20 February 2018

El 21 de febrero Lectura Bíblica Diaria

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El 21 de febrero Lectura Bíblica Diaria:

Jeremías 24 a 26:

Después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, junto con los jefes de Judá y con los artesanos y herreros, el Señor me mostró dos canastas de higos colocadas frente al templo del Señor. Una de ellas tenía higos muy buenos, como los que maduran primero; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer. Entonces el Señor me preguntó: "¿Qué ves, Jeremías?" Yo respondí: "Veo higos. Unos están muy buenos, pero otros están tan malos que no se pueden comer." Y la palabra del Señor vino a mí: "Así dice el Señor, el Dios de Israel: A los deportados de Judá, que envié de este lugar al país de los babilonios, los consideraré como a estos higos buenos. Los miraré favorablemente, y los haré volver a este país. Los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón que me conozca, porque yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. "Pero a Sedequías, rey de Judá, y a sus jefes y a los sobrevivientes de Jerusalén lo mismo a los que se quedaron en este país como a los que viven en Egipto los trataré como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer afirma el Señor. Los convertiré en motivo de espanto y de calamidad, para todos los reinos de la tierra. En todos los lugares por donde yo los disperse, serán objeto de escarnio, desprecio, burla y maldición. Enviaré contra ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus antepasados. " Ésta es la palabra que vino a Jeremías con relación a todo el pueblo de Judá. La recibió en el año cuarto del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, es decir, durante el año primero del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El profeta Jeremías les dijo lo siguiente a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén: "Desde el año trece de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy ¡y conste que ya han pasado veintitrés años!, el Señor me ha dirigido su palabra, y yo les he hablado en repetidas ocasiones, pero ustedes no me han hecho caso. "Además, una y otra vez el Señor les ha enviado a sus siervos los profetas, pero ustedes no los han escuchado ni les han prestado atención. Ellos los exhortaban: Dejen ya su mal camino y sus malas acciones. Así podrán habitar en la tierra que, desde siempre y para siempre, el Señor les ha dado a ustedes y a sus antepasados. No vayan tras otros dioses para servirles y adorarlos; no me irriten con la obra de sus manos, y no les haré ningún mal. "Pero ustedes no me obedecieron afirma el Señor, sino que me irritaron con la obra de sus manos, para su propia desgracia. "Por eso, así dice el Señor Todopoderoso: Por cuanto no han obedecido mis palabras, yo haré que vengan todos los pueblos del norte, y también mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los traeré contra este país, contra sus habitantes y contra todas las naciones vecinas, y los destruiré por completo: ¡los convertiré en objeto de horror, de burla y de eterna desolación! afirma el Señor. Haré que desaparezcan entre ellos los gritos de gozo y alegría, los cantos de bodas, el ruido del molino y la luz de la lámpara. Todo este país quedará reducido a horror y desolación, y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años. "Pero cuando se hayan cumplido los setenta años, yo castigaré por su iniquidad al rey de Babilonia y a aquella nación, país de los caldeos, y los convertiré en desolación perpetua afirma el Señor. Haré que vengan sobre ese país todas las amenazas que le anuncié, y todo lo que está registrado en este libro y que Jeremías ha profetizado contra las naciones. Los caldeos, a su vez, caerán bajo el yugo de muchas naciones y reyes poderosos. Así les daré lo que merecen su conducta y sus hechos." El Señor, el Dios de Israel, me dijo: "Toma de mi mano esta copa del vino de mi ira, y dásela a beber a todas las naciones a las que yo te envíe. Cuando ellas la beban, se tambalearán y perderán el juicio, a causa de la espada que voy a enviar contra ellos." Tomé de la mano del Señor la copa, y se la di a beber a todas las naciones a las cuales el Señor me envió: a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus jefes, para convertirlos en ruinas, en motivo de horror, burla y maldición, como hoy se puede ver. También se la di a beber al faraón, rey de Egipto, y a sus siervos y jefes y a todo su pueblo; a todos los forasteros, a todos los reyes del país de Uz, y a todos los reyes del país de los filisteos: a los de Ascalón, Gaza y Ecrón, y a los sobrevivientes de Asdod; a Edom y Moab, y a los hijos de Amón; a todos los reyes de Tiro y de Sidón; a todos los reyes de las costas al otro lado del mar; a Dedán, Temá y Buz; a todos los pueblos que se rapan las sienes; a todos los reyes de Arabia; a todos los reyes de las diferentes tribus del desierto; a todos los reyes de Zimri, Elam y Media; a todos los reyes del norte, cercanos o lejanos entre sí, y a todos los reinos que están sobre la faz de la tierra. Y después de ellos beberá el rey de Sesac. "Tú les dirás: Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: ‘Beban, emborráchense, vomiten y caigan para no levantarse más, por causa de la espada que estoy por mandar contra ustedes. Pero si se niegan a tomar de tu mano la copa y beberla, tú les dirás: Así dice el Señor Todopoderoso: ‘¡Tendrán que