10 July 2022

El 10 de julio Lectura Bíblica Diaria

Sonidos del aire libre

Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1


El 10 de julio Lectura Bíblica Diaria:

Jeremías 42-44:
42 Vinieron todos los oficiales de la gente de guerra, y Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de Osaías, y todo el pueblo desde el menor hasta el mayor, y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como nos ven tus ojos), para que Jehová tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer. Y el profeta Jeremías les dijo: He oído. He aquí que voy a orar a Jehová vuestro Dios, como habéis dicho, y todo lo que Jehová os respondiere, os enseñaré; no os reservaré palabra. Y ellos dijeron a Jeremías: Jehová sea entre nosotros testigo de la verdad y de la lealtad, si no hiciéremos conforme a todo aquello para lo cual Jehová tu Dios te enviare a nosotros. Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien. Aconteció que al cabo de diez días vino palabra de Jehová a Jeremías. Y llamó a Johanán hijo de Carea y a todos los oficiales de la gente de guerra que con él estaban, y a todo el pueblo desde el menor hasta el mayor; y les dijo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel, al cual me enviasteis para presentar vuestros ruegos en su presencia: Si os quedareis quietos en esta tierra, os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré; porque estoy arrepentido del mal que os he hecho. No temáis de la presencia del rey de Babilonia, del cual tenéis temor; no temáis de su presencia, ha dicho Jehová, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano; y tendré de vosotros misericordia, y él tendrá misericordia de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra. Mas si dijereis: No moraremos en esta tierra, no obedeciendo así a la voz de Jehová vuestro Dios, diciendo: No, sino que entraremos en la tierra de Egipto, en la cual no veremos guerra, ni oiremos sonido de trompeta, ni padeceremos hambre, y allá moraremos; ahora por eso, oíd la palabra de Jehová, remanente de Judá: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Si vosotros volviereis vuestros rostros para entrar en Egipto, y entrareis para morar allá, sucederá que la espada que teméis, os alcanzará allí en la tierra de Egipto, y el hambre de que tenéis temor, allá en Egipto os perseguirá; y allí moriréis. Todos los hombres que volvieren sus rostros para entrar en Egipto para morar allí, morirán a espada, de hambre y de pestilencia; no habrá de ellos quien quede vivo, ni quien escape delante del mal que traeré yo sobre ellos. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi enojo y mi ira sobre los moradores de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre vosotros cuando entrareis en Egipto; y seréis objeto de execración y de espanto, y de maldición y de afrenta; y no veréis más este lugar. Jehová habló sobre vosotros, oh remanente de Judá: No vayáis a Egipto; sabed ciertamente que os lo aviso hoy. ¿Por qué hicisteis errar vuestras almas? Pues vosotros me enviasteis a Jehová vuestro Dios, diciendo: Ora por nosotros a Jehová nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que Jehová nuestro Dios dijere, y lo haremos. Y os lo he declarado hoy, y no habéis obedecido a la voz de Jehová vuestro Dios, ni a todas las cosas por las cuales me envió a vosotros. Ahora, pues, sabed de cierto que a espada, de hambre y de pestilencia moriréis en el lugar donde deseasteis entrar para morar allí. 43 Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas las palabras de Jehová Dios de ellos, todas estas palabras por las cuales Jehová Dios de ellos le había enviado a ellos mismos, dijo Azarías hijo de Osaías y Johanán hijo de Carea, y todos los varones soberbios dijeron a Jeremías: Mentira dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir: No vayáis a Egipto para morar allí, sino que Baruc hijo de Nerías te incita contra nosotros, para entregarnos en manos de los caldeos, para matarnos y hacernos transportar a Babilonia. No obedeció, pues, Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de la gente de guerra y todo el pueblo, a la voz de Jehová para quedarse en tierra de Judá, sino que tomó Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de la gente de guerra, a todo el remanente de Judá que se había vuelto de todas las naciones donde había sido echado, para morar en tierra de Judá; a hombres y mujeres y niños, y a las hijas del rey y a toda persona que había dejado Nabuzaradán capitán de la guardia con Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, y al profeta Jeremías y a Baruc hijo de Nerías, y entraron en tierra de Egipto, porque no obedecieron a la voz de Jehová; y llegaron hasta Tafnes. Y vino palabra de Jehová a Jeremías en Tafnes, diciendo: Toma con tu mano piedras grandes, y cúbrelas de barro en el enladrillado que está a la puerta de la casa de Faraón en Tafnes, a vista de los hombres de Judá; y diles: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí yo enviaré y tomaré a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas piedras que he escondido, y extenderá su pabellón sobre ellas. Y vendrá y asolará la tierra de Egipto; los que a muerte, a muerte, y los que a cautiverio, a cautiverio, y los que a espada, a espada. Y pondrá fuego a los templos de los dioses de Egipto y los quemará, y a ellos los llevará cautivos; y limpiará la tierra de Egipto, como el pastor limpia su capa, y saldrá de allá en paz. Además quebrará las estatuas de Bet-semes, que está en tierra de Egipto, y los templos de los dioses de Egipto quemará a fuego. 