03 August 2015

El 3 de agosto Lectura Bíblica Diaria




El 3 de agosto Lectura Bíblica Diaria:

2 Reyes 18 a 20:

 En el tercer año de Oseas hijo de Elá, rey de Israel, Ezequías hijo de Acaz, rey de Judá, ascendió al trono. Tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Abí hija de Zacarías. Ezequías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David. Quitó los altares paganos, destrozó las piedras sagradas y quebró las imágenes de la diosa Aserá. Además, destruyó la serpiente de bronce que Moisés había hecho, pues los israelitas todavía le quemaban incienso, y la llamaban Nejustán. Ezequías puso su confianza en el Señor, Dios de Israel. No hubo otro como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después. Se mantuvo fiel al Señor y no se apartó de él, sino que cumplió los mandamientos que el Señor le había dado a Moisés. El Señor estaba con Ezequías, y por tanto éste tuvo éxito en todas sus empresas. Se rebeló contra el rey de Asiria y no se sometió a él. Y derrotó a los filisteos, tanto en las torres de vigilancia como en las ciudades fortificadas, hasta llegar a Gaza y sus alrededores. En el año cuarto del reinado de Ezequías, es decir, en el año séptimo del reinado de Oseas hijo de Elá, rey de Israel, Salmanasar, rey de Asiria, marchó contra Samaria y la sitió. Al cabo de tres años logró conquistarla. Era el año sexto del reinado de Ezequías, es decir, el año noveno del reinado de Oseas, rey de Israel. El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria, y los estableció en Jalaj, en Gozán (que está junto al río Jabor) y en las ciudades de los medos. Esto sucedió porque no obedecieron al Señor su Dios, sino que violaron su pacto. No cumplieron ni pusieron en práctica lo que Moisés, siervo del Señor, les había ordenado. En el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó y tomó todas las ciudades fortificadas de Judá. Entonces Ezequías le envió este mensaje al rey de Asiria, que se encontraba en Laquis: "He actuado mal. Si te retiras, te pagaré cualquier tributo que me impongas." El rey de Asiria le impuso a Ezequías, rey de Judá, un tributo de nueve mil novecientos kilos de plata y novecientos noventa kilos de oro. Así que Ezequías le entregó a Senaquerib toda la plata que había en el templo del Señor y en los tesoros del palacio real. Fue entonces cuando Ezequías, rey de Judá, les quitó a las puertas y los quiciales del templo del Señor el oro con que él mismo los había cubierto, y se lo entregó al rey de Asiria. Desde Laquis el rey de Asiria envió a su virrey, al funcionario principal y a su comandante en jefe, al frente de un gran ejército, para hablar con el rey Ezequías en Jerusalén. Marcharon hacia Jerusalén y, al llegar, se detuvieron junto al acueducto del estanque superior, en el camino que lleva al Campo del Lavandero. Entonces llamaron al rey, y salió a recibirlos Eliaquín hijo de Jilquías, que era el administrador del palacio, junto con el cronista Sebna y el secretario Joa hijo de Asaf. El comandante en jefe les dijo: Díganle a Ezequías que así dice el gran rey, el rey de Asiria: ¿En qué se basa tu confianza? Tú dices que tienes estrategia y fuerza militar, pero éstas no son más que palabras sin fundamento. ¿En quién confías, que te rebelas contra mí? Ahora bien, tú confías en Egipto, ¡ese bastón de caña astillada, que traspasa la mano y hiere al que se apoya en él! Porque eso es el faraón, el rey de Egipto, para todos los que en él confían. Y si ustedes me dicen: ‘Nosotros confiamos en el Señor, nuestro Dios, ¿no se trata acaso, Ezequías, del Dios cuyos altares y santuarios paganos tú mismo quitaste, diciéndoles a Judá y a Jerusalén: ‘Deben adorar solamente ante este altar en Jerusalén? "Ahora bien, Ezequías, haz este trato con mi señor, el rey de Asiria: Yo te doy dos mil caballos, si tú consigues otros tantos jinetes para montarlos. ¿Cómo podrás rechazar el ataque de uno solo de los funcionarios más insignificantes de mi señor, si confías en obtener de Egipto carros de combate y jinetes? ¿Acaso