05 January 2011

El 3 de Enero Lectura Bíblica Diaria


El 3 de Enero Lectura Bíblica Diaria:


Génesis 42 a 44:

Cuando Jacob se enteró de que había alimento en Egipto, les dijo a sus hijos: "¿Qué hacen ahí parados, mirándose unos a otros? He sabido que hay alimento en Egipto. Vayan allá y compren comida para nosotros, para que no muramos, sino que podamos sobrevivir." Diez de los hermanos de José fueron a Egipto a comprar alimento. Pero Jacob no dejó que Benjamín, el hermano de José, se fuera con ellos porque pensó que podría sucederle alguna desgracia. Fue así como los hijos de Israel fueron a comprar alimento, al igual que otros, porque el hambre se había apoderado de Canaán. José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a todo el mundo. Cuando sus hermanos llegaron ante él, se postraron rostro en tierra. En cuanto José vio a sus hermanos, los reconoció; pero, fingiendo no conocerlos, les habló con rudeza: ¡Y ustedes!, ¿de dónde vienen? Venimos de Canaán, para comprar alimento contestaron. Aunque José los había reconocido, sus hermanos no lo reconocieron a él. En ese momento se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: ¡De seguro ustedes son espías, y han venido para investigar las zonas desprotegidas del país! ¡No, señor! respondieron. Sus siervos hemos venido a comprar alimento. Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y además somos gente honrada. ¡Sus siervos no somos espías! ¡No es verdad! insistió José. Ustedes han venido para investigar las zonas desprotegidas del país. Pero ellos volvieron a responder: Nosotros, sus siervos, éramos doce hermanos, todos hijos de un mismo padre que vive en Canaán. El menor se ha quedado con nuestro padre, y el otro ya no vive. Pero José los increpó una vez más: Es tal como les he dicho. ¡Ustedes son espías! Y con esto lo vamos a comprobar: Les juro por la vida del faraón, que de aquí no saldrán con vida a menos que traigan a su hermano menor. Manden a uno de ustedes a buscar a su hermano; los demás se quedarán en la cárcel. Así sabremos si es verdad lo que dicen. Y si no es así, ¡por la vida del faraón, ustedes son espías! José los encerró en la cárcel durante tres días. Al tercer día les dijo: Yo soy un hombre temeroso de Dios. Hagan lo siguiente y salvarán su vida. Si en verdad son honrados, quédese uno de ustedes bajo custodia, y vayan los demás y lleven alimento para calmar el hambre de sus familias. Pero tráiganme a su hermano menor y pruébenme que dicen la verdad. Así no morirán. Ellos aceptaron la propuesta, pero se decían unos a otros: Sin duda estamos sufriendo las consecuencias de lo que hicimos con nuestro hermano. Aunque vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, no le hicimos caso. Por eso ahora nos vemos en aprietos. Entonces habló Rubén: Yo les advertí que no le hicieran daño al muchacho, pero no me hicieron caso. ¡Ahora tenemos que pagar el precio de su sangre! Como José les hablaba por medio de un intérprete, ellos no sabían que él entendía todo lo que estaban diciendo. José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego, cuando se controló y pudo hablarles, apartó a Simeón y ordenó que lo ataran en presencia de ellos. José dio también la orden de que llenaran de alimentos sus costales, que repusieran en cada una de sus bolsas el dinero que habían pagado, y que les dieran provisiones para el viaje. Y así se hizo. Entonces ellos cargaron el alimento sobre sus asnos y emprendieron el viaje de vuelta. Cuando llegaron al lugar donde acamparían esa noche, uno de ellos abrió su bolsa para darle de comer a su asno, ¡y allí en la abertura descubrió su dinero! Entonces les dijo a sus hermanos: ¡Me devolvieron el dinero! Miren, ¡aquí está, en mi bolsa! Los otros se asustaron mucho, y temblando