03 September 2015

El 3 de setiembre Lectura Bíblica Diaria

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El 3 de setiembre Lectura Bíblica Diaria:

 
Nehemías 11 a 13:

Los jefes del pueblo se establecieron en Jerusalén. Entre el resto del pueblo se hizo un sorteo para que uno de cada diez se quedara a vivir en Jerusalén, la ciudad santa, y los otros nueve se establecieran en las otras poblaciones. El pueblo bendijo a todos los que se ofrecieron voluntariamente a vivir en Jerusalén. Éstos son los jefes de la provincia que se establecieron en Jerusalén y en las otras poblaciones de Judá. Los israelitas, los sacerdotes, los levitas, los servidores del templo y los descendientes de los servidores de Salomón se establecieron, cada uno en su propia población y en su respectiva propiedad. Éstos fueron los judíos y benjaminitas que se establecieron en Jerusalén: De los descendientes de Judá: Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Malalel, de los descendientes de Fares; y Maseías hijo de Baruc, hijo de Coljozé, hijo de Jazaías, hijo de Adaías, hijo de Joyarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloní. El total de los descendientes de Fares que se establecieron en Jerusalén fue de cuatrocientos sesenta y ocho guerreros valientes. De los descendientes de Benjamín: Salú hijo de Mesulán, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maseías, hijo de Itiel, hijo de Isaías, y sus hermanos Gabay y Salay. En total eran novecientos veintiocho. Su jefe era Joel hijo de Zicrí, y el segundo jefe de la ciudad era Judá hijo de Senuá. De los sacerdotes: Jedaías hijo de Joyarib, Jaquín, Seraías hijo de Jilquías, hijo de Mesulán, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitob, que era el jefe del templo de Dios, y sus parientes, que eran ochocientos veintidós y trabajaban en el templo; así mismo, Adaías hijo de Jeroán, hijo de Pelalías, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasur, hijo de Malquías, y sus parientes, los cuales eran jefes de familia y sumaban doscientos cuarenta y dos; también Amasay hijo de Azarel, hijo de Ajsay, hijo de Mesilemot, hijo de Imer, y sus parientes, los cuales eran ciento veintiocho valientes. Su jefe era Zabdiel hijo de Guedolín. De los levitas: Semaías hijo de Jasub, hijo de Azricán, hijo de Jasabías, hijo de Buní; Sabetay y Jozabad, que eran jefes de los levitas y estaban encargados de la obra exterior del templo de Dios; Matanías hijo de Micaías, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, que dirigía el coro de los que entonaban las acciones de gracias en el momento de la oración; Bacbuquías, segundo entre sus hermanos, y Abdá hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún. Los levitas que se establecieron en la ciudad santa fueron doscientos ochenta y cuatro. De los porteros: Acub, Talmón y sus parientes, que vigilaban las puertas. En total eran ciento setenta y dos. Los demás israelitas, de los sacerdotes y de los levitas, vivían en todas las poblaciones de Judá, cada uno en su propiedad. Los servidores del templo, que estaban bajo la dirección de Zijá y Guispa, se establecieron en Ofel. El jefe de los levitas que estaban en Jerusalén era Uzi hijo de Baní, hijo de Jasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, uno de los descendientes de Asaf. Éstos tenían a su cargo el canto en el servicio del templo de Dios. Una orden real y un reglamento establecían los deberes diarios de los cantores. Para atender a todos los asuntos del pueblo, el rey había nombrado como su representante a Petaías hijo de Mesezabel, que era uno de los descendientes de Zera hijo de Judá. Algunos judíos se establecieron en las siguientes ciudades con sus poblaciones: Quiriat Arbá, Dibón, Yecabsel, Jesúa, Moladá, Bet Pelet, Jazar Súal, Berseba, Siclag, Mecona, Enrimón, Zora, Jarmut, Zanoa, Adulán, Laquis y Azeca, es decir, desde Berseba hasta el valle de Hinón. Los benjaminitas se establecieron en Gueba, Micmás, Aías, Betel y sus poblaciones, Anatot, Nob, Ananías, Jazor, Ramá, Guitayin, Jadid, Seboyín, Nebalat, Lod y Ono, y en el valle de los Artesanos. Algunos levitas de Judá se unieron a los benjaminitas. Éstos son los sacerdotes y los levitas que regresaron con Zorobabel hijo de Salatiel, y con Jesúa: Seraías, Jeremías, Esdras, Amarías, Maluc, Jatús, Secanías, Rejún, Meremot, Idó, Guinetón, Abías, Mijamín, Madías, Bilgá, Semaías, Joyarib, Jedaías, Salú, Amoc, Jilquías y Jedaías. Éstos eran los jefes de los sacerdotes y de sus parientes en los días de Jesúa. Los levitas eran Jesúa, Binuy, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías, quien dirigía las acciones de gracias junto con sus hermanos; Bacbuquías y Uni, sus hermanos, se colocaban frente a ellos en los servicios. Los descendientes de