he venido a atacar y a destruir este lugar sin el apoyo del Señor? ¡Si fue él mismo quien me ordenó: Marcha contra este país y destrúyelo! Eliaquín hijo de Jilquías, Sebna y Joa le dijeron al comandante en jefe: Por favor, hábleles usted a sus siervos en arameo, ya que lo entendemos. No nos hable en hebreo, que el pueblo que está sobre el muro nos escucha. Pero el comandante en jefe respondió: ¿Acaso mi señor me envió a decirles estas cosas sólo a ti y a tu señor, y no a los que están sentados en el muro? ¡Si tanto ellos como ustedes tendrán que comerse su excremento y beberse su orina! Dicho esto, el comandante en jefe se puso de pie y a voz en cuello gritó en hebreo: ¡Oigan las palabras del gran rey, el rey de Asiria! Así dice el rey: No se dejen engañar por Ezequías. ¡Él no puede librarlos de mis manos! No dejen que Ezequías los persuada a confiar en el Señor, diciendo: ‘Sin duda el Señor nos librará; ¡esta ciudad no caerá en manos del rey de Asiria! "No le hagan caso a Ezequías. Así dice el rey de Asiria: Hagan las paces conmigo, y ríndanse. De este modo cada uno podrá comer de su vid y de su higuera, y beber agua de su propio pozo, hasta que yo venga y los lleve a un país como el de ustedes, país de grano y de mosto, de pan y de viñedos, de aceite de oliva y de miel. Así vivirán en vez de morir. "No le hagan caso a Ezequías, que los quiere seducir cuando dice: El Señor nos librará. ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones pudo librar a su país de las manos del rey de Asiria? ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvayin, de Hená y de Ivá? ¿Acaso libraron a Samaria de mis manos? ¿Cuál de todos los dioses de estos países ha podido salvar de mis manos a su país? ¿Cómo entonces podrá el Señor librar de mis manos a Jerusalén? Pero el pueblo permaneció en silencio y no respondió ni una sola palabra, porque el rey había ordenado: "No le respondan." Entonces Eliaquín hijo de Jilquías, administrador del palacio, el cronista Sebna, y el secretario Joa hijo de Asaf, con las vestiduras rasgadas en señal de duelo, fueron a ver a Ezequías y le contaron lo que había dicho el comandante en jefe. Cuando el rey Ezequías escuchó esto, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y fue al templo del Señor. Además, envió a Eliaquín, administrador del palacio, al cronista Sebna y a los sacerdotes más ancianos, todos vestidos de luto, para hablar con el profeta Isaías hijo de Amoz. Y le dijeron: "Así dice Ezequías: Hoy es un día de angustia, castigo y deshonra, como cuando los hijos están a punto de nacer y no se tienen fuerzas para darlos a luz. Tal vez el Señor tu Dios oiga todas las palabras del comandante en jefe, a quien su señor, el rey de Asiria, envió para insultar al Dios viviente. ¡Que el Señor tu Dios lo castigue por las palabras que ha oído! Eleva, pues, una oración por el remanente del pueblo que aún sobrevive. " Cuando los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías, éste les dijo: "Díganle a su señor que así dice el Señor: No temas por las blasfemias que has oído, y que han pronunciado contra mí los subalternos del rey de Asiria. ¡Mira! Voy a poner un espíritu en él, de manera que cuando oiga cierto rumor se regrese a su propio país. ¡Allí haré que lo maten a filo de espada! " Cuando el comandante en jefe se enteró de que el rey de Asiria había salido de Laquis, se retiró y encontró al rey luchando contra Libná. Luego Senaquerib recibió el informe de que Tiracá, rey de Cus, había salido para luchar contra él, así que una vez más envió mensajeros a Ezequías para que le dijeran: "Tú, Ezequías, rey de Judá: No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe cuando dice: No caerá Jerusalén en manos del rey de Asiria. Sin duda te habrás enterado de lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y acaso vas tú a librarte? ¿Libraron sus dioses a las naciones que mis antepasados han destruido: Gozán, Jarán, Résef y la gente de Edén que vivía en Telasar? ¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvayin, o de Hená o Ivá?" Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego subió al templo del Señor, la desplegó delante del Señor, y en su presencia oró así: "Señor, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. Presta atención, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira; escucha las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente. "Es verdad, Señor, que los reyes asirios han asolado todas estas naciones y sus tierras. Han arrojado al fuego sus dioses, y los han destruido, porque no eran dioses sino sólo madera y piedra, obra de manos humanas. Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú, Señor, eres Dios." Entonces Isaías hijo de Amoz le envió este mensaje a Ezequías: "Así dice el Señor, Dios de Israel: Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, te he escuchado. Ésta es la palabra que yo, el Señor, he pronunciado contra él: " La virginal hija de *Sión te desprecia y se burla de ti. menea la cabeza al verte huir. ¿A quién has insultado? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado los ojos con orgullo? ¡Contra el *Santo de Israel! Has enviado a tus mensajeros a insultar al Señor, diciendo: ‘Con mis numerosos carros de combate escalé las cumbres de las montañas, ¡las laderas del Líbano! Talé sus cedros más altos, sus cipreses más selectos. Alcancé sus refugios más lejanos, y sus bosques más frondosos. Cavé pozos en tierras extranjeras, y en esas aguas apagué mi sed. sequé todos los ríos de Egipto. " '¿No te has dado cuenta? ¡Hace mucho tiempo que lo he preparado! Desde tiempo atrás lo vengo planeando, y ahora lo he llevado a cabo; por eso tú has dejado en ruinas a las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, están desalentados y avergonzados. Son como plantas en el campo, como tiernos pastos verdes, como hierba que brota sobre el techo y que se quema antes de crecer. " 'Yo sé bien cuándo te sientas, cuándo sales, cuándo entras, y cuánto ruges contra mí. Porque has rugido contra mí y tu insolencia ha llegado a mis oídos, te pondré una argolla en la nariz y un freno en la boca, y por el mismo camino por donde viniste te haré regresar. " 'Ésta será la señal para ti, Ezequías: " Este año comerán lo que crezca por sí solo, y el segundo año lo que de allí brote. Pero al tercer año sembrarán y cosecharán, plantarán viñas y comerán su fruto. Una vez más los sobrevivientes de la tribu de Judá echarán raíces abajo, y arriba darán fruto. Porque de Jerusalén saldrá un remanente, del monte Sión un grupo de sobrevivientes. Esto lo hará mi celo, celo del Señor Todopoderoso. " 'Yo, el Señor, declaro esto acerca del rey de Asiria: " No entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará a ella con escudos, ni construirá contra ella una rampa de asalto. Volverá por el mismo camino que vino; ¡en esta ciudad no entrará! Yo, el Señor, lo afirmo. Por mi causa, y por consideración a David mi siervo, defenderé esta ciudad y la salvaré. " Esa misma noche el ángel del Señor salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente, cuando los demás se levantaron, ¡allí estaban tendidos todos los cadáveres! Así que Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y se retiró. Volvió a Nínive y permaneció allí. Pero un día, mientras adoraba en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer lo mataron a espada y escaparon a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón lo sucedió en el trono. Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: "Así dice el Señor: Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás. " Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le rogó al Señor: "Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada." Y Ezequías lloró amargamente. No había salido Isaías del patio central, cuando le llegó la palabra del Señor: "Regresa y dile a Ezequías, gobernante de mi pueblo, que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a sanarte, y en tres días podrás subir al templo del Señor. Voy a darte quince años más de vida. Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad por mi causa y por consideración a David mi siervo. " Entonces Isaías dijo: "Preparen una pasta de higos." Así lo hicieron; luego se la aplicaron al rey en la llaga, y se recuperó. Ezequías le había preguntado al profeta: ¿Qué señal recibiré de que el Señor me sanará, y de que en tres días podré subir a su templo? Isaías le contestó: Ésta es la señal que te dará el Señor para confirmar lo que te ha prometido: la sombra ha avanzado diez gradas; ¿podrá retroceder diez? Es fácil que la sombra se alargue diez gradas replicó Ezequías, pero no que vuelva atrás. Entonces el profeta Isaías invocó al Señor, y el Señor hizo que la sombra retrocediera diez gradas en la escala de Acaz. En aquel tiempo Merodac Baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, le envió cartas y un regalo a Ezequías, porque supo que había estado enfermo. Ezequías se al egró al recibir esto, y les mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara. Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías y le preguntó: ¿Qué querían esos hombres? ¿De dónde vinieron? De un país lejano respondió Ezequías. Vinieron a verme desde Babilonia. ¿Y qué vieron en tu palacio? preguntó el profeta. Vieron todo lo que hay en él contestó Ezequías. No hay nada en mis tesoros que yo no les haya mostrado. Entonces Isaías le dijo: Oye la palabra del Señor: Sin duda vendrán días en que todo lo que hay en tu palacio, y todo lo que tus antepasados atesoraron hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada dice el Señor. Y algunos de tus hijos y de tus descendientes serán llevados para servir como eunucos en el palacio del rey de Babilonia. El mensaje del Señor que tú me has traído es bueno respondió Ezequías. Y es que pensaba: "Al menos mientras yo viva, sin duda que habrá paz y seguridad." Los demás acontecimientos del reinado de Ezequías, y todo su poderío y cómo construyó el estanque y el acueducto que llevaba agua a la ciudad, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Ezequías murió, y su hijo Manasés lo sucedió en el trono.




Salmo 82:
Dios preside el consejo celestial; entre los dioses dicta sentencia: "¿Hasta cuándo defenderán la injusticia y favorecerán a los impíos? Selah. Defiendan la causa del huérfano y del desvalido; al pobre y al oprimido háganles justicia. Salven al menesteroso y al necesitado; líbrenlos de la mano de los impíos. "Ellos no saben nada, no entienden nada. Deambulan en la oscuridad; se estremecen todos los cimientos de la tierra. "Yo les he dicho: Ustedes son dioses; todos ustedes son hijos del Altísimo. Pero morirán como cualquier mortal; caerán como cualquier otro gobernante." Levántate, oh Dios, y juzga a la tierra, pues tuyas son todas las naciones.



Proverbios 14:
La mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye. El que va por buen camino teme al Señor; el que va por mal camino lo desprecia. De la boca del necio brota arrogancia; los labios del sabio son su propia protección. Donde no hay bueyes el granero está vacío; con la fuerza del buey aumenta la cosecha. El testigo verdadero jamás engaña; el testigo falso propaga mentiras. El insolente busca sabiduría y no la halla; para el entendido, el conocimiento es cosa fácil. Manténte a distancia del necio, pues en sus labios no hallarás conocimiento. La sabiduría del prudente es discernir sus caminos, pero al necio lo engaña su propia necedad. Los necios hacen mofa de sus propias faltas, pero los íntegros cuentan con el favor de Dios. Cada corazón conoce sus propias amarguras, y ningún extraño comparte su alegría. La casa del malvado será destruida, pero la morada del justo prosperará. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte. También de reírse duele el corazón, y hay alegrías que acaban en tristeza. El inconstante recibirá todo el pago de su inconstancia; el hombre bueno, el premio de sus acciones. El ingenuo cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde va. El sabio teme al Señor y se aparta del mal, pero el necio es arrogante y se pasa de confiado. El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar. Herencia de los inexpertos es la necedad; corona de los prudentes, el conocimiento. Los malvados se postrarán ante los buenos; los impíos, ante el tribunal de los justos. Al pobre hasta sus amigos lo aborrecen, pero son muchos los que aman al rico. Es un pecado despreciar al prójimo; ¡dichoso el que se compadece de los pobres! Pierden el camino los que maquinan el mal, pero hallan amor y verdad los que hacen el bien. Todo esfuerzo tiene su recompensa, pero quedarse sólo en palabras lleva a la pobreza. La corona del sabio es su sabiduría; la de los necios, su necedad. El testigo veraz libra de la muerte, pero el testigo falso miente. El temor del Señor es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos. El temor del Señor es fuente de vida, y aleja al hombre de las redes de la muerte. Gloria del rey es gobernar a muchos; un príncipe sin súbditos está arruinado. El que es paciente muestra gran discernimiento; el que es agresivo muestra mucha insensatez. El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos. El que oprime al pobre ofende a su Creador, pero honra a Dios quien se apiada del necesitado. El malvado cae por su propia maldad; el justo halla refugio en su integridad. En el corazón de los sabios mora la sabiduría, pero los necios ni siquiera la conocen. La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos. El rey favorece al siervo inteligente, pero descarga su ira sobre el sinvergüenza.




El Libro de Apocalipsis Capítulo 18 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL APOCALIPSISDE SAN JUAN




CAPÍTULO 18
(96 d.C.)
LA BABILONIA





Y DESPUÉS de estas cosas vi otro Ángel descender del Cielo (parece que este Ángel es diferente a los Ángeles de Apoc. 17:1) teniendo gran poder (él es mayor que cualquiera de los Siete); y la Tierra fue alumbrada de Su Gloria (representa el hecho de que este Ángel, que inmediatamente precede la Venida de Cristo, debe por necesidad ser uno de los mayores, si no el mayor Ángel en la Creación de Dios, debido a la magnificencia de aquella Venida y sobre todo Del Que Viene; podría ser Gabriel o Miguel).
2 Y clamó con fortaleza en alta voz, diciendo, Caída es, caída es la gran Babilonia (se refiere a la Babilonia literal, la ciudad, y además, al Misterio de Babilonia, la religión), y es hecha habitación de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave sucia y aborrecible (declara que en la ciudad en el final de los últimos días habrá una infestación de espíritus inmundos de toda clase; en otras palabras, será la capital de la maldad del mundo entero; los buitres y semejantes a éstos son empleados en la Palabra de Dios como símbolos de espíritus inmundos [Mat. 13:32]).
3 Porque todas las gentes han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la Tierra han fornicado con ella (corresponde a la época del Anticristo, pero también, a todo lo que Babilonia ha representado a partir del principio mismo, es decir, "religiones falsas"), y los mercaderes de la Tierra se han enriquecido de sus innumerables deleites. (De su sede central en la Babilonia, el Anticristo le hará posible a muchos enriquecerse durante la Gran Tribulación, por lo tanto, para poder congraciarse con muchas naciones del mundo.)
4 Y oí otra voz del Cielo (expresa lo que es distinto del Ángel del primer Versículo), que decía, Salid de ella, pueblo Mío, para que no seáis participantes de sus pecados (la corta frase, "pueblo Mío," se refiere a todos los Creyentes del mundo, para siempre, pero el empuje principal es a Israel; de hecho, el Libro entero de Apocalipsis, aunque dirigiéndose en general a la totalidad de humanidad, es principalmente para Israel; este es el tiempo de angustia para Jacob [Jer. 30:7]), y está diseñado para reconciliar a Israel con Dios), y que no recibáis de sus plagas. (Si los Creyentes no salen de entre el mundo, es decir, "del sistema del mundo," sufrirán el mismo Juicio que los incrédulos.)
