25 March 2022

El Día 25 de marzo Lectura Bíblica Diaria

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El Día 25 de marzo Lectura Bíblica Diaria:


2 Samuel 18-20:
David, pues, pasó revista al pueblo que tenía consigo, y puso sobre ellos jefes de millares y jefes de centenas. Y envió David al pueblo, una tercera parte bajo el mando de Joab, una tercera parte bajo el mando de Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab, y una tercera parte al mando de Itai geteo. Y dijo el rey al pueblo: Yo también saldré con vosotros. Mas el pueblo dijo: No saldrás; porque si nosotros huyéremos, no harán caso de nosotros; y aunque la mitad de nosotros muera, no harán caso de nosotros; mas tú ahora vales tanto como diez mil de nosotros. Será, pues, mejor que tú nos des ayuda desde la ciudad. Entonces el rey les dijo: Yo haré lo que bien os parezca. Y se puso el rey a la entrada de la puerta, mientras salía todo el pueblo de ciento en ciento y de mil en mil. Y el rey mandó a Joab, a Abisai y a Itai, diciendo: Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón. Y todo el pueblo oyó cuando dio el rey orden acerca de Absalón a todos los capitanes. Salió, pues, el pueblo al campo contra Israel, y se libró la batalla en el bosque de Efraín. Y allí cayó el pueblo de Israel delante de los siervos de David, y se hizo allí en aquel día una gran matanza de veinte mil hombres. Y la batalla se extendió por todo el país; y fueron más los que destruyó el bosque aquel día, que los que destruyó la espada. Y se encontró Absalón con los siervos de David; e iba Absalón sobre un mulo, y el mulo entró por debajo de las ramas espesas de una gran encina, y se le enredó la cabeza en la encina, y Absalón quedó suspendido entre el cielo y la tierra; y el mulo en que iba pasó delante. Viéndolo uno, avisó a Joab, diciendo: He aquí que he visto a Absalón colgado de una encina. Y Joab respondió al hombre que le daba la nueva: Y viéndolo tú, ¿por qué no le mataste luego allí echándole a tierra? Me hubiera placido darte diez siclos de plata, y un talabarte. El hombre dijo a Joab: Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey te mandó a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: Mirad que ninguno toque al joven Absalón. Por otra parte, habría yo hecho traición contra mi vida, pues que al rey nada se le esconde, y tú mismo estarías en contra. Y respondió Joab: No malgastaré mi tiempo contigo. Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en medio de la encina. Y diez jóvenes escuderos de Joab rodearon e hirieron a Absalón, y acabaron de matarle. Entonces Joab tocó la trompeta, y el pueblo se volvió de seguir a Israel, porque Joab detuvo al pueblo. Tomando después a Absalón, le echaron en un gran hoyo en el bosque, y levantaron sobre él un montón muy grande de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda. Y en vida, Absalón había tomado y erigido una columna, la cual está en el valle del rey; porque había dicho: Yo no tengo hijo que conserve la memoria de mi nombre. Y llamó aquella columna por su nombre, y así se ha llamado Columna de Absalón, hasta hoy. Entonces Ahimaas hijo de Sadoc dijo: ¿Correré ahora, y daré al rey las nuevas de que Jehová ha defendido su causa de la mano de sus enemigos? Respondió Joab: Hoy no llevarás las nuevas; las llevarás otro día; no darás hoy la nueva, porque el hijo del rey ha muerto. Y Joab dijo a un etíope: Vé tú, y dí al rey lo que has visto. Y el etíope hizo reverencia ante Joab, y corrió. Entonces Ahimaas hijo de Sadoc volvió a decir a Joab: Sea como fuere, yo correré ahora tras el etíope. Y Joab dijo: Hijo mío, ¿para qué has de correr tú, si no recibirás premio por las nuevas? Mas él respondió: Sea como fuere, yo correré. Entonces le dijo: Corre. Corrió, pues, Ahimaas por el camino de la llanura, y pasó delante del etíope. Y David estaba sentado entre las dos puertas; y el atalaya había ido al terrado sobre la puerta en el muro, y alzando sus ojos, miró, y vio a uno que corría solo. El atalaya dio luego voces, y lo hizo saber al rey. Y el rey dijo: Si viene solo, buenas nuevas trae. En tanto que él venía acercándose, vio el atalaya a otro que corría; y dio voces el atalaya al portero, diciendo: He aquí otro hombre que corre solo. Y el rey dijo: Este también es mensajero. Y el atalaya volvió a decir: Me parece el correr del primero como el correr de Ahimaas hijo de Sadoc. Y respondió el rey: Ese es hombre de bien, y viene con buenas nuevas. Entonces Ahimaas dijo en alta voz al rey: Paz. Y se inclinó a tierra delante del rey, y dijo: Bendito sea Jehová Dios tuyo, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor el rey. Y el rey dijo: ¿El joven Absalón está bien? Y Ahimaas respondió: Vi yo un gran alboroto cuando envió Joab al siervo del rey y a mí tu siervo; mas no sé qué era. Y el rey dijo: Pasa, y ponte allí. Y él pasó, y se quedó de pie. Luego vino el etíope, y dijo: Reciba nuevas mi señor el rey, que hoy Jehová ha defendido tu causa de la mano de todos los que se habían levantado contra ti. El rey entonces dijo al etíope: ¿El joven Absalón está bien? Y el etíope respondió: Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal. Entonces el rey se turbó, y subió a la sala de la puerta, y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío! 19 Dieron aviso a Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo por Absalón. Y se volvió aquel día la victoria en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla. Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío! Entonces Joab vino al rey en la casa, y dijo: Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas, amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento. Levántate pues, ahora, y vé afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta, y fue dado aviso a todo el pueblo, diciendo: He aquí el rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo delante del rey; pero Israel había huido, cada uno a su tienda. Y todo el pueblo disputaba en todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos, y nos ha salvado de mano de los filisteos; y ahora ha huido del país por miedo de Absalón. Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey? Y el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciendo: Hablad a los ancianos de Judá, y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los postreros en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerle volver a su casa? Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los postreros en hacer volver al rey? Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Así me haga Dios, y aun me añada, si no fueres general del ejército delante de mí para siempre, en lugar de Joab. Así inclinó el corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre, para que enviasen a decir al rey: Vuelve tú, y todos tus siervos. Volvió, pues, el rey, y vino hasta el Jordán. Y Judá vino a Gilgal para recibir al rey y para hacerle pasar el Jordán. Y Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá a recibir al rey David. Con él venían mil hombres de Benjamín; asimismo Siba, criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey. Y cruzaron el vado para pasar a la familia del rey, y para hacer lo que a él le pareciera. Entonces Simei hijo de Gera se postró delante del rey cuando él hubo pasado el Jordán, y dijo al rey: No me culpe mi señor de iniquidad, ni tengas memoria de los males que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén; no los guarde el rey en su corazón. Porque yo tu siervo reconozco haber pecado, y he venido hoy el primero de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey. Respondió Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová? David entonces dijo: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy alguno en Israel? ¿Pues no sé yo que hoy soy rey sobre Israel? Y dijo el rey a Simei: No morirás. Y el rey se lo juró. También Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies, ni había cortado su barba, ni tampoco había lavado sus vestidos, desde el día en que el rey salió hasta el día en que volvió en paz. Y luego que vino él a Jerusalén a recibir al rey, el rey le dijo: Mefi-boset, ¿por qué no fuiste conmigo? Y él respondió: Rey señor mío, mi siervo me engañó; pues tu siervo había dicho: Enalbárdame un asno, y montaré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. Pero él ha calumniado a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios; haz, pues, lo que bien te parezca. Porque toda la casa de mi padre era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho, pues, tengo aún para clamar más al rey? Y el rey le dijo: ¿Para qué más palabras? Yo he determinado que tú y Siba os dividáis las tierras. Y Mefi-boset dijo al rey: Deja que él las tome todas, pues que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa. También Barzilai galaadita descendió de Rogelim, y pasó el Jordán con el rey, para acompañarle al otro lado del Jordán. Era Barzilai muy anciano, de ochenta años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico. Y el rey dijo a Barzilai: Pasa conmigo, y yo te sustentaré conmigo en Jerusalén. Mas Barzilai dijo al rey: ¿Cuántos años más habré de vivir, para que yo suba con el rey a Jerusalén? De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor el rey? Pasará tu siervo un poco más allá del Jordán con el rey; ¿por qué me ha de dar el rey tan grande recompensa? Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Mas he aquí a tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y haz a él lo que bien te pareciere. Y el rey dijo: Pues pase conmigo Quimam, y yo haré con él como bien te parezca; y todo lo que tú pidieres de mí, yo lo haré. Y todo el pueblo pasó el Jordán; y luego que el rey hubo también pasado, el rey besó a Barzilai, y lo bendijo; y él se volvió a su casa. El rey entonces pasó a Gilgal, y con él pasó Quimam; y todo el pueblo de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel. Y he aquí todos los hombres de Israel vinieron al rey, y le dijeron: ¿Por qué los hombres de Judá, nuestros hermanos, te han llevado, y han hecho pasar el Jordán al rey y a su familia, y a todos los siervos de David con él? Y todos los hombres de Judá respondieron a todos los de Israel: Porque el rey es nuestro pariente. Mas ¿por qué os enojáis vosotros de eso? ¿Hemos nosotros comido algo del rey? ¿Hemos recibido de él algún regalo? Entonces respondieron los hombres de Israel, y dijeron a los de Judá: Nosotros tenemos en el rey diez partes, y en el mismo David más que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis tenido en poco? ¿No hablamos nosotros los primeros, respecto de hacer volver a nuestro rey? Y las palabras de los hombres de Judá fueron más violentas que las de los hombres de Israel. 20 Aconteció que se hallaba allí un hombre perverso que se llamaba Seba hijo de Bicri, hombre de Benjamín, el cual tocó la trompeta, y dijo: No tenemos nosotros parte en David, ni heredad con el hijo de Isaí. ¡Cada uno a su tienda, Israel! Así todos los hombres de Israel abandonaron a David, siguiendo a Seba hijo de Bicri; mas los de Judá siguieron a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén. Y luego que llegó David a su casa en Jerusalén, tomó el rey las diez mujeres concubinas que había dejado para guardar la casa, y las puso en reclusión, y les dio alimentos; pero nunca más se llegó a ellas, sino que quedaron encerradas hasta que murieron, en viudez perpetua. Después dijo el rey a Amasa: Convócame a los hombres de Judá para dentro de tres días, y hállate tú aquí presente. Fue, pues, Amasa para convocar a los de Judá; pero se detuvo más del tiempo que le había sido señalado. Y dijo David a Abisai: Seba hijo de Bicri nos hará ahora más daño que Absalón; toma, pues, tú los siervos de tu señor, y vé tras él, no sea que halle para sí ciudades fortificadas, y nos cause dificultad. Entonces salieron en pos de él los hombres de Joab, y los cereteos y peleteos y todos los valientes; salieron de Jerusalén para ir tras Seba hijo de Bicri. Y estando ellos cerca de la piedra grande que está en Gabaón, les salió Amasa al encuentro. Y Joab estaba ceñido de su ropa, y sobre ella tenía pegado a sus lomos el cinto con una daga en su vaina, la cual se le cayó cuando él avanzó. Entonces Joab dijo a Amasa: ¿Te va bien, hermano mío? Y tomó Joab con la diestra la barba de Amasa, para besarlo. Y Amasa no se cuidó de la daga que estaba en la mano de Joab; y éste le hirió con ella en la quinta costilla, y derramó sus entrañas por tierra, y cayó muerto sin darle un segundo golpe. Después Joab y su hermano Abisai fueron en persecución de Seba hijo de Bicri. Y uno de los hombres de Joab se paró junto a él, diciendo: Cualquiera que ame a Joab y a David, vaya en pos de Joab. Y Amasa yacía revolcándose en su sangre en mitad del camino; y todo el que pasaba, al verle, se detenía; y viendo aquel hombre que todo el pueblo se paraba, apartó a Amasa del camino al campo, y echó sobre él una vestidura. Luego que fue apartado del camino, pasaron todos los que seguían a Joab, para ir tras Seba hijo de Bicri. Y él pasó por todas las tribus de Israel hasta Abel-bet-maaca y todo Barim; y se juntaron, y lo siguieron también. Y vinieron y lo sitiaron en Abel-bet-maaca, y pusieron baluarte contra la ciudad, y quedó sitiada; y todo el pueblo que estaba con Joab trabajaba por derribar la muralla. Entonces una mujer sabia dio voces en la ciudad, diciendo: Oíd, oíd; os ruego que digáis a Joab que venga acá, para que yo hable con él. Cuando él se acercó a ella, dijo la mujer: ¿Eres tú Joab? Y él respondió: Yo soy. Ella le dijo: Oye las palabras de tu sierva. Y él respondió: Oigo. Entonces volvió ella a hablar, diciendo: Antiguamente solían decir: Quien preguntare, pregunte en Abel; y así concluían cualquier asunto. Yo soy de las pacíficas y fieles de Israel; pero tú procuras destruir una ciudad que es madre en Israel. ¿Por qué destruyes la heredad de Jehová? Joab respondió diciendo: Nunca tal, nunca tal me acontezca, que yo destruya ni deshaga. La cosa no es así: mas un hombre del monte de Efraín, que se llama Seba hijo de Bicri, ha levantado su mano contra el rey David; entregad a ése solamente, y me iré de la ciudad. Y la mujer dijo a Joab: He aquí su cabeza te será arrojada desde el muro. La mujer fue luego a todo el pueblo con su sabiduría; y ellos cortaron la cabeza a Seba hijo de Bicri, y se la arrojaron a Joab. Y él tocó la trompeta, y se retiraron de la ciudad, cada uno a su tienda. Y Joab se volvió al rey a Jerusalén. Así quedó Joab sobre todo el ejército de Israel, y Benaía hijo de Joiada sobre los cereteos y peleteos, y Adoram sobre los tributos, y Josafat hijo de Ahilud era el cronista. Seva era escriba, y Sadoc y Abiatar, sacerdotes, e Ira jaireo fue también sacerdote de David.


