27 July 2015

El 27 de julio Lectura Bíblica Diaria



El 27 de julio Lectura Bíblica Diaria:

1 Reyes 19 a 21:

Acab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, y cómo había matado a todos los profetas a filo de espada. Entonces Jezabel envió un mensajero a que le dijera a Elías: "¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!" Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. "¡Estoy harto, Señor! protestó. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados." Luego se acostó debajo del arbusto y se quedó dormido. De repente, un ángel lo tocó y le dijo: "Levántate y come." Elías miró a su alrededor, y vio a su cabecera un panecillo cocido sobre carbones calientes, y un jarro de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse. El ángel del Señor regresó y, tocándolo, le dijo: "Levántate y come, porque te espera un largo viaje." Elías se levantó, y comió y bebió. Una vez fortalecido por aquella comida, viajó cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios. Allí pasó la noche en una cueva. Más tarde, la palabra del Señor vino a él. ¿Qué haces aquí, Elías? le preguntó. Me consume mi amor por ti, Señor Dios Todopoderoso respondió él. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también! El Señor le ordenó: Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí. Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: Me consume mi amor por ti, Señor, Dios Todopoderoso. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también! El Señor le dijo: Regresa por el mismo camino, y ve al desierto de Damasco. Cuando llegues allá, unge a Jazael como rey de Siria, y a Jehú hijo de Nimsi como rey de Israel; unge también a Eliseo hijo de Safat, de Abel Mejolá, para que te suceda como profeta. Jehú dará muerte a cualquiera que escape de la espada de Jazael, y Eliseo dará muerte a cualquiera que escape de la espada de Jehú. Sin embargo, yo preservaré a siete mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado. Elías salió de allí y encontró a Eliseo hijo de Safat, que estaba arando. Había doce yuntas de bueyes en fila, y él mismo conducía la última. Elías pasó junto a Eliseo y arrojó su manto sobre él. Entonces Eliseo dejó sus bueyes y corrió tras Elías. Permítame usted despedirme de mi padre y de mi madre con un beso dijo él, y luego lo seguiré. Anda, ve respondió Elías. Yo no te lo voy a impedir. Eliseo lo dejó y regresó. Tomó su yunta de bueyes y los sacrificó. Quemando la madera de la yunta, asó la carne y se la dio al pueblo, y ellos comieron. Luego partió para seguir a Elías y se puso a su servicio. Entonces Ben Adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y, acompañado por treinta y dos reyes con sus caballos y carros de combate, salió a hacerle guerra a Samaria, y la sitió. Envió a la ciudad mensajeros para que le dijeran a Acab, rey de Israel: "Así dice Ben Adad: Tu oro y tu plata son míos, lo mismo que tus mujeres y tus hermosos hijos. " El rey de Israel envió esta respuesta: "Tal como dices, mi señor y rey, yo soy tuyo, con todo lo que tengo." Los mensajeros volvieron a Acab y le dijeron: "Así dice Ben Adad: Mandé a decirte que me entregaras tu oro y tu plata, tus esposas y tus hijos. Por tanto, mañana como a esta hora voy a enviar a mis funcionarios a requisar tu palacio y las casas de tus funcionarios, y se apoderarán de todo lo que más valoras y se lo llevarán. " El rey de Israel mandó llamar a todos los ancianos del país y les dijo: ¡Miren cómo ese tipo nos quiere causar problemas! Cuando mandó que le entregara mis esposas y mis hijos, mi oro y mi plata, no se los negué. Los ancianos y todos los del pueblo respondieron: No le haga caso, Su Majestad, ni ceda a sus exigencias. Así que Acab les respondió a los mensajeros de Ben Adad: Díganle a mi señor y rey: Yo, tu servidor, haré todo lo que me pediste la primera vez, pero no puedo satisfacer esta nueva exigencia. Ellos regresaron a Ben Adad con esa respuesta. Entonces Ben Adad le envió otro mensaje a Acab: "Que los dioses me castiguen sin piedad si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis hombres se lleven un puñado." Pero el rey de Israel respondió: "Díganle que no cante victoria antes de tiempo." Cuando Ben Adad recibió este mensaje, estaba bebiendo con los reyes en su campamento. De inmediato les ordenó a sus tropas: "¡A las armas!" Así que se prepararon para atacar la ciudad. Mientras tanto, un profeta se presentó ante Acab, rey de Israel, y le anunció: Así dice el Señor: ¿Ves ese enorme ejército? Hoy lo entregaré en tus