Jesúa eran Joaquim, Eliasib, Joyadá, Johanán y Jadúa. Los jefes de las familias sacerdotales, en la época de Joaquim, eran: de Seraías: Meraías; de Jeremías: Jananías; de Esdras: Mesulán; de Amarías: Johanán; de Melicú: Jonatán; de Sebanías: José; de Jarín: Adná; de Merayot: Jelcay; de Idó: Zacarías; de Guinetón: Mesulán; de Abías: Zicrí; de Minjamín; de Moadías: Piltay; de Bilgá: Samúa; de Semaías: Jonatán; de Joyarib: Matenay; de Jedaías: Uzi; de Salay: Calay; de Amoc: Éber; de Jilquías: Jasabías; de Jedaías: Natanael. Los jefes de familia de los levitas y de los sacerdotes en tiempos de Eliasib, Joyadá, Johanán y Jadúa fueron inscritos durante el reinado de Darío el persa. Los jefes de familia de los levitas hasta los días de Johanán hijo de Eliasib fueron inscritos en el libro de las crónicas. Los jefes de los levitas eran Jasabías, Serebías y Jesúa hijo de Cadmiel. Cuando les llegaba el turno de servicio, sus parientes se colocaban frente a ellos para la alabanza y la acción de gracias, según lo establecido por David, hombre de Dios. Matanías, Bacbuquías, Abdías, Mesulán, Talmón y Acub eran los porteros que montaban la guardia en los almacenes cercanos a las puertas. Todos éstos vivieron en tiempos de Joaquim, hijo de Jesúa y nieto de Josadac, y en tiempos del gobernador Nehemías y del sacerdote y maestro Esdras. Cuando llegó el momento de dedicar la muralla, buscaron a los levitas en todos los lugares donde vivían, y los llevaron a Jerusalén para celebrar la dedicación con cánticos de acción de gracias, al son de címbalos, arpas y liras. Entonces se reunieron los cantores de los alrededores de Jerusalén y de las aldeas de Netofa y Bet Guilgal, así como de los campos de Gueba y de Azmávet, ya que los cantores se habían construido aldeas alrededor de Jerusalén. Después de purificarse a sí mismos, los sacerdotes y los levitas purificaron también a la gente, las puertas y la muralla. Luego hice que los jefes de Judá subieran a la muralla, y organicé dos grandes coros. Uno de ellos marchaba sobre la muralla hacia la derecha, rumbo a la puerta del Basurero, seguido de Osaías, la mitad de los jefes de Judá, Azarías, Esdras, Mesulán, Judá, Benjamín, Semaías y Jeremías. A éstos los acompañaban los siguientes sacerdotes, que llevaban trompetas: Zacarías hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, hijo de Zacur, hijo de Asaf, y sus parientes Semaías, Azarel, Milalay, Guilalay, May, Natanael, Judá y Jananí, que llevaban los instrumentos musicales de David, hombre de Dios. Al frente de ellos iba Esdras. Al llegar a la puerta de la Fuente, subieron derecho por las gradas de la Ciudad de David, por la cuesta de la muralla, pasando junto al palacio de David, hasta la puerta del Agua, al este de la ciudad. El segundo coro marchaba en dirección opuesta, a lo largo de la torre de los Hornos hasta el muro Ancho. Yo iba detrás, sobre la muralla, junto con la otra mitad de la gente. Pasamos por encima de la puerta de Efraín, la de Jesaná y la de los Pescados; por la torre de Jananel y la de los Cien, y por la puerta de las Ovejas, hasta llegar a la puerta de la Guardia. Allí nos detuvimos. Los dos coros ocuparon sus sitios en el templo de Dios. Lo mismo hicimos yo, la mitad de los oficiales del pueblo, y los sacerdotes Eliaquín, Maseías, Minjamín, Micaías, Elihoenay, Zacarías, Jananías, Maseías, Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer. En seguida los cantores empezaron a cantar a toda voz, dirigidos por Izraías. Ese día se ofrecieron muchos sacrificios y hubo fiesta, porque Dios los llenó de alegría. Hasta las mujeres y los niños participaron. Era tal el regocijo de Jerusalén que se oía desde lejos. Aquel día se nombró a los encargados de los depósitos donde se almacenaban los tesoros, las ofrendas, las primicias y los diezmos, para que depositaran en ellos las contribuciones que provenían de los campos de cada población y que, según la ley, les correspondían a los sacerdotes y a los levitas. La gente de Judá estaba contenta con el servicio que prestaban los sacerdotes y levitas, quienes según lo establecido por David y su hijo Salomón se ocupaban del servicio de su Dios y del servicio de purificación, junto con los cantores y los porteros. Por mucho tiempo, desde los días de David y de Asaf, había directores de coro y cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios. En la época de Zorobabel y de Nehemías, todos los días los israelitas entregaban las porciones correspondientes a los cantores y a los porteros. Así mismo daban las ofrendas sagradas para los demás levitas, y los levitas a su vez les entregaban a los hijos de Aarón lo que a éstos les correspondía. Aquel día se leyó ante el pueblo el libro de Moisés, y allí se encontró escrito que los amonitas y