El 4 de julio Lectura Bíblica Diaria:
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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
El 4 de julio Lectura Bíblica Diaria:
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Mensaje de la Cruz de Cristo Jesús-Capítulo-1
El 4 de julio Lectura Bíblica Diaria:
I Samuel 6 a 8:
El
arca del Señor estuvo en territorio filisteo siete meses, y los
filisteos convocaron a los sacerdotes y a los adivinos para
preguntarles: ¿Qué vamos a hacer con el arca del Señor? Dígannos de qué
modo hay que devolverla a su lugar. Si piensan devolverla contestaron,
no la manden sin nada; tienen que presentarle a Dios una ofrenda
compensatoria. Entonces recobrarán la salud y sabrán por qué Dios no ha
dejado de castigarlos. ¿Y qué le debemos ofrecer? preguntaron los
filisteos. Cinco figuras de oro en forma de tumor respondieron aquéllos y
otras cinco en forma de rata, conforme al número de jefes filisteos,
pues la misma plaga los ha azotado a ustedes y a sus jefes. Así que
hagan imágenes de los tumores y de las ratas que han devastado el país, y
den honra al Dios de Israel. Tal vez suavice su castigo contra
ustedes, sus dioses y su tierra. ¿Por qué se van a obstinar, como lo
hicieron los egipcios bajo el faraón? ¿No es cierto que Dios tuvo que
hacerles daño para que dejaran ir a los israelitas? "Ahora manden a
construir una carreta nueva. Escojan también dos vacas con cría y que
nunca hayan llevado yugo. Aten las vacas a la carreta, pero encierren
los becerros en el establo. Tomen luego el arca del Señor y pónganla en
la carreta. Coloquen una caja junto al arca, con los objetos de oro
que van a entregarle a Dios como ofrenda compensatoria. Luego dejen que
la carreta se vaya sola, y obsérvenla. Si se va en dirección de Bet
Semes, su propio territorio, eso quiere decir que el Señor es quien nos
ha causado esta calamidad tan terrible. Pero si la carreta se desvía
para otro lugar, sabremos que no fue él quien nos hizo daño, sino que
todo ha sido por casualidad. Así lo hicieron. Tomaron dos vacas con
cría y las ataron a la carreta, pero encerraron los becerros en el
establo. Además, en la carreta pusieron el arca del Señor y la caja que
contenía las figuras de ratas y de tumores de oro. ¡Y las vacas se
fueron mugiendo por todo el camino, directamente a Bet Semes! Siguieron
esa ruta sin desviarse para ningún lado. Los jefes de los filisteos se
fueron detrás de la carreta, hasta llegar al territorio de Bet Semes.
Los habitantes de Bet Semes, que estaban en el valle cosechando el
trigo, alzaron la vista y, al ver el arca, se llenaron de alegría. La
carreta llegó hasta el campo de Josué de Bet Semes, donde había una
gran piedra, y allí se detuvo. Entonces la gente del pueblo usó la
madera de la carreta como leña, y ofreció las vacas en holocausto al
Señor. Los levitas que habían descargado la carreta pusieron el arca
del Señor sobre la gran piedra, junto con la caja que contenía las
figuras de oro. Aquel día los habitantes de Bet Semes ofrecieron
holocaustos y sacrificios al Señor. Los cinco jefes filisteos vieron
todo esto, y regresaron a Ecrón ese mismo día. Las figuras de oro en
forma de tumor, que los filisteos entregaron al Señor como ofrenda
compensatoria, correspondían a cada una de estas ciudades: Asdod, Gaza,
Ascalón, Gat y Ecrón. Así mismo, el número de las ratas de oro
correspondía al de las ciudades filisteas que pertenecían a los cinco
jefes, tanto las ciudades fortificadas como las aldeas sin murallas. Y
la gran piedra donde depositaron el arca del Señor permanece hasta el
día de hoy, como testimonio, en el campo de Josué de Bet Semes. Algunos
hombres de ese lugar se atrevieron a mirar dentro del arca del Señor, y
Dios los mató. Fueron setenta los que perecieron. El pueblo hizo duelo
por el terrible castigo que el Señor había enviado, y los habitantes
de Bet Semes dijeron: "El Señor es un Dios santo. ¿Quién podrá
presentarse ante él? ¿Y a dónde podremos enviar el arca para que no se
quede entre nosotros?" Así que mandaron este mensaje a los habitantes
de Quiriat Yearín: "Los filisteos han devuelto el arca del Señor;
vengan y llévensela." Los de Quiriat Yearín fueron a Bet Semes y se
llevaron el arca del Señor a la casa de Abinadab, que estaba en una
loma. Luego consagraron a su hijo Eleazar para que estuviera a cargo de
ella. El arca permaneció en Quiriat Yearín durante mucho tiempo.