se decían unos a otros: ¿Qué es lo que Dios nos ha hecho? Al llegar a Canaán, donde estaba su padre Jacob, le contaron todo lo que les había sucedido: El hombre que gobierna aquel país nos trató con rudeza, a tal grado que nos acusó de ser espías. Nosotros le dijimos: Somos gente honrada. No somos espías. Además, le dijimos: Somos doce hermanos, hijos de un mismo padre. Uno ya no vive, y el menor se ha quedado con nuestro padre en Canaán. "Entonces el hombre que gobierna aquel país nos dijo: Con esto voy a comprobar si en verdad son gente honrada. Dejen aquí conmigo a uno de sus hermanos, y vayan a llevar alimento para calmar el hambre de sus familias. Pero a la vuelta tráiganme a su hermano menor. Así comprobaré que no son espías, y que en verdad son gente honrada. Luego les entregaré de vuelta a su hermano, y podrán moverse con libertad por el país. Cuando comenzaron a vaciar sus costales, se encontraron con que la bolsa de dinero de cada uno estaba allí. Esto hizo que ellos y su padre se llenaran de temor. Entonces Jacob, su padre, les dijo: ¡Ustedes me van a dejar sin hijos! José ya no está con nosotros, Simeón tampoco está aquí, ¡y ahora se quieren llevar a Benjamín! ¡Todo esto me perjudica! Pero Rubén le dijo a su padre: Yo me hago cargo de Benjamín. Si no te lo devuelvo, podrás matar a mis dos hijos. ¡Mi hijo no se irá con ustedes! replicó Jacob. Su hermano José ya está muerto, y ahora sólo él me queda. Si le llega a pasar una desgracia en el viaje que van a emprender, ustedes tendrán la culpa de que este pobre viejo se muera de tristeza. El hambre seguía aumentando en aquel país. Llegó el momento en que se les acabó el alimento que habían llevado de Egipto. Entonces su padre les dijo: Vuelvan a Egipto y compren un poco más de alimento para nosotros. Pero Judá le recordó: Aquel hombre nos advirtió claramente que no nos presentáramos ante él, a menos que lo hiciéramos con nuestro hermano menor. Si tú nos permites llevar a nuestro hermano menor, iremos a comprarte alimento. De lo contrario, no tiene objeto que vayamos. Aquel hombre fue muy claro en cuanto a no presentarnos ante él sin nuestro hermano menor. ¿Por qué me han causado este mal? inquirió Israel. ¿Por qué le dijeron a ese hombre que tenían otro hermano? Porque aquel hombre nos preguntó específicamente acerca de nuestra familia respondieron ellos. ¿Vive todavía el padre de ustedes? nos preguntó. ¿Tienen algún otro hermano? Lo único que hicimos fue responder a sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos pediría llevar a nuestro hermano menor? Judá le dijo a su padre Israel: Bajo mi responsabilidad, envía al muchacho y nos iremos ahora mismo, para que nosotros y nuestros hijos podamos seguir viviendo. Yo te respondo por su seguridad; a mí me pedirás cuentas. Si no te lo devuelvo sano y salvo, yo seré el culpable ante ti para toda la vida. Si no nos hubiéramos demorado tanto, ¡ya habríamos ido y vuelto dos veces! Entonces Israel, su padre, les dijo: Ya que no hay más remedio, hagan lo siguiente: Echen en sus costales los mejores productos de esta región, y llévenselos de regalo a ese hombre: un poco de bálsamo, un poco de miel, perfumes, mirra, nueces, almendras. Lleven también el doble del dinero, pues deben devolver el que estaba en sus bolsas, ya que seguramente fue un error. Vayan con su hermano menor y preséntense ante ese hombre. ¡Que el Dios *Todopoderoso permita que ese hombre les tenga compasión y deje libre a su otro hermano, y además vuelvan con Benjamín! En cuanto a mí, si he de perder a mis hijos, ¡qué le voy a hacer! ¡Los perderé! Ellos tomaron los regalos, el doble del dinero, y a Benjamín, y emprendieron el viaje a Egipto. Allí se presentaron ante José. Cuando éste vio a Benjamín con ellos, le dijo a su mayordomo: "Lleva a estos hombres a mi casa. Luego, mata un animal y prepáralo, pues estos hombres comerán conmigo al mediodía." El mayordomo cumplió la orden y los llevó a la casa de José. Al ver ellos que los llevaban a la casa de José, se asustaron mucho y se dijeron: "Nos llevan por causa del dinero que se puso en nuestras bolsas la vez pasada. Ahora nos atacarán, nos acusarán, y hasta nos harán sus esclavos, con nuestros animales y todo." Entonces se acercaron al mayordomo de la casa de José, y antes de entrar le dijeron: Perdón, señor: nosotros ya vinimos antes para comprar alimento; pero a nuestro regreso, cuando acampamos para pasar la noche, descubrimos que en cada una de nuestras bolsas estaba el dinero que habíamos pagado. ¡Pero lo hemos traído para devolverlo! También hemos traído más dinero para comprar alimento. ¡No sabemos quién pudo haber puesto el dinero de vuelta en nuestras bolsas! Está bien, no tengan miedo contestó aquel hombre. El Dios de ustedes y de su padre habrá puesto ese tesoro en sus bolsas. A mí me consta que recibí el dinero que ustedes pagaron. El mayordomo les llevó a Simeón, y a todos los hizo pasar a la casa de José. Allí les dio agua para que se lavaran los pies, y les dio de comer a sus asnos. Ellos, por su parte, prepararon los regalos, mientras esperaban que José llegara al mediodía, pues habían oído que comerían allí. Cuando José entró en su casa, le entregaron los regalos que le habían llevado, y rostro en tierra se postraron ante él. José les preguntó cómo estaban, y añadió: ¿Cómo está su padre, el anciano del cual me hablaron? ¿Vive todavía? Nuestro padre, su siervo, se encuentra bien, y todavía vive respondieron ellos. Y en seguida le hicieron una reverencia para honrarlo. José miró a su alrededor y, al ver a Benjamín, su hermano de padre y madre, les preguntó: ¿Es éste su hermano menor, del cual me habían hablado? ¡Que Dios te guarde, hijo mío! Conmovido por la presencia de su hermano, y no pudiendo contener el llanto, José salió de prisa. Entró en su habitación, y allí se echó a llorar desconsoladamente. Después se lavó la cara y, ya más calmado, salió y ordenó: "¡Sirvan la comida!" A José le sirvieron en un sector, a los hermanos en otro, y en otro más a los egipcios que comían con José. Los egipcios no comían con los hebreos porque, para los habitantes de Egipto, era una abominación. Los hermanos de José estaban sentados frente a él, de mayor a menor, y unos a otros se miraban con asombro. Las porciones les eran servidas desde la mesa de José, pero a Benjamín se le servían porciones mucho más grandes que a los demás. En compañía de José, todos bebieron y se alegraron. Más tarde, José ordenó al mayordomo de su casa: "Llena con todo el alimento que les quepa los costales de estos hombres, y pon en sus bolsas el dinero de cada uno de ellos. Luego mete mi copa de plata en la bolsa del hermano menor, junto con el dinero que pagó por el alimento." Y el mayordomo hizo todo lo que José le ordenó. A la mañana siguiente, muy temprano, los hermanos de José fueron enviados de vuelta, junto con sus asnos. Todavía no estaban muy lejos de la ciudad cuando José le dijo al mayordomo de su casa: "¡Anda! ¡Persigue a esos hombres! Cuando los alcances, diles: ¿Por qué me han pagado mal por bien? ¿Por qué han robado la copa que usa mi señor para beber y para adivinar? ¡Esto que han hecho está muy mal! " Cuando el mayordomo los alcanzó, les repitió esas mismas palabras. Pero ellos respondieron: ¿Por qué nos dice usted tales cosas, mi señor? ¡Lejos sea de nosotros actuar de esa manera! Es más, nosotros le trajimos de vuelta de Canaán el dinero que habíamos pagado, pero que encontramos en nuestras bolsas. ¿Por qué, entonces, habríamos de robar oro o plata de la casa de su señor?