44 Palabra que vino a Jeremías acerca de todos los judíos que moraban en la tierra de Egipto, que vivían en Migdol, en Tafnes, en Menfis y en tierra de Patros, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Vosotros habéis visto todo el mal que traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá; y he aquí que ellas están el día de hoy asoladas; no hay quien more en ellas, a causa de la maldad que ellos cometieron para enojarme, yendo a ofrecer incienso, honrando a dioses ajenos que ellos no habían conocido, ni vosotros ni vuestros padres. Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco. Pero no oyeron ni inclinaron su oído para convertirse de su maldad, para dejar de ofrecer incienso a dioses ajenos. Se derramó, por tanto, mi ira y mi furor, y se encendió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, y fueron puestas en soledad y en destrucción, como están hoy. Ahora, pues, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis tan grande mal contra vosotros mismos, para ser destruidos el hombre y la mujer, el muchacho y el niño de pecho de en medio de Judá, sin que os quede remanente alguno, haciéndome enojar con las obras de vuestras manos, ofreciendo incienso a dioses ajenos en la tierra de Egipto, adonde habéis entrado para vivir, de suerte que os acabéis, y seáis por maldición y por oprobio a todas las naciones de la tierra? ¿Os habéis olvidado de las maldades de vuestros padres, de las maldades de los reyes de Judá, de las maldades de sus mujeres, de vuestras maldades y de las maldades de vuestras mujeres, que hicieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? No se han humillado hasta el día de hoy, ni han tenido temor, ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos, los cuales puse delante de vosotros y delante de vuestros padres. Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo vuelvo mi rostro contra vosotros para mal, y para destruir a todo Judá. Y tomaré el resto de Judá que volvieron sus rostros para ir a tierra de Egipto para morar allí, y en tierra de Egipto serán todos consumidos; caerán a espada, y serán consumidos de hambre; a espada y de hambre morirán desde el menor hasta el mayor, y serán objeto de execración, de espanto, de maldición y de oprobio. Pues castigaré a los que moran en tierra de Egipto como castigué a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia. Y del resto de los de Judá que entraron en la tierra de Egipto para habitar allí, no habrá quien escape, ni quien quede vivo para volver a la tierra de Judá, por volver a la cual suspiran ellos para habitar allí; porque no volverán sino algunos fugitivos. Entonces todos los que sabían que sus mujeres habían ofrecido incienso a dioses ajenos, y todas las mujeres que estaban presentes, una gran concurrencia, y todo el pueblo que habitaba en tierra de Egipto, en Patros, respondieron a Jeremías, diciendo: La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno. Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos consumidos. Y cuando ofrecimos incienso a la reina del cielo, y le derramamos libaciones, ¿acaso le hicimos nosotras tortas para tributarle culto, y le derramamos libaciones, sin consentimiento de nuestros maridos? Y habló Jeremías a todo el pueblo, a los hombres y a las mujeres y a todo el pueblo que le había respondido esto, diciendo: ¿No se ha acordado Jehová, y no ha venido a su memoria el incienso que ofrecisteis en las ciudades de Judá, y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y vuestros príncipes y el pueblo de la tierra? Y no pudo sufrirlo más Jehová, a causa de la maldad de vuestras obras, a causa de las abominaciones que habíais hecho; por tanto, vuestra tierra fue puesta en asolamiento, en espanto y en maldición, hasta quedar sin morador, como está hoy. Porque ofrecisteis incienso y pecasteis contra Jehová, y no obedecisteis a la voz de Jehová, ni anduvisteis en su ley ni en sus estatutos ni en sus testimonios; por tanto, ha venido sobre vosotros este mal, como hasta hoy. Y dijo Jeremías a todo el pueblo, y a todas las mujeres: Oíd palabra de Jehová, todos los de Judá que estáis en tierra de Egipto. Así ha hablado Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Vosotros y vuestras mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos lo ejecutasteis, diciendo: Cumpliremos efectivamente nuestros votos que hicimos, de ofrecer incienso a la reina del cielo y derramarle libaciones; confirmáis a la verdad vuestros votos, y ponéis vuestros votos por obra. Por tanto, oíd palabra de Jehová, todo Judá que habitáis en tierra de Egipto: He aquí he jurado por mi grande nombre, dice Jehová, que mi nombre no será invocado más en toda la tierra de Egipto por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: Vive Jehová el Señor. He aquí que yo velo sobre ellos para mal, y no para bien; y todos los hombres de Judá que están en tierra de Egipto serán consumidos a espada y de hambre, hasta que perezcan del todo. Y los que escapen de la espada volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá, pocos hombres; sabrá, pues, todo el resto de Judá que ha entrado en Egipto a morar allí, la palabra de quién ha de permanecer: si la mía, o la suya. Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros. Así ha dicho Jehová: He aquí que yo entrego a Faraón Hofra rey de Egipto en mano de sus enemigos, y en mano de los que buscan su vida, así como entregué a Sedequías rey de Judá en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, su enemigo que buscaba su vida.

