El 28 de agosto Lectura Bíblica Diaria
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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
El 28 de agosto Lectura Bíblica Diaria:
Esdras 3 a 5:
En el mes séptimo, cuando ya todos los israelitas se habían establecido en sus poblaciones, se reunió el pueblo en Jerusalén con un mismo propósito. Entonces Jesúa hijo de Josadac con sus parientes, que eran sacerdotes, y Zorobabel hijo de Salatiel con sus parientes empezaron a construir el altar del Dios de Israel para ofrecer holocaustos, según lo estipulado en la ley de Moisés, hombre de Dios. A pesar del miedo que tenían de los pueblos vecinos, colocaron el altar en su mismo sitio. Y todos los días, por la mañana y por la tarde, ofrecían holocaustos al Señor. Luego, según lo estipulado en la ley, celebraron la fiesta de las Enramadas, ofreciendo el número de holocaustos prescrito para cada día, como también los holocaustos diarios, los de luna nueva, los de las fiestas solemnes ordenadas por el Señor, y los que el pueblo le ofrecía voluntariamente. A pesar de que aún no se habían echado los cimientos del templo, desde el primer día del mes séptimo el pueblo comenzó a ofrecer holocaustos al Señor. Luego dieron dinero a los albañiles y carpinteros. A los de Sidón y Tiro les dieron comida, bebida y aceite para que por mar llevaran madera de cedro desde el Líbano hasta Jope, conforme a la autorización que había dado Ciro, rey de Persia. Zorobabel hijo de Salatiel, y Jesúa hijo de Josadac, junto con el resto de sus parientes, que eran sacerdotes, y con los levitas y con todos los que habían regresado del cautiverio, comenzaron la reconstrucción del templo en el mes segundo del segundo año de haber llegado a Jerusalén. A los levitas mayores de veinte años les encomendaron la tarea de supervisar las obras del templo del Señor. Entonces Jesúa, junto con sus hijos y hermanos, y Cadmiel y sus hijos, que eran descendientes de Hodavías, y los descendientes de Henadad, y sus hijos y hermanos, que eran levitas, se unieron para supervisar a los obreros que trabajaban en el templo de Dios. Cuando los constructores echaron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes llegaron con sus vestimentas sagradas y los levitas descendientes de Asaf, con sus platillos, ocuparon su lugar para alabar al Señor, según lo establecido por David, rey de Israel. Todos daban gracias al Señor, y a una le cantaban esta alabanza: "Dios es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre." Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo. Muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y habían conocido el primer templo, prorrumpieron en llanto cuando vieron los cimientos del nuevo templo, mientras muchos otros gritaban de alegría. Y no se podía distinguir entre los gritos de alegría y las voces de llanto, pues la gente gritaba a voz en cuello, y el ruido se escuchaba desde muy lejos. Cuando los enemigos del pueblo de Judá y de Benjamín se enteraron de que los repatriados estaban reconstruyendo el templo del Señor, Dios de Israel, se presentaron ante Zorobabel y ante los jefes de familia y les dijeron: Permítannos participar en la reconstrucción, pues nosotros, al igual que ustedes, hemos buscado a su Dios y le hemos ofrecido holocaustos desde el día en que Esarjadón, rey de Asiria, nos trajo acá. Pero Zorobabel, Jesúa y los jefes de las familias de Israel les respondieron: No podemos permitir que ustedes se unan a nosotros en la reconstrucción del templo de nuestro Dios. Nosotros solos nos encargaremos de reedificar el templo para el Señor, Dios de Israel, tal como lo decretó Ciro, rey de Persia. Entonces los habitantes de la región comenzaron a desanimar e intimidar a los de Judá para que abandonaran la reconstrucción. Y hasta llegaron a sobornar a algunos de los consejeros para impedirles llevar a cabo sus planes. Esto sucedió durante todo el reinado de Ciro, rey de Persia, y hasta el reinado de Darío, que también fue rey de Persia. También al comienzo del reinado de Jerjes, aquellos enemigos enviaron una carta en la cual acusaban a los habitantes de Judá y de Jerusalén. Luego, cuando Artajerjes llegó a ser rey de Persia, también a él Bislán, Mitrídates, Tabel y sus demás compañeros le enviaron una carta, que fue traducida al arameo. Además, el comandante Rejún y el cronista Simsay enviaron a Artajerjes una carta en contra de los habitantes de Jerusalén. La carta decía: El comandante Rejún y el cronista Simsay escriben esta carta, junto con sus compañeros los jueces, gobernadores y funcionarios de Persia, Érec, Babilonia y Susa (es decir, Elam). Esta carta la suscriben también las demás naciones que el grande y noble Asnapar llevó cautivas y estableció en la ciudad de Samaria y en las otras provincias al oeste del río Éufrates. Al rey Artajerjes, de parte de sus siervos que habitan al oeste del río Éufrates: Sepa Su Majestad que los judíos enviados por usted han llegado a Jerusalén y están