Salmo 85:
Señor, tú has sido bondadoso con esta tierra tuya al restaurar a Jacob; perdonaste la iniquidad de tu pueblo y cubriste todos sus pecados; Selah. depusiste por completo tu enojo, y contuviste el ardor de tu ira. Restáuranos una vez más, Dios y salvador nuestro; pon fin a tu disgusto con nosotros. ¿Vas a estar enojado con nosotros para siempre? ¿Vas a seguir eternamente airado? ¿No volverás a darnos nueva vida, para que tu pueblo se alegre en ti? Muéstranos, Señor, tu amor inagotable, y concédenos tu salvación. Voy a escuchar lo que Dios el Señor dice: él promete paz a su pueblo y a sus fieles, siempre y cuando no se vuelvan a la necedad. Muy cercano está para salvar a los que le temen, para establecer su gloria en nuestra tierra. El amor y la verdad se encontrarán; se besarán la paz y la justicia. De la tierra brotará la verdad, y desde el cielo se asomará la justicia. El Señor mismo nos dará bienestar, y nuestra tierra rendirá su fruto. La justicia será su heraldo y le preparará el camino.


Proverbios 11:
El Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas. Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría. A los justos los guía su integridad; a los falsos los destruye su hipocresía. En el día de la ira de nada sirve ser rico, pero la justicia libra de la muerte. La justicia endereza el camino de los íntegros, pero la maldad hace caer a los impíos. La justicia libra a los justos, pero la codicia atrapa a los falsos. Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder. El justo se salva de la calamidad, pero la desgracia le sobreviene al malvado. Con la boca el impío destruye a su prójimo, pero los justos se libran por el conocimiento. Cuando el justo prospera, la ciudad se alegra; cuando el malvado perece, hay gran regocijo. La bendición de los justos enaltece a la ciudad, pero la boca de los malvados la destruye. El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua. La gente chismosa revela los secretos; la gente confiable es discreta. Sin dirección, la nación fracasa; el éxito depende de los muchos consejeros. El fiador de un extraño saldrá perjudicado; negarse a dar fianza es vivir en paz. La mujer bondadosa se gana el respeto; los hombres violentos sólo ganan riquezas. El que es bondadoso se beneficia a sí mismo; el que es cruel, a sí mismo se perjudica. El malvado obtiene ganancias ilusorias; el que siembra justicia asegura su ganancia. El que es justo obtiene la vida; el que persigue el mal se encamina a la muerte. El Señor aborrece a los de corazón perverso, pero se complace en los que viven con rectitud. Una cosa es segura: Los malvados no quedarán impunes, pero los justos saldrán bien librados. Como argolla de oro en hocico de cerdo es la mujer bella pero indiscreta. Los deseos de los justos terminan bien; la esperanza de los malvados termina mal. Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado. La gente maldice al que acapara el trigo, pero colma de bendiciones al que gustoso lo vende. El que madruga para el bien, halla buena voluntad; el que anda tras el mal, por el mal será alcanzado. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje. El que perturba su casa no hereda más que el viento, y el necio termina sirviendo al sabio. El fruto de la justicia es árbol de vida, pero el que arrebata vidas es violento. Si los justos reciben su pago aquí en la tierra, ¡cuánto más los impíos y los pecadores!




El Libro de Primera Corintios Capítulo 15 del Nuevo Testamento del Expositor por Jimmy Swaggart:

LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS

CAPÍTULO 15
(59 d.C.)
LA RESURRECCIÓN

ADEMÁS os declaro, Hermanos, el Evangelio que os he Predicado (fue a Pablo a quien se le dio el significado del Nuevo Convenio, que, en efecto, es el significado de la Cruz y la Resurrección), el cual también recibisteis (Salvación), en el cual también perseveráis (vivir una vida victoriosa);
2 Por el cual asimismo, si retenéis la Palabra que os he Predicado (Heb. 2:1), sois salvos (creer en la Resurrección es absolutamente indispensable a la Salvación), si no creísteis en vano. (Se refiere a creer en un principio y luego retroceder, lo cual hará que se pierda el alma. Desmiente la doctrina no Bíblica de la Seguridad Eterna Incondicional.)
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí (el significado del Nuevo Convenio), que Cristo fue muerto por nuestros pecados conforme a Las Escrituras ([Sal. 22:15], se refiere a la Cruz de Cristo);
4 Y que Él fue sepultado (porque Él en realidad murió, no solamente se desmayó como algunos afirman), y que resucitó al tercer día, conforme a Las Escrituras ([Isa. 53:10; Os. 6:2], la Resurrección de Cristo fue la demostración de la perfección y la eficacia de Su Expiación):
5 Y que Él apareció (después de Su Resurrección) a Cefas (Pedro), y después a los Doce (comprueba que Pablo no fue destinado para ser el Duodécimo Apóstol, como algunos afirman):
6 Después (después de aquellas apariciones) apareció a más de quinientos Hermanos juntos (muchos creen que esta aparición ocurrió en Galilea); de los cuales muchos viven aun (todavía viven), y otros son muertos (han muerto).
7 Después apareció a Santiago (el Hermano del Señor, que no creyó en Él durante Su Ministerio terrenal [Jn. 7:5]); después a todos los Apóstoles (Luc. 24:50).
8 Y el postrero de todos, como a un abortivo (ocurrió después de la Ascensión de Cristo), me apareció a mí (él no quiso decir que fue un momento inoportuno, sino que no era digno de lo que el Señor hizo por él).
9 Porque yo soy el más pequeño de los Apóstoles (no es la modestia fingida, sino más bien la humildad más profunda), que no soy digno (merecedor) de ser llamado Apóstol, porque perseguí la Iglesia de Dios (antes de su conversión).
10 Empero por la Gracia de Dios soy lo que soy (concierne el Favor o la Misericordia de Dios): y Su Gracia no ha sido en vano para conmigo (no estaba sin efecto, diciéndonos que está sin efecto con muchos); antes he trabajado más que todos ellos (la Gracia le permitió a Pablo lograr mucho porque él tenía una mayor comprensión de la Gracia que los demás, que se refiere a la Cruz, el medio de la Gracia): pero no yo, sino la Gracia de Dios que fue conmigo (la tiene todos los Creyentes que miran hacia la Cruz [I Cor. 1:17]).
11 Porque, o sea yo o sean ellos (en este caso, los otros Apóstoles), así Predicamos (lo que ellos Predicaron), y así habéis creído. (Los falsos profesores habían estado intentando desviar su Fe de la Resurrección venidera. ¡Permítale al lector entender que la Resurrección y el Arrebatamiento son lo mismo!)