moabitas no debían jamás formar parte del pueblo de Dios, porque no sólo no les habían dado de comer ni de beber a los israelitas sino que habían contratado a Balán para que los maldijera, aunque en realidad nuestro Dios cambió la maldición por bendición. Al escuchar lo que la *ley decía, apartaron de Israel a todos los que se habían mezclado con extranjeros. Antes de esto, el sacerdote Eliasib, encargado de los almacenes del templo de nuestro Dios, había emparentado con Tobías y le había acondicionado una habitación grande. Allí se almacenaban las ofrendas, el incienso, los utensilios, los diezmos del trigo, vino y aceite correspondientes a los levitas, cantores y porteros, y las contribuciones para los sacerdotes. Para ese entonces yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, había ido a ver al rey. Después de algún tiempo, con permiso del rey regresé a Jerusalén y me enteré de la infracción cometida por Eliasib al proporcionarle a Tobías una habitación en los atrios del templo de Dios. Esto me disgustó tanto que hice sacar de la habitación todos los cachivaches de Tobías. Luego ordené que purificaran las habitaciones y volvieran a colocar allí los utensilios sagrados del templo de Dios, las ofrendas y el incienso. También me enteré de que a los levitas no les habían entregado sus porciones, y de que los levitas y cantores encargados del servicio habían regresado a sus campos. Así que reprendí a los jefes y les dije: "¿Por qué está tan descuidado el templo de Dios?" Luego los reuní y los restablecí en sus puestos. Todo Judá trajo a los almacenes la décima parte del trigo, del vino y del aceite. Puse a cargo de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y al levita Pedaías; como ayudante de ellos nombré a Janán, hijo de Zacur y nieto de Matanías. Todos ellos eran dignos de confianza, y se encargarían de distribuir las porciones entre sus compañeros. "¡Recuerda esto, Dios mío, y favoréceme; no olvides todo el bien que hice por el templo de mi Dios y de su culto!" Durante aquellos días vi en Judá que en sábado algunos exprimían uvas y otros acarreaban, a lomo de mula, manojos de trigo, vino, uvas, higos y toda clase de cargas que llevaban a Jerusalén. Los reprendí entonces por vender sus víveres en ese día. También los tirios que vivían en Jerusalén traían a la ciudad pescado y otras mercancías, y las vendían a los judíos en sábado. Así que censuré la actitud de los nobles de Judá, y les dije: "¡Ustedes están pecando al profanar el día sábado! Lo mismo hicieron sus antepasados, y por eso nuestro Dios envió toda esta desgracia sobre nosotros y sobre esta ciudad. ¿Acaso quieren que aumente la ira de Dios sobre Israel por profanar el sábado?" Entonces ordené que cerraran las puertas de Jerusalén al caer la tarde, antes de que comenzara el sábado, y que no las abrieran hasta después de ese día. Así mismo, puse a algunos de mis servidores en las puertas para que no dejaran entrar ninguna carga en sábado. Una o dos veces, los comerciantes y los vendedores de toda clase de mercancías pasaron la noche fuera de Jerusalén. Así que les advertí: "¡No se queden junto a la muralla! Si vuelven a hacerlo, ¡los apresaré!" Desde entonces no volvieron a aparecerse más en sábado. Luego ordené a los levitas que se purificaran y que fueran a hacer guardia en las puertas, para que el sábado fuera respetado. "¡Recuerda esto, Dios mío, y conforme a tu gran amor, ten compasión de mí!" En aquellos días también me di cuenta de que algunos judíos se habían casado con mujeres de Asdod, de Amón y de Moab. La mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod o de otros pueblos, y no sabían hablar la lengua de los judíos. Entonces los reprendí y los maldije; a algunos de ellos los golpeé, y hasta les arranqué los pelos, y los obligué a jurar por Dios. Les dije: "No permitan que sus hijas se casen con los hijos de ellos, ni se casen ustedes ni sus hijos con las hijas de ellos. ¿Acaso no fue ése el pecado de Salomón, rey de Israel? Entre todas las naciones no hubo un solo rey como él: Dios lo amó y lo hizo rey sobre todo Israel. Pero aun a él lo hicieron pecar las mujeres extranjeras. ¿Será que también de ustedes se dirá que cometieron el gran pecado de ofender a nuestro Dios casándose con mujeres extranjeras?" A uno de los hijos de Joyadá, hijo del sumo sacerdote Eliasib, lo eché de mi lado porque era yerno de Sambalat el horonita. "¡Recuerda esto, Dios mío, en perjuicio de los que profanaron el sacerdocio y el pacto de los sacerdotes y de los levitas!" Yo los purifiqué de todo lo extranjero y asigné a los sacerdotes y levitas sus respectivas tareas. También organicé la ofrenda de la leña en las fechas establecidas, y la entrega de las primicias. "¡Acuérdate de mí, Dios mío, y favoréceme!"