manos, y entonces sabrás que yo soy el Señor. ¿Por medio de quién lo hará? preguntó Acab. Así dice el Señor respondió el profeta: Lo haré por medio de los cadetes. ¿Y quién iniciará el combate? insistió Acab. Tú mismo respondió el profeta. Así que Acab pasó revista a los cadetes, que sumaban doscientos treinta y dos hombres. También pasó revista a las demás tropas israelitas: siete mil en total. Se pusieron en marcha al mediodía, mientras Ben Adad y los treinta y dos reyes aliados que estaban con él seguían emborrachándose en su campamento. Los cadetes formaban la vanguardia. Cuando los exploradores que Ben Adad había enviado le informaron que unos soldados estaban avanzando desde Samaria, ordenó: "¡Captúrenlos vivos, sea que vengan en son de paz o en son de guerra!" Los cadetes salieron de la ciudad al frente del ejército. Cada soldado abatió a su adversario, y los sirios tuvieron que huir. Los israelitas los persiguieron, pero Ben Adad, rey de Siria, escapó a caballo con algunos de sus jinetes. El rey de Israel avanzó y abatió a la caballería, de modo que los sirios sufrieron una gran derrota. Más tarde, el profeta se presentó ante el rey de Israel y le dijo: "No se duerma usted en sus laureles; trace un buen plan, porque el año entrante el rey de Siria volverá a atacar." Por otra parte, los funcionarios del rey de Siria le aconsejaron: "Los dioses de los israelitas son dioses de las montañas. Por eso son demasiado fuertes para nosotros. Pero si peleamos contra ellos en las llanuras, sin duda los venceremos. Haga usted lo siguiente: Destituya a todos los reyes y reemplácelos por otros funcionarios. Prepare usted también un ejército como el que perdió, caballo por caballo y carro por carro, para atacar a Israel en las llanuras. ¡Sin duda los venceremos!" Ben Adad estuvo de acuerdo, y así lo hizo. Al año siguiente, pasó revista a las tropas sirias y marchó a Afec para atacar a Israel. Acab, por su parte, pasó revista a las tropas israelitas y las aprovisionó. Éstas se pusieron en marcha para salir al encuentro de los sirios, y acamparon frente a ellos. Parecían un pequeño rebaño de cabras, mientras que los sirios cubrían todo el campo. El hombre de Dios se presentó ante el rey de Israel y le dijo: "Así dice el Señor: Por cuanto los sirios piensan que el Señor es un dios de las montañas y no un dios de los valles, yo te voy a entregar este enorme ejército en tus manos, y así sabrás que yo soy el Señor. " Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y el séptimo día se desató el combate. En un solo día los israelitas le causaron cien mil bajas a la infantería siria. Los demás soldados huyeron a Afec, pero la muralla de la ciudad se desplomó sobre veintisiete mil de ellos. Ben Adad, que también se había escapado a la ciudad, andaba de escondite en escondite. Entonces sus funcionarios le dijeron: "Hemos oído decir que los reyes del linaje de Israel son compasivos. Rindámonos ante el rey de Israel y pidámosle perdón. Tal vez le perdone a usted la vida." Se presentaron entonces ante el rey de Israel, se rindieron ante él y le rogaron: Su siervo Ben Adad dice: Por favor, perdóname la vida. ¿Todavía está vivo? preguntó el rey. ¡Pero si es mi hermano! Los hombres tomaron esa respuesta como un buen augurio y, aprovechando la ocasión, exclamaron: ¡Claro que sí, Ben Adad es su hermano! Vayan por él dijo el rey. Cuando Ben Adad se presentó ante Acab, éste lo hizo subir a su carro de combate. Entonces Ben Adad le propuso: Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, y podrás establecer zonas de mercado en Damasco, como lo hizo mi padre en Samaria. Acab le respondió: Sobre esa base, te dejaré en libertad. Y así firmó un tratado con él, y lo dejó ir. En obediencia a la palabra del Señor, un miembro de la comunidad de profetas le dijo a otro: ¡Golpéame! Pero aquél se negó a hacerlo. Entonces el profeta dijo: Por cuanto no has obedecido al Señor, tan pronto como nos separemos te matará un león. Y después de que el profeta se fue, un león le salió al paso y lo mató. Más adelante, el mismo profeta encontró a otro hombre y le dijo: "¡Golpéame!" Así que el hombre lo golpeó y lo hirió. Luego el profeta salió a esperar al rey a la vera del camino, cubierto el rostro con un antifaz. Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó: Este servidor de Su Majestad entró en lo más reñido de la batalla. Allí alguien se me presentó con un prisionero y me dijo: Hazte cargo de este hombre. Si se te escapa, pagarás su *vida con la tuya, o con tres mil monedas de plata. Mientras este servidor de Su Majestad estaba ocupado en otras cosas, el hombre se escapó. ¡Ésa es tu sentencia! respondió el rey de Israel. Tú mismo has tomado la decisión. En el acto, el profeta se quitó el antifaz, y el rey de Israel se dio cuenta de que era uno de los profetas. Y le dijo al rey: Así dice el Señor: Has dejado en libertad a un hombre que yo había condenado a muerte. Por lo tanto, pagarás su vida con la tuya, y su pueblo con el tuyo. Entonces el rey de Israel, deprimido y malhumorado, volvió a su palacio en Samaria. Un tiempo después sucedió lo siguiente: Nabot el jezrelita tenía un viñedo en Jezrel, el cual colindaba con el palacio de Acab, rey de Samaria. Éste le dijo a Nabot: Dame tu viñedo para hacerme una huerta de hortalizas, ya que está tan cerca de mi palacio. A cambio de él te daré un viñedo mejor o, si lo prefieres, te pagaré lo que valga. Pero Nabot le respondió: El Señor prohíbe que yo le venda a Su Majestad lo que heredé de mis antepasados. Acab se fue a su casa deprimido y malhumorado porque Nabot el jezrelita le había dicho: "No puedo cederle a Su Majestad lo que heredé de mis antepasados." De modo que se acostó de cara a la pared, y no quiso comer. Su esposa Jezabel entró y le preguntó: ¿Por qué estás tan deprimido que ni comer quieres? Porque le dije a Nabot el jezrelita que me vendiera su viñedo o que, si lo prefería, se lo cambiaría por otro; pero él se negó. Ante esto, Jezabel su esposa le dijo: ¿Y no eres tú quien manda en Israel? ¡Anda, levántate y come, que te hará bien! Yo te conseguiré el viñedo del tal Nabot. De inmediato escribió cartas en nombre de Acab, puso en ellas el sello del rey, y las envió a los *ancianos y nobles que vivían en la ciudad de Nabot. En las cartas decía: "Decreten un día de ayuno, y den a Nabot un lugar prominente en la asamblea del pueblo. Pongan frente a él a dos sinvergüenzas y háganlos testificar que él ha maldecido tanto a Dios como al rey. Luego sáquenlo y mátenlo a pedradas." Los ancianos y nobles que vivían en esa ciudad acataron lo que Jezabel había ordenado en sus cartas. Decretaron un día de ayuno y le dieron a Nabot un lugar prominente en la asamblea. Llegaron los dos sinvergüenzas, se sentaron frente a él y lo acusaron ante el pueblo, diciendo: "¡Nabot ha maldecido a Dios y al rey!" Como resultado, la gente lo llevó fuera de la ciudad y lo mató a pedradas. Entonces le informaron a Jezabel: "Nabot ha sido apedreado, y está muerto." Tan pronto como Jezabel se enteró de que Nabot había muerto a pedradas, le dijo a Acab: "¡Vamos! Toma posesión del viñedo que Nabot el jezrelita se negó a venderte. Ya no vive; está muerto." Cuando Acab se enteró de que Nabot había muerto, fue a tomar posesión del viñedo. Entonces la palabra del Señor vino a Elías el tisbita y le dio este mensaje: "Ve a encontrarte con Acab, rey de Israel, que gobierna en Samaria. En este momento se encuentra en el viñedo de Nabot, tomando posesión del mismo. Dile que así dice el Señor: ¿No has asesinado a un hombre, y encima te has adueñado de su propiedad? Luego dile que así también dice el Señor: ¡En el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerán también tu propia sangre! " Acab le respondió a Elías: ¡Mi enemigo! ¿Así que me has encontrado? Sí contestó Elías, te he encontrado porque te has vendido para hacer lo que ofende al Señor, quien ahora te dice: Voy a enviarte una desgracia. Acabaré contigo, y de tus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón, esclavo o libre. Haré con tu familia lo mismo que hice con la de Jeroboán hijo de Nabat y con la de Basá hijo de Ahías, porque has provocado mi ira y has hecho que Israel peque. Y en cuanto a Jezabel, el Señor dice: Los perros se la comerán junto al muro de Jezrel. También a los familiares de Acab que mueran en la ciudad se los comerán los perros, y a los que mueran en el campo se los comerán las aves del cielo. Nunca hubo nadie como Acab que, animado por Jezabel su esposa, se prestara para hacer lo que ofende al Señor. Su conducta fue repugnante, pues siguió a los ídolos, como lo habían hecho los amorreos, a quienes el Señor expulsó de la presencia de Israel. Cuando Acab escuchó estas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y ayunó. Dormía vestido así, y andaba deprimido. Entonces la palabra del Señor vino a Elías el tisbita y le dio este mensaje: "¿Has notado cómo Acab se ha humillado ante mí? Por cuanto se ha humillado, no enviaré esta desgracia mientras él viva, sino que la enviaré a su familia durante el reinado de su hijo."