beberla! Desataré calamidades contra la ciudad que lleva mi nombre. ¿Y creen ustedes que no los voy a castigar? Al contrario, serán castigados afirma el Señor Todopoderoso, porque yo desenvaino la espada contra todos los habitantes de la tierra. "Tú, Jeremías, profetiza contra ellos todas estas palabras: "Ruge el Señor desde lo alto; desde su santa morada hace tronar su voz. Ruge violento contra su rebaño; grita como los que pisan la uva, contra todos los habitantes del mundo. El estruendo llega hasta los confines de la tierra, porque el Señor litiga contra las naciones; enjuicia a todos los mortales, y pasa por la espada a los malvados ", afirma el Señor. Así dice el Señor Todopoderoso: "La calamidad se extiende de nación en nación; una terrible tempestad se desata desde los confines de la tierra." En aquel día, las víctimas del Señor quedarán tendidas de un extremo a otro de la tierra. Nadie las llorará ni las recogerá ni las enterrará; se quedarán sobre la faz de la tierra, como el estiércol. Giman, pastores, y clamen; revuélquense en el polvo, jefes del rebaño, porque les ha llegado el día de la matanza; serán dispersados, y caerán como carneros escogidos. Los pastores no tendrán escapatoria; no podrán huir los jefes del rebaño. Escuchen el clamor de los pastores y el gemido de los jefes del rebaño, porque el Señor destruye sus pastizales. Las hermosas praderas son asoladas, a causa de la ardiente ira del Señor. Como león que deja abandonada su guarida, el Señor ha dejado desolado su país, a causa de la espada devastadora, a causa de la ardiente ira del Señor. Al comienzo del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino a Jeremías esta palabra del Señor: "Así dice el Señor: Párate en el atrio de la casa del Señor, y di todas las palabras que yo te ordene a todas las ciudades de Judá que vienen a adorar en la casa del Señor. No omitas ni una sola palabra. Tal vez te hagan caso y se conviertan de su mal camino. Si lo hacen, me arrepentiré del mal que pensaba hacerles por causa de sus malas acciones. Tú les advertirás que así dice el Señor: ‘Si no me obedecen ni se ciñen a la ley que yo les he entregado, y si no escuchan las palabras de mis siervos los profetas, a quienes una y otra vez he enviado y ustedes han desobedecido, entonces haré con esta casa lo mismo que hice con Siló: ¡Haré de esta ciudad una maldición para todas las naciones de la tierra! " Los sacerdotes, los profetas y el pueblo entero oyeron estas palabras que el profeta Jeremías pronunció en la casa del Señor. Pero en cuanto Jeremías terminó de decirle al pueblo todo lo que el Señor le había ordenado, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo lo apresaron y le dijeron: "¡Vas a morir! ¿Por qué has profetizado en el nombre del Señor que esta casa se quedará como Siló, y que esta ciudad quedará desolada y deshabitada?" Y todo el pueblo que estaba en la casa del Señor se abalanzó sobre Jeremías. Cuando los jefes de Judá escucharon estas cosas, fueron del palacio del rey a la casa del Señor, y se apostaron a la entrada de la Puerta Nueva del templo. Allí los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: "Este hombre debe ser condenado a muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, tal como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos." Pero Jeremías les dijo a todos los jefes y a todo el pueblo: "El Señor me envió para profetizar contra esta casa y contra esta ciudad todas las cosas que ustedes han escuchado. Así que enmienden ya su conducta y sus acciones, y obedezcan al Señor su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal que les ha anunciado. En cuanto a mí, estoy en manos de ustedes; hagan conmigo lo que mejor les parezca. Pero sepan que si ustedes me matan, estarán derramando sangre inocente sobre ustedes mismos y sobre los habitantes de esta ciudad. Lo cierto es que el Señor me ha enviado a que les anuncie claramente todas estas cosas." Los jefes y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: "Este hombre no debe ser condenado a muerte, porque nos ha hablado en el nombre del Señor nuestro Dios." Entonces algunos de los ancianos del país se levantaron y le recordaron a toda la asamblea del pueblo que, durante el reinado de Ezequías, Miqueas de Moréset había profetizado a todo el pueblo de Judá: "Así dice el Señor Todopoderoso: Sión será arada como un campo, Jerusalén quedará en ruinas, y la montaña del templo se volverá un bosque. "¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo su pueblo mataron a Miqueas? ¿No es verdad que Ezequías temió al Señor y le pidió su ayuda, y que el Señor se arrepintió del mal que les había anunciado? Sin embargo, nosotros estamos por provocar nuestro propio mal." Hubo también otro profeta, de nombre Urías hijo de Semaías, de Quiriat Yearín, que profetizaba en el nombre del Señor. Éste profetizó contra la ciudad y contra el país, tal y como lo hizo Jeremías. Cuando el rey Joacim y sus funcionarios y jefes oyeron sus palabras, el rey intentó matarlo; pero al enterarse Urías, tuvo miedo y escapó a Egipto. Después el rey Joacim envió a Egipto a Elnatán hijo de Acbor, junto con otros hombres, y ellos sacaron de Egipto a Urías y lo llevaron ante el rey Joacim, quien mandó que mataran a Urías a filo de espada, y que arrojaran su cadáver a la fosa común. Sin embargo, Ajicán hijo de Safán protegió a Jeremías y no permitió que cayera en manos del pueblo ni que lo mataran.