Salmo 114: Cuando Israel, el pueblo de Jacob, salió de Egipto, de un pueblo extraño, Judá se convirtió en el santuario de Dios; Israel llegó a ser su dominio. Al ver esto, el mar huyó; el Jordán se volvió atrás. Las montañas saltaron como carneros, los cerros saltaron como ovejas. ¿Qué te pasó, mar, que huiste, y a ti, Jordán, que te volviste atrás? ¿Y a ustedes montañas, que saltaron como carneros? ¿Y a ustedes cerros, que saltaron como ovejas? ¡Tiembla, oh tierra, ante el Señor, tiembla ante el Dios de Jacob! ¡Él convirtió la roca en un estanque, el pedernal en manantiales de agua!


Proverbios 14: La mujer sabia edifica su casa; la necia, con sus manos la destruye. El que va por buen camino teme al Señor; el que va por mal camino lo desprecia. De la boca del necio brota arrogancia; los labios del sabio son su propia protección. Donde no hay bueyes el granero está vacío; con la fuerza del buey aumenta la cosecha. El testigo verdadero jamás engaña; el testigo falso propaga mentiras. El insolente busca sabiduría y no la halla; para el entendido, el conocimiento es cosa fácil. Manténte a distancia del necio, pues en sus labios no hallarás conocimiento. La sabiduría del prudente es discernir sus caminos, pero al necio lo engaña su propia necedad. Los necios hacen mofa de sus propias faltas, pero los íntegros cuentan con el favor de Dios. Cada corazón conoce sus propias amarguras, y ningún extraño comparte su alegría. La casa del malvado será destruida, pero la morada del justo prosperará. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte. También de reírse duele el corazón, y hay alegrías que acaban en tristeza. El inconstante recibirá todo el pago de su inconstancia; el hombre bueno, el premio de sus acciones. El ingenuo cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde va. El sabio teme al Señor y se aparta del mal, pero el necio es arrogante y se pasa de confiado. El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar. Herencia de los inexpertos es la necedad; corona de los prudentes, el conocimiento. Los malvados se postrarán ante los buenos; los impíos, ante el tribunal de los justos. Al pobre hasta sus amigos lo aborrecen, pero son muchos los que aman al rico. Es un pecado despreciar al prójimo; ¡dichoso el que se compadece de los pobres! Pierden el camino los que maquinan el mal, pero hallan amor y verdad los que hacen el bien. Todo esfuerzo tiene su recompensa, pero quedarse sólo en palabras lleva a la pobreza. La corona del sabio es su sabiduría; la de los necios, su necedad. El testigo veraz libra de la muerte, pero el testigo falso miente. El temor del Señor es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos. El temor del Señor es fuente de vida, y aleja al hombre de las redes de la muerte. Gloria del rey es gobernar a muchos; un príncipe sin súbditos está arruinado. El que es paciente muestra gran discernimiento; el que es agresivo muestra mucha insensatez. El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos. El que oprime al pobre ofende a su Creador, pero honra a Dios quien se apiada del necesitado. El malvado cae por su propia maldad; el justo halla refugio en su integridad. En el corazón de los sabios mora la sabiduría, pero los necios ni siquiera la conocen. La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos. El rey favorece al siervo inteligente, pero descarga su ira sobre el sinvergüenza.



El Libro de Mateo Capítulo 26 el Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

EL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO

CAPÍTULO 26
(33 d.C.)
EL COMPLOT DE MATAR
A JESÚS

Y ACONTECIÓ que, como hubo acabado Jesús todas estas palabras, Él dijo a Sus Discípulos (concluyó Su enseñanza pública, aunque otros discursos fueron dados a los Discípulos sólo [Jn. 13:31; 17:26]),
2 Sabéis que dentro de dos días se celebra la Fiesta de la Pascua, y el Hijo del Hombre es entregado para ser Crucificado (el Espíritu Santo reveló a Cristo el hecho de que Judas lo engañaría).
3 Entonces los Principales Sacerdotes, y los Escribas, y los Ancianos del pueblo (posiblemente otros miembros del Sanedrín), se juntaron al Atrio del Sumo Sacerdote, el cual se llamaba Caifás (estos hombres conspiraron para matar a Cristo, como si fueran a matar a una bestia salvaje; Caifás se suicidó aproximadamente dos años más tarde),
4 Y tuvieron consejo (el tema de su conversación fue el delito más diabólico que jamás se haya concebido en los corazones de los hombres malvados) para prender por engaño (ellos no podían hacerlo abiertamente, entonces ellos conspiraron para hacerlo en secreto) a Jesús, y matarle (¡sus acciones causarían la destrucción de su Nación, y de una manera tan sangrienta que es imposible describirla!).
5 Y decían, No en el Día de la Fiesta (debiera traducirse, "no durante la Fiesta"), para que no se haga alboroto en el pueblo (mucha gente del pueblo amaban a Cristo).
MARÍA DE BETANIA
UNGE A JESÚS
6 Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso (algunos creen que Marta era la esposa de Simón el leproso, por lo tanto, Lázaro y María eran cuñados de Simón),
7 Vino a Él una mujer (María [Jn. 12:3]), teniendo un vaso de alabastro de ungüento de gran precio (un valor cerca de casi doce mil dólares en la moneda actual), y lo derramó sobre la Cabeza de Él, estando sentado a la mesa (ungirlo mientras que Él estaba vivo, demostró que ella creyó en Su Resurrección; aparentemente, ella era la única quien lo creyó; hubo sólo un ungimiento).