Pasaron veinte años, y todo el pueblo de Israel buscaba con ansiedad al
Señor. Por eso Samuel le dijo al pueblo: "Si ustedes desean volverse
al Señor de todo corazón, desháganse de los dioses extranjeros y de las
imágenes de Astarté. Dedíquense totalmente a servir sólo al Señor, y
él los librará del poder de los filisteos." Así que los israelitas
echaron fuera a los ídolos de *Baal y a las imágenes de Astarté, y
sirvieron sólo al Señor. Luego Samuel ordenó: "Reúnan a todo Israel en
Mizpa para que yo ruegue al Señor por ustedes." Cuando los israelitas
se reunieron en Mizpa, sacaron agua y la derramaron ante el Señor.
También ayunaron durante el día, y públicamente confesaron: "Hemos
pecado contra el Señor." Fue en Mizpa donde Samuel comenzó a gobernar a
los israelitas. Cuando los filisteos se enteraron de que los
israelitas se habían reunido en Mizpa, los jefes filisteos marcharon
contra Israel. Al darse cuenta de esto, los israelitas tuvieron miedo de
los filisteos y le dijeron a Samuel: "No dejes de clamar al Señor por
nosotros, para que nos salve del poder de los filisteos." Samuel tomó
entonces un cordero pequeño y lo ofreció en holocausto al Señor. Luego
clamó al Señor en favor de Israel, y el Señor le respondió. Mientras
Samuel ofrecía el sacrificio, los filisteos avanzaron para atacar a
Israel. Pero aquel día el Señor lanzó grandes truenos contra los
filisteos. Esto creó confusión entre ellos, y cayeron derrotados ante
los israelitas. Entonces los israelitas persiguieron a los filisteos
desde Mizpa hasta más allá de Bet Car, matándolos por el camino. Después
Samuel tomó una piedra, la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó
Ebenezer, "El Señor no ha dejado de ayudarnos." Durante toda la vida de
Samuel, el Señor manifestó su poder sobre los filisteos. Éstos fueron
subyugados por los israelitas y no volvieron a invadir su territorio.
Fue así como los israelitas recuperaron las ciudades que los filisteos
habían capturado anteriormente, desde Ecrón hasta Gat, y libraron todo
ese territorio del dominio de los filisteos. También hubo paz entre
Israel y los amorreos. Samuel siguió gobernando a Israel toda su vida.