LA IMPORTANCIA DE LA
RESURRECCIÓN

12 Y si Cristo es predicado que resucitó de los muertos ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay Resurrección de muertos? (Algunos en realidad negaban reconocer la Doctrina de la Resurrección.)
13 Porque si no hay Resurrección de muertos, Cristo tampoco resucitó (la Expiación y la Resurrección son las dos primeras piedras del Evangelio, y si niega una de ellas, entonces el Evangelio deja de existir; nuevamente, permítenos aclarar la Verdad, si usted no cree en el Arrebatamiento, entonces no cree en la Resurrección porque es lo mismo):
14 Y si Cristo no resucitó (si incluso se dejara un pecado sin expiar, entonces Cristo no podía haber resucitado, “porque la paga del pecado es la muerte” [Rom. 6:23]; el hecho de Su Resurrección comprueba la Expiación de todo el pecado, pasado, presente y futuro, al menos a aquellos que creerán [Jn. 3:16]), vana es entonces nuestra Predicación, vana es también vuestra Fe (naderías vacías).
15 Y aun somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que Él haya levantado a Cristo: Al Cual no levantó, si en verdad los muertos no resucitan. (La Resurrección de los Santos depende completamente de la Resurrección de Cristo. La anterior garantiza lo posterior, y sin la anterior no hay posterior.)
16 Porque si los muertos no resucitan (si no hay Resurrección de los Santos), tampoco Cristo resucitó (una repetición del Versículo 13 para recalcar el argumento de que la Fe Cristiana en la Resurrección no radica en teoría filosófica, sino en hecho histórico):
17 Y si Cristo no resucitó, vuestra Fe es vana (los que no creen en la Expiación y la Resurrección tienen una fe nula); aún estáis en vuestros pecados. (Los pecados son perdonados y limpiados sólo por medio y a través de lo que Cristo hizo en la Cruz y en la Resurrección, y nuestra Fe en aquella Obra Terminada. De lo contrario, los pecados permanecen, lo que presenta una situación de proporciones calamitosas.)
18 Entonces también los que durmieron en Cristo son perdidos (perdidos para siempre).
19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más miserables somos de todos los hombres. (Lo que va a venir en la Resurrección está tan adelantado de lo que actualmente es, que no hay comparación.)