8 Lo cual viendo Sus Discípulos, se enojaron (Judas provocó esta queja [Jn. 12:4]), diciendo, ¿Por qué se pierde esto?
9 Porque esto se podía vender por gran precio, y darse a los pobres (Judas dijo esto [Jn. 12:4] sus motivos eran probablemente robarse el dinero [Jn. 12:6]).
10 Y entendiéndolo Jesús, les dijo, ¿Por qué dais pena a esta mujer? Pues ha hecho conmigo buena obra (corresponde a Su Muerte en el Calvario).
11 Porque siempre tendréis a los pobres con vosotros; mas a Mí no siempre Me tendréis (Él indicó que Su Cuerpo humano fue quitado del contacto y de la vista de los hombres y está ahora mismo en el Cielo).
12 Porque echando este ungüento sobre Mi Cuerpo, para sepultarme lo ha hecho (normalmente se hacía después de la muerte, pero María creyó que Él resucitaría de entre los muertos).
13 De cierto os digo, Que dondequiera que este Evangelio fuere predicado en todo el mundo, también será dicho para memoria de ella, lo que ésta ha hecho (los oponentes de la inspiración niegan el hecho de la predicción; pero ellos no pueden negar el hecho de esta Profecía; fue declarada hace casi dos mil años, y ha sido cumplida incalculables veces).
LA TRAICIÓN
14 Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los Principales Sacerdotes,
15 Y les dijo, ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le señalaron treinta piezas de plata (era el precio de un esclavo [Éx. 21:32]; también, fue predicho cientos de años antes de que Jesús fuera vendido por treinta piezas de plata [Zac. 11:13]).
16 Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.
LA PREPARACIÓN PARA
LA PASCUA
17 Y el primer día de la Fiesta de los Panes Sin Levadura (indicaba que el día se acercaba, que era el Jueves; el día que la pregunta siguiente se hizo era el Martes) vinieron los Discípulos a Jesús, diciéndole, ¿Dónde quieres que aderecemos para Ti para comer la Pascua? (Jesús comería la Pascua un día antes. De hecho, Él era la Pascua, con Su Muerte cumpliendo aproximadamente mil quinientos años de este ritual.)
18 Y Él dijo, Id a la ciudad (Él se dirigió a Jerusalén, ya que se encontraba en Betania) a cierto hombre (quién era el hombre no se sabe; algunos piensan que él era el padre de Juan Marcos, quien escribió el Evangelio de Marcos), y decidle, El Maestro dice, Mi tiempo está cerca (la declaración que lleva consigo el sentido de las edades); en tu casa haré la Pascua con Mis Discípulos (¡qué honor para aquella familia y aquella casa!).
19 Y los Discípulos hicieron como Jesús les mandó, y aderezaron la Pascua (se refiere a la última Pascua que jamás será ofrecida otra vez, ¡por lo menos la que Dios reconocería!).
LA ÚLTIMA PASCUA
20 Y cuando fue la tarde del día, Él se sentó a la mesa con los Doce (era probablemente a las 6:00 p.m. el Martes por la noche; pero por el cálculo Judío de aquel entonces, esto habría sido la primera hora del nuevo día del Miércoles; su nuevo día siempre comenzaba con la puesta del sol, en lugar de la medianoche como es ahora para nosotros).
21 Y mientras comían ellos, dijo, De cierto os digo, que uno de vosotros Me ha de entregar (presenta a Cristo dando a Judas una última oportunidad de Arrepentimiento antes del acto final; de hecho, Cristo hizo varios esfuerzos como éste con respecto a Judas).
22 Y entristecidos ellos (todos los Discípulos) en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle, ¿Soy yo, Señor? (Se dieron cuenta de la importancia de estas palabras, pero parece que ninguno, al menos en este tiempo, sospechó de Judas.)
23 Entonces Él respondiendo dijo, El que mete la mano conmigo en el plato, ése Me ha de entregar (fue dicho a todos los Discípulos, ya que todos habían metido su trozo de pan en el plato; por lo tanto, la información no revelaba mucho).
24 A la verdad el Hijo del Hombre va, como está escrito de Él (se refiere a todo lo que los Profetas habían dicho acerca de este momento): ¡mas ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! bueno le fuera a tal hombre no haber nacido (indica la consecuencia eterna de la acción de Judas, así como todos aquéllos que rechazan a Cristo).
25 Entonces respondiendo Judas, que Le entregaba, dijo, ¿Soy yo, Maestro? Le dijo, Tú lo has dicho (la respuesta del Señor era evidentemente tan discreta que los demás no oyeron).
LA CENA DEL SEÑOR
INSTITUIDA
26 Y comiendo ellos, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, y lo partió, y dio a Sus Discípulos, y dijo, Tomad, comed; esto es Mi Cuerpo (era el símbolo de lo que Él haría y llegaría a ser; Él era "el pan" y en consecuencia, "bendijo," asimismo, Su Cuerpo fue "quebrantado" en el Calvario; también, Él "dio" los resultados de esta acción en el Calvario al mundo, para todos los que creen [Jn. 3:16]).