Todos los años recorría las ciudades de Betel, Guilgal y Mizpa, y
atendía los asuntos del país en esas regiones. Luego regresaba a Ramá,
donde residía, y desde allí gobernaba a Israel. También allí erigió un
altar al Señor. Cuando Samuel entró en años, puso a sus hijos como
gobernadores de Israel, con sede en Berseba. El hijo mayor se llamaba
Joel, y el segundo, Abías. Pero ninguno de los dos siguió el ejemplo de
su padre, sino que ambos se dejaron guiar por la avaricia, aceptando
sobornos y pervirtiendo la justicia. Por eso se reunieron los ancianos
de Israel y fueron a Ramá para hablar con Samuel. Le dijeron: "Tú has
envejecido ya, y tus hijos no siguen tu ejemplo. Mejor danos un rey que
nos gobierne, como lo tienen todas las naciones." Cuando le dijeron que
querían tener un rey, Samuel se disgustó. Entonces se puso a orar al
Señor, pero el Señor le dijo: "Considera seriamente todo lo que el
pueblo te diga. En realidad, no te han rechazado a ti, sino a mí, pues
no quieren que yo reine sobre ellos. Te están tratando del mismo modo
que me han tratado a mí desde el día en que los saqué de Egipto hasta
hoy. Me han abandonado para servir a otros dioses. Así que hazles caso,
pero adviérteles claramente del poder que el rey va a ejercer sobre
ellos." Samuel comunicó entonces el mensaje del Señor a la gente que le
estaba pidiendo un rey. Les explicó: Esto es lo que hará el rey que va a
ejercer el poder sobre ustedes: Les quitará a sus hijos para que se
hagan cargo de los carros militares y de la caballería, y para que le
abran paso al carro real. Los hará comandantes y capitanes, y los pondrá
a labrar y a cosechar, y a fabricar armamentos y pertrechos. También
les quitará a sus hijas para emplearlas como perfumistas, cocineras y
panaderas. Se apoderará de sus mejores campos, viñedos y olivares, y se
los dará a sus ministros, y a ustedes les exigirá una décima parte de
sus cosechas y vendimias para entregársela a sus funcionarios y
ministros. Además, les quitará sus criados y criadas, y sus mejores
bueyes y asnos, de manera que trabajen para él. Les exigirá una décima
parte de sus rebaños, y ustedes mismos le servirán como esclavos. Cuando
llegue aquel día, clamarán por causa del rey que hayan escogido, pero
el Señor no les responderá. El pueblo, sin embargo, no le hizo caso a
Samuel, sino que protestó: ¡De ninguna manera! Queremos un rey que nos
gobierne. Así seremos como las otras naciones, con un rey que nos
gobierne y que marche al frente de nosotros cuando vayamos a la guerra.
Después de oír lo que el pueblo quería, Samuel se lo comunicó al Señor.
Hazles caso respondió el Señor; dales un rey. Entonces Samuel les dijo
a los israelitas: ¡Regresen a sus pueblos!
Salmos 52:
¿Por
qué te jactas de tu maldad, varón prepotente? ¡El amor de Dios es
constante! Tu lengua, como navaja afilada, trama destrucción y practica
el engaño. Más que el bien, amas la maldad; más que la verdad, amas la
mentira. Selah. Lengua embustera, te encanta ofender con tus palabras.
Pero Dios te arruinará para siempre; te tomará y te arrojará de tu
hogar; ¡te arrancará del mundo de los vivientes! Selah. Los justos verán
esto, y temerán; entre burlas dirán de él: "¡Aquí tienen al hombre que
no buscó refugio en Dios, sino que confió en su gran riqueza y se
afirmó en su maldad!" Pero yo soy como un olivo verde que florece en la
casa de Dios; yo confío en el gran amor de Dios eternamente y para
siempre. En todo tiempo te alabaré por tus obras; en ti pondré mi
esperanza en presencia de tus fieles, porque tu nombre es bueno.
Proverbios 15:
La
respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.
La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios
escupe necedades. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a
los buenos y a los malos. La lengua que brinda consuelo es árbol de
vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu. El necio desdeña la
corrección de su padre; el que la acepta demuestra prudencia. En la casa
del justo hay gran abundancia; en las ganancias del malvado, grandes
problemas. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de
los necios ni piensa en ello. El Señor aborrece las ofrendas de los
malvados, pero se complace en la oración de los justos. El Señor
aborrece el camino de los malvados, pero ama a quienes siguen la
justicia. Para el descarriado, disciplina severa; para el que aborrece
la corrección, la muerte. Si ante el Señor están el sepulcro y la
muerte, ¡cuánto más el corazón humano! Al insolente no le gusta que lo
corrijan, ni busca la compañía de los sabios. El corazón alegre se
refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. El corazón
entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de
tonterías. Para el afligido todos los días son malos; para el que es
feliz siempre es día de fiesta. Más vale tener poco, con temor del
Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Más vale comer
verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio. El
que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua.
El camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo
es como una calzada. El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio
menosprecia a su madre. Al necio le divierte su falta de juicio; el
entendido endereza sus propios pasos. Cuando falta el consejo, fracasan
los planes; cuando abunda el consejo, prosperan. Es muy grato dar la
respuesta adecuada, y más grato aún cuando es oportuna. El sabio sube
por el sendero de vida, para librarse de caer en el sepulcro. El Señor
derriba la casa de los soberbios, pero mantiene intactos los linderos de
las viudas. El Señor aborrece los planes de los malvados, pero le
agradan las palabras puras. El ambicioso acarrea mal sobre su familia;
el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo medita sus
respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad. El Señor se
mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos.
Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan
las fuerzas. El que atiende a la crítica edificante habitará entre los
sabios. Rechazar la corrección es despreciarse a sí mismo; atender a la
reprensión es ganar entendimiento. El temor del Señor es corrección y
sabiduría; la humildad precede a la honra.
El Libro de I Pedro Capítulo 4 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:
LA PRIMERA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE
SAN PEDRO
CAPÍTULO 4
(60 d.C.)
VICTORIA SOBRE PECADO
PUESTO que Cristo ha padecido por nosotros en la carne (se refiere a la Cruz, y "la carne" se refiere al hecho de que Él murió físicamente, y no espiritualmente como algunos afirman), vosotros también estad armados del mismo pensamiento (no
significa que debemos intentar imitar a Cristo en el sufrimiento, sino
más bien reconocer el hecho de que Él sufrió nuestra fuente de
victoria; Él sufrió en la carne para que pudiéramos tener victoria
sobre la carne): que el que ha padecido en la carne, cesó de pecado (se
refiere a la lucha entre la carne y el Espíritu; "el sufrimiento en la
carne" por el Creyente se refiere a poner fin a toda dependencia en el
esfuerzo propio y depender totalmente del Espíritu Santo, Quien exige
que pongamos nuestra Fe en el Sacrificio de Cristo [Rom. 8:1-2]);
2
Para que viva ya el tiempo que queda en la carne, no a las
concupiscencias de los hombres (desde el momento que somos salvos, la
naturaleza pecaminosa ya no debe ejercer su dominio sobre nosotros),
sino a la Voluntad de Dios. (La
Naturaleza Divina ejerce su dominio sobre nosotros, lo que ocurre en
consecuencia de nuestra dependencia total en Cristo y la Cruz. De hecho,
nunca debe intentar de separar a Cristo y la Cruz, lo cual se refiere a
los beneficios de la Cruz que recibimos hasta hoy día [I Cor. 1:17].)
3 Porque nos debe bastar que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los Gentiles (se refiere a nuestra vida antes de venir a Cristo), cuando andábamos en lascivias, en concupiscencias, en borracheras, en glotonerías, en orgías, y abominables idolatrías (obras de la carne [Gál. 5:19-21]):
4 En lo cual les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en su misma conducta desenfrenada (los
inconversos no comprenden los motivos por los cuales el Creyente dejó
la vieja vida), ultrajándoos (es una de las mejores formas de saber que
está viviendo para Dios, por muy doloroso que sea):
EL JUICIO
5 Los cuales darán cuenta (el Juicio del Gran Trono Blanco venidero, donde comparecerán todos los incrédulos) Al Que (se refiere a Cristo) está preparado para juzgar a los vivos (los seres vivientes) y a los muertos. (Ahora, Él es el Salvador. En aquel entonces, Él será el Juez.)
6 Porque por esto también ha sido Predicado el Evangelio a los muertos (los muertos de los cuales se refiere a los Creyentes que escucharon el Evangelio cuando estaban vivos, y lo aceptaron), para que sean juzgados en carne según los hombres (no importa cómo nos van a juzgar los hombres, lo que es por contraste al Juicio de Dios), y vivan en Espíritu según Dios. (Se refiere a cada Santo de Dios que ha vivido y ha muerto, y quien está ahora con el Señor.)