Salmos 58:
¿Acaso ustedes, gobernantes, actúan con justicia, y juzgan con rectitud a los seres humanos? Al contrario, con la mente traman injusticia, y la violencia de sus manos se desata en el país. Los malvados se pervierten desde que nacen; desde el vientre materno se desvían los mentirosos. Su veneno es como el de las serpientes, como el de una cobra que se hace la sorda para no escuchar la música del mago, del diestro en encantamientos. Rómpeles, oh Dios, los dientes; ¡arráncales, Señor, los colmillos a esos leones! Que se escurran, como el agua entre los dedos; que se rompan sus flechas al tensar el arco. Que se disuelvan, como babosa rastrera; que no vean la luz, cual si fueran abortivos. Que sin darse cuenta, ardan como espinos; que el viento los arrastre, estén verdes o secos. Se alegrará el justo al ver la venganza, al empapar sus pies en la sangre del impío. Dirá entonces la gente: "Ciertamente los justos son recompensados; ciertamente hay un Dios que juzga en la tierra."



Proverbios 21:
En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado. A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones. Practicar la justicia y el derecho lo prefiere el Señor a los sacrificios. Los ojos altivos, el corazón orgulloso y la lámpara de los malvados son pecado. Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso! La fortuna amasada por la lengua embustera se esfuma como la niebla y es mortal como una trampa. La violencia de los malvados los destruirá, porque se niegan a practicar la justicia. Torcido es el camino del culpable, pero recta la conducta del hombre honrado. Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera. El malvado sólo piensa en el mal; jamás se compadece de su prójimo. Cuando se castiga al insolente, aprende el inexperto; cuando se instruye al sabio, el inexperto adquiere conocimiento. El justo se fija en la casa del malvado, y ve cuando éste acaba en la ruina. Quien cierra sus oídos al clamor del pobre, llorará también sin que nadie le responda. El regalo secreto apacigua el enojo; el obsequio discreto calma la ira violenta. Cuando se hace justicia, se alegra el justo y tiembla el malhechor. Quien se aparta de la senda del discernimiento irá a parar entre los muertos. El que ama el placer se quedará en la pobreza; el que ama el vino y los perfumes jamás será rico. El malvado pagará por el justo, y el traidor por el hombre intachable. Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio. En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume, pero el necio todo lo despilfarra. El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra. El sabio conquista la ciudad de los valientes y derriba el baluarte en que ellos confiaban. El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias. Orgulloso y arrogante, y famoso por insolente, es quien se comporta con desmedida soberbia. La codicia del perezoso lo lleva a la muerte, porque sus manos se niegan a trabajar; todo el día se lo pasa codiciando, pero el justo da con generosidad. El sacrificio de los malvados es detestable, y más aún cuando se ofrece con mala intención. El testigo falso perecerá, y quien le haga caso será destruido para siempre. El malvado es inflexible en sus decisiones; el justo examina su propia conducta. De nada sirven ante el Señor la sabiduría, la inteligencia y el consejo. Se alista al caballo para el día de la batalla, pero la victoria depende del Señor.





El Libro de I Juan Capítulo 2 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:


