El 24 de Julio Lectura Bíblica Diaria
Salmo 72:
Oh Dios, otorga tu justicia al rey, tu rectitud al príncipe heredero. Así juzgará con rectitud a tu pueblo y hará justicia a tus pobres. Brindarán los montes bienestar al pueblo, y fruto de justicia las colinas. El rey hará justicia a los pobres del pueblo y salvará a los necesitados; ¡él aplastará a los opresores! Que viva el rey por mil generaciones, lo mismo que el sol y que la luna. Que sea como la lluvia sobre un campo sembrado, como las lluvias que empapan la tierra. Que en sus días florezca la justicia, y que haya gran prosperidad, hasta que la luna deje de existir. Que domine el rey de mar a mar, desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra. Que se postren ante él las tribus del desierto; ¡que muerdan el polvo sus enemigos! Que le paguen tributo los reyes de Tarsis y de las costas remotas; que los reyes de Sabá y de Seba le traigan presentes. Que ante él se inclinen todos los reyes; ¡que le sirvan todas las naciones! Él librará al indigente que pide auxilio, y al pobre que no tiene quien lo ayude. Se compadecerá del desvalido y del necesitado, y a los menesterosos les salvará la vida. Los librará de la opresión y la violencia, porque considera valiosa su vida. ¡Que viva el rey! ¡Que se le entregue el oro de Sabá! Que se ore por él sin cesar; que todos los días se le bendiga. Que abunde el trigo en toda la tierra; que ondeen los trigales en la cumbre de los montes. Que el grano se dé como en el Líbano; que abunden las gavillas como la hierba del campo. Que su *nombre perdure para siempre; que su fama permanezca como el sol. se bendigan unas a otras; que todas ellas lo proclamen dichoso. Bendito sea Dios el Señor, el Dios de Israel, el único que hace obras portentosas. Bendito sea por siempre su glorioso nombre; ¡que toda la tierra se llene de su gloria! Amén y amén. Aquí terminan las oraciones de David hijo de Isaí.
Proverbios 4:
Escuchen, hijos, la corrección de un padre; dispónganse a adquirir inteligencia. Yo les brindo buenas enseñanzas, así que no abandonen mi instrucción. Cuando yo era pequeño y vivía con mi padre, cuando era el niño consentido de mi madre, mi padre me instruyó de esta manera: "Aférrate de corazón a mis palabras; obedece mis mandamientos, y vivirás. Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no olvides mis palabras ni te apartes de ellas. No abandones nunca a la sabiduría, y ella te protegerá; ámala, y ella te cuidará. La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento. Estima a la sabiduría, y ella te exaltará; abrázala, y ella te honrará; te pondrá en la cabeza una hermosa diadema; te obsequiará una bella corona." Escucha, hijo mío; acoge mis palabras, y los años de tu vida aumentarán. Yo te guío por el camino de la sabiduría, te dirijo por sendas de rectitud. Cuando camines, no encontrarás obstáculos; cuando corras, no tropezarás. Aférrate a la instrucción, no la dejes escapar; cuídala bien, que ella es tu vida. No sigas la senda de los perversos ni vayas por el camino de los malvados. ¡Evita ese camino! ¡No pases por él! ¡Aléjate de allí, y sigue de largo! Los malvados no duermen si no hacen lo malo; pierden el sueño si no hacen que alguien caiga. Su pan es la maldad; su vino, la violencia. La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud. Pero el camino de los malvados es como la más densa oscuridad; ¡ni siquiera saben con qué tropiezan! Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo. Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida. Aleja de tu boca la perversidad; aparta de tus labios las palabras corruptas. Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad.
El Libro de Apocalipsis Capítulo 8 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN
CAPÍTULO 8
(96 d.C.)
EL SÉPTIMO SELLO
Y CUANDO Él abrió el séptimo Sello (éste es el último sello), fue hecho silencio en el Cielo casi por media hora. (Este silencio expone una expectativa intensa de lo que está por venir al mundo. En otras palabras, no ha sido bueno hasta ahora, la intensidad del Juicio está por incrementar múltiples veces.)
2 Y vi los siete Ángeles que estaban delante de Dios (el Texto Griego dice, "los siete Ángeles de la Presencia de Dios"); y les fueron dadas siete Trompetas. (Ya han transcurrido los Siete Sellos del Juicio. Ahora el mundo va a experimentar los Siete Juicios de Trompetas.)
3 Y otro Ángel vino, y se paró delante del Altar, teniendo un Incensario de Oro (es el "Altar del Incienso" en el Cielo); y le fue dado mucho Incienso (representa la perfección, mérito y virtud de la Vida de Cristo; todo se refiere a Cristo y más particularmente lo que Él hizo en la Cruz; a propósito, este Altar del Incienso en el Cielo es el Diseño del Altar del Incienso en el Tabernáculo en la Tierra puesto directamente delante del Velo durante la época de la Ley) para que lo añadiese a las oraciones de todos los Santos sobre el Altar de Oro que estaba delante del Trono. (Las oraciones de todos los Santos son preciosas en los Ojos de Dios, pero al mismo tiempo imperfectas. Debe agregarse Incienso a nuestras oraciones, lo cual es un tipo de la dulce aroma del mérito de la vida, muerte y Resurrección de Cristo.)