7 Mas el fin de todas las cosas se acerca (describe
todo a la luz de la Eternidad; independientemente de lo que fuera
nuestra duración de años en esta Tierra, no es nada en comparación con
la Eternidad; siempre debemos mantener este fin en mente): sed pues juiciosos, y velad en oración. (Sin la oración, no puede haber una relación apropiada con el Señor.)
8 Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente caridad (amor): porque la caridad (amor) cubrirá multitud de pecados. (Cuando
un Cristiano ama sinceramente a su compañero Cristiano, él no va a
revelar sus defectos a todo el mundo, sino que los encubrirá de la vista
de los demás.)
9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. (No lo haga solamente porque se le ordena, sino que hágalo por amor a Dios y al hombre.)
DONES ESPIRITUALES
10
Cada uno según el Don que ha recibido (todo lo bueno que tenemos es un
Don de Dios), adminístrelo a los otros (se refiere a ponernos al
servicio a los demás), como buenos dispensadores de las diferentes
Gracias de Dios (el gran Don que todos hemos recibido; hay que manejar
sabiamente este Don de la Gracia).
11
Si alguno habla, hable conforme a las Palabras de Dios (permítale
hablar según la Palabra de Dios); si alguno Ministra, ministre conforme a
la virtud que Dios proporciona (se refiere a dar de nosotros a la Obra
de Dios en cualquier forma, pero más expresamente se refiere a dar de
nuestros recursos económicos para la Causa de Cristo): para que en
todas cosas sea Dios glorificado por Jesucristo (se refiere a lo que
Cristo hizo en la Cruz y nada más), Al Cual son la gloria y el imperio
para siempre jamás. Amén. (Él es digno de toda la alabanza por Su gran
Sacrificio, lo que devolvió el dominio.)
LA PRUEBA ARDIENTE
12
Amados, no os maravilléis cuando sois examinados por la prueba
ardiente la cual se hace para probaros (las pruebas no simplemente
aparecen; son diseñadas por la sabiduría y hechos a funcionar por el
amor; Job lo demostró), como si alguna cosa extraña os aconteciese (su
prueba, fuera la que sea, no es única; ¡muchos otros experimentan lo
mismo!):
13
Antes bien gozaos (a pesar de la prueba) en que sois participantes de
las aflicciones de Cristo (se refiere al sufrimiento por el bien de la
Justicia); para que también en la revelación de Su Gloria (se refiere a
Su Segunda Venida), os gocéis con gran alegría. (Habrá gran alegría en
el corazón de cada Santo cuando volvamos con el Señor en la Segunda
Venida.)
14
Si sois vituperados en el Nombre de Cristo, sois bienaventurados
(debiera haberse traducido, "ya que ustedes están reprochados"); porque
la Gloria y el Espíritu de Dios reposan sobre vosotros (se refiere al
Espíritu Santo): cierto, según ellos, Él es blasfemado, mas según
vosotros es glorificado. (Se refiere al hecho de que el mundo, y hasta
la Iglesia apóstata, reprocha esta influencia sagrada del Espíritu Santo
por su tratamiento de los Verdaderos Cristianos. Pero si nos
comportamos correctamente, el Señor es Glorificado en nuestras vidas.)
15
Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o
malhechor, o por meterse en negocios ajenos. (Esta Escritura claramente
nos dice que si el Cristiano no coloca Su Fe completamente en la Cruz,
lo que garantiza la ayuda del Espíritu Santo, esto que Pedro ha
mencionado le puede pasar definitivamente. Por eso es imperativo que
todo Creyente conozca y entienda el Mensaje de la Cruz.)
16
Pero si alguno padece como Cristiano (lo cual sucede a veces por el
bien de la Justicia), no se avergüence (tal persona no sufre debido a la
falta de Fe, sino más bien debido a su Fe); antes glorifique a Dios en
esta parte. (Si realmente sufrimos para causa de la Justicia, tal
sufrimiento siempre glorificará al Señor. Debiéramos alegrarnos como
corresponde [v. 13].)