Salmos 70:

Apresúrate, oh Dios, a rescatarme; ¡apresúrate, Señor, a socorrerme! Que sean avergonzados y confundidos los que procuran matarme. Que retrocedan humillados todos los que desean mi ruina. Que vuelvan sobre sus pasos, avergonzados, todos los que se burlan de mí. Pero que todos los que te buscan se alegren en ti y se regocijen; que los que aman tu salvación digan siempre: "¡Sea Dios exaltado!" Yo soy pobre y estoy necesitado; ¡ven pronto a mí, oh Dios! Tú eres mi socorro y mi libertador; ¡no te demores, Señor!


Proverbios 4:

Escuchen, hijos, la corrección de un padre; dispónganse a adquirir inteligencia. Yo les brindo buenas enseñanzas, así que no abandonen mi instrucción. Cuando yo era pequeño y vivía con mi padre, cuando era el niño consentido de mi madre, mi padre me instruyó de esta manera: "Aférrate de corazón a mis palabras; obedece mis mandamientos, y vivirás. Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no olvides mis palabras ni te apartes de ellas. No abandones nunca a la sabiduría, y ella te protegerá; ámala, y ella te cuidará. La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento. Estima a la sabiduría, y ella te exaltará; abrázala, y ella te honrará; te pondrá en la cabeza una hermosa diadema; te obsequiará una bella corona." Escucha, hijo mío; acoge mis palabras, y los años de tu vida aumentarán. Yo te guío por el camino de la sabiduría, te dirijo por sendas de rectitud. Cuando camines, no encontrarás obstáculos; cuando corras, no tropezarás. Aférrate a la instrucción, no la dejes escapar; cuídala bien, que ella es tu vida. No sigas la senda de los perversos ni vayas por el camino de los malvados. ¡Evita ese camino! ¡No pases por él! ¡Aléjate de allí, y sigue de largo! Los malvados no duermen si no hacen lo malo; pierden el sueño si no hacen que alguien caiga. Su pan es la maldad; su vino, la violencia. La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud. Pero el camino de los malvados es como la más densa oscuridad; ¡ni siquiera saben con qué tropiezan! Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo. Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida. Aleja de tu boca la perversidad; aparta de tus labios las palabras corruptas. Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad.