Salmo 103:

Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Dio a conocer sus caminos a Moisés; reveló sus obras al  pueblo de Israel. El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro. El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo: sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno. Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra. El Señor ha establecido su trono en el cielo; su reinado domina sobre todos. Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su mandato. Alaben al Señor, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad. Alaben al Señor, todas sus obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al Señor!



Proverbios 6:
Hijo mío, si has salido fiador de tu vecino, si has hecho tratos para responder por otro, si verbalmente te has comprometido, enredándote con tus propias palabras, entonces has caído en manos de tu prójimo. Si quieres librarte, hijo mío, éste es el camino: Ve corriendo y humíllate ante él; procura deshacer tu compromiso. No permitas que se duerman tus ojos; no dejes que tus párpados se cierren. Líbrate, como se libra del cazador la gacela, como se libra de la trampa el ave. ¡Anda, perezoso, fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría! No tiene quien la mande, ni quien la vigile ni gobierne; con todo, en el verano almacena provisiones y durante la cosecha recoge alimentos. Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos... ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado! El bribón y sinvergüenza, el vagabundo de boca corrupta, hace guiños con los ojos, y señas con los pies y con los dedos. El malvado trama el mal en su mente, y siempre anda provocando disensiones. Por eso le sobrevendrá la ruina; ¡de repente será destruido, y no podrá evitarlo! Hay seis cosas que el Señor aborrece, y siete que le son detestables: los ojos que se enaltecen, la lengua que miente, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que hace planes perversos, los pies que corren a hacer lo malo, el falso testigo que esparce mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre. Grábatelos en el corazón; cuélgatelos al cuello. Cuando camines, te servirán de guía; cuando duermas, vigilarán tu sueño; cuando despiertes, hablarán contigo. El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz y la disciplina es el camino a la vida. Te protegerán de la mujer malvada, de la mujer ajena y de su lengua seductora. No abrigues en tu corazón deseos por su belleza, ni te dejes cautivar por sus ojos, pues la ramera va tras un pedazo de pan, pero la adúltera va tras el hombre que vale. ¿Puede alguien echarse brasas en el pecho sin quemarse la ropa? ¿Puede alguien caminar sobre las brasas sin quemarse los pies? Pues tampoco quien se acuesta con la mujer ajena puede tocarla y quedar impune. No se desprecia al ladrón que roba para mitigar su hambre; pero si lo atrapan, deberá devolver siete tantos lo robado, aun cuando eso le cueste todas sus posesiones. Pero al que comete adulterio le faltan sesos; el que así actúa se destruye a sí mismo. No sacará más que golpes y vergüenzas, y no podrá borrar su oprobio. Porque los celos desatan la furia del esposo, y éste no perdonará en el día de la venganza. No aceptará nada en desagravio, ni se contentará con muchos regalos.




El Libro de Los Romanos Capítulo 8 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS
ROMANOS 
CAPÍTULO 8
(60 d.C.)
LA VIDA EN EL ESPÍRITU