EL JUICIO
17
Porque es tiempo de que el juicio comience de la Casa de Dios (el
Juicio siempre comienza con los Creyentes, dependiendo de su Fe, ya sea
en la Cruz o en otra parte; la Cruz sola lo libra del Juicio, ya que
fue allí donde juzgaron a Jesús en nuestro lugar): y si primero
comienza por nosotros, ¿qué será el fin de aquellos que no obedecen al
Evangelio de Dios? (Si Dios va a Juzgar a Su Propio Pueblo, ¿cuánto más
va a Juzgar Él a los que no son redimidos? La Cruz sola frena el
Juicio de Dios. Que quede eso bien claro.)
18
Y si el Justo con dificultad se salva (pueden ser salvos sólo al
confiar en Cristo y la Cruz, y nada más), ¿A dónde aparecerá el infiel y
el pecador? (Si rechaza y desprecia el gran Sacrificio de Cristo,
¿dónde deja a aquellos que hacen esto? No hay esperanza por su
Salvación.)
19
Y por eso los que son afligidos según la Voluntad de Dios (no importa
realmente lo que hay que pasar a fin de vivir para Dios, el resultado
final valdrá la pena un millón de veces), encomiéndenle sus almas
haciendo bien (la victoria está asegurada si seguimos mirando a la
Cruz), como a Fiel Creador. (Significa que Dios no ha creado una
Salvación insuficiente. Él ha creado un Camino mediante la Muerte de
Cristo que garantiza la victoria, si tan sólo seguimos ese Camino.)
1 Corintios 13:
Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más
que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don
de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor,
no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si
entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor,
nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es
envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es
egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se
deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás
se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será
silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y
profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo
imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás
las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un
espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera
imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora,
pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor.
Pero la más excelente de ellas es el amor.
Hebreos 10:35-12:4:
Así
que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente
recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber
cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues
dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi
agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban
por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Ahora
bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que
no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe
entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo
que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios
un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió
testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a
pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de
este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo
llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a
Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que
cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que
recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas
que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a
su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la
justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado
para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y
salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la
tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob,
herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de
cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la
fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era
estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que
le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en
decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del
cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos
vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas;
más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran
extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente
dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran
estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían
tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria
mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de
ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que
había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su
hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se
establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene
poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado,
recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y
a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob,
cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de
José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al
fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y
dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés,
recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque
vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey.
Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija
del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar
de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa
del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque
tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin
tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera
viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de
la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los
de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca;
pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe
cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo
siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto
con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué
más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac,
Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe
conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido;
cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon
del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron
valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo
mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en
cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor
resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron
la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada.
Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y
de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no
merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por
cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable
mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa.
Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues
Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que
estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos
del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y
corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos
la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien
por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la
vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del
trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a
tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni
pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado,
todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.
Romanos 8:
Por
lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la naturaleza pecaminosa sino
conforme al Espíritu. Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida
me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley
no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por
eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra
condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el
pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de
que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no
vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que
viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos
de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan
la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es
muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y
paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a
la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la
naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no
viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que
el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu
de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo
está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es
vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a
Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a
Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales
por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos,
tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza
pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si
por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo,
vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son
hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los
esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les
permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro
espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con
él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero
que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que
habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la
revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración.
Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo
dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de
ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la
gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación
todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella,
sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos,
es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza
fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza.
¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no
tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en
nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir,
pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden
expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál
es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los
creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios
dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han
sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios
conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según
la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó,
también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede
estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos
generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que
Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo
Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e
intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el
peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos
amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al
matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte
ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por
venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en
toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado
en Cristo Jesús nuestro Señor.
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