LA RESURRECCIÓN DE
LOS CREYENTES

20 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos (así dice el Espíritu Santo), Primicias de los que durmieron es hecho. (La Resurrección de Cristo garantiza la Resurrección de todos los Santos.)
21 Porque por cuanto la muerte (se refiere a Adán y la Caída en el Huerto de Edén, y se trata de la muerte espiritual, la separación de Dios) entró por un hombre, también por un Hombre la Resurrección de los muertos. (El Señor Jesucristo Quien Expió todo el pecado, por ello, haciéndolo posible para el hombre de unirse nuevamente con Dios, que garantiza la Resurrección.)
22 Porque así como en Adán todos mueren (la muerte espiritual, la separación de Dios), así también en Cristo todos serán vivificados. (En el primer hombre, todos murieron. En el Segundo Hombre, todos serán vivificados, al menos a aquellos que creen [Jn. 3:16].)
23 Mas cada uno en su orden (Cristo primero, y luego todos los Creyentes más tarde): Cristo las Primicias (Él fue el Primero en resucitar de entre los muertos, para nunca más morir); luego los que son de Cristo, en Su Venida. (El Arrebatamiento de la Iglesia no tiene nada que ver con la Segunda Venida [I Tes. 4:13-18].)
24 Luego el fin (no se refiere al momento inmediato después del Arrebatamiento ni de la Segunda Venida, sino más bien cuando todo el señorío Satánico y las autoridades han sido eliminados, que ocurrirá en la conclusión del Reinado Milenario [Apoc., cap. 20]), cuando Él (Jesús) entregará el Reino a Dios y al Padre; cuando habrá quitado todo imperio, y toda potencia y potestad. (Él acabará el señorío de Satanás, etc.; el medio por el cual fue hecho posible por la Cruz y la Resurrección.)
25 Porque es menester que Él (Jesús) reine (se refiere al reinado de 1.000 años de Cristo en la Tierra después de Su regreso), hasta poner a todos sus enemigos debajo de Sus Pies (la subyugación de todos los poderes malignos, que ocurrirá en la conclusión del Reinado Milenario [Apoc., cap. 20]).
26 Y el postrer enemigo que será deshecho (abolido), será la muerte. (La muerte es el resultado del pecado [Rom. 6:23], y la Cruz se dirigió a todo pecado. Después de la Resurrección, cuando se le dé a los Santos cuerpos glorificados, será imposible pecar. Incluso durante el Reinado Milenario, el pecado todavía estará en el mundo, pero no en los Santos Glorificados. Será erradicado cuando Satanás y todos sus ángeles caídos y los espíritus demoníacos, más toda la gente que lo siguió, son echados en el Lago de Fuego, donde permanecerán para siempre [Apoc., cap. 20]. Entonces la muerte ya no existirá más.)
27 Porque todas las cosas sujetó debajo de Sus Pies (Dios el Padre ha puesto todas las cosas bajo los Pies de Jesús). Y cuando dice, Todas las cosas son sujetadas a Él, claro está exceptuado aquel que sujetó a Él todas las cosas. (Tiene referencia al hecho de que “todas las cosas” no incluyen a Dios el Padre hecho sujeto a Jesús. Dios es excluido, como debiera ser evidente.)
28 Mas luego que todas las cosas le fueren sujetas (implica que en la época de Pablo, este dominio total todavía no se había ejercido y, de hecho, hasta el momento tampoco se ha ejercido; pero el tiempo vendrá cuando sin duda alguna acontecerá, lo cual será al final del Reinado Milenario), entonces también el Mismo Hijo se sujetará al que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todos. (No quedará ningún rastro de maldad en ninguna parte del Universo.)
29 De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué pues se bautizan por los muertos? (Pablo realmente está diciendo, “Es un punto infructuoso Bautizar por los muertos, lo cual de todos modos no es Bíblico, si no hay Resurrección como algunos lo enseñan.”)

IMPLICACIONES

30 ¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora? (La idea es que él no viviría una vida de riesgo constante si no hubiera Resurrección.)
31 Sí hermanos, como que sois mi gloria en Cristo Jesús Señor nuestro (los Corintos podían alegrarse en el Señor porque Pablo les había traído el Mensaje de Redención), cada día muero. (El Apóstol está refiriéndose a su vida que está en peligro constante cada día. Él no está refiriéndose a desaparecerse al pecado diariamente. Él sostenía que deberíamos de una vez morir al pecado, y luego estar muerto al pecado para siempre [Rom. 6:6-11; Gál. 2:20].)
32 Si como hombre batallé en Éfeso contra las bestias, ¿qué me aprovecha si los muertos no resucitan? (No hay que tomarlo literalmente. Él en realidad dice, “arriesgo mi vida diariamente, tan cierto como aquellos que luchan contra las bestias salvajes en los estadios; además, tan cierto como estos gladiadores morirán tarde o temprano, yo también.”) Comamos y bebamos; que mañana moriremos. (Estas palabras presentan el fatalismo de aquellos que no creen en una Resurrección venidera. Por eso el Apóstol dice, si no hay Resurrección tampoco hay Esperanza.)
33 No erréis (la declaración en realidad dice, “¡no sigan siendo engañados!” significa que muchos Corintos ya habían sido engañados en creer que no había ninguna Resurrección): las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres (debiera traducirse, “las malas ocasiones corrompen morales excelentes”).
34 Velad debidamente, y no pequéis (en efecto, dice, “recobren su juicio”); porque algunos no conocen a Dios (en efecto, dice, “algunos son ignorantes de Dios y de Sus Caminos”): para vergüenza vuestra hablo. (Hablo para avergonzarles.)

