El 3 de junio Lectura Bíblica Diaria
13 He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos,
Y oído y entendido mis oídos. Como vosotros lo sabéis, lo sé yo;
No soy menos que vosotros. Mas yo hablaría con el Todopoderoso,
Y querría razonar con Dios. Porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira;
Sois todos vosotros médicos nulos. Ojalá callarais por completo,
Porque esto os fuera sabiduría. Oíd ahora mi razonamiento,
Y estad atentos a los argumentos de mis labios. ¿Hablaréis iniquidad por Dios?
¿Hablaréis por él engaño? ¿Haréis acepción de personas a su favor?
¿Contenderéis vosotros por Dios? ¿Sería bueno que él os escudriñase?
¿Os burlaréis de él como quien se burla de algún hombre? El os reprochará de seguro,
Si solapadamente hacéis acepción de personas. De cierto su alteza os habría de espantar,
Y su pavor habría de caer sobre vosotros. Vuestras máximas son refranes de ceniza,
Y vuestros baluartes son baluartes de lodo. Escuchadme, y hablaré yo,
Y que me venga después lo que viniere. ¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes,
Y tomaré mi vida en mi mano? He aquí, aunque él me matare, en él esperaré;
No obstante, defenderé delante de él mis caminos, Y él mismo será mi salvación,
Porque no entrará en su presencia el impío. Oíd con atención mi razonamiento,
Y mi declaración entre en vuestros oídos. He aquí ahora, si yo expusiere mi causa,
Sé que seré justificado. ¿Quién es el que contenderá conmigo?
Porque si ahora yo callara, moriría. A lo menos dos cosas no hagas conmigo;
Entonces no me esconderé de tu rostro: Aparta de mí tu mano,
Y no me asombre tu terror. Llama luego, y yo responderé;
O yo hablaré, y respóndeme tú. ¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo?
Hazme entender mi transgresión y mi pecado. ¿Por qué escondes tu rostro,
Y me cuentas por tu enemigo? ¿A la hoja arrebatada has de quebrantar,
Y a una paja seca has de perseguir? ¿Por qué escribes contra mí amarguras,
Y me haces cargo de los pecados de mi juventud? Pones además mis pies en el cepo, y observas todos mis caminos,
Trazando un límite para las plantas de mis pies. Y mi cuerpo se va gastando como de carcoma,
Como vestido que roe la polilla.
14 El hombre nacido de mujer,
Corto de días, y hastiado de sinsabores, Sale como una flor y es cortado,
Y huye como la sombra y no permanece. ¿Sobre éste abres tus ojos,
Y me traes a juicio contigo? ¿Quién hará limpio a lo inmundo?
Nadie. Ciertamente sus días están determinados,
Y el número de sus meses está cerca de ti;
Le pusiste límites, de los cuales no pasará. Si tú lo abandonares, él dejará de ser;
Entre tanto deseará, como el jornalero, su día. Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza;
Retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz,
Y su tronco fuere muerto en el polvo, Al percibir el agua reverdecerá,
Y hará copa como planta nueva. Mas el hombre morirá, y será cortado;
Perecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Como las aguas se van del mar,
Y el río se agota y se seca, Así el hombre yace y no vuelve a levantarse;
Hasta que no haya cielo, no despertarán,
Ni se levantarán de su sueño. ¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol,
Que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira,
Que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?
Todos los días de mi edad esperaré,
Hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé;
Tendrás afecto a la hechura de tus manos. Pero ahora me cuentas los pasos,
Y no das tregua a mi pecado; Tienes sellada en saco mi prevaricación,
Y tienes cosida mi iniquidad. Ciertamente el monte que cae se deshace,
Y las peñas son removidas de su lugar; Las piedras se desgastan con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra;
De igual manera haces tú perecer la esperanza del hombre. Para siempre serás más fuerte que él, y él se va;
Demudarás su rostro, y le despedirás. Sus hijos tendrán honores, pero él no lo sabrá;
O serán humillados, y no entenderá de ello. Mas su carne sobre él se dolerá,
Y se entristecerá en él su alma.