LA PRIMERA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE
SAN JUAN



CAPÍTULO 2
(90 d.C.)
EL ABOGADO




HIJITOS míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis. (Explica el hecho de que el Señor nos salva del pecado, no en el pecado. Este Pasaje nos dice que como Creyentes, no hay que pecar. La victoria sobre el pecado se encuentra exclusivamente en la Cruz.) Y si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo (Jesús está sentado ahora a la Diestra del Padre, lo cual significa que Su Misión está completa y Su misma Presencia garantiza la intercesión [Heb. 7:25-26; 9:24; 10:12]):
2 Y Él es la propiciación (satisfacción) por nuestros pecados: y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. (Corresponde al hecho de que la satisfacción es tan amplia como el pecado. Si los hombres no experimentan su ventaja, la falta no está en su eficacia, sino en el hombre mismo.)
LA EVIDENCIA
3 Y en esto sabemos que nosotros Le hemos conocido (se refiere a una Salvación "con seguridad"), si guardamos Sus Mandamientos. (Se puede lograr sólo cuando el Creyente entiende que la Cruz es la solución para todas las cosas, y que ésta debe ser siempre el Objeto de nuestra Fe. Al creerlo, Cristo vivirá a través de nosotros por medio de la persona del Espíritu Santo y los Mandamientos serán guardados, refiriéndose a la totalidad del Nuevo Convenio [Gál. 2:20].)
4 El que dice, Yo Le he conocido, y no guarda Sus Mandamientos (si nuestras afirmaciones no corresponden a Sus demandas, entonces realmente no Lo conocemos), el tal es mentiroso, y no hay Verdad en él. (Si lo que profesa no cambia su vida entonces usted no tiene lo que profesa.)
5 Mas el que guarda Su Palabra (debemos cumplir con la Palabra de Dios, siempre seguir haciéndola como la regla de nuestras vidas, y podemos lograrlo si nuestra Fe está firmemente puesta en la Cruz), el Amor de Dios verdaderamente ha perfeccionado en él (se refiere "al Fruto" del que "guarda Su Palabra"): por esto sabemos que estamos en Él (se refiere a Rom. 6:3-5).
6 El que dice que está en Él (corresponde a una afirmación hecha), debe andar como Él (Cristo) anduvo (la manera en la cual ponemos en orden nuestro comportamiento).
LA PRUEBA
7 Hermanos, no os escribo Mandamiento nuevo (amar a los Hermanos no es un Mandamiento nuevo), sino el Mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio. (El amor a los Hermanos ha sido el fundamento y la piedra angular del Plan de Dios desde el mismo principio.) El Mandamiento antiguo es la Palabra que habéis oído desde el principio. (Ya que el antiguo Mandamiento del Amor ha existido mucho antes del Creyente, no hay excusa para no querer andar en esta dirección.)
8 Otra vez, os escribo un Mandamiento nuevo (el Mandamiento de Amor es tanto antiguo como nuevo), que es verdadero en Él (Cristo) y en vosotros (si estamos "en Él," entonces debiéramos ser como Él): porque las tinieblas van pasando (tiene que ver con la época antes de Cristo), y la Luz Verdadera ya alumbra. (La "Luz Verdadera" es Cristo, la Luz que resplandecerá para siempre, y concierne la época desde que ha venido Cristo.)
9 El que dice que está en la Luz, y aborrece a su hermano, el tal aun está en tinieblas todavía. (¿Cómo podemos decir que tenemos amor y al mismo tiempo odiar a nuestro Hermano? Tal persona no es salva, a pesar de sus afirmaciones.)
10 El que ama a su Hermano, está en la Luz (la clase de amor del cual se trata aquí es el Amor de Dios, el cual no se puede tener a menos que sea salvo sinceramente), y no hay tropiezo en él. (Andar en la luz es estar gobernado por el amor, que quita los tropiezos.)