AHORA pues, ninguna condenación (culpa) hay para los que están en Cristo Jesús (se refiere anteriormente a Romanos 6:3-5 y nosotros siendo Bautizados en Su Muerte, que habla de la Crucifixión), los que no andan conforme a la carne (que dependen en la fuerza personal y la capacidad de sí mismo o grandes esfuerzos religiosos para vencer el pecado), mas conforme al Espíritu (el Espíritu Santo trabaja exclusivamente dentro de los límites legales de la Obra Terminada de Cristo; nuestra Fe en aquella Obra Terminada, es decir, "la Cruz," garantiza la ayuda del Espíritu Santo, que garantiza la Victoria).
2 Porque la Ley (lo que estamos a punto de dar es una Ley de Dios, ideado por el Carácter Divino en la eternidad pasada [I Ped. 1:18-20]; esta Ley, de hecho, es "el Orden Prescrito de Dios para la Victoria") del Espíritu (el Espíritu Santo, es decir, "la manera que el Espíritu obra") de Vida (la vida viene de Cristo, pero por el Espíritu Santo [Jn. 16:13-14]) en Cristo Jesús (cuando Pablo usa este término o uno de sus derivados, él se refiere, sin fallar, a lo que Cristo hizo en la Cruz, lo que hace que esta "vida" sea posible) me ha librado (me otorgaba Victoria total) de la Ley del pecado y de la muerte (éstas son las dos Leyes más poderosas en el Universo; la "Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús" sola es más fuerte que la "Ley del Pecado y de la Muerte"; significa que si el Creyente intenta vivir para Dios por alguna manera aparte de la Fe en Cristo y la Cruz, él está condenado al fracaso).
3 Lo que la Ley no pudo hacer porque no pudo contra la naturaleza pecaminosa, por cuanto era débil por la carne (aquellos bajo la Ley tenían sólo su fuerza de voluntad, que es de modo deplorable insuficiente; entonces a pesar de cómo se esfuerzan en su intento, eran incapaces de guardar la Ley en aquel entonces, y la misma inhabilidad persiste actualmente; toda persona que trata de vivir para Dios por un sistema de leyes está condenada al fracaso, porque el Espíritu Santo no funcionará en esa capacidad), Dios enviando a Su Hijo (se refiere a la condición indefensa del hombre, incapaz de salvarse e incapaz de guardar hasta una Ley simple y, por lo tanto, en extrema necesidad de un Salvador) en semejanza de carne de pecado (significa que Cristo era en realidad humano, se conformó en apariencia a la carne que está caracterizada por el pecado, sin embargo libre del pecado), y a causa del pecado (para expiar el pecado, destruir su poder, y salvar y Santificar a sus víctimas), condenó al pecado en la carne (destruyó el poder del pecado al dar Su Cuerpo Perfecto como Sacrificio a favor del pecado, que lo hizo posible para que el pecado fuese derrotado en nuestra carne; todo fue posible por medio de la Cruz):
4 Para que la Justicia de la Ley fuese cumplida en nosotros (la Ley que cumple su realización completa en nosotros sólo puede ser hecha por la Fe en Cristo, y lo que Cristo ha hecho por nosotros en la Cruz), que no andamos conforme a la carne (no según nuestra propia fuerza y capacidad), mas conforme al Espíritu (la palabra "andar" se refiere a la manera en la cual ordenamos nuestra vida; cuando colocamos nuestra Fe en Cristo y la Cruz, al entender que todas las cosas nos vienen de Dios por medio de la Cruz, siempre haciéndola el Objeto de nuestra Fe, el Espíritu Santo puede obrar entonces poderosamente dentro de nosotros, que produce el Fruto del Espíritu; ¡es lo que "andamos conforme al Espíritu" realmente significa!).
5 Porque los que viven conforme a la carne se ocupan de las cosas que son de la carne (se refiere a los Creyentes que tratan de vivir para el Señor por medios además de la Fe en la Cruz de Cristo); mas los que viven conforme al Espíritu, de las cosas del Espíritu (aquellos que colocan su Fe en Cristo y la Cruz, lo hacen exclusivamente; hacen lo que el Espíritu desea, que solo puede traer la Victoria).