27 Y tomando el vaso, y hechas las gracias, les dio, diciendo, Bebed de el todos (el vaso tiene la intención de cumplir como símbolo de Su Sangre derramada en el Calvario);
28 Porque esto es Mi Sangre del Nuevo Pacto (el Nuevo Convenio), la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados (Su Muerte en el Calvario cancelaría para siempre la deuda del pecado, y para toda la humanidad, al menos para todos los que creen [Jn. 1:29]; como es obvio, la Cena del Señor siempre dirige al Creyente a la Cruz).
29 Y os digo, Que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo que beber de nuevo con vosotros en el Reino de mi Padre (se refiere a la Edad del Reino venidero).
30 Y habiendo cantado el himno, salieron al Monte de los Olivos (se refiere a Salmos 115 y 118).
JESÚS PREDICE LA
NEGACIÓN DE PEDRO
31 Entonces Jesús les dice, Todos vosotros seréis escandalizados en Mí esta noche (todos ellos Lo abandonarían, pero Él nunca los abandonaría): porque escrito está, Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersas (Zac. 13:7).
32 Mas después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea (parecía que ninguno creyó lo que Él dijo).
33 Y respondiendo Pedro le dijo, Aunque todos sean escandalizados en Ti, yo nunca seré escandalizado (¡el orgullo jactancioso!).
34 Jesús le dice, De cierto te digo, Que esta noche, antes que el gallo cante, Me negarás tres veces.
35 Le dijo Pedro, Aunque me sea necesario morir contigo, no Te negaré. Y todos los Discípulos dijeron lo mismo (todos hicieron afirmaciones jactanciosas).
JESÚS EN EL JARDÍN
36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní (justo en frente del Valle Kidrón de Jerusalén, aproximadamente ciento ochenta y tres metros [200 yardas] de la muralla de la ciudad), y dice a Sus Discípulos, Sentaos aquí, hasta que vaya allí y ore.
37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo (Santiago y Juan), comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera (enorme tensión y presión).
38 Entonces Jesús les dice, Mi Alma está muy triste hasta la muerte (significa que Él, como Hombre, no podía haberlo aguantado, sino fuera por la fuerza Angelical agregada [Luc. 22:43-44]): quedaos aquí, y velad conmigo (Él necesitó la presencia de ellos, aunque resultaría de poco consuelo).
39 Y yéndose un poco más adelante (más que físico, la distancia que Él pasó en agonía y oración en este tiempo, ningún ser humano podría seguir), se postró sobre Su Rostro, orando (Él lo hizo repetidamente, que quiere decir que Él caía al suelo, se esforzaba para levantarse y luego caía otra vez), y diciendo, Padre Mío, si es posible, pase de Mí esta copa (esta "copa" era triple: llevaba la penalidad del pecado de la humanidad, la separación del Padre y la muerte): empero no como Yo quiero, sino como Tú (declara la Voluntad Divina como la expresión de la Justicia Divina y el Amor, que limita el ejercicio del Poder Divino y, por lo tanto, suministra el control necesario a las expectativas que por otra parte podrían surgir de la creencia en la Omnipotencia).
40 Y vino a Sus Discípulos, y los halló durmiendo (que demuestra el hecho de que ellos no se daban cuenta del peligro severo para el cual ellos no estaban preparados), y dijo a Pedro (evidentemente despertándole), ¿Así no habéis podido velar Conmigo una hora?
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación (una advertencia de la tentación que ellos estuvieron a punto de ceder — la tentación de abandonarlo): el espíritu (espíritu del hombre) a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil (esta batalla puede ganarse sólo por nuestra Fe depositada exclusivamente en Cristo y Su Cruz, que entonces le da al Espíritu Santo la libertad de acción para obrar en nuestras vidas [Rom. 6:3-14; 8:1-2, 11]).
42 Otra vez fue por segunda vez, y oró diciendo, Padre Mío, si no puede esta copa pasar de Mí sin que Yo lo beba, hágase Tu Voluntad (una entrega total a la Voluntad de Dios).
43 Y vino y los halló otra vez durmiendo: porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño (el Amor está siempre listo para perdonar la debilidad, por ejemplo, lo avanzado de la hora, y el hecho de que ellos dormían a causa de la tristeza [Luc. 22:45]).
44 Y dejándolos se fue de nuevo, y oró tercera vez, diciendo las mismas palabras (a veces debemos orar las mismas palabras una y otra vez).
45 Entonces vino a Sus Discípulos, y les dijo, Dormid ya, y descansad (puede ser traducido, "¿duermen ustedes todavía, siguen tomando su descanso?"): he aquí, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores (se refiere a Judas, quien entra ahora mismo en el Jardín con la guardia del Templo y otros a fin de arrestar a Cristo).
46 Levantaos, vamos: he aquí, ha llegado el que Me ha entregado (el Espíritu Santo Le había dicho exactamente lo que estaba pasando, y cuándo pasaría).