11 Mas el que aborrece a su Hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas (éste es una persona que una vez había conocido al Señor, pero se ha perdido en su camino con Dios simplemente porque hay odio en su corazón hacia un consiervo Cristiano; en consecuencia, él anda en tinieblas), y no sabe adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. (El castigo de vivir en la oscuridad espiritual no es sólo no poder ver, sino que se vuelve ciego espiritualmente, lo cual lo convierte en blanco a la doctrina errónea.)
12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os son perdonados por Su Nombre (a causa de lo que Él hizo por nosotros en la Cruz).
13 Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido a Aquél que es desde el principio. (Se refiere a aquellos que son maduros en la vida Cristiana.) Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. (Se refiere a los Creyentes que han alcanzado el lugar donde viven en el Poder del Espíritu, y su victoria sobre Satanás es una victoria constante.) Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. (Se refiere a los Creyentes que han sido recién salvos. La palabra Griega usada aquí es "paidíon," y se refiere a un niño en formación. Es asunto de los "Padres" y los "jóvenes" de instruir a los recién convertidos en los caminos del Señor.)
14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido Al Que es desde el principio. (Juan vuelve a repetir a fin de que los "Padres" siempre sepan y entiendan que el Orden Prescrito de Dios de Victoria los llevó a este lugar [un lugar de superación], y no deben permitir que la doctrina errónea entre y destruya esto.) Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la Palabra de Dios mora en vosotros, y habéis vencido al maligno. (Nunca olviden cómo han vencido, que es por medio de la Fe en la Cruz de Cristo [II Ped. 2:2].)
15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. (El "mundo" del cual se refiere Juan corresponde al sistema ordenado del cual Satanás es la cabeza.) Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (Dios el Padre no compartirá con el mundo el amor que debe ser exclusivamente de Él.)
16 Porque todo lo que hay en el mundo (nada hay en el sistema de este mundo que es de Dios), la concupiscencia de la carne (se refiere a los deseos malos), y la concupiscencia de los ojos (ansia de lo que ve), y la soberbia de la vida (aquello que confía en su propia fuerza y recursos, y vergonzosamente desprecia y viola las Leyes Divinas y los derechos humanos), no es del Padre, mas es del mundo. (Estas cosas tienen el sistema del mundo como su fuente, no del Padre Celestial.)
17 Y el mundo se pasa, y su concupiscencia (sea lo que sean los encantos del mundo, pronto se marchitan): mas el que hace la Voluntad de Dios, permanece para siempre (quien continúa habitualmente haciendo la Voluntad de Dios).
LA FE
18 Hijitos, ya es el último tiempo (todas las épocas, desde el Primer y Segundo Advenimientos pueden, en este sentido, llamarse realmente, "la última hora"): y como vosotros habéis oído que el Anticristo ha de venir (el Apóstol se refiere al hombre del pecado que está por venir, quien hará su primera presentación después del Arrebatamiento de la Iglesia), así también al presente han comenzado a ser muchos Anticristos (en el Griego es "Seudocristos," y se refiere al que afirma ser de Cristo); por lo cual sabemos que es el último tiempo. (Sabemos que esta es la última dispensación antes de la Segunda Venida del Señor.)
