran Comisión), Todo poder Me es dado en el Cielo y en
la Tierra (no se le da como el Hijo de Dios; porque, como Dios nada Le
puede ser agregado o tomado de Él; es más bien un poder, que Él se lo
ha merecido por Su Encarnación y Su Muerte en el Calvario en la Cruz
[Fil. 2:8-10]; esta autoridad no sólo se extiende a los hombres, de
modo que Él gobierne y proteja la Iglesia, disponga los acontecimientos
humanos, controle corazones y opiniones; sino que las fuerzas del
Cielo también están a Su Mando; el Espíritu Santo es otorgado por Él y
los Ángeles están empleados como espíritus ministradores a los
miembros de Su Cuerpo. ¡Cuando Él dijo, "todo poder," Él quiso decir,
"todo el poder!").
19
Por tanto, Id (se aplica a cualesquiera y a todos lo que siguen a
Cristo, y en todas las edades), y enseñad a todas las naciones (debería
haber sido traducido, "y predicad a todas las naciones," porque la
palabra "enseñad" se refiere aquí a una proclamación de verdad),
bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo
(presenta la única fórmula para el Bautismo en Agua dada en la Palabra
de Dios):
20
Enseñándoles (quiere decir dar instrucción) que guarden todas las
cosas (el Evangelio entero para el hombre entero) que os he mandado (no
es una sugerencia): y, he aquí, Yo estoy con vosotros todos los días
(Estoy Yo, Yo Mismo, Dios, y Hombre, Quién estoy — no "seré" — de ahí,
para siempre presente entre ustedes, y con ustedes como Compañero,
Amigo, Guía, Salvador, Dios), hasta el fin del mundo (debiera
traducirse "edad"). Amén (es la garantía de Mi Promesa).
Primera Corintios Capítulo 13:
Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy
más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el
don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo
conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me
falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que
poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no
tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El
amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con
rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El
amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El
amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de
lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque
conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo
perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como
niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser
adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y
velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora
conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy
conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la
esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente
recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber
cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues
dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi
agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban
por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora
bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no
se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe
entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo
que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a
Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió
testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel,
a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de
este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se
lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber
agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya
que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y
que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre
cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para
salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser
heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando
fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia,
obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como
extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con
Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba
la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y
constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que
Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque
consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo
hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las
estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.
Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas
prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que
eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así,
claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si
hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado,
habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban
una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se
avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe
Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y
ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho:
"Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba
Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y
así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la
fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en
el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a
cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su
bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de
los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos
mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus
padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y
no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto,
renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser
maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres
del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una
mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta
en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la
ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al
Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre,
para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.
Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero
cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe
cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo
siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto
con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué
más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac,
Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe
conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido;
cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon
del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron
valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo
mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en
cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor
resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron
la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada.
Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y
de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no
merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por
cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable
mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa.
Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues
Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que
estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos
del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y
corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos
la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien
por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la
vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del
trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a
tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni
pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado,
todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo
liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso
Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición
de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así
condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las
justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos
según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven
conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de
tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la
mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte,
mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz.
La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la
ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza
pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven
según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el
Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de
Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo
está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes
es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a
Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a
Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales
por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos,
tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la
naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella,
morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos
del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu
de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de
nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como
hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le
asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos,
somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si
ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De
hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales
con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda
con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a
la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la
del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la
creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza,
para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos
que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de
parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las
primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos
nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo.
Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve,
ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos
lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia.
Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No
sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los
corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu
intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora
bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes
lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los
llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó,
también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de
nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó
ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién
acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién
condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a
la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del
amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el
hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito:
"Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan
como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos
más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy
convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni
lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del
amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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