LA TRAICIÓN Y ARRESTO
DE JESÚS
47 Y hablando aún Él, he aquí, Judas, uno de los Doce, vino (fue dado de esta manera por el Espíritu Santo a fin de acrecentar su culpa. Jamás en la historia humana se había realizado un acto tan pérfido contra Alguien tan bueno, amable y cortés), y con él mucha gente con espadas y con palos (la guardia del Templo y algunos soldados Romanos), de parte de los Principales Sacerdotes, y de los Ancianos del pueblo (la Iglesia ha matado siempre al Señor, en el Nombre del Señor).
48 Y el que Le entregaba les había dado señal, diciendo, Al Que yo besare, Aquél es: prendedle (se refiere al momento más despreciable y traicionero en la historia humana).
49 Y luego que llegó a Jesús, dijo, Salve, Maestro; y Le besó (Sal. 55:21).
50 Y Jesús le dijo, Amigo (le dijo en bondad y no con sarcasmo), ¿a qué vienes? (Pudiera traducirse, "hagan lo que ustedes han venido a hacer.") Entonces llegaron, y echaron mano a Jesús, y Le prendieron (indica el comienzo de la acción de los corazones crueles de los líderes religiosos de Israel; ellos odiaban a Cristo, y habrían hecho esto mucho más pronto, si la misma oportunidad se hubiera presentado).
51 Y, he aquí, uno de los que estaban con Jesús extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del Sumo Sacerdote, le quitó la oreja (Juan dijo que éste era Simón Pedro; también, el nombre del siervo es Malco; a propósito, Jesús curó el oído del hombre, que fue Su último Milagro antes de Su Muerte).
52 Entonces Jesús le dice (a Pedro), Vuelve tu espada a su lugar (el Magistrado a quien Dios le da una espada, es responsable de usarla contra los malhechores; es "su lugar" [Rom. 13:4]): porque todos los que tomaren espada, a espada perecerán (la espada no tiene lugar alguno en la propagación del Evangelio).
53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a Mi Padre, y Él Me daría más de doce legiones de Ángeles? (Setenta y dos mil Ángeles.)
54 ¿Cómo, pues, se cumplirían Las Escrituras, que así conviene que sea hecho? (La palabra "conviene" afirma la Inspiración Divina de Las Escrituras; porque si ellas hubieran sido compuestas por los hombres no habría necesidad alguna que obligara su cumplimiento.)
55 En aquella hora dijo Jesús a las multitudes (se cree que habían aproximadamente seiscientos hombres), ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el Templo, y no Me prendisteis (Jesús indicó el hecho de que ellos no Lo arrestaron en el Templo, porque temieron a la gente).
56 Mas todo esto se hace (pudiera traducirse, "todo esto se ha cumplido"), para que se cumplan Las Escrituras de los Profetas (por conocimiento previo, el Espíritu Santo predijo esto hace muchos siglos antes [Gén. 3:15; 49:10; Isa. 7:14; cap. 53; Zac. 11:12] Las Escrituras eran siempre el fundamento de todo lo que fue hecho, y deberían de ser lo mismo actualmente). Entonces todos los Discípulos huyeron, dejándole (se cumplió lo que fue escrito [Zac. 13:7]).
EL JUICIO
57 Y los que prendieron a Jesús Le llevaron a Caifás el Sumo Sacerdote (Mateo omite el relato de Jesús en que fue conducido primero ante Anás, el Sumo Sacerdote anterior, como está registrado en Jn. 18:13, 19-24), donde los Escribas y los Ancianos estaban juntos (indica el palacio o el tribunal del Sumo Sacerdote).
58 Mas Pedro Le seguía de lejos (presenta al Apóstol que retrocede a Cristo de Quien él había huido al principio; sin duda, está avergonzado de sus acciones, y está ahora en un dilema, tímidamente sigue la ruta que lleva a Jesús al palacio) hasta el Atrio del Sumo Sacerdote; y entrando dentro, se estaba sentado con los criados, para ver el fin.
59 Y los Principales Sacerdotes, y los Ancianos, y todo el consejo, buscaban falso testimonio (no se preocuparon si el testimonio era verdadero o falso) contra Jesús, para entregarle a la muerte (fueron los líderes religiosos de Israel);
60 Y no lo hallaron (no encontraron a nadie que colaborara el uno con el otro): aunque muchos testigos falsos se llegaban, aún no lo hallaron. Más tarde vinieron dos testigos falsos (éstos se aprovecharon de una declaración hecha por Cristo, y la tergiversaron del contexto),
61 Que dijeron, Este hombre ("hombre" fue insertado por los traductores y no estaba en el Texto original; el acusador puede que haya apuntado a Cristo con el dedo, refiriéndose a Él desdeñosamente, como "¡Éste!") dijo, Puedo derribar el Templo de Dios, y en tres días reedificarlo (es una distorsión de lo que Él realmente dijo; Jesús realmente había dicho, "derribar este Templo [hablando de Su Cuerpo físico] y en tres días lo levantaré" [Jn. 2:19]).
62 Y levantándose el Sumo Sacerdote (Caifás), Le dijo, ¿No respondes nada? (Presenta a Cristo que no contesta a Sus acusadores ni una palabra.) ¿qué testifican éstos contra ti?
