25 November 2023

El 25 de noviembre Lectura r Bíblica Diaria

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 El 25 de noviembre Lectura Bíblica Diaria:

Ezequiel 2 - 4:

2 Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes. Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes. 3 Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y vé y habla a la casa de Israel. Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel. Luego me dijo: Hijo de hombre, vé y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras. Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel. No a muchos pueblos de habla profunda ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te oyeran. Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón. He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes. Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde. Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y vé y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar. Y me levantó el Espíritu, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar. Oí también el sonido de las alas de los seres vivientes que se juntaban la una con la otra, y el sonido de las ruedas delante de ellos, y sonido de gran estruendo. Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí. Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos. Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma. Vino allí la mano de Jehová sobre mí, y me dijo: Levántate, y sal al campo, y allí hablaré contigo. Y me levanté y salí al campo; y he aquí que allí estaba la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro. Entonces entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y me habló, y me dijo: Entra, y enciérrate dentro de tu casa. Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán sobre ti cuerdas, y con ellas te ligarán, y no saldrás entre ellos. Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos varón que reprende; porque son casa rebelde. Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son. 4 Tú, hijo de hombre, tómate un adobe, y ponlo delante de ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén. Y pondrás contra ella sitio, y edificarás contra ella fortaleza, y sacarás contra ella baluarte, y pondrás delante de ella campamento, y colocarás contra ella arietes alrededor. Tómate también una plancha de hierro, y ponla en lugar de muro de hierro entre ti y la ciudad; afirmarás luego tu rostro contra ella, y será en lugar de cerco, y la sitiarás. Es señal a la casa de Israel. Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado. Al asedio de Jerusalén afirmarás tu rostro, y descubierto tu brazo, profetizarás contra ella. Y he aquí he puesto sobre ti ataduras, y no te volverás de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio. Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos el número de los días que te acuestes sobre tu lado; trescientos noventa días comerás de él. La comida que comerás será de peso de veinte siclos al día; de tiempo en tiempo la comerás. Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un hin; de tiempo en tiempo la beberás. Y comerás pan de cebada cocido debajo de la ceniza; y lo cocerás a vista de ellos al fuego de excremento humano. Y dijo Jehová: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo, entre las naciones a donde los arrojaré yo. Y dije: ¡Ah, Señor Jehová! he aquí que mi alma no es inmunda, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda. Y me respondió: He aquí te permito usar estiércol de bueyes en lugar de excremento humano para cocer tu pan. Me dijo luego: Hijo de hombre, he aquí quebrantaré el sustento del pan en Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con espanto, para que al faltarles el pan y el agua, se miren unos a otros con espanto, y se consuman en su maldad.

Salmo 29:

Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos,
Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad. Voz de Jehová sobre las aguas;
Truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas. Voz de Jehová con potencia;
Voz de Jehová con gloria. Voz de Jehová que quebranta los cedros;
Quebrantó Jehová los cedros del Líbano. Los hizo saltar como becerros;
Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos. Voz de Jehová que derrama llamas de fuego; Voz de Jehová que hace temblar el desierto;
Hace temblar Jehová el desierto de Cades. Voz de Jehová que desgaja las encinas,
Y desnuda los bosques;
En su templo todo proclama su gloria. Jehová preside en el diluvio,
Y se sienta Jehová como rey para siempre. Jehová dará poder a su pueblo;
Jehová bendecirá a su pueblo con paz.


Proverbios 17:

