20 September 2023

El 20 de setiembre Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 20 de setiembre Lectura Bíblica Diaria:


Nehemías 9 a 11:
9 El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí. Y ya se había apartado la descendencia de Israel de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padres. Y puestos de pie en su lugar, leyeron el libro de la ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día, y la cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron a Jehová su Dios. Luego se levantaron sobre la grada de los levitas, Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, y clamaron en voz alta a Jehová su Dios. Y dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: Levantaos, bendecid a Jehová vuestro Dios desde la eternidad hasta la eternidad; y bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza. Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran. Tú eres, oh Jehová, el Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los caldeos, y le pusiste el nombre Abraham; y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su descendencia; y cumpliste tu palabra, porque eres justo. Y miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y oíste el clamor de ellos en el Mar Rojo; e hiciste señales y maravillas contra Faraón, contra todos sus siervos, y contra todo el pueblo de su tierra, porque sabías que habían procedido con soberbia contra ellos; y te hiciste nombre grande, como en este día. Dividiste el mar delante de ellos, y pasaron por medio de él en seco; y a sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en profundas aguas. Con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde habían de ir. Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos, y les ordenaste el día de reposo santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley. Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano y juraste que se la darías. Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos. No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste. Además, cuando hicieron para sí becerro de fundición y dijeron: Este es tu Dios que te hizo subir de Egipto; y cometieron grandes abominaciones, tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de fuego, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste para su sed. Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies. Y les diste reinos y pueblos, y los repartiste por distritos; y poseyeron la tierra de Sehón, la tierra del rey de Hesbón, y la tierra de Og rey de Basán. Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra de la cual habías dicho a sus padres que habían de entrar a poseerla. Y los hijos vinieron y poseyeron la tierra, y humillaste delante de ellos a los moradores del país, a los cananeos, los cuales entregaste en su mano, y a sus reyes, y a los pueblos de la tierra, para que hiciesen de ellos como quisieran. Y tomaron ciudades fortificadas y tierra fértil, y heredaron casas llenas de todo bien, cisternas hechas, viñas y olivares, y muchos árboles frutales; comieron, se saciaron, y se deleitaron en tu gran bondad. Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra ellos para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones. Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero en el tiempo de su tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos los oíste; y según tu gran misericordia les enviaste libertadores para que los salvasen de mano de sus enemigos. Pero una vez que tenían paz, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en mano de sus enemigos que los dominaron; pero volvían y clamaban otra vez a ti, y tú desde los cielos los oías y según tus misericordias muchas veces los libraste. Les amonestaste a que se volviesen a tu ley; mas ellos se llenaron de soberbia, y no oyeron tus mandamientos, sino que pecaron contra tus juicios, los cuales si el hombre hiciere, en ellos vivirá; se rebelaron, endurecieron su cerviz, y no escucharon. Les soportaste por muchos años, y les testificaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon; por lo cual los entregaste en mano de los pueblos de la tierra. Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso. Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte, temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento que ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta este día. Pero tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo. Nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley, ni atendieron a tus mandamientos y a tus testimonios con que les amonestabas. Y ellos en su reino y en tu mucho bien que les diste, y en la tierra espaciosa y fértil que entregaste delante de ellos, no te sirvieron, ni se convirtieron de sus malas obras. He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia. A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos, firmada por nuestros príncipes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes. 10 Los que firmaron fueron: Nehemías el gobernador, hijo de Hacalías, y Sedequías, Seraías, Azarías, Jeremías, Pasur, Amarías, Malquías, Hatús, Sebanías, Maluc, Harim, Meremot, Obadías, Daniel, Ginetón, Baruc, Mesulam, Abías, Mijamín, Maazías, Bilgai y Semaías; éstos eran sacerdotes. Y los levitas: Jesúa hijo de Azanías, Binúi de los hijos de Henadad, Cadmiel, y sus hermanos Sebanías, Hodías, Kelita, Pelaías, Hanán, Micaía, Rehob, Hasabías, Zacur, Serebías, Sebanías, Hodías, Bani y Beninu. Los cabezas del pueblo: Paros, Pahat-moab, Elam, Zatu, Bani, Buni, Azgad, Bebai, Adonías, Bigvai, Adín, Ater, Ezequías, Azur, Hodías, Hasum, Bezai, Harif, Anatot, Nebai, Magpías, Mesulam, Hezir, Mesezabeel, Sadoc, Jadúa, Pelatías, Hanán, Anaías, Oseas, Hananías, Hasub, Halohes, Pilha, Sobec, Rehum, Hasabna, Maasías, Ahías, Hanán, Anán, Maluc, Harim