reconstruyendo esa ciudad rebelde y mala. Ya están echados los cimientos. Sepa también Su Majestad que si esta gente reconstruye la ciudad y termina la muralla, sus habitantes se rebelarán y no pagarán tributos, ni impuestos ni contribución alguna, lo cual sería perjudicial para el tesoro real. Como nosotros somos vasallos de Su Majestad, no podemos permitir que se le deshonre. Por eso le enviamos esta denuncia. Pida Su Majestad que se investigue en los archivos donde están las crónicas de los reyes que lo han precedido. Así comprobará que esta ciudad ha sido rebelde y nociva para los reyes y las provincias, y que fue destruida porque hace ya mucho tiempo allí se fraguaron sediciones. Por eso le advertimos que, si esa ciudad es reconstruida y la muralla levantada, Su Majestad perderá el dominio de la región al oeste del Éufrates. En respuesta, el rey les escribió:
Al comandante Rejún y al cronista Simsay, y al resto de sus compañeros que viven en Samaria y en las otras regiones al oeste del río Éufrates: Saludos. La carta que ustedes enviaron ha sido traducida y leída en mi presencia. Di orden de investigar en los archivos y, en efecto, se encontró que anteriormente en dicha ciudad se fraguaron sediciones y se tramaron rebeliones contra los reyes; que en Jerusalén hubo reyes poderosos, gobernantes de toda la región al oeste del río Éufrates, a quienes se les pagaban impuestos, tributos y rentas. Por eso, ordénenles a esos hombres que cesen sus labores, que suspendan la reconstrucción de la ciudad, hasta que yo promulgue un nuevo edicto. Sean diligentes en hacer cumplir esta orden, para que no crezca la amenaza de perjuicio a los intereses reales. En cuanto la carta del rey Artajerjes se leyó en presencia de Rejún, del cronista Simsay y de sus compañeros, todos ellos fueron a Jerusalén y, por la fuerza de las armas, obligaron a los judíos a detener la obra. De este modo el trabajo de reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén quedó suspendido hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia. Los profetas Hageo y Zacarías hijo de Idó profetizaron a los judíos que estaban en Judá y Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel, que velaba por ellos. Entonces Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac se dispusieron a continuar la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén. Y los profetas estaban con ellos ayudándolos. En ese mismo tiempo, Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar Bosnay y sus compañeros, se presentaron ante los judíos y les preguntaron: "¿Quién los autorizó a reconstruir ese templo y restaurar su estructura?" Y añadieron: "¿Cómo se llaman los que están reconstruyendo ese edificio?" Pero como Dios velaba por los dirigentes judíos, no los obligaron a interrumpir el trabajo hasta que se consultara a Darío y éste respondiera por escrito. Entonces Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar Bosnay y sus compañeros, que eran los funcionarios del gobierno de esa provincia, enviaron una carta al rey Darío, la cual decía: Al rey Darío: Un cordial saludo. Ponemos en conocimiento de Su Majestad que fuimos a la provincia de Judá, al templo del gran Dios, y vimos que se está reconstruyendo con grandes piedras, y que sus paredes se están recubriendo con madera. El trabajo se hace con esmero y avanza rápidamente. A los dirigentes les preguntamos quién los había autorizado a reconstruir ese templo y restaurar su estructura, y cómo se llaman los que dirigen la obra, para comunicárselo por escrito a Su Majestad. Ellos nos respondieron: "Somos siervos del Dios del cielo y de la tierra, y estamos reconstruyendo el templo que fue edificado y terminado hace ya mucho tiempo por un gran rey de Israel. Pero como nuestros antepasados provocaron a ira al Dios del cielo, él los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el caldeo que destruyó este templo y que llevó al pueblo cautivo a Babilonia. "Pero más tarde, en el primer año de su reinado, Ciro, rey de Babilonia, ordenó que este templo de Dios fuera reconstruido. También hizo sacar del templo de Babilonia los utensilios de oro y de plata que Nabucodonosor se había llevado del templo de Jerusalén y había puesto en el templo de Babilonia, y se los entregó a Sesbasar, a quien había nombrado gobernador. Ciro, pues, ordenó a Sesbasar que tomara esos utensilios y los devolviera al templo de Jerusalén, y que reedificara en el mismo sitio el templo de Dios. Entonces Sesbasar llegó a Jerusalén y echó los cimientos del templo de Dios. Desde entonces se ha estado trabajando en su reconstrucción, pero aún no se ha terminado." Ahora bien, si Su Majestad lo considera conveniente, pedimos que se investiguen los archivos donde están las crónicas de los reyes de Babilonia, para saber si es verdad que el rey Ciro ordenó la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén. Además solicitamos que se nos dé a conocer la decisión de Su Majestad con respecto a este asunto.