Salmo 75:
Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias e invocamos tu nombre; ¡todos hablan de tus obras portentosas! Tú dices: "Cuando yo lo decida, juzgaré con justicia. Cuando se estremece la tierra con todos sus habitantes, soy yo quien afirma sus columnas." Selah. "No sean altaneros", digo a los altivos; "No sean soberbios", ordeno a los impíos; "No hagan gala de soberbia contra el cielo, ni hablen con aires de suficiencia." La exaltación no viene del oriente, ni del occidente ni del sur, sino que es Dios el que juzga: a unos humilla y a otros exalta. En la mano del Señor hay una copa de espumante vino mezclado con especias; cuando él lo derrame, todos los impíos de la tierra habrán de beberlo hasta las heces. Yo hablaré de esto siempre; cantaré salmos al Dios de Jacob. Aniquilaré la altivez de todos los impíos, y exaltaré el poder de los justos.



Proverbios 7:
Hijo mío, pon en práctica mis palabras y atesora mis mandamientos. Cumple con mis mandatos, y vivirás; cuida mis enseñanzas como a la niña de tus ojos. Llévalos atados en los dedos; anótalos en la tablilla de tu corazón. Di a la sabiduría: "Tú eres mi hermana", y a la inteligencia: "Eres de mi sangre." Ellas te librarán de la mujer ajena, de la adúltera y de sus palabras seductoras. Desde la ventana de mi casa miré a través de la celosía. Me puse a ver a los inexpertos, y entre los jóvenes observé a uno de ellos falto de juicio. Cruzó la calle, llegó a la esquina, y se encaminó hacia la casa de esa mujer. Caía la tarde. Llegaba el día a su fin. Avanzaban las sombras de la noche. De pronto la mujer salió a su encuentro, con toda la apariencia de una prostituta y con solapadas intenciones. (Como es escandalosa y descarada, nunca hallan sus pies reposo en su casa. Unas veces por las calles, otras veces por las plazas, siempre está al acecho en cada esquina.) Se prendió de su cuello, lo besó, y con todo descaro le dijo: "Tengo en mi casa sacrificios de comunión, pues hoy he cumplido mis votos. Por eso he venido a tu encuentro; te buscaba, ¡y ya te he encontrado! Sobre la cama he tendido multicolores linos egipcios. He perfumado mi lecho con aroma de mirra, áloe y canela. Ven, bebamos hasta el fondo la copa del amor; ¡disfrutemos del amor hasta el amanecer! Mi esposo no está en casa, pues ha emprendido un largo viaje. Se ha llevado consigo la bolsa del dinero, y no regresará hasta el día de luna llena." Con palabras persuasivas lo convenció; con lisonjas de sus labios lo sedujo. Y él en seguida fue tras ella, como el buey que va camino al matadero; como el ciervo que cae en la trampa, hasta que una flecha le abre las entrañas; como el ave que se lanza contra la red, sin saber que en ello le va la vida. Así que, hijo mío, escúchame; presta atención a mis palabras. No desvíes tu corazón hacia sus sendas, ni te extravíes por sus caminos, pues muchos han muerto por su causa; sus víctimas han sido innumerables. Su casa lleva derecho al sepulcro; ¡conduce al reino de la muerte!