EL CONTRASTE

6 Porque la mente puesta en la carne es muerte (no se refiere a mirar demasiado la Televisión, como algunos piensan, sino más bien cuando se procura vivir para Dios fuera de Su Orden Prescrito; los resultados serán el pecado y la separación de Dios); mas la intención del Espíritu es vida y paz (el Orden Prescrito de Dios es la Cruz; exige nuestra Fe constante en aquella Obra Terminada, que es el Camino del Espíritu Santo).
7 Por cuanto la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios (otra vez, se refiere al intento de vivir para Dios por medios además de la Cruz, que coloca a uno "contra Dios"): porque no se sujeta a la Ley de Dios, ni tampoco puede (en su forma más simple quiere decir que lo que está haciendo, fuera lo que fuera, no está en el orden prescrito de Dios, que es la Cruz).
8 Así que los que están en la carne no pueden agradar a Dios (se refiere al Creyente que intenta vivir su Vida Cristiana por medios además de la Fe en Cristo y la Cruz).
9 Mas vosotros no estáis en la carne (en cierto sentido de la palabra hace la pregunta, "ya que usted es un Creyente y ya no confía en la carne, ¿por qué recurre a la carne?"), sino en el Espíritu (como Creyente, ya tiene el privilegio de ser guiado y autorizado por el Espíritu Santo; sin embargo, Él hará tal para nosotros sólo sobre la condición de nuestra Fe en la Obra Terminada de Cristo), si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros (si usted es realmente salvo). Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, tal no es de Él (Pablo dice que la obra del Espíritu en nuestras vidas fue hecha posible por lo que hizo Cristo en el Calvario, y la Resurrección).
10 Empero si Cristo está en vosotros (Él está en usted por el Poder y la Persona del Espíritu [Gál. 2:20]), el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado (quiere decir que el cuerpo físico está incapacitado debido a la Caída; por consecuencia, se le presenta una tarea infructuosa al Creyente que intenta vencer por fuerza de voluntad); mas el Espíritu vive a causa de la Justicia (sólo el Espíritu Santo puede hacer lo que hemos de ser, lo que significa que no lo podemos hacer por nosotros mismos; otra vez, Él realiza todo lo que tiene que hacer dentro de los límites de la Obra Terminada de Cristo).
11 Y si el Espíritu (el Espíritu Santo) de Aquél (de Dios) que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros (y Él definitivamente lo hace), El Que levantó a Cristo Jesús de los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales (nos da poder en nuestros cuerpos mortales para que podamos vivir una vida victoriosa) por Su Espíritu Que mora en vosotros (tenemos el mismo poder en nosotros, por el Espíritu, que resucitó a  Cristo de los muertos, y está disponible sólo sobre la premisa de la Cruz y nuestra Fe en aquel Sacrificio).
12 Así que, Hermanos (quiere decir que Pablo se dirige a los Creyentes), deudores somos (se refiere a lo que le debemos a Jesucristo por lo que Él ha hecho en la Cruz por nosotros), no a la carne (no le debemos nada a nuestra propia capacidad, quiere decir que tal no puede salvarnos ni darnos la victoria), para que vivamos conforme a la carne ("vivamos conforme a la carne" se refiere a nuestras obras, que Dios nunca puede aceptar, y que nunca pueden traernos la victoria, sino más bien sólo la derrota).
13 Porque si viviereis conforme a la carne (según su propia fuerza y capacidad, que está fuera del Orden Prescrito de Dios), moriréis (usted no podrá vivir una vida Cristiana victoriosa); mas si por el Espíritu (por el Poder del Espíritu Santo) mortificáis las obras de la carne (que el Espíritu Santo Solo puede hacer), viviréis (andará en victoria; pero otra vez, a pesar de correr el riesgo de repetir demasiado, nunca debemos olvidar que el Espíritu obra integral y completamente dentro de los límites de la Cruz de Cristo; significa que siempre debemos hacer la Cruz el Objeto de nuestra Fe, dándole libertad de acción para obrar).