Salmo 108:
Mi corazón está dispuesto, oh Dios; Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria. Despiértate, salterio y arpa; Despertaré al alba. Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; A ti cantaré salmos entre las naciones. Porque más grande que los cielos es tu misericordia, Y hasta los cielos tu verdad. Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios,
Y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria. Para que sean librados tus amados,
Salva con tu diestra y respóndeme. Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré;
Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot. Mío es Galaad, mío es Manasés,
Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá es mi legislador. Moab, la vasija para lavarme; Sobre Edom echaré mi calzado; Me regocijaré sobre Filistea. ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada? ¿Quién me guiará hasta Edom? ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos? Danos socorro contra el adversario, Porque vana es la ayuda del hombre. En Dios haremos proezas, Y él hollará a nuestros enemigos.
Proverbios 8:
¿Acaso no está llamando la sabiduría? ¿Qué, no deja oír su voz la inteligencia? Se para en las colinas, junto al camino; se queda esperando en las encrucijadas. Deja oír su voz a un lado de las puertas; a la entrada misma de la ciudad exclama: «A ustedes, los hombres, los llamo; a ustedes, los hombres, dirijo mi voz. Muchachos ingenuos, ¡entiendan! Jóvenes necios, ¡recapaciten! ¡Óiganme, que lo que voy a decirles son cosas muy justas e importantes. De mi boca sólo sale la verdad; mis labios aborrecen la mentira. Todas mis palabras son precisas; no hay en ellas dolo ni perversidad. Para los sabios y entendidos, todas ellas son contundentes y razonables. Den cabida a mis correcciones, no a la plata; acepten mis conocimientos, no el oro escogido. Yo, la sabiduría, valgo más que las piedras preciosas! ¡Ni lo más deseable puede compararse conmigo! »Yo, la sabiduría, convivo con la cordura; en mí se hallan el conocimiento y el consejo. El temor del Señor es aborrecer el mal; yo aborrezco la soberbia y la arrogancia, el mal camino y la boca perversa. En mí se hallan el consejo y el buen juicio; yo soy la inteligencia; mío es el poder. Por mí llegan los reyes al trono y los príncipes imparten justicia. Por mí gobiernan los jefes y príncipes, y todos los que rigen con justicia. Yo amo a los que me aman, y dejo que me hallen los que en verdad me buscan. Las riquezas y la honra me acompañan, las verdaderas riquezas y la justicia. Mis frutos son mejores que el oro más refinado; mis ganancias sobrepasan a la plata escogida. Yo voy por el camino recto; camino por las sendas de la justicia, para dar su herencia a los que me aman, para saturarlos de tesoros. »Desde el principio, el Señor me poseía; desde antes de que empezara sus obras. Desde el principio mismo fui establecida, desde antes de que la tierra existiera. Fui engendrada antes de los abismos, antes de que existieran los grandes manantiales. Fui engendrada antes de que se formaran los montes y las colinas. Aún no había creado él la tierra ni los campos, ni los primeros granos de arena del mundo, ¡y ya estaba yo ahí! Mientras él formaba los cielos y trazaba el arco sobre la faz del abismo, mientras afirmaba las nubes en las alturas, mientras reforzaba las fuentes del abismo, mientras establecía los límites del mar para que las aguas no traspasaran su cauce, ¡mientras afirmaba los fundamentos de la tierra! Yo estaba a su lado, ordenándolo todo, danzando alegremente todos los días, disfrutando siempre de su presencia, regocijándome en la tierra, su creación; ¡deleitándome con el género humano!» Hijos, por favor, ¡escúchenme! ¡Dichosos los que siguen mis caminos! Sean sabios y préstenme atención; no dejen de lado la disciplina. Dichoso el hombre que me escucha y todo el tiempo se mantiene vigilante a las puertas de mi casa. El que me halla, ha encontrado la vida y alcanzado el favor del Señor. El que peca contra mí, se daña a sí mismo; el que me aborrece, ama a la muerte.