El Libro de Apocalipsis Capítulo 11 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN




CAPÍTULO 11
(96 d.C.)
LOS DOS TESTIGOS




Y ME fue dada una caña semejante a una vara, y se me dijo (Cristo), Levántate, y mide el Templo de Dios, y el Altar, y a los que adoran en él (se refiere al Templo literal que será reconstruido en Jerusalén, y de nuevo Israel va a instituir los Sacrificios; de hecho, se están realizando los proyectos en este momento para la reconstrucción de esta estructura; además, Daniel predijo este acontecimiento hace unos 500 años antes de Cristo [Dan. 9:27]).2 Pero el Patio que está fuera del Templo, déjalo y no lo midas; porque ha sido entregado a los Gentiles (se refiere al Atrio de los Gentiles, que era el Atrio más distante del Templo; esta "medida" es para el Juicio): y pisotearán la Ciudad Santa (Jerusalén) cuarenta y dos meses. (Se refiere al período que pondrá fin a "los Tiempos de los Gentiles" [Luc. 21:24]. En el punto medio de la Gran Tribulación, el Anticristo se volverá en contra de Israel, en efecto, atacándola y ella será derrotada temporalmente. Él ocupará el Templo, haciéndolo su sede central religiosa [II Tes. 2:4]. Él lo ocupará por tres años y medio.)3 Y daré a Mis dos testigos (Enoc y Elías, dos hombres que todavía no han muerto, en efecto, fueron trasladados antes de experimentar la muerte [Gén. 5:21-24; Mal. 4:5-6]), y ellos profetizarán por mil doscientos y sesenta días, vestidos de cilicio. (Se refiere a tres años y medio, la última mitad de la Gran Tribulación. La ropa y los vestidos de cilicio sugieren que el testimonio incluyera la Predicación de Arrepentimiento [Isa. 37:1-2; Dan. 9:3-5].)4 Estas son los dos olivos, y los dos candeleros que están delante del Dios de la Tierra. (Ambos representan a los dos testigos y se refieren a la visión que el Señor le dio al Profeta Zacarías [Zac., cap. 4].)5 Y si alguno les quisiere dañar, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos (corresponde al Juicio y no al fuego literal): y si alguno les quisiere hacer daño, es necesario que él sea así muerto. (Expresa la protección del Señor y en cualquier manera que se requiere. No cabe duda que el Anticristo procurará matarlos en muchas maneras.)6 Estos tienen potestad de cerrar el Cielo, que no llueva en los días de su Profecía (no significa que no habrá lluvia por tres años y medio, sino que ellos pueden cerrar el Cielo las veces que les parezca necesario; sin duda alguna, no habrá lluvia por meses): y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre (en ese entonces, lo que este milagro será atribuido, se lo dejamos a la imaginación de cualquiera), y para herir la Tierra con toda plaga cuantas veces quisieren (se refiere a las aflicciones y enfermedades de todo tipo, también a las plagas de insectos, como las de moscas, ranas, etc.).7 Y cuando ellos hubieren acabado su testimonio (será al final de los tres años y medio de la Gran Tribulación; irónicamente, este es el mismo lapso de tiempo del Ministerio terrenal de Cristo), la Bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá, y los matará. (La Bestia del Abismo es un Ángel Satánico, no el espíritu humano de algún muerto. Éste fue descrito por Juan en Apoc. 17:8. Es un Ángel caído que andará invisible, pero ayudará enormemente al Anticristo. Y con la ayuda de este Ángel caído, el Anticristo matará a los dos testigos, pero no hasta que haya concluido su Ministerio.)8 Y sus cuerpos serán echados en las plazas de la grande ciudad, que espiritualmente es llamada Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue Crucificado. (Como es evidente, es Jerusalén. Satanás convertirá a esta ciudad en la capital de la homosexualidad [Sodoma] y la mundanalidad [Egipto].)9 Gente de muchos pueblos, y de las tribus, y de las lenguas, y de los Gentiles verán los cuerpos de ellos por tres días y medio (no cabe duda que será transmitida por la Televisión a todo el mundo), y no permitirán que sus cuerpos sean puestos en sepulcros (explica el espectáculo que transcurre por tres días y medio).10 Y los moradores de la Tierra se gozarán sobre ellos, y se alegrarán, y se enviarán