5 Porque sus pecados han llegado hasta el Cielo (lleva la idea de rebelión contra Dios, la cual es la ruina de la humanidad), y Dios se ha acordado de sus maldades. (La única manera que Dios olvidará los pecados y las iniquidades es cuando el hombre ponga su Fe y Confianza en Cristo y lo que Cristo hizo por nosotros en la Cruz [Heb. 8:6, 12].)
6 Devolvedla lo mismo que ella os ha dado (los Santos no deben prestarse para la venganza, sino más bien está declarado que la misma es de Dios; la idea es que cada perjuicio por el mundo o la Iglesia apóstata contra el Pueblo de Dios será contestado del mismo modo; pero en este caso, corresponde más a los Judíos que cualquier otra cosa [Gén. 12:3]), y pagadle el doble según sus obras (en cierto modo corresponde al hecho de que la ciudad reconstruida de Babilonia por venir sufrirá el Juicio de las edades; el esfuerzo por el Presidente Bush en cambiar el Gobierno de Irak, lo cual en realidad era la acción correcta, es parte del proceso que permitirá que Babilonia sea reconstruida): en el cáliz que ella os dio a beber, dadle a beber el doble. (La solución de Dios a la rebelión del hombre será la destrucción de Babilonia, y de modo catastrófico.)
7 Cuanto ella se ha glorificado (corresponde a las características de la religión), y ha estado en deleites (se refiere a las recompensas terrenales de la religión; básicamente, siempre tendrá "dinero"), tanto dadle de tormento y llanto (se refiere al hecho de que se ha guardado el Juicio para esta ciudad de Babilonia, simbólica al sistema del hombre, que es un sistema sin Dios; cosechamos lo que sembramos [Gál. 6:7]): porque dice en su corazón, Yo estoy sentada reina, y no soy viuda, y no veré llanto. (Ella se llama a sí misma "reina," mientras que el Señor se refiere a ella como "la gran ramera," lo cual declara su condena.)
8 Por lo cual en un día vendrán sus plagas, muerte, llanto, y hambre (señala al gran terremoto de Apoc. 16:18); y será quemada con fuego: porque el Señor Dios es fuerte, que la juzgará. (La idea es que Satanás, por medio del Anticristo, presume de tener gran potencia, por eso el Señor le mostrará, en efecto, al Anticristo y al mundo lo que es realmente la potencia.)
LA CAÍDA DE BABILONIA
9 Y llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la Tierra, los cuales han fornicado con ella (se refiere al "adulterio espiritual"; la adoración de algo ajeno de Dios y confianza colocada en algo que no es Cristo y Él Crucificado es "adulterio espiritual") y han vivido en deleites (la Babilonia, y nos referimos al sistema, es su dios, por eso se lamentan por su dios), cuando ellos vieren el humo de su incendio (indica mucho más que la destrucción de una ciudad; es el fin de un sistema, un camino, un camino falso, un camino terrible, y acontecerá al final mismo de la Gran Tribulación, lo cual anunciará la Segunda Venida),
10 Estando lejos por el temor de su tormento (la destrucción de esta ciudad, sin duda, será Televisada a todo el mundo; además, gran parte del mundo temerá que el mismo Juicio les va a caer, al saber que Dios ha hecho esto), diciendo, ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad de Babilonia, aquella fuerte ciudad! (Expresa el lamento, sabiendo que su destrucción indica el fin del dominio y reino de Satanás.) Porque en una hora vino tu juicio. (La antigua Babilonia se deterioró gradualmente, pero esta Babilonia será destruida totalmente "en una hora," lo cual demuestra que esta ciudad debe reconstruirse.)
11 Y los mercaderes de la Tierra lloran y se lamentan sobre ella; para que ninguno compra más sus mercaderías (aquéllos que ya han vendido sus almas a este sistema llorarán y se afligirán por su destrucción):
12 Mercadería de oro, y de plata, y de piedras preciosas, y de perlas, y de lino fino, y de escarlata, y de seda, y de grana, y de toda madera olorosa, y de todo vaso de marfil, y de todo vaso de madera preciosa, y de cobre, y de hierro, y de mármol,
13 Y canela, y olores, y ungüentos, y de incienso, y de vino, y de aceite, y flor de harina y trigo, y de bestias, y de ovejas; y de caballos, y de carros, y de siervos, y de almas de hombres. (La última frase pudiera referirse al negocio de drogas ilícitas.)