y Baana. Y el resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros y cantores, los sirvientes del templo, y todos los que se habían apartado de los pueblos de las tierras a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos e hijas, todo el que tenía comprensión y discernimiento, se reunieron con sus hermanos y sus principales, para protestar y jurar que andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor. Y que no daríamos nuestras hijas a los pueblos de la tierra, ni tomaríamos sus hijas para nuestros hijos. Asimismo, que si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercaderías y comestibles en día de reposo, nada tomaríamos de ellos en ese día ni en otro día santificado; y que el año séptimo dejaríamos descansar la tierra, y remitiríamos toda deuda. Nos impusimos además por ley, el cargo de contribuir cada año con la tercera parte de un siclo para la obra de la casa de nuestro Dios; para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto continuo, los días de reposo, las nuevas lunas, las festividades, y para las cosas santificadas y los sacrificios de expiación por el pecado de Israel, y para todo el servicio de la casa de nuestro Dios. Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo, acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según las casas de nuestros padres, en los tiempos determinados cada año, para quemar sobre el altar de Jehová nuestro Dios, como está escrito en la ley. Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol. Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios; que traeríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades; y que estaría el sacerdote hijo de Aarón con los levitas, cuando los levitas recibiesen el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro. Porque a las cámaras del tesoro han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite; y allí estarán los utensilios del santuario, y los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores; y no abandonaremos la casa de nuestro Dios. 11 Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén; mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades. Y bendijo el pueblo a todos los varones que voluntariamente se ofrecieron para morar en Jerusalén. Estos son los jefes de la provincia que moraron en Jerusalén; pero en las ciudades de Judá habitaron cada uno en su posesión, en sus ciudades; los israelitas, los sacerdotes y levitas, los sirvientes del templo y los hijos de los siervos de Salomón. En Jerusalén, pues, habitaron algunos de los hijos de Judá y de los hijos de Benjamín. De los hijos de Judá: Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalaleel, de los hijos de Fares, y Maasías hijo de Baruc, hijo de Colhoze, hijo de Hazaías, hijo de Adaías, hijo de Joiarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloni. Todos los hijos de Fares que moraron en Jerusalén fueron cuatrocientos sesenta y ocho hombres fuertes. Estos son los hijos de Benjamín: Salú hijo de Mesulam, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maasías, hijo de Itiel, hijo de Jesaías. Y tras él Gabai y Salai, novecientos veintiocho. Y Joel hijo de Zicri era el prefecto de ellos, y Judá hijo de Senúa el segundo en la ciudad. De los sacerdotes: Jedaías hijo de Joiarib, Jaquín, Seraías hijo de Hilcías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Meraiot, hijo de Ahitob, príncipe de la casa de Dios, y sus hermanos, los que hacían la obra de la casa, ochocientos veintidós; y Adaías hijo de Jeroham, hijo de Pelalías, hijo de Amsi, hijo de Zacarías, hijo de Pasur, hijo de Malquías, y sus hermanos, jefes de familias, doscientos cuarenta y dos; y Amasai hijo de Azareel, hijo de Azai, hijo de Mesilemot, hijo de Imer, y sus hermanos, hombres de gran vigor, ciento veintiocho, el jefe de los cuales era Zabdiel hijo de Gedolim. De los levitas: Semaías hijo de Hasub, hijo de Azricam, hijo de Hasabías, hijo de Buni; Sabetai y Jozabad, de los principales de los levitas, capataces de la obra exterior de la casa de Dios; y Matanías hijo de Micaía, hijo de Zabdi, hijo de Asaf, el principal, el que empezaba las alabanzas y acción de gracias al tiempo de la oración; Bacbuquías el segundo de entre sus hermanos; y Abda hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún. Todos los levitas en la santa ciudad eran doscientos ochenta y cuatro. Los porteros, Acub, Talmón y sus hermanos, guardas en las puertas, ciento setenta y dos. Y el resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas, en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad. Los sirvientes del templo habitaban en Ofel; y Ziha y Gispa tenían autoridad sobre los sirvientes del templo. Y el jefe de los levitas en Jerusalén era Uzi hijo de Bani, hijo de Hasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaía, de los hijos de Asaf, cantores, sobre la obra de la casa de Dios. Porque había mandamiento del rey acerca de ellos, y distribución para los cantores para cada día. Y Petaías hijo de Mesezabeel, de los hijos de Zera hijo de Judá, estaba al servicio del rey en todo negocio del pueblo. Tocante a las aldeas y sus tierras, algunos de los hijos de Judá habitaron en Quiriat-arba y sus aldeas, en Dibón y sus aldeas, en Jecabseel y sus aldeas, en Jesúa, Molada y Bet-pelet, en Hazar-sual, en Beerseba y sus aldeas, en Siclag, en Mecona y sus aldeas, en En-rimón, en Zora, en Jarmut, en Zanoa, en Adulam y sus aldeas, en Laquis y sus tierras, y en Azeca y sus aldeas. Y habitaron desde Beerseba hasta el valle de Hinom. Y los hijos de Benjamín habitaron desde Geba, en Micmas, en Aía, en Bet-el y sus aldeas, en Anatot, Nob, Ananías, Hazor, Ramá, Gitaim, Hadid, Seboim, Nebalat, Lod, y Ono, valle de los artífices; y algunos de los levitas, en los repartimientos de Judá y de Benjamín.