Mejor es un bocado seco, y en paz,
Que casa de contiendas llena de provisiones. El siervo prudente se enseñoreará del hijo que deshonra,
Y con los hermanos compartirá la herencia. El crisol para la plata, y la hornaza para el oro;
Pero Jehová prueba los corazones. El malo está atento al labio inicuo;
Y el mentiroso escucha la lengua detractora. El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor;
Y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo. Corona de los viejos son los nietos,
Y la honra de los hijos, sus padres. No conviene al necio la altilocuencia;
¡Cuánto menos al príncipe el labio mentiroso! Piedra preciosa es el soborno para el que lo practica;
Adondequiera que se vuelve, halla prosperidad. El que cubre la falta busca amistad;
Mas el que la divulga, aparta al amigo. La reprensión aprovecha al entendido,
Más que cien azotes al necio. El rebelde no busca sino el mal,
Y mensajero cruel será enviado contra él. Mejor es encontrarse con una osa a la cual han robado sus cachorros,
Que con un fatuo en su necedad. El que da mal por bien,
No se apartará el mal de su casa. El que comienza la discordia es como quien suelta las aguas;
Deja, pues, la contienda, antes que se enrede. El que justifica al impío, y el que condena al justo,
Ambos son igualmente abominación a Jehová. ¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría,
No teniendo entendimiento? En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia. El hombre falto de entendimiento presta fianzas,
Y sale por fiador en presencia de su amigo. El que ama la disputa, ama la transgresión;
Y el que abre demasiado la puerta busca su ruina. El perverso de corazón nunca hallará el bien,
Y el que revuelve con su lengua caerá en el mal. El que engendra al insensato, para su tristeza lo engendra;
Y el padre del necio no se alegrará. El corazón alegre constituye buen remedio;
Mas el espíritu triste seca los huesos. El impío toma soborno del seno
Para pervertir las sendas de la justicia. En el rostro del entendido aparece la sabiduría;
Mas los ojos del necio vagan hasta el extremo de la tierra. El hijo necio es pesadumbre de su padre,
Y amargura a la que lo dio a luz. Ciertamente no es bueno condenar al justo,
Ni herir a los nobles que hacen lo recto. El que ahorra sus palabras tiene sabiduría;
De espíritu prudente es el hombre entendido. Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El que cierra sus labios es entendido.


El Libro de Los Hechos Capítulo 3 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

 
 
LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
 
 
CAPÍTULO 3 (33 d.C.) 
SANIDAD PEDRO
 
 
Pedro y Juan subían juntos al Templo a la hora de oración, la de novena (3:00 de la tarde). 2 Y un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, era traído, a quien ponían cada día (parece haber sido una ocurrencia diaria que sucedía muy a menudo de una manera u otra desde la niñez de este hombre; poco se daba cuenta que ese día sería el día más grande de su vida) a la puerta del Templo que se llama la Hermosa (según Josefo, fue hecho de un costoso bronce de Corinto; se dice que estaba casi de 23 metros [cerca de 62 pies] de ancho y 11 metros [31 pies] de alto), para que pidiese limosna de los que entraban en el Templo (él era un mendigo). 3 Éste, como vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, rogaba que le diesen limosna. 4 Y Pedro, con Juan, fijando los ojos en él (indica que fueron conmovidos por el Espíritu Santo a hacer esto), dijo, Mira a nosotros (Pedro quiso que escuchara lo que él estaba por decir). 5 Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir de ellos algo (esperando recibir dinero). 6 Y Pedro dijo, Ni tengo plata ni oro (¿Me pregunto cómo esta declaración que Pedro dio con respecto a la plata y el oro se relaciona con el mensaje moderno de avaricia?); pero lo que tengo te doy (precisamente en este momento, la Iglesia moderna tiene bastante plata y oro, pero no tiene el Poder de Dios): en el Nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda (no está en el nombre de Mahoma, ni Confucio, etc.). 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó (no fue presunción, sino más bien la Fe en acción): y luego fueron afirmados sus pies y tobillos (era un milagro). 8 Y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios (constantemente alababa a Dios). 10 Y conocían que él era el que se sentaba a solicitar limosna a la Puerta del Templo, la Hermosa (él solía ir allí, sin lugar a dudas, durante años): y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido (su sanidad era innegable). 11 Y aferrado a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado (no quiso que ni Pedro ni Juan se escapasen de su vista; le parecía como que su aflicción le volvería si ellos lo dejaran, o eso era lo que pensaba), todo el pueblo concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón, atónitos (lo sucedido atrajo a una multitud, precisamente lo que era la intención del Espíritu Santo). Y viendo esto Pedro (la multitud que se reunía), respondió al pueblo, Varones Israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? (En esencia, él declaraba que Jesús vive y Su Obra continúa.) o ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud o piedad hubiésemos hecho andar a éste? (Él se quita de sí mismo la atención y la de Juan y se la dirige al Señor Jesucristo.) 13 El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a Su Hijo Jesús (Crisóstomo dijo, «Él se apoyaba en los Patriarcas de la antigüedad, no sea que él apareciera haber introducido una nueva doctrina».); al cual vosotros entregasteis (tiene que ver con los Principales Sacerdotes que entregaron a Jesús a Pilato para ser Crucificado), y negasteis delante de Pilato, juzgando Él que había de ser suelto (el Espíritu Santo culpa en gran parte a los líderes religiosos de Israel). 14 Pero vosotros negasteis al Santo y Justo (pone en relieve el terrible pecado de Israel, y también el terrible pecado de la mayoría de la humanidad, y por todas las edades), y pedisteis que se os diese un homicida (habla de Barrabás [Mat. 27:15-26], ¡y desde entonces los dominaban unos asesinos!); 15 Y matasteis al Autor de la vida (Pedro no tenía pelos en la lengua, no ablandaba su Mensaje de ninguna manera), Al Cual Dios ha resucitado de los muertos (la Resurrección, como sería obvio, ratificó lo que se hizo en la Cruz); de lo cual nosotros somos testigos (quiere decir que ellos habían visto personalmente al Cristo Resucitado; no hay testigo mejor que un testigo ocular). 16 Y por medio de la Fe de Su Nombre, a éste que vosotros veis y conocéis (no había manera alguna de negar el Milagro), ha confirmado su Nombre (¡presenta el enigma de todas las cosas!): y la Fe que por Él (Jesús) es, ha dado a este (el hombre lisiado) esta completa sanidad en presencia de todos vosotros (no era una sanidad parcial, sino una sanidad total, así es como obra el Señor). 17 Pero ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros Dirigentes (aunque ellos eran ignorantes, lamentablemente era una ignorancia voluntariosa; en otras palabras, no tenían ningún deseo de saber la Verdad acerca de Jesús). 18 Pero Dios ha cumplido (explica que Su Muerte fue predestinada, pero no predestinada en cuanto a quien cometería el hecho) así lo que había antes anunciado por boca de todos Sus Profetas (en otras palabras, si ellos hubieran entendido la Biblia, que seguramente debieron haber entendido, ellos hubieran tenido conocimiento de Jesús), que Su Cristo había de padecer (la totalidad de la Historia de la Biblia es «Jesucristo y Él Crucificado»). 19 Así que, arrepentíos y convertíos (el arrepentimiento es un reconocimiento de que Dios tiene razón, y que nosotros estamos equivocados; él le hablaba a los Dirigentes así como a la gente), para que sean borrados vuestros pecados (habla de la Justificación por la Fe), para que vendrán los tiempos de refrigerio de la Presencia del Señor (debiera haberse traducido, «a fin de que los tiempos de refrigerio vengan de la Presencia del Señor»); 20 Y enviará a Jesucristo (pertenece a la Segunda Venida [Apoc., cap. 19]), que os fue antes anunciado (por los Profetas, y también el Ministerio público de Cristo a Israel durante aproximadamente tres años y medio): 21 A Quien de cierto es necesario que el Cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (se refiere a Jesús que permanece en el Cielo hasta que esta Dispensación de la Gracia haya cumplido su curso, después de la cual Él volverá a esta Tierra), que habló Dios por boca de Sus Santos Profetas que han sido desde tiempos antiguos (otra vez, si ellos hubieran entendido la Palabra de Dios, que en esa época consistía en Génesis a Malaquías, habrían entendido todas estas cosas). 22 Porque Moisés dijo a los Padres (Deut. 18:15-19), El Señor vuestro Dios os levantará Profeta de vuestros hermanos, como yo (la Promesa del Mesías); a Él oiréis en todas las cosas que os hablare (no podía estar más claro). 23 Y será, que cualquier alma que no oiga a aquel Profeta (se refiere a la totalidad del mundo), será desarraigada del pueblo (¡será eternamente perdido!). 24 Y todos los Profetas desde Samuel (aunque hubieron Profetas antes de Samuel, él era el primero en colocarse en la Oficina de Profeta) y en adelante, todos los que han hablado, han anunciado estos días (se refiere a todos los Profetas, al menos de una manera u otra, señalaban al Redentor venidero, Quien sería el Señor Jesucristo). 25 Vosotros sois los hijos de los Profetas (quiere decir que ellos debieran haber entendido lo que los Profetas declararon), y del Pacto que Dios concertó con nuestros Padres (se refiere al Pacto Abrámico [Gén. 12:1-3]), diciendo a Abraham, Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la Tierra (habla de Jesucristo como aquella «Simiente»). 26 A vosotros primeramente (se refiere a la oferta de la Salvación hecha primero a los Judíos [Luc. 24:47; Rom. 1:16; 2:10]), Dios, habiendo levantado a Su Hijo (se refiere a la Resurrección), le envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su (la maldad suya) maldad (sólo Jesús podía hacer esto, lo que Él hizo por medio de Su Obra expiatoria en la Cruz [Ef. 2:13-18]).

Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

 





 
 

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