14 Y los frutos del deseo de tu alma se apartaron de ti, y todas las cosas gruesas y excelentes te han faltado, y nunca más las hallarás (declara la idea errónea de invertir en un sistema de este mundo en vez de los asuntos de Dios [Mat. 6:19-21]).
15 Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido, se pondrán lejos de ella por el temor de su tormento, llorando y lamentando (la idea es que el sistema de este mundo, simbolizado por la Babilonia reconstruida, está a punto de terminarse, y otro sistema tomará su lugar, lo cual será el Reino de nuestro Señor),
16 Y diciendo, ¡Ay, ay, aquella gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, y de escarlata, y de grana, y estaba dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas! (Señala a una conclusión en cuanto a la palabra "gran," la cual no es compartida por el Señor.)
17 Porque en una hora han sido desoladas tantas riquezas (debiera servir de aviso a todos los que pusieron su confianza en dichas cosas). Y todo patrón, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se estuvieron lejos (Dios quitó en una hora lo que los hombres tomaron muchos años para construir);
18 Y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo, ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad? (Lloraron por su pérdida económica, pero aparentemente no mostraron preocupación por sus almas perdidas.)
19 Y echaron polvo sobre sus cabezas; y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo, ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad, en la cual todos los que tenían navíos en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; que en una hora ha sido desolada! (Echar polvo sobre sus cabezas no indica Arrepentimiento, sino más bien la pena de su pérdida económica.)
20 Alégrate sobre ella, Cielo, y alegraos vosotros, Santos Apóstoles y Profetas; porque Dios ha vengado vuestra causa en ella. (Mientras que los hombres lloran por la destrucción de Babilonia, el Señor le dice a los Creyentes "alegraos.")
21 Y un Ángel fuerte tomó una piedra como una gran piedra de molino, y la echó en el mar (es el cumplimiento de Mat. 18:6), diciendo, Con tanto ímpetu será derribada Babilonia, aquella grande ciudad, y nunca jamás será hallada (la forma cómo acabará la época de la maldad; será con "violencia," en efecto, se refiere más a la Segunda Venida de Cristo que cualquier cosa).
22 Y voz de tañedores de arpas, y de músicos, y de tañedores de flautas y de trompetas, no será más oída en ti (la alegría se ha terminado); y todo artífice de cualquier oficio, no será más hallado en ti (se refiere a cómo se conduce normalmente el negocio; unos cuantos se vuelven asquerosamente ricos a costillas del pobre indefenso); y el sonido de muela no será más en ti oído (se refiere a la miseria, la cual caracteriza a la mayor parte del mundo; no es que la pobreza sea característica de la Babilonia, sino que la mayor parte de su riqueza vendrá de bienes mal adquiridos);
23 Y luz de antorcha no alumbrará más en ti (la luz falsa de Satanás no brillará más); y voz de esposo ni de esposa no será más en ti oída (se refiere a un fundamento falso tal como la luz falsa; de hecho, todo con respecto al sistema del mundo es falso, edificado sobre una mentira): porque tus mercaderes eran los magnates de la Tierra; porque en tus hechicerías todas las gentes han errado. (La brujería y el negocio de drogas, referido por "hechicerías," constituyen el fundamento de esta empresa comercial, que será totalmente destruida.)
24 Y en ella fue hallada la sangre de los Profetas y de los Santos, y de todos los que han sido muertos en la Tierra. (La ciudad literal de Babilonia es simbólica del espíritu Babilónico, la cual se ha opuesto a la Obra de Dios a partir del principio hasta ahora.)




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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