El Libro de Los Hechos Capítulo 2 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
CAPÍTULO 2
(33 d.C.)
PENTECOSTÉS

Y CUANDO se cumplieron los Días de Pentecostés (la Fiesta de Pentecostés, una de las siete grandes Fiestas ordenadas por Dios y en que participaba Israel cada año; ocurría cincuenta días después de la Pascua), estaban todos unánimes juntos (no en el Aposento Alto donde ellos se reunían antes, sino más bien en el Templo [Luc. 24:53; Hch. 2:46]).
2 Y de repente vino un estruendo del Cielo como de un viento recio que corría (muestra la venida del Espíritu Santo en una nueva dimensión, todo hecho posible por la Cruz), el cual llenó toda la casa (el Templo) donde estaban sentados (estaban probablemente en el Atrio de los Gentiles).
3 Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego (el único registro de tal en el Nuevo Testamento, y era el cumplimiento de la Profecía de Juan el Bautista acerca de Jesús [Mat. 3:11]), que se asentó sobre cada uno de ellos (se refiere a todos los que estaban allí, no sólo los Doce Apóstoles; el número exacto no se conoce).
4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo (todos fueron llenos, no sólo los Apóstoles; como resultado de la Cruz, el Espíritu Santo podía entrar ahora en los corazones y vidas de todos los Creyentes para morar permanentemente [Jn. 14:16]), y comenzaron a hablar en otras lenguas (la evidencia física inicial que una persona ha sido Bautizado con el Espíritu, y fue predicho por el Profeta Isaías [Isa. 28:9-12], y por Cristo [Marc. 16:17; Jn. 15:26; 16:13]), como el Espíritu les daba que hablasen (quiere decir que ellos no lo iniciaron, sino que lo inició el Espíritu; como veremos, éstas eran lenguas conocidas en algún lugar en el mundo, pero no por el orador).
5 Moraban entonces en Jerusalén Judíos, varones religiosos, de todas las naciones debajo del Cielo (los Judíos en esa época fueron dispersados por todas partes del Mundo Romano, y miles de personas llegaban de cada nación para guardar la Fiesta).
6 Y hecho este estruendo (las multitudes que estaban en el Templo oyeron y vieron lo que ocurría, y también, comenzaban a contarlo a los demás), se juntó la multitud (lo que pasaba atraía una multitud), y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua (quiere decir que estos Judíos espectadores oyeron a esta gente que hablaba en muchas lenguas distintas, de hecho, lenguas de la nación de su origen, de dondequiera que llegaron, que da por sentado que esto no era un bullicio o balbuceo como algunos afirman).
7 Y estaban atónitos y maravillados (casi siempre tenía que ver con el hablar en otras lenguas), diciendo, He aquí, ¿no son Galileos todos estos que hablan? (Significa que el acento Galileo era distinto y conocido [Marc. 14:70; Luc. 22:59].)
8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en que somos nacidos? (Demuestra otra vez que esto no era bullicio, ni mera cháchara, ni balbuceo, sino más bien una lengua conocida en alguna parte del mundo, pero no era la lengua nativa de la misma persona que hablaba.)
9 Partos y Medos, y Elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
10 En Frigia y Panfilia, en Egipto y en las partes de África que está de la otra parte de Cirene, y Romanos extranjeros, tanto Judíos como convertidos,
11 Cretenses y Árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las Maravillas de Dios (nos enseña lo que realmente es el hablar en lenguas, una declaración de las "Obras Maravillosas de Dios").
12 Y estaban todos atónitos y perplejos (debería haberse traducido, "y quedaron perplejos;" ellos no tenían ninguna respuesta racional para su perplejidad), diciendo los unos a los otros, ¿Qué quiere ser esto? (Este interrogante se hizo más con asombro que en espera de una respuesta.)
13 Mas otros burlándose, decían (ellos se mofaron; ya sea por gesto o por palabra, se mofaron del Testimonio de lo que se dio por el Espíritu Santo), Que están llenos de mosto (era realmente una acusación de que estaban ebrios, es decir, "intoxicados"; algunos se asombraron y otros "se mofaron," lo que ocurre hasta hoy día).
PEDRO
14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los Once, alzó su voz, y les habló diciendo (Pedro iba a predicar el Mensaje inaugural de la Iglesia en ese Día de Pentecostés), Varones Judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras (probablemente se predicó el Mensaje en el Pórtico de Salomón, parte del Atrio de los Gentiles; donde los debates y cosas parecidas se celebraban frecuentemente):