Salmo 114:  Cuando salió Israel de Egipto, La casa de Jacob del pueblo extranjero, Judá vino a ser su santuario, E Israel su señorío. El mar lo vio, y huyó; El Jordán se volvió atrás. Los montes saltaron como carneros, Los collados como corderitos. ¿Qué tuviste, oh mar, que huiste? ¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás? Oh montes, ¿por qué saltasteis como carneros, Y vosotros, collados, como corderitos? A la presencia de Jehová tiembla la tierra, A la presencia del Dios de Jacob, El cual cambió la peña en estanque de aguas, Y en fuente de aguas la roca.

Proverbios 14: La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba. El que camina en su rectitud teme a Jehová; Mas el de caminos pervertidos lo menosprecia. En la boca del necio está la vara de la soberbia; Mas los labios de los sabios los guardarán. Sin bueyes el granero está vacío; Mas por la fuerza del buey hay abundancia de pan. El testigo verdadero no mentirá; Mas el testigo falso hablará mentiras. Busca el escarnecedor la sabiduría y no la halla; Mas al hombre entendido la sabiduría le es fácil. Vete de delante del hombre necio, Porque en él no hallarás labios de ciencia. La ciencia del prudente está en entender su camino; Mas la indiscreción de los necios es engaño. Los necios se mofan del pecado; Mas entre los rectos hay buena voluntad. El corazón conoce la amargura de su alma; Y extraño no se entremeterá en su alegría. La casa de los impíos será asolada; Pero florecerá la tienda de los rectos. Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte. Aun en la risa tendrá dolor el corazón; Y el término de la alegría es congoja. De sus caminos será hastiado el necio de corazón; Pero el hombre de bien estará contento del suyo. El simple todo lo cree; Mas el avisado mira bien sus pasos. El sabio teme y se aparta del mal; Mas el insensato se muestra insolente y confiado. El que fácilmente se enoja hará locuras; Y el hombre perverso será aborrecido. Los simples heredarán necedad; Mas los prudentes se coronarán de sabiduría. Los malos se inclinarán delante de los buenos, Y los impíos a las puertas del justo. El pobre es odioso aun a su amigo; Pero muchos son los que aman al rico. Peca el que menosprecia a su prójimo; Mas el que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado. ¿No yerran los que piensan el mal? Misericordia y verdad alcanzarán los que piensan el bien. En toda labor hay fruto; Mas las vanas palabras de los labios empobrecen. Las riquezas de los sabios son su corona; Pero la insensatez de los necios es infatuación. El testigo verdadero libra las almas; Mas el engañoso hablará mentiras. En el temor de Jehová está la fuerte confianza; Y esperanza tendrán sus hijos. El temor de Jehová es manantial de vida Para apartarse de los lazos de la muerte. En la multitud del pueblo está la gloria del rey; Y en la falta de pueblo la debilidad del príncipe. El que tarda en airarse es grande de entendimiento; Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad. El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos. El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; Mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra. Por su maldad será lanzado el impío; Mas el justo en su muerte tiene esperanza. En el corazón del prudente reposa la sabiduría; Pero no es conocida en medio de los necios. La justicia engrandece a la nación; Mas el pecado es afrenta de las naciones. La benevolencia del rey es para con el servidor entendido; Mas su enojo contra el que lo avergüenza.