19 Salieron de nosotros, mas no eran de nosotros (Juan se refiere a la muchedumbre que afirma ser de la Verdadera Iglesia, pero Juan dice que "no eran de nosotros"): porque si fueran de nosotros, hubieran cierto permanecido con nosotros (si ellos habían sido de la Verdadera Iglesia, no hubieran sucumbido a la doctrina errónea): pero salieron para que se manifestase que todos no son de nosotros. ("Salieron" quiere decir que ellos daban la espalda al Cristo de la Cruz.)
20 Mas vosotros tenéis la unción del Santo (todo Verdadero Creyente tiene la "Unción" del Espíritu Santo), y conocéis todas las cosas. (Debiera traducirse, "todos vosotros conocéis.")
21 No os he escrito como si ignoraseis la Verdad (lo que Juan escribe en esta Epístola sólo refuerza lo que ya han conocido), sino como a los que la conocéis, y que ninguna mentira es de la Verdad. (La Verdad nunca producirá una mentira y una mentira nunca puede producir la Verdad.)
22 ¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? (Quien niega en cualquier modo a Quién es Jesús y Lo Que Él hizo para Redimir a la humanidad es "un mentiroso.") Este tal es Anticristo, que niega al Padre y al Hijo. (El que niega la Trinidad es un Anticristo. Dios el Padre y Dios el Hijo son representados aquí, y es el Espíritu Santo Quien inspira el Texto. De esta manera tenemos la Trinidad.)
23 Cualquiera que niega al Hijo, este tal tampoco tiene al Padre (no importa las afirmaciones, si niega a Jesús, niega al Padre también): cualquiera que confiese al Hijo tiene también al Padre. (Si acepta al Hijo, acepta al Padre también, ya que el Hijo es el único Camino al Padre [Jn. 10:30, 38].)
24 Pues lo que habéis oído desde el principio, que permanezca en vosotros. (No debemos desviarnos del Verdadero Evangelio, lo cual nos llevó a Cristo al principio.) Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. (Es la responsabilidad del Creyente fomentar la estabilidad y el crecimiento de las Doctrinas sanas mediante una vida Santa y una determinación de ceñirse y permanecer fiel a ellas.)
25 Y esta es la Promesa, la cual Él nos prometió, la Vida Eterna (la cual obtenemos al aceptar a Cristo y lo que Él hizo en la Cruz por nosotros).
26 Os he escrito esto sobre los que os engañan. (Toda la doctrina errónea entra en el título "espíritus seductores" de una forma u otra y, por lo tanto, es clasificado "Doctrinas de Demonios" [I Tim. 4:1].)
27 Pero la Unción que vosotros habéis recibido de Él (el Espíritu Santo), mora en vosotros (mora permanentemente para ayudarnos a comprobar si lo que oímos es Bíblico o no), y no tenéis necesidad que ninguno os enseñe: mas como la Unción misma os enseña de todas cosas (el Creyente no necesita nada más de lo que ya no se encuentre escrito en la Palabra), y es Verdadera, y no es mentira (el Espíritu Santo nos guiará a toda la Verdad [Jn. 16:13]), así como os (la Unción) ha enseñado, perseveraréis en Él (el Espíritu nos instruye con respecto a la Palabra de Dios, y nos ayuda a permanecer en Cristo).
28 Y ahora, hijitos, perseverad en Él (la condición de producir fruto [Jn. 15:4, 7]); para que cuando apareciere (el Arrebatamiento), tengamos confianza (la actitud del corazón del Santo, quien vive tan cerca del Señor Jesús que no hay nada que se interponga entre él y su Señor), y no seamos confundidos de Él en Su Venida. (Algunas personas estarán avergonzadas de seguro.)
29 Si sabéis que Él es Justo (pudiera traducirse, "Ya que sabe que Él es Justo"), sabed también que cualquiera que hace Justicia, es nacido de Él. (Todos quienes son realmente Nacidos de Nuevo hacen "Justicia.")


1 Corintios 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.



Hebreos 10:35-12:4:
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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