EL CUERPO RESUCITADO

35 Mas dirá alguno (escéptico), ¿Cómo resucitarán los muertos? (Los escépticos usan el sarcasmo.) ¿Con qué cuerpo vendrán? (Se refiere a la forma, configuración, tamaño, etc. Los falsos profesores se burlaban de la Doctrina de la Resurrección del cuerpo humano.)
36 Necio (la contestación del Espíritu Santo a aquellos que enseñaban esta falsa doctrina), lo que tú siembras no se vivifica, si no muriere antes (Pablo lo toma de las Palabras de Cristo, cuando Él habló de la semilla que cae en la tierra y muere, y luego produce mucho fruto, lo cual es la naturaleza de la cosecha [Jn. 12:24]):
37 Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo (cuando se siembra una semillita, producirá una planta hermosa), acaso de trigo, o de otro grano (no se sabe qué planta crecerá de la semilla):
38 Mas Dios le da el cuerpo como quiso (el proceso de Resurrección está en las Manos de Dios, El Que puede hacer todas las cosas), y a cada simiente su propio cuerpo. (Esto frustra toda especulación evolutiva. Cada persona tendrá su propio cuerpo, no el de la otra. Tendrá su propio color, apariencia, etc., menos las imperfecciones.)
39 Toda carne no es la misma carne (de nuevo, un punto que claramente contradice la teoría de la evolución): mas una carne ciertamente es la de los hombres, y otra carne la de los animales, y otra la de los peces, y otra la de las aves (se refiere a que todos somos de “carne,” pero de diferentes tipos).
40 Y cuerpos hay celestiales (cuerpos celestes, como el Sol, la Luna, etc.), y cuerpos terrestres (los cuerpos terrenales, lo que se refiere a seres humanos, animales, árboles, etc.): mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales (la gloria es distinta).
41 Otra es la gloria del Sol, y otra la gloria de la Luna, y otra la gloria de las Estrellas: porque una Estrella es diferente de otra en gloria (Pablo tiene un caso, lo que veremos en el siguiente Versículo).
42 Así también es la Resurrección de los muertos. (Algunos Santos, por su mayor fidelidad, tendrán mayor gloria que otros, que es el caso del Versículo anterior.) Se siembra en corrupción (se refiere a la tumba); se levantará en incorrupción (se refiere a la Forma Glorificada y el tipo de Cuerpo que Dios proporcionará):
43 Se siembra en vergüenza (se refiere a la horrible indignidad de “polvo al polvo”); se levantará con gloria (el mismo cuerpo, pero glorificado): se siembra en flaqueza (muerte); se levantará con potencia (vida):
44 Se siembra cuerpo natural (activado por “sangre,” antes de la muerte); resucitará Cuerpo Espiritual (activado por el Espíritu Santo, no por sangre, y será de sustancia inmortal). Hay cuerpo natural (que ahora tenemos), y hay Cuerpo Espiritual. (El Cuerpo Glorificado de nuestro Señor es el ejemplo, y nuestro Cuerpo Glorificado será como el Suyo [I Jn. 3:2].)