El Libro de Mateo Capítulo 25 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO
 
CAPÍTULO 25
(33 d.C.)
LA PARÁBOLA DE LAS
DIEZ VÍRGENES
 
ENTONCES el Reino de los Cielos será semejante a diez (el número "10" en la Biblia habla de la perfección) vírgenes (representa aquéllos que pertenecen al Señor), que tomando sus lámparas (representa la Luz de Cristo en todos los Creyentes), salieron a recibir al esposo (Cristo).
2 Y las cinco de ellas eran prudentes, y las cinco insensatas (indicativo del Cristianismo moderno).
3 Las que eran insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite (comenzaron a vivir fuera de la esfera del Espíritu Santo):
4 Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos juntamente con sus lámparas (un flujo constante del Espíritu dentro de sus corazones y vidas, que sólo puede ocurrir y mantenerse, por su Fe en Cristo y la Cruz [Rom. 8:1-2, 11]).
5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron (no indica con eso que hacían algo incorrecto).
6 Y a la medianoche fue oído un clamor, He aquí, el esposo viene; salid a recibirle (el Arrebatamiento de la Iglesia).
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas (pero sin el aceite, el arreglo era inútil; esto es actividad religiosa sin el Espíritu Santo).
8 Y las fatuas dijeron a las prudentes, Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan (¡es demasiado tarde ahora!).
9 Mas las prudentes respondieron, diciendo, Para que no nos falte a nosotras y a vosotras: Id antes a los que venden, y comprad para vosotras (proclama la verdad de que el poder espiritual no se puede derivarse de otros).
10 Y mientras que ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas: y se cerró la puerta (vendrá el tiempo, cuando es demasiado tarde; hoy es el día . . . [Heb. 3:15]).
11 Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo, Señor, Señor, ábrenos (porque ellas eran religiosas, ellas pensaron que eran salvas).
12 Mas respondiendo Él dijo, De cierto os digo, Que Yo no os conozco (millones actualmente están en la Iglesia, pero no están en Cristo).
13 Velad pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir (nuestras vidas deben vivirse como si viniera Jesús hoy).
LA PARÁBOLA DE
LOS TALENTOS
14 Porque el Reino de los Cielos es como un hombre que partiéndose lejos, llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes (representa a Cristo en Su Primera Venida).
15 Y a éste dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno; a cada uno conforme a su facultad; y luego (inmediatamente) se partió lejos (a cada Creyente individual, ninguno excluido, se le ha dado su propio Ministerio).
16 Y el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos, e hizo otros cinco talentos (los talentos fueron concedidos según la fidelidad).
17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también él otros dos (fue fiel con lo que él tenía).
18 Mas el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor (no fue fiel).
19 Y después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, e hizo cuentas con ellos (el servicio al Señor termina con la muerte; sin embargo, el ajuste de cuentas es reservado para el Arrebatamiento).
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos trajo otros cinco talentos, diciendo, Señor, cinco talentos me entregaste: he aquí, otros cinco talentos he ganado sobre ellos (ocurrirá en el Tribunal de Cristo).
21 Y su señor le dijo, Bien, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el Gozo de tu señor (como es obvio, es la fidelidad aquí que está siendo recompensada; contrariamente al pensamiento popular, Dios no nos ha llamado para que seamos afortunados, sino para que seamos fieles).
22 Y llegando también el que había recibido dos talentos dijo, Señor, dos talentos me entregaste: he aquí, otros dos talentos he ganado sobre ellos (¡fidelidad también!).
23 Su señor le dijo, Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el Gozo de tu señor (si ha de observarse, ambos recibieron recompensas iguales; según lo indicado, el criterio es la fidelidad y no otras cosas).
24 Y llegando también el que había recibido un talento dijo, Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste (puro y simple, sus declaraciones constituyen una mentira):
25 Y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra: he aquí, tienes lo que es tuyo (el objetivo del "talento" no era la preservación, sino más bien, la multiplicación; su acción proclama no sólo la indolencia, pero también, la insolencia; una cantidad incalculable de personas, quienes afirman ser Cristianos, caen en esta categoría).