15 Porque éstos no están borrachos, como vosotros pensáis (en efecto, dice que estaban ebrios, pero no en la forma normal), siendo la hora tercera del día (a las 9:00 de la mañana).
16 Mas esto es lo que fue dicho por el Profeta Joel (por favor observe que Pedro no dijo, "esto cumple lo dicho por el Profeta Joel," sino más bien, "esto es lo que..." que significa que esto continuará);
17 Y será en los postreros días, dice Dios (proclama que estos "postreros días" que comenzaron en el Día de Pentecostés, y seguirán a través de la Gran Tribulación venidera), Derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne (habla de toda la gente en todas partes y, por lo tanto, no se limitaban por alguna localidad geográfica particular; también, no se limitaban con respecto a raza, color o credo): Y vuestros hijos y vuestras hijas Profetizarán (incluye ambos géneros); y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños (todo dado por el Espíritu Santo; la lengua Hebrea indica, "tanto los varones jóvenes como ancianos verán visiones, y tanto los ancianos como los jóvenes soñarán sueños"; también se aplica a los dos géneros):
18 Y de cierto sobre Mis siervos y sobre Mis siervas en aquellos días Derramaré de Mi Espíritu (tiene la intención de dirigirse deliberadamente a dos clases de personas a quienes se daban muy poco estatus en el pasado, a los esclavos y a las mujeres); y Profetizarán (pertenece a uno de los "Dones del Espíritu" [I Cor. 12:8-10]):
19 Y daré prodigios arriba en el Cielo, y señales abajo en la Tierra; sangre y fuego y vapor de humo (pertenece al hecho de que estos "días de Mi Espíritu" abarcarán la totalidad de la Edad de la Iglesia, hasta en la Gran Tribulación venidera; aquel límite de tiempo ya alcanza casi dos mil años):
20 El sol se volverá en tinieblas, y la luna en sangre (no tiene la intención de ser literal, sino más bien que la luna va a parecer como sangre roja como resultado de las condiciones atmosféricas), antes que venga el Día del Señor, grande y manifiesto (la Segunda Venida):
21 Y será que todo aquel que invocare el Nombre del Señor, será salvo (Joel 2:30-32; presenta una de las declaraciones más gloriosas que jamás se haya dicho; esto incluye tanto a Judíos como a Gentiles igualmente).
22 Varones Israelitas, oíd estas palabras (el Mensaje inaugural de la Iglesia); Jesús Nazareno, Varón aprobado de Dios entre vosotros (Jesús siempre tiene que ser el tema de nuestro Mensaje; Él fue aprobado por Dios, pero no por los hombres) en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por Él en medio de vosotros (lo que Pedro sabía directamente, porque él estaba allí), como también vosotros sabéis (tantas cosas sucedieron que no había absolutamente excusa alguna para que ellos no lo supieran):
23 A Éste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios (era el Plan de Dios que Jesús muriera en la Cruz; sin embargo, esto no era el Plan de Dios para que los líderes religiosos de Israel hicieran esta cosa; era de su propia maquinación y selección), prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole (¡presenta un cargo tan serio que es imposible describirlo! sin embargo, si ellos buscaran la misericordia y el perdón, Dios les perdonaría, como lo veremos):
24 Al cual Dios levantó (tiene que ver con la Resurrección), sueltos los dolores de la muerte (la muerte no podía sujetarlo porque Él expió todo pecado, la paga del pecado es muerte [Rom. 6:23]): por cuanto era imposible ser detenido de ella (la muerte hubiera gustado retenerlo en su apretón, pero no se pudo porque Él le quitó su derecho legal; como se dijo, Él expió todo pecado, que derrotó la muerte, a Satanás y a todos los principados y potestades [Col. 2:14-15]).
25 Porque David dice de Él (Sal. 16:8-11), Veía al Señor siempre delante de Mí, porque está a Mi Diestra, no seré conmovido (por la Cruz, Cristo merecía esta posición a la Diestra del Padre, que habla de poder y autoridad, todo de nuestra parte [Heb. 1:3]):
26 Por lo cual Mi corazón se alegró (tiene que ver con Cristo que se regocijaba acerca de la garantía de Su Padre y la protección en cuanto a Su descenso al mundo de la muerte; Él sabía que el Padre Lo sacaría), y se gozó Mi lengua (se refiere a las cosas que Él dijo con respecto a Su Resurrección [Mat. 16:21; 17:23; 20:17-19; Marc. 8:31]); Y aun Mi carne descansará en esperanza (se refiere a apoyarse en las Promesas de Dios acerca de la Resurrección):