15 Respondió Elifaz temanita, y dijo: ¿Proferirá el sabio vana sabiduría,
Y llenará su vientre de viento solano? ¿Disputará con palabras inútiles,
Y con razones sin provecho? Tú también disipas el temor,
Y menoscabas la oración delante de Dios. Porque tu boca declaró tu iniquidad,
Pues has escogido el hablar de los astutos. Tu boca te condenará, y no yo;
Y tus labios testificarán contra ti. ¿Naciste tú primero que Adán?
¿O fuiste formado antes que los collados? ¿Oíste tú el secreto de Dios,
Y está limitada a ti la sabiduría? ¿Qué sabes tú que no sepamos?
¿Qué entiendes tú que no se halle en nosotros? Cabezas canas y hombres muy ancianos hay entre nosotros,
Mucho más avanzados en días que tu padre. ¿En tan poco tienes las consolaciones de Dios,
Y las palabras que con dulzura se te dicen? ¿Por qué tu corazón te aleja,
Y por qué guiñan tus ojos, Para que contra Dios vuelvas tu espíritu,
Y saques tales palabras de tu boca? ¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio,
Y para que se justifique el nacido de mujer? He aquí, en sus santos no confía,
Y ni aun los cielos son limpios delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre abominable y vil,
Que bebe la iniquidad como agua? Escúchame; yo te mostraré,
Y te contaré lo que he visto; Lo que los sabios nos contaron
De sus padres, y no lo encubrieron; A quienes únicamente fue dada la tierra,
Y no pasó extraño por en medio de ellos. Todos sus días, el impío es atormentado de dolor,
Y el número de sus años está escondido para el violento. Estruendos espantosos hay en sus oídos;
En la prosperidad el asolador vendrá sobre él. El no cree que volverá de las tinieblas,
Y descubierto está para la espada. Vaga alrededor tras el pan, diciendo: ¿En dónde está?
Sabe que le está preparado día de tinieblas. Tribulación y angustia le turbarán,
Y se esforzarán contra él como un rey dispuesto para la batalla, Por cuanto él extendió su mano contra Dios,
Y se portó con soberbia contra el Todopoderoso. Corrió contra él con cuello erguido,
Con la espesa barrera de sus escudos. Porque la gordura cubrió su rostro,
E hizo pliegues sobre sus ijares; Y habitó las ciudades asoladas,
Las casas inhabitadas,
Que estaban en ruinas. No prosperará, ni durarán sus riquezas,
Ni extenderá por la tierra su hermosura. No escapará de las tinieblas;
La llama secará sus ramas,
Y con el aliento de su boca perecerá. No confíe el iluso en la vanidad,
Porque ella será su recompensa. El será cortado antes de su tiempo,
Y sus renuevos no reverdecerán. Perderá su agraz como la vid,
Y derramará su flor como el olivo. Porque la congregación de los impíos será asolada,
Y fuego consumirá las tiendas de soborno. Concibieron dolor, dieron a luz iniquidad,
Y en sus entrañas traman engaño.
Salmo 122:
Proverbios 22:
Mejor tener buena fama que mucha riqueza; la buena fama es mejor que la plata y el oro. El rico y el pobre coinciden en algo: a uno y otro los hizo el Señor. El que es astuto, ve el peligro y se esconde; el que es ingenuo, sigue adelante y es afectado. El Señor recompensa a los que le temen con riquezas, honra y vida, si son humildes. El camino del perverso está lleno de trampas y espinas; quien se cuida a sí mismo, se cuida de seguirlo. Enseña al niño a seguir fielmente su camino, y aunque llegue a anciano no se apartará de él. Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de los prestamistas. El que siembra maldad, maldad cosechará; ¡el Señor destruirá su insolente violencia! Bendito sea quien ve a otros con bondad y comparte su pan con el indigente! Expulsa al blasfemo, y se acabarán las peleas, cesarán los pleitos y las ofensas.
El Libro de Marcos Capítulo 6 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
CAPÍTULO 6
(31 d.C.)
LA INCREDULIDAD
EN NAZARET
Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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