NECESIDAD

45 Así también está escrito (Gén. 2:7), Fue hecho el primer hombre Adán en ánima viviente (el cuerpo natural); el postrer Adán (Cristo) en Espíritu vivificante. (La palabra “postrer” es usada. No hará falta otra jamás. “Vivificante” se refiere a la resurección de aquellos que confían en Él.)
46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo natural (Adán vino primero); luego lo espiritual. (Cristo, como el Último Adán, vino segundo para deshacer lo que ocurrió en la Caída.)
47 El primer hombre (Adán), es de la Tierra, terrenal (materialista): el Segundo Hombre (Cristo) que es el Señor, es del Cielo (una diferencia enorme entre el “primer hombre” y el “Segundo Hombre”).
48 Cual el terrenal, tales también los terrenales (es el cuerpo y su condición presente a la cual Pablo señala con el término “terrenal”): y cual el Celestial, tales también los Celestiales. (Cristo es “El Ser Celeste,” y todos quienes son “los Seres Celestes” se parecen a Él. Pablo sigue hablando de la Resurrección, y cómo es que será.)
49 Y como trajimos la imagen del terrenal (se refiere al hecho de que como nuestro primer padre, somos frágiles, putrefactos y moribundos), traeremos también la imagen del Celestial. (Lo que nos pareceremos en la Resurrección, es decir, “como Él.”)
50 Esto empero digo, Hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios (nuestro cuerpo físico actual como es ahora); ni la corrupción hereda la incorrupción. (“La carne y la sangre” están bajo “la corrupción,” mientras que “el Reino de Dios” está bajo “la incorrupción.”)

LA VICTORIA FINAL

51 He aquí, os digo un misterio (una Revelación nueva dada por el Espíritu Santo a Pablo acerca de la Resurrección, es decir, el Arrebatamiento); Todos ciertamente no dormiremos (en el momento de la Resurrección [el Arrebatamiento], muchos Cristianos estarán vivos), mas todos seremos transformados (tanto aquellos que están muertos como aquellos que están vivos),
52 En un momento, en un abrir y cerrar de ojos (cuánto tiempo se tomará para que ocurra este cambio), a la final trompeta (no denota por el empleo de la palabra “final” que habrá toques de trompeta sucesivos, sino más bien denota que es la clausura, refiriéndose a la Edad de la Iglesia): porque será tocada la trompeta (es la “Trompeta de Dios” [I Tes. 4:16]), y los muertos serán levantados sin corrupción (los Santos Muertos, sin la naturaleza pecaminosa), y nosotros seremos transformados (ponerse el Cuerpo Glorificado).
53 Porque es necesario que esto corruptible (la naturaleza pecaminosa) sea vestido de incorrupción (un Cuerpo Glorificado sin la naturaleza pecaminosa), y esto mortal (sujeto a la muerte) sea vestido de inmortalidad (nunca morirá).
54 Y cuando esto corruptible (la naturaleza pecaminosa) fuere vestido de incorrupción (la Naturaleza Divina en control total por el Espíritu Santo), y esto mortal (sujeto a la muerte) fuere vestido de inmortalidad (nunca morirá), entonces se efectuará la palabra que está escrita, Sorbida es la muerte en victoria ([Isa. 25:8], las ventajas al máximo de la Cruz serán entonces nuestras, de las cuales ya tenemos sólo las Primicias [Rom. 8:23]).
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (El Apóstol mirando el futuro, y regocijándose en esta gran victoria próxima. El pecado fue para siempre Expiado en la Cruz, que se llevó el aguijón de la muerte.) ¿Dónde está, oh sepulcro, tu victoria? (Debido a la muerte que fue conquistada, la “tumba” no es más y, nuevamente, todo debido a lo que Cristo hizo en la Cruz [Col. 2:14-15].)
56 Ya que el aguijón de la muerte es pecado (en realidad dice, “el aguijón de la muerte es el pecado”; las palabras “el pecado” se refieren a la naturaleza pecaminosa, que ocurrió en la Caída, y tiene como resultado la muerte [Rom. 6:23]); y la potencia del pecado, la Ley. (Es la Ley de Moisés. Definió el pecado y dio énfasis en su penalidad, lo que es la muerte [Col. 2:14-15].)
57 Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo. (Esta victoria fue ganada exclusivamente en la Cruz, y la Resurrección que ratificó lo que fue hecho).
58 Así que, Hermanos míos amados, estad firmes (establecidos, con su Fe firmemente aferrada a la Cruz de Cristo) y constantes (no permitiendo que su Fe sea movida de la Cruz de Cristo), creciendo en la Obra del Señor siempre (compartiendo con los demás acerca de lo que Jesús ha hecho, en cuanto a Su gran victoria de la Cruz), sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano. (Está proclamando que la Palabra de Dios siempre traerá resultados gloriosos [I Cor. 1:18].)




Primera Corintios Capítulo 13:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.


Hebreos 10:35-12:4
Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, "el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado." Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: "Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac." Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre.


Romanos 8:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no vivan según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

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