63 Mas Jesús callaba (cumplió La Escritura, "Angustiado Él, y afligido, aún así Él no abrió Su Boca" [Isa. 53:7]). Respondiendo el Sumo Sacerdote, Le dijo, Te conjuro por el Dios Viviente, que nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios.
64 Jesús le dijo, Tú lo has dicho (presenta a Cristo que da una afirmación directa, con Marcos lo dice aun más claro, "Yo soy" [Marc. 14:62]): y aun os digo (habría sido mejor traducido, "pero además os digo"), Que desde ahora habéis de ver al Hijo del Hombre (representaba a Sí Mismo) sentado a la Diestra de la potencia de Dios (realmente habla del Juicio del Gran Trono Blanco; ellos Lo juzgan ahora; Él los juzgará en aquel por venir), y que viene en las nubes del Cielo (la Segunda Venida).
65 Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos (rasgó el mantón tirado encima del hombro, para indicar el horror supuesto de que Jesús se refería a Sí Mismo como el Hijo de Dios), diciendo, Él ha blasfemado (significando que Él se había hecho Uno con Dios); ¿qué más necesidad tenemos de testigos? (Quiere decir que ellos podían deshacerse de todos los mentirosos.) He aquí, ahora habéis oído Su blasfemia (el Sanedrín entero había oído Su declaración; pero Él no blasfemó; Él dijo la verdad).
66 ¿Qué os parece? (Fue dicho por Caifás al Sanedrín, que era formado de setenta y un miembros, si todos estaban presentes.) Y respondiendo ellos dijeron, Él es culpable de muerte (¡cuando Lo condenaron a muerte, condenaron a ellos mismos también!).
67 Entonces (se refiere a la "buena presa" en el vernáculo moderno) Le escupieron en Su Rostro (se consideraba en aquel entonces el mayor insulto que se le podría dar a una persona), y Le dieron de bofetadas (Lo golpearon con el puño, probablemente por los guardias del Templo, pero indudablemente también por algunos miembros del Sanedrín); y otros Le herían dándole puñetazos (debiera traducirse, "Lo golpearon con varas"; el Profeta había dicho, "muchos se asombraron de Ti; Su Rostro fue tan desfigurado más que el de cualquier hombre, y Su aspecto más que el de los hijos de los hombres" [Isa. 52:14]),
68 Diciendo, Profetízanos (Jesús acababa de hacer esto [v. 64]), Tú Cristo (¡las palabras fueron dichas desdeñosamente! Cristo quiere decir "el Ungido," y revela que es el Mesías; se burlaban de Sus afirmaciones, y en consecuencia, ridiculizaban la Unción del Espíritu Santo sobre Él; ellos estaban haciendo lo que ellos Lo habían acusado de hacer — blasfemar), ¿quién es el que Te ha herido? (Marcos y Lucas dijeron que ellos Le vendaron los Ojos [14:65; 22:64].)
LA NEGACIÓN DE PEDRO
69 Y Pedro estaba sentado fuera en el atrio (la manera como el atrio fue construido, Pedro podía ver a Cristo y Cristo podía ver a Pedro [Luc. 22:61]): y se llegó a él una criada (probablemente se refiere a la muchacha que vigilaba la puerta, que daba entrada al atrio del tribunal), diciendo, Y tú con Jesús el Galileo estabas (con sarcasmo).
70 Mas él negó delante de todos (primera negación, hecho delante de una cantidad de gente que está al lado de la muchacha), diciendo, No sé lo que dices.
71 Y saliendo él a la puerta (aparentemente trataba de huir de aquéllos que acababan de señalarlo), le vio otra, y dijo a los que estaban allí, También éste estaba con Jesús Nazareno (también, con sarcasmo).
72 Y negó otra vez con juramento (cuál era el juramento, no lo sabemos), No conozco al hombre (él afirma que ni siquiera sabe Su Nombre).
73 Y un poco después (representa según Lucas 22:59, aproximadamente una hora de tiempo) llegaron los que estaban por allí, y dijeron a Pedro, Verdaderamente también tú eres de ellos; porque aun tu manera de hablar te descubre (él era Galileo, al igual que todos los Discípulos, a excepción de Judas).
74 Entonces comenzó a hacer imprecaciones, y a jurar (no es blasfemia, sino más bien prestar un juramento solemne como lo hacen los hombres en un Tribunal de Justicia, y luego pedirle a Dios que lo maldijera si el juramento era falso; esto era un pecado de magnitud y profundidad espantosa), diciendo, No conozco al hombre (quiere decir que él juró en el Nombre de Dios que él no conocía a Cristo). Y el gallo (ave gallinácea) cantó luego.
75 Y se acordó Pedro de las palabras de Jesús, cual le dijo, Antes que cante el gallo, me negarás tres veces (v. 34). Y saliéndose fuera, lloró amargamente (la tradición dice que por el resto de su vida, Pedro no podía oír el canto de gallo sin caer en rodillas y llorar).



Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.

Hebreos 10:35-12:4 Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.

Romanos 8: Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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