El Libro de Mateo Capítulo 20 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
(33 d.C.)
LA PARÁBOLA DE LOS
OBREROS
PORQUE el Reino de los Cielos es semejante a un hombre, a un hacendado, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña (una Parábola — en efecto, Jesús está contestando la pregunta de Pedro, “¿qué pues tendremos?”, la lección fundamental que aprenderemos es que la recompensa del Reino no es de deuda, sino de Gracia).
2 Y habiéndose concertado con los obreros en un denario al día (casi cuarenta dólares por día el equivalente al dinero actual), los envió a su viña.
3 Y saliendo cerca de la hora tercera (a las 9:00 de la mañana), vio otros que estaban en la plaza ociosos,
4 Y les dijo, Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos fueron (dejaron la cantidad del pago a discreción del hacendado).
5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena (a las 12:00 del mediodía y a las 3:00 de la tarde), e hizo lo mismo.
6 Y saliendo cerca de la hora undécima (a las 5:00 de la tarde), halló otros que estaban ociosos, y les dijo, ¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?
7 Ellos le dijeron, Porque nadie nos ha contratado. Les dijo, Id también vosotros a la viña; y recibiréis lo que fuere justo (ellos también, aceptaron su palabra).
8 Y cuando fue la tarde (casi a las 6:00 de la tarde), el señor de la viña dijo a su mayordomo, Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros (los que fueron contratados por último debían pagarles primero, y los primeros que fueron contratados pagarles por último).
9 Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario (casi el equivalente de cuarenta dólares por el trabajo de una hora).
10 Y viniendo también los primeros (los primeros contratados), pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario (cuarenta dólares).
11 Y tomándolo, murmuraban contra el hacendado,
12 Diciendo, Estos postreros sólo han trabajado (laborado) una hora, y los han hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
13 Mas él respondiendo, dijo a uno de ellos, Amigo, no te hago injusticia alguna; ¿no te conviniste conmigo por un denario?
14 Toma lo que es tuyo, y vete: mas quiero dar a este último, como a ti (nuestro Señor enseña sobre la Gracia aquí, lo que quiere decir que no obtenemos la Salvación de Él por mérito alguno, sino también, se refiere a Israel y la Iglesia; la Iglesia aunque es última, recibirá tanto como Israel, quien fue el primero).
15 ¿No me es lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? O ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno? (Ningún hombre tiene el derecho de hacer reclamo a Dios basado en mérito. Todo debe ser por Fe en Cristo y la Cruz [Rom. 3:20-31].)
16 Así los primeros serán postreros (la Iglesia fue elegida por última, pero será primero, porque Israel que fue elegido primero, rechazó al Señor), y los postreros primeros: porque muchos son llamados, mas pocos los escogidos (muchos son llamados, pero solamente algunos escogen prestar atención al llamado).
JESÚS UNA VEZ MÁS PREDICE
SU MUERTE Y RESURRECCIÓN
17 Y subiendo Jesús a Jerusalén (cuándo y dónde Él sería Crucificado), tomó Sus Doce Discípulos aparte en el camino (en privado), y les dijo,
18 He aquí, subimos a Jerusalén; y el Hijo del Hombre será entregado a los Principales Sacerdotes y a los Escribas, y Le condenarán a Él a la muerte,
19 Y Le entregarán a los Gentiles (los Romanos) para que Lo escarnezcan, y Lo azoten (golpearlo), y crucifiquen: mas al tercer día Él resucitará (los Judíos y los Gentiles condenaron a Cristo).