4 Y el humo del Incienso (aunque no nos da mucha información sobre este Versículo, el Ángel ha tomado ascuas de fuego del Altar de Bronce y las ha puesto en el Incensario de Oro) subió de la mano del Ángel delante de Dios (para que nuestras oraciones sean eficaces en el Cielo, siempre se debe combinar con la Obra Intercesora de Cristo [Heb. 7:25-26]), con las oraciones de los Santos. (Al saber que nuestras oraciones "suben delante de Dios," por lo menos si nosotros oramos de acuerdo a la Voluntad de Dios, debiera esto inspirar a todo Santo a una mejor vida de oración.)
5 Y el Ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del Altar (es el Altar de Bronce en el Cielo que tipifica la muerte del Señor, que era preciso para que el hombre pudiera ser redimido; y como es evidente, el Cielo está lleno de la representación de aquella Muerte Sacrificada y Expiatoria), y lo echó en la Tierra (con respecto a la Salvación de la Cruz rechazada por la Tierra, el Juicio de la Cruz ya está por comenzar): y fueron hechos truenos, y voces, y relámpagos, y terremotos. (Todo esto se refiere al hecho de que es el Juicio venidero, y será un Juicio de tal magnitud que el mundo jamás haya visto antes [Mat. 24:21].)
6 Y los Siete Ángeles que tenían las Siete Trompetas, se prepararon para tocar. (Como se mencionó, si se rechaza la Cruz, entonces la consecuencia será el Juicio. Esos eventos acontecerán en unos dos años y medio después del inicio de la Gran Tribulación.)
LA PRIMERA TROMPETA
7 Y el primer Ángel tocó la trompeta (el primer Juicio de Trompeta), y fue hecho granizo y fuego, mezclado con sangre, y fueron arrojados a la Tierra (será literal y será el cumplimiento de la Profecía de Joel [Joel 2:30-32]; es similar a la séptima plaga en Egipto [Éx. 9:22]): y la tercera parte de los árboles fue quemada, y se quemó toda la hierba verde (probablemente se refiere al tercio de la región Mediterránea que estará afectada; aunque afectará a la totalidad de la Tierra, como es evidente, la concentración más grande será en el Medio Oriente).
LA SEGUNDA TROMPETA
8 Y el segundo Ángel tocó la Trompeta, y como un gran monte ardiendo con fuego fue lanzado en el mar (es muy probable que será un meteorito gigante que caerá en el Mar Mediterráneo): y la tercera parte de la Mar se convirtió en sangre (es algo parecido a lo que sucedió en Egipto hace muchos años [Éx. 7:20-21]);
9 Y murió la tercera parte de las criaturas que estaban en el Mar, las cuales tenían vida; y la tercera parte de los navíos pereció (la parte afectada por el meteorito, o por alguna otra manera que Dios escoge para hacer esto).
LA TERCERA TROMPETA
10 Y el tercer Ángel tocó la Trompeta, y cayó del Cielo una grande estrella, ardiendo como una antorcha (es muy probable que será otro meteorito), y cayó en la tercera parte de los ríos, y en las fuentes de las aguas (una tercera parte del área de la Tierra; se refiere a la región del Antiguo Imperio Romano [Dan. 7:7-8]);
11 Y el nombre de la estrella la llaman Ajenjo (este enorme meteorito que caerá va a traer consigo las propiedades de una planta amarga y nauseabunda conocida como el "Ajenjo" [Jer. 9:15]): y la tercera parte de las aguas fue vuelta en ajenjo; y muchos murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas. (Es concebible que afectará a cientos de miles, hasta millones de vidas.)
LA CUARTA TROMPETA
12 Y el cuarto Ángel tocó la Trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas; de tal manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no alumbraba la tercera parte del día, y lo mismo de la noche. (Nuevamente, déjenos poner en relieve el hecho de que estos Juicios no son simbólicos, ¡son literales! Jesús dijo que esto acontecería [Luc. 21:25-26].)
13 Y miré, y oí un Ángel volar por medio del Cielo, diciendo en alta voz (es posible que este Ángel vaya a ser visible a la gente en la Tierra y también representado por la Televisión), ¡Ay! ¡ay! ¡ay! de los que moran en la Tierra, por razón de las otras voces de Trompeta de los tres Ángeles que han de tocar! (Los tres "Ayes" tienen el propósito de corresponder al resto de los tres Juicios de Trompeta.)
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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