26 Y respondiendo su señor le dijo, Malo y negligente siervo, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí (si usted en realidad creyó esto, no hubiera hecho lo que hizo):
27 Por tanto, te convenía dar mi dinero a los banqueros, y viniendo yo, hubiera recibido lo que es mío con usura (desgraciadamente, la mayoría de los que profesan religión, caen en esta categoría).
28 Quitadle pues el talento, y dadlo al que tiene diez talentos (es la ley de los fieles; la luz rechazada, es luz quitada y dado al que ya tiene una abundancia de luz).
29 Porque a cualquiera que tuviere le será dado, y tendrá abundancia: mas al que no tuviere aun lo que tiene le será quitado (de hecho, esto sucede innumerables veces, todos los días; ¡observe las denominaciones religiosas, que han rechazado la luz!).
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes (estos individuos no simplemente pierden la recompensa, sino también sus almas; todo esto, como debería ser demasiado obvio, completamente refuta la doctrina de la Seguridad Eterna Incondicional que no está de acuerdo a Las Escrituras).
EL JUICIO SOBRE LAS
NACIONES
31 Cuando el Hijo del Hombre venga en Su Gloria, y todos los Santos Ángeles con Él, entonces se sentará sobre el Trono de Su Gloria (la Segunda Venida).
32 Y serán reunidas delante de Él todas las naciones: y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos (es llamado "el Juicio de las Naciones," que comenzará al principio de la Edad del Reino).
33 Y pondrá las Ovejas a Su Derecha (se refiere a las naciones que no cooperarían con el Anticristo), y los cabritos a la Izquierda (las naciones que cooperaron con el Anticristo).
34 Entonces el Rey dirá a los que estarán a Su Derecha, Venid, benditos de Mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (no tiene nada que ver con la Salvación, sino más bien estas naciones particulares se les permiten entrar en la Edad del Reino).
35 Porque tuve hambre, y Me disteis de comer: Yo tuve sed, y Me disteis de beber: Yo fui forastero, y Me recogisteis (aunque el refrán resulta verdadero para siempre, Cristo habla básicamente aquí de Israel y su tratamiento por varias naciones durante la Gran Tribulación):
36 Desnudo, y Me cubristeis: enfermo, y Me visitasteis: Yo estuve en la cárcel, y vinisteis a Mí.
37 Entonces los justos Le responderán, diciendo, Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento, y Te sustentamos? ¿o sediento, y Te dimos de beber? (La palabra, "justos," no pertenece a la Justicia de Cristo que se le da a los Creyentes en la Salvación, sino en cambio, las relaciones justas con Israel por estas naciones.)
38 ¿Y cuándo Te vimos huésped, y Te recogimos? ¿o desnudo, y Te cubrimos?
39 ¿O cuándo Te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a Ti?
40 Y respondiendo el Rey les dirá, De cierto os digo, Que en cuanto lo hicisteis a uno de estos Mis hermanos pequeñitos, a Mí lo hicisteis (como se declaró, el refrán es verdadero para siempre, pero Cristo habla principalmente aquí de Israel, y la ayuda dada a ella por ciertas naciones durante la Gran Tribulación).
41 Entonces dirá también a los que estarán a la Izquierda (las naciones de las cabras), Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el Diablo y para sus ángeles (las naciones que obstaculizaron o trataron de dañar a Israel durante la Gran Tribulación):
42 Porque Yo tuve hambre, y no Me disteis de comer: Yo tuve sed, y no Me disteis de beber:
43 Yo fui forastero, y no Me recogisteis: desnudo, y no Me cubristeis: enfermo, y en la cárcel, y no Me visitasteis.
44 Entonces también ellos Le responderán, diciendo, Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no Te servimos?
45 Entonces les responderá, diciendo, De cierto os digo, Que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, a Mí no lo hicisteis (bendecir al que pertenece a Dios, es bendecir a Dios; dañar al que pertenece a Dios, es dañar a Dios; vemos aquí los resultados de tal acción).
46 E irán éstos al tormento eterno: y los justos a la vida eterna (todo esto pasará pronto después de la Segunda Venida; los líderes de las naciones que trataron de ayudar al Anticristo contra Israel, durante la Gran Tribulación, serán indudablemente ejecutados, y en consecuencia morirán eternamente perdidos; en cambio, darán a los líderes de las naciones que trataron de ayudar a Israel en aquel entonces, una oportunidad de aceptar a Cristo como Salvador, que ellos sin duda lo van a hacer y, por lo tanto, serán dados "vida eterna").



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta  en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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