LA LIBERACIÓN

14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios (el Espíritu siempre nos guiará a la Cruz), los tales son hijos de Dios (vivimos como hijos de Dios, que se refiere a la victoria total en cada aspecto de nuestras vidas; si la naturaleza pecaminosa domina a una persona, seguramente él no vive como un hijo de Dios).
15 Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre (cuando trata de vivir de acuerdo a un sistema de obras y leyes sólo logrará estar en "esclavitud") para estar otra vez en temor (semejante vida crea un clima perpetuo de temor en el corazón de ese Creyente); mas habéis recibido el Espíritu de Adopción (el Espíritu Santo nos ha adoptado en la Familia de Dios), por el cual clamamos, Abba, Padre (el Espíritu Santo facilita al Hijo de Dios para que pueda llamar a Dios "Padre," que se logra a causa de Jesucristo).
16 Porque el mismo Espíritu (Él Mismo) da testimonio a nuestro espíritu (quiere decir que constantemente Él nos dice y atestigua ciertas cosas) que somos Hijos de Dios (significa que ya lo somos, y hemos de disfrutar todos los privilegios como tal; solamente si entendemos que todos estos privilegios nos vienen de Dios, por el medio de la Cruz):
17 Y si hijos (Hijos de Dios), también herederos (un privilegio); herederos de Dios (el enriquecimiento más alto de todos), y coherederos de Cristo (todo lo que le pertenece a Cristo nos pertenece por medio de la Cruz, que fue realizado para nosotros); si empero padecemos juntamente con Él (no se refiere al simple sufrimiento, más bien sufriendo "con Él," referente a Su sufrimiento en la Cruz que nos trajo la victoria total), para que juntamente con Él seamos glorificados (Él ha sido glorificado, y seremos glorificados; todo hecho posible por la Cruz).
18 Porque tengo por cierto que lo que en este tiempo se padece (se refiere al mundo y su condición debido a la Caída) no es de comparar con la gloria venidera (la gloria de la época del futuro venidero no tendrá nada que ver con la miseria de esta época presente) que en nosotros ha de ser manifestada (nuestra gloria será una gloria reflectora, que viene de Cristo).
19 Porque el continuo anhelar de las criaturas (debiera haberse traducido, "porque la esperanza ardiente de la Creación") espera la manifestación de los hijos de Dios (referente a la Resurrección de Vida por venir).
20 Porque las criaturas (la Creación) fue sometida a vanidad (la Caída de Adán señaló la caída de la Creación), no de grado (la Creación no pecó, justo como tal no pueda pecar, pero se hizo sujeto al resultado del pecado que es la muerte), mas por causa Del Que las sujetó con Esperanza (se refiere a Dios como Quien dictó la sentencia debido a la Caída de Adán, pero al mismo tiempo nos dio una "Esperanza"; aquella "Esperanza" es Cristo, Quien rectificará todas las cosas),
21 De que también las mismas criaturas (la Creación) serán libradas (expresa que esta "Esperanza" facilita el efecto de aquella Liberación, que Él hizo por la Cruz) de la esclavitud de la corrupción (indica mortalidad, es decir, "muerte") en la libertad gloriosa de los Hijos de Dios (¡cuando el hombre cayó, la Creación cayó! cuando el hombre sea liberado, también la Creación será liberada, y se expresa en la palabra "también").
22 Porque sabemos que todas las Criaturas (todo fue afectado por la rebelión de Satanás y la Caída de Adán) gimen a una, y a una están gimiendo con dolores de parto hasta ahora (se refiere al deseo común de los elementos de la Creación para traerlos a su perfección original).
23 Y no sólo ellas (la Creación, y todo lo que ésta incluye), mas también nosotros mismos (se refiere a los Creyentes), que tenemos las Primicias del Espíritu (aunque Jesús, trató con todo lo que se perdió a causa de la Caída, en la Cruz, sólo tenemos una parte de aquella posesión ahora, mas el resto vendrá con la Resurrección), aun nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos (declara el hecho obvio de que todo lo que Jesús pagó en la Expiación todavía no se ha realizado totalmente), esperando la Adopción (debiera traducirse, "esperando el cumplimiento del proceso, que la Adopción en la Familia de Dios garantiza"), es a saber, la Redención de nuestro cuerpo (la glorificación de nuestro cuerpo físico que ocurrirá en la Resurrección).
24 Porque en esperanza somos salvos (quiere decir que la mayor parte de nuestra Salvación está aún en el futuro): mas la esperanza que se ve, no es esperanza (declara de otro modo la gran Verdad que lo que la Salvación proporciona no se le ha dado todo al Creyente): porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (En efecto, sin rodeos nos dice que lo que viene está por encima de nuestras mejores expectativas que lo que está aquí en el presente, que es incomparable.)
25 Empero si lo que no vemos esperamos (claramente nos dice que más y mucho más, está por venir), por paciencia esperamos (explica la certidumbre de Su llegada, porque el Espíritu Santo ha prometido que así será).
26 Y asimismo también el Espíritu (el Espíritu Santo) ayuda nuestra flaqueza (la ayuda que nos da por el Espíritu Santo fue posible en su totalidad por medio y a través de lo que Jesús hizo en la Cruz): porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos (señala el significado de la oración, pero también sin el Espíritu Santo, todo es en vano): sino que el mismo Espíritu (Él Mismo) pide por nosotros (Él solicita o intercede de nuestra parte) con gemidos indecibles (no son gemidos del Espíritu Santo, sino que son nuestros, que se relaciona a lo que viene del corazón y no se puede decir adecuadamente en palabras).
27 Mas El Que escudriña los corazones (Dios el Padre), sabe cuál es el intento del Espíritu (lo que el Espíritu quiere que sea hecho, y no lo que nosotros queremos que sea hecho), porque conforme a la Voluntad de Dios, Él (el Espíritu Santo) intercede por los Santos (la meta principal del Espíritu es realizar la Voluntad de Dios en nuestras vidas, no nuestros deseos personales; en otras palabras, el Espíritu no es un botones glorificado).
LOS VENCEDORES