dones los unos a los otros (una celebración mundial porque los dos testigos que le han causado tantos problemas al Anticristo ya han muerto); porque estos dos Profetas han atormentado a los que moran sobre la Tierra. (Explica lo que los Verdaderos Profetas tienen tendencia de hacer.)11 Y después de tres días y medio el Espíritu de Vida enviado de Dios, entró en ellos, y se alzaron sobre sus pies (se refiere a estos dos hombres resucitados de entre los muertos; sin duda alguna, será Televisado al mundo entero también); y vino gran temor sobre los que los vieron. (Será un milagro, como es evidente, de proporciones asombrosas.)12 Y oyeron una grande voz del Cielo, que les decía, Subid acá. (Serán Arrebatados en la conclusión de la Gran Tribulación. Estarán entre los últimos de aquéllos incluidos en la Primera Resurrección de la Vida.) Y subieron al Cielo en una nube; y sus enemigos los vieron. (Como se expuso, la Televisión mostrará esta escena milagrosa, que todo el mundo presenciará.)13 Y en aquella hora fue hecho gran temblor de Tierra (es una de las cinco veces que se mencionan los terremotos; es el último que ocurrirá y acontecerá bajo la séptima Copa, que es al final de la Gran Tribulación), y la décima parte de la ciudad cayó (se refiere a Jerusalén), y fueron muertos en el temblor de Tierra en número de siete mil hombres: y los demás fueron espantados, y dieron Gloria al Dios del Cielo. (Existe cierta indicación en el Texto Griego que algunas de estas personas entregaron su corazón a Cristo.)LA SÉPTIMA TROMPETA14 El segundo Ay es pasado (este Ay ocurrió bajo el Sexto Juicio de Trompetas [Apoc. 9:12-21]); he aquí, el tercer Ay vendrá pronto. (No es el terremoto del Versículo 13, sino más bien cuando Satanás será echado fuera conforme a la Séptima Trompeta [Apoc. 12:12].)15 Y el séptimo Ángel tocó la Trompeta (denota el principio de los últimos tres años y medio de la Gran Tribulación), y fueron hechas grandes voces en el Cielo, que decían, Los reinos del mundo han venido a ser los Reinos de nuestro Señor, y de su Cristo; y reinará para siempre jamás. (Es dicho en anticipación y acontecerá definitivamente al final del lapso de estos tres años y medio en la Segunda Venida del Señor.)16 Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus sillas (tronos), se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios (estos Ancianos son seres humanos, es posible que algunos eran Profetas y Apóstoles de la Biblia y representan la totalidad del Plan de Dios en cuanto a la Redención),17 Diciendo, Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras y que has de venir (Lo declaran "El Eterno"); porque has tomado tu gran poder, y has reinado. (De nuevo, esto se refiere a la expectativa, en otras palabras, lo que el Señor va a hacer y lo que Él hará definitivamente.)18 Y se han airado las naciones, y Tu ira es venida (tiene que ver con la Batalla venidera de Armagedón [Sal., cap. 2]), y el tiempo de los muertos, para que sean juzgados, y para que des el galardón a Tus siervos los Profetas, y a los Santos, y a los que temen Tu Nombre, a los pequeñitos y a los grandes (se refiere al Tribunal venidero de Cristo, no el Juicio del Gran Trono Blanco); y para que destruyas los que destruyen la Tierra. (Nuevamente se refiere a la Batalla de Armagedón, en la cual participará Cristo en la Segunda Venida [Apoc., cap. 19].)19 Y el Templo de Dios fue abierto en el Cielo (de algún modo podría parecerse al Templo de Salomón, del cual el Templo Celestial fue el modelo), y el arca de Su Testamento fue vista en Su Templo (se refiere al Arca del Pacto, lo que sirvió nuevamente como el modelo del Arca del Pacto en el Tabernáculo y el Templo en la Tierra durante la época de la Ley): y fueron hechos relámpagos, y voces, y truenos, y terremotos, y grande granizo. (Demuestra lo que es simbólico de la terrible Presencia de Dios y Su Majestad y Gloria.) 


I Corintios Capítulo 13: 
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4 
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8: 
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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