27 Que no dejarás Mi Alma en el Infierno (no era la parte ardiente del Infierno [Luc. 16:19-31]), Ni Tú (Dios El Padre) darás a Tu Santo que vea corrupción (Su Cuerpo físico, sin pecado, no vio ninguna corrupción, que normalmente acompaña la muerte; de hecho, fue glorificado y levantado de entre los muertos).
28 Me hiciste notorios los caminos de la Vida (presenta a Cristo como el Patrón de comportamiento, y también presenta no solamente la Resurrección de Sí Mismo, sino la de todos los Creyentes); Me llenarás de gozo con Tu presencia (el Rostro de Dios resplandeció realmente sobre Cristo, y resplandece sobre nosotros también, porque estamos "en Cristo").
29 Varones hermanos, se os puede libremente decir del Patriarca David (muestra la única oportunidad en Las Escrituras en que se refirió a David como un "Patriarca"), que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy (se incluyó aquí para disipar las nociones erróneas sostenidas por los Fariseos y los líderes religiosos de Israel acerca del Mesías).
30 Empero siendo Profeta (tiene que ver con muchas de las Profecías que David declaró en los Salmos en cuanto a Cristo), y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de su lomo, en cuanto a la carne (II Sam. 7:11-16), Él (Dios) levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono (para sentarse en el Trono de David, que no se ha cumplido todavía, pero de seguro va a cumplirse en la Edad del Reino venidero; todo esto demuestra la Encarnación, Dios que se hace Hombre y lo hace por el linaje de David);
31 Viéndolo (David) antes, habló de la Resurrección de Cristo (dice a los líderes religiosos de Israel que David claramente Profetizó que Jesús resucitaría de entre los muertos [Sal. 16:8-11]), que Su Alma no fue dejada en el Infierno (como se declaró, Él no fue al lado ardiente del Infierno, sino más bien al Paraíso [Luc. 16], y así también a algunas prisiones particulares en aquella región infernal [I Ped. 3:19-20]), ni Su carne vio corrupción (Él no fue atormentado en el Infierno como algunos lo enseñan, tampoco había descomposición alguna en Su Cuerpo físico; sino que fue Glorificado).
32 A este Jesús (Al que Crucificaron) resucitó Dios (habla del Jesús físico y no de cierto espíritu), de lo cual todos nosotros somos testigos (Pedro les dice que a pesar de lo que digan, todo Israel sabe que Jesús fue resucitado de entre los muertos).
33 Así que, levantado por la Diestra de Dios (Cristo es exaltado ahora, no sólo como Creador, sino también como Salvador, que fue hecho posible por la Cruz), y recibiendo del Padre la Promesa del Espíritu Santo (demuestra que Jesús fue aceptado por el Padre porque el Espíritu Santo fue enviado de regreso, justo como fue Prometido [Jn. 16:7]), ha derramado esto que vosotros veis y oís (ellos vieron a la gente y oyeron que hablaban en lenguas).
34 Porque David no subió a los Cielos (Pedro dijo esto para demostrar que David no declaró estas Profecías acerca de él mismo, sino más bien acerca de Aquel que había de venir, es decir, el Señor Jesucristo; desde luego, algunos de los líderes religiosos de Israel declaraban que estas Profecías se relacionaban con David, y no tuvieron nada que ver con Jesús, lo que Pedro rechaza rotundamente): empero él (David) dice, Dijo el Señor a Mi Señor (Dios el Padre Le dijo a Dios el Hijo), Siéntate a Mi Diestra ([Sal. 110:1] aquí es donde Jesús mora ahora [Heb. 1:3]),
35 Hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus Pies (todo hecho posible por la Cruz [Col. 2:14-15] pero no será efectuado completamente hasta la conclusión de la Edad del Reino [Apoc., cap. 20; I Cor. 15:24-25]).
36 Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel (Pedro se dirigió directamente hacia los líderes religiosos de Israel, y es inspirado por el Espíritu Santo), que a éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo (Jesús era y es "Jehová" y, también, el "Mesías" de Israel).
EL RESULTADO
37 Entonces oído esto, fueron compungidos de corazón (el Poder de convicción del Espíritu Santo), y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles, Varones hermanos, ¿qué haremos? (declaraba que esta gente, quienquiera que sea, estaba deseosa de ponerse bien con Dios.)