28 Y sabemos que a quienes aman a Dios (la primera condición), todas las cosas les obran juntas para bien (pero sólo si llenan ciertas condiciones), es a saber, a los que conforme al propósito son llamados (significa que es "Su Propósito, y no el nuestro," que es la segunda condición; de otro modo, todas las cosas no se realizarán para nuestro bien).
29 Porque a los que antes Él (Dios) conoció, también Él (el conocimiento previo de Dios) predestinó, para que fuesen hechos conformes a la Imagen de Su Hijo (nunca es la persona que está predestinada, sino más bien el Plan), para que Él (Jesús) sea el Primogénito entre muchos Hermanos (no significa que Jesús Nació de Nuevo como un pecador, como algunos lo enseñan, más bien que Él es el Padre del Plan de Salvación, después de haber pagado el precio en la Cruz, que hizo todo esto posible).
30 Y a los que Él (Dios) predestinó (conformar a la Imagen de Su Hijo), a éstos también llamó (sin aquel "Llamado," el hombre no puede ser salvo; tristemente, muchos rechazan "el Llamado" [Prov. 1:24-33]): y a los que llamó, a estos también justificó (aquellos que respondieron fielmente al Llamado): y a los que justificó, a estos también glorificó (glorificará en la Resurrección; la Justificación garantiza que será hecho).
31 ¿Pues qué diremos a esto? (Se refiere al sufrimiento que se sobrelleva en la actualidad [vv. 17-18] en comparación con "la Gloria que será revelada en nosotros.") Si Dios es por nosotros (debiera traducirse, "puesto que Dios está por nosotros"), ¿quién contra nosotros? (Es quien puede estar contra nosotros lo que realmente importará.)
32 Él Que aun a Su Propio Hijo no perdonó (corresponde a la Gran Dádiva de Dios, es decir, el Señor Jesucristo), antes Le entregó por todos nosotros (la Cruz), ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas? (Podemos tener todas las cosas que pertenecen a la Vida y a la Piedad, por las cuales pagó Jesús en la Cruz, es decir si nuestra Fe está siempre en Cristo y la Cruz [II Ped. 1:3-7].)
33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? (En efecto, quiere decir, "¿Quién declarará a aquellos culpables a quienes Dios declara Justos?") Dios es el que Justifica (es Dios Quien pone las reglas para la Justificación, no el hombre).
34 ¿Quién es él que condenará? (Ningún hombre tiene el derecho de condenar el Plan de la Justificación de Dios.) Cristo es El Que murió (si alguien condena a un Creyente que confía únicamente en Cristo para la Justificación y la Santificación, él condena al mismo tiempo a Cristo y Su Muerte en la Cruz), mas aun, El Que también resucitó (la Resurrección ratificó el hecho de que Jesús era el Sacrificio Perfecto, y que Dios lo aceptó como tal), Quien además está a la Diestra de Dios (se refiere a la exaltación de Cristo), El Que también intercede por nosotros (a la Mano Derecha de Dios, que demuestra que Su Sacrificio ha sido aceptado, que garantiza la intercesión por nosotros).
35 ¿Quién nos apartará del Amor de Cristo? (Habla del Amor de Cristo por el Creyente, en vez del Amor del Creyente por Cristo.) ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (Somos protegidos contra toda influencia exterior, pero no de nosotros mismos. Si una persona quisiera, él puede separarse del Amor de Cristo cuando rechaza la Cruz.)
36 Como está escrito (Sal. 44:22), Por causa de Ti somos muertos todo el tiempo (el mundo siempre estaba opuesto a Cristo y lo que Él hizo en la Cruz; desgraciadamente, también la mayoría de la Iglesia); somos estimados como ovejas del matadero (la manera que el mundo nos mira; en sus ojos, somos merecedores sólo para la degollación).
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores (es una Santa arrogancia de la Victoria y la fuerza de Cristo) por medio de Aquél que nos amó (Él nos amó tanto que dio Su Vida en la Cruz, que solo nos hace "más que vencedores").
38 Por lo cual estoy convencido (el Apóstol ha afrontado las cosas de las cuales El ahora habla) de que ni la muerte, ni la vida, ni Ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura, nos podrá apartar del Amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (este Amor de Dios que se extiende a nosotros fue hecho posible únicamente por Cristo, y lo que Él hizo por nosotros en la Cruz; otra vez, este es el Amor de Dios por nosotros, que nunca vacila porque estamos "en Cristo Jesús").


Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes,* pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran  contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.



Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los  muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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