LA MADRE DE SANTIAGO
Y JUAN
20 Entonces se llegó a Él la madre de los hijos de Zebedeo (Salomé) con sus hijos (Santiago y Juan), adorándole, y pidiéndole algo (la cuarta predicción de la Crucifixión fracasó como la de 17:22-23 para desplazar en los corazones de los Discípulos el interés propio y la presunción).
21 Y Él le dijo, ¿Qué quieres? Ella le dijo, Di que se sienten estos dos hijos míos (Santiago y Juan), el uno a Tu Mano Derecha, y el otro a Tu Izquierda, en Tu Reino (percibimos aquí las primeras muestras de la política en la Iglesia).
22 Entonces Jesús respondiendo dijo, No sabéis lo que pedís (a menos que el Espíritu Santo ilumine el corazón, la enseñanza espiritual más clara no tiene ni son ni ton ni poder alguno; este hecho humilla el orgullo del hombre). ¿Podéis beber el vaso que Yo he de beber (la copa del sufrimiento), y ser bautizados del bautismo de que Yo soy bautizado? (Es el bautismo que resulta del sufrimiento. La Cruz causará la oposición tanto de la Iglesia como del mundo, pero más proviene de la Iglesia.) Y ellos le dicen, Podemos (no sabían lo que decían; estaban pensando acerca de tronos en gloria, y definitivamente no en el sufrimiento).
23 Y Él les dice, A la verdad de Mi vaso beberéis, y del bautismo con que Yo soy bautizado, seréis bautizados (cada Cristiano verdadero sufrirá las indignidades de la Cruz; si no, no están viviendo y predicando la Cruz, que quiere decir que no están viviendo y predicando el Evangelio): mas el sentaros a Mi Mano Derecha y a Mi Izquierda, no es Mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado de Mi Padre (las posiciones en el Reino del Hijo fueron planeadas por el Padre y el Hijo y la Unidad de la Trinidad, daría solamente tales posiciones a aquellas personas a quienes el Padre había determinado concedérselas).
24 Y cuando los diez (los Discípulos restantes) oyeron esto (oído lo que fue solicitado por Salomé), se indignaron (ellos mismos desearon las posiciones) de los dos hermanos (Santiago y Juan).
25 Entonces Jesús llamándolos (todos los Doce), dijo, Sabéis que los príncipes de los Gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos (grandeza mundana, que es lo contrario de la grandeza espiritual).
26 Mas entre vosotros no será así (el Creyente no debe aspirar a la grandeza mundana): sino el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor (siervo);
27 Y el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo (alguien que se entrega enteramente a la voluntad de otra persona, por lo menos lo que es Bíblico):
28 Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido (no para tener servidores sirviéndole a Él), sino para servir (servir a los demás), y para dar Su vida en rescate por muchos (lo que Él cumplió en la Cruz).
JESÚS SANA A DOS
HOMBRES CIEGOS
29 Entonces saliendo ellos de Jericó (la única oportunidad en que Él fue a Jericó de la cual estamos enterados), Le seguía gran compañía (Jesús está en Su jornada a Jerusalén).
30 Y, he aquí, dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo, Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros (Bartimeo era uno de estos hombres; ambos fueron sanados).
31 Y la gente les reprendía para que callasen (exigieron que se callaran); mas ellos clamaban más, diciendo, Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros (esta designación reconoció a Cristo como el Mesías).
32 Y parándose Jesús, los llamó, y dijo, ¿Qué queréis que haga por vosotros?
33 Ellos Le dicen, Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
34 Entonces Jesús, teniendo compasión de ellos, les tocó los ojos: y luego sus ojos recibieron la vista, y Le siguieron (dos hombres ciegos son mencionados por Mateo en armonía con su Evangelio; representan la Nación Hebrea en sus dos divisiones de Israel y de Judá; y al recibir la vista ilustra y predice la luz que brillará sobre la Nación en el día futuro, cuando el Hijo de David hará Su magnífica entrada en Jerusalén en la Segunda Venida).
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