38 Y Pedro les dice, Arrepentíos (admitir que Dios tiene razón, y nosotros estamos equivocados), y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo (por la autoridad de aquel Nombre; no existe ninguna fórmula bautismal en el Libro de los Hechos; Cristo dio la única fórmula en Mat. 28:19) para perdón de los pecados (debiera traducirse, "a causa de la remisión de los pecados"; se Bautiza en Agua porque los pecados ya fueron remitidos a raíz de la Fe en Cristo, y no porque los pecados debieran ser remitidos), y recibiréis el Don del Espíritu Santo (el arrepentimiento garantiza la Salvación, que prepara al Creyente para que esté listo a ser Bautizado con el Espíritu Santo; el Creyente no es Bautizado con el Espíritu automáticamente en la conversión; es una experiencia que le sigue a la Salvación, y siempre está acompañada con el hablar en otras lenguas [Hch. 2:4; 10:44-46; 19:1-7]).
39 Porque para vosotros (dirigido a muchos de los Judíos que estaban de pie en el Templo escuchando a Pedro ese día) es la Promesa (del Bautismo con el Espíritu Santo), y para vuestros hijos (quiere decir que este gran derramamiento no se detuvo con el derramamiento inicial, sino que continúa), y para todos los que están lejos (significa que no es sólo para aquellos en Jerusalén, sino para el mundo entero también), para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (aquel "Llamado" es a "quienquiera" [Jn. 7:37-39; Apoc. 22:17]).
40 Y con otras muchas palabras testificaba y exhortaba (nos explica que sólo tenemos cierta parte del Mensaje de Pedro), diciendo, Sed salvos de esta perversa generación (es un llamado al Arrepentimiento).
41 Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados (algunos creyeron lo que Pedro dijo, entregaron sus corazones a Dios y se arrepintieron de sus pecados; entonces ellos fueron Bautizados en Agua): y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas (durante el primer Día de Pentecostés, el Día en que se entregó la Ley, unos tres mil hombres murieron [Éx. 32:28]; durante este Día de Pentecostés, como resultado de la Cruz, unas tres mil personas fueron salvas).
LA IGLESIA PRIMITIVA
42 Y perseveraban en la Doctrina de los Apóstoles (aquella Doctrina se encuentra en el Versículo 38), y en la comunión, y en el partimiento del pan (tenía que ver con la celebración de la Cena del Señor, que se llevó a cabo en un ambiente probablemente mucho más informal que en la actualidad), y en las oraciones (simplemente quiere decir que era una Iglesia de oración).
43 Y toda persona tenía temor (se refiere al Movimiento y la Operación del Espíritu Santo; viendo las cosas que el Espíritu hacía, todos tenían un sentir de admiración reverencial, maravilla y temor): y muchas maravillas y señales eran hechas por los Apóstoles (el Espíritu Santo hizo esto a fin de dar a la Iglesia un gran principio; todo esto siguió, justo como tiene la intención de seguir, pero teniendo como una base más limitada, como lo explica la última parte del Libro de los Hechos).
44 Y todos los que creían estaban juntos (como resultado de la gran animosidad de los Judíos contra los seguidores de Cristo, los Creyentes tuvieron que unirse), y tenían todas las cosas comunes (como resultado de miles que perdieron sus empleos a raíz de la persecución, aquellos que tenían bienes materiales compartieron con aquellos que no tenían);
45 Y vendían las posesiones, y las haciendas (ellos vendieron cosas que de veras no necesitaban, a fin de que pudieran ayudar a aquellos que estaban en gran necesidad), y las repartían a todos, según lo que cada uno necesitaba (representaba una comunidad Cristiana como resultado de la gran persecución que estaba cerca).
46 Y perseverando unánimes cada día en el Templo (en cierto modo, el Templo fue convertido en una Iglesia, que de seguro causaba mucha irritación a las autoridades religiosas), y partiendo el pan en las casas (quiere decir que la Iglesia en sí estaba realmente resguardada en casas por todas partes en Jerusalén), comían juntos con alegría y con sencillez de corazón (ellos tenían gozo que la persecución no les iba a molestar),
47 Alabando a Dios, y teniendo gracia con todo el pueblo (Jerusalén en conjunto estaba impresionado favorablemente por lo que vieron con respecto a estos seguidores de Cristo). Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos (muchos venían al Señor).


1 Corintios 13:

Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4:

Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e  intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero."* Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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